Tras más de 500 años de la ocupación europea, en las últimas décadas la sociedad ecuatoriana se ha visto obligada a reconocer a los pueblos y nacionalidades indígenas, con sus propias características, formadas en un complejo proceso de construcción social e histórica y en la pervivencia de prácticas milenarias.
Considerado siempre como un sujeto pasivo y hasta inexistente, el movimiento indígena ha cambiado los contenidos del debate político nacional, ha posibilitado el redescubrimiento de la identidad de Ecuador, y se ha convertido en uno de los grupos mejor organizados de América Latina.
Un aspecto central que empezó a debatirse desde inicios de la década pasada y a partir del levantamiento del Inti Raymi, en junio de 1990, es el tema de la diversidad cultural.
El levantamiento fue la primera rebelión en la que participaron todos los pueblos indígenas de la Amazonía y la Sierra. Lograron paralizar totalmente el país con cortes de carreteras, ocupación de latifundios, detención de soldados, toma de oficinas públicas, movilizaciones y concentraciones.
En octubre de 1992, con la consigna “No bailaremos sobre la tumba de nuestros abuelos”, los indígenas caminaron desde distintos puntos del país para recordar en Quito los “500 años de resistencia indígena”.
A partir e allí, el movimiento indígena ecuatoriano se convirtió en el movimiento social de mayor trascendencia nacional.
Su poder de convocatoria y su creciente influencia en sectores no indígenas impulsó la idea de la participación electoral. Así, en las elecciones de 1996, nació el partido Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik - Nuevo País, que en principio presentaría candidatos a nivel local y a diputaciones provinciales.
La esencia de Pachakutik es la unidad en la diversidad, ya que en él participan trabajadores urbanos, campesinos no indígenas, ecologistas, sectores afro- ecuatorianos e indígenas.
En Ecuador, cuatro millones de los 11,5 millones de habitantes son indígenas, repartidos en 11 nacionalidades. La mayoría vive en áreas rurales. La principal de ellas es la kichwa que habita en la región de la Sierra y la Amazonía.
Los indígenas se basan en determinados valores ancestrales. El modelo comunitario y solidario que se practica desde hace cientos de años es uno de ellos. Cuando una familia de la comunidad está en situación difícil, todos se unen para ayudarla.
Además, reivindican la ‘’minga'’, es decir, el trabajo conjunto para construir una carretera o una casa o cosechar.
La comuna es el núcleo de la sociedad indígena. En su interior encontramos prácticas como la reciprocidad, la ayuda mutua, el valor comunitario de los bienes, la relación de respeto con la naturaleza, la solidaridad, la responsabilidad social, los principios de la discusión colectiva, el respeto del otro.
La comuna es el centro de la reproducción cultural e histórica, donde se genera y desarrolla una ideología, en el que se despliegan prácticas, convivencias, aprendizajes y socialización de costumbres.
Esto confirma lo que varios especialistas dicen de la comuna indígena. Eric Wolf, por ejemplo, cuando menciona a los aztecas y los mayas, escribe: “Las tierras que poseen estos campesinos las utilizan sólo para su subsistencia y no para la obtención de ganancias”.
Expresa que “a los campesinos no se los puede entender en términos de “utilidad”. En las familias existe una unidad productiva, pero sin vínculos con la economía de mercado”.
En la comuna se ejercen prácticas sociales e históricas que están en contradicción con la cultura occidental. La sola inexistencia de los criterios de “utilidad” y de “beneficio”, hacen que esta institución indígena sea inviable para el desarrollo de mecanismos de mercado y de formación de capital.
Por eso, se califica a los indios y a sus comunidades como obstáculos para el desarrollo de la sociedad. Según esta visión, sería necesario “modernizar” a los indios, destruyendo sus comunidades e integrándolos al mercado.
En otras palabras, se continúa con la imposición neo-colonial, esta vez a partir de posiciones ideológicas según las cuales la civilización moderna es superior al mundo indígena.
Nuestra propuesta es totalmente opuesta: ahora, más que nunca, es indispensable el reconocimiento de la comuna como una institución indígena que constituye un aporte fundamental para la sociedad actual.
La institucionalización de la comuna indígena es parte de nuestra estrategia para conservar viva la memoria de nuestras culturas y para construir referentes alternativos a los de la modernidad occidental.
* Luis Macas es indígena ecuatoriano, rector de la Universidad Intercultural de los Pueblos Indígenas (UNPI) de Ecuador, fundador y ex presidente de la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE).