En los últimos días y horas se han producido casi simultáneamente grandes lluvias que superan los promedios anuales y desbordes de ríos en Arica, Parinacota, Azapa, Calama y Punta Arenas, sin contar otras regiones cuyo desequilibrio hídrico es alarmante, como Petorca, Tiltil y otras zonas, además hay que sumar las intensas lluvias que están acaeciendo en Bolivia y que han dejado muertos y damnificados, así como los extraordinarios tornados en Estados Unidos que han pillado de sorpresa a todo el mundo por su rara intensidad. Así como ésos hay muchos otros ejemplos trágicos y dolorosos.
La inteligencia mundial se ha ido conformando con las causas adjudicadas a los fenómenos El Niño y La Niña, resultado del calentamiento global que deriva del debilitamiento de la capa de ozono y de las emanaciones del desarrollo industrial. Las grandes industrias extractivas y transformadoras están utilizando cada vez más petróleo, electricidad y agua, sumando a ello el transporte de esos elementos desde sus fuentes originarias, que en algunos casos sonados han resultado en gigantescas fugas como los millones de litros de petróleo derramados en el golfo de México o aún las emanaciones de las plantas nucleares que desde Chernobyl y Japón mantienen al mundo en ascuas con sus secuelas de envenenamiento de aguas, tierras, atmósfera y sus repercusiones en la salud humana, así como en la composición y comportamiento de los factores del equilibrio climático.
A ello hay que sumar las interferencias que provocan en el flujo de aguas las grandes empresas como Pascua Lama, los relaves mineros, los ductos como el que se quiere construir en Mehuín y tantas otras agresiones a la naturaleza que pasan desapercibidas para los gobiernos y la prensa, más dedicada a crímenes pasionales que a los crímenes que están modificando de tal modo la circulación e interacción de los factores naturales que seguirán afectando el comportamiento climático con grandes aluviones y desbordes, lo que es lógico debido a que las acumulaciones de mantos freáticos (niveles en que circula el agua en el subsuelo) y nubosidades, se alteran de tal modo que descargan donde, como y cuando menos se espera, buscando compensaciones, salidas y flujos por fuera de sus comportamientos y canales habituales. El agua se evapora y constituye mantos nubosos que descargan la lluvia en lugares y momentos inusitados. Vemos que la deforestación y el tratamiento inadecuado de superexplotación comercial de los bosques afectan enormemente la formación y conducta de las nubes, ya que el árbol suelta mucho vapor de la humedad de las hojas que es traído de una u otra forma por las raíces desde el suelo y el subsuelo y hay árboles comerciales que no contribuyen a esta circulación. El árbol es el puente y la polea de transmisión entre el manto freático y las nubes, de ahí las lluvias. Y en el caso de la nieve o glaciales de la cordillera, se condensan más o se condensan menos en dependencia de la acción calórica sobre ellas, de ahí las lluvias y desbordes, es la sumatoria de estos efectos distorsionados, que en vez de favorecer a la agricultura y a la vida animal y humana, sin olvidar que somos animales y dependemos del equilibrio natural, están destruyendo todo a su paso por encontrar salidas alternativas a los procesos de acumulación inducidos por las condiciones de la industrialización comercial.
Como la plusvalía o nuevo valor no pagado en cada mercancía es cada vez menor debido a la tecnología, la producción de mayores cantidades de mercancías viene a suplir la disminución de ese nuevo valor agregado, de allí la tesis del llamado libre mercado y el aumento desenfrenado del consumismo, lo que Marx había previsto en los Grundisse, material escondido por la nomenklatura estatal interesada en la acumulación desenfrenada. De esa manera aumenta exorbitantemente la necesidad de materias primas, petróleo, agua, electricidad y otros, para confeccionar más y más mercancías en la competencia descarada por ganar espacios en el mercado mundial y de cada país. La articulación de esos factores con la circulación del capital financiero dio como resultado la llamada globalización, es decir un entramado único como gigantesco pulpo que succiona materias primas de todas partes, las trasforma y vende su resultado a través de otros tentáculos en las mismas y otras partes del planeta.
La propaganda, crítica y protestas de las organizaciones ambientales no han conseguido tocar ni un pelo de este gigantesco entramado destructivo, a lo sumo han logrado una que otra conquista que permite mantener el flujo de fondos que sostienen a algunas ONGs que dicen luchar contra los efectos del cambio climático y organizan foros paralelos en los encuentros mundiales del clima como Pepe grillo en el hombro de Pinocho. Quienes han llevado a mejor destino la resistencia contra la depredación han sido las comunidades originarias, tradicionales defensores de la madre tierra, ya que la comunidad, la tierra, el agua y el bosque están profundamente entrelazados, lo que no ocurre en las urbes y centros industrializados, donde se pierde la visión y sólo se apoya desde lejos en algunas mínimas expresiones.
Casos ejemplares han sido la marcha de las comunidades indígenas de Bolivia contra la mega carretera brasileña que atravesaría territorios ancestrales y protegidos, la gran marcha en curso de las comunidades ecuatorianas indignadas por la enorme inversión minera que traerá graves distorsiones y destrucción en los territorios comunitarios y la marcha por la vida y el agua organizada nacionalmente por las comunidades de Cajamarca, Perú, que ha obligado al gobierno a paralizar los preparativos del gran proyecto de Conga. Ningún gobierno ha enfrentado con seriedad esta problemática, cabiendo más bien a las comunidades el protagonismo, que es lo mismo que sucede en Aysén, donde tristemente poco se está hablando del daño de las represas e hidroeléctricas, sin embargo está en la conciencia de todos, falta plasmarlo con mayor énfasis por parte de los voceros y tocarlo con firmeza en las mesas de negociaciones.
De esa manera queda demostrado que la defensa de la tierra y el clima no está en los gobiernos, sean del color que sean, ni en ONGs y menos en partidos interesados en administrar los gobiernos, por lo que el rol de las comunidades se está extendiendo de a poco hacia sectores que no conocían las formas de vida comunitaria, tales como campesinos, pequeños productores y barrios periféricos de las ciudades y será ese proceso el que saldrá a la cancha a defender la madre tierra, el agua y la vida, tal como se está haciendo en muchas otras partes. La autoorganización y lucha local es la única que asegura que la lucha global camine hacia buen fin, ya que si no hay autonomía comunitaria y protagonismo en regiones y localidades, los acuerdos por arriba siempre serán distantes y oportunistas, ya que en las altas esferas los lobies empresariales se arreglan los bigotes con los partidos.
Abrazos
Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
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