Bolivia: ¿Quiénes son los enemigos de Evo y del MAS?

El presidente, en el Ampliado del MAS, en Cochabamba, declara enemigos a los y las que critican al gobierno y al MAS



Nota de Clajadep:
La página de Rebelión publica este artículo cambiando el título. Eso no se hace, compañeros. De todos modos Rebelión está de felicitaciones, pues no ha transformado a Prada en su “enemigo” y sigue publicando sus materiales con un criterio amplio que deberían seguir los encargados de publicar temas sobre Chile, que han cerrado las puertas a los escritos del Profesor J ante la solicitud del Partido Comunista chileno, cuya alianza con el bloque neoliberal de los partidos de la Concertación ha sido como estar “en la cama” con el enemigo y es denunciada por el profe, lo que, obviamente, hay que silenciar. Se supone que somos compañeros, por lo que la actitud de los encargados de Chile la seguiremos denunciando al mismo tiempo que apoyamos la amplitud y pluralismo de Rebelión como medio.
Por otra parte, al momento de divulgarse el artículo que traemos, el blogg de Prada “Horizontes nómadas” dejó de existir. El de hoy ha sido publicado en Bolpress.
Prada junto con García Linera -actual vicepresidente boliviano-y otros intelectuales bolivianos fundaron años atrás el grupo de estudios marxistas “La Comuna”, pero el exacerbado estatismo, aparatismo y burocratismio de García obligó a un distanciamiento de parte del sector consecuente de aquel espacio. Vamos al grano:

¿POR QUÉ NO SE ACEPTA, NO SE TOLERA, LA CRÍTICA?
¿Quiénes son los enemigos de Evo y del MAS?

El presidente, en el Ampliado del MAS, en Cochabamba, declara enemigos a los y las que critican al gobierno y al MAS. ¿Por qué no se acepta, no se tolera, la crítica? ¿Se cree que se está en la verdad suprema, fundamental, qué se es la verdad misma, ya no solamente en el sentido yo soy el Estado, sino yo soy el proceso de cambio? Vamos a intentar un análisis de las connotaciones, teóricas y políticas, de esta declaración hostil.

Raúl Prada Alcoreza

El concepto de lo político
Una idea estructurante de la política ha sido la definición del enemigo. La política se ha conformado y constituido en esta práctica constante de definición del enemigo. Carl Schmitt ha planteado una teoría en relación a esta concepción de la política. En el Concepto de lo político Carl Schmitt escribe: La diferenciación específicamente política, con la cual se pueden relacionar los actos y las motivaciones políticas, es la diferenciación entre el amigo y el enemigo[1]. Refiriéndose a esta diferenciación básica de lo político el teórico nacional socialista dice: La diferenciación entre amigos y enemigos tiene el sentido de expresar el máximo grado de intensidad de un vínculo o de una separación, una asociación o una disociación. Un poco más abajo aclara:
El enemigo político no tiene por qué ser moralmente malo; no tiene por qué ser estéticamente feo; no tiene por qué actuar como un competidor económico y hasta podría quizás parecer ventajoso hacer negocios con él. Es simplemente el otro, el extraño, y le basta a su esencia el constituir algo distinto y diferente en un sentido existencial especialmente intenso de modo tal que, en un caso extremo, los conflictos con él se tornan posibles, siendo que estos conflictos no pueden ser resueltos por una normativa general establecida de antemano, ni por el arbitraje de un tercero “no-involucrado” y por lo tanto “imparcial”.
Refiriéndose a la definición de enemigo, Carl Schmitt escribe: El enemigo no es, pues, el competidor o el opositor en general. Tampoco es enemigo un adversario privado al cual se odia por motivos emocionales de antipatía. “Enemigo” es sólo un conjunto de personas que, por lo menos de un modo eventual — esto es: de acuerdo con las posibilidades reales — puede combatir a un conjunto idéntico que se le opone. Enemigo es solamente el enemigo público, porque lo que se relaciona con un conjunto semejante de personas — y en especial con todo un pueblo — se vuelve público por la misma relación. El enemigo es el hostis, no el inmicus en un sentido amplio; el polemios, no el echthros.
Este teórico nacional socialista construye el concepto de lo político a partir de la identificación del enemigo. Debemos anotar que Carl Schmitt es tomado en cuenta tanto por la intelectualidad de derecha como de izquierda, está última sobre todo por sus proximidades a la definición del enemigo y al concepto de lo político en la teoría de la lucha de clases. Carl Schmitt se apasionó con las tesis políticas bolcheviques y el concepto de guerra prolongada de Mao Zedung, considerando tanto las tesis del enemigo de clase, así como también la estrategia insurreccional y la táctica guerrillera. Se comprende, de alguna manera, esta suerte de afinidad o empatía de un teórico que concibe la política como hostilidad con las tesis bolcheviques y maoístas, que derivan de la teoría de la lucha de clases, aunque se coloquen en diametrales y opuestas posiciones políticas. Se puede explicar ciertos parecidos debido a la concepción de lo politico y la práctica política experimentada como hostilidad. La política aparece como continuidad de la guerra. Empero, lo que queremos anotar, por el momento, es la definición del enemigo como enemigo público, no privado, no personal. ¿Qué consecuencias tiene esta definición?
Enemigo es otro bloque capaz de combate. No personas individualizadas. Cuando el presidente declara en el Ampliado del MAS de Cochabamba que son sus enemigos ciertas personas que critican al gobierno y al MAS, quienes ocuparon funciones en el gobierno, ¿qué quiere decir? ¿Son enemigos privados, personales, o enemigos públicos? En el primer caso, de acuerdo a la definición de Carl Schmitt, no serían enemigos políticos; en cambio, si se trata del segundo caso, lo son. Ahora bien, ¿de qué modo lo son? ¿De qué bloque forman parte? El presidente forma parte de un bloque de poder, bloque que ya tiene el control del gobierno y del Estado, que cuenta con el apoyo innegable de su partido, el MAS, además de las dirigencias de las organizaciones campesinas, la simpatía popular, aunque parece mermada por un desgaste sufrido, sobre todo durante la segunda gestión de gobierno. ¿Cuál es bloque del que forman parte los enemigos nombrados por el presidente? ¿La clase media, como ha mencionado en su “tesis sociológica”? ¿Es entonces la “clase media” la enemiga? ¿Quiénes forman parte de la “clase media”? Según ciertos usos sociológicos marxistas, los que no son ni burgueses ni proletarios, están al medio. ¿Los campesinos son “clase media”? Para algunos marxistas, si. Parta otros, debemos hablar de lucha de clases en el campo, donde se dan dos tendencias; una, la mayoritaria, la tendencia a la proletarización; dos, la minoritaria, la tendencia al aburguesamiento. En las ciudades serían “clase media” los artesanos, los cuenta propistas, los que se baten en la nominada “economía informal”; por lo tanto, también afectados por la tendencia a la proletarización. Así como se identifica como “clase media” a los profesionales, a los pequeños y medianos propietarios de casas, automóviles, incluso terrenos, a los que cuentan con un pequeño capital, guardado en los bancos. Sobre todo en las grandes urbes se congregan estos conglomerados variantes y diferenciales de las llamadas “clase media”. ¿Entonces el gobierno del MAS enfrenta a la “clase media”? ¿El MAS contiene a parte de la llamada “clase media”? ¿Sus ministros, sus asambleístas, sus funcionarios, la mayoría de sus militantes, no son “clase media”? ¿De qué se trata entonces? ¿A qué “clase media” enfrenta el presidente?
Por otra parte, ¿las personas mencionadas defienden los intereses de la “clase media”? Por lo que se conoce de sus discursos, declaraciones y críticas, el conflicto con el gobierno tiene que ver con la defensa de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios, con la defensa de la Constitución, con la defensa de los postulados descolonizadores, con la defensa de los recursos naturales frente a un matizado dominio de las empresas trasnacionales, la defensa del proletariado nómada, la defensa del proyecto de Estado plurinacional comunitario y autonómico. Estas defensas no pueden circunscribirse a la defensa de los intereses de la “clase media”, aunque en parte la contengan. ¿Entonces cuál es el enfrentamiento político? ¿En el fondo, efectivamente, qué defiende el presidente?
Por ejemplo, en el conflicto del TIPNIS, ¿a quién defiende? Se enfrenta a las comunidades del territorio indígena comunitario imponiendo la construcción de una carretera que pasaría por el núcleo del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro-Sécure. ¿Defiende los intereses de los sindicatos campesinos productores de la hoja de coca del Bloque 7? ¿Defiende los intereses de la Federación del Trópico de Cochabamba, por lo tanto de de los campesinos productores de la hoja de coca del Chapare? ¿Defiende los intereses de las concesiones petroleras a PETROBAS y PDBSA en la zona boscosa del TIPNIS; lo que vendría a ser el núcleo del área protegida? ¿Defiende los intereses mutuos del gobierno boliviano y el gobierno brasilero, comprometidos en convenios y préstamos para financiar la construcción de la carretera? Al respecto, en relación a este cuestionario descriptivo, sería más complicado preguntarse si ¿defiende el desarrollo frente al subdesarrollo, como pretende cierto discurso oficial de propaganda? ¿También sería más complicado preguntarse si defiende los intereses de la integración del país frente a la “ocupación imperialista” de la Amazonia, como pretende el libro del vicepresidente sobre la geopolítica de la Amazonia? Estos grandes temas ya no son descriptivos, requieren una polémica más teórica, polémica que tocamos en otros textos. Ahora, preferimos mantenernos en un plano descriptivo, para poder abordar la problemática del bloque enfrentado en la política boliviana, en la coyuntura presente.
No vamos a exponer nuestras hipótesis sobre los intereses que están detrás de las políticas del gobierno, ya lo hicimos en otros escritos[2]. No se trata de eso, de una interpelación o, en su caso, una denuncia, sino comprender qué significado tiene el declarar enemigos a los/las críticos/cas del gobierno y el MAS. ¿Entonces, por qué son enemigos del gobierno y del MAS? Lo primero, el ser enemigos del gobierno, parece comprobarse cuando los críticos denuncian a un gobierno entreguista, un gobierno anti-indígena, un gobierno contra-proceso, un gobierno que está en contra de la Constitución. Independiente que sea cierto o no lo que dicen, lo que queda claro es que están contra el gobierno. Lo segundo es más complicado resolver, pues las interpelaciones de los/las críticos/cas parecen dirigirse a la militancia de base para que reaccione y se incorpore a la re-conducción el proceso. Eso por lo menos quedó claro en el documento del Manifiesto de re-conducción del proceso de cambio. Hay por cierto calificaciones fuertes respecto del MAS como, por ejemplo, nuevo populismo, partido prebendal y clientelar, instrumento reducido a la convocatoria electoral, incluso se usan calificaciones más duras; sin embargo, todavía no se puede deducir que los/las críticos/cas consideren al MAS como el bloque enemigo, aunque el presidente considere enemigos del MAS a los/las critos/cas. El juego de la interpelación todavía mantiene el tono de la convocatoria a las bases. Como se puede ver, no es tan simple resolver estos dilemas, aunque el presidente los considere sus enemigos.
¿Ser enemigo del presidente es ser enemigo del MAS? Seguramente buena parte de la dirigencia del MAS considera que es así. ¿Es el presidente el MAS? También una parte de la dirigencia probablemente crea que es así. ¿Entonces, que son ellos/ellas si el presidente es el MAS? Si el MAS no tiene vida propia, dinámica organizativa y deliberativa, no hay partido; sólo hay un líder y la proyección de su sombra inhibidora. No se trata de negar el papel articulador de Evo Morales Ayma en la conformación y crecimiento del MAS; es indudablemente que Evo Morales es un acontecimiento político. ¿Pero, seguirá siéndolo? ¿Ahora, articula o desarticula, teniendo en cuenta los últimos conflictos? ¿Cohesiona o des-cohesiona? ¿Su figura interpela al poder, como lo hacía antes, o, mas bien, legitima el poder, como parece hacerlo ahora; por lo tanto, ya no interpela? En este sentido, ¿Qué significa ser enemigo del MAS? ¿De cuál MAS? ¿De la masa de votantes, de los militantes de base, de la organización misma, del movimiento que sufre su propio desgaste, de la dirigencia, de la cúpula, de la camada de llunk’u, del caudillo? Tampoco se trata de disputarle el MAS al presidente, es indiscutiblemente su líder. Se trata de comprender que está en juego en eso de enemigos del MAS.
De aquí en adelante algunas hipótesis. La primera: Lo que está en juego es un estilo de gobernar y un estilo de conducir el MAS, un estilo de partido. Un mando concentrado, personalizado, apoyado por un grupo estrecho y de confianza de colaboradores. Lo que está en juego es una estructura vertical de obediencia, donde no se admiten a los “libre pensadores”. Lo que sí se puede tolerar, incluso incentivar, es el control y la disputa territorial de los sindicatos y las regiones. Empero, este gremialismo y regionalismo no sustituye a la vida política del partido, no llena la ausencia de dinámica política y de formación del partido. Lo que está en juego es una forma de gobierno parecida a la de los anteriores gobiernos, centralizada, basada en la obediencia burocrática, en la funcionalidad administrativa, que no ha cambiado, en una normativa liberal vigente y en gestiones entrabadas en la gravidez de su propia pesadez aparatosa. No vamos a entrar en otros temas, tocados en otros escritos, como los relativos al diagrama de poder de la corrupción. Nos quedaremos con el alcance de la hipótesis hasta aquí.
Desde esta perspectiva, el presidente defiende estas características del MAS y del gobierno. Bajo el entendido que la situación es esta, entonces no se puede ser sino enemigos de estas características inhibidoras y despolitizadoras, además de carismáticas y verticales. Este estilo disuelve la dinámica propia de un partido, lo empuja a la inmovilidad y al quietismo, a la ausencia de deliberación y a la falta de reflexión, dejando estas “capacidades” en manos de una cúpula. Se hace evidente la peligrosidad de este estilo; es destructivo, quita las defensas y desaparece la capacidad creativa.
Crítica del concepto de lo político
Jacques Derrida hace la crítica al Concepto de lo político de Carl Schmitt, concepto sustentado en la diferenciación pura de amigo/enemigo. Pone en cuestión la pureza imposible de esta delimitación, además de anotar que no puede escapar a la polémica inserta en todo concepto; polemos donde se toma partido y no se puede pretender estar suspendido sobre los posicionamientos enfrentados[3]. Al respecto escribe:
Esta confusa impureza depende del hecho, que recuerda Schmitt, de que todos los conceptos tienen un “sentido polémico”, y esto, como vamos a ver, de dos maneras: son conceptos de lo polémico, y se los pone en práctica siempre en un campo a su vez polémico. Estos conceptos de lo polémico no se dan más que en uso polémico[4].
Un poco más abajo anota: Schmitt hace esfuerzos, que nos parece aquí desesperados, avocados a priori al fracaso, para sustraer a cualquier otra pureza… la impureza de lo político, la impureza propia y pura del concepto o del sentido “político”. Pues pretende además, a eso no renunciará nunca, que el sentido polémico de esa pureza de lo político sea, en su impureza misma, todavía puro[5].
Vamos a insistir en este tema de la impureza pura y de la pureza impura, pues aquí se encuentra la clave de la crítica al concepto de lo político de Schmitt. Derrida anota:
Schmitt querría poder contar con la pura impureza, con la impura pureza de lo político como tal, de lo propiamente político. Querría, este es su sueño platónico, que ese “como tal” siga siendo puro allí donde se contamina. Y que ese “como tal” elimine nuestras dudas en lo que se refiere a qué quiere decir “amigo” o “enemigo”. Más concretamente, y la diferencia es importante aquí, la duda, ante todo, no debe desaparecer por lo que se refiere a quién es el amigo y quién es el enemigo. Para que haya algo así como lo político, hay que saber quién es quién, quién el amigo y quién el enemigo, y hay que saberlo no al modo de un saber teórico, sino al modo de una identificación práctica: saber consiste aquí en saber identificar el amigo y el enemigo[6].
El concepto de lo político de Schmitt no deja de ser estatal, aunque el mismo teórico diga que el Estado presupone el concepto de lo político. Derrida escribe: El Estado presupone lo político, ciertamente, y en consecuencia se distingue lógicamente de éste; pero el análisis de lo político, stricto sensu, y de su núcleo irreductible, es decir, la configuración amigo/enemigo, tiene que privilegiar, desde el punto de partida y como único hilo conductor, la forma estatal de esta configuración: dicho de otro modo, el amigo o el enemigo como ciudadano[7].
¿Qué significa que Schmitt no deje la matriz estatal en la elaboración del concepto de lo político? Que lo político se piensa en relación al Estado; no se está en condiciones de pensar lo política más acá y más allá del Estado. No se piensa, por ejemplo, la posibilidad de lo político en contraposición al Estado, en lucha contra el Estado. Esta es otra de las características de los movimientos revolucionarios, su enfrentamiento con el Estado. Esta posición no es sólo distintiva de las tendencias anarquistas, sino también de las tendencias marxistas, en los momentos más intensos de su crítica e interpelación al poder, en las enunciaciones más radicales de la crítica política. El texto de juventud de Marx de la Crítica a la filosofía del Estado de Hegel expresa muy bien esta concepción anti-estatalista; posición que adquiere concreción histórico-política con la experiencia de la Comuna de Paris. Por lo tanto, la lectura de Carl Schmitt de la literatura política marxista es sesgada; sólo le interesa la analogía de la definición del enemigo; obvia completamente la critica teórica y política del Estado. En las experiencias histórico-políticas de la modernidad una parte de los recorridos más significativos de los movimientos revolucionarios corresponde a su lucha contra el Estado. Entonces no se puede decir que no hay política fuera de la gravitación estatal; incluso se puede decir, que la política emerge, aparece, se realiza, precisamente cuando las dinámicas y acciones que la componen escapan a la captura estatal. Se puede decir que cuando la política es capturada por el Estado la política deja de ser, ya no se hace política; se gobierna, se efectúa una forma de gubernamentalidad, se administra, se accionan políticas públicas, que es la forma institucional de la gestión. Incluso cuando se hace oposición al gobierno se lo hace dentro de la esfera estatal; este ejercicio no es la práctica radical de la política, sino el hacer de oposición bajo las reglas del juego estatales. La política mas bien desborda los límites estatales, desconoce sus reglas del juego, pone en suspenso los mecanismos de dominación, se desplaza como tormenta con la energía de la potencia social.
Se puede pensar entonces otro concepto de lo político, no tejido por el hilo conductor estatal, un concepto de lo político que se figura como sociedad contra el Estado[8]. La pregunta, en este caso, es ¿si la distinción amigo/enemigo, la definición del enemigo, juega algún papel en este concepto de lo político como crítica, interpelación, acción contra el Estado? Si fuese así, el Estado tendría que ser el enemigo; empero, el Estado no puede ser enemigo, no es alguien, es estructura, es institución, es diagrama. ¿Si el Estado no es el enemigo, qué es? Tampoco es el amigo, por las mismas razones. El Estado, en pleno sentido de la palabra, es el Orden. Un Orden conformado como espacio estriado, como campo de captura, como zonas de retención y clasificación de fuerzas, como concentración simbólica y disponibilidad física de fuerzas. La política se opone al Orden, la política se opone a la policía, como dice Ranciere[9]. La política es posible como alteridad, como posibilidad y efectuación de desplazamientos respecto de las estratificaciones del Orden. La política se realiza como crítica, interpelación, acción de desborde, desplazamiento de lo estatal, de lo ordenado, de lo clasificado y normado. La política es polémica, es polemos, es, como dice Rancière, el desacuerdo mismo, la desmesura, respecto a la representación.
Desde esta perspectiva, la distinción amigo/enemigo, la definición del enemigo como política, no es otra cosa que una clasificación estatal, no política. Es el Estado el que define el enemigo del Estado, el enemigo público. El enemigo del Estado es el/la, los/las, que se oponen al Estado. De manera concreta, en relación al contexto de esta sui generis declaración de enemigos, de mis enemigos, se trata de los/las que se oponen a un Estado en tanto estado de cosas, orden particular, hablamos de un Estado-nación subalterno, por lo tanto un estilo de gobierno que reproduce la subalternidad del Estado. Del lado de los/las que se oponen, hablamos de una propuesta de alternativa, de una transformación el Estado, una transformación pluralista, comunitaria y autonómica. Estos son los/las enemigos/as del presidente.
Ahora bien, la teoría de la lucha de clases define un enemigo, el enemigo de clase. ¿Quiere decir esto que los marxistas, los bolcheviques, en particular, no salieron de la clasificación estatal, por lo tanto de la espera estatal? ¿Por eso mismo terminaron reproduciendo las clasificaciones y el orden estatal? Esta es una interpretación factible y quizás hasta adecuada; sin embargo, es posible otra interpretación. Si bien las clases suponen una clasificación estatal, aunque provengan de una clasificación económica, de acuerdo a su posición en el modo de producción capitalista, el “fin”, déjenos utilizar esta palabra teleológica, de la lucha de clases es la desaparición de las clases, por lo tanto también la desaparición del Estado. El sentido radical de la teoría de la lucha de clases es anti-estatalista. Por lo tanto, en consecuencia, lo más intenso del marxismo, lo más radical e interpelador, declara la guerra al Estado, además de declarar la guerra al capitalismo.
Desde la perspectiva de la interpelación indígena, desde la guerra anticolonial y la lucha descolonizadora, la guerra también se la declara al Estado, en su forma de Estado-nación, considerado el dispositivo colonial del orden imperial por excelencia. La alternativa es sociedades contra el Estado; las comunidades, los ayllus, como alternativas al Estado. No es casual pues que los hombres del Estado-nación subalterno declaren a las organizaciones indígenas, que defienden sus territorios, enemigos, manejados por ONGs y por el imperialismo. Sólo que del imperialismo del que hablan es el fantasma del imperialismo del siglo XIX y parte del siglo XX, no se refieren a las formas del imperialismo presentes y efectivas hoy, que tienen que ver con el dominio del sistema financiero mundial y la expansión desmesurada del modelo extractivista del capitalismo, que reitera violentamente la forma de acumulación por desposesión y despojamiento de los recursos naturales. Estos hombres del Estado-nación encubren las formas de dominación efectivas del imperialismo contemporáneo.
La guerra, el concepto y la metáfora
La guerra quiere decir conflicto armado; según el diccionario etimológico viene del germánico werr, cuya fuente es el alemán antiguo werra, que significa confusión, discordia, contienda; también proviene del indoeuropeo wers, que quiere decir confundir. Sorprendentemente se encuentra en una familia lingüística donde se hallan los términos barrendero, barrer, basura[10]. Se dice que no se puede hablar de hostilidades prolongadas hasta bien entrada la edad de piedra, cuando la comunidad logró un relativo grado de organización. Se constata esto arqueológicamente por la presencia de fortificaciones. La guerra parece formar parte intrínseca de las historias de las sociedades humanas, de sus memorias, de sus experiencias pasadas y presentes, también de sus expresiones artísticas y literarias, que figuran estos recuerdos intensos. La guerra, según Carl Schmitt es la hostilidad extrema, no solo como efectuación, sino también como posibilidad[11]. En este caso no hablamos del enemigo, en el sentido de inmicus, sino de hostis; si se quiere, el enemigo extremo, el hostil. Alguien al que se puede matar, al que hay que matar, alguien que es posible matar, sin problemas morales o jurídicos, pues se trata de la guerra, donde se suspenden los derechos. Según Schmitt el concepto político antecede al Estado y la política tiene como matriz la guerra; la política vendría a ser una prolongación de la guerra por otros medios. Entonces, de acuerdo a esta interpretación, el sentido ancestral, “originario”, de la política se encontraría en la guerra, en el concepto de la guerra, como experiencia o su posibilidad. Empero, para este autor, la guerra extrema, siendo la guerra la hostilidad extrema, es la guerra civil, la guerra fratricida. Con esto, llegamos a la paradoja de que el enemigo extremo, el hostis, es el hermano. Derrida escribe a propósito en Políticas de la amistad lo siguiente:
No habría una cuestión del enemigo – o del hermano -. El hermano o el enemigo, el hermano enemigo, ésa es la cuestión, la forma cuestionadora de la cuestión, esa cuestión que yo planteo porque ella se me plantea a mí en primer lugar. Yo la planteo solamente desde el momento que cae sobre mí sin miramientos, en la ofensiva y en la ofensa. En el crimen o en el agravio. La pregunta me hiere, es una herida en mí. Sólo la planteo, esta pregunta, solo planteo efectivamente allí donde me pone en cuestión. Agresión, traumatismo, guerra. El enemigo es cuestión, y mediante el hermano, el hermano enemigo, aquélla se asemeja originariamente, se asemeja indiscerniblemente al amigo, al amigo de origen (Freund) como amigo de alianza, hermano jurado, de acuerdo con el “juramento de fraternidad”, Schwurbrüderschaft. La pregunta está armada. Es el ejército - amigo enemigo[12].
El enemigo es el hermano. Podríamos extremar esta hermenéutica extremista y llegar a decir el enemigo es uno mismo. Esta declaración de enemigo, la concepción que encierra esta declaración, no solamente convierte la política, la diferencia política, en una guerra, en una hostilidad extrema, sino que abre la posibilidad de convertir la pugna política en un asesinato. Esta concepción de la política ha llevado al ejercicio político, a la paranoia política, a cometer el crimen político. La historia política, en sus momentos más extremos, está plagada de asesinatos políticos. Uno de los casos más notorios es el asesinato de los miembros del comité central del Partido Comunista de la Unión Soviética, ordenados por Stalin, el único miembro del comité central que quedó vivo. A esto fue reducido el centralismo democrático.
El convertir la política de manera inmediata en una guerra, abre la posibilidad, en el sentido que usa esta palabra Carl Schmitt, en convertir, de manera inmediata, al enemigo político en enemigo de guerra; por lo tanto, abre la posibilidad de comprender como necesidad su inminente destrucción, justificada como acto de guerra. La pasión política, el fanatismo político, la paranoia política, llevan indefectiblemente a esta posibilidad. Tal parece, que cuando se llega a un callejón sin salidas, cuando no se ven salidas para el conflicto, la contradicción la diferencia política, la única salida que se encuentra es la destrucción del enemigo, la guerra, ya sea efectiva o, en su caso, como concepto, posibilidad, y también, si se quiere, como metáfora. La guerra entendida como exterminio.
Después de dicho todo esto, la pregunta es: ¿Por qué no se acepta, no se tolera, la crítica? ¿Se cree que se está en la verdad suprema, fundamental, qué se es la verdad misma, ya no solamente en el sentido yo soy el Estado, sino yo soy el proceso de cambio? ¿Se cree que esto da derecho absoluto a extirpar la crítica, prohibir el pensamiento libre, incluso y sobre todo en las filas y partícipes del proceso, en tanto lucha de multitudes, movimientos sociales anti-sistémicos, naciones y pueblos indígenas originarios, proletariado nómada y pueblo boliviano? ¿O, viendo, desde otra perspectiva, se tiene la recóndita intuición de garrafales errores, de desfases irremediables, en la conducción del proceso, por lo tanto, se deduce, sin mucha convicción, que se trata de cerrar filas? En uno u otro caso, la muerte de la crítica equivale también a la muerte del proceso de cambio; esto significaría la muerte de las dinámicas moleculares propias de la vida de un proceso vital.
Notas:
[1] Carl Schmitt: El Concepto de lo Politico. Texto de 1932 con un Prólogo y tres Corolarios de Carl Schmitt. Traducido de la edición de 1963 por Dénes Martos.
[2] Ver de Raúl Prada Alcoreza: Crítica a la economía política del desarrollo; Horizontes nómadas 2012; La Paz. Descolonización y transición; Horizontes nómadas 2012; La Paz. Monopolio y desposesión; Horizontes nómadas 2012; La Paz. Genealogía de la dependencia; Horizontes nómadas 2012; La Paz. Miseria de la geopolítica; Bolpress 2012; La Paz. La Colonialidad como malla del sistema-mundo capitalista; Bolpress 2012; La Paz. La guerra de la madre tierra; Bolpress 2012; La Paz.
[3] Jacques Derrida: Políticas de la amistad. Trotta 1998; Madrid.
[4] Ibídem: Pág. 135.
[5] Ibídem: Pág. 135.
[6] Ibídem: Pág. 136.
[7] Ibídem: Pág. 141.
[8] La tesis antropológica y política de Pierre Clastres sobre las comunidades indígenas de la Amazonia es que se trata de sociedades constituidas contra el Estado. Ver del autor La sociedad contra el Estado; Monte Avila; Barcelona.
[9] Revisar de Jacques Rancière El desacuerdo.
[10] Guido Gómez de Silva: Breve diccionario etimológico de la lengua española. Fondo de Cultura Económica, El Colegio de México 1998; México.
[11] Ver de Carl Schmitt El concepto de lo político; Ob. Cit. También revisar de Jacques Derrida Políticas de la amistad; Ob. Cit.
[12] Jacques Derrida; Ob. Cit.; Pág. 173.