Parte III. Hacia la educación libre: Pasión, instinto y potencia

Es hora de poner fin al reinado de la razón y avanzar hacia el despliegue de la pasión



Pasión, instinto y potencia o el deleite de un encuentro de soñadores

Por el Profesor J

Dedicado a ustedes, ocho personas que en la toma de la facultad decidieron hacer un alto y comenzar a discutir desde nuevas perspectivas rupturistas, gracias por invitarme y permitirme soñar con ustedes. Al parecer quedó claro que es hora de poner fin al reinado de la razón y avanzar hacia el despliegue de la pasión.

La pasión mueve montañas. No es fácil descubrir la frontera entre la ternura, que implica la suavidad y el respeto del dar sin esperar nada a cambio y del desenfreno de pasiones desgarradoras que llegan a afectar el equilibrio emocional afectando cuerpo y mente en lo que se llama el plexo (territorio) psicomosomático y que pueden ser absolutamente egoístas o egocéntricas. En todo caso son niveles y tipos de sentimientos instalados en el plano de las emociones que pueden hacer reaccionar el cuerpo. El dolor de una ausencia produce afectaciones corporales: sudor, cambio de los ritmos respiratorios, tensiones musculares, etc. similares a un golpe con un objeto contundente, por lo que llama golpe, o shock (choque) emocional, que produce los mismos efectos dejando una inflamación o algún otro resultado que se denomina trauma. Hay cosas guardadas que nos hacen emocionarnos sin entender el por qué, pero que en su momento influyeron fuertemente haciendo sentir y reaccionar el organismo, la sensibilidad y el comportamiento, dejando una huella que se levanta y resurge con la misma fuerza ante estímulos parecidos o similares, tales como volver al lugar de los acontecimientos o sentir un olor que se percibió en aquella oportunidad.

Las pasiones son entonces sentimientos, como el amor o el miedo, que se instalan en el organismo y la psique porque tenemos sensibilidad, capacidad de sentir, mediante el sistema nervioso que conecta cada parte del cuerpo con el cerebro, por donde circulan las sensaciones, es decir el resultado de la interacción con el entorno, en especial a través de los cinco sentidos, con los cuales sentimos ese entorno.

Cuando alguien nos habla, empuja el aire en formas de olas que entre otras partes orgánicas, activa fundamentalmente nuestros tímpanos, que conectan su vibración al sistema nervioso y llegará al cerebro, donde ese sonido es interpretado, comparado, recordado, traducido. No es el habla lo que circula, es puro aire, movimientos o golpes de aire que tocan el tímpano como la mano al tambor. El habla es el acto de abrir y cerrar la boca colocando la lengua en determinadas posiciones y expeliendo aire de ciertas maneras. Esos actos de accionar los labios de una forma específica, se perfecciona con la práctica relacional, es el resultado de las relaciones entre individuos de la especie que se transmiten ideas y sensaciones mediante ese sistema corporal que une los cuerpos mediante la vibración del aire que, además del tímpano, hace vibrar todo el cuerpo y cada una de sus partes, por lo que la sensibilidad corporal en general se ha ido moldeando de modo interactivo inmersos en la densidad y ritmos de la naturaleza de la que formamos parte como un todo. El aire entre persona y persona no es la nada, es la misma composición esencial (H-O y H2O) del agua de donde provienen nuestros antepasados anfibios y permite la interconectividad llena de vibraciones (toques contantes de ondas de aire o agua en nuestro cuerpo y órganos) portadoras de energías diversas, tales como calórica y las mismas que domesticamos mediante la telefonía sin hilo, cuya concentración en las antenas es tal que producen graves alteraciones en el organismo. Somos el fruto de nuestro sistema de relaciones, incluyendo el coito de quienes procrean. Eso instala de inmediato la comprensión de que se trata de múltiples modalidades de relaciones, en la forma de tejido y entretejido constante, como el capullo de una cuncuna o el nido de una araña, una verdadera tela de finos hilos que nos acuna permanentemente, por más que vivamos culturalmente la emancipación filial, esto es, el hijo tomando distancia del vientre materno. Algunos sabedores de ello, para conseguir objetivos de utilización de otro cuerpo para su exclusivo placer individualista, sueltan una voz seductora que trae de cabezas al otro abriendo todos los poros del cuerpo para acoger la otra corporalidad. Claro que para ello hay dos conductos, el instintivo y el cultural. El instintivo está allí, desde antes de los albores del sapiens, y justamente es debido a ese instinto que estamos hoy aquí, el placer de compartir los cuerpos plenamente, independientemente de que el otro esté biológicamente disponible a procrear o no, ya que la procreación es un resultado del azar y no del destino ni de la programación, el perrito está muy tranquilo hasta que siente el olor del celo y sigue la fila. El instinto está allí desde siempre, el azar hizo que estuviera en el camino del olor aquel. El cruce de cuerpos es instintivo, aunque en la sociedad disciplinaria debe hacerse de este modo si y de aquel modo no. El instinto no reconoce género ni sexo para reaccionar al estímulo del afecto y del placer. La libertad no es poder escoger, sino no tener que escoger. La opción cultural tiene que ver con estímulos instalados en lo que se llama reflejos condicionados, tales como el estereotipo de la belleza femenina nórdica o el galán que canta haciendo vibrar a millones. Para una comprensión más acabada habría que ver como la reunión de otros placeres o de herramientas que pueden producir placeres (como el dinero), estimula aún más y así por delante, hasta llegar a agarrarse a latigazos y golpes de puño o manosear un menor. De repente descubrimos que la sociedad está llena de violadores, pedófilos, secuestradores (es increíble que hayan podido salir a la publicidad casos de hijas o chicas secuestradas durante 10 o 20 años en un sótano) y otros especímenes que pueden gozar sin importarse un pelo si el otro goza o no goza. La instrumentalización del deseo en la estructura societal de las distancias, que es la misma instrumentalización y la misma distancia en el caso de la llamada delincuencia, que a la vuelta de la esquina te asaltan. También es igual en el caso del dinero: si hay trabajo, te sacan la leche y te pagan mal, y si no hay trabajo hay que robar, engañar, etc. de modo todos andan con stress. En la política lo mismo, te piden el voto y luego siguen reproduciendo el sistema.,

Además de esa red de relaciones que van y vienen de vibraciones, energías, palabras y sensaciones, está la cadena alimenticia que nos entrelaza aún más con la madre tierra y son los sentidos los que nos permiten recibir los olores que nos dirán si el fruto está en buen estado o la visual de que ya pasó de maduro o el tacto de que se deshace en nuestras manos o el gusto o el sonido del golpe que permite detectar su madurez, así como la experiencia del otro que ya lo probó y dice que está a punto. El olor es la química abrazándose con la biología, ya que la putrefacción distribuye finas e imperceptibles partículas en todas direcciones que activarán nuestro olfato, o sea, del cambio biológico emanan partículas químicas que tocarán nuestra biología, aún antes de ver al bicho o la planta en descomposición.

El fin de la comunidad y el desequilibrio estructural de lo humano

El capullo de relaciones de la vida en común ha sido substituido por un capullo de alambres de púas. La comunidad del compartir ha sido substituida por la sociedad del competir. El dar sin esperar nada a cambio ha sido substituido por el comercio y el aprovechamiento de si das la mano te agarran hasta el codo y más. Ya no sabemos vivir bien, como dicen en las comunidades indígenas, que siempre hemos mirado a huevo y hoy día nos dan lecciones de cotidianeidad compartida.

Sin embargo no han podido llegar al instinto. Han instalado miles de reflejos condicionados y conductas homogenizantes. Nos han enseñado a beber, y nos gusta, esa caca llamada coca cola. Nos están enseñando a comer vegetales transgénicos y carne inoculada, y nos hacen creer que este mundo es así, que somos enemigos unos de los otros. Insisten en mantenernos separados y en competencia, sin embargo el instinto sigue allí, vivito y coleando, puro y limpio como agua fresca del río que baja de la cordillera que no tiene explotación minera.

De esa manera las pasiones instintivas son arrinconadas por la cultura dominante que teme su expresión y por eso se esfuerza en crear pasiones desviadas, individualistas, egoístas, que se reproduzcan y mantengan su hegemonía. Si las conductas orientadas desde el individuo que no reconoce, valora ni respeta al otro, exceden de los límites del «orden social» cae la ley y la represión encima, por eso la ideología es el instrumento de auto-contención y adaptación al sistema de reglas que articulan artificialmente las individualidades haciendo creer a cada una de ellas que son un todo, una totalidad que debe oponerse al común por vía del despliegue de la mirada propia y unidimensional del individualismo. Nuestros discursos «liberadores» y las promesas de un futuro mejor no pueden competir con esa red de alambres de púas que se clavan en nuestros cuerpos y determinan las relaciones humanas y de los humanos con la madre tierra. El despliegue de las pasiones instintivas es el despliegue de la libertad y el desarrollo de relaciones de otro tipo, una reaproximación entre las personas y recuperación de las formas de vida comunitaria como contexto de reproducción de otros comportamientos, que tengan la consideración de que ahí está el otro, el igual, el hermano, sin el cual uno no existe, he ahí la especie y la madre tierra.

En el instinto está grabado lo atávico en los genes, nuestra estructura biológica contiene en el ADN la estructura comunitaria del ser que comparte, ya que no es posible reproducir biológicamente madre a hijo la conducta inducida culturalmente. El egoísmo del individualismo no es congénito, sino que es cultural. El compartir y dar sin esperar nada a cambio no es un principio o un valor para seguir, sino que se trata de un elemento esencial-estructural del ser que se traspasa de madre a hijos por estar grabado en el código genético del ADN y la prueba está que los niños y niñas comparten todo antes de ser capturados por el sistema o por las ideologías. De esa manera la reproducción cultural instintiva o condicionada va a depender del contexto: si se vive en una sociedad individualista, por lógica la conducta que se traspasa es ésa, pero si los niños pueden ver con sus ojos y tocar con sus manos las formas de vida comunitaria, el dar, el compartir, la íntima vinculación con la pacha mama, esa será su conducta, y con mayor razón, ya que al estar en el instinto podrá desplegarse libremente la potencia del ser. Por ello es fundamental intentar en todos los momentos y lugares de la vida cotidiana, reproducir espacios y experiencias compartidas. Es sólo allí que podrá brotar el instinto, como la semilla en la buena tierra.

El encuentro con el instinto y el despliegue de libertad que ello representa en el contexto de relaciones comunitarias, del capullo de la cuncuna que dará una mariposa, es lo que permite entonces el desarrollo de la potencia, ya no entendida como capacidades individuales para competir y derrotar a los otros, sino una potencia de multitud, la potencia del común, la potencia de la autoconstitución en formas de vida libre por parte de quienes se encuentran próximos en determinados territorios o localidades, sin necesitar un acuerdo conceptual o un camino previamente trazado, ya que como dice el poeta, no hay camino, se hace al andar. Para andar hay que sacarse de encima las amarras del individualismo en la escuela práctica del común y andar juntos, como dicen los zapatistas, que camine la palabra y preguntando caminamos, hacemos y nos hacemos andando.

la potencia es la capacidad de «hacer», llamada también el poder-hacer, que en las condiciones de la heteronomía se subordina al poder-sobre, y su despliegue en el campo de lo común es autónomo y autopoyético, es decir, productor de si mismo, como sujeto productor de su subjetividad, como el sujeto milenario común mapuche ha producido su cosmovisión, su mirada y comprensión del mundo en el mismo acto permanente de hacerse a si mismo, esto es la simultaneidad del sujeto del acto epistemológico que al conocer y conocerse, se hace a si mismo como sujeto actor y conocedor.

El desarrollo de la potencia del sujeto común autónomo adopta formas de creatividad, o sea, genera modos de andar, de vivir, no escoge entre propuestas externas, no se somete al poder-sobre, vive el contrapoder y avanza hacia el no poder, hacia la no-sociedad, hacia lo que algunos llaman comunismo, sociedad sin clases o anarquía, entre muchos otros nombres, todos igual de válidos, por lo que parece prudente utilizar el concepto genérico del «común», lo de todos, ese encaminamiento al no-poder es un andar sin necesitar ya más el instrumento estado para acumulación capitalista, puesto que en su vinculación con la madre tierra mediante la autogestión, puede romper con los lazos ideológicos y materiales del estado y del mercado. Su enlace con otros sujetos comunes autónomos de la misma u otras localidades configuran los espacios del trueque, la cooperación y apoyo mutuo. Esos enlaces tejen un nuevo capullo o vientre materno o nido para todos y cada uno, en especial los niños, que conocerán el individualismo en sus visitas a los museos y les dará repulsión y rechazo, sin que se necesiten discursos para que reaccionen de esta o la otra manera, sin más conductismo ni heteronomía ni collar de perro en el cuello humano. Su contribución a que se gesten espacios similares pero diferentes en otras localidades es su contribución a la humanidad, pero la clave está en la paciencia y en la confianza de que si hemos podido transitar un camino nuevo descubriendo las formas del buen vivir, hay que tener confianza en que los otros también lo harán y que la mirada en crisis circula buscando referentes vivenciales y corporales prácticos, no más teóricos de un futuro probable que nunca ha podido llegar por la maldita lucha por el poder, que tendremos que substituir en todas partes por el despliegue del poder-hacer.

Todos y cada uno podemos hacerlo. Es sólo intentar vivirlo en cada momento y en cada lugar. Quebremos la hegemonía del individualismo y del oportunismo. Enseñemos el Buen Vivir practicándolo. En cada escuela y facultad, centro de trabajo y barrio, etc. basta hablar entre dos o tres personas y empezar. Si lo desea podemos ponerlo en comunicación horizontal con alguna experiencia para que vea y sienta que es posible, ya que los de arriba no sólo reprimen con el palo y la lacrimógena, sino también sembrando la incredulidad y la desesperanza.

Cambiar el mundo es cambiarlo en cada lugar, muchos cambios de los mundos locales son el cambio del mundo global, empecemos con nuestros cuerpos apoyándonos en los ritmos reales de lo natural y dejando de lado los discursos e ideologías desplegando el afecto y el amor que hace falta y que mantenemos encerrados en nuestros corazones. Por ahí empieza el camino de la libertad, que no sabemos a donde lleva, pero si sabemos que lo haremos entre risas y abrazos.

Abrazos
Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
Coordinador Universidad Libre
http://clajadep.lahaine.org
http://www.ulibre.net

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¿Y la razón?
Ah. La razón, tienes razón, hablemos de la razón.
La divinidad y la razón se disputan las maneras de hacernos creer en el determinismo, por lo que propongo que demos un tiempo para hacernos brotar los instintos, especialmente el instinto del común, identificarlo, sentirlo y así vamos poco a poco razonando sobre la razón desde nuevas bases, pero bases no aportadas por el profe J, sino conversadas entre todos nosotros.
Por eso propongo que nuestro próximo encuentro sea sin hablar, o mejor, sin pasar ni recibir ideas, sino sólo sensaciones corporales. Para eso necesitamos un mínimo de 16 personas, un espacio abierto donde los que pasan puedan vernos volar y venir con pantalones y zapatillas o zapatos blandos. Ahí haremos algunas dinámicas corporales que estaremos conversando, obviamente, en ciertos momentos para entender también racionalmente los efectos que se sentirán corporalmente en la actividad. PJ