Chile: El MIR desde 1965, la acción directa y la construcción social

Una mirada retrospectiva necesaria



Por el Profesor J

Informaciones previas
Introducción
Los años 60
Durante el gobierno Allende
En la dictadura militar

INFORMACIONES PREVIAS

Quien escribe ingresó al MIR en Valparaíso el año 1968 y se retiró el año 1988.
20 años de militancia activa no son nada, pero también es mucho.
En 1970 me preguntaron si quería ir a las tomas de terrenos urbanos, de modo que dejé los estudios de derecho, mi casa y familia para integrarme a las ocupaciones de tierras. La acción directa tocaba las puertas de mi cuerpo. Tras el golpe, pasé un año en diferentes centros de detención y tortura y fui expulsado del país para volver en el Plan Retorno y asumir en la clandestinidad la suplencia del miembro del Comité Central Carlos René Díaz Cáceres, Agustín Pecho de Buque, ex marino y mi maestro en las lides de Valparaíso, que al fallecer pasé automáticamente a ocupar su puesto en el Comité Central, cargo que quedó meramente nominal al caer la gigantesca represión sobre el partido y el desbande posterior al ajusticiamiento del intendente de Santiago, el general Carol Urzua, donde me acusaron de haber participado, cargo que siempre he negado, pero que me valió 19 años y medio de exilio escapando de país en país a la persecución de la Interpol, hasta que me entregué a la injusticia el año 2003 y gané el proceso quedando absuelto.

El fin del socialismo real, capitalismo de estado o fase superior del capitalismo, como transición a la sociedad sin clases y su instalación como modelo rígido, así como la no necesidad entonces del partido para conducir dicho proceso, que demostró su inoperancia
-partido y proceso estatal- y los cambios derivados de la crisis de las instituciones, de la precariedad del trabajo y de la actual modalidad extractivista del capital, me llevan a mi y a otros compas a romper con el marxismo-leninismo, pero no con Marx, hacia la autonomía comunitaria, donde identifico como sujeto del cambio a las comunidades ancestrales aliadas a las formas de vida comunitaria y autogestionaria en los barrios de las ciudades.

El MIR había nacido del rechazo a la política de la izquierda reformista chilena de levantar los frentes populares en pos del estado de bienestar, ofreciendo el ejemplo de la revolución cubana la posibilidad de avanzar directamente al socialismo sin requerir la fase democrático-burguesa de desarrollo del capitalismo nacional. Al mismo tiempo se acrecentaba la pugna chino-soviética y surgían destacamentos guerrilleros en diferentes lugares. El modelo keynessiano llegaba a su fin, la estrategia de acumulación de fuerzas en la forma de acceso a cargos institucionales tocaba fondo.

La idea de este análisis es rescatar los principios del MIR relacionados con la acción directa y la construcción social, de modo que vamos a entrar en el asunto.

INTRODUCCIÓN

El MIR generó formas innovadoras de organización política y político-militar, que resultaron atinadas para las necesidades de la época, así como tácticas de lucha que instalaron otra dimensión de la política desde los de abajo y una valoración del sujeto social protagonista que se había perdido para el reformismo obrero y pe queño-burgués.

La revolución cubana había incorporado la novedad histórica en la izquierda de cambiar las relaciones económicas entre el campesinado sin esperar al control administrativo del estado, al punto que en la Sierra Maestra se repartían las tierras y se aprobó la Primera Ley de Reforma Agraria, lo que acrecentó el poder social de los de abajo y la incorporación masiva de los trabajadores rurales a la lucha armada contra Batista, lo que no consiguió realizar ninguna otra guerrilla posterior, más dedicadas al aparatismo, a la estructura burocrática y al reclutamiento ideológico, que a reconocer las formas identitarias propias y la subjetividad de las diversas categorías sociales existentes en cada situación concreta. El fantasma del dogma comenzó a recorrer las guerrillas, lo que las distanció de diferentes sectores sociales, especialmente las comunidades indígenas, donde se les negaba su identidad e historia, su autonomía y formas organizativas, espirituales y culturales, lo que llevaba a genocidios de profundo carácter colonial, como fue la acción de la ORPA y el PGT en Guatemala, el FMLN, especialmente sus alas reformista y socialdemócrata, en El Salvador, el FSLN en Nicaragua, Sendero Luminoso en Perú y hasta el día de hoy las Farc en Colombia. El padre de Rigoberta Menchú en Guatemala fue dirigente del PGT (partido estalinista seguidor de las orientaciones del Vaticano de Moscú), lo que llevó a las comunidades originarias a distanciarse de la candidata presidencial partidaria, que en un país de más de 80% de indígenas, apenas un 3% le otorgaron el voto. En Nicaragua la política sandinista hacia las comunidades fue tan nefasta que las obligó a pasarse a la contra. En Perú las comunidades ashaninka sufrieron en carne propia las acciones predadoras de Sendero, que secuestraba jóvenes para el reclutamiento obligatorio, arrasando con las aldeas cuando expresaban el rechazo. En Colombia la estrategia de exterminio de las Farc adquiere ribetes siniestros, ya que ha orientado a sus tropas a secuestrar y asesinar selectivamente a los representantes de la espiritualidad y cohesión comunitaria, además de insistir en el reclutamiento forzoso en las regiones de mayor desarrollo de la autonomía comunitaria, especialmente el norte del Cauca.

Distinto fue el comportamiento de los destacamentos guevaristas, que, tomando distancia de la Nomenklatura del capitalismo de estado, rompían con las agrupaciones y estrategias estalinistas y troskistas para desarrollar políticas más interactivas con sectores sociales, como los que posteriormente ingresaron a la selva Lacandona en 1984 y, en vez de atraer (o secuestrar) a los comuneros, terminaron sumándose a esas comunidades descendientes de los mayas, como las FPLFM de Salvador Cayetano Carpio, el comandante Marcial, el ELN colombiano, el MRTA peruano, el PRT-ERP argentino y otros, entre ellos el MIR chileno y la agrupación del mismo nombre en Ecuador.

El Che se erigía como un gigante, en especial su atención a las dinámicas de abajo en todo momento, aún cuando dirigía el Banco Central y el ministerio de Economía. Escribió sobre la organización campesina, que debía ser consolidada en las localidades y desde allí estructurarse nacionalmente, sin embargo su propuesta fue derrotada por la necesidad de «control partidario» de las organizaciones. Luego frente al centralismo lanza a la discusión el concepto de socialismo cotidiano, frente al estancamiento del socialismo plantea la necesidad de avanzar al comunismo, frente al utilitarismo y verticalidad levanta el humanismo y la ternura, frente a la utilización de los mecanismos de mercado del modelo soviético del cálculo económico contrapone la planificación centralizada para avanzar a la sociedad sin clases, frente al partido socialista propone el comunismo, frente al autoritarismo erige sus nociones de como debe ser un joven comunista, frente a los estímulos materiales (que terminaron prevaleciendo) opone los estímulos morales. En fin que lo que se resalta como opiniones o aportes del Che, en realidad fueron sus contradicciones con el partido socialista, que representaba en Cuba a la nomenklatura soviética. De esa manera, al salir a incorporar su cuerpo en otras experiencias, como en el Congo, se le va adjudicando con intención la imagen de quijote romántico. La experiencia boliviana fue instalada con acuerdo del Partido Comunista Boliviano en reuniones y planificación que contaron con la presencia del PC cubano, ya que el Che nunca planteó el foco aislado como dedujo Debray, sino que daba enorme importancia a lo social y el protagonismo de los campesinos y mineros, por lo que al romper el PCB el acuerdo de articular el foco con las organizaciones y luchas campesinas y no instalar los lazos comunicativos e interactivos con las ciudades, lo que hizo en la práctica fue aislar a Guevara de las dinámicas sociales, o sea, decretó su sentencia de muerte.

En Rusia estaban los soviets nacidos de las experiencias comunitarias campesinas, que Marx había llegado a ver como factibles de transitar a la sociedad sin clases sin requerir el estado socialista como vía obligatoria, y que desarrollaban actividades de empoderamiento en cada localidad, hasta que son centralizados por la fuerza en el soviet supremo, debidamente controlado por el partido, lo que acabó con la autonomía y el protagonismo de los de abajo llegándose a un estado vertical y autoritario. En China las zonas liberadas incorporaban rápidamente al campesinado a las tareas productivas y en Cuba hemos señalado la reforma agraria en la sierra.

La condición de victoria y de continuidad estaba en los de abajo, siempre ha sido así, sin embargo la necesidad de administrar el capitalismo lleva a la burocracia al distanciamiento y se pierde la representatividad social pasando a segundo plano, al tanto que el partido se convierte en el eje del proceso. Partido y estado se imbrican, se apoyan mutuamente. El partido no lleva las iniciativas de masas al estado como se dice en la teoría, ya que el control de sindicatos, barrios, entidades, organizaciones, etc, hacen que sea el interés de la burocracia estatal el que se introduce por vía partidaria en los diferentes segmentos y actividades de la sociedad. De allí que al no necesitarse el estado para la transición, no se requiere vanguardia, sino la autonomía social, protagonismo, iniciativas y acciones concretas en las localidades por parte de la población que allí vive, trabaja, estudia y se relaciona de mil formas en la cotidianeidad. Esa autonomía y protagonismo, etc. al no requerir del estado para autoconstituirse, puede desarrollarse desde ahora en cualquiera sea el tipo de estado o gobierno y sólo habrá empatía si las funciones estatales son ejercidas en las comunas o localidades y los cargos centralizados sean ejercidos mediante la obligatoriedad del mandar obedeciendo, revocables en todo momento como sostiene Marx en su análisis de la Comuna de París.

Venezuela hoy día es la prueba palpable de lo que decimos, pues la ausencia de Chávez se ha expresado en una enorme fragilidad y debilitamiento de su sucesor, Maduro, mientras el todopoderoso Diosdado Cabello, que rechaza adscribir a la ideología socialista y prefiere mantener el nacional-populismo ya instalado, se va erigiendo como el reemplazante necesario si se expande el fuego de la oposición de derecha, del punto de vista institucional porque es presidente del parlamento y del punto de vista político porque tiene las riendas de las fuerzas armadas. Las comunas como órganos de poder popular nacieron desde el estado de forma vertical y burocrática, sin embargo algunas de ellas ya están desarrollando la suficiente autonomía para fortalecer el proceso desde abajo, lo que se ha visto alimentado días atrás por la ocupación de una gran hacienda por parte de campesinos que convocan a las comunas a la acción.

Las necesidades actuales en los más variados países, regiones y experiencias muestran la importancia de profundizar el análisis sobre la acción directa y la construcción social. Por ello es importante traer a colación las experiencias al respecto que desarrolló el MIR. Por ejemplo hoy día en Bolivia se entrecruzan y chocan abiertamente tres tendencias en el campo popular donde estos conceptos juegan un rol o deberán jugar un rol determinante: El gobierno de izquierda reformista que ha asumido claramente el modelo capitalista extractivista en una práctica nacional-populista, se ve en estos días enfrentado a las corrientes marxista-leninistas tradicionales, profundamente estatistas y autoritarias que confluyen en el campo minero, algunos trabajadores fabriles y profesores, básicamente varias organizaciones troskistas y algunas estalinistas-maoistas, junto a grupos menores que han ido levantando cabeza ante las contradicciones gubernamentales. Su táctica de agrupamiento, convocatoria y movilización no pasa de presiones al estado para redireccionar algunos beneficios, hoy día condensados en la exigencia de la pensión de jubilación equivalente al 100% del salario devengado, objetivo que luego la dirigencia cedió aceptando una cifra menor del gobierno y aquí no ha pasado nada. En tercer lugar están las prácticas de las comunidades originarias, agrupadas en las tres organizaciones más potentes que son la Cidob, Conamaq y APG, la primera de las comunidades del oriente, la segunda de la sierra (por eso es la organización más numerosa y potente) y la tercera del sur-oriente filiada también a la Cidob. Las tres apuntan a la consolidación de la autonomía territorial y resisten los embates gubernamentales y empresariales por la utilización desenfrenada de los recursos naturales, exigiendo que se respeten los principios constitucionales que han quedado en el papel, tales como la autonomía y el autogobierno local. Esta corriente es apoyada en el ámbito urbano por múltiples grupos y dinámicas, como fue en la ciudad de El Alto. La confluencia inicial que se expresó en la nueva Constitución se ha quebrado debido al hegemonismo de la corriente reformista nacional-populista. Hay sectores fabriles que se alinean claramente junto a la autonomía de las comunidades, como en Cochabamba, cuya Federación Regional en alianza con los campesinos regantes, fue la que dirigió la Guerra del Agua.

PRIMERA PARTE
El MIR en los años 60

El primer aspecto a destacar es la concepción de construcción local de la organización, en lo que se llamaron los GPM o grupos político militares, que atendían una área geográfica rural o urbana específica, con autonomía y matices diferenciales.
El segundo aspecto es la vinculación con sectores sociales, que no pasaba por un mero control de reclutamiento y verticalidad, sino por el despliegue de la potencia de cada sector, por ejemplo los cordones industriales por comuna o área industrial, donde no sólo participaban miristas, sino independientes y luego progresivamente militantes de otros partidos de izquierda y grupos revolucionarios, como sectores troskistas. La relación entre trabajadores de una fábrica con otra era horizontal y se promovían acciones conjuntas por intereses comunes o en apoyo a quienes estaban en huelga.
El tercer aspecto era la acción directa, que se expresaba en la acción directa del partido, por ejemplo asaltos de recuperación financiera a bancos, y en la acción directa de masas, como las tomas de terrenos urbanos e instalación de campamentos de pobladores sin casa.
El cuarto aspecto era la construcción de nuevos modos de vivir, de producción autogestionaria, de economía directa hacia y desde sectores campesinos, comités de salud, escuelas propias, etc.
El quinto aspecto era la articulación local de esas diferentes dinámicas en los llamados consejos comunales, que alcanzaron un gran desarrollo en áreas rurales en la forma de CCC, los consejos comunales campesinos, en tanto en áreas urbanas se trabajaba junto a otras organizaciones partidarias, aún del gobierno en la época de la Unidad Popular, como el caso del Partido Socialista, que no aceptó el nombre de consejos y propuso el nombre de Comandos Comunales, para resaltar la verticalidad y evitar el desarrollo de la autonomía y de formas de administración y autogobierno local. Luego intentaron que esos comandos y cordones\ fuesen órganos de base de la CUT, pero ahí encontraron la oposición del partido comunista, que rechazó rotundamente cualquiera iniciativa de protagonismo popular.
Hay otros aspectos más, pero para este análisis es suficiente. Veamos como se dieron las tomas de terreno y la formación de los campamentos de pobladores sin casa:

Una de las principales acciones directas del MIR fue la ocupación de las instalaciones del ministerio de la vivienda durante el gobierno de Frei. Las fotos de los pobladores subidos a las instalaciones del ministerio y de Víctor Toro, ex minero y miembro del Comité Central del MIR, dieron la vuelta al mundo. Provenían de varios campamentos que poco a poco se fueron convirtiendo en emblemas de la lucha por la vivienda y habían ocupados terrenos de periferia urbana. El entorno de Santiago estaba compuesto por infinidad de fundos y parcelas donde circulaban, trabajaban y vivían miles de campesinos y cuando llovía siempre quedaban damnificados urbanos provenientes de cités y conventillos que iban a tomarse esos terrenos de circunvalación levantando carpas y tablas, lugares a donde también llegaban estos sectores del campo, chacreros, feriantes, pionetas, en fin, diversas categorías sociales y económicas con sus familias tradicionalmente marginadas.

La Revolución en Libertad, programa del gobierno Frei (1964-1970) tendiente a arrebatarle piso al avance de la izquierda estimulado por la revolución cubana, contemplaba un rosario de reformas, tales como universitaria, urbana, agraria y otras, sin embargo estaba orientado hacia un reducido sector de la sociedad. Por ejemplo los fundos a expropiar con fines de instalación del capitalismo y las relaciones mercantiles en el campo, solamente se referían a una cantidad de hectáreas, o sea, tocar al gran latifundio, dejando intactas las grandes haciendas productivas donde ya se instalaba la agroindustria, así como a los agricultores medianos y pequeños, con los cuales se aspiraba a desarrollar un fuerte modo de acumulación, redes de dependencia bancaria, en fin, modernizar para extraer más ganancias. Eso significaba que la gran mayoría del campesinado no estaba en los planes de gobierno, sino una pequeña parte considerada una capa-colchón, que pudiese absorber e integrar las dinámicas contestatarias. En realidad se trataba de una parodia de la política de frentes populares de la izquierda reformista aliada a la socialdemocracia, que aspiraba a integrar una parte del movimiento obrero a los beneficios de la industrialización y de las políticas del estado de bienestar, en tanto la gran masa del proletariado vivía en condiciones paupérrimas, de allí la penetración entre los trabajadores del cobre, donde la disputa histórica se daba entre los partidos Comunista, Socialista y Democracia Cristiana, que confluían en la CUT y adecuaban las dinámicas, reivindicaciones y luchas sindicales a las necesidades y posibilidades de la alianza con un sector de burguesía «nacional». Las grandes empresas hacen casas para los trabajadores y el seguro garantizaba una pensión, los salarios se negociaban para mantener un equilibrio de beneficio mutuo, por lo que los cordones nacen y se desarrollan en pequeñas empresas, un sector no considerado en los programas socialcristiano DC o reformista PC-PS que basaban su militancia en el reclutamiento obrero de las grandes empresas donde sus sindicatos conseguían el mínimo de beneficios para la paz social. La reforma agraria reducida a un pequeño sector, los beneficios salariales y laborales sólo para muy pocos trabajadores, en lo que se llamó la aristocracia obrera, y las viviendas sólo para algunos sectores controlados en terrenos debidamente negociados y adquiridos según los planes de expansión urbana. El cerco sobre la marginalidad era potente, por un lado el empresariado, por el otro los gobiernos y finalmente los sectores de izquierda integrados o favorecidos en sus militantes y espacios donde caía el «beneficio» restringido del welfare state keynessiano. Esa izquierda se fortalecía en su vocación estatista y marginalizadora. Por eso la ola de tomas de terrenos periféricos permitió un encuentro de esos tres sectores marginados -pobladores, campesinos y obreros de pequeñas empresas, los pobres del campo y la ciudad- y el desarrollo de un protagonismo de los de abajo que recordaba los primeros años del movimiento obrero chileno, cuando no eran ni el partido ni el estado los instrumentos orientadores de las dinámicas de lucha de los parias del salitre, de los portuarios de Valparaíso, de los trabajadores del matadero en Santiago y del carbón en Lota y Coronel, sino la autonomía y la acción directa.

Para organizar una toma de terreno, bastaba levantar un comité de pobladores sin casa y estudiar el terreno a ocupar, tarea que generalmente hacían los activistas, ya que había que averiguar los datos del propietario. Una vez seleccionado, se daba el aviso al comité sin informar el lugar, para evitar acciones represivas antes de la acción, día y horario. Por ejemplo, en nuestro comité del paradero 10 de Achupallas en los cerros de Viña del Mar, habían 400 inscritos en diciembre de 1970, faltando pocos días para asumir Allende, lo que era un muy buen número, sin embargo al correr la voz de la que sería la primera toma masiva en la región de Valparaíso, llegaron más de mil familias, cada una seleccionando su terreno, espacio donde construiría su vivienda, y marcando el piso apoyándose unos a los otros. La alegría era evidente, el entusiasmo más fuerte y la disposición de lucha increíble. Hombres, mujeres, niños de todas las edades, jóvenes y ancianos tejían con sus cuerpos un nuevo sistema de relaciones sociales, una gran minga de cooperación y apoyo mutuo, un sujeto nosotros que abría sus brazos a la vida tomándola con sus propias manos, reconociéndose como sujetos protagonistas. Algunos besaban la tierra y los niños jugaban sin saber que sus padres estaban cambiando el mundo. Imagine usted un hormiguero humano de más de cinco mil personas que a los pocos días llegaba ya a las 1.500 familias. En lo personal, aunque me había preparado años para eso, fue una escuela increíble, muy superior a todas las materias de una formación política de cuadros. Ahí eché raíces, ocupé también mi terrenito, levanté una ruca con tres troncos y cambié mi vida durante dos años y medio. De esa manera me formé políticamente, fue mi educación política y creo haber tenido suerte de no haberme formado en el aparato. Los que me conocen saben que aún estoy enraizado en esa toma, aunque hoy día sea un conjunto de casas donde el golpe militar se encargó de acabar con la sociabilidad construida pacientemente.

Como funcionaban los campamentos de pobladores sin casa.

Habían diferentes maneras de organización, pero la mas extendida era la división interna en sectores autónomos cada uno con su propia directiva y asamblea resolutiva. Los partidos, como socialista, comunista y mapu, tendían a reproducir la lógica de los sindicatos y juntas de vecinos, es decir la verticalidad autoritaria y la utilización de los cargos para beneficio propio, lo que dejaba en manos del MIR el desarrollo de iniciativas diversas y la construcción de dinámicas que trascendieran las limitaciones estructurales y abrieran camino al desarrollo de la energía y creatividad popular. Como no estábamos en la lógica mercantil, tampoco instalábamos almacenes o expendios de bebidas, negocios que rápidamente hacían los PC y PS, así como algunos comerciantes independientes. Los partidos tenían algunos militantes y pasaban máquina para las asambleas y elecciones. El MIR reclutaba haciendo, es decir, con muy pocos militantes inicialmente, había que atraer. En un comienzo yo era el único militante que vivía allí y una de mis tareas era organizar células o bases de partido, comenzando con el nivel de simpatizante para llegar a aspirante. Los fines de semana se llenaba de militantes estudiantiles haciendo talleres y trabajando el stencil para el periódico interno. La juventud se integraba en masa al partido, así como trabajadores jóvenes, ya que los más adultos ya tenían de antes vinculación con la política partidaria. Esos trabajadores eran conectados al área sindical y los estudiantes al área estudiantil.

Formamos comité de mujeres, ollas comunes, comedores populares, fiestas, hicimos letrinas, grupo de teatro, comité juvenil, comité de salud, reforzamiento escolar y, lo que se hacía mucho, alfabetización, ya que habían muchos que no sabían leer y escribir. La milicia popular llegó a tener 200 personas y se encargaba de la guardia para avisar si venía la represión. Se instalaron tribunales populares, es decir, los vecinos juzgaban y sancionaban. Recuerdo que dos mujeres se enfrentaron una con una enorme tijera y la otra con un gran cuchillo de cocina. El motivo era que una acusaba a la otra de que le hacía los puntos a su marido, lo que la otra negaba. Se les retiraron las armas blancas y se las hizo sentar en medio de los vecinos, que hicieron un círculo, para que argumentaran. La conclusión fue que era el marido que acosaba a la vecina, por lo que todos estuvieron de acuerdo en que la mujer le diese una zurra y que si no podía, tendría apoyo vecinal, lo que no fue necesario, pues al llegar el susodicho, la señora, sin decir agua va, lo agarró a golpes con una sartén o similar hasta que el saco aquel reconoció y se comprometió a no seguir.

A uno que entró a casa de un vecino y sustrajo algunas prendas, se le decretó la sanción del exilio y nunca más se supo de él. La ley interna, aprobada en asamblea, era que para robar o cogotear debía hacerlo en otro lado, de preferencia a los ricos. Había un cogotero que formó parte de la milicia y era impresionante su sentido de cooperación, demostrándose así que el entorno produce la conducta. En otro momento se le pelaron los alambres a un vecino y quería cortar a otro con un abrelatas, por lo que se le fue la guardia encima y lo iban a dejar como membrillo de colegial hasta que una mujer avisó que no había que pegarle, que era enfermo del mate. Sólo que no quería ir al hospital a recibir el electroshock que lo calmaba, así que lo invitamos a practicar con la milicia y estaba en la mitad de los ejercicios cuando le cayeron los demás encima y lo ataron dándole vueltas una cuerda como a un trompo. Había que inventar trucos para llevarlo, ya que no podíamos repetir el mismo, y una vez le pedimos ayuda para asaltar un banco, a lo que se prestó gustoso y se subió a la camioneta con otros milicianos y a la orden de ataque saltó y en vez de banco lo esperaban los enfermeros con la camisa de fuerza.

Había un pescador que hacía pescado a la plancha en la fogata y siempre traía varias presas para su familia. Pasar la noche muertos de frío en la fogata con un té y comerse ese pescado a la plancha, era para resucitar un muerto. También era común la chupilca de vino tinto con harina tostada y dos o tres veces probamos los chunchules también a la plancha. Nunca más he probado chunchules como esos. Llegaba el compadre a prender la fogata y traía la plancha, con lo que se acercaban los más inmediatos, uno traía pan, otro un aguardiente, otro ensalada, sin saber aún lo que caería, ya que el hombre vendía pescados con su canasta en los cerros y cuando le quedaba, o guardaba ex profeso, traía para compartir. Preparaba para la familia y para la gran familia de los vecinos, así decía él. Esa gente se defendían unos a otros contra los pacos, colocaban su cuerpo por delante o se iban encima de la cuca para evitar que se los llevaran, aunque los pacos no podían ingresar al campamento y si venían con orden de detención, se avisaba al perseguido, que se retiraba oportunamente mientras la milicia popular iba a su casa acompañando a los verdes.

Diversos emprendimientos autogestionarios se hacían para ayudar a parar la olla, en especial algunas huertas, aprovechando la experiencia campesina o de chacras de muchos compadres y de fabricación de ladrillos con tierra arcillosa encontrada en los terrenos o en las proximidades, lo que se orientaba a la autoconstrucción. El comité de salud contaba con una sala de primeros auxilios y en ocasiones hasta con una clínica de atención primaria muy rudimentaria. Se anotaban los nombres de los propietarios de vehículos y se catastraban con sus días y horarios disponibles para trasladar enfermos a la posta. Se hacían escuelas que inicialmente eran atendidas por voluntarios estudiantes normalistas y pedagógicos, que fueron oficializadas durante el gobierno popular. Instamos a quienes pasaron por la experiencia, a traerla y hacerla circular para actualizar el debate

EL MIR DURANTE EL GOBIERNO ALLENDE

El gobierno popular generó una gran expectativa social, lo que aumentó la conciencia reivindicativa de estos sectores marginados no contemplados en el programa de la Unidad Popular. El golpe se decretó desde antes de asumir Allende (lo que haría a comienzos del año 1971) y falló la primera tentativa de secuestrar al general Schneider, comandante en jefe del ejército, que fue atacado por un comando armado del ejército y al resistirse resultó asesinado dejando al descubierto los afanes golpistas. No fue que la lucha popular aceleró el golpe, sino que el gobierno fue debilitado progresivamente mediante amenazas diversas que le hicieron retroceder aún en su propio programa y aceptar la Ley de Control de Armas que permitió la ofensiva militar contra las fábricas y campamentos. La Democracia Cristiana desarrolló la que ellos mismos llamaron estrategia de los generales rusos, que habían dejado penetrar al ejército alemán hasta lo más profundo del territorio soviético y allí fueron debilitados por un invierno que no conocían.

La incorporación de capas sociales marginadas a la lucha reivindicativa se tradujo en una politización acelerada de sectores que antes estaban totalmente excluidos de esas lides y los propios partidos de izquierda no se habían preocupado de penetrarlos y reclutarlos ya que no formaban parte de sus intereses para llegar a administrar el estado, lo que favoreció el crecimiento explosivo del MIR, que decretó un alto a las acciones directas del partido de expropiaciones de bancos y colocó varias decenas de cuadros militares a disposición del presidente de la república como guardaespaldas para su defensa personal, ya que el Chicho desconfiaba de los milicos, que andaban abiertamente en los cabildeos preparativos de la asonada.

Desde los campamentos del MIR salían grupos para apoyar otras tomas de terrenos y conseguimos acceso en varios de ellos, donde se impĺementaban también las actividades ya enunciadas, mientras preparábamos y efectuábamos otras tomas en diferentes comunas del país. En ocasiones los pobladores se sacaban de encima a los partidos y se presentaban en nuestros campamentos solicitando orientación y apoyo para ir detrás de los logros ya alcanzados en nuestros campamentos, donde era evidente la autoorganización y el despliegue de diferentes actividades de cotidianeidad, que en otras partes formaban parte del ámbito estrictamente privado de las familias y en los campamentos era una vorágine que envolvía en mil temas a las familias y las personas en un entrecruzamiento constante de dinámicas y cuerpos. Muchas veces unos salían de una actividad para ingresar en otra y se encontraban con algunas caras de la actividad anterior de minutos atrás. Por todos lados germinaban los brotes de una gran familia vecinal, prolegómenos de las formas de vida comunitaria, donde el común prevalece por sobre el individualismo, tomando distancia del colectivismo de la escuela soviética, que fue la que siguió posteriormente el MST en Brasil, cuyos campamentos, al igual que la izquierda reformista chilena se basaban en la verticalidad, el autoritarismo y la heteronomía. Entre campamento y campamento la relación era horizontal y se formaron localmente las Coordinadoras de Campamentos que participaron activamente junto a los cordones y otras dinámicas en los consejos comunales de trabajadores. A todo ese conjunto se llamó «poder popular», que era el desarrollo de capacidades locales de administración y autogobierno desde abajo y que apuntaban a la construcción del contrapoder necesario para enfrentar la ofensiva militar y dar apoyo y sustento al gobierno popular desde el protagonismo autónomo de los de abajo.

El salto cualitativo se dio con los almacenes populares, que traían a los campamentos la producción agrícola de la lucha campesina y de las grandes distribuidoras como Codina, algunas de las cuales fueron ocupadas por sus trabajadores, que, debido al burocratismo gubernamental chocaban sus intereses con la elite partidaria, por lo que solicitaban la dirección del MIR para sus reivindicaciones y propuestas políticas de avanzar hacia otra economía. En un campamento vivía un trabajador de Codina y eso permitió en la práctica un flujo directo. Personalmente tuve la satisfacción de conocerlo y trabajar con él, así como lamentar su asesinato por parte de los milicos. Esos almacenes funcionaban de diferentes maneras, ya que había que recoger algunos pesos para la reciprocidad con los proveedores y la escasez de algunos productos llevó a desarrollar otras iniciativas, tales como el cultivo urbano de aves, huevos y aún cerdos (las aves las vi con mis propios ojos y los chanchos me lo dijeron, por lo que habrá que reunir datos de parte de quienes fueron testigos de la época) .

Las fábricas y empresas ocupadas eran rápidamente direccionadas hacia las redes de distribución, los partidos oficiales hacia las JAP y el MIR hacia los campamentos, aunque me consta que hubieron JAPs dirigidas por miristas y un sobreviviente me ha relatado sus actividades, pero sería bueno circular más relatos. En Valparaíso el gobierno organizó un gran acto por las JAP y la Distribución Popular en el teatro municipal junto a la plaza OHiggins, que fue pura propaganda oficialista e imposición de la verticalidad, pero cuando salieron, afuera habíamos instalado paneles referidos a los almacenes populares y la distribución directa, lo que llamó bastante la atención, obligando a los estalinistas a atacarnos mediante empujones para sacarnos de ahí, lo que no consiguieron y hubo de venir el diputado Guastavino, en aquella época militante del PC, que nos enfrentó duramente por estar dirigiendo la palabra a los que se habían juntado a ver lo que sucedía. Ese diálogo entre Guastavino diputado y Jaime, dirigente de abastecimiento popular de la Coordinadora de Campamentos, fue un hito en la región que no sólo mostró un perfil diferente de como debía ser la otra economía, sino su factibilidad y buenos resultados, así como el rol del protagonismo activo de los de abajo. Con ello los campamentos dejaban de ser meramente un espacio de lucha por el techo y pasaban a ser un modo de vida de los pobres cambiando la economía, es decir, el eje de sustentación del poder. Si podíamos traer alimento del campo, estábamos sorteando las redes del mercado e instituciones tradicionales, lo que en esos momentos aparecía como bastante subversivo.

Faltó envolver a los cordones en esta dinámica de la otra economía, lo que habría alterado el sentido de la lucha obrera ampliando sus horizontes. Por ejemplo los sectores troskistas sólo viven del estado, por lo que junto al control obrero se plantean la estatización de las industrias, ya que su política económica es el capitalismo de estado. También los sectores reformistas y socialdemócratas resistían esta otra economía porque amenazaba el soporte del gobierno de alianzas con sectores empresariales y de las estrategias estatistas de los partidos. Para ellos toda la producción debía ser canalizada por las JAP, para subordinar a los pequeños comerciantes barriales, intermediarios obligatorios para mantener la circulación capitalista generalizada. La red comercial era sagrada para los burócratas, ya que el abastecimiento a los campamentos debía bastar con las JAPs donde el control de los comerciantes al interior de ellos resultaba un As en la manga para los partidos del estado, así como un caballo de Troya contra la autonomía de la organización y lucha de los de abajo.

La fortaleza de los almacenes populares y la economía de distribución directa radicaba en el fuerte desarrollo de la lucha por la tierra en el campo, además de los vínculos ya anotados con algunas empresas distribuidoras. En Santiago era fuerte el Consejo Comunal Campesino que funcionaba en los fundos que habían donde se encuentra actualmente Quilicura y parte de Huechuraba, donde un hormiguero humano producía alimentos en tierras tomadas que se pedían al gobierno que las expropiara para la reforma agraria, lo que demoraba mucho, pero el trámite de solicitud ya era un arma en manos del campesinado. Ello permitió la expansión de las tomas y la formación del Consejo local. Todos recuerdan las caravanas de tractores con las banderas del MIR y del Movimiento Campesino Revolucionario MCR que llegaban a Santiago desde esa región y de otras regiones adyacentes con la ya consabida consigna de «Nadie nos trancará el paso». Hacerse la idea y la imagen de esas redes de circulación de abastecimientos para los campamentos hace bien para la salud ante tanto fatalismo y entreguismo y muchos que aún no definen por donde invertir sus esfuerzos de cambio debido a la ensalada rusa de propuestas que hasta ahora no producen alternativas ni referentes concretos. Muchos siguen pegados en aquella época, intentando aplicar lo mismo por ejemplo con alusiones al pueblo pobre, ejército de los pobres y a un nivel de conciencia que ya no tiene el pueblo, al menos no en la misma forma de antes, lo que no ha permitido prosperar la actual lucha de pobladores, que fue liderada un tiempo por los grupos Andha y la Surda en Peñalolén en una experiencia de donde salieron otros grupos como el MPL y se suman a los ex PC como Huanca y la actual candidata a presidente en el Partido Igualdad.

Las dos expresiones generales más potentes del nivel alcanzado en organización y conciencia social durante este período que analizamos fueron las respuestas populares para el tanquetazo y el paro patronal. En el primero, los tanques rodearon la Moneda, en lo que posteriormente pareció una prueba para dimensionar la respuesta popular, y a los pocos minutos un millón de personas rodearon el palacio presidencial exigiendo a Allende la disolución del Congreso, que ya se había embarcado bajo la presidencia de la DC en la aventura golpista buscando desestabilizar al gobierno. También la consigna más repetida era «armas para el pueblo», en lo que se podía apreciar la disposición a enfrentar a los militares y la convicción de que el golpe venía de cualquiera manera.

El Paro Patronal no fructificó y a la burguesía le salió el tiro por la culata, pues los trabajadores y el pueblo ocuparon las fábricas, empresas, minas y comercios echando a andar de inmediato la economía que el empresariado quería detener. La titularidad de la propiedad de los medios de producción seguía en manos patronales, pero la posesión de facto, el uso y el producto estaban en manos populares. Poco se analiza y valoriza ese hecho a nivel de las teorías y doctrinas del cambio. Quedó demostrado que no se necesitan propietarios para hacer funcionar la economía. Los productos circulaban por sus conductos regulares, salvo parte importante del transporte privado. Los trabajadores y el pueblo habían asestado un duro golpe a la patronal, que no pudo aceptarlo y hubo de pedir al gobierno la devolución de las empresas, a través de la visita a La Moneda de los dirigentes de la poderosa Confederación de la Producción y el Comercio, que a la sazón era dirigida por Arturo Fontaine, cuyos lazos con la organización fascista Patria y Libertad, así como con los militares, eran vox populis.

Allende aceptó la devolución, colocándose en contra de la decisión popular de continuar dirigiendo la producción desde los consejos de fábrica o de control obrero y ordenó a los partidos que hicieran obedecer a sus militantes y dirigentes para abandonar las empresas y entregarlas a sus legítimos dueños. Habían venido por lana y salieron trasquilados. El poder social y el poder político de la burguesía había perdido terreno ante el avance creciente del poder social y político de los trabajadores y el pueblo, la hegemonía había pasado de manos del capital a manos del gobierno y los partidos de gobierno, sin embargo en esta coyuntura estaba claramente en manos de la gente común, de los de abajo. El poder público jugó al bonapartismo, es decir, estar bien con unos y con otros.

Los partidos apretaron el torniquete y muchos trabajadores llorando se retiraron de las posiciones avanzadas. El choque partidario contra la autonomía obrera era evidente. Cayeron decenas y decenas de directivas sindicales a lo largo y ancho del país por el mero hecho de haber conciliado y aceptado la orden de partido de rendirse en medio de la victoria. Por ejemplo en las empresas automotrices de Arica, sector pujante de la industria «nacional», la totalidad de los sindicatos eran dirigidos por el reformismo, pero al devolver las fábricas, las asambleas expulsaron a los dirigentes de sus cargos convocando nuevas elecciones sindicales, que fueron ganadas en su totalidad por el MIR, única organización autónoma del gobierno y del capital, que había levantado con gran aceptación social la consigna de pasar del control a la dirección obrera de las empresas, que desde los cordones a los consejos comunales, pasaban entonces a formar parte de las tareas de la comunidad local organizada. Parecería redundancia, pero vale la pena insistir en el gigantesco salto cualitativo en la conciencia de clase, de autonomía y de protagonismo de los de abajo que representaron esos pocos días de administración obrera de la producción. Valdría la pena recoger y circular más antecedentes y testimonios al respecto. La escuela de formación de cuadros para el cambio la tenemos al alcance de la mano. La memoria no puede ir hacia atrás solamente al momento del golpe y sus secuelas, debe profundizar más y sacar a la luz esos momentos de expansión de la autoconciencia obrera y popular que iba más allá del MIR, organización que siempre fue una de las formas, una más, de expresión de la conciencia de clase en la época, que fue debidamente interpretada por parte de Miguel, Luciano y el Bauchi, que hicieron escuela de, innovación de la política yendo directo al hueso, sin medias tintas ni conciliaciones con el reformismo y el estalinismo. No como hoy día donde algunos dirigentes sindicales de escuela mirista se han subordinado derechamente a grupos estalinistas, en tanto otros levantan solamente las viejas estrategias troskistas que ya habían sido superadas por la historia. El espíritu de secta ha podido más que la necesidad de superar las políticas fracasadas. Es increíble como la lectura de autores y la lógica de las ideologías y la de los acuerdos hayan podido ser más fuertes que la propia experiencia corporal y de clases que hizo el movimiento obrero y popular durante el gobierno Allende. Como ya no es posible salir hoy día al choque ocupando tierras, los viejos dejan la tarea a los jóvenes en una línea táctica y estratégica de «lucha» que sólo está llevando al vanguardismo y al sectarismo, en tanto otros practican algunas tareas sociales para envolver gente en sus afanes electorales negando toda autonomía y cerrando las puertas a las posibilidades de compartir aspectos de la cotidianeidad para desarrollar formas de vida comunitaria.

El MIR instaló e hizo carne los principios del socialismo cotidiano del Che. También, como en la Sierra Maestra, comenzó la creación de nuevas relaciones sociales y económicas, lo que demostró en ambas experiencias que el estado no es necesario para hacer la Otra Economía.

EL MIR EN LA DICTADURA

Desde los primeros días del golpe fue evidente que el aniquilamiento de los espacios y relaciones sociales de nuevo tipo que germinaban a través de la acción directa de ocupaciones de terrenos urbanos, fundos agrarios y centros de trabajo, fue, junto a la destrucción de los partidos y captura de dirigentes y cuadros, el eje del accionar represivo del neoliberalismo entregado desde la DC, Patria y Libertad, liberales y conservadores al partido militar, que se encargó de seguir las instrucciones y responder a las necesidades del capital. Durante Allende la economía había acentuado el rol del estado en torno al welfare state, lo que no permitía captar matices diferenciales entre Allende y Tomic, que habían presentando un programa muy parecido para las elecciones del 70. Sin embargo la economía chilena avanzaba a contrapelo de los actuales intereses del capital globalizado, que requería un estado jibarizado y un amplio libre mercado donde poder reorientar capitales hacia las empresas más eficientes.

Por supuesto esas experiencias sociales fueron arrasadas militarmente, por lo que no fueron golpeados solamente los partidos, el gobierno popular y militantes sociales, sino el nivel de organización popular que había llegado a generar órganos de contrapoder que, a diferencia de las prácticas de cordones y poder popular de hoy día, se basaban en la interacción de vecinos o compañeros de trabajo que se veían y conversaban todos los días cambiando el mundo partiendo desde la contestación al ejercicio material del bio-poder y la biopolítica sobre sus propios cuerpos.

Durante el gobierno militar se fueron perfilando tres modos de intervención del MIR: militar, democrático y social. En el plano militar se orientó el esfuerzo principal hacia los teatros de operaciones, el aparato clandestino y la instalación de la guerrilla en el sur. En el plano democrático se organiza el Codepu y luego la Uned, Unión Nacional de Estudiantes Democráticos, en tanto en el plano social se orientó a la militancia a incorporarse a las iniciativas barriales de ollas comunes, colonias urbanas y muchas más que surgían por todos lados. El trabajo social era un trabajo de hormiga, el militar un trabajo heroico y el democrático un trabajo entre las instituciones donde no era el cuerpo el encargado de actuar, sino el argumento, el conocimiento, la retórica, la capacidad de convencimiento, la oratoria, la negociación el dame que te doy, los contactos, la flexibilidad, la administración y el gerenciamiento y el ubicarse, digamos en general que se trata de un espacio de predominio de la racionalidad instrumental, donde el cuerpo, la sensibilidad y los afectos no tienen cabida, salvo el sentimiento de pertenencia a una secta. Fue una escuela de cuadros de pillastres de la política. Individuos maniobreros y astutos. Un MIR así en las universidades era bastante palatable, delicatessen de buena digestión. Extensos sectores medios formados por personas muy inteligentes y con grandes deseos de cambios, más en las formas de vida personal que en lo social, que miraban de lejos y muy desde arriba, como un terreno a gerenciar a la sociedad, en especial los pobres. Admiraban y apoyaban a los heroicos de la lucha armada, pero hacia el campo social no tenían mirada ni formas de aproximación ninguna, salvo el paternalismo y el respeto ideológico. Ellos serían los dirigentes de la vuelta a la democracia, los administradores de los asuntos públicos. A diferencia de la fase anterior y de los militantes integrados a las prácticas barriales o de los combatientes armados, ellos no tenían donde practicar el cuerpo en actos de reciprocidad o compartir tú a tú. Todos esos factores fueron aprovechados y manipulados por dos zorros de la política que ansiaban quebrar el MIR y combatían donde podían a los que desarrollaban la siembra de los gérmenes de la lucha armada, que si bien contó con innumerables errores, su error principal era compartido por ambos, los democráticos y los militares: la ausencia de relación con la sociedad, especialmente los de abajo. Para ellos el MIR ya no era un partido de los marginados. Prácticamente se les subió a la cabeza el enorme desarrollo alcanzado en los últimos tiempos del gobierno popular y ya se veían como administradores del aparato del estado cuando «volviese la democracia», negociadores con otros partidos, en fin, la tortura había nivelado e igualado a los diferentes de antes, se dejó de lado la contradicción entre reformismo y revolución, entre estalinismo y guevarismo, entre autonomía social y estatismo. Era común que se mezclaran con ONGs e iglesias, instituciones que aprovecharon el dolor y las necesidades sociales para hacer su agosto, penetrar por todos lados evitando los brotes de autonomía social y rearmando un tejido institucional que luego se sumaría a las negociaciones por arriba para impedir el crecimiento de la salida popular. Podemos decir que este sector profitó y sacó provecho de las actividades del partido en el campo social y armado, que le hacían la propaganda para ellos reclutar. Con ese marketing quien no atrae. Al final se comenzaron a sentir ellos los «políticos» y los luchadores serían «cabeza de músculo o de pistola». Poco a poco comenzaron a caer en la línea del PC de separar a los polis de los milis. El PC crea su Frente Manuel Rodríguez y mete allí a todos los críticos para que dieran la vida mientras ellos se cuidaban para luego aparecer «legales» y su vínculo era ni más ni menos que Tellier, que esperaba pacientemente su turno, que llegó con el fallecimiento de Gladys Marín, representante histórica del reformismo obrero, en tanto Tellier lo era del reformismo pequeño-burgués.

Los dos cabezas de la corriente democrática en el MIR fueron Nelson Gutiérrez y Martín Hernández, el primero a cargo del reclutamiento de viejos para dividir la organización y el segundo a cargo de jóvenes para formar cuadros segregacionistas. A estas tareas se sumaron Jeckar Gneme y Águeda Sáez, que estaban a cargo de la Juventud Rebelde Miguel Enríquez y levantaron entre todos una fuerte campaña contra las tareas militares que, como dicho, estaban llenas de errores, pero que esos errores no justificaban el oportunismo de trabajar estratégicamente para quebrar el MIR. De esa corriente posteriormente salen chorros de militantes para incorporarse al Partido Socialista, especialmente viejos, otros para formar parte del PPD, especialmente jóvenes, comenzando por casi toda la plana mayor de la Juventud Rebelde, y otros a trabajar con el Partido Comunista, que formaron el llamado MIR Demetrio, el Rana, que se apoderó de una de las fracciones en que quedó dividida la Juventud Rebelde Miguel Enríquez y luego se replegó para dejar a su pareja en la máxima dirección. Muy democrático. De esa manera muere sin pena ni gloria la corriente divisionista llamada «democrática», consiguiendo reventar el partido y transferir cientos de cuadros ya debidamente formados en las lides burocráticas a los partidos que hoy día defienden el proyecto neoliberal y el capitalismo extractivista, aunque hoy día hay centenares de viejos y nuevos miristas no adscritos a ninguna otra corriente que intentan mantener los principios del MIR militando en organizaciones sociales o desarrollando activismo en localidades, lo que hace que el mirismo tenga aún una fuerte presencia y cada año son decenas y decenas los jóvenes secundarios y universitarios que se identifican con ese pasado.

La corriente militar se desvaneció y al parecer algunos de sus viejos cuadros están presentes en las diferentes orgánicas y agrupaciones con distintos nombres que reivindican la historia del MIR. La corriente social, sin ninguna duda, es la que más ha contribuido al desarrollo de la resistencia anti-dictatorial y a ella dedicamos esta parte. Desde el gobierno popular, quedaron sembradas en casi todos los barrios del país las semillas y gérmenes de la autoorganización local territorial instaladas por el MIR en la diferencia fundamental con los partidos burocráticos, estalinistas, reformistas y socialdemócratas que se expresa en la línea divisoria de trabajar en las instituciones reproduciendo el sistema o construyendo otro modo de vivir. Muchos militantes mantenían contactos con alguna de las dos corrientes ya descritas y a través de ellas llegaban los dardos venenosos que se enviaban unos a los otros, otros no dejaban circular las diferencias y otros mantenían o creaban coordinaciones locales. Hasta que se creó la estructura Dagoberto Pérez, que aspiraba a coordinar y dirigir territorialmente el proceso de reconstrucción del MIR lográndose algunos avances obstruidos en el corto plazo por los afanes hegemonistas del divisionismo de Gutiérrez y Hernández.

No era el asiento territorial lo que diferencia la acción de los sociales, los militares y los democráticos, ya que en ocasiones estaban ahí mismo los tres, convivían en un barrio, a veces no se conocían y otras compartían de mil maneras distintas. Una de las formas rituales que juntaban a los sectores eran los fines de semana guitarreaos con vino navegao, espacios donde despuntan los artistas populares, especialmente músicos y escritores, que al no tener lugares donde expresarse, van tejiendo en conjunto con la izquierda un espacio mayor, sin percibir que a la larga eso acarrearía serias consecuencias, en especial el hegemonismo reformista y la reducción de los espacios de expresión cultural rebelde. Las colonias urbanas de encontrarse vecinos, hijos y padres, haciendo talleres, actividades y paseos, se extienden por todos los barrios del país, las ollas comunes, comedores populares, comités de comprando juntos y otras dinámicas vecinales hacen nata y puede decirse que cientos de miles de personas se entrecruzaban en estas actividades en todas partes. Era una forma de resistencia, de cooperación y apoyo mutuo, que al mismo tiempo de solucionar problemas, en especial de la olla, pero también derechos humanos y otros, instalaba nuevas relaciones humanas, económicas, corporales y más, tejiendo un estilo de cuerpo social autónomo que muy luego se expresaba en las barricadas incendiarias y apagones. Si bien el MIR y el FPMR eran las estrellas y acaparaban la atención en las barricadas enseñando arme y desarme o aún practicando tiro, eran las familias los verdaderos protagonistas, aún los abuelos salían a la calle, adultos, padres y madres, con mayor razón los jóvenes y bandadas de niños con hondas, molotovs, alambres para el apagón y otros artefactos. Esas barricadas fortalecían lazos afectivos y de confianza, reforzando la participación en las actividades barriales y viceversa, aquellas actividades barriales de vecinos que vivían ahí mismo, al frente de la plaza, que poco a poco eran un referente obligatorio voluntario que iban moldeando una cultura y una psique compartida, horizontal y solidaria.

Esos espacios barriales abrieron el apetito de las ONGs, de los partidos y de las iglesias. Todos ellos confluían para el desarrollo de la defensa de los derechos humanos, carta fundamental ideológica para reforzar el carácter individual e institucional de los golpes propinados por el aparato estatal y la defensa valórica de las individualidades, los derechos de las personas, apagando la subjetividad o la conceptualización de sujetos comunes que mediante la aproximación y la corporalidad se expresaban de nuevas maneras, rescatando el sentido de lo común y del Nosotros, por encima del yo, tú, él, ella. La importancia de la individualización de sujetos separados para las organizaciones sistémicas radicaba en que la salida al golpe debía ser otra institucionalidad de articulación organizativa legal y ciudadana
también de sujetos separados y rearticulados mediante otro tinglado que reprodujese los valores del individualismo, la competencia, el consumismo, el exitismo, el arribirmo.

La pugna entre políticos y militares dentro del MIR, así como la concentración de cada uno de ellos en sus tareas, no permitió ver que el destino del partido se jugaba en los barrios, en las colonias urbanas, en la autogestión, en los comités de comprando juntos, en el protagonismo de los de abajo y en las barricadas. Ya no era solamente una lucha antidictatorial y una resistencia, sino también del desarrollo de la potencia y capacidad autoconstituyente de la población, la formación de semillas y brotes de la otra sociedad, evitando entregar en bandeja la situación a los partidos «negociadores”, lo que aprendieron posteriormente las organizaciones sociales coordinadas en la Copinh y agrupaciones garífunas de Honduras tras el golpe a Zelaya, y lo que no tuvieron en cuenta los negociadores de las guerrillas centroamericanas que se rindieron a los gobiernos.

En esta fase la acción directa fue un divisor de aguas, que en el caso militar, fue una prolongación de la acción directa del partido, en tanto en el campo social no se invirtieron esfuerzos, salvo el sector amarillo de los estudiantes y Codepu, donde se dejaron caer todos los «políticos» menospreciando el trabajo autónomo en barrios. Los mejores cuadros probados del partido fueron destinados a la lucha armada, al mismo tiempo la militancia y simpatizantes en los barrios quedaron reducidos a una mínima expresión, justamente donde la gente pedía conducción a gritos. Los partidos, iglesias y ONGs aprovecharon para hacer su agosto tejiendo potentes redes de control y subordinación ideológica colocándose a la cabeza de las agrupaciones de derechos humanos y aterrizando en todos los barrios combativos para instalar cabezas de playa. Muchos resistentes buscaron y recibieron cobijo en esas instituciones que habían «bajado» junto a los que sufren, la iglesia colocó a los curas de izquierda en los barrios y muchos de ellos fueron retirados a la «vuelta de la democracia» para ser sustituidos por curas fascistas. Las ONGs hicieron nata por todos lados haciendo asistencialismo aprovechando de integrar miles de izquierdistas a precio de huevo, ya que lloraban por ser acogidos. Buena parte de los actuales diputados y senadores progresistas provienen de esa experiencia benefactora. Pocos extienden el hilo de la estrategia conciliadora desde la Concertación hacia atrás. La siembra destinada a producir los frutos «democráticos» proviene de mucho atrás. El plebiscito fue un acuerdo por arriba entre los militares y los partidos.

El MIR ya no tenía nada que ofrecer. Derrotado militarmente, el sector democrático ingresa a los partidos y el sector social queda abandonado a su suerte. Miles de militantes honestos, integrados a orgánicas o simplemente de forma individual, conservan en sus cuerpos y corazones la historia de la acción directa y del protagonismo de los de abajo, algunos piensan que lo hecho tiene la dimensión de lo repetible, con lo que caen en el fetichismo y quedan aislados de la realidad.

Las condiciones actuales llevan a la lucha callejera y muchos piensan que es la hora del retorno de los brujos, cuando en realidad sólo se está alimentando a los candidatos juveniles surgidos de las dinámicas estudiantiles, por mucho que se escriba y hable en contra de ellos, ya que la información circula masivamente por la prensa escrita y la TV, que no va a mostrar las alternativas, sino el choque, lo que lleva a alimentar el vanguardismo trasvestido de anarquismo. Hoy día se piensa que ser anarquista es la papa rebelde, cuando sólo se está alimentando el voluntarismo: lo deseo así y llevo mi cuerpo en esa dirección, mi voluntad mueve montañas. La situación, tal como está siendo manejada por el sistema, ha estimulado el nodo o punto focal del choque entre los encapuchados y el orden social, lo que genera tendencias centrífugas de reforzamiento del acto y del concepto. Más gente se incorpora a la «lucha». Los Gap, Mires, frentes, lautas, anarcos y algunos otros más concentran su trabajo conspirativo, organizacional, propagandístico y operativo en estos ejes, o sea, refuerzo de la acción directa del partido, lo que no hace daño al sistema, pues no incorpora sectores sociales y perfila un eje ilusorio de la confrontación social.

Lo que haría daño real al sistema en lo táctico y estratégico es el rescate de la acción directa de masas, no sólo en la «acción», que no resultará pedagógica a estas alturas, sino en la construcción social, o sea, el tejido de múltiples relaciones entre vecinos dentro del barrio, en muchos barrios.

No cometamos el mismo error de concentrar todos los esfuerzos en la «lucha», que si bien sólo la lucha nos hará libres, estamos claros que lucha no es sólo el choque, sino también la construcción práctica de otra sociedad, el cambio, otra economía, otras relaciones vecinales, el trabajo de hormiga, lo que nos hizo crecer durante el gobierno popular y disminuir por su ausencia durante las dictaduras militar y civil.

Hay muchas personas que invierten energías en el cambio desde abajo, esos son los agricultores de la nueva vida, sin embargo, si una sola persona que lea esto dedique tiempo a construir algo nuevo en el barrio con sus vecinos, que discuta o divulgue este material, me daré por satisfecho.

Personalmente apoyaría la propuesta de la huelga electoral constituyente si convocara ahora a reunirse la gente en barrios y comunas de forma libre y autoconvocada para comenzar a elaborar una nueva constitución desde abajo sobre la base de prácticas corporales, económicas, culturales, pedagógicas y sociales de nuevo tipo que fomenten las formas de vida comunitaria y autogestionaria. De otro modo toda constituyente será fruto de la cabeza de algunos y sólo de la cabeza, o sea, nos retrotraen el iluminismo liberal.

Abrazos
Jaime Yovanovic (Profesor J)
profesor_j@yahoo.com