DE LAS REVUELTAS DE BRIXTON A LOS DISTURBIOS METROPOLITANOS DE 2011
Una línea que une 30 años de revueltas
El periodista y activista anglocaribeño Darcus Howe habla sobre violencia policial y luchas raciales en el Reino Unido.
DIEGO SANZ PARATCHA
04/12/12 · 11:49
Edición impresa
Comentarios 0
+A +A
especial de Global
Miradas periféricas, crisis urbanas
Cuando la crisis aterriza en la ciudad
“El valor social de la tierra es lo prioritario”
Multiculturalismo vs republicanismo: ¿Ciudadanos o comunidades?
Poner en cuestión la mirada sobre el territorio
Una línea que une 30 años de revueltas
Glosario sobre causas y efectos de la crisis urbana
Cuando el periodista Darcus Howe (Trinidad, 1943) da su charla en la librería Traficantes de Sueños del barrio madrileño de Lavapiés han pasado seis días desde que un agente de paisano de la policía municipal de Madrid disparara dos tiros al aire mientras se llevaba detenido a un joven senegalés. El Lavapiés de 2012 tiene muy poco que ver con el Brixton de las revueltas de 1981, pero la referencia al incidente capta pronto la atención del veterano activista anglocaribeño, más todavía cuando se le explica que, sí, algunos de esos jóvenes inmigrantes venidos del África occidental están organizados, y que, sí, podía tener la ocasión de conocerlos un poco más tarde.
Howe está aquí para explicar qué pasó en agosto de 2011 en las calles de Londres y de las principales ciudades del Reino Unido desde su posición de activista de la comunidad negra, alguien que no sólo ha visto, sino que ha impulsado las protestas que precipitaron los famosos disturbios de Brixton en 1981. Su respuesta sobre la revuelta de 2011 es rotunda: “Lo que pasó fue una insurrección”. El mismo mensaje que dio a una presentadora de la BBC en un vídeo que circuló en la red y por el que es relativamente conocido en España.
Como es sabido, los incidentes que llevaron a la detención de más de 3.100 personas en una semana empezaron tras la muerte a manos de la policía de Mark Duggan, un vecino de 29 años del barrio de Broadwater Farm. Howe relaciona el episodio de la muerte de Duggan, y de la furia que le siguió, con los controles policiales generalizados que se habían vivido en la zona las semanas anteriores, una práctica conocida en el ámbito anglosajón como stop and search que guarda similitudes con los controles por perfil racial frecuentes en muchos barrios de las ciudades españolas.
“La policía llevaba tiempo preguntando en el barrio. Preguntaban quiénes tenían más conexiones y quiénes eran más fuertes dentro de la comunidad, y ahí salió el nombre de Duggan”, explican casi al unísono Howe y Leila, también activista y compañera de Darcus. La versión del asesinato policial a sangre fría de un “hombre prominente en la comunidad” ha sido negada por la comisión independiente que investigó el caso, pero existe un consenso acerca del papel que tuvieron en la escalada de indignación los dos días de versiones policiales contradictorias sobre los detalles del suceso, y específicamente la información facilitada a la familia del joven.
Primero, Duggan sale del coche -un taxi- en el que fue interceptado con una pistola en la mano, dispara sin hacer caso a las apelaciones de los policías, hiere a un agente y es abatido en su huida; después surgen las primeras dudas y el análisis balístico de uno de los proyectiles incrustados en un coche de policía muestra que es un rebote de los propios disparos de los agentes. Mientras se sucedían los desmentidos oficiales a la primera versión policial, Tottenham empezó a arder, después todo Londres y finalmente el país entero. Meses después, en noviembre, los propios informes oficiales aclararon que Duggan no iba armado en el momento de su muerte.
“Cuando le preguntaba a los chicos del barrio, a amigos o a mis propios hijos, todos me decían algo muy sencillo: todo esto es por el dinero”, (“It’s all about the money”), explica Howe, uno de cuyos nietos llegó a ser identificado 40 veces en una semana por la policía en los controles que precedieron a los disturbios. Complementa Leila: “La juventud no tiene acceso a la educación superior ni al trabajo, y se ha endurecido el acceso a los subsidios” en un país donde el coste anual de estudiar una carrera (entre tasas y gastos de manutención) alcanza las 20.000 libras según un estudio de Family Investments. El historial conflictivo de la policía metropolitana londinense con esa zona de Tottenham tampoco ayuda: en 1985, Broadwater Farm había vivido otra revuelta después de la muerte de dos vecinas a manos de la policía.
Cuando se le pregunta cómo empezaron los disturbios de 2011, Howe acude inadvertidamente a los disparos policiales que acabaron hace 27 años con la vida de Cynthia Jarrett y Cherry Grose, vecinas de un distrito donde había mucha “gente involucrada en la política, líderes comunitarios y vendedores de hierba”.
Preguntado por las discontinuidades entre los primeros años de migración y la instauración plena del multiculturalismo durante la era Thatcher, su discurso parece saltar por encima de los cambios de época para volver una y otra vez sobre la cuestión de la policía y la desigualdad. “El lema del movimiento de estudiantes negros tras los disturbios de Broadwater Farm era ‘Hoy a la escuela, mañana a la cárcel’”, recuerda en una explicación lineal que lleva hasta la revuelta de agosto de 2011.
La lucha por el espacio
Cualquier intento por reproducir literalmente la oratoria de Howe parecería una mala copia del pasaje de 2666 en el que Roberto Bolaño ponía a un exdirigente de los Panteras Negras soltando un mitin en una iglesia de Chicago. Lleno de repeticiones, exhortaciones a la audiencia y guiños a su compañera (“¿No es así, señora Howe?”), detrás de esta retórica llana se encuentra el discípulo y sobrino de CLR James, el autor del estudio clásico sobre el Haití revolucionario Los jacobinos negros.
“En los ‘80 los sindicatos todavía aceptaban el principio de que a igual trabajo, distinto salario” según el género o el lugar de procedencia (la raza, para entendernos), destaca Howe. Race Today, la revista de la que fuera editor junto con Linton Kwesi Johnson, ayudó precisamente a abrir un hueco para estas cuestiones dentro del panorama de la Nueva Izquierda de los años ‘70, sin renunciar a un fuerte discurso de clase. “Nuestro enfoque consistía en proporcionar argumentos para el movimiento, que era una sección de la clase trabajadora, más que en aportar una reflexión teórica”, resume.
Howe imprimió a la revista de una visión internacionalista negra, en una trayectoria que se puede rastrear en sus antecedentes como emigrante desde la antigua colonia de Trinidad hasta el Reino Unido, donde fundó el primer grupo de los Panteras Negras fuera de EE UU. El papel de Race Today en la definición de un frente cultural propio de los emigrantes negros procedentes de las antiguas colonias fue central en el desarrollo del carnaval de Notting Hill, hoy promocionado como atracción turística y campo de batalla político en los ‘60 y ‘70.
“Yo nací siendo un carnavalista en Trinidad, pero en el ‘65, cuando se celebró por primera vez el carnaval, ya había toda una generación de niños que habían crecido en Inglaterra”. La actitud de la policía, recuerda, fue intentar “pararlo cuando se hizo grande”. Cuando una multitud hizo huir a 50 agentes que intentaban impedir el desarrollo de la fiesta callejera fue un punto de inflexión: “A partir de ahí, la policía se volvió más brutal”.
Ya en 1981, una marcha de 20.000 personas conocida como Black People’s Day of Action visibilizó la indignación por 13 muertes no aclaradas (la versión original de Scotland Yard diría que fue un simple incendio) durante una fiesta atacada con artefactos incendiarios en el barrio de New Cross. Tras la marcha, que según recuerda Howe se convocó de boca a boca (”cada uno se lo teníamos que contar a otros cinco”), las políticas de stop and search llegarían a su punto más alto con la Operation Swamp, el dispositivo que en cinco días de abril de 1981 identificó y registró en el barrio de Brixton a más de 1.000 personas (ING) sólo por su apariencia física.
Howe pone como ejemplo de la magnitud racista de la operación el testimonio de un policía retirado en un programa especial emitido por Radio 4 (BBC) ya en los 2000. El exagente relataba cómo los policías se disputaban quién cortaba más ‘dreadlocks’ (rastas) entre la población retenida. La tensión explotaría el 10 de abril en lo que se conocerían como Brixton Riots, la mayor revuelta urbana londinense hasta agosto de 2011.