24-04-2013
Los comunistas madrileños apuestan por un proceso constituyente ante la inviabilidad de reformar el actual régimen
El PCM en la rebelión democrática
Mauricio Valiente Ots
Rebelión
Los comunistas madrileños nos enfrentamos a un contexto de aguda crisis económica, social y política en nuestra Comunidad. Afirmar esto no es más que una obviedad, de lo que se trata para ir más allá de esta constatación es de identificar que tiene esta crisis de diferente y cómo condiciona la acción política de la izquierda.
Los gobiernos de Esperanza Aguirre e Ignacio González han basado su discurso político en la mejor situación de nuestra región, comparada con otras de España. La crítica al oportunismo, la manipulación y el engaño con las grandes cifras macroeconómicas, en los que se sustenta este discurso del PP madrileño, no debería impedirnos analizar las características de Madrid y lo que implican para la acción política de la izquierda transformadora.
La crisis del capitalismo en su forma actual reclama un partido con capacidad de análisis, propuesta e intervención, que es la mejor contribución que podemos hacer los comunistas madrileños para que la izquierda se convierta en una alternativa real en nuestra Comunidad y en España.
En la reunión del Comité Federal del PCE del pasado 9 de marzo se inició el proceso del XIX Congreso. El punto de partida para el debate son los documentos aprobados en la Conferencia Política celebrada en junio de 2012. No queremos ni nos podemos permitir que este sea un proceso en clave interna. Sirva este artículo como contribución inicial al debate y a los elementos centrales de la acción política que deberían abordarse en el Partido Comunista de Madrid en este periodo.
En cuanto al diagnóstico de nuestra realidad, más allá de los análisis sobre la evolución de la economía y su impacto social, no podemos pasar por alto que la gestión de la crisis está provocando un profundo ataque a los fundamentos básicos de legitimación del capitalismo en el último siglo.
Los burgueses, a los que en demasiadas ocasiones nos referimos con el eufemismo tan políticamente correcto como falso de los mercados, han aprovechado la crisis para deshacerse de los espacios de poder que habían compartido, por inteligencia en algunos casos, y por la presión del movimiento obrero y la izquierda en la mayoría.
La negociación colectiva se neutraliza de manera significativa; la autonomía local se reduce y se dejan muy escasos márgenes de actuación para que gobiernos de izquierda puedan aplicar políticas sociales ambiciosas; y la socialización de las políticas públicas mediante organizaciones sociales es atacada de forma directa por medio de los recortes.
Los recortes generalizados, las modificaciones de la negociación colectiva, el nuevo marco laboral, la privatización de los servicios públicos, la reforma de la Ley de Bases del Régimen Local y el control del déficit constitucionalizado son el reflejo de esta apuesta política.
Más allá de la valoración del funcionamiento de estos elementos de legitimación del capitalismo y de su utilización por la izquierda, debate necesario y todavía pendiente de cerrar, lo urgente es constatar su desgaste hoy y la inviabilidad de políticas reformistas que se sustenten sobre estos ejes.
En una sociedad como la madrileña, con una economía muy centrada en los servicios, la administración pública y con municipios potentes que han desarrollado las políticas de servicios sociales más ambiciosas, esta deriva tendrá un impacto mayor y más acelerado. Al mismo tiempo Madrid es el campo de operaciones del PP más derechista y con menos escrúpulos para aplicar el credo neoliberal.
No me voy a extender en la significación económica de este proceso, en este artículo, destinado a abrir el debate de lo que los comunistas madrileños debemos impulsar para que la izquierda sea capaz de cambiar el actual estado de cosas, me interesa destacar la inviabilidad de una propuesta reformista apoyada en la acción institucional, tal y como la habíamos conocido hasta ahora.
Enfrentar la crisis con un programa basado en la política fiscal nos llevará a un callejón sin salida. El desarrollo de una alternativa debe basarse en la construcción de un sector público, una economía estatal, autonómica y local, al lado de iniciativas de economía social, que garanticen los derechos económicos y sociales básicos, y generen de empleo digno. Los regalos fiscales son un escándalo que debemos denunciar pero la izquierda no debe articular su programa únicamente en este eje de actuación.
Las constitucionalización del límite de déficit de las administraciones públicas, la evasión fiscal y la legalizada prioridad del pago de la deuda harán que este tipo de políticas se enfrente al poder político y su expresión judicial, por lo que un modelo alternativo como el propuesto no podrá salir adelante sin un proyecto de transformación política de raíz.
De aquí radica la importancia de nuestra apuesta por un proceso constituyente, que no es otra cosa que la constatación de la inviabilidad de un programa reformista en el marco del actual régimen.
Y por eso la gestión de los municipios y, en su caso, las Comunidades Autónomas donde gobernemos, debe ser un modelo de alternativa económica y social al mismo tiempo de un foco de movilización e iniciativa social.
La experiencia de los gobiernos locales de América latina, primera trinchera de la izquierda tras la década perdida por el ajuste estructural del neoliberalismo, es un buen ejemplo de lo que debemos impulsar en la Europa latina y del sur.
Un programa de cambio económico y transformación social que sólo puede hacerse con otra forma de hacer política. La democracia participativa es la única alternativa como modelo de gestión de políticas públicas y cauce de movilización para la izquierda transformadora que estamos construyendo.
En este contexto, limitarse a constatar que la contradicción entre capital y trabajo es el eje central de nuestra sociedad y el conflicto, no es sólo una obviedad sino una torpeza. No se trata de hacer discursos con música de fondo obrerista sino de abrir cauces de participación para que la mayoría trabajadora de nuestra sociedad se incorpore a la lucha por el cambio social. Y estos cauces hoy no existen hay que crearlos.
Las luchas de clases siempre se manifiestan en el plano político y hoy sólo cabe una salida revolucionaria a la crisis apostando por acumular fuerzas en la movilización social, en la organización de la mayoría y en las instituciones para un proceso constituyente que permita, entre otras cosas, garantizar los derechos económicos y sociales.
En este sentido, debemos abordar la multiplicación de las mareas ciudadanas y los nuevos cauces de organización popular, como el movimiento 15-M o la Plataforma de Afectados por las Hipotecas, muy presentes en nuestra Comunidad, como una oportunidad para construir una unidad popular para el cambio social en profundidad.
Una oportunidad no porque no sea necesario debatir, superar contradicciones y construir un espacio común, un instrumento político para el cambio, sino porque la satisfacción de sus reivindicaciones no podrá ser canalizada por los cauces tradicionales por las que una política reformista había permito alcanzar consensos en el marco del régimen.
Hoy los capitalistas no se ven ligados a ningún consenso y hacen tabla rasa de los acuerdos del pasado. No seamos nosotros los que reivindiquemos el mal menor de una vuelta atrás. ¡Hay que hacérselo pagar caro! Hoy es el momento de la ambición para los comunistas, la izquierda y los movimientos sociales.
Que el régimen actual es consciente del peligro que supone esta marea roja lo prueba su apuesta por la criminalización de la protesta social. Se ven seguros y piensan que reprimiendo, sancionando y encarcelando cuadrarán el círculo para imponer un nuevo modelo sin contestación.
Esta reflexión es la que nos debería llevar a convertir al Partido Comunista de Madrid es un factor clave para el impulso del conjunto de la izquierda y en la lucha por transformaciones revolucionarias en nuestra Comunidad.
Pero para alcanzarlo hay mucho que hacer. Ha sido lamentable el papel de algunos cuadros del PCM en la última Asamblea de Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid, quienes han contribuido a apuntalar, esperamos que por poco tiempo, un viejo modelo de izquierda institucionalizada, reformista y alejada de lo mejor de los movimientos sociales.
Son tres los elementos en los que el PCM debería dar la batalla para que Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid se sume al proceso de construcción de una izquierda coherente, útil y realmente transformadora:
Apostar por la rebelión democrática y la multiplicación de las formas de lucha, abandonando un institucionalismo tan vacío como desfasado, que se refleja en prácticas tan aberrantes como un grupo municipal en el Ayuntamiento de Madrid que actúa al margen de la organización en Madrid ciudad, en contra de toda previsión estatutaria y lógica política.
Defender la necesidad de un proceso constituyente de acuerdo a lo aprobado en la Asamblea Federal de Izquierda Unida, estrategia obviada de forma consciente en el último informe del Consejo Político Regional, a pesar de varias intervenciones que llamaban la atención ante esta laguna clamorosa.
Implicarse a fondo en la construcción de la unidad popular en la Comunidad de Madrid, para lo cual debería dejar de funcionar como un club de debates para iniciados y aprovechar las experiencias de lucha de sus militantes, un potencial que nos permite mirar al futuro con optimismo.
Hay compañeros en la izquierda y en los movimientos sociales que de manera ingenua están poniendo sus esperanzas en la posibilidad de un avance electoral de la izquierda para ganar Madrid. Pero no se trata tan solo de amplias alianzas o de buscar las personas adecuadas para que las encabe