Iván Fuentes un año después
Esta semana se cumple un año del estallido de conflicto en Puerto Aysén. En 12 meses, a Iván Fuentes, uno de los líderes del movimiento de protesta, le cambió la vida. Se convirtió en charlista, viajó, ganó más dinero, vio poco a su familia, ahora quiere ser diputado. Muchos en su región lo critican. Así fue su metamorfosis.
por Ignacio Bazán
La Tercera
Domingo 10,feb,2013
Oscurece en Puerto Aysén, y sobre la mesa del comedor de Iván Fuentes (45) hay una tetera vieja y un pocillo de mate, al que, cada vez antes de tomar, le echa una cucharada de azúcar. “No vayan a saber los viejos que me gusta el mate dulce”, dice con tono culposo. Luego sonríe y toma un sorbo por la bombilla de metal.
Hace un año exacto, él fue el líder del Movimiento Social por Aysén, que hizo que la región se paralizara en busca de una solución a sus demandas: mejor conectividad, una zona franca, mejores servicios y sueldo regional, entre otras peticiones. Fueron 46 días de lucha en las calles, de paros de camioneros, de pueblos desabastecidos y de negociaciones con el gobierno, que tuvieron varios cortocircuitos. Fuentes se transformó en la voz del movimiento y en el principal negociador junto a Misael Ruiz, su socio y antiguo colega en los sindicatos de pescadores. Pero la lucha tuvo costos. Y durante el conflicto, varias veces Fuentes fue acusado de ser blando, de venderse, de tener agenda propia. Durante uno de esos días álgidos, Andrea Chiguay, su mujer, tomó un colectivo. Un pasajero hablaba de su marido. Decía que había entregado el movimiento. Ella, sentada atrás, derramó unas lágrimas en silencio.
Esas críticas renacen ahora, luego de que hace dos semanas la DC oficializó que Fuentes participará en las primarias de marzo por un cupo a diputado por Aysén. Esa decisión de perseguir una carrera política y dejar atrás su papel de líder de movimiento social ha levantado de nuevo suspicacias. Fuentes lo sabe: una parte de su región le ha vuelto a decir vendepatria y traidor.
Fuentes endulza su mate con azúcar. Pero no logra sacarse ese sabor amargo de la boca.
El charlista
La casa de Iván Fuentes está en la última calle del extremo norte de Aysén, a unos 20 minutos a pie del centro. La vivienda, que arrienda por 140 mil pesos al mes, es una antigua y precaria construcción de madera de dos pisos. Adentro, todo parece improvisado. Las ventanas están cubiertas por frazadas en lugar de cortinas; y el mobiliario se ve viejo y ajado. Algunas ventanas tienen hoyos que han sido parchados con nylon. Cinco de los siete hijos de Fuentes viven con él y su señora. Pero durante febrero cruzarán el puente Ibáñez -el mismo que, con su color naranjo furioso, se hizo famoso en los días de protesta- y se mudarán a la ribera sur del río Aysén. Su mujer, Andrea Chiguay, fue una de las 24 personas acreedoras a una casa en subsidio en 2003. Antes de habitarlas, las casas se hundieron y no pudieron ser ocupadas. La solución tardó 10 años en llegar.
El ambiente hogareño parece algo extraño para un hombre que tuvo un 2012 frenético. Un año en el que Iván Fuentes recorrió Chile dando charlas en las que relataba su experiencia de vida y contaba del movimiento social que lideró. Pasó por universidades, sindicatos, encuentros empresariales y fue el plato fuerte del congreso nacional de la DC. Recién ahora en verano ha podido pasar unas cuantas semanas en casa sin tener que hacer maletas.
Las primeras invitaciones llegaron poco después del 23 de marzo de 2012, día en que se cerró la negociación con el gobierno que dio término al conflicto. Dice que sus primeras 10 charlas las hizo gratis. Pero que después empezó a cobrar: de sus siete hijos, seis son menores de edad y debía mantenerlos. Nunca se animó a establecer una tarifa y pedía una colaboración voluntaria a la institución que lo llevara como orador. No sabe cuántas charlas hizo en el año. “Muchas semanas hice entre tres y cuatro. A las organizaciones sociales no les pedía nada, pero si era Icare o Homecenter o la Universidad Andrés Bello, pedía una colaboración”. En promedio, Fuentes calcula que la colaboración rondaba los 500 mil pesos por charla. Parte de ese dinero, asegura, lo ocupó para que sus compañeros de la mesa de negociación viajaran a Santiago para seguir el trabajo con el gobierno. El resto, para la familia.
Esas charlas le permitieron conocer gente que jamás se le habría cruzado en su rutina de pescador y buzo. Personajes como Claudio Orrego, Camila Vallejo, Giorgio Jackson, los hermanos Parisi, dirigentes del el PC o la elite empresarial en el congreso Icare. “Ahí les pude decir a las grandes familias de Chile que lo han hecho muy bien en posicionar al país como una economía competitiva en el mundo, pero que lo han hecho muy mal en ganarse la confianza del pueblo y en repartir mejor las ganancias”.
Mientras Fuentes hacía sus charlas, continuó como vocero del movimiento junto a Misael Ruiz. Pero ha sido este último quien ha llevado la carga principal de seguir los acuerdos que se lograron en la mesa de negociación. Fuentes dice que se decidió a darle esa potestad a Ruiz, pues es cercano a RN. “Decidimos hacerlo así para que el diálogo con el gobierno fuera más fluido. Por eso mismo, Misael era el más duro de nosotros durante el conflicto: él podía apretar más porque es de derecha. Pero es muy probable que, de haber un gobierno de centroizquierda, los papeles se inviertan y yo asuma un rol negociador más duro”. Fuente dice que, aunque no milita, se siente identificado con el PS.
A pesar de su precandidatura a diputado por la DC, Fuentes todavía habla como dirigente social. Muchos en Aysén vaticinan que terminará olvidándose del mundo sindical. Incluso, su principal socio, Misael Ruiz, pone una nota de duda: “Me parece bien que mi colega vaya como candidato, pero es algo que yo no haría. A mí hasta el ministro Hinzpeter me pidió que fuera por el puesto de alcalde aquí en Puerto Aysén, pero me negué. La tarea del movimiento está inconclusa, faltan muchas cosas que hay que ir siguiendo para que se cumplan. Y para eso uno tiene que tener libertad, algo que un cargo público te quita a la hora de negociar o de salir a la calle a protestar”.
Por ahora, aquí hay cierta tranquilidad con los resultados conseguidos por el movimiento. Entre los logros está la inauguración de una estación de hemodiálisis para los enfermos renales en Puerto Aysén, el comienzo de la construcción del nuevo hospital, que quedó entrampado desde el terremoto del 2007, y una barcaza nueva para el recorrido Puerto Montt-Aysén. Además, se instaló en la región la Universidad Austral con una carrera de Pedagogía. Entre los pendientes están el término de la Carretera Austral y políticas más concretas para la creación de una zona franca.
En el comedor de su casa, Iván Fuentes le pone otra cucharada de azúcar a su mate. En el piso gatea Dalila, su última hija, nacida durante el conflicto del año pasado.
- ¿Está conforme con lo logrado por el movimiento?
- La gente se queda con lo material, pero yo me quiero quedar con lo emocional, que nos permite seguir luchando. Ya ganamos con hacer que Chile sea un poco más largo. Ahora hay una sensación de que esta ya no es una región perdida. Ese es nuestro mayor triunfo.
El refugio
A unos 50 kilómetros de Puerto Aysén está la Villa Mañihuales. Aquí no viven más de mil personas. Hay un río que pasa entre grandes cerros, hay coihues, hay vertientes. Iván Fuentes sueña con tener un pedazo de campo en este lugar, tener cerezos y manzanos, cultivar la tierra, instalar columpios para sus hijos.
El 2006, en medio de un conflicto entre pescadores, la casa de Fuentes en Puerto Aguirre -a unas seis horas por mar desde Puerto Aysén- fue quemada. Había sido su morada por 15 años. Todo indicó en su momento que el incendio fue intencional, ya que Fuentes era el líder de una de las organizaciones en conflicto. Cuando ocurrió el siniestro, Fuentes se encontraba en Puerto Aysén y la casa estaba deshabitada. El lo tomó como una señal de que debía cerrar ese capítulo e iniciar una nueva vida en Puerto Aysén. Desde entonces que ahorra para comprarse un pedazo de terreno. “He decidido vivir más incómodo, pero juntar dinero. Llevamos siete años aguantando estrechamente, sin grandes lujos”.
El sector de Mañihuales se ha convertido en una quimera para Fuentes. También en un escape. Durante el conflicto de Aysén conoció a José Abello, quien tiene un campo de 80 hectáreas en esta zona. Abello llevaba mermeladas, carne, frutas y verduras a la familia de Fuentes. Así se hicieron amigos. Terminado el conflicto, entre los viajes y las charlas de Fuentes la casa de Abello, se convirtió en el refugio de su familia. “Si no quería ser ubicado, me venía hasta aquí con mi señora y mis hijos”, dice.
El día está inusualmente caluroso hoy en Mañihuales. Fuentes propone subir el cerro que está detrás de la casa de Abello. Dice que desde arriba está la mejor vista de la región. Después de media hora, uno alcanza la cima. Lo que se ve es una bucólica postal patagónica.
Justo arriba, Fuentes recibe una llamada. Le dicen que la DC regional ha oficializado su candidatura a diputado. Luego, por un par de horas, su celular no deja de sonar. “No sé por qué la DC filtró la información. Yo quería estar tranquilo junto a mi familia hasta marzo. Ahora se adelanta todo”.
A él le habría gustado ir por el PS, partido por el que Fuentes siente más afinidad. Pero dice que las pugnas regionales de los socialistas hacían imposible que su precandidatura fuera considerada. Y que, por otra parte, el senador DC por Aysén, Patricio Walker, siempre vio en él a una persona para potenciar en el ámbito público, incluso antes de la explosión social del 2012. Y que eso no se olvida.
“Cuando lo conocí lo encontré muy articulado y lúcido”, cuenta el senador Walker. “Conseguí que lo recibieran en las comisiones, fundamentalmente de pesca, y desarrollamos una amistad. Es verdad que en Aysén ha tenido críticas de personas que tienen una rivalidad con él, pero el apoyo que tiene en las bases, en la gente de a pie, es muy superior. Para convencerlo de ir por un cupo DC le conté de Manuel Bustos, un gran democratacristiano que pasó del mundo sindical a la cámara de diputados. Eso a Iván le gustó”.
Mientras Fuentes sigue hablando por celular, Abello -que es militante DC desde 1958- dice que va a ser su apoderado en las elecciones. Cuando Fuentes deja de hablar, su amigo le dice: “Iván, tú ya eres DC, lo que pasa es que no te has dado cuenta”. Fuentes lo mira descolocado.
La familia
De vuelta en su casa, Fuentes habla de sus primeros años mientras en la televisión se transmite un reality con el volumen en cero. Fuentes habla y va poniendo azúcar a su mate. Cuenta que nació al interior de Longaví, en la VII Región, en una familia de 12 hermanos. Su padre era herrero forjador. Recuerda que cuando su padre se fue a trabajar apatronado al fundo Loma La Tercera, tuvo que entregar sus herramientas al mismo fundo. Eran otros códigos laborales. “Todavía en esa época había patrones que les pegaban a los trabajadores. A mi viejo nunca le pasó, por suerte”.
Raramente iba al colegio. A los 8 años lo adoptó una pareja de profesores rurales, quienes veían que Fuentes tenía potencial, pero que desaparecía de clases para trabajar en un campo vecino. Los padres de Fuentes aceptaron la propuesta de Misael Pinares y Lucía Aguilera, los profesores rurales, con una condición: “Si vas a estudiar, te vas con ellos. Si no, te quedas con nosotros”, le dijo su madre. Y aunque Fuentes no cambió sus apellidos y la adopción no se materializó en términos legales, sí se fue a vivir con ellos. No fue fácil el ajuste. Los profesores veían que la motivación no aparecía y le fueron comprando cosas materiales para que se quedara. Una mesa de pimpón, guantes de boxeo. De no irse con ellos, Fuentes no habría aprendido a leer ni escribir. Al menos, no de niño.
Luego sus padres lo mandaron a un internado en Linares. Ahí salía a la calle a protestar contra Pinochet. Los sacerdotes a cargo le dijeron a Misael Pinares que mejor se llevara a Iván a Valdivia, donde estaba viviendo en ese momento. Allí, Fuentes empezaría un recorrido hacia el sur, hasta llegar a Aysén. En Entre Lagos terminaría su tercer y cuarto medio y conocería a su primera esposa. Con su primer hijo recién nacido, se internaría en el mar de Chiloé, en una vida de faenas itinerantes que duraría tres años. Iba de isla en isla armando carpas hechas con nylon, buceando y sacando mariscos. Se estableció finalmente en Puerto Aguirre, a los 23 años, sin su primera esposa, quien no se acostumbró al estilo de vida del mar. Vivió ahí hasta el incendio que le destruyó la casa el 2006. “Para mí la pesca era aventurera, un poco como una apuesta, porque tiras el espinel y no sabes cuántos peces van a picar. Yo me ponía el buzo, en cambio, y sabía que mi tarea la iba a hacer, que era cuestión de horas. Ahora llevo dos años y medio sin pescar y lo extraño”.
Fuentes dice que es creyente y que su gran ídolo es Jesucristo, porque “vivió la pobreza, amó a los pobres y sintió los rigores del poder”. Se considera católico y habla con soltura de sus tres matrimonios, aunque en ninguno se casó por la Iglesia. Su vida sentimental es un verdadero rompecabezas. De sus siete hijos, Misael (23), el primogénito, es de su primera mujer. Con su segunda pareja tuvo a Diego (15) y Brandon (10). Con Andrea Chiguay, su tercera mujer, fue padre de Alan (14), Gerald (12) y Aracely (8) cuando todavía no eran una pareja oficial. Luego vino Dalila (1). Chiguay, que tiene 31 años y es 14 años menor que Fuentes, cuenta que se conocieron en Puerto Aguirre, mientras él todavía estaba con su segunda esposa. A los 16 años quedó embarazada y nació Alan. “De ahí en adelante, aunque a mi familia no le gustaba, yo no podía estar con otro hombre -dice ella-. El 2006, cuando a Iván le incendian la casa, aprovecha de cerrar su vida en Puerto Aguirre, se separa y se viene a Aysén conmigo. Yo me había venido unos años antes”.
Su mujer ha sido la principal detractora de que Fuentes siga una carrera política. Eso significará que su marido pasará aún menos tiempo en casa. Pero hay un motivo que ha hecho que Chiguay ceda. Cuenta que uno de los hijos de Fuentes con su segunda mujer, Brandon, sufre distrofia muscular. El niño, que vive en Osorno junto a su madre, se atiende en el centro de la Teletón de esa ciudad. La idea de Fuentes, de llegar al Congreso, es ayudar económicamente a su hijo con tratamientos privados complementarios. “Brandon es la gran espina que lleva clavada Iván, por eso no habla de él -explica la mujer-. Cada vez que lo ve, su hijo tiene menos movilidad”.
El miedo
Cae el sol en Puerto Aysén. Fuentes camina y saluda a la gente con naturalidad, sin exagerar. Menciono la opinión de su colega Misael Ruiz sobre su candidatura y él asiente con resignación. “Ya sé lo que piensa, me lo ha dicho. El cree que desde el movimiento podemos hacer más”.
Fuentes sabe que la opinión de Ruiz es parecida a la de muchos en Aysén. Y reconoce que existe en él un miedo a decepcionar, a no cumplir con las metas que se propone al llegar al Congreso. “Hay gente que me dice que no me meta en política, que me voy a ganar una apatía en lugar de una simpatía. La familia también se resiste… Pero en la calle son más los que me dicen que hay que ganarse un espacio, que es bueno que represente a la región”.
Frente a su casa, de regreso desde el centro de Aysén, Iván Fuentes comienza a justificar el sueldo que recibiría en el caso de ser parte de la Cámara Baja. Suena como un ejercicio suyo para tranquilizar la conciencia. El dinero, los cerca de 6 millones líquidos mensuales que gana un diputado, lo pone nervioso. Eduardo Gallardo, un amigo y dirigente que fue parte de la mesa de negociación con el gobierno el año pasado, le dice que se tranquilice, que es hora de representar en la región y que nunca ha visto a un diputado dando disculpas por el dinero que gana. Fuentes está de acuerdo, pero el asunto lo complica.
Entonces, por primera vez en tres días, decide hablar de Brandon. Dice que buena parte de este esfuerzo es también para poder ayudarlo a él. Que su vida de pocos lujos está cubierta con su casa, su motor para salir a pescar y sus dos botes. Pero que en un eventual cargo, buena parte de su remuneración sería para ayudar a su hijo enfermo.
Fuentes se despide. Entra a su casa. Sigue algo inquieto. Ya ha dicho que está como en una encrucijada. La pesca y la vida de hogar, por un lado; una vida de aviones y de batallas políticas, por el otro. Sabe que tomó este segundo camino. Pero igual le queda un gusto amargo, que no se pasa con el azúcar que mezcla, casi a escondidas, en el mate.