Innovaciones políticas y culturales de los centros sociales autogestionados

La idea es
trazar una pequeña historia de un proceso que tiene más de 20 años de andadura



José Luis Fernández Casadevante
Alfredo Ramos Pérez
Miembros de Ayni S. Coop. Mad.

El presente texto supone una invitación a acercarnos a la realidad de los centros sociales
autogestionados, dinámicos espacios de intervención política y de creación cultural impulsados
originariamente por esa realidad heterogénea conocida como movimiento okupa. La idea es
trazar una pequeña historia de un proceso que tiene más de 20 años de andadura, valorando
cuales han sido sus principales prácticas, para centrarnos posteriormente en algunos de sus
rasgos más innovadores y cuáles son las temáticas que en la actualidad están generando una
mayor movilización en torno a dichos espacios.
Siempre hay una historia
“Reclama las calles y reinventa la ciudad”23
Aunque fechar cualquier principio tiene algo de arbitrario, podemos remitirnos a finales de los
años 80 para encontrar en la península las primeras experiencias juveniles de okupación de
edificios abandonados para poner en marcha iniciativas socioculturales. Abriendo espacios
autónomos de socialización, expresión y participación política. Estos originariamente tuvieron
diversos nombres como Kasas Populares, Casa de Jóvenes (Gaztetxea en euskera), para a
principios de los 90 popularizarse bajo la denominación de centros sociales.
Una dinámica importada de las grandes ciudades europeas, pues por aquellas fechas hacía ya
varios años que existían espacios de este tipo dinamizados por movimientos sociales juveniles.
Estos movimientos sirvieron de referencia para una generación que comenzaba a desarrollar
sus propias iniciativas políticas y sociales propias, distanciándose de las organizaciones
tradicionales de la izquierda (partidos, sindicatos y en menor medida asociaciones vecinales).
El movimiento okupa nace vinculado a los nuevos movimientos juveniles emergentes
(antinuclear, radios libres, etc.) siendo especialmente intensa su relación con el movimiento de
insumisión al servicio militar. Estas experiencias expresaban un cambio generacional en las
formas de hacer política, que entre sus principales características plantean: una inserción de la
política en la vida cotidiana y en los estilos de vida, una organización basada en colectivos y
redes sociales no muy estructuradas, una nueva conflictividad que ampliaba el repertorio de
protesta, reactualizando estrategias de desobediencia civil. “Ya no se trata tanto de reivindicar
como de poner en práctica aquello que plantean. Se interrelacionan necesidades materiales
con culturas de ejercer una presencia directa de los afectados. Importa más la autovaloración,
la apropiación, la autogestión o el control a pequeña escala que unos logros cuantitativos
espectaculares”
24
.
El hecho de irrumpir en espacios urbanos abandonados de considerable tamaño para
reconvertirlos en centros sociales, expresaba la dimensión conflictiva de un movimiento juvenil
que reivindicaba literalmente el derecho a hacerse un hueco en la ciudad. Estos espacios
23 Las citas que abren los epígrafes del texto son lemas cantados o inscritas en pancartas por el movimiento okupa.
24Alguacil, J. “La calidad de vida y el tercer sector: nuevas dimensiones de complejidad, en Revista
Documentación Social nº103. Abril-junio 1996 pag. 81. 24 CIP-ECOSOCIAL
proliferaron como lugares de referencia en los que era posible acceder a locales de reunión, de
ensayo, conciertos, teatro, desarrollar actividades culturales, experimentar con los medios de
comunicación alternativos, editar revistas y fanzines, entre otros. Un archipiélago de iniciativas
que en cada ciudad constituían un circuito, en el que se conformaba una identidad colectiva,
que definía un sentido compartido de pertenencia a determinado grupo social.
Los centros sociales han generado la posibilidad de que la juventud pudiera disponer de
locales e infraestructuras para realizar actividades y dar salida a sus inquietudes, demostrando
como con escasos recursos era posible generar atractivas ofertas socioculturales. Entre sus
paredes, miles de jóvenes han generado espacios de socialización alternativa, donde han
aprendido y vivenciado otros valores diferenciados de los de la sociedad hegemónica.
Experiencias en las que la que la juventud era protagonista de sus propias iniciativas,
autogestionándolas al margen y en una relación conflictiva con las políticas de juventud,
evidenciando la contradicción entre los discursos y las prácticas institucionales en relación a la
juventud.
Estos espacios sociales se ubicaban especialmente en barrios populares y con carencias
sociourbanísticas, o en zonas industriales en declive, quedando localizados en espacios
sensibles a la reestructuración urbana. Afirmando que “parece existir evidencia suficiente para
afirmar que se trata de un movimiento que entra de lleno en las problemáticas urbanísticas:
tanto en las escalas micro como en las macro, tanto en una vertiente constructiva como en otra
crítica, tanto por la apropiación y mantenimiento de los espacios okupados como por la
denuncia de la especulación y de la reestructuración urbanas. Es decir, un movimiento que
plantea alternativas de vida urbana desde la diferencia y diversidad de movimientos sociales
que se cruzan en las ocupaciones”25
.
Así que entre las constantes transformaciones que impone el mercado inmobiliario, junto a la
incomprensión y represión institucional, los centros sociales han sido conscientemente
iniciativas con fecha de caducidad. Periódicos ejercicios de rehabilitación de edificios y de
creación de proyectos, que posteriormente eran desalojados en medio de conflictivas protestas.
Estas iniciativas han tenido desarrollos y duraciones muy variables, dependiendo de la
composición de los grupos que las dinamizaran, el entorno urbano en el que se insertaran y la
suerte que tuvieran. Los centros sociales se convirtieron en acumuladores y cajas de
resonancia de las distintas protestas juveniles, empujando a que a lo largo de la década de los
90 el movimiento okupa se convirtiera en la figura simbólica y mediática de la rebeldía urbana.
Otra de las principales virtudes de los centros sociales, es la de haberse constituido en un
puente comunicativo entre los distintos movimientos sociales que recorren las actuales
metrópolis. Una suerte de dinamos con capacidad de provocar sinergias inesperadas entre
distintos colectivos, temáticas o iniciativas. Cocteleras de las que a veces surgen alianzas
insospechadas y desde donde se dinamizan diferentes redes sociales, en escalas que van
desde la dimensión de barrio a las protestas y encuentros del movimiento global.
Todo este proceso tuvo significativos aportes positivos que han consolidado los centros
sociales como una realidad y les han dado una significativa base social, pero es evidente que
también resulta imprescindible hablar de sus bloqueos y limitaciones, empezando por la
construcción de una identidad colectiva en muchos casos muy rígida, impermeable al contacto
con otras gentes y otras realidades. Como indica Martínez López, “la participación activa en el
movimiento okupa genera un “estilo de vida” que atañe tanto a formas de expresarse (vestir,
25 Martínez López, M. “Viviendas y centros sociales en el movimiento de okupación: entre la autogestión doméstica
y la restructuración urbana” en Scripta Nova Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Universidad de
Barcelona.
Versión on-line: http://www.ub.es/geocrit/sn/sn-146(109).htmMovimientos sociales, hoy: de lo local a lo global 25
hablar, tocar música, denunciar públicamente, etc.) y socializarse (consumos culturales, de
drogas, de viajes, de bares, etc.), como de organizarse socialmente (por grupos de afinidad,
con predominio de reuniones asamblearias, con activistas de diversos movimientos sociales,
etc.) y de supervivencia material relativamente “austera” (con trabajos eventuales, con ahorros
escasos, reciclando comida y muebles, compartiendo viviendas alquiladas u okupándolas,
etc”.)26. Estas dinámicas son específicamente juveniles y transmiten una cierta sensación de
autosuficiencia y de autorreferencialidad.
Durante los primeros años del 2000 comienzan a abrirse debates sobre la inestabilidad y la
transitoriedad de los proyectos, pues ésta provoca una fragilidad y vulnerabilidad de las
iniciativas, que cíclicamente pierden en los desalojos buena parte de las potencialidades
transformadoras que generan, encerrándolas en el círculo que delimita la consigna “un
desalojo, otra okupación”. Algunos centros sociales comenzaron a apostar por luchar para
consolidar en el tiempo los proyectos y la necesidad de que éstos dejasen de vivir haciendo
constantemente frente a una eventual orden de desalojo.
Esta tensión ha ido incorporado en los últimos años otros debates relacionados con la forma de
interacción de los centros sociales con el vecindario y el entorno en el que se insertan,
vinculando la actividad del centro social a los anhelos, los conflictos y las necesidades del
territorio, superando la mera relación instrumental o transitoria. Otro de los debates que se
encuentra superpuesto sería el que hace referencia a las formas de relación que deben de
mantenerse con las instituciones, que oscilan desde continuar la resistencia a buscar fórmulas
de reconocimiento social e institucional, pudiendo llegar a negociarse realojos, expropiaciones
o cesiones de espacios.
Tales debates continúan abiertos y han ido produciendo una serie de posicionamientos dentro
de la amplia diversidad de experiencias que se reconocen en los centros sociales. Las
reflexiones que desarrollamos de aquí en adelante son fruto de una mirada situada desde
nuestra experiencia y conocimiento directo de distintos centros sociales, más cercanos a las
tesis de la necesidad de consolidar y dotar de estabilidad a las iniciativas y de hacer de los
centros sociales espacios más inclusivos socialmente.
Un barrio donde quepan muchos mundos
“Nunca más un barrio sin nosotr@s”
Lo barrial conforma una esfera que condensa en su interior toda la complejidad de un espacio
urbano que gravita entre lo local y lo global, en lo que, siguiendo a Edgar Morin, podríamos
explicar como que el todo está en la parte que está en el todo. La construcción de sentido
sobre el mapa del barrio tiene que ver con su complejidad como espacio intermedio, como zona
entre lo privado, lo doméstico, y la composición de la ciudad y sus espacios públicos. Esta
forma intermedia se compone de una particularidad de trayectos, de agrupaciones, y de usos
que permiten desarrollar conexiones que ponen en relación al individuo con su entorno.
Convirtiéndolo en un lugar privilegiado para ver cómo se concretan y encarnan los conflictos
(en la redistribución de poder, recursos, visibilidad, culturales, sociales, ecológicos, etc.), y para
observar la emergencia de nuevas figuras y sociabilidades27
.
26 Martínez López, M. “El Movimiento de Okupaciones: Contracultura Urbana y Dinámicas Alter-Globalización”.
Revista de estudios de juventud nº 76. INUJVE 2007.Versión on-line:
http://www.injuve.mtas.es/injuve/contenidos.item.action?id=558202943
27 Fernández Casadevante, J. L. y Ramos, Alfredo. “El arte de habitar, una experiencia sobre vivienda y medio
ambiente urbano”. En: Encina, J. y Bárcena, I. (coords) Democracia Ecológica. Sevilla, Atrapasueños- UNILCO.
2006 26 CIP-ECOSOCIAL
Hace tiempo que la dinámica de algunos centros sociales ha encontrado como una línea
estratégica de intervención el compromiso con un trabajo a escala de barrio o municipio
pequeño que sea sostenido en el tiempo. Asumiendo que lo local no es una cuestión de
tamaño sino que nos remite al sentido del lugar, al papel del territorio y las escalas en las que
éste es manejable y comprensible, a las posibilidades de apropiación y control por parte de la
gente.
La apuesta por implicarse en las realidades locales ha supuesto enfatizar la vocación de
permanencia en el territorio de algunos centros sociales, pero lo más relevante es que ha
conllevado la necesidad de generar espacios más inclusivos y habitables para otros grupos
sociales. Una forma de trabajar que incorpora una perspectiva comunitaria, que aspira a hacer
de los centros sociales lugares desde los que construir tanto definiciones compartidas de la
realidad como de los distintos conflictos.
Esta fórmula supone incorporar las preocupaciones, necesidades y demandas del entorno y de
otros grupos sociales a las propias, insertándose y/o dinamizando las distintas redes locales,
tanto las de asociaciones como las informales, en lo que es una forma de redescubrir intereses
comunes (desde la rehabilitación de un colegio a un Plan Urbanístico, de la recuperación de las
fiestas del barrio a la oposición a las redadas contra sin papeles en el barrio).
Esta dinámica que permite ir constituyendo los centros sociales en espacios de encuentro entre
distintas generaciones y culturas, capaces de abordar múltiples conflictos y de poner en
relación a diferentes colectivos y grupos sociales. Haciendo de ellos tanto referentes
comunitarios que se construyen deliberada y deliberativamente, como espacios significativos
para un amplio abanico de movimientos sociales que abordan distintas temáticas. Evidenciando
que los centros sociales son espacios privilegiados desde los que ir construyendo alternativas,
cada vez con una mayor legitimidad y con un apoyo social más amplio y heterogéneo.
“Cuenta conmigo” o cuales son las temáticas movilizadoras
“Ante la necesidad de vivir el gusto de okupar”
Los centros sociales, como hemos visto, se convierten en un recurso que ofrece determinados
servicios y actividades, a la vez que simultáneamente es una herramienta y recurso para la
intervención y la confluencia de distintos movimientos sociales. Estos recipientes en la
actualidad se están viendo llenados por iniciativas como:
Cultura: Desde sus orígenes los centros sociales se han encargado de diseñar una amplia
oferta sociocultural mediante la promoción de talleres, proyecciones o actuaciones de música y
teatro. Una agenda que planteaba una propuesta de ocio alternativo, en la que en muchos
casos se difuminaban los papeles de productor y consumidor de eventos culturales.
Además los centros sociales han sido durante mucho tiempo uno de los espacios de referencia
para la difusión del pensamiento crítico, mediante jornadas, seminarios o charlas. Actividades
que tienen que ver con la posibilidad de acceder a pensamientos y reflexiones, o creaciones
culturales de distinto tipo que la sociedad dominante ha invisibilizado o ninguneado. Ampliando
y vinculando las redes sociales de dichos centros a espacios como la universidad o
determinados colectivos profesionales (abogados, urbanistas, etc.). Fomentando una actitud
ante la producción cultural que oscila entre la innovación y la contracultura.
Esta actividad cultural autogestionada ha tenido un fuerte impacto en las políticas públicas
relacionadas con la cultura, pues muchos museos y centros artísticos se han pensado o Movimientos sociales, hoy: de lo local a lo global 27
refundado incorporando muchos elementos de lo que podríamos denominar el ADN de los
centros sociales. Asistimos a museos y centros de arte que se convierten en espacios más
interactivos, donde se introducen espacios informales (sofás, libros, salas de estar, etc.), donde
tienen cabida exposiciones y debates en los que las diferencias entre arte, cultura y política se
difuminan, o dando cabida al pensamiento crítico en actividades programadas en su interior.
Incluso vemos como los nuevos contenedores artísticos son en muchos casos grandes
espacios industriales reutilizados, asemejándose a las dinámicas utilizadas por el movimiento
okupa. Similitudes que van de la arquitectura a la forma de diseñar el espacio, con amplias
zonas polivalentes y donde se imita cierta estética de provisionalidad, que transmite la
sensación de que el edificio está por acabar de construir. Modernas iniciativas que se
encuentran hiperfinanciadas y con las que los centros sociales sólo pueden competir
defendiendo su autonomía, su libertad y su capacidad de innovación como el mejor escenario
para la creación y la difusión cultural.
Hacklabs y los usos sociales de las nuevas tecnologías: Desde la llegada, de las nuevas
tecnologías a finales de los años 80, hasta su expansión a lo largo de los años 90 y su auge en
los primeros años del 2000, han encontrado espacios de relación con los distintos
movimientos sociales y con los centros sociales particularmente.
El encuentro entre hackers (personas expertas y apasionadas por las nuevas tecnologías) y
centros sociales se ha consolidado a lo largo de los años a partir de ciertas variables: la
necesidad de articular estrategias comunicativas por parte de los movimientos sociales, que en
buena medida pasaban por la creación de páginas web de las experiencias y servidores
alternativos de información y noticias; la promoción del software libre, la apertura de áreas
telemáticas en algunos centros sociales y la socialización de las herramientas telemáticas en la
organización de las propias iniciativas.
Una relación que se fue profundizando a partir del desarrollo de los Hackmeetings, encuentros
autogestionados a nivel estatal del sector politizado del movimiento del software libre, que
“giran en torno a las nuevas tecnologías, sus implicaciones sociales, la libre circulación de
saberes y técnicas, la creación colectiva, el conflicto telemático, etc.”28. Este encuentro anual
que desde su primera edición, en Barcelona en el 2000, se ha realizado en centros sociales y
espacios autogestionados.
Esta colaboración que se va haciendo permanente en el tiempo mediante la creación de los
Hacklabs en distintos centros sociales. Espacios fijos de encuentro, intercambio y difusión del
uso social de las nuevas tecnologías, evidenciando las complicidades políticas de ambos
movimientos y estableciendo relaciones permanentes de cooperación.
Una última línea de colaboración tiene que ver con la crítica a las políticas públicas de
derechos de propiedad intelectual, como fórmulas de control y de dificultar el acceso a la
cultura en Internet. Además de promocionar y difundir el copyleft, los derechos de autor no
restrictivos a la distribución o modificación con la condición de que el trabajo derivado se
mantenga con el mismo régimen de derechos de autor que el original.
Grupos de consumo: La proliferación de grupos de personas que se organizan
colectivamente como fórmula para acceder a productos ecológicos (sin transgénicos o
pesticidas) en mejores condiciones económicas, tanto para productores como para los
consumidores al excluir intermediarios.
Estos grupos fueron impulsados por el movimiento ecologista, y se han extendido por muchos
barrios y municipios ubicando sus puntos de distribución en locales asociativos, vecinales y
28 Definición ofrecida desde la propia página de organización del hackmeeting:
http://sindominio.net/hackmeeting/index.php/Portada28 CIP-ECOSOCIAL
también en los centros sociales. Ofreciendo además de una alternativa de consumo, una
fórmula de participación más flexible vinculada a intereses concretos que posibilitan el
acercarse a heterogéneos perfiles sociales. Siendo además la puerta por la que se han
introducido en distintos centros sociales temáticas vinculadas a la promoción de las iniciativas
de cooperativismo y de economía social.
Migraciones: En distintos centros sociales de todo el Estado se han puesto en marcha las
llamadas Oficinas de Derechos Sociales, lugares desde donde se abordan las problemáticas de
la precariedad mediante la autoorganización y la promoción de de redes de apoyo mutuo de las
personas afectadas por problemas derivados de la precariedad. Un trabajo que demuestra el
esfuerzo por hacer más inclusivos los centros sociales, abriéndolos a la población migrante y
sus problemáticas, de tal manera que se enriquezca la realidad de dichos espacios.
Estas oficinas se han especializado en la intervención con personas migrantes, conjugando por
un lado la oferta de distintos servicios básicos (asesorías jurídicas gratuitas sobre temas de
extranjería y laborales o clases de castellano) y por otro lado se apoyan y acompañan procesos
de autoorganización y promoción de asociacionismo migrante, de los que han nacido entre
otras las Asociaciones de Sin Papeles de Madrid y Sevilla.
Además estas oficinas han dinamizado muchos de los principales espacios de denuncia de las
consecuencias de las actuales políticas migratorias y de la Ley de extranjería. Participando de
distintas luchas concretas y campañas de denuncia, como las que se están llevando contra los
Centros de Internamiento de Extranjeros o contra las redadas policiales en busca de sin
papeles.
Bicicletas y movilidad: Desde hace cinco años comenzó a celebrarse en Madrid la BiciCrítica,
un paseo masivo en bicicleta que se realiza mensualmente, y que es la versión madrileña de un
fenómeno nacido en San Francisco que se ha reproducido en muchas de las grandes ciudades
del mundo.
La BiciCrítica es una forma de disfrutar de la bicicleta colectivamente y que ha servido como
plataforma de comunicación y reivindicación para el colectivo de ciclistas urbanos, en una
ciudad que resulta tan hostil como Madrid. En la actualidad se reúnen mensualmente en torno a
1.500 ciclistas urbanos, en una forma de movilización que funde el ocio, la diversión y la
demanda de políticas públicas activas a favor de la bicicleta como medio de transporte en las
ciudades.
Desde sus orígenes la Bici Crítica ha manejado los centros sociales como espacios de
referencia donde realizar actividades, o colaborando en cuestiones logísticas como el
convertirse en los lugares donde suele finalizar el paseo para proceder a una cena o fiesta. En
abril de 2006 esta cooperación se consolidaba con la constitución del Taller de bicicletas del
Centro Social SECO, un espacio para la reparación, la recuperación y préstamo de bicis.
Incluso se realizan talleres de reciclaje de piezas, de construcción de remolques y Frikicicletas
(tandems, bicis raras, etc.). Se trata de un espacio de ayuda, encuentro y transmisión de
conocimientos que se ha reproducido en otros centros sociales de la ciudad, sirviendo para
vertebrar y organizar al colectivo de ciclistas urbanos más allá de las marchas mensuales, a la
vez que interaccionan con un espacio que hace de amplificador de sus demandas y propuestas
al ponerlas en relación con múltiples personas y colectivos.