Comunes: una vieja idea muy actual

No nacimos proletarios, sino que el capitalismo nos hizo proletarios al privatizar lo que era de todos



Para imponerse, el capitalismo tuvo que destruir la autonomía de la reproducción social de las comunidades campesinas; así fue en la Europa medieval, en la América moderna y en el África contemporánea. Pero los comunes han sobrevivido y amenazan con contraatacar al neoliberalismo actual.

Las empresas y mercados capitalistas demuestran una y otra vez que no están pensadas para una gestión sostenible de la vida en el planeta. Los Estados del bienestar absorbieron algunas de las tareas de la reproducción social (pensiones, sanidad, educación, derechos laborales) pero hoy las privatizan y eliminan sin pestañear. Se extiende la idea de que hay que construir nuevas bases para nuestras sociedades: bases más democráticas y sostenibles. Aquí aparecen los comunes, una suerte de derechos económicos que garantizaban y garantizan en muchas partes del mundo el acceso a recursos necesarios para la vida (agua, bosques, tierras) pero también su gestión comunitaria, es decir, la participación y la responsabilidad de la comunidad en su reparto y sostén.

No nacimos proletarios, sino que el capitalismo nos hizo proletarios al privatizar lo que era de todos
La usurpación de estos derechos por parte del naciente capitalismo en la Europa tardomedieval supuso la primera expropiación de los medios de producción y reproducción: sin tierras y sin bosques los campesinos se convirtieron en proletarios. Digamos que no nacimos proletarios, sino que el capitalismo nos hizo proletarios al privatizar lo que era de todos. Así ocurrió en todo el mundo, con la conquista de América y la colonización de África y Asia, y así ocurre continuamente, cuando el capitalismo nos proletariza al quitarnos nuestro acceso a la sanidad, a la educación o al conocimiento, recursos construidos entre todos y que nos hacen más fuertes ante la dependencia salarial.

La lucha por los comunes es por tanto una lucha antigua, anticapitalista y democrática, que podemos ver actualizada hoy en día en la lucha por una educación no mercantilizada, que puedan gestionar de forma directa profesores, padres y alum­nos, o en la lucha por un internet de libre e igual acceso, construido cada día por la comunidad online. Estos ejemplos son especialmente relevantes, porque el quid de la propuesta es esta construcción colectiva de asuntos comunes y de las normas que rigen su uso y disfrute, lo que a su vez genera y asienta comunidades diversas. No solo bienes gestionados de forma comunitaria sino construcción de comunidad (y democracia) en torno a la gestión de los recursos necesarios para la vida. De forma sintética podemos decir:

1. Los comunes no son un intento de regreso nostálgico a un pasado bucólico y feliz. Son experiencias vivas en muchas partes del mundo, no exentas de conflictos y negociaciones, que pretenden garantizar de forma democrática el acceso universal a y la sostenibilidad de los recursos; por lo tanto, desbordan la lógica de acumulación y superan la sociedad capitalista.

2. Los comunes no son “lo que es de todas y de nadie a la vez”, campos abiertos sin regulación. Son procesos orga­nizados de (re)produc­ción que precisan de comunidades (porosas, inclusivas, diversas y superpuestas) que garanticen esta sostenibilidad y este acceso universal a los recursos.

3. La lucha por los comunes está en marcha: no deben ser una forma más eficaz de gestionar recursos para su integración en el sistema capitalista, como pretende el Banco Mundial; ni deben servir para la externalización de los costes de reproducción social que hace posible la producción capitalista, sino para construir autonomía, igualdad y democracia económica.

En las luchas en marcha por la democracia y por nuestros derechos económicos, la hipótesis de los comunes nos puede resultar tremendamente útil. Si quieres bajarla todavía más a tierra, mira nuestra Carta de los Comunes: www.traficantes.net/index.php/…/LM4_carta_comunes_completo_.pdf‎