Alberto Acosta, único candidato presidencial que teje puentes con las comunidades originarias

Los demás candidatos en Ecuador no tienen interés



Indígenas y preguntas para candidatos
Publicado el 12/Febrero/2013 | 00:51
¿Por qué los comuneros dejan sus llactas y migran a medios hostiles y ajenos?

Ileana Almeida*

analisis@hoy.com.ec

A pesar de que las comunidades quichuas de los Andes ecuatorianos, herederas del Tahuantinsuyo, a lo largo de la historia han sido víctimas del saqueo y el olvido, en sus pequeños territorios el sentido de pertenencia a lo runa se mantiene.

Aunque se las tilda de retardatarias, sobreviven, y constituyen una innegable realidad en nuestro país. Se calcula que en el Ecuador hay más de 3 000 comunidades indígenas.

Los comuneros viven de manera sencilla, respetan su entorno natural, confían en sus dirigentes, hablan quichua, controlan su vida social, se curan con sus yachak, educan a los niños en los valores ancestrales, se relacionan con lo sagrado a través del quichi (arco iris), el árbol quishuar, el chuza lungu y sus raymis cíclicos.

Para la administración, las comunidades son remanentes del pasado que no están a la altura del Estado. De los ocho candidatos presidenciales, solo uno, Alberto Acosta, ha visitado varias comunidades runas, tendiendo así un puente entre la tradición y la reivindicación política.

Históricamente las pequeñas organizaciones comunales han sobrevivido a las estructuras económicas y políticas de los estados.

Primero a las del Estado español, imperial y cristiano, que diferenció muy bien entre conquistadores y conquistados; luego a las del Estado nacional, daltónico frente a los derechos de las naciones originarias.

Colonialidad y exclusión nacional no se han superado, y ahora las comunidades tienen que vérselas con un Estado liberal de mercado y progreso que exige cada vez más recursos naturales ,que privilegia a las empresas en la producción de alimentos, que impone leyes, reprime la protesta social, fomenta el racismo, reemplaza a identidad con la ciudadanía. Los runas deben abandonar sus chacras y migrar a las ciudades.

En esta época de elecciones, la televisión somete a los candidatos a interrogatorios “de actualidad”, que ya se presentaban en los años setenta y ochenta en los Estados Unidos: aborto y homosexualidad, seguridad y reducción de impuestos.

Los entrevistados responden con rapidez y concisión. Serían capaces de responder con similar presteza a preguntas como: ¿por qué no se consideran actores de los cambios políticos y sociales a los indígenas, los dueños originales de estas tierras?, ¿por qué los comuneros dejan sus llactas y migran a medios hostiles y ajenos?, ¿quién se encarga de reparar y recuperar los campos comunales?, ¿en qué condiciones viven los migrantes en los barrios periféricos?, ¿existe alguna institución que les ayude a conseguir trabajo?, ¿hay centros especializados para preservar las lenguas y culturas?, ¿con qué medios de salubridad se cuenta?, ¿cómo afecta el racismo a los indígenas que llegan a las urbes? Son preguntas a las que no dan respuesta los estribillos de “revolución ciudadana”, “socialismo del siglo XXI”, “la patria ya es de todos”, y peor aún “con infinito amor”.

*Filóloga, imvitada de HOY