27-06-2012
Las políticas del “capitalismo andino-amazónico”
Ideología de Estado en Bolivia durante el gobierno de Evo Morales
Por Tom Lewis
Rebelión
Evo Morales sufrió su primera derrota electoral desde el año 2005, cuando el domingo 16 de
octubre de 2011, los bolivianos votaron por primera vez en las elecciones para autoridades
judiciales. Los dos grupos de oposición al gobierno, tanto de izquierda como de derecha, hicieron un
llamado para que los ciudadanos votaran en blanco como una forma de expresar “la falta de
confianza” en el gobierno de Morales. Los resultados indicaron que el 45% de los votos fueron
válidos, el 39%, en blanco y que hubo un 20% del censo electoral que no votó o intentó boicotear
el proceso. [1]
Son varias las razones detrás de esta llamada en favor a los votos “nulos” o en blanco. Para la
oposición de derecha, se trató de una letanía ya agotada que expresa un rencor reaccionario contra
el cambio económico y social en Bolivia. Para otros opositores, tanto de centro como de derecha,
fue el hecho de que los candidatos a jueces fueran nominados por un Congreso que está controlado
por el partido político del Presidente, el Movimiento al Socialismo (MAS). Dentro de los círculos
radicales y revolucionarios, el resultado en las urnas fue una respuesta a varias causas, entre las
que se encuentran: la brutal actuación y encarcelamiento de varios manifestantes que tuvo el
gobierno en las marchas indígenas de Yacumo—así como al trato inconstitucional que han recibido
de parte del gobierno algunos pueblos indígenas que habitan en un área prevista para un plan de
modernización—lo que impulsó a los movimientos sociales a rechazar a Morales en las urnas.
TIPNIS
La acalorada confrontación entre los pueblos indígenas amazónicos y el gobierno boliviano sobre la
posibilidad de que la multinacional brasileña Petrobras construya una súper-autopista que pase por
el medio del Territorio Indígena Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS) no es el tema de este
análisis . [2] Sin embargo, esta batalla puede servir para resaltar cómo las prioridades neoliberales
permanecen profundamente arraigadas en la economía política defendida y promovida por el
presidente Evo Morales y el vicepresidente Álvaro García Linera. [3]
El conflicto en torno al TIPNIS, por ejemplo, condensa todos los problemas que resultan decisivos
para caracterizar el gobierno de Morales. Éstos incluyen las decisiones políticas entre las
2
necesidades de la gente versus la acumulación de capital, el equilibrio entre la modernización
industrial y el cuidado del medio ambiente, el trato concedido a las sociedades indígenas y el uso de
los aparatos estatales de represión contra los movimientos sociales progresistas. También incluye la
adhesión a las leyes de la Constitución—por más inadecuada que éstas puedan resultar desde una
perspectiva revolucionaria—que el propio MAS, en colaboración con un puñado de partidos que
representan a los capitalistas nacionales de “oposición”, han utilizado para estafar, en el marco de la
ley, a los movimientos sociales . El MAS ha saboteado reiteradamente las llamadas que los
movimientos sociales han hecho para conformar una Asamblea Constituyente legítima que pueda
favorecer una representación incluyente, de carácter popular y que no esté restringida
principaalmente a los partidos políticos.
El voto y la incesante presión política sostenida por los manifestantes durante su marcha a La Paz
obligaron a Morales, finalmente, a ceder ante la demanda de impedir que la proyectada autopista
pasara a través del TIPNIS. Justo después de las elecciones para autoridades judiciales, Morales
había dicho que el proyecto de la autopista se ejecutaría según lo previsto. Sin embargo, un día
después los funcionarios del gobierno interpretaron las palabras de Morales para indicar que estaba
abierto a la negociación. El 25 de octubre, Morales y García Linera se retractaron por completo y
prometieron que la autopista de Petrobras pasaría por una nueva ruta que evitaría cruzar el TIPNIS
y, en cambio, lo rodearía. [4] Cabe señalar que tanto la consulta como la búsqueda de alternativas,
tal como lo establece la Constitución en sus artículos sobre los derechos indígenas, deberían haber
sido llevadas a cabo antes de que Morales firmara el contrato de construcción con Brasil, cosa que
nunca tuvo lugar.
La lucha en torno al TIPNIS cristaliza las tendencias generales de la economía política del MAS, que
Jeffery Webber caracterizó de manera brillante como “neoliberalismo reconstituido” en su libro De la
rebelión a la reforma en Bolivia. [5] A medida que esta lucha se desarrolló entre junio y octubre de
2011, y mientras que las consecuencias políticas del “gasolinazo” de diciembre de 2010 oscurecían
aún el horizonte, la lucha por el TIPNIS se entrecruzó con un debate ideológico que había estado
latente durante cierto tiempo. El centro del debate gira en torno a la función y a las prioridades del
Estado bajo el gobierno de Morales, y recientemente ha alcanzado su punto de mayor claridad. No
es de extrañar que el programa económico del MAS del “neoliberalismo reconstituido” ahora excrete
su propia y decrépita ideología de Estado en la forma de una auto-justificación escrita para el MAS
por su estratega y teórico de cabecera, el vicepresidente García Linera.
El “OENEGISMO”, enfermedad infantil del derechismo de García Linera es una respuesta penosa y
polémica al Manifiesto: Recuperemos el proceso de cambio con el pueblo y por el pueblo firmado
por 39 “trabajadores sin derechos”, “ciudadanos sin vivienda”, “intelectuales”, “comités de agua”,
“colectivos activistas”, y “muchos otros indignados”. Los firmantes incluyen a Oscar Olivera, Rafael
Quispe, Raquel Gutiérrez, Pablo Mamani, Yajaira San Martín, Raúl Prada, y muchos otros. [6]
3
El texto citado de García Linera es como una aplanadora de 166 páginas que dirige todo su peso
contra el Manifiesto de tan sólo ocho páginas. El argumento de OENEGISMO sigue estando
totalmente de acuerdo con las implicaciones políticas del modelo económico de García Linera, que
se conoce como un capitalismo “andino-amazónico”. Las declaraciones hechas por García Linera
después de la primera victoria presidencial de Morales en 2005 no dejaron dudas de que el
“socialismo”—a pesar del nombre del partido de Morales, el Movimiento al Socialismo (MAS), no
hacía parte de la agenda del nuevo gobierno. El modelo “andino-amazónico” no fue nada menos
que un plan para promover un modelo ya familiar de “capitalismo de Estado”—donde es el Estado el
que lidera el desarrollo capitalista—aunado al reconocimiento, siempre que fuera compatible con los
intereses del propio gobierno y los requisitos de la acumulación de capital, de las realidades
culturales de las múltiples y complejas formas de organización económica que aparecen en diversos
sectores a través de la sociedad boliviana (los ayllus, la familia, el sector informal, las pequeñas
empresas, y, por supuesto, el capital nacional y transnacional). [7]
La teoría del Estado de García Linera está llena de aspectos que coinciden casi por completo con los
de una democracia burguesa. Uno debe aplaudir el derecho al voto de la mayoría indígena, el
aumento de las regalías para las arcas del Estado procedentes de las transnacionales del petróleo y
del gas natural, los esfuerzos de los funcionarios miembros de la burocracia del Estado para facilitar
el control popular (la elección de prefectos, de jueces, etc.) , los nuevos aunque insuficientes
programas de bienestar social (los Bonos), pero es claro que todas estas medidas, sin duda
necesarias, permanecen en total armonía con los intereses del capitalismo. [8] También es loable
que, a veces, ante la protesta pública y la oposición militante, el gobierno de Morales haya tenido la
entereza de retractarse de sus decretos más arbitrarios, desconsiderados y no-consultados por el
pueblo. [9] Sin embargo, las anteriores concesiones han surgido de la necesidad de aplacar el
potencial de agitaciones sociales más devastadoras para el gobierno, pues tales concesiones suelen
estar acompañadas por un primer intento de intimidación a través de la violencia estatal contra los
movimientos sociales. La rectificación, en este ámbito, funciona sólo como un plan de último
recurso para el gobierno de Morales. Después de todo, la función principal de cualquier forma de
Estado capitalista es asegurar y reproducir las condiciones que permitan la acumulación de capital:
hecho que a veces implica el uso del látigo, y otras veces el pacto de un compromiso. Sea cual sea
el método, el Estado, las transnacionales y el capital nacional, en su mayor parte, están muy
ocupados acumulando capitales en Bolivia. [10]
Lo más preocupante, es que existen aspectos del OENEGISMO que recuerdan a las dimensiones de
las ideologías oficiales que sostienen a las teorías de Estado en lugares como la Rusia de Stalin, la
Cuba de Fidel, o del bloque del Este durante la Guerra Fría. En ciertas secciones, el OENEGISMO
consagra al Estado como un poder divino. Y el Estado ejerce su poder, no tanto sobre el capitalismo
nacional y transnacional, sino más bien sobre los mismos trabajadores y campesinos. Esto tampoco
debería causar ninguna sorpresa, ya que una de las formas a partir de las cuales el Estado
4
capitalista, incluso uno “andino-amazónico”, asegura las condiciones de acumulación de capitales es
manteniendo a los trabajadores y campesinos bajo control para frustrar sus demandas políticas y
económicas, y a la larga, debilitar sus formas de organización.
L’Etat c’est moi (El Estado soy yo) [11]
El debate entre los autores de Manifiesto y el autor de OENEGISMO puede ser condensado en este
cuadro:
Las críticas de Manifesto Las respuestas de OENEGISMO
1. Las compañías petroleras multinacionales
todavía mantienen el control eficaz de los
recursos de hidrocarburo de Bolivia. En
particular, “la nacionalización” supuesta era
ineficaz; las compensaciones y concesiones
para la recuperación de gastos son excesivas;
los pagos de derechos son demasiado bajos;
y la ventaja insuficiente está siendo tomada
de oportunidades nacionales de la inversión.
Todas estas acusaciones son “mentiras.” En cambio, el
decreto de nacionalización ha servido Bolivia bien; las
compensaciones y gastos de recuperación-de-coste al
Estado son mínimos; la estructura de pagos de
derechos es absolutamente adecuada; y una
estrategia de la inversión para la industrialización
nacional de hidrocarburos activamente está siendo
perseguida.
2. Fiel a prioridades neoliberales, el gobierno
coloca demasiado énfasis en el aumento de
reservas internacionales monetarias para
satisfacer a acreedores internacionales
financieros. La mayor parte de tales reservas
debería ser gastado(pasado) en cambio sobre
la creación de trabajo y servicios públicos.
Reservas existentes son invertidas en cuentas
de interés bajo, notablemente la ineficiencia
del gobierno. El peor de todo, un porcentaje
significativo de estas reservas es invertido en
las instituciones financieras de países cuyas
corporaciones transnacionales explotan a
Bolivianos.
Estas reservas no son excesivas y son necesarias para
asegurar el acceso de Bolivia al crédito extranjero y la
inversión. Además, para garantizar la estabilidad
contra asaltos internacionales especulativos contra el
peso de Bolivia, y contra el sabotaje nacional
capitalista del sistema financiero de Bolivia,
manteniendo estas reservas en una forma
sumamente líquida es el curso más sabio, incluso si
esto quiere decir tasas de rendimiento inferiores. Ya
que estas reservas representan un patrimonio público,
ellos no deberían ser usados (estar acostumbrados)
para aumentos de sueldo de grupo (en sección).
Tampoco ellos deberían ser usados (estar
acostumbrados) para proyectos a largo plazo, ya que
esto perjudicaría la liquidez.
3. Como el Estado no recoge el ingreso
suficiente, el gobierno es responsable de la
deuda fiscal de Bolivia creciente. Su política
de la inversión, la extensión del Estado, y las
enormes concesiones hechas a corporaciones
transnacionales es las causas del déficit
creciente.
La estadística oficial de gobierno muestra la parte de
enfrente. La deuda total, tanto interno (interior) como
externo (exterior), ha disminuido bajo Morales, en
gran parte como consecuencia del flujo aumentado de
derechos de autor de la nacionalización de la industria
de hidrocarburo. Los números del Manifiesto son
falsos. Ellos son “construidos” [sic], mal deliberados,
o sacados de fuentes dañadas (o todo el encima).
5
4. La administración de Morales constantemente
viola principios democráticos. Esto es visto en
sus esfuerzos para embalar la rama
(sucursal) judicial por sus camaradas, y en su
actitud generalmente autoritaria y
comportamiento hacia los movimientos
sociales y la sociedad en general. En
particular, esto ha procurado concentrar el
poder de la toma de decisiones en el poder
ejecutivo y ha procurado cerrarse los espacios
de discusión pública y acción. El proyecto de
construir una Bolivia “plurinational” ha sido
abandonado en respetos importantes.
Hay más democracia ahora en Bolivia que alguna vez.
La nueva Constitución refleja las conclusiones de
mayoría del debate sobre la forma que el Estado
“post-neoliberal” debería adquirir. Los mejores
ejemplos de la nueva democracia son la concesión del
derecho de votar cultural y legal de los Bolivianos
indígenas y la nueva definición “de la República” como
el “Plurinational Estado de Bolivia.” La construcción
del plurinational el Estado está bien en camino.
5. Conclusión: “Proponemos la apertura
inmediata de espacios deliberativos de amplia
concurrencia, en los que queremos recuperar
y reconducir el proceso de cambio,para
evaluar honesta y profundamente la situación
del país; y construyamos, colectiva y
democráticamente, las propuestas y
alternativas que nos conduzcan a conquistarel
mañana soñado.” (7)
Conclusión: “En resumen, los críticos, ayer amigos en
el Gobierno, hoy resentidos en la oposición, mienten,
tergiversan y engañan sobre lo que sucede con el
Proceso de Cambio. En su cometido se adhieren a la
totalidad de las farsas, mentiras y ataques de la
derecha neoliberal y restauradora del viejo régimen, y
al final, los críticos no hacen más que jugar el papel
de “conciencia desdichada” de la derecha política
restauradora.” (166)
Antes de emprender una crítica al contenido de las principales características del OENEGISMO, vale
la pena señalar cómo el estilo y la retórica de García Linera identifican al gobierno de Morales y al
partido del MAS como si se trataran del Estado en sí mismo. Para García Linera, la construcción,
consolidación y defensa del Estado es la revolución boliviana. Pero el tono patricio de su prosa,
junto con una estrategia argumentativa de ofuscación deliberada, sólo sirven para resaltar la
deficiencia del concepto de “pueblos” o de democracia revolucionaria, con que García Linera
sostiene sus argumentos.
Como se señaló anteriormente, las críticas principales al rechazo de Morales en las elecciones
judiciales provienen de la derecha y la izquierda. Su contenido, por supuesto, difiere radicalmente
de un extremo del espectro político al otro. A pesar de estos importantes detalles, García Linera
busca pintar a toda la oposición en la misma orilla, refiriéndose a ellos colectivamente como los
resentidos. [12] A veces aparecen frases que implican una distinción entre los resentidos y los
críticos, pero ni la base de esta distinción ni exactamente quién pertenece a cuál campo son
definidos con claridad. A veces la vieja guardia de los políticos neoliberales cuenta entre los
resentidos, especialmente cuando García Linera discute el proceso de elección de las autoridades
6
judiciales. En la mayoría de los pasajes, sin embargo, la palabra resentidos designa a los líderes de
movimientos sociales que comenzaron siendo partidarios de Morales, así como figuras que alguna
vez trabajaron en el gobierno de Morales, pero que se convirtieron en disidentes, y optaron por
separarse del gobierno. Estas figuras progresistas—y no prominentes derechistas—son, de hecho,
los autores del Manifiesto. Y puesto que el OENEGISMO es una respuesta directa al Manifiesto, los
críticos progresistas y disidentes son de hecho los “infantiles” a los que García Linera acusa de sufrir
“un trastorno de la derecha.” [13]
El OENEGISMO va tan lejos como para desprestigiar a algunos progresistas radicales, como Oscar
Olivera, quien explícitamente rechazó la oferta de convertirse en Ministro de Trabajo de Morales en
2005 y merece la etiqueta de resentido hoy. Olivera es un crítico del gobierno del MAS, pero García
Linera intenta encuadrarlo como un aspirante a político amargado por haber considerado la idea de
postularse para el Senado como candidato del MAS en el año 2002. Olivera finalmente decidió no
postularse, ya que no pudo negociar condiciones satisfactorias con la dirección del MAS. Así Olivera
hubiera aceptado o no la candidatura, la distorción que provoca García Linera y su mala fe son
evidentes en este caso. En 2002, el MAS todavía existía como un movimiento social militante más
que como el partido político reformista en el que se convirtió a partir del año 2005. Además, más
allá de cualquier otro ejemplo de su caída en el reformismo entre 2002 y 2005, el MAS actuó de
una manera imperdonable y decisiva cuando impidió que las guerras del gas de 2003 y 2005 se
desarollaran hacia una genuina revolución social. Unirse a un gobierno del MAS en 2005 sólo podía
significar, para un verdadero revolucionario de cualquier tendencia, venderle al diablo sus principios
políticos.
En OENEGISMO, García Linera se atribuye hasta la saciedad para sí mismo y para Morales el título
de creadores de un “Gobierno de los Movimientos Sociales”. Aquí existe un grado de verdad
empírica, ya que fue justo debido al impulso de los movimientos sociales que Morales y el MAS
llegaron al poder en las elecciones de 2005. Sin embargo, el hecho de reclamar un título tan
brillante constituye hoy un acto de pura arrogancia en momentos en que los movimientos sociales
están encontrando cada vez más necesario un enfrentamiento frontal contra el gobierno de Morales.
El enfrentamiento en torno al TIPNIS proporciona la evidencia más reciente de este proceso. Pero
también lo hacen los “gasolinazos”, la mezquindad de los aumentos salariales, la insuficiencia de los
programas sociales a la luz de las necesidades sociales, la ventaja concedida a los mineros de las
empresas y de transnacionales petroleras y extractoras de gas natural sobre los mineros y
empresas estatales. Todas estas realidades de los dos gobiernos de Morales representan los
principales síntomas de la esclerosis neoliberal que ataca al centro mismo del llamado “Gobierno de
los movimientos sociales”.
La bilis acumulada en la barriga de García Linera es tan agria que, en un pasaje en el que los
resentidos se refieren claramente a los autores del Manifiesto, el vicepresidente encuentra
“deplorable la mezquindad intelectual y la enanez política con la que los ‘resentidos’ quieren tapar
7
esta evidencia con un listado de prejuicios, mentiras e ignorancias” (OENEGISMO, p. 46). (La
prueba en cuestión se refiere a la empresa petrolera estatal, YPFB, tema que trataremos más
adelante). En otro momento, dirigiéndose predominantemente a los resentidos de derecha sobre la
cuestión de elegir a las autoridades judiciales, a García Linera se le escapa una ecuación fatal, que
revela exactamente lo que piensa de la relación entre el Estado y el “pueblo” en Bolivia.
Y si bien falta muchísimo para construir un nuevo sistema judicial transparente y al servicio de la
sociedad, en esta etapa de transición lo que predomina es la lógica de que el pueblo trabajador, el
Estado, como síntesis del interés común, no puede ni debe perder ante nadie, y que la defensa del
patrimonio público está por encima de la defensa del interés privado o personal (117, mi énfasis).
Nótese aquí cómo sin ningún tipo de transición, la agencia política concreta del “pueblo trabajador”
se transforma en una implacable “lógica” (¡espectros de Hegel!) que luego condensa el poder
colectivo de los trabajadores en un nivel superior, es decir, en la forma de un Estado invencible. Por
tanto, el Estado se presenta como la más alta expresión, no de la actividad misma de los
trabajadores y campesinos, sino más bien de una lógica “abstracta” (¿definida por quién?). En estos
términos, es de suponer que no puede existir el derecho a rebelarse contra este Estado incluso para
los mismos trabajadores y campesinos (el Estado “no puede y no debe perder a nadie”).¿Y, además,
para qué querría un trabajador o campesino rebelarse si el Estado de Morales ya encarna sus
pensamientos, protege su riqueza colectiva, y tiene en cuenta sus necesidades? Después de todo,
con Morales y García Linera, el Estado comprende la “lógica” de los trabajadores y campesinos. El
Estado entiende tan bien su lógica, que incluso lo hace mejor que ellos, como lo ilustra
maravillosamente la lucha en torno al TIPNIS, ¿verdad que sí? ¡NO!
¿Estado y revolución?
El OENEGISMO y otras voces pro-gobierno, como los blogs recientes de Federico Fuentes en Bolivia
Rising, convirtieron a las organizaciones no gubernamentales (ONG), así como a los bolivianos
progresistas asociados con algunas de ellas (Oscar Olivera y la Fundación Abril, por ejemplo) en
blanco de sus ataques, al señalarlos como actores inspirados por la agenda de los Estados Unidos
en el conflicto TIPNIS, quienes operan en coordinación con las corporaciones transnacionales. Sin
duda existen ONG que son reaccionarias, pero es claro que algunas de las cifras y estadísticas que
aparecen en el Manifiesto fueron encontrados en estudios y publicaciones de ONG no reaccionarias.
Lo que es simplemente absurdo es insinuar, como lo hace García Linera cuando comenta sobre la
empresa petrolera estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), que los autores del
Manifiesto han fabricado sus críticas al gobierno de Morales con el propósito de ganar el favor de las
multinacionales.
¿De dónde sale esa danza de números falsos en manos de intelectuales supuestamente informados
y preocupados por las finanzas de una de las empresas más importantes del Estado? ¿No será que
8
hablan de estas cifras porque quieren aparecer como portavoces oficiosos de las empresas
transnacionales a las que se les ha nacionalizado? (59)
Sería muy fácil perderse en un juego de números al contrastar los del OENEGISMO con los del
Manifiesto.¿Cuáles estadísticas son más precisas? ¿Cómo se calcularon? ¿Por quién están motivadas
en términos ideológicos? Con las cifras por sí solas, especialmente con las que están en disputa, se
pueden contar muchos cuentos. Por ejemplo, es cierto que hay menos desigualdad económica hoy
en Bolivia que en 2005, cuando Morales fue elegido presidente. Sin embargo, ya en el 2005, siendo
un año neoliberal, se había registrado una disminución de la desigualdad desde su pico máximo del
año 2002. Y, a pesar de nuevos descensos que se registraron en 2007 y 2009, la desigualdad hoy
sigue siendo sustancialmente mayor que en 1991, cuando el período clásico neoliberal, que se fecha
generalmente a partir de 1985 en Bolivia, estaba consolidado. [14] Si se tiene en cuenta que “el
gasto social en términos reales aumentó sólo un 6.3% entre 2005 y 2008, y sufrió una reducción
como porcentaje del PIB desde 12.4 hasta 11.2% durante el mismo período”, los milagrosos
avances que el OENEGISMO proclama en el gobierno de Morales comienzan a tambalear como un
imponente castillo de naipes.[15]
La perspectiva que ofrecen las estadísticas puede ser engañosa; éstas nos pueden inducir a dejar
de ver la selva por andar por las ramas. En lugar de pensar si la deuda interna y externa combinada
es x o y, o si los depósitos del gobierno en los bancos extranjeros ganan x% o y%, en su lugar
deberíamos preguntarnos exactamente qué representan las cifras disputadas entre OENEGISMO y
el Manifiesto para los temas centrales que plantea el debate.¿En nombre de los intereses de
quiénes opera el gobierno de Morales? ¿Cuál es la fuerza motriz de la economía política? Dejando a
un lado la retórica del “Gobierno de los Movimientos Sociales”, ¿hasta qué punto se puede hablar de
un Estado en el que los trabajadores y los campesinos realmente ejercen un control hegemónico?
Las respuestas a estas preguntas nos llevan inevitablemente a la tan pregonada política de
“nacionalización” que se ha llevado a cabo en Bolivia. Después de todo, ¿no es cierto que la
“nacionalización” es equivalente al “socialismo”? Un análisis exhaustivo del decreto de Morales del 1
de mayo de 2006 y del circo mediático que lo acompañó, cuando aparentemente se
“nacionalizaron” los hidrocarburos bolivianos, sugiere un escenario más complicado. De hecho, el
Manifiesto acusa al gobierno de Morales de permitir que los yacimientos de hidrocarburos
permanezcan bajo el poder de las transationales (3).
Cuando la petrolera estatal YPFB, un legado de la Revolución Nacionalista de 1952, fue privatizada
en 1993 bajo la presidencia neoliberal de Gonzalo Sánchez de Lozada, YPFB fue dividida en tres
empresas: dos dedicadas a la exploración y producción, y la otra al transporte. El plan original de
Sánchez de Lozada era dividir al YPFB y reestructurarla con el 51% de la propiedad pública y el
49% de la propiedad privada. No sólo el resultado de la negociación resultó ser el inverso al
prometido, con el 51% de la empresa privada y el 49% de propiedad pública, sino que además,
9
grandes sumas de dinero de las reservas de YPFB y su infraestructura se regalaron a
transnacionales como la British Petroleum y Enron. [16] Posteriormente, en 1999, el sucesor del
neoliberal Sánchez de Lozada, el general torturador Hugo Bánzer, vendió las únicas refinerías de la
YPFB a Petrobras (Brasil) y dio por terminado el proceso de liquidación de YPFB. Como resultó ser
obvio, los bolivianos quedaron sin “ningún poder de decisión sobre las empresas capitalizadas”.
Además,
Las empresas extranjeras que se hicieron cargo del petróleo de Bolivia y la industria del gas nunca
invirtieron en la modernización de su infraestructura nacional o de su capacidad técnica, pues
resultaba más rentable exportar gas natural de Bolivia como una materia prima barata para ser
procesado en Argentina o Brasil. Mientras que la capitalización trajo a Bolivia una franja de nuevos
inversionistas extranjeros, la prometido creación de riqueza por chorrito abajo nunca se realizó.
(Luoma y Gordon, 119)
El porcentaje de las regalías pagadas al Estado por las mutltinationales bajo el gobierno de Morales
ha crecido sustancialmente. Y esto no es despreciable. Pero, en todo caso, ¿qué tanto ha avanzado
Bolivia en el “camino al socialismo” gracias a la “nacionalización”? Muy poco. Morales y García
Linera saben muy bien que el camino para salir del empobrecimiento de Bolivia es a través de dejar
de exportar hidrocarburos crudos (petróleo crudo, así como el gas natural) a las plantas de
procesamiento en Brasil, Argentina o Venezuela (o a los dueños intermediarios de las mismas que
son de Europa o de Estados Unidos) donde se refina y transporta como productos de valor agregado
(petróleo combustible, fertilizantes, etc.) para el mercado mundial. Pero si estos recursos naturales
se conviertan en el punto de apoyo que ayuda a levantar a la nación de las filas de los países más
pobres, el valor debe ser añadido en Bolivia.
Sin embargo, los nuevos contratos que Morales y García Linera han negociado con las diez
multinacionales petroleras que operan en Bolivia no contienen ningún compromiso para futuras
inversiones y, específicamente, no existe ninguna provisión para que las empresas extranjeras
contribuyan en la construcción de la infraestructura nacional de extracción de petróleo y gas, y
producción y transporte de YPFB. Es importante entender que las tres empresas y dos refinerías
excavada en la antigua YPFB componen sólo un poco más del diez por ciento de la producción de
petróleo y de gas en Bolivia en el mejor de los casos. Por lo tanto la gran cantidad de riqueza en
petróleo y gas todavía se encuentra en manos extranjeras. Lo que se extrae de los operadores
extranjeros es entregado por ley a la burocracia estatal del YPFB para la contabilidad y los precios
(internos y externos), pero las políticas básicas y los controles sobre los medios de extracción, las
relaciones laborales, el volumen de producción, impacto ambiental, y la reinversión de ganancias en
la infraestructura nacional quedan en manos de las transnacionales. [17]
Mientras tanto, en lugar de expropiar las refinerías existentes y sus capacidades de producción—o
por lo menos requerirle a las transnacionales que se enriquecen en Bolivia la construcción de
10
infraestructura para YPFB—el gobierno de Morales está aparentemente esperando hasta que haya
acumulado suficiente capital del estado para la construcción de sus propias instalaciones de
producción de valor añadido.Esto nos dice dos cosas: (1) el núcleo dinámico de la política
económica del MAS es la acumulación de capital, y (2) la mayoría tiene que esperar y sufrir
privaciones, mientras que la minoría—y de manera significativa el propio Estado—caminan sobre la
abundancia gracias a la mal planteada teoría de Morales y García Linera sobre el “capitalismo
andino-amazónico” como una “fase de transición” al socialsimo [18] García Linera se reprende a los
críticos en OENEGISMO en este sentido, cuando afirma que cuesta $1 mil millones USD construir
una planta petroquímica.Pero él sabe que las transnacionales podrían fácilmente darse el lujo de
construir una planta, y más, para la YPFB al tiempo que continúan succionando la riqueza del
subsuelo. [19]
A largo plazo, la cuestión clave para el sector del gas es si los inversionistas extranjeros
aumentarán sus inversiones en la industria, o simplemente van a tomarse su tiempo. Algunas
compañías, como British Gas, han dejado en claro su falta de voluntad para invertir más. Sin una
inversión continua, las reservas de Bolivia están en peligro de agotamiento continuo, dejando al
país en malas condiciones para cumplir con sus compromisos contractuales de suministro de gas a
Brasil y Argentina, mientras que cuenta, al mismo tiempo, con suministros suficientes para
satisfacer sus propias necesidades. Otros, sin embargo, como Petrobras, hicieron promesas sobre
acelerar el proceso de inversión para evitar la posibilidad de escasez de energía en Brasil, que es el
mercado más importante de Bolivia por el gas natural y, en el corto plazo, sigue siendo muy
dependiente de los suministros de Bolivia. Sin embargo, descubrimientos de gas bajo el lecho
marino de Brasil en 2007 y 2008, reducen esta dependencia sustancialmente. [20]
Cualquiera se cansa rápidamente de la verborrea santurrona que llena las páginas de OENEGISMO.
Hay tanto más para criticar en él, y sin embargo esto no tiene sentido si la audiencia esperada es el
propio gobierno. El gobierno de Morales no va a cambiar, sin una manifestación popular sostenida y
acelerada en contra de su política económica central. El gobierno ya se ha puesto a sí mismo y a los
recursos naturales de la nación en la zona de gangas y descuentos especiales en el mercado del
capitalismo extractivo, donde el patrón puede llamarse Repsol, Petrobras, Zafrom, Jindal, Total,
Vintage, Mitsubishi, FMC, o Chemetall. A pesar de frenar las peores prácticas del neoliberalismo
clásico, esto se ha hecho de acuerdo a términos que siguen siendo más favorables al capitalismo
que a los trabajadores y campesinos de Bolivia.
Dos momentos clave en los gobiernos de Morales pueden servir como ejemplos finales para
demonstrar las prioridades sesgadas que conforman su economía política. Aparte de la renacionalización
de la fundidora Vinto, cerca de Oruro, en un momento en que era todavía propiedad
del ahora prófugo de la justicia Sánchez de Lozada, y de la nacionalización de una mina de
Huanuni, nada se ha hecho para llevar a cabo la promesa que Morales hizo en su campaña sobre la
re-nacionalización de la industria minera. Esta tendencia oficial a renegar de las promesas de
11
campaña que proponían reconstruir el sector de propiedad estatal de la industria minera llevó a un
enfrentamiento fratricida entre los sectores público y privado del sector minero en Huanuni durante
el mes de octubre de 2006. El gobierno del MAS hizo oídos sordos a lo largo de varios meses a los
ruegos de los trabajadores del sector público para avanzar en la re-nacionalización, así como a las
advertencias de que los intereses transnacionales estaban incitando a los trabajadores del sector
privado (conocido como mineros cooperativistas) para apoderarse de las minas de propiedad
pública. Cuando los mineros privados finalmente atacaron a los mineros estatales de Huanuni, el
gobierno intervino del lado de los mineros privados. [21]
Antes de la manifestación por el TIPNIS, el Decreto Supremo 748 del 26 de diciembre 2010 nos
ofreció la visión más reciente y profunda de las relaciones entre Estado-pueblo-economía del
gobierno de Morales. Allí el gobierno justificó un aumento al consumidor de 73% en los precios de
la gasolina, argumentando que fue necesario principalmente para detener el contrabando de
petróleo de los distribuidores que compraban combustible barato en Bolivia para venderlo en el
extranjero a precios mucho más altos que los que permitía el gobierno boliviano. En OENEGISMO,
García Linera repite esta excusa, tratando de hacer creer que el gobierno no tenía intención de
golpear a la gente trabajadora. Pero cualquier persona que tuviera los sesos de Evo o de Álvaro
tendría que saber que semejante medida le haría la vida mucho más difícil a los trabajadores,
campesinos, pequeños comerciantes, conductores de buses y taxis, escuelas, hospitales, etc. En las
manifestaciones posteriores que obligaron al gobierno a rescindir el Decreto Supremo 748, la
respuesta que mejor cristalizó el mensaje de la oposición fue expresada por Oscar Olivera, Marcelo
Rojas, Alejandro Grandydier, Aniceto Hinojsa Vásquez y Carlos Oropeza: “Álvaro, ya te dijimos,
primero está la gente, luego los números y las cifras” [22].
Un “Estado en transición”
Forrest Hylton escribió un análisis muy duro y a la vez preciso de la situación:
[P]ese a los cambios que el régimen trata de representar, hay continuidades claras en la cultura
política, la economía política, y en muchos otros aspectos, donde el nuevo orden se parece cada vez
más al viejo, al menos en el ámbito de la práctica. . . . [E]s difícil concebir a otro gobierno capaz de
transformar un vivo dinamismo revolucionario en una esclerosis reformista tan profunda como la
del gobierno boliviano en su entusiasmo por la explotación minera y la extracción de recursos. [23]
La perspectiva de Hylton contrasta con la de García Linera que se difunde a lo largo de los ataques
sardónicos a los progresistas en OENEGISMO, pero que se articula de una manera más académica
(y por lo tanto más opaca) en su reciente ensayo “El Estado en transición.” [24] En este ensayo,
García Linera describe lo que él y Morales piensan que están haciendo con el fin de materializar la
transición del capitalismo al socialismo en el plano político (es decir, a nivel estatal) en Bolivia. [25]
García Linera comienza afirmando que él y el teórico social brasileño Emil Sader identifican tres ejes
12
del concepto de “relación de estado”. Se trata de “el Estado como correlación política de fuerzas
sociales, el Estado como materialidad institucional y el Estado como idea o creencia colectiva
generalizada [capital simbólico]” (“El Estado”, 8; las cursivas y la inserción son mías). De inmediato
se subraya lo que, a su juicio, es la “naturaleza paradójica” del Estado:
[N]o hay nada más material (física y administrativamente) que un Estado (monopolio de la
coerción, de la administración de los impuestos como núcleo íntimo y fundante), pero, a la vez, no
hay nada que dependa más en su funcionamiento, que de la creencia colectiva de la necesidad
(momento conciente) o inevitabilidad (momento prerreflexivo) de su funcionamiento… [E]l Estado
se presenta como la totalidad más idealista de la acción política porque es el único lugar en todo el
campo político en el que la idea deviene inmediatamente en materia con efecto social general, esto
es: el único lugar donde cualquier decisión pensada, asumida y escrita por los gobernantes, deviene
inmediatamente en materia estatal, en documentos, informes, memorias, recursos financieros,
ejecuciones prácticas, etc. (9-10)
Este punto de vista general del Estado se conecta con el concepto de García Linera de “puntos de
bifurcación”, un concepto que tiene algunos aspectos positivos que pueden merecer más atención
en otra ocasión. Baste aquí para indicar que García Linera ubica el “punto de bifurcación” en el
período actual como un proceso que comenzó de forma incipiente en la Guerra del Agua de 2000 y
luego tuvo momentos de emergencia: “El punto de bifurcación habría comenzado, de manera
gradual y concéntrica, desde la aprobación del nuevo texto constitucional por parte de la Asamblea
Constituyente… Un momento de despliegue electoral en el referéndum de agosto de 2008 cuyos
resultados dieron la contundente victoria del partido de gobierno (“El Estado” pp. 14-5). Desde ese
momento, Bolivia existe por completo como un “estado de transición”: “[L]a forma cotidiana de
reconocer a un Estado en transición es la incertidumbre duradera de la vida política de una
sociedad, la condición de conflictiva y polarizada del sentido común colectivo, la imprevisibilidad
estratégica de las jerarquías y mandos de la sociedad a largo plazo. Bolivia, desde hace ocho años,
es un laboratorio viviente de la acelerada y antagonizada transformación de una forma estatal a
otra” (“El Estado”, 15, énfasis mío).
Pero ¿en realidad, hasta qué punto es esto cierto? Si uno lee con atención, lo que García Linera
quiere decir cuando habla de una transición de una forma de Estado a otra se trata del
“desplazamiento radical de las élites del gobierno y de las propias clases sociales que toman las
decisiones políticas fundamentales” (“El Estado”, 17). Por tanto, lo que García Linera describe en
realidad, no es una transformación de una forma de Estado a otra—por ejemplo, de un Estado
capitalista a uno socialista—sino más bien la sustitución de una generación nueva de funcionarios y
burócratas del gobierno por otra más antigua dentro del mismo modelo de Estado. Para invertir la
formulación de Hylton, esto sería tal y como “envasar un vino joven en una botella añeja.” Y es con
esta sustitución de “élites” burocráticas—“elites” es la palabra que García Linera eligió—que éste
intenta hacer demostrar que “tan radical ha sido este trastrocamiento de la condición de clase y
13
procedencia étnica de las coaliciones gobernantes, que los puentes de comunicación que
antiguamente servían para llevar adelante transiciones estatales más dialogadas… hoy no existen,
acentuando las diferencias y tensiones entre el bloque político ascendente y el decadente” (“El
Estado”, 17). Sin embargo, la única prueba ofrecida por el “Estado” para reafirmar la tesis
trascendental de que ahora es la masa de trabajadores la que ejerce el poder del Estado sobre el
capitalismo y el imperialismo en Bolivia, es, tan sólo, la composición de una nueva élite gobernante.
No importa el tiempo que uno rumie las formulaciones que propone García Linera en “El Estado”; a
la larga no se puede eludir el hecho de que sus palabras describen los cambios en los titulares de
los cargos burocráticos y no una transformación en la forma del Estado. [26]
A la luz de la afirmación de García Linera sobre la actual transición del Estado, una frase en la cita
que acabamos de transcribir merece un examen más completo: él habla “no sólo de una clásica
renovación de élites del poder del Estado sino, fundamentalmente, de un desplazamiento radical de
las élites del gobierno y de las propias clases [por otras]”. La frase es un síntoma que reafirma que
García Linera no define explícitamente y con exactitud cuál es la orientación y los fines que él y
Morales están operando dentro de la transición del Estado. Se supone que sería el socialismo, pues
hace parte del nombre de su partido: el Movimiento al Socialismo (pero esta palabra en particular
no aparece nunca en “El Estado”). En cualquier caso, hay muchos aspectos de la visión de la
transformación presentados en “El Estado” que son claramente no-marxistas, en el sentido de la
revolución desde abajo, y que parecen mucho más en consonancia con las estrategias de arriba
hacia abajo característica de la democracia social y el estalinismo, e incluso del weberianismo. [27]
De hecho, García Linera coloca su apuesta por la transformación del Estado en lo que él llama “una
burocracia estatal” que se explica como “una especie de síntesis de antiguos funcionarios del Estado
(en niveles intermedios) y nuevos funcionarios que poseen no sólo un capital escolar diferente, sino
que además han utilizado unas redes sociales étnica y clasistamente distintas a los de la burocracia
tradicional, para acercarse a los puestos administrativos” (18). Y esta nueva burocracia, según él,
ya ha creado “tres mecanismos de conducción del Estado” cruciales: “por una parte, mediante la
presencia directa de las organizaciones sociales en la definición de las principales políticas públicas
que son formuladas en ampliados y congresos… En segundo lugar, por medio de la presencia
directa de representantes de los sectores sociales movilizados en distintos niveles del aparato
estatal… Por último, a través de la lenta promoción de una nueva intelectualidad en funcionarios
públicos vinculados a las expectativas y necesidades de este bloque de productores” (“El Estado”,
19).
Uno está tentado a exclamar: “Álvaro, ¡basta ya de burocracia!” Volvamos por un momento a la
siguiente perla de sabiduría escrita por García Linera, donde señala las fuentes de su punto de vista
–por cierto, fatalmente equivocado– en donde el Estado boliviano se está transformando a través
de la introducción de nuevos ocupantes dentro de la burocracia estatal existente: “el Estado se
presenta como la totalidad más idealista de la acción política porque es el único lugar en todo el
14
campo político en el que la idea deviene inmediatamente en materia con efecto social general, esto
es: el único lugar donde cualquier decisión pensada, asumida y escrita por los gobernantes, deviene
inmediatamente en materia estatal, en documentos, informes, memorias, recursos financieros,
ejecuciones prácticas, etc., y esto con efecto social general” (“El Estado” 10-11). ¿En serio? [28] Yo
hubiera pensado que la auto-emancipación revolucionaria de los trabajadores y campesinos
representaba “la totalidad más idealista de la acción política”, el espacio en el que pensamiento y
acción, las ideas y la realidad, se unen en una unidad electrizante para producir efectos sociales en
general. Las constituciones, las leyes, los memorandos, los decretos, las expropiaciones de los
recursos financieros, las aplicaciones de la riqueza para resolver necesidades humanas, estas son
las secuelas sociales del dinamismo propio de la actividad revolucionaria y, de hecho, son
predicados imposibles sin esta actividad. Con el tiempo dicha actividad puede pasar a través de un
aparato del Estado como parte de un proceso de institucionalización, pero su motivación y la
sustancia se forjan en el crisol de la experiencia de la militancia revolucionaria.
La gran falsedad en el corazón del OENEGISMO de García Linera, así como el talón de Aquiles de su
perspectiva weberiana / estalinista del Estado en “El Estado”, es la evaluación optimista del grado
de influencia (que supuestamente se orienta de abajo hacia arriba) ejercida por las organizaciones
sociales en “la formulación de las principales políticas públicas…” (“El Estado”, 39). Si este poder
realmente se soportara en un movimiento de abajo para arriba en la nueva Bolivia, nadie sería
testigo de eventos tales como la confrontación en torno al TIPNIS. Tampoco se vería la negación
sucesiva ante las demandas de aumentos salariales que nunca se resuelven o son atendidas con
parsimonia. Tampoco habría que tolerar el amiguismo y la corrupción continuada, o el sindicalismo
empresarial arraigado que, con el apoyo del Estado y el clientelismo, ahoga la aparición de un
nuevo mundo en la lucha obrera; [29] o los desaires para las organizaciones comunitariaspopulares,
o el entusiasmo y el orgullo con el que Morales y García Linera atesoran sus monedas de
reserva internacional, eligiendo complacer al Banco Mundial en lugar de gastar más en programas
sociales y en la generación de empleos de tiempo completo.
Entonces, ¿qué tipo de Estado y qué tipo de democracia prevalece en Bolivia bajo Morales? Raquel
Gutiérrez Aguilar ofrece una respuesta concisa:
[P]ara muchas personas, el masivo apoyo electoral de Evo y su partido político MAS significó, sobre
todo, la posibilidad de ampliar y consolidar el poder popular-comunitario. En Bolivia, en especial
entre 2006 y 2008, la gente expresaba que quería hacerse cargo de los asuntos públicos de
acuerdo a otras lógicas, mucho más directas, horizontales, y en menor escala, que le permitirían a
las comunidades, y por conexión, a la nación, a reapropiarse la riqueza común que había sido
robada por las multinacionales y sus aliados nacionales.
Sin embargo, el gobierno boliviano ha ignorado o denigrado efectivamente las lógicas y las
formas políticas comunitarias y populares –precisamente, las mismas fuerzas que llevaron a
15
Morales al poder, en primer lugar–, mientras que privilegia las formas tradicionales de
representación y participación, en particular la de los partidos políticos… [L]a la administración de
Morales ha gobernado bajo un formato liberal, dispuesto a romper los lazos con el modo tradicional
de la política que ha servido a las élites tan bien. Morales quería mantener el sistema político
tradicional, simplemente poniéndose a sí mismo en la cabeza. Esto ha obligado a su gobierno a
buscar continuamente nuevas formas de cooptar y/o subordinar a las organizaciones sociales que
antes habían logrado ser autónomas. (276-277)
De hecho, el MAS desperdició su oportunidad de ayudar a crear un tipo realmente nuevo de Estado
cuando se puso del lado de los partidos políticos establecidos por encima y en contra de las
alternativas propuestas por muchos de los movimientos sociales durante el debate sobre el formato
de la Asamblea Constituyente. [30] Así que en lugar de una economía en transición al socialismo,
Morales y García Linera han implantado un neoliberalismo reconstituido que prioriza la acumulación
de capital sobre la igualdad social y el bienestar. Y en lugar de un Estado en el que la masa de
obreros y campesinos tuviera la opción democrática de controlar y planear la política y la
producción (gracias a la unión de la esfera política y la económica bajo el poder de las clases
trabajadoras), Morales y García Linera han mantenido un Estado que privilegia los intereses de la
burocracia de Estado, la burguesía nacional y las compañias transnacionales que sólo extraen
riqueza.
García Linera, Lenin, y la nacionalización
García Linera comenta en “El Estado en transición”, que “los pensamientos de Lenin en el período
1918-1920” son “particularmente instructivos” para reflexionar sobre los desafíos de la transición
del Estado boliviano en circunstancias del mundo actual (“El Estado”, 11). A pesar de que no se
hace referencia a los títulos específicos de los trabajos de Lenin, en conjunto es bastante fácil de
diagnosticar lo que el ensayo de García Linera toma de los análisis de Lenin de la época,
especialmente con respecto a la controvertida cuestión de la nacionalización.
En consonancia con su énfasis en la construcción de una nueva burocracia estatal, García Linera
persistentemente aboga por la implantación y seguimiento de mayores medidas de rendición de
cuentas y el control de las principales industrias. Las nacionalizaciones facilitan tales medidas en la
medida en que proporcionan un punto de vista singular a partir del cual el Estado, como guardián
del patrimonio público, puede garantizar la repatriación de (un porcentaje negociado) de los
beneficios de las operaciones que obtienen las empresas de participación mixta (pública-privada
entre el Estado y las transnacionales) el uso juicioso de los fondos del Estado asignados a los
operadores privados que están trabajando en las empresas mixtas, la eliminación del fraude, y la
distribución equitativa de los productos sociales de un sector.
La nacionalización no es lo mismo que la expropiación, en donde la propiedad termina incautada a
16
la clase capitalista, que luego queda separada tanto de las ganancias como de las decisiones de
gestión. En virtud de la nacionalización, los antiguos jefes, así como sus estructuras privadas de
mando permanecen, en gran parte, en su lugar, mientras que las expropiaciones ponen a los
trabajadores “en el asiento del conductor” (para recordar la letra maravillosa de Gil Scott-Heron en
“La revolución no será televisada”). La nacionalización puede ser un paso revolucionario, pero la
esfera de los efectos es de carácter administrativo. Las expropiaciones son más revolucionarias,
pues implican el ejercicio directo del poder y la auto-determinación de la clase trabajadora.
Me parece que García Linera toma su modelo de nacionalización, con su énfasis administrativo, de
la discusión de Lenin sobre la nacionalización de los bancos. La posición de Lenin sobre esta
cuestión es consistente con la coyuntura histórica de 1917 y se proyecta al período 1918-1920.
La nacionalización de los bancos, donde no se prive a cualquier ‘propietario’ de un solo kopek, no
presenta ninguna dificultad técnica o cultural… Si la nacionalización de los bancos se confunde tan
a menudo con la confiscación de la propiedad privada, es debido a la prensa burguesa, que tiene el
interés en engañar a la opinión pública y crea esta confusión generalizada… Entonces, ¿cuál es el
significado de la nacionalización de los bancos?… Sólo mediante la nacionalización de los bancos el
Estado puede situarse en la posición de saber dónde y cómo, cuándo y hacia dónde circulan
millones y millones de rublos. Y sólo el control sobre los bancos, por encima del centro, así como
del eje y del principal mecanismo de circulación capitalista, podrá hacer posible la organización de
un control real y no ficticio sobre la vida económica, sobre la producción y distribución de productos
de primera necesidad, y hará posible la organización de la “regulación de la vida económica” que de
otro modo está inevitablemente condenada a seguir siendo una frase ministerial, diseñada para
engañar a la gente común… Todo lo que se requiere es unificar la contabilidad. [31]
La idea de Lenin es que la unificación de la contabilidad y su consiguiente establecimiento de la
vigilancia del Estado sobre el sector bancario sentarían las bases para la evolución gradual de la
banca nacionalizada a la expropiación de la riqueza capitalista acumulada en los bancos (“al final
para obtener millones y millones de las principales transacciones del Estado, sin pagarle altísimas
‘comisiones’ a los señores capitalistas por sus servicios”). [32] Por analogía, este escenario
subscribe a la afirmación de García Linera en relación con el triunfo del Estado boliviano sobre el
imperialismo en el caso de la nacionalización del petróleo y de la extracción de gas. Revivir y renacionalizar
la YPFB; darle contabilidad y control, y en 50-100 años la producción de petróleo y gas
terminarían debidamente expropiada. Como hemos visto, sin embargo, el anexo F vicia
sustancialmente tal escenario, mientras que otras deficiencias en los nuevos contratos ponen en
una situación de mayor peligro la capacidad de Bolivia de lograr sus propia industrialización de valor
agregado o para el petróleo y gas.
Las más severas limitaciones del intento de García Linera para usar a Lenin como uno de sus
avatares en la teorización “del Estado en transición” se derivan de (1) la precaria compatibilidad
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histórica que mantienen los escritos de Lenin y el momento del ascenso electoral del MAS, y (2) el
fracaso de García Linera para comprender la especificidad de las ideas de Lenin sobre la
nacionalización del petróleo y lo que Lenin, de hecho, tenía en mente cuando instaba a la necesidad
de establecer “el capitalismo de Estado” en 1918. [33]
Lenin llamó a una “nueva fase de la lucha contra la burguesía” en abril de 1918. [34] Cosa que hizo
por el virtual colapso de la industria rusa. Teniendo en cuenta la devastación causada por la Primera
Guerra Mundial, el fracaso de la revolución alemana de 1919 que pudo resultar en un material de
apoyo importante para la revolución rusa de 1917, y el estallido de la contrarrevolución armada
encabezada por los Estados Unidos de América, Lenin buscó una solución en “un período de gestión
conjunta con la industria privada… Pensó que el desarrollo económico futuro procedería
principalmente a través de empresas mixtas, estatales y privadas, de la atracción de capital
extranjero, el otorgamiento de concesiones, etc., es decir, a partir de un modelo capitalista y semicapitalista
de las formas de producción pero bajo el control y dirección del Estado proletario” (Cliff,
p. 69). Es importante recordar que Lenin siempre había visto este cambio en la política como un
retiro necesario (pero un retiro, no obstante), que su estrategia suponía que la expropiación de la
burguesía rusa ya se había producido en gran medida y que el “Estado proletario” ya existía. Tales
eran las condiciones concretas en las que Lenin abrió el programa de “contabilidad y control” a la
vanguardia de la lucha contra la burguesía.
Nos enfrentamos a una nueva forma superior de lucha contra la burguesía, la transición de la
simple tarea de seguir expropiando a los capitalistas a la tarea mucho más complicada y difícil de
crear condiciones en las que será imposible que la burguesía exista, o de que una nueva burguesía
surja. Evidentemente, esta tarea es infinitamente más importante que la anterior, y hasta que se
cumpla, no habrá socialismo… Hemos decretado y conformado por toda Rusia el tipo más elevado
del Estado, el poder de la Unión Soviética. Bajo ninguna circunstancia, sin embargo, podemos
contentarnos con lo que hemos logrado, porque no hemos hecho más que empezar la transición al
socialismo, todavía no hemos hecho lo decisivo en este respecto.
Lo decisivo es la organización de la contabilidad estricta en todo el país y el control de la
producción y distribución de bienes.Y aún, aún no hemos introducido la contabilidad y el control en
las empresas y en las ramas y campos de la economía que le hemos quitado a la burguesía. [35]
Si se compara el contexto histórico de los escritos de Lenin de 1918 a 1920, con el contexto
histórico de la política del MAS durante el período que García Linera llama de “bifurcación” y el
llamado Estado “de transición” (2000-presente), el contraste no podría ser mayor. ¿Hay algo
parecido a un Estado “proletario” (de campesinos y obreros) que esté democráticamente diseñado y
controlado por las bases populares en Bolivia? ¿Exactamente qué es lo que ya ha sido “expropiado”
por los trabajadores bolivianos de la clase capitalista nacional y transnacional en materia de medios
de producción (tierra, fábricas, bancos, minas, plantas petroquímicas, maquinaria, etc.)? A pesar de
18
la intromisión indudable y el sabotaje de la CIA, del Departamento de Estado de los EE.UU., de los
matones y asesinos que patrocina Europa, así como de los fascistas bolivianos de cosecha propia,
¿hay algo parecido a una economía de guerra y el aislamiento económico total que obligue a Bolivia
a resistirse a la expropiación frontal (sin indemnizaciones) de las propiedades de los extractores
imperialistas de los recursos naturales? ¿Es que acaso Bolivia tiene la necesidad de ganarse el favor
de los especialistas burgueses y los técnicos en la industria de petróleo y gas, y teme alienar el
cariño que tienen los especuladores transnacionales por el país? Esto no debería ocurrir. Bolivia
cuenta en abundancia con sus propios especialistas, además de que puede contar con el apoyo y
personal de los sectores altamente capacitados y militantes, además de políticamente
experimentados, como los trabajadores petroleros de Venezuela y Brasil.
La incongruencia entre contextos concretos históricos desenmascara como repelente e inquietante
la identificación de García Linera de la necesidad de promover una nueva burocracia Estatal como la
tarea principal revolucionaria en la coyuntura corriente. Con la preponderancia de pruebas
espigadas de los argumentos de OENEGISMO y de vario de las acciones de la administración de
Morales, esto levanta la sospecha que la verdadera atracción para García Linera de los escritos de
Lenin de este período está en la exposición de la base sumamente cuestionable estas ellos
proporcionan para la regla unipartidista, y aún de una persona, con su disolución de fenómeno
concomitante de las formas descentralizadas de lucha popular y control. El 1918-1920 período en la
historia rusa, conocida como “el Comunismo de Guerra”, no es enérgicamente un modelo apropiado
por el camino de Bolivia adelante hoy.
Esté esto como esto puede, en el caso de la industria de hidrocarburos, el proyecto de García Linera
de promover una nueva burocracia estatal—la que se asume como la principal tarea de la
revolución en la actual coyuntura—es como poner la carreta delante del caballo, la contabilidad
antes de la expropiación, y así engaña a la masa de trabajadores en el pensamiento de que la
construcción del “socialismo” es principalmente un asunto de eficiencia burocrática y de control.
Esto, me temo, es como se desarrolla formas sociales distorsionadas que dicen ser “socialistas” o
“marxistas” y que por lo general están dirigidas por intelectuales y profesionales de clase media.
Estas formas nacen de las prácticas políticas que cultivan las estructuras económicas que con el
tiempo se osifican como pilares del “capitalismo de Estado”. Una nueva clase dominante se
convierte así en una burocracia que deriva su poder de clase de su control directo sobre los bienes
del Estado.
La Rusia y Europa de 1918 nada tienen que ver con la situación de América Latina en 2011, o
incluso en el año 2000 para el caso. Así como el MAS invocó una falsa teoría de una predeterminada
progresión histórica por etapas para justificar su timorata posición frente a las posibilidades de un
genuino nuevo Estado, cuya posibilidad fue abierta por las guerras del Gas de 2003 y 2005, ahora
también hipoteca el futuro de los trabajadores bolivianos y campesinos en favor (1) de las
transnacionales del presente, o (2) de una incipiente y frágilmente arraigada burocracia estatal del
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futuro.
A García Linera le habría ido mejor si hubiera reflexionado con mayor atención el análisis que hace
Lenin sobre la nacionalización de la industria del petróleo de 1917. Se trata de una cita larga, pero
resulta aquí muy pertinente:
Tome el negocio del petróleo. Éste ya había sido ‘socializado’ por el desarrollo anterior del
capitalismo. Sólo un par de barones del petróleo manejaban millones y cientos de millones de
rublos, recortando cupones y compitiendo por fabulosas ganancias a partir de un ‘negocio’ que ya
estaba hecho, técnica y socialmente organizado a escala nacional y ya estaba siendo llevado a cabo
por cientos y miles de empleados, ingenieros, etc. La nacionalización de la industria petrolera podría
llevarse a cabo a la vez, y resultaba imprescindible para un estado democrático revolucionario,
especialmente cuando éste sufre de una aguda crisis y cuando es esencial para economizar mano
de obra nacional y aumentar la producción de combustible a toda costa. Está claro que aquí el
control burocrático no puede lograr nada…
Si se debe hacer algo de impacto real, la burocracia debe ser abandonada por la democracia y de
una forma totalmente revolucionaria, es decir, la guerra debe ser declarada contra los barones del
petróleo y los accionistas… La iniciativa de los obreros y otros empleados deben plantearse sobre la
base de que ellos deben ser inmediatamente convocados a conferencias y congresos, una cierta
proporción de los beneficios debe ser asignado a ellos, y deben controlar la industria e incrementar
la producción. Si estas medidas democrático-revolucionarias se hubieran tomado de una vez, luego
de abril de 1917, Rusia, que es uno de los países más ricos del mundo en depósitos de combustible
líquido, podría… haber hecho grandes avances… para abastecer al pueblo con las cantidades
necesarias de combustible. [36]
No es demasiado tarde para que los trabajadores bolivianos y campesinos puedan tomar el control
de la producción de petróleo y de extracción de gas en sus propias manos, y por lo tanto de evi