De bolivarense a bolivarense
Por: Bernardo Hernández M. | Lunes, 17/12/2012
Aporrea
Tenía razón el ilustrado Manuel José Montañez con su escrito Del Zulia a Miranda, un solo camino: la derrota, aparecido en las páginas de Aporrea el sábado 8 de los corrientes, un escrito lúcido y demostrativo del buen analista que es.
Los resultados de este domingo 16 corroboran en parte lo expuesto por él, pero con una notable diferencia, si bien el pueblo castigó las marramucias de Pablo Pérez en el Zulia, no acompañó a Jaua en Miranda y, hasta la hora en que esto escribo, Rangel Gómez está sudando frío en Bolívar.
¿Qué pensamientos pasaron por la mente de los electores en estos estados?, son, como dicen los “intelectuales de derecha”, ¿qué los pataenelsuelo no piensan? ¿O que botaron “emocionalmente”?, ni lo uno ni lo otro, considero que el pueblo venezolano ha alcanzado una profunda madurez política y si bien perdimos al estado Miranda, no sé realmente por qué razón; en Bolívar, la división del electorado aupada por el Partido Comunista de Venezuela, creyendo que Arciniega, un hombre que vemos cada 6 años, podría alzarse con la victoria y los errores políticos y económicos del actual gobernador, hicieron el resto.
No se puede hacer política cada seis años, como pensó el PCV ni tampoco se le puede faltar el respeto al electorado como lo ha hecho Rangel Gómez en muchas de sus acciones, empezando por tener como secretario de gobierno a un personaje devenido de la rancia burguesía de Pto. Ordaz, frío y sin carisma, de espaldas a un pueblo, que en trece años de gobierno ha visto, tal vez, macroproyectos, pero lo micro, allí donde verdaderamente sufre el pueblo, ha sido desasistido.
No es posible que un estado tan rico como el de Bolívar siga padeciendo innumerables penurias, sin escuchar respuesta a sus clamores, los bolivarenses hemos visto que los problemas siguen siendo lo mismo, una delincuencia desbordada, una frontera desasistida, amenazada por tirios y troyanos, lo cual quiere decir, por las fuerzas del orden y por los delincuentes intra y extra fronterizos que hacen pingües negocios, muchas veces apoyados por estas mismas personas que tienen la misión de resguardar a la ciudadanía.
No es mentira que en el interior del estado la delincuencia, uniformada o no, hace de las suyas con total impunidad, por ejemplo, en Guasipati, hemos visto personalmente como se negocian cupos de gasolina por parte de efectivos de las fuerzas armadas, o que la delincuencia, armada con rifles de asalto y montadas en motocicletas, vigilan la entrada de personas en las zonas rurales y tienen una constante cobro de “vacunas” a los productores agropecuarios de la zona, el mismo cobro que se le hace a los mineros de Santa Elena o de las minas cercanas.
Esa y otras razones han hecho que este pueblo valiente, sufrido pero no pendejo, haya querido dar una lección en las urnas a las autoridades del estado, aún es pronto para saber quién será el próximo gobernador, pero si sigue siendo Rangel Gómez, es hora de que se haga una profunda reflexión interna y arregle lo que deba arreglar, creo que ya el pueblo está suficientemente maduro para que pasemos a otra etapa de la politización, basta ya de tanto arreo rojo-rojito sin dar, por otro lado, una eficiente y científica razón intelectual, que verdaderamente ponga a pensar al electorado, del peligro a que sigue expuesta la revolución.
No sé si es verdad el problema de la cabilla en Guayana, ni conozco las implicaciones del gobierno regional en los problemas en la zona obrera, pero siempre se ha dicho que si el río suena, piedras trae, y la prepotencia es mala consejera, a veces (o casi siempre) ser humilde es el mejor camino, creo, de corazón, que hay que activar en el estado una contraloría social con carácter legal, es decir, ya que nuestros honorables diputados tienen mucho tiempo libre, activar un mecanismo de interrelación pueblo-gobierno para conocer verdaderamente, los planes que se activen y que siempre afectan a las masas.
La propuesta es sencilla, activar las fuerzas sociales revolucionarias para ejercer una contraloría social efectiva y radical, sin los amiguismos que generalmente entraban y vician los procesos. Si no, no habrá estado que defender.
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