¿Mestizaje? Luchas políticas e identidades coloniales en Bolivia

Es poco apropiado usar el término “originario”



La Paz, julio 2013
Pukara

¿Mestizaje?:
Luchas políticas e identidades
coloniales en Bolivia
Carlos Macusaya
*
Lo que ha marcado la lucha
política en Bolivia en los últimos
años, desde el año 2000 para
ser más claro, ha sido la confro-
ntación de lo “indígena” contra
lo “no indígena”, específicamente
contra lo “mestizo”. Los actores
políticos asumieron tales iden-
tidades en tanto fundamento
básico y hasta como una deter-
minación ontológica. Esta con-
frontación, marcada por lo iden-
titario, ha evidenciado el carácter
racializado de las relaciones
sociales en este país. Y desde
que un “indígena” es elegido
como presidente el año 2005,
estas identidades se confrontan
en el proceso de “descoloni-
zación” que lleva adelante el
gobierno. En esta disputa,
unos, los de la “oposición”, en
nombre de la “identidad
nacional” y los otros, los del
MAS
,
en nombre de la “descoloni-
zación” se enfrentan entram-
pados en taras que aún nos
perturban: identidades colonia-
les tales como “indígena” y
“mestizo”.
Identificar a unos como “indí-
genas” y a otros como “mesti-
zos” es propio de la Colonia,
pues es el colonizador quien
identifica a “sus” otros de esa
manera. La estructura social
colonial se reprodujo a partir de
mecanismos de selección que
funcionaban fundamentalmente
configurando un espacio social
en el que el acceso a los puestos
en la estructura de mando y en
la estructura de producción
estaba determinado por el origen
de los sujetos. En esta estruc-
turación, las posibilidades de
desenvolvimiento social estaban
limitadas según se identificaba
a los individuos como españoles
(el referente máximo de supe-
rioridad en el orden social) o
como indios (lo más lejano y
bajo en el ordenamiento colo-
nial). Entre estos polos había una
gradación que se
conoce como mes-
tizaje, como pro-
ducto de la “mez-
cla”, y cuyo carác-
ter ontológico, si
se puede decir algo
así de esto, obede-
ce al orden colonial
.
Identificar a los su-
jetos y racializarlos
en esta identifica-
ción, por su “mez-
cla de sangre” o
“pureza”, es algo
que ha caracteriza-
do a la Colonia y le
ha servido para
reproducirse como
orden social y esto
aún pervive hasta
nuestros días.
Hay que recordar
que los coloniza-
dores se diferen-
ciaban de los colo-
nizados en no pro-
ceder del lugar que
colonizaban. Es
decir, por ser alienígenas res-
pecto a un espacio y a los que
lo habitaban; estos fueron defi-
nidos por la relación con los co-
lonizadores como indígenas. Los
que se sentían puros (positiva-
mente), los colonizadores, veían
a la vez
como seres puros (nega-
tivamen
te y hasta malignamente)
a los “indígenas”, como algo que
puede dañar lo que se es, con-
siderando por tanto cualquier
“mezcla” como algo contaminan-
te y degradante. Esta mezcla se
entiende que era de “sangres”,
de “razas”; así, el “mestizo” es
el alejamiento de la buena pureza
y la degradación que acerca a lo
indigno, al “indígena”. La iden-
tidad indígena y la mestiza con
expresiones de la dominación
colonial, son la expresión de la
clasificación social racializada de
ese contexto.
Ni con la independencia de
Bolivia, en 1825, ni con la
“Revolución Nacional” de 1952
se puso fin al orden racializado
que la Colonia dejó. Menos aún
desaparecieron las formas de
identificación que operaban en
ella. Es más, el estado boliviano
se apoyó en esta racialización de
los sujetos constituyéndolo en
el fundamento de su existencia:
“los privilegios de la Colonia
habían engendrado los privi-
legios de la Republica”
1
. La
incorporación del “indio” como
campesino, como “nuevo”
ciudadano, desde la “Revolución
Nacional”, fue un acto que implicó
la renovación de los mecanismo
coloniales. La incorporación se
realizó mediante un acto de
trasferencia de la carga racial que
llevaba la palabra indio. Esta
carga se “depositó” en la palabra
campesino, por tal razón hoy
decir “indio de mierda” es casi
igual a decir “campesino de
mierda”. Esta transferencia fue
mimetizada por una acción
estatal discursiva cosmética:
“mestizaje” que expresaba no la
identidad nacional, sino los
prejuicios a partir de los cuales
se pensaba la nación o lo que
se quiera que fuera la nación.
Lo “mestizo” fue y es una
“apariencia ideológica”, una
ilusión fantasiosa que se la
pretende vivir como algo
verdadero, como lo “indígena”.
Bolivia, como Estado, ha
propalado con cierta eficacia una
identidad nacional “mestiza”
desde 1952; pero el hecho de
que hoy hablemos de “indí-
genas” muestra que no logró
plenamente su cometido, pues
para funcionar como Estado
renovó los mecanismos de
racialización. La nación “mestiza”
como ideal, que presupone el
reconocimiento de la existencia
de “razas”, sólo fue una buena
forma de encubrir las contra-
dicciones coloniales que aun
arrastra este país. En el naciente
siglo XXI, el año 2000, estas
contradicciones se hacen más
evidentes y desde entonces se
habla “públicamente” del
problema del Estado que
propugnaba una identidad
“mestiza” con las Naciones sin
Estado
2
.
Con la elección de Evo Morales
como presidente de Bolivia, lo
indígena pasa a ser funda-
mentalmente elemento dis-
cursivo del MAS. Es utilizado
para evidenciar que, como
gobierno, se era diferente a los
“tradicionales”, como se les dice
* Miembro del Movimiento Indianista
Katarista (MINKA), correo electrónico:
c.macusaya@gmail.com
El mestizaje es al mismo tiempo una ideología colonial y un legado objetivo en la
dialéctica de la opresión.
Ilustración:
«El surgimiento del mestizaje y su naturaleza opresorsa», óleo
del pintor mexicano Ehivar Flores Herrera
.
La Paz, julio 2013
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a los viejos partidos políticos en
Bolivia. El MAS, antes de ser
gobierno, tenía un discurso anti-
imperialista y campesinista, en
el que la descolonización o el
problema de las Naciones sin
Estado no era parte de su
“aparato discursivo” y menos
aún de su lucha práctica. La
lucha del MAS no se concen-
traba en lo “indígena” sino en el
cultivo libre de la hoja de coca,
bajo argumento de defender el
“consumo tradicional”. El MAS
desde que es gobierno enfrentó
y enfrenta a sus opositores
enarbolando una identidad
colonial: “indígena”, y se pre-
senta como “gobierno indígena”.
Asume una identidad que le ha
sido útil para “cautivar a las
masas”, pues en Bolivia, la
experiencia de ser sujeto racia-
lizado, de ser visto y tratado
como de otra “raza”, es tan
común que puede ser usada
política y electoralmente.
Es bueno considerar que los
sujetos que sufren la coloniza-
ción y consecuentemente la
condición de seres racializados,
parten de tal condición y em-
piezan su lucha reconociéndose,
buscando identificarse y esto a
partir del lenguaje que la
dominación impone: indígena,
originario
3
. La palabra usada
para ofender es tomada y resig-
nificada; esta toma y resigni-
ficación, que se da en la lucha,
en este país tuvo lugar en los
años 60 y 70, usando la nomi-
nación que posee mayor carga
política negativa: Indio. Así, el
movimiento que nació fue el
indianismo. Se usa el lenguaje
de los dominadores, pues la
palabra nos permite identificar
mecanismos de dominación. La
carga política de este movimien-
to y de sus planteamientos fue
vaciada por varias instituciones
de “apoyo” a los “indígenas”,
“domesticando” sus elementos
discursivos y simbólicos, y así
forjaron el indigenismo
4
que hoy
domina en Bolivia.
Ante la emergencia “indígena”
como atentado contra la nación
y contra la posición de quienes
creen ser la encarnación de la
nación, los “mestizos” buscaron
(y aun lo hacen) descalificar tal
emergencia aduciendo que
“todos somos mestizos” y que
hablar de “indígenas” o iden-
tificarse como “indígena” no tie-
ne sentido y es irracional porque
no hay “razas puras”. Sin
embargo, esta descalificación
contiene su propia descalifica-
ción, pues se sabe que no hay
razas, por lo que no puede
haber mezcla de algo que no
hay. No hay razas puras ni mez-
cladas porque simplemente no
existen razas. Lo que sucede es
que se asume que ciertos rasgos
somáticos, comportamientos,
vestimentas, etc., son “signos
raciales” y esta manera de asu-
mir no funciona biológicamente,
como suponen los que creen en
la existencia de razas, sino de
manera cultural. Hablamos de
problemas en el orden de las
relaciones sociales y no de
problemas de carácter biológico.
En su funcionamiento, esta
racialización de las relaciones
sociales, desplaza el problema a
lo biológico y lo mimetiza en el
discurso de la “cultura mestiza”.
Se dice que “aunque tengamos
color de piel diferente, tenemos
la misma cultura”. La cultura
“mestiza” seria supuestamente
el común en el que nos encon-
tramos todos y del que partici-
pamos. Esta cultura “mestiza”
es ante todo una cultura en la
que participamos como seres
racializados: la “mestiza” “cho-
lita” participa en un tipo de even-
to de belleza y otras “mestizas”
participan de otro evento que
califica lo mismo: belleza. Hablo
de los diferentes certámenes
que hay para elegir, por ejemplo,
“Cholita Paceña” y “Miss La Paz”.
En estos eventos el criterio es
ante todo racial, no porque ha-
yan razas, insisto, sino porque
se juzgan ciertos rasgos físicos
como bellos y se crea otra
categoría de belleza para
conformar a las “indias”. No hay
“mestizos” en este juzgamiento
de belleza, lo que funciona es la
valoración colonial. Similar es lo
que pasa con la solicitud de
trabajadores con buena presen-
cia: se pide que se parezca más
a Pizarro que a Atahualpa. La
“identidad mestiza” como
apariencia ideológica solo
encumbre esta radicalización.
La identidad mestiza funciona
así: “soy mestizo porque tengo
en algún lugar de mi pasado a
un indio y por lo tanto no tengo
porqué degradarme hoy mez-
clándome con esa raza maldita;
mis ancestros ya sufrieron esa
tortura…, todos somos mes-
tizos, menos los del “gobierno
indígena”. En lo mestizo se niega
rotundamente lo indígena o sólo
funciona en el pasado que no
afecta el presente. No es la
“mezcla de razas” lo que se
evidencia, sino la sustitución del
“blanco” por el “mestizo”. Es la
negación de lo que se presenta
como “mestizaje” y la afirmación
de la racialidad del poder. No es
una cultura mestiza la que está
en juego, sino una construcción
ideológica que reproduce el
poder y las jerarquías racia-
lizadas.
No se trata pues de que “to-
dos somos mestizos”, incluido
el presidente que se dice “indí-
gena”, sino de que todos so-
mos… menos él o ellos. Es como
la famosa y popular frase “sí,
pero no”: “si, todos somos mes-
tizos; pero no ellos, menos ellos”
.
Acá se evidencia que se trata de
delimitar quién es el enemigo
recurriendo a los mecanismos
de racialización que están vigen-
tes tras la apariencia de “mesti-
zo”. Se habla de mestizo en
oposición al indígena que go-
bierna. No se le opone un pro-
yecto, pues no se lo tiene y ante
esta falta se le opone una
identidad colonial, buscando salir
al paso, pero ahondando más
el problema de la racialización,
que es de carácter colonial
fundamentalmente.
Esta reacción “mestiza” se da
ante el gobierno indígena que
difunde una imagen que nada
tiene que ver con esos seres
llamados “indígenas”. Lo “mes-
tizo” y lo “indígena” se enfrentan
como taras del pasado que nos
atormentan hoy, pero reflejan
problemas no fueron resueltos.
Además, es bueno hacer notar
que en el mundo no hay un solo
Estado que se posicione como
“mestizo” o “indígena”. España,
que fue dominada por los ára-
bes, o la India, que en su mo-
mento fue ocupada por los
mongoles, no se definen como
“mestizos”. Parece ser que esta
identidad es una peculiaridad del
colonialismo interno en América.
Hay que considerarla a la hora
de plantearse el tema de la
identidad nacional, pero también
hay que considerar las migra-
ciones de los andinos por todo
el territorio boliviano (y más allá),
envolviendo las identidades
regionales, articulando espacios
económicos.
1
José Carlos Mariátegui “Siete Ensayos
de Interpretación de la realidad
Peruana”. Colección obras completas,
volumen II, Biblioteca Amauta.
2
Los primeros en poner el tema del ca-
rácter colonial del estado y las rela-
ciones sociales racializadas fueron los
indianistas en los años 60 y 70. Ante
estos planteamientos tanto izquier-
distas y derechistas reaccionaron de
la misma manera: negaron que tales
cosas sean problemas reales o, en el
mejor de los casos, que tales proble-
mas sean serios. Tal reacción solo vino
a confirmar la idea que los indianistas
tenían acerca de los “blancos”.
3
Es poco apropiado usar el término ori-
ginario. Hasta donde se sabe, los restos
más antiguos de seres humanos se
han encontrado en África, por lo que
la humanidad seria originaria de Áfri-
ca. No hay originarios de Los Andes o
de Europa. Además, en la colonia esta
palabra sirvió como categoría tributa-
ria para diferenciar a “indios” que eran
del lugar y los que no lo eran, en fun-
ción de tributaciones diferenciadas.
4
Anteriormente, el indigenismo fue
fundamentalmente literatura.