Ni un líder secular ni un líder religioso: por una política sin dirigentes

A propósito de la muerte de Chávez y de la elección de Bergoglio como papa



La emancipación de los trabajadores
debe ser obra de los trabajadores mismos.

Estatuto de la Asociación Internacional
de los Trabajadores (AIT), 1864.

I.
A menudo la muerte actualiza las humanas preguntas por la finitud de los cuerpos, el sentido del dolor, la vulnerabilidad de la vida propia y ajena. Y a menudo la humanidad ha respondido a esas preguntas creando religiones. De ahí que la muerte de Hugo Chávez y la entronización de Francisco puedan asociarse como lo hizo Nicolás Maduro: «Nosotros sabemos que nuestro comandante ascendió hasta esas alturas, está frente a frente a Cristo. Alguna cosa influyó para que se convoque a un Papa sudamericano, alguna mano nueva llegó y Cristo le dijo: llegó la hora de América del Sur.»
Para nosotrxs, la problemática política no pasa por una entronización papal, no pasa por la muerte de un líder, no pasa siquiera por la mera crítica al populismo o a la religión. La problemática política fundamental pasa por poner en crisis las relaciones sociales que necesitan religiones para vivir y líderes para hacer política. Nuestro problema –práctico y teórico– es, en general, la emancipación humana de toda forma de explotación y sometimiento; y es, en particular, la autonomía de la clase trabajadora respecto de la relación social capitalista.

II.
En las sociedades en las que vivimos se supone que no se puede organizar un gobierno sin representantes, sin políticxs profesionales y sin punterxs territoriales; en los lugares donde trabajamos se supone que no puede llevarse a cabo la producción sin jefxs, sin gerentxs y sin técnicxs; en las universidades o profesorados donde nos formamos se supone que no podríamos educarnos sin funcionarixs administrativxs y sin catedráticxs profesorxs; en los sindicatos en los que nos afiliamos se supone que no podríamos defender nuestros derechos laborales sin militantes profesionales, sin líderes gremiales y sin dirigentes… El colmo de este supuesto es la religión: no existiría nada si no fuera por la divinidad del caso que lo creó y que vela por el mantenimiento de tal existencia.
Estamos tan acostumbradxs a delegar las decisiones que afectan nuestra vida cotidiana que nos resulta dificilísimo o imposible concebir una política sin dirigentes. Es decir: nos resulta dificilísimo o imposible confiar en nuestra propia capacidad para tomar esas decisiones, en nuestra propia capacidad para controlar la producción, en nuestra propia capacidad para auto-educarnos, en nuestra propia capacidad para auto-gobernarnos.

III.
La existencia de líderes, jefxs, dirigentes… supone una relación social en la cual y por la cual una parte de la sociedad sustituye –heterónomamente– la experiencia de pensar y de decidir –autónomamente– de otra parte de la sociedad. La relación dirigente-dirigidxs implica la separación entre dos polos de predominancia: lxs que deliberan y lxs que ejecutan, lxs que dan órdenes y lxs que las obedecen, lxs que piensan y lxs que hacen, lxs que hablan y lxs que escuchan, lxs superiores y lxs inferiores. Esta relación social soporta y reproduce todas las formas de explotación y sometimiento que conocemos. Y, en particular, soporta y reproduce la relación social capitalista.
En condiciones capitalistas, la producción humana se subordina más y más al principio capitalista de la acumulación de ganancias. El Estado garantiza ese mando, en tanto no es más que la junta administradora de los intereses de la burguesía. De manera que al sostener y reproducir cotidianamente las relaciones de mando y obediencia, sostenemos y reproducimos también nuestro sometimiento al capital y su Estado. En este sentido, nos corremos de identificar la propiedad común con la propiedad pública. En los límites de la gestión pública o estatización de la propiedad, por más “humanizado” que pueda considerarse el capital, sigue siendo un grupo de funcionarixs lxs que manejan y deciden todo el proceso: qué parte se destina para mejoras, innovación, gastos sociales, tajada para funcionarios y parte que reciben lxs trabajadorxs. El control obrero no puede ser un programa de estatización o propiedad pública para que nada cambie y todo se reforme en los puños de un pequeño grupo, sino que debe ser la experiencia de la propiedad común en manos de sus propios productores.

IV.
No se trata simplemente de «pensar que podemos», como si fomentáramos el voluntarismo de la autoayuda. Se trata de experimentar, con nuestrxs compañerxs, en cualquier espacio cotidiano, efectiva, paciente, constante, racional e imaginativamente, formas de auto-organización de la producción social. Mientras nuestra experiencia sea sustituida por dirigentes (seculares o religiosos, da lo mismo), nuestro pensamiento al respecto será abstracto: sólo en la práctica concebimos concretamente los límites y alcances de la apuesta política por la autonomía de clase; y, a la vez, sólo mediante un pensamiento y un conocimiento autónomos, mediante un reconocimiento del acierto y del error por el propio esfuerzo mental, orientaremos autónomamente esa práctica individual y colectiva.
Tampoco se trata de cambiar dirigentes malxs por dirigentes buenxs dado que entendemos que la relación dirigente-dirigidxs es la que debe reemplazarse, en vistas de que es siempre contraria a la libertad individual y colectiva. Más allá del color de la relación (roja o amarilla) lxs dirigidxs se encuentran en relación de sumisión. Aunque creamos y practiquemos dicha relación como la única posible, sabemos que no es ni divina ni natural, y por tanto, puede transformarse en otra relación social. Y, en última instancia, preferimos fracasar en el esfuerzo por la auto-emancipación humana que tener éxito con políticas que refuerzan y reproducen el orden establecido. Es por ello que apostamos por practicar y pensar aquellas experiencias que se esfuerzan por crear y habitar una relación social sin dirigentes ni dirigidxs, como son las prácticas de auto-organización donde decidimos sobre nuestra vida cotidiana. Estas prácticas, a su vez, evidencian las capacidades de lxs productorxs de decidir sobre la producción, de instituir sociedad, con todo lo que ello implica, sea en los puestos de trabajo, en el barrio, en la universidad, o en cualquier ámbito de la vida.

Nodo (Colectivo de co-organización militante)
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Abril 2013