Ama llunk’u

El llunk´kiriu es una relación de sumisión al jefe que se manifiesta como conducta servil y exagerada adulación; el llunk´u es una especie de eunuco



En la evaluación de su gestión Rebeca Delgado, presidenta de la cámara de diputados, dijo que los constituyentes se olvidaron poner en la Constitución ama llunk‘u, además de lo que quedó constitucionalizado en principios y valores como ama qhilla, ama llulla, ama suwa (no seas flojo, no seas mentiroso, ni seas ladrón). Esta declaración provocó enojo en algunos asambleístas del MAS, además de una explicación perturbada y rebuscada del vicepresidente. Dijo que lo que hay que entender de la declaración de Rebeca Delgado es que se refería a la renuncia al interés personal y entregarse, en cambio, al interés comunitario.

Uno de los diputados dijo que el asunto de Rebeca Delgado era asunto cerrado y que tenían temas más importantes que tratar. Otro senador dijo que lo que se propone es una reforma constitucional, y para que ocurra esto hay que esperar un buen tiempo. Todas estas reacciones manifiestan una perturbación, un malestar, que es manejado de distintas maneras, empero todas como queriendo desentenderse del significado de la conclusión de Rebeca Delgado. ¿Qué es lo que molesta tanto de la declaración de la que fue presidenta de la cámara baja? ¿Qué se los llame llunk‘u? ¿Qué se toque con el dedo en la llaga? ¿Qué se descubra el problema del que adolece la mayoría de la Asamblea Legislativa? ¿Qué hay detrás de esta conducta servil, aduladora y sumisa?
El llunk’iriu es una relación de sumisión al jefe, una relación que se realiza como conducta servil, que se expresa en manifestaciones exageradas de adulación. Esquemáticamente se trata de una relación que tiene dos lados en la diferencia relacional; por un lado, el jefe, el “objeto” de la pleitesía, de la entrega y de subordinación; por el otro lado, el llunk’u, el “sujeto” de esta conducta de sometimiento. Se trata de una relación de dominación que, en este caso, se expresa “pasivamente” por el lado del jefe, que es como el símbolo del poder, y “activamente” por el lado del “llunk’u”. Se trata de una relación de dominación construida “activamente” por el llunk’u, se podría decir conscientemente. Para el sujeto “activo” es toda una “estrategia”, conformada por una sucesión de “tácticas”. La “estrategia” es obtener parte del poder irradiado del jefe como reconocimiento al servicio prestado; la sucesión de “tácticas” tienen que ver con la manifestación abierta y declarada de la conducta servil y aduladora.
Como en toda relación de poder, la relación de dominación se efectúa como subordinación por el lado del dominado; empero, en este caso, la subordinación es efectuada “activamente” como una estrategia de poder, que se obtiene por rebalse. El llunk’u no quiere el poder del jefe, no quiere sustituirlo, como ocurre, en algún momento, en el caso de otras relaciones de poder y dominación, no quiere invertir la relación; en esta relación, que hemos llamado llunk’iriu, no se plantea la posibilidad de la rebelión, como en las otras relaciones de poder, al contrario se renuncia explícitamente ella. Se quiere mantener eternamente al jefe para conseguir también permanentemente el rebalse del poder, la participación en el poder que irradia del jefe.
Como se puede ver, el llunk’u ha renunciado a sí mismo, no pretende ninguna realización, salvo la que consigue por participar en la esfera del jefe. Al renunciar a sí mismo ha renunciado también a un pensamiento propio; su pensamiento es el pensamiento del jefe o lo que cree que es; repite mecánicamente lo que dice el jefe. Es su eco. Está al tanto de lo que dice y lo que hace el jefe, incluso en sus más mínimos detalles. Lo sirve al instante, incluso se le adelanta. El llunk’u no deja de ser astuto, pero su astucia tiene que ver con anticiparse al jefe en lo que hace, en lo que piensa, en lo que necesita. Es astuto también en otro sentido, pues utiliza este servilismo ante el jefe, utiliza la proximidad al lugar que ocupa, como dominación ante sus subalternos, si los tiene, en quienes descarga, como compensación, la violencia simbólica que le corresponde. Demanda exacerbadamente reconocimiento. Resulta que por ser leal, fiel, servil al jefe, reclama reconocimiento de los que lo rodean. Es como un resarcimiento a su pérdida de sí mismo, dada por el servilismo; reclama reconocimiento a su sacrificio. El llunk’u corresponde pues a un drama de la consciencia desdichada. Su conducta es como el reclamo de reconocimiento de los eunucos al mostrar sus órganos castrados. Los eunucos demandad que no pueden ser desplazados porque se consideran necesarios. El jefe no sería jefe sin ellos.
La figura del eunuco quizás sea la que mejor expresa esta relación servil. El eunuco es parte del entorno del poder, forma parte de este entorno, incluso el más cercano a los círculos del símbolo supremo del poder, por el hecho de que ha renunciado a la virilidad, se ha castrado o ha sido castrado; por lo tanto, no es un peligro que pueda atentar con harem de mujeres del monarca, los símbolos femeninos que expresan la dominación sexual del emperador. Figurativamente el llunk’u también es un “castrado”; precisamente por esto no es un peligro para el que detenta el símbolo supremo del poder, no atenta contra soberano, ni puede atentar contra el poder del jefe. Por eso está cerca de él, forma parte de sus entornos, le cuida la espalda, le hace la corte, le prepara el escenario hasta en el más mínimo detalle. El poder del llunk’u es el poder obtenido por “sacrificio”, por “castración”, por entrega de sus “órganos”, por renuncia a sí mismo; el llunk’u deja de pensar por sí mismo, ha renunciado a su dignidad, ya no la tiene, salvo la “dignidad” que otorga el compartir el poder. Su sentido de vida es el sentido de vida del jefe. Se puede decir incluso que ha perdido su autonomía y libertad; es un sujeto dependiente y totalmente subordinado por espontánea y consciente sumisión.
Rebeca Delgado tocó un problema de fondo, una de las formas de reproducción del poder, la que tiene que ver con las prácticas de sumisión no institucionalizadas, prácticas no normadas, ni reglamentadas. Prácticas, en fin, de complicidad, que en vez de cumplir con sus funciones, apañan el desempeño del jefe; en vez de cumplir profesionalmente, independientemente que cumplan o no aparte, en otro contexto, desempeñan la tarea de la corte del rey. Se trata de la reproducción del poder por la vía de las dominaciones y sumisiones no institucionalizadas, empero aceptadas como recurrentes en las relaciones de las jerarquías con los subordinados. Este problema relativo a prácticas de sumisión, adulación y sometimiento, se añade al problema consabido del burocratismo. Entre ambos problemas o ambas herencias, convierten al aparato estatal en ineficiente o pesado y lento. En lo que respecta a la Asamblea Legislativa plurinacional, estas herencias y costumbres ataviadas resultan problemáticas cuando no sólo se tiene que emprender el desarrollo legislativo, sino que se tiene que cumplir con la Constitución, es decir, construir el Estado plurinacional comunitario y autonómico, realizando las transformaciones institucionales y estructurales, promulgando leyes fundacionales.
Habiendo entrado el proceso de cambio en una temporalidad de profundas contradicciones, contando con un gobierno entrabado en los dilemas que le plantea la transición, se requiere un órgano legislativo deliberativo, capaz de uso crítico de la razón, altamente representativo, en contacto y conexión con sus representados, que recoja también las deliberaciones mismas populares. Ante este desafío histórico y ante estas necesidades de la coyuntura y el periodo de transición, la conducta masiva del llunk’iriu, de la adulación y sumisión a los jefes, resulta destructiva del proceso político en curso. La “defensa del proceso” no sólo se reduce a la defensa del gobierno sino también se reduce a la defensa de los jefes, de los errores cometidos, de las resistencias institucionales al cambio, además de las resistencias a las transformaciones por parte de los propios grupos gobernantes.
La relación de sumisión del llunk’u, que es al mismo tiempo relación de dominación del jefe, tiene que verse en la perspectiva de la dominación masculina, dominación basada en las complicidades de las fraternidades de hombres. En el caso del llunk’iriu, la dominación masculina no solamente se ejerce sobre las mujeres, sino que el “macho dominante”, el símbolo del macho, también ejerce su dominación sobre los hombres dominados. Se da entonces como una especie de feminización en los hombres dominados, específicamente en el llunk’u. El jefe, como el “macho dominante”, ejerce su dominio sobre los llunk’u. La docilidad del llunk’u lo hace maleable, manejable, utilizable, en todos los sentidos de la palabra. Para el jefe el llunk’u es incondicional, es materia disponible; es cuestión de dar una orden para que se cumpla.
Al respecto, no hay que equivocarse, no sólo hay un solo perfil general del llunk’u, sino muchos, como en una división del trabajo. Unos adulan, otros filtran información, en cambio otros crean ambientes agradables; un cuarto tipo cuenta chispes y denuncia a sus compañeros; un quinto tipo se ocupa de hacer propaganda apologética. Tampoco es lo mismo un llunk’u solo, en grupo y en masa. Un llunk’u solo hasta puede ser tímido y callado, cuando está en grupo y siente el calor de la complicidad toma bríos; es agresivo cuando siente el peso de una masa cómplice que lo acompaña y avala, estando sobre todo en una reunión, como en la Asamblea Legislativa, o respondiendo a la línea definida por los jerarcas, por lo tanto a un sistema de complicidades.
Se entiende entonces porque ha producido malestar la declaración de Rebeca Delgado; toca un problema de relación de dominación y sumisión entre jefes y subalternos; hablamos de un campo relacional que termina convirtiéndose en una estructura de poder, en una estructura de reproducción de poder. Toca el problema de las complicidades de las fraternidades masculinas, de la dominación masculina sobre las mujeres, empero extrañamente, también dominación masculina sobre los hombres. Toca el problema de la herencia y recurrencia de los mecanismos y procedimientos de poder más antiguos, basados en las estructuras y símbolos patriarcales. Toca una de las claves de las tramas del poder, así como uno de los secretos de la decadencia de las revoluciones; la opción por la obediencia sumisa que lleva al naufragio a los procesos que arrancaron con transformaciones y terminaron capitulando.
Las declaraciones de la ex presidenta de diputados cayeron como un rayo en cielo despejado, como una pedrada en aguas quietas y estancadas; los llunk’u, que se sentían tranquilos, inmunes y cubiertos por el brazo protector de la mayoría absoluta que los cubre, se sintieron, de pronto, interpelados. Intranquilos y agitados no encuentran otra cosa que hacer que recurrir a la misma violencia verbal que los caracteriza, descalificando semejante osadía.