Indignados en México: “Lo que a mí más me indigna es que la gente no se indigne”

01.Dic.11    Análisis y Noticias

Llega el movimiento 15M a México

Desde el pasado 15 de octubre, el centro histórico de Coyoacán se convirtió en la segunda sede de los inconformes del sur de la ciudad, aunque no se puede afirmar que 100 personas, o 200 si se suman los inconformes del Paseo de la Reforma, sean “los indignados de México”.
SILVANA ADAMI
Desinformémonos

México DF. En medio de libros, letreros revolucionarios, guitarras y tiendas de campaña, entre termos de café y restos de comida de la víspera, el campamento de indignados de Coyoacán se despierta plácidamente arrullado por los primeros rayos de sol. “Hoy cumplimos diez días de estar aquí”, cuenta Abigail, miembro del colectivo Acampada Sur. Esta joven estudiante de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) plantó su carpa, junto con otros veinte inconformes, el mismo día de la convocatoria a la masiva marcha mundial “Unidos por un cambio global”, que llevó simultáneamente a millones de personas a tomar las calles y plazas de 951 ciudades en el mundo entero. El plantón empezó con siete carpas, que ahora suman más de 30. Son alrededor de cien personas las que ocupan la plaza Hidalgo en forma permanente e indefinida. Algunos trabajan, otros son desempleados, la mayoría son jóvenes universitarios.

Los inconformes de Acampada Sur llevan a cabo charlas y mesas redondas para generar un dialogo con la gente. No es tarea fácil. “Están en contra de todo y no piden nada concreto”, protesta un señor que trabaja cerca de ahí y atraviesa la plaza todos los días. “Lo único que veo es un grupo de vagos que invaden la plaza”.

Déjennos soñar

“Lo que a mí más me indigna es que la gente no se indigne”, afirma Emanuel, un fotógrafo que se sumó al colectivo harto de que “por más jodida que este la situación, la gente no proteste”. “Si queremos una vida digna, tenemos que empezar por indignarnos. Aquí creamos un espacio de indignación colectivo en el que invitamos a los ciudadanos a que se acerquen y sean parte de la reflexión”, explica Cuauhtli, un joven estudiante en sociología que esta con el movimiento desde el principio. “No se trata de pedir un aumento porcentual del presupuesto de la educación superior, ni un aumento puntual del salario mínimo, como lo está pidiendo el profesor de la UAM Edur Velasco en huelga de hambre desde el 11 de octubre, con el que por supuesto nos solidarizamos, pero que consideramos un indignado más. Creemos que el cambio debe de ser global y radical.”

Tal como lo exhorta un letrero “Déjennos soñar y los dejaremos dormir”. Ésta es la lucha contra los valores establecidos y los sueños no cumplidos. Podríamos aplicar aquí la fórmula emblemática del mayo del 68, la del Che: “Seamos realistas, pidamos lo imposible”, concluye el joven militante.

Democracia real

Aquí no hay ni líderes ni voceros, y todo se va definiendo y decidiendo sobre la marcha en forma horizontal. Ésta es la forma que los indignados de Acampada Sur han elegido hoy para protestar. A pequeña escala, estos jóvenes y no tan jóvenes experimentan una forma de democracia real. El ideal “aquí todos hablan a título personal” aparece claramente expresado en el frontispicio del templete coyoacanense transformado para la ocasión en una suerte de ágora griega. Ahí, tres veces por semana los campistas se juntan para debatir y decidir sobre su propio funcionamiento y el porqué de su lucha.

En estas asambleas las decisiones se toman por consenso. Si se está de acuerdo se levantan los brazos, sino se cruzan sobre el pecho. Al que está en desacuerdo se le da la palabra, y se trata de llegar a un acuerdo entre todos. “Esto lleva tiempo, son horas de discusión, cansa, pero es lo más operativo”, considera Cuauhtli. “Además tenemos que ser coherentes con nosotros mismos. Si pedimos democracia, tenemos que empezar por aplicarla aquí”.

Tampoco en este colectivo se maneja dinero, sólo trueque. Solamente se acepta ayuda en forma de comida y materiales. Una mesa de altercambio fue instalada a un lado del campamento, donde cada cual trae cosas en buen estado que no utilice y toma a cambio lo que necesita. De este modo esperamos despertar formas de solidaridad espontanea en la gente. Pero es esencialmente a través de Facebook que la solidaridad juega a tope. Con sus más de 1000 amigos que van siguiendo el colectivo por la web, Acampada Sur logra vivir por ahora casi exclusivamente gracias a la colaboración de los demás.

Escepticismo

Si bien se ha ido sumando gente y este campamento contribuye a darle mayor visibilidad al movimiento, aún se está muy lejos de las protestas masivas que se registran en Estados Unidos y en diversas capitales europeas. Los indignados de México son por ahora discretos.

En un país donde más del 54 por ciento de la población es pobre, donde siete millones de jóvenes ni estudian ni trabajan, donde el salario mínimo es el más bajo de América Latina y donde la corrupción es un deporte nacional, ¿por qué la gente no sale a protestar en masa? ¿Dónde están nuestros indignados? No se puede afirmar que 100 personas, o 200 si le sumamos los inconformes del Paseo de la Reforma, sean “los indignados de México”. Quizá para ganar en popularidad y acabar con esta indiferencia colectiva, así como los países árabes se alzaron contra las dictaduras, España contra el desempleo y Nueva York contra Wall Street, esta iniciativa ciudadana y pacifica que se está gestando en México deba también afinar su indignación.