El “desarrollo” extractivo no puede dejar de lado la integralidad del ser humano, reconocen la Unasur y la Cepal
Sudamérica se desindustrializa y la economía se “reprimariza”
Caracas y La Paz (PL y Bolpress).- En los últimos años, los países de América Latina incrementaron sus exportaciones de materias primas y al mismo tiempo experimentaron un proceso de desindustrialización, configurándose así un escenario de “reprimarización” de las economías del área, constataron expertos y funcionarios de gobierno en la Conferencia “Recursos Naturales para el Desarrollo Integral de la Región” que sesionó en Caracas.
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Investigadores, intelectuales y delegados de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, México, Perú, Uruguay y Venezuela asistieron a la primera Conferencia “Recursos Naturales para el Desarrollo Integral de la Región”, convocada por la Unión de Naciones Sudamericanas (Unasur). para reflexionar en torno a los desafíos del desarrollo sostenible y formular propuestas de políticas públicas para el manejo de las ingentes reservas naturales del continente.
Del 27 al 30 de mayo en Caracas, los expertos latinoamericanos analizaron varias iniciativas como la constitución del Banco del Sur y una nueva arquitectura regional; el Instituto de Altos Estudios de Unasur y el Servicio Geológico Sudamericano. Asimismo, se propuso la creación de Redes de Cooperación para el desarrollo del conocimiento y se evaluaron Soluciones jurídicas y prerrogativas en la administración de los recursos naturales y los intercambios energéticos en la región.
El secretario general de la Unasur Alí Rodríguez abogó por una estrategia que articule en un plan común las políticas de los 12 estados miembros del bloque para la gestión de sus recursos naturales. “Cada país ha abordado sus problemas por su lado, en contraste con los grandes consorcios, que tienen un solo mando y una sola estrategia global”, dijo.
Rodríguez hizo hincapié en la centralidad del uso de la ciencia y la tecnología para el conocimiento de las riquezas naturales del área y, en consecuencia, para su aprovechamiento efectivo. En ese sentido, propuso la creación de un instituto de altos estudios que produzca contenidos para la generación de estrategias oportunas en este tema.
La Cepal y el Banco Mundial recomiendan aprovechar mejor los recursos naturales
Semanas atrás, el vicepresidente del Banco Mundial para América Latina y el Caribe Hasan Tuluy advirtió que los países de América Latina y el Caribe podrían convertirse en víctimas de su propio éxito económico, el cual está íntimamente ligado a la generosidad de la naturaleza.
Más del 97% del PIB regional se genera en países que son exportadores netos de materias primas (petróleo, minerales y productos agropecuarios), recursos que podrían reducirse significativamente en menos de una generación de no variar las actuales tasas de extracción o de no adoptarse técnicas agropecuarias más inteligentes, aseveró Tuluy.
A modo de ejemplo, el informe “El ascenso del Sur: progreso humano en un mundo diverso” del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) revela que Bolivia, una de las economías ultra dependientes de las materias primas, registra un índice de agotamiento de recursos naturales de 12,3% del Ingreso Nacional Bruto (INB), más del doble del promedio regional (5,7%); mientras que su tasa de emisiones de gases de efecto invernadero es de 4,9 toneladas per cápita, casi el doble del promedio regional (2,7 toneladas) y superior a las tasas de Cuba (1,4), Venezuela (3), Ecuador (1,7), Honduras (1,2) y Nicaragua (1,7). (Ver cuadro adjunto)
Es así que los países de América Latina enfrentan hoy el reto de maximizar la contribución de los recursos naturales al desarrollo regional, en especial con el actual ciclo de precios altos, afirmó la Comisión Económica de América Latina y el Caribe (Cepal) en la Conferencia “Recursos Naturales para el Desarrollo Integral de la Región” de la Unasur.
Según la Cepal, Latinoamérica dispone del 65% de las reservas mundiales de litio, 42% de la plata, 38% del cobre, 33% del estaño y 21% del hierro. Además, son significativos los inventarios de bauxita (18%) y níquel (14%), el 25% de la producción planetaria de biocombustibles y 13% del petróleo. En la región se encuentra alrededor de 30% del total de los recursos hídricos renovables del mundo, lo que corresponde a más del 70% del agua del continente americano y 21% de la superficie de bosques naturales del planeta.
Sin embargo, la región mantiene aún debilidades, como una estructura productiva y exportadora basada en ventajas comparativas estáticas (sustentada solo en recursos naturales) más que en dinámicas; baja inversión en infraestructura, exploración y valor agregado y rezagos en innovación, ciencia y tecnología. Históricamente, la región no ha logrado traducir los períodos de bonanza exportadora de sus recursos en procesos de desarrollo económico de largo plazo, criticó la Cepal.
Según el organismo, la región también enfrenta el desafío de generar un consumo energético integrador y homogéneo, con el fin de acortar las brechas subregionales que aún persisten, y desarrollar mecanismos que aseguren una inversión eficiente de las rentas extraordinarias de recursos naturales en esta época de precios altos.
Sudamérica se desindustrializa y reprimariza
El economista e investigador colombiano Héctor Mondragón aseguró que en los últimos años los países de América Latina incrementaron sus exportaciones de materias primas y al mismo tiempo experimentaron un proceso de desindustrialización. Han crecido actividades extractivas como la minería y la producción de petróleo, mientras que los índices de industrialización han caído, configurándose así un escenario de “reprimarización” de las economías del área.
En un foro consagrado a la evaluación de condiciones y perspectivas para la búsqueda de una plataforma común a los países de Unasur para la gestión de sus riquezas naturales, Mondragón reclamó un cambio de perspectiva epistemológica que permita ir más allá de la tradicional dependencia de los mercados externos, e insistió en definir “¿qué necesitamos nosotros de nosotros mismos?”, en referencia a la importancia de utilizar los recursos del subcontinente para desarrollar las industrias y mercados propios.
Al respecto, la asesora de la secretaría general de la Unasur Mónica Bruckmann planteó que las políticas de gestión y aprovechamiento de los recursos naturales en el continente deben partir de la evaluación integral de aspectos económicos, ambientales y sociales que permita el desarrollo integral de los pueblos.
En declaraciones a Prensa Latina, Bruckmann sostuvo que la construcción de políticas para el aprovechamiento del patrimonio del subsuelo, el agua y la biodiversidad debe partir de una evaluación que incluya tanto el aspecto económico como los factores ambientales y sociales. “El concepto de desarrollo no puede dejar de lado la integralidad del ser humano”, quien debe estar en el “centro de cualquier política pública, económica, social, educacional, científica y tecnológica”, recalcó la especialista.
En el orden económico, deben mejorarse los términos de intercambio de estos recursos en el mercado mundial; pero, sobre todo, debe trabajarse para agregar valor a estas materias primas. Igualmente, es importante dirigir esos recursos hacia el creciente mercado interno y no solamente hacia el exterior, señaló la catedrática de la Universidad Federal de Rio de Janeiro, Brasil.
Por otro lado, resulta imprescindible articular una visión muy seria de sustentabilidad y de reducción al menor nivel posible del impacto ambiental que generan las actividades extractivas. Según Bruckmann, se impone la necesidad de un conjunto de acciones regionales encaminadas al resarcimiento de la devastación ambiental histórica acumulada. “Tenemos que encontrar mecanismos para la reversión de esos procesos y para minimizar las consecuencias de la actividad minera actual”, subrayó.
Un tercer elemento a tener en cuenta –apuntó Bruckmann- es la gestión social de los recursos naturales a partir de la profundización de los procesos de democratización. Las grandes reservas de minerales fósiles y no fósiles, agua y biodiversidad suelen estar habitadas por pueblos que sufren el impacto de una lógica irracional de extracción acumulativa, la cual no tiene en cuenta la protección del medio ambiente y está muy lejos de constituir un proyecto de desarrollo para beneficio del ser humano.
En ese contexto, subrayó la Cepal, las políticas públicas deben centrar su atención en la gestión de los conflictos socioambientales derivados de la explotación de bienes primarios.
El desarrollo económico no garantiza el desarrollo humano
Desde hace más de un cuarto de siglo la Asamblea General de la ONU aclara que la búsqueda del crecimiento económico no es un fin en sí mismo y que “para lograr un justo equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y ambientales de las generaciones presentes y futuras es necesario promover la armonía con la naturaleza”.
En 1972 el informe “Los Límites del crecimiento” del Instituto de Tecnología de Massachusetts (MIT) alertaba ya sobre la inviabilidad del crecimiento permanente en base al despilfarro del patrimonio natural común. La Conferencia de Naciones Unidas sobre el Ambiente Humano celebrada en junio de 1972 en Estocolmo, Suecia, advirtió que los problemas medioambientales locales tendrían repercusión en todo el planeta, y solamente la estrecha cooperación entre los diversos sectores sociales de todos los países, y el emprendimiento de acciones serias y coordinadas, podrían aportar una respuesta coherente, eficaz y duradera.
En la década del 80 del siglo XX surgió el concepto del “desarrollo sostenible”, en un intento de conciliar la ecología con la economía. En 1988 el informe “Nuestro Futuro Común” de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo de la ONU se refirió al “desarrollo sostenible” como la síntesis de tres objetivos: el crecimiento económico, la equidad social y la conservación ambiental.
La ONU definió el “desarrollo sostenible” como la capacidad de alcanzar el crecimiento económico y satisfacer necesidades presentes, en equilibrio con la naturaleza y sin comprometer la base de recursos para las generaciones futuras; en otras palabras, conciliar el crecimiento económico y la conservación ambiental. En 1987, el Informe Brundtland de la Comisión Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo precisó que la satisfacción de las necesidades esenciales de las naciones pobres exige no sólo una nueva era de crecimiento económico, sino también la garantía de que éstas se beneficien con la parte de recursos necesarios para su crecimiento que les corresponde.
En el 25 aniversario de la Declaración sobre el Derecho al Desarrollo, la Alta Comisionada para los Derechos Humanos Navi Pillay expresó: “Hoy casi tres mil millones de personas viven en la pobreza, mientras un reducido 20% de la población mundial se apropia del 70% del ingreso mundial global. Eso demuestra que no hemos cumplido nuestras promesas y que es hora de hacer el derecho al desarrollo una realidad para todos”.
La declaración acordada hace un cuarto de siglo vive en el papel, pero languidece en la práctica, admitió el secretariado general de Naciones Unidas. En los hechos, el crecimiento económico y la riqueza material equivocaron el verdadero desarrollo, las manos visibles de los gobiernos cedieron mucho terreno a las manos invisibles e irreales del mercado, y los derechos humanos y el medio ambiente fueron subvertidos muy a menudo por la ganancia financiera.
El crecimiento exponencial en la segunda mitad del siglo XX se ha repartido de manera muy desigual en el planeta. El desarrollo económico ha beneficiado al 20% de la población mundial que reside en los países industrializados, de forma que éstos acaparaban en el año 2000 cerca del 80% del PIB mundial, mientras que el resto de los habitantes del planeta apenas habían incrementado su consumo energético y PIB per cápita.
Todos estos datos demuestran que “el desarrollo económico por sí solo no se traduce automáticamente en avances en el desarrollo humano…”, sentenció la administradora del PNUD Helen Clark. Más que eso, las estadísticas globales reconfirman que los gobiernos del mundo han fallado en la supervisión de los inversionistas transnacionales y en la regulación de las actividades extractivas, pese a sus probados impactos ambientales y sociales.
Pillay enfatizó que los que países deben terminar con la discriminación en la distribución de los beneficios del desarrollo: “Debemos evitar que 500 mil mujeres mueran en el parto cada año; debemos liberar del hambre a los millones de niños que viven en un mundo de abundancia; y debemos asegurarnos de que las personas puedan beneficiarse de los recursos naturales de su país y participar significativamente en la adopción de decisiones. Este es el tipo de cuestiones que se abordan en la Declaración, que apela a la igualdad de oportunidades y el establecimiento de un orden social justo. No es por acción de la naturaleza que más de 1.000 millones de personas de todo el mundo están atrapadas en las garras de la pobreza; es resultado de que se les haya negado el derecho humano fundamental al desarrollo”.