Argentina: LECCIONES APRENDIDAS, dic. 2001-julio 2003 (3a. parte)

04.Ago.03    Análisis y Noticias

LECCIONES APRENDIDAS, diciembre 2001-julio 2003 (tercera parte)
por NUEVO PROYECTO HISTORICO • Saturday August 02, 2003 at 12:15 AM
nuevproyhist@hotmail.com

No hay síntesis posible entre capital y trabajo. Entre empleadores y empleados. Entre expropiadores y expropiados. Entre el estado y la autogestión. Entre el circuito dinerario o mercado y los productores autovalorados.

Colectivo: Nuevo Proyecto Histórico (NPH)

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nuevproyhist@hotmail.com

Lecciones aprendidas
Diciembre 2001- julio 2003
(tercera parte)

Nota: Este trabajo es publicado como primicia para Indymedia. Y constará de cuatro entregas.

A la memoria de todos los compañeros asesinados por el
capital-parlamentario desde el 19 y 20 de diciembre de 2001.
Por la vida insumisa del presente.
A un año del asesinato de Maximiliano Kosteki y Darío
Santillán. Luchadores del MTD Aníbal Verón.
A los hombres libres del futuro.

1.- Contrapoder
2.- Estado
3.- Representación
4.- Elecciones
5.- Revolución
6.- Vanguardia
7.- Trabajo
8.- Multitud
9.- Psicología
10.- Capitalismo
11.- Anticapitalismo

5.- Revolución
La salida anticapitalista es más planetaria que nunca.
¿De que dependerá una revolución social? De que las clases medias patronales no tengan opción alguna en el sistema. Y de este modo, participen o toleren, una cosmovisión anticapitalista. De que la clase productora tome el centro de la escena política con un proyecto comunal, fraternal y asambleario. Que las fábricas reapropiadas, las asambleas y los piqueteros estén organizados. O lo que es lo mismo, compartiendo, entrelazando, problematizando y expandiendo su imaginario, sus afectos y los recursos materiales de los contrapoderes que hasta el presente hay construido.
Mas allá de los convencidos, solo apuesta a la revolución el que ya no tiene nada más que perder. Su imaginario capitalista, el trabajo asalariado, los ahorros y la falta de perspectivas de insertarse de cualquier modo en el sistema capitalista.
El que solo y únicamente aspira a sobrevivir, viviendo del cirujeo, haciendo la huerta comunitaria, el club de trueque, la olla popular, el merendero, las ferias de barrio, los planes asistenciales del estado y tomando la fábrica, no se plantea la revolución.
Las condiciones objetivas “por-sí-mismo” no dispara nuevas subjetividades. La mayoría de la clase productora (asalariada o des-asalariada) sigue creyendo en el capitalismo y sus representaciones. Si no fuera así, y el devenir antisistémico fuera solo producto de las brutales condiciones económicas a las cuales está sometida la multitud, debería acontecer una revolución social.
Sin vincular a una importante porción de la clase trabajadora ocupada -no solo la fabril- con las prácticas cooperantes que ya están en marcha, no hay posibilidad alguna de una revolución social.
La revolución no acontece como un producto mecánico de la decadencia económica. Es deseo, pasión, inteligencia, decisión e intolerancia puestas en movimiento para no continuar viviendo en la decadencia. Una nueva forma de decir en el siglo XXI conciencia de clase revolucionaria.
No todo acontecimiento de masas es una revolución.
Las puebladas, argentinazos y rebeliones no son en sí misma revoluciones. Pero son sus ejercicios previos.
Las insurrecciones son ejercicios masivos. Pero aún así, sus participantes no dejan de ser una porción del conjunto de los expoliados.
Si se espera que todos los rebeldes quieran una revolución, nunca veremos una. Pero si se intenta sustituir al sujeto liberador tampoco la veremos.
Las masas hacen la revolución cuando perdieron toda ilusión en la recomposición económica capitalista. Y no por las crisis cíclicas del capitalismo.
La multitud no salta al vacío.
Las masas no irrumpen sin mínimas seguridades de su victoria.
El último valor a perder es la vida. Y el que hace la revolución sabe que se arriesga a perderla y por eso duda tanto.
La revolución es el último recurso de las masas.
La señal que marcará que comenzó una nueva etapa, para demoler al sistema político en su conjunto, será un nuevo 19 y 20 de diciembre. Con su misma o superior magnitud multitudinaria, pero a diferencia del 2001, con claros contenidos anticapitalistas.
Los métodos que marcarán la irrupción popular y el quiebre de los tiempos, inaugurando las jornadas de abolición del poder dominante, pero que para ese momento perdió su condición de dirigente, serán decididos por las masas. Huelga general y política por tiempo indeterminado. Cortes de rutas antisalariales. Toma generalizada de empresas y dependencias públicas. Marchas multitudinarias con clara vocación de poder e instinto anticapitalista. O aún otros que desconocemos.
Mientras no sea derrotado físicamente el movimiento popular, las movilizaciones masivas como las del 19 y 20 de diciembre del 2001 se producirán por oleadas.
El principismo revolucionario es la enfermedad infantil de los principios.
Participar o no en las elecciones no es una cuestión de principios.
El problema con el principismo es el estrategismo.
El principismo confunde táctica con estrategia.
Para el principismo todo es estratégico. Cada batalla siempre es la última y decisiva. Por eso le huye a la táctica, la unidad en la acción y el frente único. Ampararse en el estrategismo siempre es más cómodo e infalible.
La troica de todas las derrotas revolucionarias: Principismo ideológico, estrategismo político y sectarismo organizativo.
Convenciendo a los convencidos no se hace la revolución.
La mejor manera de no coincidir con las prácticas de la multitud es aspirar “al poco pero bueno”.
Toda forma de lucha masiva contra la opresión resulta justificable. Si así no fuera, no hubiera existido el 19 y 20 de diciembre de 2001.
El pasaje pacífico del poder político a manos del pueblo es una rara excepción de la historia. Dan cuenta de esto la construcción de contrapoder que están realizando los asambleístas, los piqueteros y los obreros reapropiadores. Y su correlato de persecuciones, asesinatos y desalojos por parte del estado.
Una revolución se hace con el pueblo y para el pueblo y no a pesar del pueblo.
No hay revolución con un golpe de estado de izquierda. Eso no es tomar el poder. Es solo tomar por asalto los símbolos del poder, a la espera de ser desalojados con la misma prontitud con la que se arribó.
Tomar el poder es: suprimir la forma-estado, tanto es su versión capital-parlamentaria como dictatorial. Abolir la producción y circulación capitalista. Apropiarse del espacio público. Detener y juzgar a los personeros del poder depuesto.
¿De que dependerá un golpe de estado, o cualquier variante de democracia blindada? De que la mayoría del pueblo consienta un sistema autoritario. De que el imperio haya virado de táctica y apueste al terrorismo de estado o a la fujimorización del Cono Sur. De que las FARC sean un peligro eminente para el poder del subcontinente. De que Lula sea desbordado por las masas y que Brasil sea un caos para el capitalismo. De que los EE.UU y el G7 tomen desesperadamente el control de la situación mundial ante una profunda depresión, quiebra de sus empresas, cracs financieros y la insubordinación de sus sociedades organizadas en un movimiento anticapitalista de masas.
Todo ejercicio revolucionario resulta una experiencia inédita e irrepetible. Aprender del pasado sí, pero copiarlo es imposible.
Las revoluciones sociales son los ejercicios más raros de la historia. Y las victoriosas especies exóticas.
Si no hay revolución hay capital-parlamentario o tiranía.

6.- Vanguardia
Factor subjetivo, dirección, partido, desemboca en el mejor de los casos en revolución por arriba, vanguardia sustitucionista y, a la larga, en economía planificada, o lo que se llamó socialismo. Práctica encubridora de un capitalismo monopolista de estado, burocrático y salarial.
¿Partido de vanguardia, o la vanguardia en el partido? ¿O sin partido no hay vanguardia?
El problema no es la falta de un partido de vanguardia. Sino que la multitud no instituya su subjetividad en una materialidad organizada. Que bien puede tomar otra forma que no sea la del partido.
En el posfordismo del trabajo polivalente, precario, inmaterial, pero también sub-proletario y con desempleo estructural, la lógica de la clase en el sindicato, el sindicato en el partido y el partido en el estado se acabó.
En el capitalismo del siglo XXI el partido de la clase obrera fabril ocupada no es el último estadio de organización de la multitud trabajadora.
Después de los acontecimientos del 19 y 20 de diciembre de 2001 han tomado visibilidad innovadoras experiencias que se venían constituyendo. Y otras que surgieron a partir de esas jornadas. Ambas sedimentadas por antiguas tradiciones de lucha. Una nueva vanguardia político-social. No porque lo social no sea político. Muy por el contrario. Lo social del contrapoder disuelve la autonomía de lo político concentrado en el estado capital-parlamentario. Pero también invalida la vieja matriz partidaria como poseedora del patrimonio de lo político. Encargada de conducir el destino de una multitud que solo actuaría en el subproducto de lo social, faltándole la conciencia integradora aportada por los especialistas en el arte y la ciencia de lo político.
¿Que son los piqueteros que resisten, las fábricas reapropiadas, los medios alternativos, las asambleas barriales, los organismos de derechos humanos con sus escraches, los colectivos revolucionarios que se disuelven en lo social, las agrupaciones estudiantiles movilizadas, los sindicatos clasistas y los partidos de izquierda, sino una nueva y vieja vanguardia?
Una vieja vanguardia en su forma partidaria. Organización política de los explotados del capitalismo fordista y sus maneras de intervenir SOBRE la clase. Dotándola de conciencia y disputándose con organizaciones similares la potestad de conducir a las masas. Una vanguardia como sujeto externo a lo social. Como organización de LO político. Que opera por fuera de la experiencia del sujeto y BAJA a los frentes de masas para dotarla de LA política correcta.
En el fragmentante posfordismo, de la polimórfica multitud, está en desarrollo un nuevo sujeto. Que se autoconvoca y que entiende a la organización social alternativa, que ya está en marcha, como una forma asociativa de compartir la economía, las contradicciones y los deseos. En definitiva, ni mas ni menos, que la vida política o la existencia en común-unión. Reapoderándose de lo que se entendía en el pasado como el ámbito por excelencia del poder estatal y partidario: la política. Síntesis mayéstica, o solemne de lo humano, por sobre la dimensión disociada y minusválida de lo social.
Entendiendo por nueva vanguardia, por lo tanto, al conjunto de experiencias que están configurando, desde hoy mismo, nuevos tipos de vínculos materiales y subjetivos. Una avanzada del mañana, pero actuando desde la cotidianeidad. Una vanguardia que no ata su destino a ningún futuro teleológico, sino, que lo construye desde el conjunto de aliatoriedades y complejidades que encierra toda instancia colectiva de lo humano. Una vanguardia, que en tiempo presente, deja huellas para los recuerdos del futuro. Los adelantados del cambio social. Los pioneros del siglo XXI. Los exploradores del porvenir.
Nadie puede ser sustituido en las tareas que le son propias. La liberación social de los productores provendrá de su antagonía al capital, o no habrá emancipación.
Pero los insubordinados no se resignan a la exclusiva prédica de una sociedad ideal. Ni pueden aguardar una hipotética jornada donde todo cambie producto de las contradicciones objetivas del actual sistema. Por eso, desde este presente paradojal y un futuro esperanzador, pero necesariamente incierto, comienzan su destierro, su éxodo. Un exilio obligado por el sistema y autoimpuesto por su voluntad. No en búsqueda de una predicada tierra prometida por la vieja vanguardia. Ya que, la multitud no acepta promesas de nadie exterior a su voluntad. Sino como travesía del devenir social que proviene de su propia imaginación, su propia práctica, su propia gramática o idioma común. Una vanguardia como singularización de la multitud productora, y multiplicador de la potencia del imaginar, del sentir y del hacer que contiene cada individualidad.
Una vanguardia que no apela a la colectivización forzosa que termine con el sujeto. Ni a un autonomismo personal o insular que confía en un autismo social donde infantilmente refugiarse, de modo permanente, del sistema hegemónico capitalista. Régimen dominante donde gobierna las leyes de lo poderosos, de los otros o la hetero-nomía. Y mientras que no sea abolido acosará, desmembrará o reprimirá a los sujetos que le han dicho adiós al mundo de la mercancía, la expoliación y el narcisismo.
Vanguardia de lo múltiple singular. Corporización organizada de la multitud del trabajo cooperante. Contrapoderes que no actúan en territorios inconexos con la matrix dominante. Sino que continuarán atravesados por los valores sistémicos y la vigilancia del capital-parlamentario. Acosados por la violencia de la moneda y el disciplinador castigo.
Para la multitud, si todavía el término vanguardia, adelantados, exploradores, avanzada y pioneros tienen algún sentido es de esta forma y con estos contenidos.
Ante el descenso cuantitativo de las rebeliones multitudinarias, serán vanguardia mientras conserven su autonomía, antagonismo y organización. Serán vanguardia mientras no sustituyan a la multitud en su tarea histórica de liberarse por sí misma del capital. Caso contrario, queriendo reemplazar a las masas, se transformará en una elite autoreferencial.

7.- Trabajo
En las fábricas, los bancos, los comercios, las haciendas y el estado, resulta necesario conformar comisiones internas y cuerpos de delegados paralelos a los sindicatos. Realizar un trabajo de zapa, casi clandestino, para no arriesgar la continuidad laboral de los compañeros que se están organizando. Llegado el momento, ponderar en cada caso, si resulta apropiado disputar la dirección sindical de la unidad productiva o conformar un nuevo organismo de la multitud.
Excluidos es el eufemismo con que el posfordismo bautizó a los trabajadores considerados sobras o despojos del sistema. El ejército de cartoneros es un sub-eufemismo de excluidos. Ciruja como desecho. Persona como residuo. Condenados a vivir de los restos del consumo del que carecen. Para ellos el capital es una relación social que transforma al hombre en escoria, o lo que es lo mismo, una fabrica social de residuos humanos.
La hiperdesocupación es la contracara de la hiperexpoliación.
La clase obrera está aterrorizada por el desempleo. Teme llegar a ser un cartonero.
Mientras los productores no entiendan que el patrón no da trabajo, sino que el que otorga toda su energía al patrón es el empleado, no habrá revolución social.
El trabajo son las capacidades intelectuales, manuales y afectivas de las que dispone el productor para transformar la naturaleza en cosas. Una materia en otra. La inteligencia, la destreza y la creación en servicio. En el capitalismo las potencias del hacer crean mercancías que se cambian por dinero. Cosas tangibles o materiales, como una lata de conserva, una computadora, un edificio escolar. O intangibles o inmateriales, como la reposición de mercadería en un supermercado, el diseño de un programa de computación, la educación. El explotado vende la única mercancía que tiene: su fuerza de trabajo. El patrón la compra y a cambio le paga un sueldo. Pero el salario siempre será inferior a todo el tiempo entregado al capitalista. Ese es el fetichismo de la moneda encarnada en el sueldo. El engaño que el empresario paga por todo el tiempo que compró al trabajador asalariado. Mientras que en realidad solo le paga unas horas y las restantes el productor trabaja gratis para su empleador. De las mercancías que hace el empleado, y el capitalista luego vende, provendrá su ganancia. Esa ganancia acumulada se transformará en capital. Y así la rueda de la expoliación vuelve a girar, una y otra vez, mientras incuba nuevas crisis entre el capital y el trabajo. El asalariado solo tiene para vender su energía, el patrón le paga por una parte y vende lo que produce el trabajador. El capitalista circula la mercancía que encierra trabajo, acumula las ganancias de sus ventas y la transforma en capital. Es por ello que, para decirlo sintéticamente, el capital no es mas que trabajo acumulado. Trabajo pasado o trabajo muerto. El capital toma forma líquida o dineraria, capital circulante o salario, o capital fijo o tecnología. El empresario no es mas que un parásito social. Vive del trabajo de su empleado. Se alimenta de la energía de otro ser humano. Exprime el trabajo de su semejante. Para decirlo de forma clásica, el capitalismo es la explotación del hombre por el hombre.
La empresa es el primer lugar donde se desarrolla la explotación del trabajo vivo. Pero la ganancia no se realiza sino fuera de sus fronteras, fuera de la empresa, en el mercado o circuito ampliado del intercambio de mercancías. Los empleados pueden concluir con la expoliación o plusvalía, de uno o cientos de patrones, pero si no terminan con el capitalismo, como sistema de conjunto, quedan prisioneros del intercambio y de los demás patrones cuando empiezan a vender las mercancías que hicieron. Así sea que la producción sea adquirida por el estado. Porque recordemos, nuevamente, que el estado no es mas que una de las formas que adopta el capital o economía salarial y monetaria. Así esté conducido por el partido de la clase obrera. El trabajo como mercancía y su paga como valor de cambio, dinero o salario, y el estado como garante de estas relaciones sociales de expoliación; no se termina con una nueva relación igualitaria, personal y subjetiva en la fábrica reapropiada. Este es el primer paso. Valioso, indispensable, pero no el definitivo. Sin abolir el sistema por completo la explotación seguirá reinando. Por mas que los trabajadores embanderen con rojos pabellones cada empresa recuperada.
No hay síntesis posible entre capital y trabajo. Entre empleadores y empleados. Entre expropiadores y expropiados. Entre el estado y la autogestión. Entre el circuito dinerario o mercado y los productores autovalorados. Sea esta una producción y circulación comandada por los capitalistas o sea conducida por un estado de obreros asalariados. Si a esto se llama socialismo no es mas que cambiar a los actuales capitalistas por un capitalista ideal y general. Un estado de los capitalistas por otro de los asalariados. Un capitalismo de los patrones por un capitalismo de estado de los productores. Un estado por otro. Una expoliación por otra. Ninguna revolución social.
Una vez más: el productor puede vivir sin salario y sin estado. El capital sin trabajo asalariado y sin estado perece.
De la vieja dicotomía burgueses y proletarios aún queda en pie un principio económico insoslayable: la única clase que no puede desaparecer completamente, sin poner en peligro de extinción el capitalismo, es la clase trabajadora. Entendiendo, en su forma mas amplia, el término clase trabajadora a la multitud productora, los asalariados, obreros, pueblo trabajador y proletarios. Sujetos y clase social que para vivir en una sociedad capitalista solo tienen para vender su fuerza de trabajo.
Ante el peligro de perder sus privilegios los patrones pueden apelar a los medios mas aberrantes. Como el genocidio de los 30.000 compañeros secuestrados, torturados y desaparecidos. Para mantener su lucro parasitario la clase dominante puede naturalizar el genocidio del hambre del capital-parlamentario. En la década anterior 150.000 niños murieron por causas evitables. Actualmente 70 infantes mueren diariamente por desnutrición y enfermedades ocasionadas por la pobreza del sistema.
Para recuperar sus tasas de ganancias los opresores pueden expulsar a millones del yugo salarial y el sistema continuará funcionando, torpemente, mientras expolia a los millones restantes. Pero los burgueses no pueden exterminar al conjunto de las clases subalternas. Y mientras haya capitalistas -o asesinos en todas sus variantes- sean fascistas o sean parlamentarios, las clases oprimidas lucharán por terminar con la dominación, las persecuciones, las muertes evitables y la pobreza que origina el capitalismo.
La clase empresaria, sus representantes políticos, religiosos, jurídicos, intelectuales, mediáticos, policiales y militares resultan escollos y oponentes para la liberación social de las mayorías. Manipuladores, embaucadores y criminales. Enemigos antagónicos de las nuevas sociabilidades que ya están en marcha. Mientras tanto, mientras los desocupados y ocupados se organizan, defenderán sus intereses hasta las últimas consecuencias y de todas las formas posibles.
Para que la humanidad liberada descubra una nueva vida deberán desaparecer las relaciones sociales de expoliación que han impuesto los capitalistas, sus instituciones y sus valores. Estas últimas resultan condiciones universalmente necesarias para terminar definitivamente con el capitalismo en el mundo.
La clase media capitalista: industrial, agraria, comercial y bancaria; y los trabajadores que defienden la cosmovisión propietaria, salarial y mercantil -deudor/acreedor-, en síntesis capitalista; poseen una relación contradictoria con el F.M.I. y el trabajo asalariado.
La clase media capitalista no quiere continuar asfixiada por el organismo financiero pero al mismo tiempo justifican el pago de la deuda ¿Por qué? Porque se identifican con el acreedor del imperio. Participa del circuito universal del capital produciendo una transferencia de plusvalor, ya no sólo, del asalariado al patrón, sino ampliando su circulación al estado argentino (patrón de patrones) y al comando del F.M.I., testaferro de todos los patrones.
¿Qué le pasaría a la pequeño burguesía si su deudor no le paga? ¿Qué le pasaría si su trabajador se rebelase, como él quiere rebelarse contra el F.M.I.? Vería puesta en peligro su condición de pequeño expoliador, micro F.M.I., parásito de las relaciones sociales de producción y circulación que lo constituye como clase.
No lo lastima tanto la pobreza, sino la perspectiva de caer en esa misma pobreza. Pero material e ideológicamente está constreñida a defender el sistema capitalista. Ya que fuera de él perece como clase ¿Puede abrazar las prácticas y el imaginario anticapitalista? Claro que sí, pero para eso tiene que renunciar a sí misma. Tiene que pensarse desde el otro lado. Tiene que dejar de actuar como un expoliador.
Y los productores: ocupados y desocupados ¿Por qué defienden el trabajo asalariado? Mientras no rompan con la lógica de que el patrón les da trabajo y; no que, lo que les devuelve el expropiador es un salario mientras que ellos son los que entregan su energía compensada con una porción menor a lo producido y expresada en dinero; mientras pase esto, se abrazará y dependerá de otra clase que es irreductible con sus propios intereses.
Mientras no se termine con el trabajo asalariado, el endeudamiento externo de una economía capitalista como la argentina, es un circuito de nunca acabar. Cada vez se deberá mas. Se producirán nuevos endeudamientos con un mayor o menor crecimiento del PBI. Una posterior y profunda recesión, colapso financiero y quiebras de patronos. Resolviendo una vez mas, la crisis de la ganancia privada, con la socialización de las pérdidas y mayores tasas de expoliación y desempleo. Para así, recomenzar, la acumulación originaria de capital. Lo que conlleva a un menor poder del salario y la caída del consumo popular.
Se recompone el stock de capital pero resulta imposible resolver la cada vez mayor concentración y centralización de la economía. Dejando en condiciones hegemónicas, al interior de las fracciones dominantes, solo aquellas que con cada nuevo ciclo verán caer más rápido, producto del avance tecnológico y la subsunción real del capital, sus tasas de ganancias. Subsunción real, como subordinación o inclusión del trabajo en el capital. Capital como trabajo pasado o trabajo muerto, acumulado en los medios de producción en mano de los patrones.
Estamos ante la crisis, ya no del fordismo, sino, del posfordismo. Ya que, con cada nuevo avance tecnológico, resulta menor el tiempo socialmente necesario para producir las mercancías. Y, por lo tanto, menor el poder de compra del salario de los ocupados y mayor el número de desocupados incapacitados de ser consumidores. Además, cada colapso, preanuncia la reestructuración de la deuda, solo a los fines de retomar nuevos créditos. Se proletarizan miles de pequeños capitalistas y se desocupa más asalariados. Demandando al estado, como patrón de patrones, para evitar las tensiones políticas mayor endeudamiento. Otorgando subsidios y exenciones impositivas a los capitalistas incapaces de competir contra los más poderosos. Y mayores gastos asistenciales para los desocupados. Pero nunca el dinero será suficiente para todos. El equilibrio del sistema es inestable. Y siempre que haga falta el garrote contra los insumisos se hará presente el castigo.
Con el comienzo de cada nueva etapa se recrea la contradicción entre la producción y el consumo. Retornando el endeudamiento a los fines de cubrir los déficits inherentes a toda economía salarial. Tenga 50 por ciento de desempleados o, como en el pasado, cuasi pleno empleo. Para aplazar la crisis se produce un mayor endeudamiento y se vuelve a hipotecar el bienestar de las generaciones futuras. Y así, una vez más, volver a empezar. Pero cada vez más concentrada e internacionalizada la economía, mas endeudados los estados capitalistas y más pobres los trabajadores.
No hay un capitalismo productivo, bueno o salarial. Y uno especulativo, malo y de renta financiera. Sino que son cara y contracara de la valorización del trabajo como mercancía, devenido dinero o capital líquido.
No hay alianza posible entre la producción y el trabajo. Ya que en la era posfordista, para el capital, sobra trabajo. Y el que hay es permanentemente acosado por la necesidad de evitar la desvalorización del capital. Aumentando, para este fin, los niveles de explotación y el desempleo.
Es el fin de las burguesías nacionales, industriales y fordistas. Es el fin de la sociedad salarial de masas. Transnacionalización, producción oligopólica, concentrada comercialización y financiarización global, conforman un entramado único. No libre de hegemonías y contradicciones, pero homogéneo en su oposición al mundo del trabajo. Al que solo lo expolian, como energía objetivada en la mercancía y su transformación en capital.
Para no perecer el sistema, se produce la internacionalización y concentración de los capitalistas más poderosos. Y las clases dominantes nativas, perdieron hace tiempo, esta cualidad. Esto es lo que explica que no haya en la Argentina burguesías nacionales que puedan disputar un lugar en la hegemonía de los mercados. Son clases hegemónicas al interior de las fronteras nacionales para reprimir o disciplinar a los productores. Pero para sobrevivir en este mundo conducido por las clases mas poderosas del planeta, la minoría dominante Argentina, necesita integrar el circuito imperial. Recibir para cubrir los déficit de la economía salarial, la sangre succionada de los pueblos del planeta, encarnada en la moneda de los créditos externos. Y pagar con más moneda, o sangre popular Argentina, el tributo de la deuda. Siendo de este modo, nuestra burguesía, parte de la circulación ampliada del plusvalor o trabajo no retribuido al asalariado. Trabajo asalariado, déficit, endeudamiento y pago de la deuda externa, condiciones indispensables para integrar el sistema planetario capitalista.

Colectivo Nuevo Proyecto Histórico (NPH)
17 de julio de 2003

Cuarta y última entrega: Multitud. Psicología. Capitalismo. Anticapitalismo.

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