Ahora que el “vivir bien” ha sido colocado por la Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (COICA) como uno de los pilares de la identidad indígena juntamente con el derecho al territorio y la autodeterminación, quedan muchas dudas sobre su comprensión y utilización por diversos sectores de la población no-indígena en los países Amazónicos y el exterior. ¿Qué es vivir bien para los pueblos amazónicos? ¿Hay una sola noción del buen vivir para todos los pueblos indígenas o cada pueblo tiene una noción propia y diferente de los demás? ¿Cómo se relacionan las concepciones y las prácticas del buen vivir de los pueblos amazónicos con la defensa de los derechos indígenas y la provisión de servicios de salud y educación y de otros servicios ciudadanos fundamentales? ¿Cómo aplicar estos conceptos en el trabajo de las federaciones indígenas y de las organizaciones que acompañan a los pueblos indígenas? ¿Cómo comunicar a las poblaciones no-indígenas el significado y las implicaciones de las nociones amazónicas del buen vivir?
Uno de los mayores obstáculos para comenzar a actuar dentro del nuevo paradigma planteado por las organizaciones indígenas, es superar los prejuicios existentes. Para la mayoría de los funcionarios del gobierno y la población de las ciudades en general, vivir bien significa llevar una vida holgada, para lo cual se requiere tener un alto nivel de ingresos, acceso a servicios urbanos y consumo de mercancías. Desde esta perspectiva, es un absurdo que personas con pocas posesiones materiales, como lo son la mayoría de los pueblos amazónicos, puedan presumir de vivir bien de manera alguna. Este prejuicio está latente en el discurso desarrollista de muchos agentes gubernamentales y no gubernamentales, que perpetúan una agenda colonialista y dictaminan la necesidad de ayudar los pobladores indígenas a “mejorar”, lo cual implica de manera explícita o implícita, asemejarlos cada vez más a los citadinos. Por detrás de este discurso se expresa un proyecto político de obliteración de las diferencias culturales que refuerza el desconocimiento y los malentendidos existentes por parte y otra entre la sociedad nacional y los pueblos indígenas amazónicos.
“Los índices de pobreza oficiales nos dicen poco sobre el buen vivir amazónico. Más bien, proyectan sobre el entorno socio-cultural amazónico definiciones de la pobreza calcadas de un modelo oficial, que después sirven para justificar la imposición de un supuesto progreso dictado desde la ciudad”
Si nos encasillamos a repetir que vivir bien es “tener” cosas resulta muy difícil admitir que los pueblos amazónicos puedan haber desarrollado elaboradas filosofías y prácticas sociales del buen vivir mucho antes de que la sociedad de consumo contemporánea estableciese criterios contemporáneos de bien estar. El primer paso para superar este obstáculo es, entonces, aceptar que los conceptos indígenas de vivir bien son preexistentes a todas las concepciones urbanas y oficiales y responden a una filosofía ancestral que ha guiado el destino de los pueblos amazónicos a lo largo de su historia y les ha permitido sobrevivir la violencia de la colonización. Por lo tanto, queda claro que los conceptos y las prácticas del vivir bien indígenas no pueden ser reducidos a los criterios utilizados para medir la calidad de vida de las poblaciones desde una perspectiva economicista y urbana. Los índices de pobreza oficiales nos dicen poco sobre el buen vivir amazónico. Más bien, proyectan sobre el entorno socio-cultural amazónico definiciones de la pobreza calcadas de un modelo oficial, que después sirven para justificar la imposición de un supuesto progreso dictado desde la ciudad.
Como plantea Carlos Viteri Gualinga (2008), pensador del pueblo Quichua del Ecuador, vivir bien (Alli káusai) entre los Quichua responde a un complejo modelo cultural ancestral de organización en el cual se valora altamente la capacidad que tiene cada persona, mujer y hombre, de establecer vínculos recíprocos gracias al ejercicio autónomo de sus conocimientos y su trabajo, resaltando la interdependencia entre lo social y lo territorial. Es decir, vivir bien es antes que nada un proceso de creación de relaciones que unen a la gente entre sí por medio de su relación con su territorio. Vivir bien no es cosa de “tener” sino de estar organizados y compartir una vivencia en común del entorno espacial y social. Por supuesto que, hoy en día, junto con esta concepción ancestral se abren nuevos horizontes de expectativas y derechos ciudadanos. Asegurar el acceso a servicios de educación, salud y transporte y medios de subsistencia e ingresos económicos son derechos básicos de la población indígena, y es necesario garantizar estos derechos para asegurar su ciudadanía a parte plena.
Pero, confundir estos derechos ciudadanos con los conceptos indígenas de vivir bien genera confusión y, sobre todo, invisibiliza una vez más la práctica y el pensamiento social indígena, su inteligencia y su riqueza para generar iniciativas innovadoras y escapar de los moldes prefabricados que no logran salir de la medición de indicadores oficiales de pobreza. Es necesario una aproximación intercultural desde ambos lados, tanto por parte de los pensadores indígenas como desde las entidades del gobierno y las organizaciones de desarrollo, para lograr conjugar la búsqueda de nuevos criterios adecuados de calidad de vida que garantice los derechos ciudadanos y el respecto de los conceptos y prácticas del buen vivir, y de esta manera fomentar el pleno ejercicio de la autodeterminación indígena.
El azar hizo que yo me involucrase en el tema de vivir bien desde los años 80s cuando viví por un año entre los Airo-Pai (también llamados Secoya) del Napo-Putumayo, en la frontera entre Colombia, Ecuador y Perú. En ese entonces, nada permitía presagiar el relieve político que los conceptos indígenas de vivir bien llegarían a tener 20 años más tarde. Puse por título a mi tesis “viviendo bien: género y comensalidad entre los Airo-Pai” (Belaúnde, 2001) porque esta expresión estuvo omnipresente durante mi trabajo de campo. No hubo día durante mi estadía en las comunidades airo-pai que no estuviese pautado por su discurso imperativo del buen vivir. Una y otra vez, y en todo tipo de ocasiones, escuchaba a los hombres y a las mujeres decir cosas como: “Hay que vivir como gente” (pai paiyeje paidi), “hay que vivir bien” (deoyerepa paijë´ë), “hay que pensar bien” (deoyerepa cuatsajë´ë). En lugar de apelar a principios organizativos residenciales jerarquizados, las personas de ambos géneros apelaban espontáneamente a la capacidad de cada cual para generar su bienestar propio y colectivo a partir del ejercicio autónomo del trabajo, generando una interconexión mutua con los demás y el entorno de la selva, los bosques y los ríos.
El discurso y la práctica de vivir bien comenzaban temprano de madrugada. Los hombres eran los primeros en despertarse y preparar una bebida de yoco (Paullinia yoco), una planta que según el pensamiento Airo-Pai posee un potente espíritu que “bota la pereza” y “da consejo para vivir bien”. Al rato, las mujeres y sus hijos menores se levantaban, tomaban yoco y se sentaban junto a los hombres, hilando chambira (Astrocarium tucume), conversando en familia, contándose sus sueños, planeando actividades y dándole consejo a los niños.
Apenas rayaba el sol, las familias de toda la comunidad tomaban baño juntas en el río, haciendo saludos de alegría al nuevo día. “Si no te bañas te vas a volver perezosa”, me decían siempre, advirtiéndome que no hay peor falta que la ociosidad, puesto que quien no trabaja es incapaz de producir, compartir los resultados de su trabajo e interconectarse autónomamente con los demás y el entorno. Como falta de todo para sustentarse, la persona ociosa mira envidiosamente a los demás deseando tener lo que ellos obtuvieron de su trabajo e interdependencia con los demás y la selva.
Por eso, la pereza engendra envidia y rabia, y toda una cadena de conflictos. Entonces, cuando me animaban a meterme al agua fría de la madrugada, no se trataba solamente de una exigencia de higiene, sino de todo una lección de autonomía y salud personal y social. A lo largo de mi estadía entre ellos, comprendí que las horas pasadas en familia esperando el sol nacer, eran momentos emblemáticos del buen vivir Airo-Pai. A pesar de los cambios sucedidos en los últimos 20 años, el uso del yoco todavía permanece vigente y es algo de lo que se enorgullecen. Sin embargo, debido a la influencia de la escuela, que lejos de valorar el madrugar y el uso pedagógico del yoco, las palabras de consejo y los baños matutinos, considera que estos procedimientos podrían afectar negativamente el aprendizaje escolar, hay entre las nuevas generaciones una tendencia a dejar la práctica de lado.
Muchos otros pueblos de la Amazonía tienen, o tenían hasta hace poco, disciplinas semejantes. Algunos usan plantas, como los Achuar que beben wayuss (wayus) para conversar y limpiarse el estómago de todos los restos de comida y la saliva acumulada durante la noche por medio del vómito; otros no, pero entre casi todos los pueblos indígenas se enfatiza la necesidad de aconsejar a los niños y niñas para que aprendan a trabajar de manera autónoma y a comportarse socialmente con sus parejas, sus parientes y los demás. El arte de aconsejar es un aspecto clave de las prácticas y conceptos del buen vivir amazónicos. Para conocer el buen vivir de un pueblo indígena amazónico un buen punto de partida es escuchar las palabras de consejo de los mayores y es indudable que la disciplina es un aspecto resaltante. Sin embargo, un exagerado énfasis en la disciplina y la seriedad, sin embargo, nos haría olvidar que el buen humor es neurálgico de la vida en la Amazonía. Muchos consejos se dan entre risas y bromas y relatos de la historia oral tan entretenidas como instructivas. Uno de los aspectos infaltables del buen vivir que cada pueblo indígena elabora a su manera, es como llevar una vida jovial. Es decir, la moral y la ética indígena son inseparables de su espíritu de celebración.
“Es decir, vivir bien nunca es algo “naturalmente” dado; al contrario, es un proceso, algo que se va haciendo en el día a día y que puede fácilmente quebrarse. Sus implicaciones rebalsan las dimensiones morales y estéticas de la convivencia, puesto que lo que está en juego es la salud misma de las personas.”
A veces, las personas de las ciudades no entienden que ese vivir juntos, compartiendo trabajo y bebiendo masato, tan característico de muchas comunidades indígenas, es el resultado de un complejo pensamiento social y un sutil ejercicio diario de facultades sociales. Algunos piensan que se trata de gente “naturalmente” contenta y descomplicada, y por lo tanto poco interesante en un mundo globalizado regido por conflictos y maniobras estratégicas políticas. Pero, lejos de tratarse de gente “naturalmente” contenta, las mujeres y los hombres amazónicos son personas finamente conscientes de su interconexión entre sí y con el entorno que están constantemente actuando de manera a promover el vivir bien. Sobrevivientes de una historia devastadora de epidemias de enfermedades traídas de fuera, intervenciones misioneras y militares, y recurrentes episodios de explotación económica, humillación y desestructuración social, los pueblos amazónicos suelen mostrar una gran preocupación por llegar a acuerdos por medio del diálogo y controlar los sentimientos de envidia y rabia. No solo es cuestión de evitar la explosión de conflictos que podrían llegar a discusiones y agresiones físicas, sino de evitar actos de brujería, ya que estos suelen ser atribuidos a la acción de personas envidiosas y rabiosas que utilizan sus poderes espirituales para traer muerte y enfermedad a los demás. Es clave tener en cuenta esta dimensión espiritual suplementar para abarcar el ámbito de repercusión del vivir bien de manera amplia. Es decir, vivir bien nunca es algo “naturalmente” dado; al contrario, es un proceso, algo que se va haciendo en el día a día y que puede fácilmente quebrarse. Sus implicaciones rebalsan las dimensiones morales y estéticas de la convivencia, puesto que lo que está en juego es la salud misma de las personas.
Saber escuchar, saber producir lo necesario, saber dar y recibir, no hablar mal de los demás, no robar, no depender de los demás sin poder retribuir de manera autónoma, todas estos imperativos humanos aparecen recurrentemente en las palabras de consejo de diversos pueblos indígenas. Según Angel Soria (2009), reconocido pensador Shipibo-konibo, la convivencia jovial y el compartir solo pueden existir cuando cada cual es capaz de producir autónomamente lo que necesita para poder ofrecerlo y disfrutarlo con los demás.
Como decíamos, el buen vivir debe ser siempre respetando los unos a los otros. Trabajando, hay que hay que sembrar, hay que hacer algo para poder tener, ¿no? Jakona shati, o jakon jati (así decimos) vivir bien. ¿Cómo vas a vivir bien cuando tu eres mala persona? Nadie te va a mirar bien. Pero si tú invitas a los demás, “esa persona es una bella persona”, porque sabe vivir bien, porque das algo, no agarras nada, no hablas mal de nadie, respetas, no te burlas. (Angel Soria, 2009, comunicación personal)
A partir de mis experiencias y mis lecturas sobre el tema, queda claro para mí que el buen vivir entre los pueblos amazónicos no es cuestión de “tener” sino cuestión de “ser” y “transformarse” en relación con los demás y el territorio. Es un proceso de humanización puesto en movimiento día a día. Según las filosofías indígenas, el tener cosas y disfrutar de una vida alegre es una consecuencia de la capacidad de llegar a acuerdos dentro de la pareja y la comunidad y poner estos acuerdos en práctica trabajando por voluntad propia, de manera autónoma, cada cual haciendo lo suyo, hombre y mujer, niño, joven y adulto. Quien logra conversar y llegar a acuerdos, logra obtener lo que necesita porque es productivo, organizado y alegre para fomentar la convivencia con los demás. Restringir el buen vivir a una lista de objetos de consumo y servicios tecnológicos supuestamente necesarios para superar los índices de pobreza diseños en base a criterios oficiales y ajenos sería una cosificación de la filosofía social indígena que no haría sino reproducir nuestra fijación urbana contemporánea con la posesión de objetos, y opacaría el pensamiento indígena sobre el ser de la persona, hombre y mujer, humana, autónoma y social. Es por medio de la práctica del vivir bien que la gente se vuelve realmente humana. De nada valdría tener cosas, dinero y servicios, si es que estos no formasen parte del proceso de humanización que cada pueblo indígena plantea en su horizonte.
¿Qué relevancia tiene todo esto para la política indígena actual? El desafío que plantea la COICA y las organizaciones indígenas es conjugar los imperativos de su filosofía y práctica de vivir bien y los aportes de los derechos ciudadanos e indígenas establecidos por los convenios internacionales y nacionales. En este camino, cada pueblo amazónico y organización indígena es protagonista de su actuar a partir de sus prácticas ancestrales, sus relaciones con la sociedad nacional, sus deseos y perspectivas.
El documento aquí presentado recoge las palabras de los hombres y mujeres Ashaninka de la cuenca del río Ene y sus concepciones sobre kametsa asaike, vivir bien, que guían su día a día en la convivencia social y en la relación con el entorno animado de los bosques y los ríos de su territorio ancestral. Los conocimientos fueron recogidos en 2008 durante un trabajo de campo llevado a cabo por personal de la Central Asháninka del Río Ene (CARE) con la finalidad de obtener un retrato fidedigno del pensamiento y la práctica actual de los pobladores de las 17 comunidades nativas afiliadas a esta organización y, de esta manera, poder disponer de un documento que garantice la integración de las percepciones de la población Asháninka, aquello que los vuelve Asháninka en su quehacer diario, en la planificación y realización de las actividades de la CARE en el futuro.
Entablar el diálogo intercultural desde su vivencia personal y colectiva, las voces Asháninka se articulan en torno a una visión integrada de su historia antigua y reciente, donde el sufrimiento impuesto por la invasión de sus tierras por colonos y la guerra subversiva de Sendero Luminoso forma parte de quienes ellos son y a donde ellos quieren llegar. Llegar a ser un Asháninka sanori, “verdadero” Asháninka continúa siendo el horizonte de humanización de las mujeres y los hombres que desean la paz y la seguridad de poder continuar a transformar el paisaje del bosque y los ríos en el lugar de vida que heredaron de sus ancestros. Como ciudadanos peruanos a parte plena en su horizonte de humanización también se encuentra la defensa de sus derechos y la obtención de una ciudadanía plena, logrando los imperativos de asegurar para sus familias niveles de ingresos dignos, en base a actividades comerciales que potencialicen y a la vez garanticen la sostenibilidad del capital de sus bosques y ríos, y acceso a servicios de salud, educación, transporte y comunicación adecuados para su entorno cultural, social y espacial. Las mujeres y los hombres del río Ene tienen planteado continuar a habitar sus territorios ancestrales de manera organizada y transformarlos en un lugar donde la gente sea realmente gente y puedan decir que ahí se vive bien.
Esta es, probablemente, la primera vez que una organización indígena peruana realiza un estudio sistemático de sus nociones del buen vivir y las documenta cuidadosamente. Es una estrategia novedosa de autoconocimiento y reflexión, y también un paso fundamental para asegurar la participación de la población repartida en las comunidades rurales durante la redacción de los documentos oficiales que el futuro de sus territorios ancestrales, inclusive aquellos que forman parte de la Reserva Comunal Asháninka, una área natural de co-manejo, donde el pensamiento social y la experiencia de la población deben de ser tomados en cuenta por Ley. El texto también se dirige a las personas de fuera que están motivadas por el diálogo intercultural y tienen muchas interrogantes sobre el vivir bien indígena. Es un mensaje abierto para que las personas de las ciudades podamos sacudirnos de nuestros prestigios.
En junio de 2009, pocos días después del violento desalojo en Bagua de los manifestantes Awajún y Wampis, entré a tomar un café en un local de un barrio residencial de Lima. Para mi gran sorpresa, en el establecimiento encontré un afiche que llenaba casi toda la pared. Mostraba tres vasijas de cerámica finamente cubiertas de diseños. Era el lugar menos esperado para este tipo de decoración. Al pie del afiche decía lo siguiente:
“La Baguette promoviendo la cultura: cerámica Awajún. Para el pueblo Awajún, el arte que se plasma en diversos objetos de uso en la vida diaria y ceremonial es expresión de una filosofía de vivir bien, shien pujut, lo cual quiere decir vivir en sociedad pero con autonomía personal”.
Me quedé atónita. Escondido en este café se encontraba el mensaje más claro que había leído en mucho tiempo sobre el trasfondo cultural de la protesta indígena. Al rechazar la imposición de decretos por el Ejecutivo, los pueblos indígenas amazónicos estaban defendiendo sus derechos a la autodeterminación y el territorio, establecidos en el Convenio sobre Pueblos Indígenas núm. 169 de la OIT y la Declaración sobre Derechos Indígenas de la ONU, y también sus derechos a vivir bien en este territorio según los preceptos de su filosofía y práctica social propia. Sentí deseos de llamar a los periódicos para que fueran a tomarle fotos al afiche y lo difundieran por el país. Igualmente, espero que esta publicación llegue a las personas de las ciudades, a los gobernantes y todos los que por medio de los mecanismos legales contemporáneos y el diálogo intercultural podemos replantear qué humanidad estamos construyendo en nuestro horizonte.
Referencias
- Belaúnde, Luisa Elvira, 2001. Viviendo Bien. Género y fertilidad entre los Airo Pai de la Amazonía Peruana. Lima: CAAAP.
- Viteri Gualinga, Carlos, 2008. “Ecuador: Concepto de desarrollo según la cosmovisión indígena”, en Servindi: http://servindi.org/actualidad/1015.
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* Luisa Elvira Belaúnde es antropóloga peruana de la Universidad de Londres, con doctorado en Antropología Social de London School of Economics. Investigadora asociada del School of Philosophical and Anthropological Studies, CIAS de la Universidad de St. Andrews (Escocia) y profesora de la Universidad de Durham (Inglaterra). Ha publicado entre otros libros: Ciudadanía y cultura política entre los awajun, ashaninka y shipibo-konibo de la Amazonia peruana, El recuerdo de Luna: género, sangre y memoria entre los pueblos amazónicos, Viviendo bien – Género y fertilidad entre los airo-pai de la Amazonía peruana.