El 15M brasileño
Al calor de las manifestaciones en España y Estados Unidos, decenas de jóvenes brasileños han iniciado manifestaciones en Río de Janeiro en las que reclaman una mayor igualdad social y una alternativa al actual sistema financiero.
IPS · Fabíola Ortiz · (Río de Janeiro)
Los “indignados” salen a las calles de Brasil (AP)
“Eres libre”, “Salga de su sala-celda, su vida vale mucho más que un capítulo de telenovela” y “Sólo use arma para transformarla en arte” son algunas de las decenas de pancartas que cruzan el campamento de “indignados” en esta sudoriental ciudad brasileña.
Los ecos del movimiento de los llamados indignados, originado en España y propagado a decenas de grandes ciudades en el mundo con la particular versión de Ocupa Wall Street en el corazón financiero de Nueva York, también inspiró a jóvenes brasileños a encarar su propia lucha contra el consumismo, la desigualdad social y el sistema financiero local e internacional.
Más de 100 carpas cobijan a unos 200 jóvenes que permanecen impertérritos en la plaza Floriano Peixoto, la popularmente conocida Cinelândia del centro financiero de Río de Janeiro, donde también se ubican la Cámara Municipal legislativa de la ciudad, el Teatro Municipal y la Biblioteca Nacional.
Las manifestaciones globales contra lo que consideran pasividad o permisividad de gobiernos y de la dirigencia política frente al sistema financiero fuera de control, que sembró de crisis a Estados Unidos y Europa, se extendieron de Madrid, Barcelona y Málaga a Nueva York, San Diego y Seattle luego, para finalmente trascender hacia otras capitales y grandes ciudades del mundo.
El denominado movimiento Ocupa Río propone integrarse a esta marea de revolución crítica global, que tiene como principales características la diversidad y la democracia directa a través de asambleas en las decisiones.
Eduardo de Oliveira, de 18 años, es uno de los responsables de la articulación de grupos de trabajos. Sin jerarquías, los “ocupas” de Cinelândia se reúnen en la plaza para proponer el diálogo y el consenso de los más diversos asuntos, críticas y cuestionamientos a la marcha de la economía, a cuestiones culturales y a la falta del cuidado al ambiente, entre otros variados asuntos.
“Protestamos también contra la corrupción y todo tipo de equívocos en el gobierno”, dijo Oliveira, quien fue unos de los primeros en llegar a esta plaza en la madrugada del 22 de octubre, listo para empezar la movilización.
“Cada uno está por sus propias motivaciones. Todos los días tenemos reuniones y actividades en los grupos de trabajo. Empezamos con la idea de quedarnos durante siete días, pero ahora no tenemos fecha prevista para dejar la plaza”, explicó. “Estamos aquí porque queremos. La plaza es nuestra y es pública”, defendió Oliveira.
El movimiento de Río de Janeiro discute la crisis financiera global, pero también se da espacio para revisar la política local y se articulan acciones con organizaciones sociales como las surgidas en las favelas para defenderse de las desocupaciones forzadas de sus hogares.
Además están presentes en Ocupa Río los impactos sociales de las obras en marcha con miras al campeonato mundial de fútbol de 2014 y de los Juegos Olímpicos de 2016, así como los derivados de la construcción de grandes complejos hidroeléctricos en la Amazonia, como Belo Monte.
Aunque la marca en el orillo de este movimiento es la autogestión, es necesaria una aceitada organización para mantener el campamento. Los cerca de 200 manifestantes ayudan en las tareas internas como la limpieza y la seguridad, así como en la realización de talleres y asambleas, explicaron ante nuestra consulta.
Los alimentos son donados por los propios integrantes, como también regalados por restaurantes en el centro de la ciudad, informaron.
“La autogestión del movimiento no es tarea fácil, todo se hace por consenso. Estamos atravesando alguna dificultad estos días por las lluvias en la ciudad, pero no faltan alimentos. Las personas han sido solícitas y hacen donativos como lonas y motores eléctricos para generar energía”, señaló Ronald Stresser, de 41 años.
La ocupación es permanente, admitió Stresser, quien destacó que todos los días hay nuevas personas que adhieren y prestan su solidaridad al movimiento “dejando sus prejuicio y participando de los debates”.
El activista sostuvo que esta ola de indignados en el mundo es reflejo de la insatisfacción de las personas por un mundo cada vez más globalizado y consumista.
“El problema tiene origen en esta sociedad de consumo, y ahora con 7.000 millones de personas en el mundo, todo eso se ha hecho insostenible”, criticó Stresser, para quien llegó el momento de tomar conciencia global en la búsqueda de mejores perspectivas futuras y de cambios sociales. ”El interés común es construir un mundo mejor para todos, y eso es posible. El movimiento ya se extendió a muchísimas ciudades y sigue ganando fuerza”, aseguró.
En Río de Janeiro, el movimiento no sufrió ninguna presión de las autoridades policiales, que parecen ya haberse acostumbrado a la presencia de los manifestantes en la plaza Cinelândia
Otro indignado, Krishna Pada, de 27 años, dijo que el arma utilizada para protestar es la poesía. ”Estamos haciendo poesía con nuestras acciones y con nuestras palabras. Aquí nos dedicamos a un autoperfeccionamento. Lo que importa es lo que cada uno tiene para contribuir. Este mundo hoy controlado por el dinero no nos representa”, argumentó.
Wander Ferreira, de 28 años y estudiante de filosofía, es uno de los que ayuda en el grupo de la sustentabilidad, y preserva los canteros de los árboles abandonados en el centro de la ciudad.
“Hay muchos rincones abandonados en el centro y estamos arreglando, haciendo huertas urbanas, cultivando hortalizas para nuestra propia alimentación. Es muy gratificante; todos nosotros estamos haciendo una experiencia única”, enfatizó.