Asociación Caminar. Proyecto participativo en el barrio

23.Dic.11    Barrio y ciudad

ENTREVISTA | ASOCIACIÓN MADRILEÑA CAMINAR
“Ha sido increíble la participación del barrio”
El papel de la Asociación Caminar en El Ruedo ha sido fundamental para desarrollar la metodología de El Oasis, hablamos con tres ‘caminantes’.

SORAYA GONZÁLEZ GUERRERO (REDACCIÓN)
LUNES 21 DE NOVIEMBRE DE 2011. NÚMERO 161 NÚMERO 162

La asociación Caminar comenzó su actividad en uno de los asentamiento de infraviviendas más grandes que han existido en Madrid, el Pozo del Huevo, y se realojó después, junto con cientos de familias de allí, en el edificio conocido como El Ruedo, a orillas de la M-30. Focalizada inicialmente en la prevención de la drogodependencia y la gestión de guarderías desde un enfoque asistencialista, esta asociación “fue cambiando su forma de intervenir dentro de un proceso de transformación social y participación con el barrio”, como nos explica Inés, una de las técnicas del equipo de Caminar. Su última manera de abrirse al barrio ha sido contratar a jóvenes y adultos de la propia comunidad de El Ruedo.

“Caminar forma parte del barrio y de la gente, la gente lo considera suyo”, así percibe Juanjo a la asociación. Juanjo llegó a El Ruedo en los ‘90, en plena adolescencia, pero conoció a Caminar ya en El Pozo y ha estado como voluntario varios años hasta que se le contrató en enero. Israel tiene 19 años, pertenece a la generación de los que nacieron en El Ruedo y también trabaja de forma remunerada en la ludoteca: “Ahora hago para los chavales lo que Caminar antes hacía por mí”.

DIAGONAL: ¿Es más complicado trabajar en este barrio que en otros?

JUANJO: Creo que se trabaja muy bien con la gente de este barrio porque viene de un pequeño barrio que era un pueblecito donde se conocían todos. Es verdad que hay personas que están un poquito acomodadas, que vienen y dicen ‘hacedme esto’, pero creo que se va cambiando el chip. Aquí hay personas gitanas y payas que se conocen desde hace 50 años, pero hay otros que son muy reacios con el tema gitano, en seguida lo asocian a delincuencia o vandalismo; tenemos ahí puesto un sello. Pero me ha sorprendido muchísimo que personas reacias han participado. Uno de los difíciles me ofreció su coche y todo… me dejó un poco a tablas y eso que nunca pienso que nada es imposible. Otro vino a hablar conmigo, trajo maderas e hizo unos asientos para unos columpios.

ISRAEL: A mí me preocupaba un poco cómo iba a salir todo, qué iba a pensar la gente que habéis venido de fuera. Pero veros contentos me llenó de orgullo… como siempre se habla mal de este barrio. Y no es así; hay que conocer a la gente para juzgarla.

D.: ¿Cómo evaluáis El Oasis?

J.: La participación del barrio me ha parecido increíble. Para mí es un paso de un principio para poder llevar al barrio a participar en algo en lo que crea y ver que es posible cambiar las cosas.

INÉS: Siempre que hacíamos actividades en la calle, aunque había mucha participación, era sobre todo de niños y madres, muy poca de hombres adultos y jóvenes, y con El Oasis se ha conseguido que participen. Ha sido muy grato ver a gente que no habías visto nunca trabajando, muy proactivamente, con ideas. Y ver a gente contenta, pasándoselo bien y decir ‘qué a gusto se está en el barrio’. Pero después de una semana de agitación ha faltado organizarnos bien para que sea una acción sostenida y que la gente se apropie de ella.

D.: En los días de acción ha llegado a haber más de cien personas. ¿Qué fue lo que animó a la gente a bajar?

ISRAEL: Todo lo que estuvimos haciendo los días anteriores: buscar los sueños, los talentos… Yo, qué les aviaba… Sabían que algo iba a pasar. También el ver que ellos tienen una capacidad para hacer algo. Y que al ver a tanta gente en el parque decían: ‘voy a bajar, aunque sea a cotillear’, pero luego veían que hacían falta y te decían ‘déjame hacer esto’.

D.: ¿Hay alguna anécdota que queráis compartir?

ISRAEL: Un día de acción estaba con mis colegas, habían llegado los banquillos [cedidos por un polideportivo] y se sabía que se quería hacer pero no cómo. Y de pronto se decide romper el muro [que bordea la pista de fútbol] para encajarlos. Teníamos una maza grande y dijimos ‘pues venga’. Al principio tardábamos mucho, pero luego vino un hombre del barrio con un taladro y nos dio la vida. Cuando ya vimos el primer banquillo colocado… ¡Madre!

INÉS: El momento del muro fue muy bonito, fue un momento de pérdida de control por parte de Caminar, no por descontrol sino un poco intencionado, de pasar de ser un proyecto de caminar a ser un proyecto del barrio, que es la idea de El Oasis.