Luchas autónomas. Por Fernando Gargano.
Capítulo I
Pensar globalmente.
El 30 de noviembre de 1999, un grupo minúsculo pero organizado de activistas independientes, llegó a la puerta de la Bolsa de Comercio de la Ciudad de Buenos Aires en una pequeña camioneta con equipos de audio, instrumentos musicales, volantes y ropas para actuar. En la vereda se instaló un precario escenario y la banda Los Vinitos de Vincent se dio el gusto de poner música a la manifestación local contra la reunión en la ciudad de Seattle de la Organización Mundial del Comercio. Se realizó una representación teatral en donde se comerciaba, tercerizaba y disciplinaba a seres humanos con el ritmo que tomaba el capitalismo del fin del siglo. De alguna manera éramos nosotros haciendo de nosotros mismos.
La policía intentó hablar con un responsable y no lo había, “éramos todos”. Cortamos la calle sin permiso y durante toda la jornada repartimos una comunicación por la zona explicando los peligros de las nuevas directivas de la OMC, denunciando la nueva configuración del mapa mundial. Fue una manifestación pacífica a diferencia de la violencia represiva que se vivió en Seattle.
Esa manifestación del colectivo 501 fue el grito local de un día de resistencia mundial al capitalismo. Ninguno de los partidos de izquierda se sumaron a la partida, tampoco encendieron sus cámaras los pocos medios que estaban para cubrir los devenires monetarios del edificio elegido como símbolo. No deseaban difundir las propuestas de horizontalidad, anticapitalismo y nuevas formas de resistencia. Fue el emerger de un grito de rechazo al orden que se imponía desde los centros de poder, pero también a las formas tradicionales de ejercer políticas y luchas.
Se acercó gente relacionada a la denuncia a los cambios tecnológicos que se estaban dando en el campo (agrotóxicos, transgénicos, patentes) y militantes contra la deuda externa, por el no pago y su investigación. Con excepción de activistas independientes y de grupos anarquistas o pequeños colectivos, esos temas no aparecían en ninguna agenda (salvo el no pago de la deuda externa, como es sabido).
Varios vectores importantes se trazaban en ese laboratorio viviente: el mas representativo de ese día señalaba la intención de pensar globalmente la dinámica social que se transnacionalizaba, y actuar localmente según nuestras particularidades, prácticas y conflictos específicos. Para salir de la generalidad, es útil ilustrar con ejemplos. La mayoría de nosotros habíamos vivido la resistencia a las imposiciones del Banco Mundial sobre las políticas educativas universitarias. En nuestro caso, La Universidad de Buenos Aires había pasado por un diagnóstico hecho por el Banco en colaboración con profesores de la casa, para adecuarla a las nuevas necesidades del mercado internacional. El exceso de vida política, la extrema duración de las carreras, los perfiles de los graduados, debían ser corregidos para acceder a los créditos otorgados por el FOMEC (el capítulo sobre la resistencia estudiantil universitaria profundiza estas cuestiones). Los alcances de la OMC se extendían a los problemas con las patentes en medicamentos, la intención de patentar semillas, la liberación de las pautas de control comercial de algunos países, para nombrar algunos ámbitos. Se presentaba el desafío de aceptar una configuración que no tenía vuelta atrás (un mundo globalizado) pero a la vez el de rechazar su carácter mercantil, sus claves capitalistas. La lucha por otra globalización, opuesta a la del capital traía nuevas dificultades prácticas.
En los debates del momento, había una crítica hacia el colectivo, de compañeros y grupos “populistas nacionales”, que planteaban la necesidad de re-instalar la idea de un estado fuerte y controlador, en el marco de un capitalismo nacional, planteo que se repetiría desde algunos grupos durante las asambleas del 2002, y elevado a discurso oficial por la presidencia peronista posterior. La crítica por “izquierda”, denunciaba un supuesto posmodernismo y cierta claudicación en lo relativo a organizarnos monolíticamente. Estas críticas eludían la interpelación que se dirigía a su propia ineficacia, y manifestaba el desconocimiento de nuestras propias dinámicas, pero sobre todas las cosas, negaban la importancia que nosotros dábamos a la necesidad de llevar la política a todos los ámbitos de la cotidianeidad, y la cuestión de los tiempos con la apuesta a largo plazo que estábamos llevando. Así se explica cómo en nuestros ámbitos eran tratados temas de violencia de género, los rechazos a toda discriminación, las relaciones que emprendimos con los movimientos de los pueblos originarios, todos temas que en las prensas partidarias de aquel entonces no existían salvo excepciones demasiado marginales. Como ejemplo, la marcha del orgullo gay en 1999 nos tuvo como participantes activos, frente a la ausencia de la totalidad de los partidos de izquierda y los sectores llamados progresistas, colaboramos en la creación del centro cultural en IMPA, símbolo de las fábricas recuperadas en donde hacíamos nuestras asambleas. Encaramos relacionarnos con movimientos campesinos (por ejemplo el de Santiago del Estero, con campesinos paraguayos y brasileños, conocimos las problemáticas de las comunidades indígenas directamente por relacionarnos con ellos, comenzamos a impulsar organización en los ámbitos del trabajo tercerizado y muchos de nosotros estrechamos vínculos o ahondamos los existentes con los movimientos de desocupados. Por ejemplo, el MTD de La Matanza participaría activamente al año siguiente del colectivo Primavera de Praga.
Lo fundamental del texto de la convocatoria, escrito colectivamente en las asambleas de 501, era el siguente:
“… El 30 de Noviembre, distintos movimientos en todo el mundo van a manifestar simultáneamente, su desacuerdo con la reunión … de la Organización Mundial del Comercio, en Seattle.
¿Qué tiene de importante esta reunión, para que en todo el mundo se escuchen a la vez, diversos gritos de rechazo? La OMC establece el nuevo orden económico del mundo… excluyendo la propia desición de los pueblos, las directrices que restringen y condicionan las políticas de desarrollo de los gobiernos locales…
Esta complicidad entre los grandes poderes económicos implica el mantenimiento de las desigualdades y privilegia su beneficio económico particular por sobre los beneficios sociales generales (educación, salud, medio ambiente). Pensemos en la producción de medicamentos y las controvertidas leyes de patentes, pensemos en las injerencias del Banco Mundial en la educación con las últimas leyes.
[…] Acceder a las necesidades mínimas se hace cada vez más difícil, se depende más y más de directivas ajenas a nuestras voluntades.
Ellos solo se proponen aumentar la explotación de los seres humanos, sortear todos los obstáculos posibles con tal de lograr que su sistema salga airoso de la crisis. La muerte de muchísimos seres humanos, la destrucción del medio ambiente, los tiene sin cuidado. La maquina de acumular dinero y poder debe seguir funcionado […]
Por eso el 30 de noviembre, diversos grupos en todo el mundo que no deseamos ser meros espectadores, proponemos realizar acciones de disconformidad, acciones que tengan un fuerte carácter autónomo, que sean genuinamente independientes y que se propongan a la vez, generar vínculos de solidaridad con otros movimientos y grupos de oposición al sistema […]”
A simple vista aparece una situación paradójica: cuando veníamos diciendo que hay que construir desde lo inmediato, lo cotidiano, lo micro, aparecemos con la propuesta de enfrentar al capitalismo internacional, debatimos si “imperio o imperialismo”, nos sentimos unidos con pueblos lejanos pero la coordinación grupos locales era demasiado incipiente.
La paradoja no es tal. Nos encontrábamos como la superación critica de formas políticas o bien perimidas, o bien erradas. La situación había cambiado y nosotros con ella, y en ese proceso las armas que construíamos eran acordes con sus blancos: frente a las propuestas de la izquierda y el sindicalismo tradicional, o del reformismo incorporado al estado, nos proponíamos como lo realmente antagónico (exagerando nuestra precaria influencia en la dinámica general), fundamentalmente porque constituíamos nuevas subjetividades llevando nuestra crítica tanto al enemigo como al objeto a “defender o superar” (por ejemplo en el ámbito de la educación habíamos adelantado la oposición a toda defensa acrítica de lo existente, en el trabajo tercerizado que se consolidaba intentamos los primers pasos en organización), recuperando interrogantes y encarando la tarea de encontrar respuestas constituíamos un laboratorio viviente.
Aun así, la tensión entre las nuevas formas de hacer politica y las viejas dinámicas estuvo siempre presente en nuestro movimiento, fundamentalmente porque estábamos insertos y entreverados en un mismo campo.
501 se propuso como algo verdaderamente rupturista, pero venia de un proceso. Los compañeros que pugnaban por exaltar su extrema originalidad caían en la inacción y la automarginación. De los intentos por no perder de vista el antagonismo inherente a la constitución social surgía nuestro derrotero. Así, el acontecimiento fue gestado. Su continuacion se propuso como la realizacion practica de aquellas nuevas formas para el nuevo orden, esa tarea era netamente un aprendizaje desde lo viejo. El desafío mas difícil fue ejercer en estas nuevas claves las prácticas en los lugares cotidianos de construcción, pero la red comunicativa que se formó y expandió paulatinamente pudo ser vista meses después en algunas acciones puntuales de alcance mediático -el rechazo al FMI en setiembre de 2000, el rechazo a la reunión del ALCA en Abril de 2001- o la constitución de centros barriales, revistas y grupos de alcances específicos antes y despues de diciembre de 2001.
Extracto de Luchas autónomas, de Fernando Gargano.