La ruta incierta en el tren de la muerte
Debajo de la frontera sur de México se desgranan poblaciones en pobreza extrema, violencia de pandillas, tráfico de armas, trata de mujeres, migraciones violentas, desapariciones forzadas, y el cultivo de la migración por la lacerante desigualdad social.
RICARDO MARTÍNEZ MARTÍNEZ
Desinformémonos
Chiapas y Oaxaca, México. El pintoresco y alegre territorio de Centroamérica, compuesto por varios estados reductos de caciquismos y tradiciones autoritarias en el ejercicio del poder formal, esconde una trágica historia del género humano. En sus localidades, las miles de sombras de mujeres, niños y hombres se desvanecen cada tarde y vuelven a aparecer cada mañana, como si fueran ya parte del drama y el folclore cotidiano.
Aquí las voces tenues y algunas ahogadas aumentan por número indeterminado a raíz de las desigualdades permanentes, estructurales, de Guatemala a Costa Rica, pero con mayor énfasis en el “triángulo letal del norte” como se reconocen a Guatemala, Honduras y El Salvador por ser la suma de territorios con mayor violencia en todo el mundo, por fuera de los conflictos bélicos, según el Pentágono estadounidense.
Debajo de la frontera sur de México se desgranan poblaciones locales en el olvido, pobreza extrema, violencia de pandillas heredada de generación en generación, tráfico de armas, trata de mujeres, migraciones violentas, desapariciones forzadas, y el cultivo de la migración por la lacerante desigualdad social.
Y es que años atrás, la concentración de la riqueza llegó al máximo de convertir los Estados centroamericanos en Estados policiales, dedicados a la protección de la propiedad privada exuberante, la desarticulación del Estado y los derechos sociales, la privatización de todos los sectores público productivos y la dictadura del capital trasnacional. El resultado, entre otros efectos devastadores son la expoliación y expulsión de miles de familias, obligadas a un peregrinar de violencia, desamparo y tristeza.
Hace algunos meses, con un compañero periodista, decidimos viajar por dos estados de México, Chiapas y Oaxaca, para observar y registrar los efectos de esa catástrofe que padecen las poblaciones centroamericanas obligadas a ser migrantes en busca de una mejor forma de vivir, pero realmente incierta, contradictoria, peligrosa, en muchos casos devastadora.
Era octubre de 2010, casi un año atrás, y hoy la historia del migrante aún es más aguda. La razón de conocer la ruta del migrante nos llevó hasta Arriaga, Chiapas, donde comienza una red tranviaria de traslado de mercancías que inundan los mercados locales y nacionales y, en algunos casos, se acumulan para después trasladarlas hacia otros mercados de consumo externo, Estados Unidos, Asia o Europa.
En esa población, la madrugada nos alcanzó y decidimos hacer un recorrido por la estación de trenes, luego de haber escuchado rumores e historias sobre los caminantes en la oscuridad y sus formas de organizarse para esperar durante el trascurso del siguiente día la oportunidad de abordar al temible y llamado “Tren del a Muerte”… o a secas: “La Bestia”.
La luz pública apenas y alcanza a cubrir los centenares de cuerpos que descansan a lo largo de la vía, jóvenes sobre polines y maderos, en las zonas con césped, debajo de casas y techos carcomidos, en medio de las salas de espera apiñada de gente y de alguno que otro ojo pelado que se asoma sorprendido por los visitantes nocturnos que roban el sueño.
La Espera, el migrante
Caminamos por la zona más alejada donde todavía encontramos migrantes medio dormidos…
Los vence el cansancio. Durante 28 días de incertidumbre y desesperación, migrantes salvadoreños, guatemaltecos y hondureños esperan la oportunidad de abordar el tren de carga que reduzca la distancia a su destino final en busca de empleo.
Allí encontramos a Lázaro López, migrante de San Marcos, Guatemala. Entre un grupo, mayormente compuesto por mujeres, nos contó: “El sueño es de que estamos esperando el tren para subirnos. Logran subir allá a chambear, trabajar, tener ese sueño de llegar hasta allá donde tenemos la meta de llegar, a los Estados Unidos.”
Para ellos, las noches son largas. En esta estación de trenes Arriaga, Chiapas, al sureste de México, organizaciones civiles apoyan decenas de centroamericanos que cada día llegan aquí. El hambre es el peor enemigo para las familias migrantes.
Efraín Campos Orellana, es un poblador en Arriaga, México. Explica por qué apoya a los migrantes. “Este momento estamos dando una pequeña despensa que no es suficiente para ellos, el migrante siempre tiene hambre, ellos siempre necesitan, la mayoría vienen sin dinero en tanto tramo de sufrir. Desde que entran a México es de sufrir y sufrir, ya sea por todo.”
Los operativos policiales nocturnos son constantes. Robos, asaltos y asesinatos son cotidianos en las inmediaciones de esta zona catalogada por las autoridades mexicanas como de alto riesgo, al registrarse tres delitos diarios en promedio. No hay denuncias por parte de los agredidos por miedo a ser deportados o ser atacados por bandas de delincuentes que azuzan a los migrantes sobre pasando a las autoridades policiales. Pero las autoridades tampoco hacen nada, incluso son señaladas como fuente de violencia e impunidad por los propios migrantes.
El director de Protección Ciudadana, Arriaga, México, Luis Portillo Ruiz, expone lo que hacen muchas veces sin afectos positivos. “Dentro de las funciones como policía preventiva, municipal, la principal función que tenemos son los patrullajes preventivos para evitar el índice delictivo, en este caso al personal migrante que va en tránsito hacia el norte.”
Alrededor de mil personas duermen o se desvelan cada noche con el fin de levantarse a primera hora y tomar el tren. El destino último de los migrantes son los Estados Unidos… buscan alcanzar su sueño de cambiar la situación económica de sus familias en sus países de origen.
A causa de la pobreza y la marginación, ciudadanos centroamericanos intentan todos los días cruzar sin papeles migratorios el territorio mexicano hacia los Estados Unidos, un viaje lleno de riesgos y peligros. Autoridades migratorias mexicanas calculan el flujo diario entre 8 mil y 10 mil personas por la frontera sur y sus puntos ciegos.
Ellas, las migrantes
Ana Rivas sufre de insomnio. La noche anterior no pudo dormir y muestra su agotamiento al sumar treinta días de vivir en la calle, aquí en Arriaga, Chiapas. A sus 27 años, es madre y se encuentra embaraza. Ella ha viajado con dificultad desde Sonsonate, El Salvador, una población rural de pobreza extrema.
“Yo he salido con las ilusiones de llegar a los Estados Unidos para superar y pues también a mi hija darle buena vida y todo eso, pues apenas tengo cinco meses de embarazo y ya los voy a cumplir el cuatro del otro mes. Mi objetivo es llegar y tenerlo allá, porque hay muchas oportunidades para ellos”, dice.
Ella visita todos los días la agencia consular salvadoreña. Allí se siente más segura, luego de que en días pasados fue violada. Como ella, muchas mujeres corren con la misma suerte. La organización civil Sin Fronteras registró en su último estudio en 2004 que el 47 por ciento de las migrantes confirmaron ser atacadas sexualmente.
Ana Rivas cuenta su amarga experiencia: “Abusaron de mí, una violación. Una se viene dispuesta a eso, pero no tanto como a mí me sucedió. Allí está que ese señor con otros dos muchachos que abusaron de mí, me llevaron a un río que está a las orillas del tren.”
Este viaje hacia los Estados Unidos, es su segundo intento. En el primero, ella perdió sus dedos de un pie al caer del tren. “Más allá, ya casi llegando a la frontera, me pasó un accidente. Todos nos arriesgamos también a eso que nos vaya a matar el tren, pues el tren me botó los dedos, los cinco dedos de mi pie izquierdo.”
Las organizaciones civiles hacen lo que pueden. Asisten y orientan a los migrantes que como Ana decidieron echar su suerte sin documentos migratorios en territorio mexicano. Se lleva un registro y se anotan las necesidades diarias como lo hace Rafael Contreras, un habitante de Arriaga. “El cansancio no nos importa a nosotros, es que el inmigrante reciba una atención porque nosotros estamos para eso. Yo fui una persona inmigrante también y entonces digo yo aquello que yo sentí, el deseo que yo sentí, que alguien me apoyara, pues ellos mismos lo sienten también”, indica.
Con penurias, pero con la esperanza de resolver las necesidades económicas de su familia que dejó atrás, Ana Rivas se dispone a continuar su camino, un camino incierto y como hasta ahora llena de peligros.
Las mujeres centroamericanas son el blanco más sensible en la llamada Ruta del Migrante en territorio mexicano. A su paso, se exponen a violaciones de sus derechos humanos, explotación y trata de personas. Según el Instituto Nacional de Migración de México, el 20 por ciento de la población que emigra son mujeres.
Ellos, los deportados
Previo a la salida del tren conocido por los migrantes como “La Bestia”, ciudadanos centroamericanos comienzan a acomodarse en los vagones. Entre ellos, Luis Rodríguez, un salvadoreño que vivió en Estados Unidos por 25 años, intenta regresar luego de ser deportado hace un año.
Al preguntarle sobre su experiencia, dice: “Mi causa son mis hijos. Yo he dejado dos hijos menores de edad en Estados Unidos. A mí me deportaron y sería lo más prioritario para mi volver a ver a mis hijos.”
Guarda en su memoria la voz de sus dos hijas de cinco y siete años, con las que quiere reencontrarse. El gobierno de Estados Unidos forzó la salida de Luis, luego de que la Corte sobre Infantes “Edlemans Children’s Court” falló en contra de la custodia de ellas por parte del padre al carecer de empleo fijo y no contar con vivienda propia. Las extraña. “Volverlas a tenerlas y abrazarlas… (silencio y llora), son mis hijas.”
Este padre fue acogido en 1995 por el Estatus de Protección Temporal al Migrante (TPS), una norma amparada en la Ley de Inmigración aprobada en 1990 por el Congreso Norteamericano que le permite residencia temporal. Cuenta que luego de la crisis económica de 2009 le negaron renovar su permiso. “Hasta esta fecha este es otro sacrificio más, viajando de esta manera porque no recibí ningún apoyo, entonces mis hijas esperan, ellas muy alegres, les han dicho que yo voy en camino y me dice mi niña muy contenta: ‘ya sé la noticia, me dicen que tú vienes’…”
El 48 por ciento de los salvadoreños deportados intenta volver aquí a esta comunidad Arriaga. Uno de sus objetivos es reintentar ingresar a los Estados Unidos con el fin de reencontrar a sus familiares o generar un ingreso para ellas.
Los migrantes centroamericanos sin documentación intentan varias ocasiones cruzar el territorio mexicano hacia los Estados Unidos. Muchas veces a su paso son detenidos por las autoridades migratorias y deportados a su país de origen. Pese a esto, muchos de ellos reinciden para alcanzar su objetivo.
Cazamigrantes: El Instituto Nacional de Migración (INM)
Perseguidos y detenidos. 40 migrantes, en su mayoría guatemaltecos, son asegurados por agentes de migración mexicana. Se trata de una redada, inusual aquí en Arriaga, Chiapas, desde 2007, cuando las autoridades se comprometieron a evitar persecuciones como esta. Los responsables niegan identificarse ante nuestros cuestionamientos.
“No puedo proporcionarle mi nombre señor… Me permites. Serías tan amable de no interponerse en mis funciones por favor, por favor, por favor.” ¿A dónde de los llevan?, le pregunto. “La puerta de mi camioneta”, dice. ¿A dónde de los llevan?, insisto. “A la estación migratoria”, grita el funcionario. “¿Dónde está?”, le pregunto, “En Tapachula, Chiapas”, contesta. “¿Cómo se llama?, inquiero. “Ahorita te doy la información, déjame por favor salir…”
Los operativos son criticados por el uso indiscriminado de métodos violentos de detención. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos en México, cuenta antes de 2007, con 10 recomendaciones para investigar a miembros de la Policía Federal, Ejército y Migración.
Leonor de los Santos Noriega, vecina en Arriaga, Chiapas, explica lo que observó con esta redada que logramos registrar. “Los muchachos corrieron, muchos corrieron. Las señoras estaban sentadas con unos niños. Jóvenes sentados también y vimos que de allí los estaban jalando, los estaban subiendo a los carros blancos.”
Después de la redada antiinmigrante, regresan quienes logran escapar. En el año 2010, sumaron 20 mil detenidos de origen hondureño, guatemalteco y salvadoreño. Pero los ciudadanos extranjeros prosiguen en su camino hacia el Norte.
César Pérez, migrante de Sololá, Guatemala, exhausto, regresa para contarnos lo que pasó: “De allí apareció la migra y comenzamos a correr. A otros creo que los golpearon, yo no vi, pero otros compañeros cuentan que sí los golpearon.”
Una joven mujer de Guatemala, resultó lastimada. Ericka Dubón va en el grupo de migrantes de ese país vecino. “Ellos venían corriendo, me intentaron agarrar, entonces me caí. Y donde caí no podía levantarme, un chavo me levantó”, dice.
Pero siempre hay quien socorre y ayuda a los migrantes centroamericanos como Andrea Jiménez, vecina de la localidad de Arriaga, Chiapas. “Como los corre migración, como delincuentes, como si anduvieran matando, ni a los asesinos creo que los corren así”, señala.
Vecinos de las comunidades aledañas organizan comidas colectivas para los migrantes, al tiempo que exigen al gobierno federal poner fin a las persecuciones y redadas.
En Chiapas, México, autoridades del Instituto Nacional de Migración reactivan operativos de detención, llamados redadas, contra ciudadanos centroamericanos indocumentados. Los migrantes denuncian uso de violencia física y psicológica, así como saña empleada en los operativos.
La Bestia
Es hora de preparar la partida. Los migrantes centroamericanos, como pueden, abordan el tren conocido como La Bestia. Suena el silbato de la máquina y el rechinar de sus ruedas metálicas. De todos lados corren migrantes para subirse a los vagones de carga.
Andrés Muñoz, migrante de Guatemala indica: “Para nosotros viajar a Estados Unidos es porque nuestro país está muy pobre y no podemos sobrevivir allá con toda la familia que tenemos. Entonces hay que salir y a veces esperar el tren hasta que sale llegamos aquí sin dinero, y a veces salen asaltantes en el camino.
Ya entrada la noche, personas de todas las edades y notoriamente de bajos recursos económicos se sientan en los techos del tren carcomidos por las lluvias. Son familias que perdieron la esperanza de cambiar sus condiciones de vida en sus países de origen. Muchas de ellas sobreviven apenas con un dólar diario.
Oscar Mejía, migrante de Guatemala, nos comparte su testimonio. “Nuestro país está muy pobre. Luchamos por la vida y también la inmigración nos quiere agarrar, pero nosotros no somos ladrones, no somos nada, pero deberían de agarrar ladrones y narcotraficantes, pero nosotros luchamos por la vida.”
Alrededor de 700 personas salen montados en el también llamado “El Tren de la Muerte”. Todas ellas con la vida en vilo, pero con el sueño de mitigar el hambre de sus familias. Entre los vagones, otros migrantes, como pueden, toman algún sitio para asegurarse. La persistencia los anima a seguir adelante.
Vilma Mendoza fue cónsul de El Salvador en Arriaga, Chiapas, México y narra lo difícil que es para un migrante viajar de en condiciones inseguras sobre La Bestia. “La importancia es reponer energías, prepararse para un viaje largo, de más de doce horas en un vagón que se tambalea, sobre todo cuando llega a Tehuantepec, Oaxaca, que golpea muy fuerte el viento. Tiene que ir muy descansado para evitar dormirse y caerse.”
Los migrantes parten. La noche, antes aliada de ellos, se convierte en su enemiga.
En la Terminal de Arriaga, Chiapas, México, cada tercer día cientos de migrantes centroamericanos o suramericanos abordan inseguros y peligrosos trenes de carga. Su fin es continuar rutas clandestinas e inhóspitas para llegar a los Estados Unidos de América con el sueño de lograr ingresos económicos que carecen en sus países de origen.
El viaje del Tren de la Muerte
Después de cinco horas de viaje, los migrantes muestran agotamiento. La vibración de los vagones, el constante rechinar, el pitar de la locomotora y el golpeteo estresa a quienes decidieron abordar el tren en las peores condiciones de seguridad. Organizaciones civiles exigen protección para ellos.
“Sobre todo salvaguardar y proteger la vida del migrante en su tránsito por el país. Protegerlos de los operativos de migración y policía federal, así como por los asaltos que se comenten”, señala Carlos Sánchez, miembro de organización civil pro migrante.
La ruta es por áreas rurales. El tren se interna en la sierra del estado de Chiapas y pasa por una zona considera de alto riesgo.
El tren de madrugada entra al estado de Oaxaca. Aquí en el año 2008 se registraron operativos violentos de bandas criminales. La ex cónsul Vilma Mendoza nos detalló como registró cientos de denuncias. “Primero se comienza con una entrevista de carácter consular para profundizar e identificar si el migrante o la migrante ha sido víctima de algún tipo de violación a sus derechos para iniciar el trabajo de protección básica de los migrantes.”
Secuestro y extorciones son los riesgos más latentes, pero lo menos denunciados y también los más impunes. A partir de este punto en Oaxaca se han registrado los mayores índices de asaltos contra los migrantes, así mismo se han registrado operativos de las autoridades migratorias donde se han detenido a muchos de ellos.
En su trágica travesía por el sureste de México, los migrantes centroamericanos son objeto de ataques por bandas de delincuentes y organizaciones criminales, así como abusos por parte de elementos de las corporaciones de seguridad… El gobierno del estado de Chiapas registra en lo que va de 2010 hasta 500 denuncias contra maltratos y extorciones.
Hermanos en el camino
Luego de 14 horas de viaje, los migrantes montados en El “Tren de la Muerte” y llegan al estado de Oaxaca, al sur de México. Sin provisiones y exhaustos, esperan acortar su ruta hacia los Estados Unidos.
Aquí un equipo civil de apoyo a los migrantes trabaja día y noche. El Padre José Alejandro Solalinde, coordinador de la Casa del Migrante “Hermanos en el Camino, Ixtepec”, articula la solidaridad. Él explica las causas de la migración son sobre todo por las desigualdades en sus países de origen. “Significa que el flujo migratorio, ese éxodo, es un fuerza imparable. Eso significa, y más vales que todos los ricos y los poderosos, las personas que tienen las decisiones, más vale que vean esto como un signo de los tiempos.”
Los indocumentados poco a poco abandonan el ferrocarril en marcha. Al menos, 1000 personas de origen diverso cada día llegan a este lugar en espera de otra oportunidad para seguir. Buscan refugio en los alrededores.
Ezequiel Navarrete, migrante de Honduras, al bajar del tren dice: “Gracias a Dios doy porque ya llegué aquí en este lugar y, bueno, vamos a ver si seguimos continuando adelante.”
Uno de los refugios más seguros es la Casa del “Migrante Hermanos en el Camino”. Desde 2007, sus directivos sufren de hostigamiento y persecución. Aquí, organizaciones civiles y religiosas amparan a los centroamericanos sin documentación.
Rosalinda Chávez, migrante de Guatemala, mientras espera seguir en su camino dice los sueños que tiene. “Nosotros pedimos buscar otros lugares para ayudar a nuestras familias, porque no tenemos trabajo allá en Guate, y llevarles el pan de cada día a nuestra familia.”
Con hambre, sed y cansancio, pero con la esperanza de seguir la ruta del migrante centroamericano, entre 100 y 200 personas se mantienen en este sitio para que en los días siguientes, logren abordar un nuevo tren que los lleve a su destino, aún incierto.
En la llamada Ruta del Migrante por territorio mexicano, organizaciones civiles ejecutan proyectos humanitarios con el fin de apoyar a los indocumentados, centro y suramericanos. En el municipio de Ixtepec, Oaxaca, al sur de México, considerado uno de los más violentos, denuncian hostigamientos permanentes hacia las organizaciones humanitarias y migrantes de paso.
Hermanas en el camino
En esta Casa de asistencia civil al migrante, “Hermanos en el camino”, la mayor preocupación es la salud de los indocumentados. Promueven métodos de apoyo en torno a la violencia contra las mujeres, violaciones que son frecuentes y enfermedades sexuales contraídas.
Beatriz Ramos Reyes, coordinadora de organización civil detalla sus actividades en pro de las mujeres migrantes: “Aquí en el albergue, estamos trabajando el taller de sexualidad, tanto con el personal estable como con el grupo de migrantes con el fin de evitar contagios por ataques o por eventuales infecciones de trasmisión sexual.”
Los migrantes continúan el éxodo. No paran durante todo el día de llegar aquí. Las organizaciones humanitarias dan orientaciones de cómo cuidarse en el incierto y sinuoso camino hacia el norte, pues es muy difícil darle otra alternativa inmediata a quien decidió dejar a su familia y buscar mejores formas de sobrevivencia.
José Alejandro Solalinde, coordinador de la Casa del Migrante Hermanos en el Camino, Ixtepec” detalla el origen de este proyecto: “Esta Casa se abre el 26 de febrero de 2007, después de un año y medio de extorciones, violaciones, asaltos y secuestros a los migrantes en las vías.”
En este refugio, promotores agroecológicos buscan dar alternativa a los migrantes para que resuelvan sus necesidades al día, de un viaje lleno de peligros. Se siembran hortalizas y frutos, alimento para los huéspedes temporales.
“Aquí hay una situación con los compañeros migrantes, pensamos que reponiendo una alternativa entonces venimos levantando un proyecto que se llama campo de experimentación y producción agropecuaria”, detalla Carlos Venegas, promotor ecológico.
Los productos cultivados se comparten entre los migrantes. Todos ellos muestran su agradecimiento en uno de los lugares donde el crimen organizado siembra el terror todos los días.
Rafael Benítez, migrante de El Salvador, se siente acogido por las organizaciones civiles pro migrantes. “Me siento muy bien aquí porque me dan buen apoyo y cariño.”
Desde el año 2007, organizaciones civiles y religiosas acompañan este caminar de los migrantes centroamericanos. Ahora tiene el objetivo de mantener un espacio más abierto para las organizaciones que vienen a colaborar cotidianamente con los migrantes.
Organizaciones humanitarias promueven la salud física y metal de los migrantes que sufren violencia en su trayecto hacia los Estados Unidos. Alertan sobre los maltratos, asaltos, violaciones y secuestros que dejan graves secuelas a los indocumentados.
Peligro en las vías
Todos los días desde hace tres meses visita la capilla de la casa del Migrante El Buen Pastor, en Tapachula, México. Amniel Padilla es un joven hondureño de 23 años. Quiso, como muchos otros, viajar hacia los Estados Unidos. La suerte lo abandonó y cayó de un tren en marcha.
“Fue cuando yo salí hacia la calle, por cierto tuve miedo, fue cuando tuve el accidente donde perdí el pie. Quise agarrarme, pero tuve miedo y me solté del tren, me elevó y pegué como en un muro y mi pie se fracturó”, contó.
En la casa de “El Buen Pastor”, ubica en esta ciudad fronteriza entre Guatemala y México, Amniel trata de reintegrase a actividades productivas.
Antonio Jiménez, sastre de la Casa del Migrante “El Buen Pastor” es una de las personas en Tapachula, Chiapas, que enseña a los migrantes oficios. “Estoy capacitando al personal que viene así con necesidades de aprender algo, y poder desarrollarse al salir de aquí, pues se les enseña lo más práctico. Cuando ya no puedan estar aquí en esta estancia, ellos puedan encontrar un lugar aquí para trabajar.”
Poco a poco Amniel se rehabilita. Recibe los cuidados necesarios para adaptarse a su prótesis, que sustituye su pierna.
Andrés Padilla, administrador de Casa del Migrante “El Buen Pastor”, es quien trata a los migrantes en proceso de rehabilitación. “Atendemos a las personas que vienen lesionadas, graves, cortadas, recién operadas. Aquí se les cura y se les proporciona medicamente a cada uno de ellos.”
El joven hondureño, prepara su regreso a su país de origen. Para él no es fácil en su condición actual. Durante 2010, 32 personas han sido atendidas aquí por sufrir la pérdida de alguna extremidad del cuerpo, sobre todo a la caída del tren.
Para los migrantes centroamericanos viajar sin documentos en trenes de carga representa un gran desafío. Las autoridades sanitarias mexicanas estiman entre 300 y 350 personas de origen centro y suramericano que sufrieron durante lo que va de 2010 caídas graves o pérdidas de extremidades de su cuerpo…
El Río de la Muerte
Migrantes centroamericanos atraviesan el río Suchiate, al sur de México, que tiene una profundidad hasta de 5 metros. Todos los días, decenas de ellos emprenden el primer eslabón de un camino del migrante, sinuoso y lleno de peligros.
Marcos Torres, migrante de Guatemala, dice: “De Honduras, El Salvador, Nicaragua. La mayoría es de Honduras y El Salvador, que son los pueblos más pobres, los más necesitados, pasan por aquí.”
Llegan a tierra para proseguir con su camino. Entre las ciudades de Tecún Uman, Guatemala, y Ciudad, Hidalgo, México, conocidas como ciudades sin ley o ciudades fantasmas, el crimen organizado suma al menos 12 muertes diarias por arma de fuego. Pero eso no evita el flujo migratorio.
Alfredo Orozco, vecino de la ciudad fronteriza Tecún Uman, comenta: “Los veo de una manera de que andan en busca de una superación porque quieren ayudar a su familia, buscar es sueño americano, con el hecho de ayudar a su familia y tener una su casa.”
Marcos Torres ahora es un balsero. Desde 2007 vive aquí luego de ser deportado por segunda ocasión de México. Como él, la mayoría de migrantes sufren calamidades en su intento por cruzar el país. “Estuve secuestrado en Tierra Blanca. Me rescataron y sufrí una violación sexual también, un abuso”, cuenta con amargura.
Los migrantes permanecen por días en esta zona con el fin de generar un ingreso económico en su camino.
El primer obstáculo de los migrantes centroamericanos sin documentos en su camino por territorio mexicano es el río Suchiate, un cause donde no solo cruzan personas, sino mercaderías que evitan los impuestos gubernamentales, tráfico de mercancías ilegales. Es una zona insegura entre Guatemala y México.
Éxodo y alternativas
Miles de jóvenes caminantes centroamericanos pasan por Chiapas y Oaxaca en lo que se conoce como el primer tramo de la ruta del migrante en México. Tuvieron que decidir quedarse en sus países de origen donde no encontraron alternativa de sobrevivencia o salir en éxodo hacia los Estados Unidos.
Pero para ellos, pasar por México es vivir un infierno. Extorciones, secuestros, asesinatos en masa son los macabros resultados que en los últimos años se registran en territorios del crimen. Pero las condiciones objetivas de marginación y pobreza los obligan a correr riesgos. ¿Habrá mayor alternativa para miles de familias que sufren los estragos de ser migrante en el siglo XXI? ¿Cuáles son las causas que afrontar y resolver para hacer inviable la migración por desigualdad? ¿Cómo y con quién actuar para hacer de la migración una fuerza motora de transformación?