Italia: La Coordinadora Rebeldía y la experiencia de la ocupación “Municipio de los Bienes Comunes”

Experiencia italiana que se nutre del ejemplo zapatista de autonomía y democracia directa



Roma, Italia. La ocupación Municipio de los Bienes Comunes era una fábrica de pintura abandonada y ahora es un espacio que ayuda a la gente a sobrevivir a la crisis económica y a reconstruir el tejido social; en marzo se decidirá su futuro, amenazado por un ayuntamiento que da prioridad a la propiedad privada de los espacios públicos.

En octubre del año pasado, un grupo de colectivos, organizaciones e individuos agrupados en la Coordinadora Rebeldía de Pisa, ocuparon una antigua fábrica de pinturas abandonada para convertirla en un espacio abierto a toda la gente. Se trata de una experiencia que ha rendido no pocos frutos pero que hoy se encuentra bajo amenaza de desalojo por parte de la policía, luego de que la multinacional J-Colors decidió presentar una denuncia tras poco más de 15 años de abandono y desinterés. Francesco Biagi cuenta, en entrevista con Desinformémonos, la historia de esta experiencia política italiana que se nutre del ejemplo zapatista.

Los orígenes de la Coordinadora Rebeldía

Inicialmente, Rebeldía era un colectivo universitario organizado en el contexto de las protestas contra el G-8 en Génova, en 2001, y que continuó trabajando para denunciar la brutal represión de aquel entonces. Posteriormente participamos en las protestas contra la guerra en Irak, en 2003 con varias iniciativas, principalmente bloqueando el paso de los trenes que llevaban armas para el ejército. Fue así como un grupo de estudiantes decidimos ocupar un edificio abandonado de la Universidad de Pisa para convertirlo en el Laboratorio de Desobediencia y Rebeldía.

La ocupación sólo duró un par de meses porque nos desalojaron, pero después hicimos una segunda, también dentro de la Universidad. Con ésta se agrandó la participación de la gente, de manera que se acercaron otras asociaciones. como la gente de Critical Mass (que promueven el uso de la bicicleta), un grupo de cocina biológica popular y muchos más compañeros. Desgraciadamente este espacio también fue desalojado.

En parte, el resultado de la esta primera experiencia fue positivo porque logramos que dos espacios que estaban abandonados fueran rehabilitados por las propias autoridades universitarias después de los desalojos. Sin embargo, seguía faltando un espacio de uso popular en la ciudad, de manera que hicimos varias ocupaciones simbólicas para hacer visible esta necesidad. Gracias a la presión, el alcalde de entonces, Paolo Fontanelli, se mostró dispuesto a dar un espacio a Rebeldía, de manera se nos entregó un edificio cerca de la estación Central de Pisa. En este espacio se llevaron a cabo una infinidad de actividades sociales entre 2006 y 2011. Durante estos años, Rebeldía dejó de ser un simple colectivo político para convertirse en el Proyecto Rebeldía, gracias a la inclusión de muchas otras asociaciones que se habían unido para utilizar el espacio.

Nosotros sabíamos que no estaríamos ahí por siempre, aunque teníamos un acuerdo con el gobierno de que contaríamos con otro espacio en el caso de que ellos necesitaran el nuestro. Pero en 2008, con la llegada de Marco Filippeschi a la Alcaldía de Pisa, las cosas comenzaron a cambiar. Desde el principio las relaciones con el nuevo síndico –también de centro izquierda– fueron difíciles; denunciamos en varias ocasiones su modo de gobernar y su política de entregar cada vez más espacios públicos al sector privado.

Además, denunciamos el racismo del actual gobierno de Pisa, en particular contra la comunidad rom (los así llamados “gitanos”), sobre todo en lo que se refiere a los violentos desalojos de los campamentos de esa comunidad. No es casual que la actitud de Filippeschi haya merecido una condena por parte del Consejo Europeo en septiembre de 2011. La condena resultó ser un golpe muy fuerte para el alcalde, y en parte ello justifica la actitud de su gobierno hacia nosotros.

Es así como en 2011 se nos pidió que abandonáramos la ocupación. El ayuntamiento nos ofreció una bodega para guardar nuestras cosas y prometió buscar un espacio para continuar con las actividades del Proyecto Rebeldía. Este acuerdo no fue respetado por el ayuntamiento. El alcalde nos propuso participar en una convocatoria arreglada, es decir, nos dijeron que abrirían una convocatoria fingiendo que sería para todas las asociaciones, pero que al final seríamos nosotros quienes ganaríamos. Con esta promesa nos proponían un intercambio en el que ellos nos daban el espacio, pero nosotros debíamos aceptar que el asesor de las políticas sociales controlara todas las actividades. Querían controlarnos desde arriba. Nosotros obviamente dijimos que no a este chantaje, y al hacerlo la prensa nos presentó como intransigentes.

Durante meses hicimos muchas manifestaciones denunciando la burla de las autoridades y exigiendo un espacio. Ocupamos el Consejo Comunal e hicimos varios plantones, como los indignados en España, pero nunca tuvimos respuesta. El alcalde siempre ha dicho que él es el jefe en Pisa y que nosotros poníamos a la ciudad en su contra, cuando en realidad era claro que él no quería darnos el espacio y que quería hacernos morir como proyecto. Y lo quería porque siempre hemos sido incómodos, sobre todo porque denunciamos los acuerdos y las componendas corruptas de este gobierno, al igual que la falta de respeto hacia los inmigrantes. Entonces, es obvio que ellos nos quieren fuera. Fue así como en las asambleas nació la idea de ocupar otro espacio por nuestra cuenta.

Nos decidimos por una fábrica de pintura que llevaba abandonada muchos años. Es una fábrica que simboliza perfectamente la crisis económica en Pisa. Pertenecía a un empresario local que quebró en 1998 y se vio obligado a vender a la multinacional J-Colors. Curiosamente, esta multinacional cerró pocos meses después porque decidieron mudarse a China, dejando tras de sí a decenas de personas sin empleo y una estructura de 14 mil metros cuadrados en el abandono. En realidad, lo que hizo J-Colors hizo fue eliminar a un competidor y adueñarse las propiedad intelectual de los métodos de producción locales.

Cuando decidimos ocupar, en octubre de 2012, el razonamiento fue que eran ya dos años de protestas por el desalojo, por las burlas del municipio y en general por la situación que vive la ciudad actualmente. Sin darnos cuenta, muchos otros proyectos se agregaron. Hablamos con la gente y le preguntamos si estaba dispuesta a ocupar con nosotros, y de ahí nació una relación más estrecha y madura con todos los que nos habían apoyado, porque estaban de acuerdo en construir esta ocupación. De ahí nace el Municipio de los Bienes Comunes.

El Municipio de los Bienes Comunes

Elegimos la palabra “municipio” inspirados en la idea zapatista del municipio autónomo. De hecho el nombre Rebeldía nació porque algunos de nuestros compañeros médicos estuvieron en Chiapas a principios del 2000, poniendo a disposición sus saberes en algunas comunidades zapatistas; pero además porque consideramos que el zapatismo es un ejemplo político que debemos reivindicar con fuerza. Quisimos llamarlo “municipio” teniendo en cuenta el principio de democracia directa de las comunidades zapatistas. Y es que para nosotros, el zapatismo es una inspiración en nuestra práctica cotidiana. Sabemos que hoy existen los Caracoles, pero bueno, nuestra idea es también la de la autonomía.

Por otro lado, el bien común es un concepto que nace en Italia con la campaña por hacer pública la gestión del agua, pero nosotros queríamos ir más allá, es decir, no sólo el aire, la naturaleza y el agua son bienes comunes, también lo es el territorio y los espacios sociales. La fábrica fue un despojo llevado a cabo por el capitalismo, ahora vemos que el capitalismo lo abandona y nosotros lo ocupamos, lo cuidamos y ya lo hemos transformado. Unimos, pues, la idea de municipio a la idea de bien común, pensando en la creación de una posibilidad distinta de vida y de existencia en esta ciudad.

La gestión del espacio

Durante la semana hay muchos estudiantes que se acercan para trabajar en sus tareas. Se hacen comidas y cenas populares. Hay muchas actividades contemporáneas: un gimnasio popular; cursos de árabe dos veces a la semana; hay distintos colectivos dentro del municipio que hacen sus propias asambleas. Los lunes se realiza una reunión general en donde se habla sobre la organización del espacio. Hemos abierto el municipio a todos los que tienen necesidad de ocuparlo y formar parte es también una responsabilidad colectiva.

En ese sentido, el Municipio de los Bienes Comunes ha significado una puerta de acceso a otras formas de participación política para mucha gente. Hay personas, por ejemplo, que organizan cursos de danza del vientre, acróbatas, músicos y muralistas que al inicio venían porque tenían la posibilidad de hacer sus actividades en el espacio, pero que después se han ido acercando a la cuestión política propiamente, a la participación en las asambleas y a decidir colectivamente sobre el espacio.

Además de los turnos para hacer la limpieza, la comida y las guardias, hay comisiones que se encargan de asuntos más específicos. Algunos compañeros, por ejemplo, se ocupan de las instalaciones eléctricas porque tienen experiencia o trabajan directamente como electricistas; otros más están viendo ahora mismo cómo instalar un servicio de internet gratuito. Tenemos una comisión de logística que se encarga de ver qué lugares se pueden utilizar y cuáles no, porque de los 14 mil metros cuadrados que tiene la ex-fábrica, actualmente se cuenta con poco más de 2 mil 500 metros cuadrados utilizables. Es decir, hay mucho trabajo por hacer y poco a poco estudiamos los distintos espacios para agrandar la ocupación. También se ven las cuestiones de la cocina y de la protección. Se busca la manera de que haya siempre alguien ahí, pero más allá de los estudiantes que vienen a trabajar en sus tareas o a preparar exámenes hay gente de todas las edades y de muy distintas proveniencias.

La cosa más bella es que en el municipio tu encuentras gente de todas las edades. El grupo de artesanos, por ejemplo, que nació hace poquísimo, está tratando de hacer un taller de carpintería y otro de herrería, casi todos son abuelos, gente mayor que actualmente se dedica a ello y que tiene ganas de abrir un laboratorio. En esta ocupación la parte estudiantil existe y es importante, pero no fundamental.

El municipio es un espacio verdaderamente ocupado por la gente. Aquí se hacen fiestas de barrio en donde las familias ocupan verdaderamente el espacio. Hicimos un carnaval dedicado a los usos y costumbres de las distintas culturas de otros países que tienen presencia en Pisa, prácticamente organizado por las comunidades migrantes en el que cada una se expresaba con su bagaje cultural en la fiesta. Fue una fiesta muy bella en donde participaron muchos niños.

Muchos de nuestros compañeros son desempleados o tienen trabajos precarios, uno que otro trabaja. Es una realidad que reúne no sólo edades diferentes sino también sensibilidades políticas diferentes: hay anarquistas, pacifistas, comunistas, de todo. Desde este punto de vista podemos decir que la ocupación es horizontal, y por eso comentaba que la práctica zapatista es un ejemplo, porque nosotros aquí hemos querido unir a la gente que se siente de abajo y a la izquierda. A partir de esta unión abierta y plural hemos sido capaces de unir a mucha más gente.

La amenaza de desalojo

Hicimos una asamblea urgente apenas supimos de la intención de desalojarnos. La idea que surgió fue la de ocupar todavía más el espacio con actividades, demostrar que este espacio es importante para la ciudad. Somos conscientes de no poder defendernos con la fuerza, y de todas formas esa no es nuestra vía. Nuestra fuerza es política y social, el hecho de que esta antigua fábrica se convierta verdaderamente en un municipio, en una ciudad; que se vuelva un espacio en el que las personas que viven en Pisa sepan que pueden construir la ciudad que quieren, abierta e incluyente. Le apostamos a esto.

Por otro lado, nos hemos sorprendido al recibir el apoyo de varias personalidades, en particular de varios académicos especialistas en Derecho italiano, y de la asociación Libera, que lucha contra la mafia en toda Italia.

La de los jurístas es una postura interesante, pues en Italia la propiedad privada se encuentra sujeta a su utilidad social, es decir que no puede ser absoluta. Entre los académicos se encuentran Paolo Maddalena, Vicepresidente de la Corte Constitucional; Ugo Mattei, Alberto Lucarelli, Stefano Rodotà, Luca Nivarra y Maria Rosaria Marella, todos ellos importantes profesores de jurisprudencia, que anteriormente dieron asesoría al movimiento nacional que impulsó el referéndum nacional sobre la gestión pública del agua.

Estas personalidades manifiestan que nuestra ocupación es legítima desde el punto de vista constitucional. Hay un artículo en la constitución italiana, el 42, que dice que la propiedad privada no puede ser absoluta y que debe tener una función social. Teniendo en cuenta que la multinacional J-Colors se desinteresó del espacio y que hay una colectividad que lo cuida, pues es más importante la colectividad que la propiedad privada.

Obviamente sabemos que la fuerza pública puede hacer lo que quiera, se sabe cómo actúa la policía en el sentido de que tienden a defender los derechos de los más fuertes, pero nosotros estamos probando a defendernos también desde un punto de vista jurídico. Para nosotros es fundamental que estos grandes estudiosos del derecho italiano digan que la ocupación es legítima.

La ocupación en la ex-fábrica de pintura abrió una serie de actividades de formación social y política que en estos momentos ayudan a la gente a sobrevivir a la crisis económica. Es una respuesta desde abajo a la crisis económica que está reconstruyendo el tejido social. Por ahora, sabemos que el espacio no será desalojado hasta que pasen las elecciones del próximo 24 de febrero; sin embargo, el verdadero riesgo será a partir de marzo, cuando el juez deberá decidir si darle la razón a una multinacional que ha estado ausente del territorio por poco más de 15 años, o a la gente que ha hecho decidido ocupar ese espacio para volverlo un bien común.