Genealogía del Estado

Después de las pretensiones del marxismo por una teoría proletaria del Estado, que no era otra cosa que la teoría burguesa ampliada y usada en el sentido de la lucha de clases, es insostenible ahora pretender una teoría propia del Estado



Genealogía del Estado
Raúl Prada Alcoreza

Índice:
Genética e historia del Estado
Crisis estructural y orgánica del Estado
El Estado-nación como anacronismo
Diagrama de poder trasnacional
Fuerzas, instituciones, empresa y monopolio
Estado plurinacional, descolonización y extractivismo

Genética e historia del Estado
Genética es un término usado por Jean Piaget para definir su psicología, la define como psicología genética; también uso el término para definir la epistemología que desplegó, cuando habla de epistemología genética. Pierre Bourdieu vuelve a usar el término para diferenciar su sociología del Estado de la genealogía del poder de Michel Foucault. La genética viene asociada a la ciencia de la herencia si podemos hablar así, a la biología genética. No es casual que Jean Piaget lo haya usado para definir su psicología pues era también biólogo o sobre todo biólogo. ¿Por qué Bourdieu define su sociología del Estado como genética del Estado? ¿Lo hace como un retorno a la episteme biológica o sólo por diferenciarse de los análisis de Miche Foucault? Este es un tema que tiene que ver con las concurrencias de los teóricos y estudiosos de los temas en cuestión, como los estudios de la sociedad, del Estado, de las instituciones, del poder, de las dominaciones, de las violencias simbólicas y de las violencias físicas, de la modernidad. A veces se hace difícil distinguir las fronteras, los límites, entre los discursos teóricos y análisis de estos estudiosos e investigadores, a pesar del celo que empeñan ellos mismos por hacerlo. Se puede decir que los investigadores y estudiosos aludidos en realidad se tienen como referencia, toman como referencia a otros estudiosos y autores, a otras corrientes, independientemente de la postura que toman con ellos o estas corrientes, si se aproximan, si se alejan, si las aceptas, si las critican. En la actualidad es muy difícil hablar de una teoría pura del Estado, de una corriente distinguida de las demás, como si esta se hubiera conformado sola independientemente de la discusión contemporánea. Después de las pretensiones del marxismo por una teoría proletaria del Estado, que no era otra cosa que la teoría burguesa ampliada y usada en el sentido de la lucha de clases, es insostenible ahora pretender una teoría propia del Estado. Lo que las investigaciones contemporáneas sobre el Estado nos muestran es mas bien un campo de discusión, un campo de debates, un campo de deliberaciones, también de contrastaciones y de aportes sobre este tema tan importante políticamente. Usamos a propósito el término bourdieuno de campo pues es apropiado para describir el terreno en el que se mueven actualmente los discursos, los análisis, los estudios y las investigaciones del Estado. Estudios que redefinen la problemática misma del Estado.
Para comenzar esta exposición quisiéramos distanciarnos de dos tesis que todavía se sostienen en el campo ideológico, una de ellas es la tesis hobbesiana de que el Estado es el garante de la Paz, el Leviatán que emerge para salir de la guerra de todos contra todos, obligando a un contrato social. La otra tesis de la que nos queremos separar es que el Estado es el aparato de dominación e instrumento de coerción de la clase dominante, tesis construida y sostenida por los marxismos. Con este distanciamiento y separación de estas tesis incorporadas a la ciencia política no decimos que son totalmente falsas sino que el Estado no sólo se reduce al contrato social, tampoco a ser un instrumento de dominación y de coerción de la lucha de clases. Sino que es más que eso, la genealogía del Estado, usando a Foucault, nos muestra la formación integral de instituciones que instituyen relaciones y estructuras de poder constituyendo subjetividades, mapas institucionales que conforman diagramas de poder. Lo que llamamos Estado, que deberíamos llamar historia del Estado, historia de la noción o, si se quiere, del concepto de Estado, no es otra cosa que el ejercicio de estrategias gubernabilidad; es decir, estrategias extensivas de formas de gobierno que atraviesan territorios, sociedades, poblaciones. Eso es Foucault. En lo que respecta a Pierre Bourdieu tenemos una sociología del Estado que parte de la genética del Estado, de su génesis, su conformación institucional, sobre todo a partir de la articulación de los campos, el campo social, el campo político, el campo burocrático, el campo educativo. Esta génesis nos muestra el desarrollo institucional en tanto múltiples monopolios, sobre todo los relativos a los monopolios de la violencia simbólica y violencia física. El Estado viene a ser la génesis la institucionalización y de la estatalización constantes, permanentes, pues se trata de una reproducción repetida, cotidiana. En este ciclo de reproducción institucional y estatal juega un papel importante el campo educativo. El Estado también es entonces el producto imaginario del Estado, el producto subjetivo del Estado, la codificación y la decodificación institucional, la acotación de la obediencia, la naturalización de las cosas, que son hechos y efectos de Estado, se realizan constituyendo esquemas de comportamiento, esquemas de conducta, esquemas de prácticas, a través de el habitus, que se puede entender como la internalización subjetiva de los campos. Eso es Bourdieu en lo que respecta al análisis del Estado.
Hay algo en común entre ambos autores, ponen en cuestión las teorías generales del Estado, ponen en cuestión la existencia de algo llamado Estado; proponen que el Estado es como un efecto de las relaciones de poder, de los monopolios múltiples de la violencia, de los armazones institucionales, de la constitución de subjetividades y de habitus. Es preferible estudiar las historias diferenciales de sus estrategias de gubernamentalidad, de las génesis particulares del Estado, sin pretender una historia universal, sobre todo historia atrapada en el referente comparativo de la revolución francesa. En estas historias diferenciales se va a poder comprender y describir la formación institucional del efecto estatal. No hay un solo camino en lo que respecta a la formación del Estado moderno, tampoco el Estado moderno es el mismo en los distintos países. Así como tampoco es el mismo recorrido hacia la revolución industrial. Menos se trata de la misma composición en la combinación entre revolución industrial y forma Estado. La revolución industrial no requiere necesariamente una revolución política. La formación de la burguesía no necesariamente es anti-feudal, puede experimentarse una conversión de los señores feudales en burgueses. El Estado puede ser conservador y, sin embargo, desplegarse una revolución industrial y una dinámica económica liberal. De lo que se trata entonces es de estudiar las particularidades, las singularidades en la formación del Estado.
Claro que también hay diferencias entre una genealogía y una sociología del Estado, los conceptos no son los mismos entre lo que significa el diagrama de poder y lo que implica el campo político; entender el sentido de la institución como agenciamientos concreto de poder es distinto a entender las instituciones en su funcionamiento en el campo burocrático. Génesis no es lo mismo que genealogía, habitus no es lo mismo que hermenéutica del sujeto; el análisis del monopolio de la violencia simbólica no es lo mismo que el análisis del biopoder y la biopolítica. Estas diferencias hacen no solamente a la discusión sino, usando el concepto bourdeuano, a las distribuciones en el campo teórico o, si se quiere, usando el concepto foucaultiano, a las formaciones discursivas en un haz de relaciones.
En todo caso nos interesa comprender que los análisis del Estado han experimentado un desplazamiento y un cambio de problemática. Ahora bien, estas teorías genealógicas y teorías genéticas del Estado deben situarse en el contexto de desplazamientos conceptuales dados en el campo teórico o en la episteme. Los historiadores de los ciclos largos del capitalismo, las investigaciones históricas de formaciones estatales concretas, la sociología estructural-funcionalista, sobre todo la sociología de la burocracia, la antropología política, ya anunciaban rupturas y desplazamientos epistemológicos. Comenzaron a ser cuestionadas las teorías basadas en modelos únicos y universalizables, las grandes unidades homogéneas del capitalismo, los conceptos analíticos a partir de los cuales se generaba la interpretación generalizable del capitalismo. También fue cuestionada la teoría general de la sociedad, así como una teoría general de la política, del mismo modo fue cuestionada una teoría general del sujeto, una psicología general. Si pudiéramos dibujar un cuadro de estas rupturas, estos desplazamientos y estos cambios, podríamos intentar distinguir sus perfiles epistemológicos.

De lo universal a la complejidad
Vamos a intentar un boceto de la ruptura y del desplazamiento epistemológico que creemos de da lugar cuando se cuestionan las teorías generales del Estado. Tenemos la impresión de que se abandona los horizontes de visibilidad de lo universal o, mas bien, donde se configuró lo universal como estrategia de conocimiento. Lo universal supone el dominio supremo de la razón, todo lo real es racional y todo lo racional es real – de Platón a Hegel -. La realidad es develada ante la razón. Empero la razón no es sólo el pensamiento lógico, tampoco sólo el pensamiento crítico, las formas de pensamiento desplegadas desde la intuición sensible, pasando por la imaginación, llegando al entendimiento, conformando la razón, las formas de juicio, la construcción de las ideas, sino se dan a su vez procesos de racionalización. Estos procesos de racionalización responden a estrategias sociales, a ordenamientos sociales, a conformaciones institucionales, a formaciones y constituciones de sujetos. Estos procesos no se han dado lugar de la misma manera en todas partes; es más, son particularmente diferentes. Empero un tipo de ruta particular se convierte en dominante y se precia de universal. Es decir, se convierte en referente de todos los procesos sociales, a los cuales se juzga desde los parámetros de la experiencia dominante. Desde esta perspectiva se ha de juzgar como falta lo que no tienen de parecido otros procesos. También las formas de pensar, de representar, las formas simbólicas, van a ser sometidas a una evaluación desde el paradigma de la racionalidad dominante.
No se podría explicar esta historia de la universalización sin seguir de cerca la historia de las ciencias, pero sobre todo los canales a través de los cuales se expande en el mundo. No solo nos referimos a la expansión del capitalismo, a la formación del sistema-mundo capitalista, sino, sobre todo, a la formación de los estados en la llamada modernidad. Particularmente la forma como se representan a sí mismos, como parte de una historia universal. Los Estado-nación que se forman, sobre todo en las ex-colonias, van a buscar su legitimidad en lo que consideran lo más avanzado políticamente, en la forma republicana, cuyo referente simbólico es la revolución francesa. Al respecto, lo que es importante comprender es cómo este referente de la revolución francesa se convierte en el parámetro universal de parte de los imaginarios estatales, pero sobre todo de la ciencia política. Incluso las revoluciones socialistas y las teorías marxistas van a moverse en el horizonte que abre la revolución francesa, haciendo que las propias revoluciones proletarias sean como una extensión radial de la revolución francesa y de la democracia. A su vez, estas revoluciones van a pretender su universalización.
Empero este es el imaginario político, en la historia efectiva, la historia de la formación de los estados es diferencial. Es más, el caso de la resolución revolucionaria en la formación de los estados es más bien escasa en un océano de casos mas bien abigarrados y hasta conservadores. Sin embargo, contrastando con realidades dicotómicas las teorías generales del Estado construyeron generalizaciones de casos particulares, formulando tesis de alcance universal para explicar la estructura y la institucionalidad estatal. Este es el caso de la revolución francesa, experiencia trastrocadora que ha removido el orden social y el orden institucional francés, que ha demolido al Estado monárquico y ha abierto el curso para la construcción de la república. Experiencia que ha conmovido al mundo, sobre todo al mundo europeo, provocando entusiasmo en los pueblos y en los intelectuales críticos, aunque también temor, sentido como amenaza en la nobleza y los estados monárquicos de Europa. La ciencia política y particularmente el marxismo han convertido a la revolución francesa en el paradigma revolucionario y en el referente histórico primordial, proponiendo que este decurso revolucionario es el normal en lo que respecta a la conformación de la modernidad y del devenir político. A partir de este modelo se juzga las falencias de los desarrollos estatales, políticos y sociales de otras experiencias. El marxismo desprende una teoría de la revolución ampliando el horizonte de la revolución francesa como horizonte de la revolución socialista y hasta comunista. La revolución socialista vendría a ser una radicalización de la revolución francesa, revolución que ya era una combinación de una revolución política y una revolución social. La igualdad, la fraternidad y la solidaridad deberían llevarse hasta sus últimas consecuencias, a la construcción de una sociedad sin clases y sin Estado. Esto es exponer un caso particular como experiencia única, por lo menos experiencia valorizada y legitimada desde la filosofía de la historia, experiencia particular convertida en universal. La teoría de la revolución no es otra cosa que la teoría de la revolución francesa generalizada.
Ahora bien, en la historia efectiva, no en la filosofía de la historia, la formación de los estados recorre experiencias propias, particulares y diferenciales. No parece adecuado interpretarlas desde un recorrido imaginario, una supuesta formación regular, normal, paradigmática. De lo que se trata es más bien comprender las características propias y especificas de un Estado en particular, analizar su composición, el movimiento de sus estructuras, la articulación con las clases sociales, la estructura imaginaria, las estructuras mentales, conformadas a partir de la consolidación de un tipo de instituciones, estructura de normas, codificantes de estructuras de comportamientos y conductas. El habitus aparece como la conexión, pero también la articulación constitutiva tanto del campo social como de las estructuras subjetivas, imaginarias y conceptuales, que imaginan, simbolizas, conciben e interpretan el funcionamiento del campo social. Hay que tratar de entender cómo estos estados han logrado de alguna manera una casi integración o una parcial integración. Algo que debe seguirse es la forma como los estados constituidos han abordado la cuestión nacional, cómo la han configurado, obviamente como imaginario de integración. Hay estados, como la república Francesa, donde la nación se asume como espacio de realización del pueblo, como realización de los derechos del hombre y de la democracia, como representación racional de la integración lograda por el reconocimiento jurídico y político de la igualdad, integración articulada e instituida por la lengua. En cambio, hay estados, como el inglés y el japonés, donde más bien la nación representa la integración lograda por la recuperación de las tradiciones, la recuperación legitima de lo ancestral. A diferencia de la constitución del Estado francés, el Estado inglés y el Estado japonés se habrían constituido a través de una composición conservadora, lo que llama Bourdieu una revolución conservadora. Hay otra clase de estados, como los latinoamericanos y del Caribe, que se habrían constituidos en la tensión de parecerse a la forma universal de la república y, por otra parte, recoger su legitimidad buscando la actualización de sus tradiciones. Los proyectos “mestizos” han combinado tensamente universalidad e indigenismo.
Hay también otro grupo de estados que combinan esta tensión entre la forma de pretensión universal y la predisposición del rescate de las tradiciones y valores ancestrales, atravesados esta vez por el conflicto tribal, resuelto por la dominación tribal sobre el resto de las tribus. Estos casos se los puede encontrar en las regiones centrales y del sud del África. En el norte de África tenemos otros perfiles de la formación de los Estados, esta vez la tensión se da entre las formas de pretensión universal y la legitimidad e integración religiosa. En el Asia, el más grande continente de la tierra, la formación de los estados pasa también por una composición y estructuración llena de tensiones, las tradiciones y culturas son un factor importante de integración y legitimación, recursos institucionalizados que se combinan con la forma de pretensiones universales. En algunos estados también la religión es un factor de integración y de legitimidad. La experiencia de los llamados estados socialistas ha reforzado la forma de pretensiones universales, añadiendo al modelo republicano de la revolución francesa la convocatoria universal al proletariado mundial. Las republicas socialistas han incorporado, por lo menos a un principio, formas de democracia directa, formas de democracia consumista. Aunque después estos estados degeneraron una mayor burocratización y por lo tanto en una concentración mayor de los monopolios múltiples, simbólicos, físicos, económicos, culturales, comunicacionales, tecnológicos, lo que interesa, en estos casos es la reforzada forma de universalización del Estado, como producto imaginario de la teleología histórica.
Como se puede ver estas formaciones de los estados modernos se distinguen de lo que fueron y pretendieron ser el establecimiento de la forma imperio-mundo. También se diferencian de complejas formaciones que se dan en Mesoamérica y en los Andes, antes de la conquista, la colonización y la colonialidad. Formaciones que no han sido suficientemente estudiadas y a las que se les a motejado apresuradamente características de imperio, también usando el término de Estado, para referirse a la organización azteca y a la organización inca. Algo que no se sostiene, pues estas formaciones nos muestran una compleja organización basada en comunidades, en sistemas colectivos agrícolas e hidráulicos, sostenidas por formas confederadas de pueblos y territorialidades, si bien llegan a la dominación de dinastías. Fueron otras formas de organización social y de poder, que requieren investigaciones históricas, antropológicas, arqueológicas y económicas de envergadura. En todo caso, los estados modernos que se plasman se distinguen de estas formas de organización antigua. Lo que importa es poner en mesa la pluralidad de formas, de composiciones, de combinaciones, en la formación múltiple de los estados modernos, escapando de una visión lineal, teleológica, universalista y eurocéntrica. Optar Mas bien por una mirada heterogénea de la modernidad, de las resistencias a la modernidad, pero también de los mismos proyectos modernizadores.
Las teorías del sistema-mundo capitalista se mueven en otra episteme, su ámbito de decibilidad y de visibilidad ya no es la episteme universalista, la ruptura epistemológica y el desplazamiento de la problemática dibuja mas bien una episteme de la complejidad como horizonte de conocimiento. El concepto de sistema-mundo capitalista, que tiene como matriz la economía-mundo capitalista, comprende el juego y el entramada de una diversidad de formas estatales, formas de sociedad, formas culturales, especificidades económicas, que de todas maneras configuran un sistema-mundo a la manera de un caos organizador, de un desorden que produce ordenamientos. Se trata de juegos de mapas diversos y diferenciales que conforma un sistema-mundo dinámico y complejo. El sistema-mundo capitalista no es pues un caos sino un mundo que se ordena a partir de una geopolítica, una división del trabajo y del mercado a escala mundial, cartografías que direccionalizan la acumulación ampliada de capital, transfiriendo recursos naturales, valores, hasta poblaciones migrantes, de las periferias a los centros del sistema-mundo capitalista. Efectuando por lo tanto un orden de control y dominación mundial del capital.
Hay tres cosas importantes que anotar de las teorías del sistema-mundo capitalista. Una, es esta múltiple perspectiva de la complejidad; otra, es que plantea que no es posible explicarse la formación de los estados, por más diferenciales que sean, por más historias particulares a las que respondan, a partir de una perspectiva endógena, sino que es necesario comprender su formación teniendo como campo de referencia al sistema-mundo capitalista. Tercero, que tampoco se puede sostener la comprensión del desarrollo capitalista teniendo como unidad de análisis a los estados, pues el capitalismo no se explica por las historias nacionales del capitalismo, mas bien las historias particulares se explican a partir de los funcionamientos y circuitos de la economía-mundo y del sistema mundo capitalista.
Un dibujo rápido de lo que llamamos la episteme de la complejidad nos puede mostrar las diferencias y los desplazamientos respecto a la episteme de la universalidad. La episteme de la universalidad supone una forma de razón, basada en el juicio, que adecúa los medios a los fines, que se estructura a partir de una lógica de proposiciones y construcciones conceptuales a partir de ideas, en el sentido kantiano, que sostienen teorías explicativas. Estas ideas son como totalizaciones o totalidades que dan sentido a la sinapsis sensible, a la síntesis de la imaginación, a los conceptos y categorías a priori, que derivan en conceptos y categorías a posteriori, después de experimentaciones, contrastaciones y verificaciones. Gran parte de estas teorías son teleológicas, interpretan el sentido de acuerdo a fines, dan lugar a explicaciones basados en una dirección y una tendencia hacia un fin. Un modelo paradigmático de estas teorías es la filosofía de la historia.
En cambio la episteme de la complejidad descubre una pluralidad de racionalidades, por lo tanto múltiples lógicas, develando formas de pensamiento variados y penetrantes o, si se quiere, develando un pensamiento complejo. Las experiencias de la multiplicidad de la vida, de la pluralidad de las sociedades y de las culturas, los estudios ecológicos, los desplazamiento investigativos de las biologías, los impactos de la cibernética, las consecuencias teóricas de la física cuántica, los avances de la lingüística, la filología, el debate antropológico, la discusión sociológica, los desafíos asumidos o no de la turbulencia política, la visualización de la complejidad de las economías en el caosmosis del sistema mundo, las investigaciones de Maturana y Valera, las teorías en torno a los sistemas autopoiéticos, la ruptura, el desplazamiento y el despliegue de la nueva mirada histórica a partir de las estructuras de larga duración, las teorías de las dominaciones, de las relaciones y estructuras de poder, las teorías de la constitución de subjetividades, basadas en la modulación de los cuerpos, el derrumbe de la idea del Estado, para descubrir más bien microfísicas y macrofísicas de poder, formas de gubernamentalidad, estructuras estructurantes, habitus, monopolios de múltiples violencias y acumulaciones de capital; es decir, todo una gama de desplazamientos de estudios multidisciplinarios y de investigaciones de estructuras complejas, terminan configurando un nuevo campo teórico, si se puede hablar así, nuevas prácticas teóricas, nuevas formas de percibir y de comprender las problemáticas, nuevas formas de manejar las fuentes y sobre todo de hacerse preguntas y de construir conceptos y explicaciones. Todo esto se da aunque en muchos casos no hayan cambiado los métodos, los procedimientos de investigación, incluso las disciplinas todavía mantengas sus fronteras, particularmente en la reproducción del sistema escolar y del sistema universitario. Lo que importa es que estas teorías de la complejidad dejaron a un lado las tesis teleológicas; ya no se trata de fines, de sentidos inscritos, de direcciones evolutivas, sino de comprender las articulaciones de las complejidades, el juego de sus simultaneidades, de sus yuxtaposiciones, de sus nichos ecológicos, usando el término en sentido amplio. Si quisiéramos tener un ejemplo de estas nuevas ciencias, saberes y prácticas de conocimiento, podemos acudir al perfil abierto de la ecología. Esta ciencia multidisciplinaria asume los desafíos de la problemática de la complejidad en pleno sentido de la palabra.
Ahora, volviendo a la genealogía del poder y a la genética del Estado, podemos ver que estos estudios, estas investigaciones, estas interpretaciones, analizan la problemática del poder y del campo burocrático no desde una idea del Estado, desde una teoría general del Estado, menos desde algo parecido a una filosofía del Estado, concebido desde la filosofía de la historia. Tampoco lo hacen desde la tesis marxista de la metáfora arquitectónica de estructura/superestructura, así como tampoco reducen un mero instrumento del monopolio de la violencia fisca. La pregunta de fondo es: ¿cómo se da la dominación, cómo se estructura, de qué modo se ejerce y se reproduce? Para lograr responder a estas preguntas se opta por una mirada genealógica, por un lado, genética, por el otro lado, por el análisis de las formas de gubernamentalidad, así como de las instituciones, comprendiendo las cartografías del poder donde están inscritas, por un lado, también por una sociología de los campos, estructurados por los capitales simbólicos, económicos, sociales y culturales, por otro lado. Como se puede ver estamos ante análisis históricos diferenciales y estructurales de la complejidad política, social, económica y cultural. Lo que importa aquí es la articulación de estos planos o campos en la conformación del poder y del Estado, como estructura estructurante.
Desde estas perspectivas no separan sujeto de objeto, subjetividad de objetividad; al contrario, la constitución de la subjetividad es clave para comprender el ejercicio del poder, la acumulación originaria simbólica es clave para comprender la obediencia espontanea y el orden social.

Crisis estructural y orgánica del Estado
¿Cómo leer las acciones gubernamentales? ¿Qué clase de signos son? ¿Qué nos dicen respecto de lo que es el Estado? Estas preguntas son importantes ante la renovada pregunta de qué es el Estado. Quizás tengamos que acudir a un método inductivo para apreciar el alcance de las preguntas e intentar responderlas. Por ejemplo qué nos dice del Estado la acción gubernamental de imponer una consulta espuria a las poblaciones indígenas del TIPNIS, también qué nos dice la repuesta del órgano judicial a la apelación de las organizaciones indígenas para detener la “consulta” gubernamental que viola la estructura normativa y conceptual de la consulta, establecida en los convenios internacionales y en la Constitución. Sumando preguntas, también debemos inquirir sobre el significado de la cooptación de las dirigencias sociales por parte del gobierno, la cooptación, la intervención y la división en las organizaciones indígenas, la amenaza, el amedrentamiento y el soborno de las dirigencias medias y de bases indígenas por parte del gobierno.
Para responder estas preguntas es indispensable establecer nuestra perspectiva respecto al Estado, la relación entre Estado y gobierno, también la relación entre Estado y sociedad; en el caso boliviano, así mismo, la relación entre Estado y comunidad.

Tesis histórica y genética del Estado
Para comenzar diremos que el Estado es una construcción múltiple efectuada desde las prácticas sociales, desde las dinámicas sociales y sus ámbitos de relaciones, sus interrelaciones, composiciones e intercambios. El Estado también es una construcción cultural, se produce una concentración simbólica en el mapa institucional que se edifica, atendiendo a la propia historia organizacional, a las instituciones heredadas, desmanteladas o adecuadas a los nuevos contextos, atendiendo a los requerimientos de las clases emergentes en el marco de los mercados pujantes y los circuitos comerciales. También hay que tener en cuenta la formación de nuevos imaginarios y nuevos procesos discursivos. Empero la construcción no sólo va en este sentido, de la sociedad a la nueva organización institucional, sino también del Estado, del mapa institucional que se va formando, a la sociedad. Se puede decir que el campo social es producto del Estado. El Estado juega un papel importante en la constitución de los sujetos y las subjetividades, sobre todo al crear un campo normativo y administrativo que termina influenciando y ordenando la vida cotidiana. Hay instituciones que afectan directamente en la reproducción social, como la institucionalidad escolar y educativa; el campo escolar es prácticamente una construcción estatal. A través de este campo el Estado propiamente se reproduce; la reproducción social es también, a su vez una reproducción del Estado[1]. El Estado se internaliza en los sujetos, constituye a los sujetos, al formar a los individuos desde una perspectiva universalista. El Estado del que hablamos es el Estado moderno, el Estado-nación, que se basa precisamente en el supuesto de la universalidad de su forma, contenido y expresión organizativa. El Estado remueve la matriz social del que ha nacido, la transforma en un campo social más o menos homogéneo, crea un sentido común, sobre todo referentes y códigos compartidos desde los cuales las personas se refieren a los problemas que los atingen.
Al normar las relaciones sociales, el Estado regula, ordena, cartografía el campo social, a la vez construye la ciudadanía, que es la relación de los individuos del campo social con el Estado. El Estado también regula y norma las relaciones económicas, las relaciones comerciales, las relaciones de trabajo, las relaciones de producción. Al hacerlo el Estado no sólo transforma sus matrices constitutivas sino que se reproduce a sí mismo expandiéndose en todos los terrenos.
El Estado también norma la cultura, el arte, obviamente la lengua, y todas las aéreas que pueda de las actividades sociales. Lo mismo sucede en lo que respecta a la enfermedad y la salud, el transporte y las comunicaciones. Asistimos entonces a procesos de estatalización.
Viendo desde una perspectiva genética, podemos decir que lo primero que se da es como una acumulación simbólica en la formación del Estado moderno, una acumulación simbólica que tiene que ver con la transvalorización de los valores, la transformación de los valores y las percepciones, también la transformación de la relaciones. Se abandonan las relaciones personales, las relaciones familiares, las relaciones patrimoniales, dejándolas colindantes o subsumidas, estableciendo relaciones supuestamente basadas en el desinterés, en la despersonalización, basadas en la relación abstracta del interés universal, de la justicia y del bien común. Se produce una especie de bifurcación del ejercicio del poder, como en Los dos cuerpos del rey, el físico y el abstracto, el familiar y el universal[2]. El ámbito personal, familiar, patrimonial, no desaparece; empero, en el imaginario estatal domina la legitimidad a través de los valores universales, las características universales del Estado. El simbolismo del Estado radica en las imágenes universales de la representación, de la delegación, de la justicia, de la administración general y la burocracia.
La acumulación simbólica en la formación del Estado es primordial pues tiene que ver con su creación imaginaria y cultural, tiene que ver con las maneras de significar el mundo, tiene que ver con los sentidos atribuidos políticamente. Se da lugar entonces con el monopolio de las representaciones y de las delegaciones. Los agentes constructores de este imaginario son los juristas, primero, y los funcionarios, después. Los juristas y los funcionarios son los más interesados en hacer valer el carácter universal de las relaciones, las normas, las reglas y las leyes estatales. Pierre Bourdieu dice que antes de producirse la acumulación originaria de capital y antes de producirse la acumulación de la violencia física del Estado, por lo tanto del monopolio de la violencia legítima, se da lugar primero a la acumulación simbólica del Estado[3]. Con lo que el Estado viene a ser una invención en pleno sentido de la palabra. La acumulación de la violencia física del Estado y de la acumulación originaria de capital se da después, casi como una consecuencia de esta acumulación simbólica.
Después de la acumulación simbólica en la formación del Estado se da lugar como a una separación, mejor dicho un distanciamiento, la creación del campo burocrático y administrativo, el Estado propiamente dicho. Empero esta separación es aparente, si se puede hablar así, pues el campo burocrático requiere de reproducción contante del Estado, para eso es indispensable internalizar las instituciones estatales en el campo social, recrear desde el campo social la producción cotidiana del Estado. El campo escolar es el espacio primordial para esta reproducción. Pero no es el único, pues también las dinámicas del campo económico reproducen el Estado, también las dinámicas del campo cultural reproducen el Estado en tanto forman parte de la cultura nacional. Uno de los imaginarios más fuertes que construye el Estado es el imaginario de la nación. También el Estado se territorializa en la geografía política. Entonces asistimos a la consolidación del Estado-nación.
Una tercera fase en la genética del Estado podría ser llamada de crisis estatal. En esta etapa la reproducción estatal entra en disonancia con las dinámicas sociales, que adquieren formas autónomas de reproducción y desbordan a la propia reproducción del Estado. Estas disonancias evolucionan hasta convertirse en contradicciones y antagonismos; es cuando se producen luchas políticas y luchas sociales en todas las articulaciones y conexiones entre el campo social y el campo político, entre estos campos y el campo burocrático. Se dan resistencias y revueltas, hasta, en algunos casos, se producen revoluciones. Desde la perspectiva genética del Estado, estas crisis han dado lugar a reformas o, en su caso, a revoluciones, en el sentido de intentos de transformaciones radicales del Estado. Empero, lo que se ha observado en la historia diferencial de los estados es que estas reformas y estas revoluciones han ampliado las funciones del Estado, transformando a su vez los campos sociales, los campos políticos y los campos culturales, expandiendo por lo tanto la estatalización en otros espacios. Sin embargo, las dinámicas sociales nunca dejan de crear sus propias formas de autonomía y de desborde, replantando nuevamente contradicciones y antagonismos.
Las reformas liberales, también las reformas del Estado de Bien Estar, así como las reformas populistas y nacionalistas, forman parte de estas adecuaciones del campo burocrático a las transformaciones habidas en el campo social y en el campo político. De una manera un tanto diferente podemos hablar de las reformas neo-liberales, aunque en este caso, se trata de las adecuaciones del campo burocrático a las transformaciones en el campo económico. A diferencia de las otras reformas, lo que se va privilegiar aquí es la transferencia de los recursos a las empresas económicas, descuidando la inversión social, que es primordial en los otros casos. Los ideólogos del neoliberalismo han hablado de achicamiento del Estado, cosa que nunca ha ocurrido. El Estado no se achica con las reformas sino se agranda; lo que pasa es que en el caso de la implantación del proyecto neoliberal la normativa estatal relativa al comercio, a la economía y a las empresas se extiende a las áreas sociales, tratando de convertir a la institucionalidad estatal dedicada a lo social, a la salud y a la educación en empresas sociales. Si se quiere, puede hablarse en un caso, las reformas populistas, de reformas de izquierda y en el otro caso, las reformas neoliberales, de reformas de derecha.
En el caso de las revoluciones, que son más bien escasas en el panorama de las historias diferenciales de los estados, los resultados empíricos han sido una ampliación descomunal del Estado. En este caso el campo burocrático ha intentado normar e inmiscuirse hasta en los detalles de la vida cotidiana, asfixiando las dinámicas sociales y políticas. Ha transformado las instituciones de reproducción del Estado en el campo social, buscando crear reproducciones sociales equitativas e igualitarias, en los campos del trabajo, de la salud y de la educación. Empero, la misma transformación de los campos sociales, los campos políticos, los campos económicos y los campos culturales, han generado dinámicas sociales, sobre todo en lo que respeta a la producción de necesidades y demandas, generando zonas y espacios de conflicto. Por otra parte, el crecimiento expansivo de la burocracia, por lo tanto el peso del campo burocrático, ha generado diferenciaciones sociales, que podríamos llamar de clase; contradicciones de la sociedad con la nueva clase burocrática, privilegiada política y económicamente.
Se puede ver que la universalidad socialista ha sido una extensión de la universalidad capitalista, y la revolución socialista ha sido una radicalización de la revolución francesa. Lo que en principio intentó ser una profundización de la democracia derivó en la anulación de las prácticas y el ejercicio democrático. Las contradicciones con el campo burocrático, con la clase burocrática y la forma absoluta del Estado socialista se agudizaron tanto que terminaron en las implosiones y el derrumbamiento de los Estados socialistas de la Europa oriental. En tanto que en la República de China Popular se produjo una reforma a la inversa, se adecuó el inmenso campo burocrático a las dinámicas del campo económico, promoviendo aperturas al mercado, al mercado externo, a la propiedad privada empresarial y a las formas institucionales empresariales[4].
Sin embargo, estas reformas, que llama el partido comunista chino “socialismo de mercado”, han generado una polarización en el campo social, han generado una paradójica contradicción entre el crecimiento económico, la emergencia como potencia industrial, y el incremento de las desigualdades. Desigualdad entre campo y ciudad, desigualdades entre el proletariado y las clases medias, incluso se ha dado lugar a la generación de una burguesía que ha emergido como consecuencia de las reformas económicas dadas en china, bajo la dirección del partido comunista. Hoy asistimos a una nueva lucha de clases en China, a una lucha del proletariado y de los pueblos del campo contra el vigente capitalismo por el que ha incursionado la República Popular de China. ¿Qué es lo que ha ocurrido? Las reformas económicas en China han generado transformaciones en el campo social, haciendo reemerger desigualdades sociales notorias, incluso creando una burguesía paralela a la clase burocrática. Ambas clases privilegiadas, en contraposición al proletariado y a los pueblos del campo. En otras palabras el campo burocrático, que es el Estado, no ha resuelto su crisis con las reformas económicas, al contrario las ha ahondado, a pesar del gigantesco crecimiento económico y la emergencia del país como potencia industrial. Tal parece que no se pueden generar privilegios sin generar desigualdades, también se muestra que el campo burocrático no puede resolver la crisis estatal. Se requiere que las propias dinámicas sociales construyan otras formas de organización política que escapen a esta “separación” y distanciamiento del Estado respecto de la sociedad.

Reformas del estado en Bolivia
En Bolivia se han dado tres reformas importantes que han transformado el campo social. La primera reforma de carácter populista y nacionalista se dio con la revolución nacional (1952-1964); la segunda reforma de carácter neoliberal, por lo tanto reforma económica de carácter empresarial, se dio con las reformas estructurales del proyecto neoliberal (1985-2005); la tercera reforma de carácter también populista, aunque acompañada por un proceso constituyente que propone el Estado plurinacional comunitario y autonómico, se dio después de la movilización prolongada que dura seis años de luchas sociales (2000-2005)[5]. Hasta el momento estas reformas populistas cumplen dos gestiones de gobierno (2006-2009, 2009-2013)[6]. La primera y la tercera reforma pueden considerarse de izquierda, en tanto que la segunda reforma puede considerarse de derecha, por las características del costo social y la orientación empresarial de la salud, de la educación y del trabajo. La primera reforma transforma el campo social y el campo político con las reformas nacionalistas y populistas, la nacionalización de las minas, la reforma agraria, el voto universal y la reforma educativa. Sobre todo la reforma agraria, el voto universal y la reforma educativa producen una transformación significativa del campo social al convertir a los pongos, en condiciones de servidumbre, también a más de 3000 comunidades, en propietarios privados, procurando la igualación de los hombres, con la reforma agraria, el derecho al voto y la participación en la educción con la extensión del campo escolar. Al respecto debemos preguntarnos cómo se puede interpretar esta transformación del campo social; desde la teoría de los campos habría dos alternativas. La primera, que en el campo social anterior a la reforma agraria, las comunidades y pongos, en condición de servidumbre, formarían parte del campo social, como las estratificaciones sociales más deprimidas y sometidas. La segunda alternativa, que las comunidades y los pongos, en condiciones de servidumbre, no formarían parte del campo social, que mas bien se dibuja por la condición de ciudadanía restringida del Estado oligárquico, restringida a los hombres ilustrados y a los propietarios privados, también a los artesanos y a ciertos estratos sociales organizados e institucionalizados. Si se toma en cuenta esta alternativa, tendríamos que hablar de la comprensión de otro campo, un campo que llamaríamos multicultural, no intercultural, pues en la dualidad cultural, los pueblos indígenas se encontrarían sometidos, dominados y excluidos; aunque también emergen con sus luchas y resistencias atravesando y desordenando los campos, sociales, económicos y culturales. Como se puede ver la formación social boliviana plantea problemas teóricos a la teoría de los campos.
La segunda reforma, la neoliberal, transformaría el campo social, convirtiendo a trabajadores y estratos medios bajos en proletariados nómadas. La relocalización, las privatizaciones, la transferencia de los recursos a las empresas, sobre todo a las empresas trasnacionales; habrían convertido a un grueso de la población en proletarios nómadas, reducidos a la condición de los llamados administrativamente “informales”. Este es un impacto en la configuración del campo social que todavía no se ha resuelto.
La tercera reforma de carácter populista, aunque acompañada por un proceso constituyente que plantea una radical transformación del Estado, vuelve a transformar el campo social; empodera a las llamadas naciones y pueblos indígenas originarios y campesinos, transformando el campo cultural y el campo simbólico. Aunque no se producen transformaciones sociales de gran alcance, pues las reformas se limitan a la redistribución a través de bonos, manteniéndose en una lógica rentista, de todas maneras la transformación del campo político ocasiona repercusiones en el campo social, sobre todo, en este caso, por la emergencia de nuevos ricos, comerciantes, campesinos ricos, colonizadores ricos y cocaleros ricos. La Renta Dignidad, el bono de los adultos mayores; el Bono Juancito Pinto, con el objeto de retener la deserción escolar; el Bono Juan Azurduy, con objeto de acudir a las madres embarazadas, buscando disminuir la mortalidad materno infantil; son medidas de impacto coyuntural, no tienen el alcance de transformaciones estructurales. Para esto se requiere una inversión social de magnitud que sostenga una logística social, de salud, educativa de impacto estructural. Esto no se lo ha hecho. Pero, de todas maneras se puede hablar de transformaciones en el campo político y en el campo social a partir del empoderamiento simbólico de los subalternos, de las poblaciones indígenas rurales y urbanas, sean campesinas o mantengan su condición comunitaria.
El problema de esta tercera reforma, de carácter populista, es que no resuelve la crisis estatal, que continúa manifestándose con fuerza y de manera múltiple. Sobre todo se hace notoria la crisis estructural del Estado debido al contraste entre la Constitución aprobada y la gestión de gobierno, las políticas públicas, la administración, el comportamiento y el habitus del campo burocrático, que mas bien optan por mantener el Estado-nación, evitando su demolición y alejándose abismalmente de la tarea de construcción del Estado plurinacional comunitario y autonómico. Construcción de transición estatal que solamente se puede efectuar con transformaciones estructurales e institucionales radicales, con la construcción de una institucionalidad pluralista, de una gestión pluralista, de una administración pluralista y de una normativa pluralista. Por lo tanto la crisis del Estado se ha ahondado, sobre todo ahora cuando el gobierno se enfrenta a las naciones y pueblos indígenas en el conflicto del TIPNIS, mostrando desnudamente la flagrante contradicción del Estado-nación restaurado respecto de las naciones y pueblos indígenas originarios.
Si queremos una caracterización rápida del gobierno de Evo Morales Ayma, podemos decir que se trata de un gobierno populista, que aflora en el contexto de las crisis específica de los estados en América Latina y el Caribe, sobre todo por lo que acontece en Sud América. La singularidad de este gobierno populista, llamado por los analistas políticos, gobierno progresista, así como llaman a otros gobiernos de Sud América, es que vino acompañado por un proceso constituyente, crítico de la herencia colonial y de la colonialidad; aunque también el gobierno ecuatoriano fue acompañado por un proceso constituyente, con ciertas semejanzas con el proceso constituyente boliviano. También el gobierno venezolano fue acompañado por un proceso constituyente, sólo que en este caso se llevó a cabo una Constitución bolivariana, que plantea la culminación del Estado-nación y la integración en la Patria Grande, no así, como en el caso boliviano y ecuatoriano, cuyas constituciones abren el horizonte del Estado plurinacional. Como se puede ver la relación de los estados y de los gobiernos con sus constituciones y sus procesos políticos es singular en cada caso.
El gobierno boliviano y el gobierno ecuatoriano, gobiernos progresistas, terminaron rápidamente entrando en contradicciones profundas con sus constituciones, al no poder implementar y materializar las transiciones demandadas por las mismas. No pueden construir el Estado plurinacional, no pueden realizar las transformaciones estructurales e institucionales que requiere la transformación pluralista del Estado. Tal parece que al gobierno venezolano le fue mejor en la implementación de la Constitución; tuvo el cuidado de establecer una transición legislativa y preparar dispositivos legales para la generación de leyes constitucionales. Lo que no ocurrió en Bolivia y Ecuador. Los pocos intentos que hubo fueron acallados. Empero, la contradicción de los tres gobiernos es que se han embarcado en la continuidad expansiva del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente. De esta contradicción profunda no pueden salir, además que terminan reproduciendo las prácticas administrativas y burocráticas, inscritas ya en gobiernos anteriores. Otro problema característico es la expansión del diagrama de poder de la corrupción. Ciertamente este diagrama no es consustancial sólo a estos gobiernos sino a la génesis misma del Estado. Pero, llama la atención que las relaciones, estructuras, circuitos, prácticas paralelas y distorsionantes de la corrupción no se hayan limitado y más bien se extiendan. ¿Tiene que ver con la crisis del Estado? ¿Tiene que ver con la acumulación familiar de los nuevos ricos? ¿Tiene que ver con el uso prebendal y patrimonial del Estado cuando no se logra diferenciar el servicio a las clientelas con el ejercicio gubernamental? No sabemos, se requiere investigar estos temas. Empero, estos síntomas son parte de las contradicciones profundas de procesos políticos que no logran resolver sus dilemas.
Ahora bien, respondiendo a las preguntas concretas, que nos hicimos al principio de cómo leer las acciones gubernamentales, tocaremos la problemática acudiendo a la interpretación genética del Estado que dibujamos a grandes rasgos. Las preguntas más generales las dejamos para las conclusiones.
Respecto al recorrido sinuoso del gobierno de Evo Morales Ayma en el conflicto del TIPNIS y a su consecución forzada en la imposición violenta de una consulta espuria, podemos observar por lo menos algunos rasgos sobresalientes. Primero, que el gobierno no ha podido salir de un imaginario gubernamental, construido en la atmósfera de los primeros años de la primera gestión de gobierno. Se autocalifica de “gobierno de los movimientos sociales”; aunque el concepto sea un contrasentido en sí mismo; algo que explica esta apreciación gubernamental auto-contemplatoria es la intensidad afectiva con el que fue recibido el gobierno al inicio de su gestión, en el 2006, llamado por entonces también gobierno indígena y popular. Se quedó con esta imagen grabada y detenida como fotografía, a pesar de que las coyunturas y contextos cambiaron. Ya no existe en absoluto ningún entusiasmo popular por el gobierno. Por otra parte, compartiendo con esta figura anacrónica, algunos portavoces del gobierno consideran que son el fin de la izquierda, algo parecido a decir el fin de la historia[7]; más allá de ellos no hay nada. Sólo pude provenir de la derecha cualquier crítica y conflicto con el gobierno. Esta interpretación obviamente es insostenible, no se sostiene ante la dinámica molecular de los procesos, donde las posiciones cambian dependiendo de los problemas que enfrentan.
De alguna manera ayudó a reforzar este imaginario anacrónico y esta interpretación dogmática el enfrentamiento que hubo con las oligarquías regionales durante el proceso constituyente, sobre todo después de aprobada la Constitución. La opción de estas oligarquías por la violencia desató la voluntad de la defensa del gobierno y del proceso constituyente por parte de los sectores populares, indígenas y campesinos. La necesidad de la defensa ocultó problemas que se venían generando ya en la primera gestión de gobierno, problemas que tienen que ver con el apego al aparato estatal, diseñado y construido en los periodos republicanos. Una vez que fueron vencidas las oligarquías regionales, después de los acontecimientos del Porvenir, en Pando (2008), victoria ratificada en los resultados contundentes electorales del 2009, el imaginario de autoestima anacrónica y la interpretación dogmática se mantuvieron; ahora para justificar toda acción de gobierno, aunque estas no muestren una voluntad transformadora y mas bien manifiesten preocupantes pasos de mantención y restauración del viejo Estado-nación. Incluso cuando se hicieron fehacientes las contradicciones, en el caso del “gasolinazo”, la medida de subida de precios a los carburantes, y en el conflicto del TIPNIS, el imaginario anacrónico y la explicación dogmática sirvieron para justificar los atropellos que se cometieron y las medidas con tonalidad plenamente extractivista. Por lo tanto, un rasgo sobresaliente es este encapsulamiento en este imaginario y en esta interpretación, que son muestras de un encierro y de una desconexión con la “realidad”.
Otro rasgo notorio del accionar del gobierno es el monopolio de las decisiones en un grupo estrecho del ejecutivo, impidiendo la propia deliberación del MAS y de las organizaciones, para no hablar de la inclinación por las ordenes en los ministerios, totalmente alejados de la deliberación y la reflexión. Esto se ha vuelto inaudito e insoportable en la propia Asamblea Legislativa, donde no se delibera, no se discute, no se respeta a los representantes, se los tiene absolutamente subestimados. Reciben órdenes y muchas veces votan por consignas, sin analizar, algunas veces hasta sin leer los documentos en cuestión. Esta situación se vuelve ciertamente grave cuando ocurre en las organizaciones sociales, que son la instancia más importante de la defensa del “proceso” de cambio. La cooptación de dirigentes, el quitarles toda autonomía a las organizaciones, las ha convertido no solamente en instrumentos de los caprichos del ejecutivo, sino altamente vulnerables, pues abandonaron sus prácticas asambleístas. Ciertamente de este panorama desolador escapan las dos organizaciones indígenas, el CONAMAQ y el CIDOB. Aunque recientemente el gobierno ha logrado dividir al CIDOB, creando una organización paralela, con la más grotesca intervención gubernamental a la organización matriz de los indígenas de tierras bajas. Por lo tanto esta jerarquización exacerbada, este monopolio en un estrecho grupo de decisiones, ha terminado no sólo aislando más al gobierno de una interpretación adecuada de los hechos, sino que lo ha alejado abismalmente de las practicas participativas, incluso de los trabajos en equipos, pues todos tiene que someterse a la clarividencia del grupo reducido de mando.
Un tercer rasgo del accionar del gobierno tiene que ver con su apuesta al control total de los órganos del Estado, sobre todo después de haber logrado el control de las 2/3 partes del Congreso. Esto produjo una sensación exacerbada de poder, que derivó en creer que se puede hacer de todo, independientemente incluso de la condición de Estado de Derecho, condición jurídica que establece combinaciones de adecuación en la transición, en la aplicación de la composición “estructural” de la Constitución; combina la herencia de Estado de derecho con las novedosas condiciones de plurinacional, de comunitaria, de autonómica e de intercultural en la transición transformadora y pluralista del Estado, en la transición al Estado plurinacional. Basados en esta sobrevaloración se cometieron grandes errores políticos, el “gasolinazo” y el conflicto del TIPNIS. El mero cálculo cuantitativo del poder les hizo olvidar que la legitimidad y la hegemonía son acontecimientos cualitativos. Esta legitimidad y esta hegemonía se las perdieron como consecuencia de los errores cometidos, aunque también de un deterioro sostenido, no solo por el desgaste gubernamental, sino como consecuencia de un pragmatismo y un realismo político que derivó en complicidad con “estructuras” de poder vigentes en el mundo, en la región y en el país.
Llama la atención que ni el levantamiento popular, en el caso del “gasolinazo”, ni la VIII marcha indígena, les haya hecho cambiar de opinión; han seguido con el mismo guión, considerándose invencibles e invulnerables, sólo por el hecho de que cuentan con la mayoría cuantitativa del Congreso y el control cuantitativo de los órganos de poder. La derrota del gobierno frente a la VIII marcha, el apoyo de la ciudadanía y del pueblo boliviano a la defensa del TIPNIS, no los inmuta, tienen demasiada coraza para percibir lo que está pasando. Prefieren minimizar los hechos. Frente a la IX marcha indígena han hecho todos los esfuerzos por revertir la anterior derrota. Se sienten vencedores al no recibir a las dirigencias legitimas y representativas del TIPNIS, a las organizaciones matrices de los indígenas de tierras bajas, al lograr dividir al CIDOB y a las comunidades del TIPNIS, amenazando, cooptando, chantajeando, incorporando a dirigentes medios y de base en la prebenda. Al imponer una consulta espuria en las comunidades del TIPNIS. Ya conocemos el desenlace la consulta espuria en el TIPNIS, que ha terminado en el desastre gubernamental, ante la resistencia de las comunidades del territorio indígena; solopudieron consultar a familias, no a comunidades, como exige una consulta a pueblos indígenas. De todas maneras el conflicto no culminará ahí, pues las múltiples causales de nulidad de la intervención en el TIPNIS a nombre de una consulta que no se dio, pues lo que se habría impuesto es un cuestionario que induce maliciosamente a la construcción de la carretera, llevarían el conflicto a los tribunales internacionales y a las ciudades, donde el pueblo tiene el escenario de la continuidad de las luchas en defensa de la Constitución, del proceso, de la madre tierra, de los derechos de las naciones y pueblos indígenas originarios y de los derechos fundamentales.
Lo que llama la atención es que bajo estas circunstancias el gobierno haya perdido el instinto de sobrevivencia. No le preocupa el costo político de este conflicto, el costo internacional ya es notorio, la representación de Bolivia ha quedado sola en la cumbre de CANCUN, ni siquiera apoyada por los países del ALBA. En Rio más 20, la representación boliviana fue intrascendente, la cumbre optó por el capitalismo verde. En la Cumbre Social paralela el doble discurso del gobierno boliviano fue criticado, sobre todo por su actuación en el TIPNIS. En el contexto del país, no se puede hablar de mayoría desde la derrota del MAS en las elecciones de los magistrados. La impopularidad del gobierno ha crecido en las ciudades, el desasosiego y la desesperanza en los sectores populares. Empero el cumplimiento del guión desatinado sigue, confiadnos en la fuerza del Estado, en la expansión de las clientelas, en las nuevas alianzas con la burguesía boliviana, en el poder de la acumulación dineraria. ¿Se apuesta a la compra de votos? Las lecciones políticas en el mundo no les sirven o son desdeñadas. No puede sobrevivir un gobierno basándose sólo en el monopolio de la violencia, en el teatro político, en la expansión de la corrupción, en la cooptación indiscriminada. Estos dispositivos no garantizan la reproducción del Estado, al contrario son síntomas de la crisis del Estado, de la descomposición y la decadencia.
En este contexto, la respuesta del órgano judicial, de la sala de La Paz, al pedido de nulidad de la consulta espuria, el recurso a la “chicanería”, eludiendo el problema, resaltando los formalismos, exigiendo el cumplimiento de requisitos procedimentales, no es más que la muestra patética de su dependencia del órgano ejecutivo, de la dramática ausencia de la administración de justicia, sustituyéndola por el servicio desvergonzado a los intereses del gobierno. El problema de estas demostraciones de lealtad y fidelidad con el gobierno es que desaparece la justicia, se convierte su administración en dispositivo para legalizar las acciones del gobierno. Si bien antes la administración de justica no era tampoco independiente, a pesar de la división de poderes, pues se encontraba a su vez cooptado por los sobornos y atravesada por la corrupción, el problema es que ahora se continúa con esta dependencia por otros caminos. La elección de magistrados hubiera sido una gran oportunidad por generar formas más democráticas y pluralistas de la administración de justicia, empero se ha evitado la participación abierta de las circunscripciones, de las organizaciones y de las instituciones en la concurrencia de los candidatos. Se ha preferido designar una lista a dedo, que la ha aprobado la Asamblea Legislativa, sin contemplar las condiciones establecidas por la Constitución. Se ha perdido la elección de magistrados, ha ganado el voto nulo, anulado la validez de las elecciones. Sin embargo, el gobierno, el órgano electoral y la Asamblea legislativa han continuado con la imposición de magistrados que perdieron la legalidad y la legitimidad. Ahora los magistrados impuestos tienen que responder a estos favores. Se ha construido toda una maquinaria unificada por la voluntad del ejecutivo, no hay división de poderes, lo que hay es una concentración de poder en el ejecutivo y en el presidente. La administración de justicia termina convirtiéndose en la administración de ilegalidades y en la legalización de las ilegalidades. Esta unificación del poder, haciendo perder las independencias de poderes, resulta en una fabulosa concentración del mando, donde se pierde la posibilidad de los controles complementarios, dando lugar a una especie de despotismo.
Es difícil que estas concentraciones fabulosas de poder unificado, sin equilibrio de poderes, puedan perdurar por mucho tiempo; en primer lugar, debido a que estas formas de copamiento y unificación absoluta pierden la capacidad de los controles complementarios y sucesivos, controles que se conformaron en la formación del Estado moderno, como parte de la ficción de universalización, desinterés y neutralidad.

Perfiles del Estado en el mundo
Estas concentraciones se han dado en otro tipo de formaciones de organización expansivas, que obviamente no podemos considerar estatales en el sentido del Estado moderno, hablamos de la forma imperio-mundo. La forma imperio-mundo incluía a pueblos, culturas, religiones, lenguas, sociedades, en una forma concentrada de mando, defendida por ejércitos gigantescos y una burocracia inmensa. Empero quedaban como autónomas las aldeas y comunidades, vinculadas al imperio por el sistema tributario. De todas maneras las dinámicas en la forma imperio-mundo, tal como la nombra Immanuel Wallerstein, mantenían una dinámica de negociación entre las distintas partes del imperio[8]. Esta forma imperio-mundo no sobrevivió a la competencia de la emergencia de la forma Estado-nación. Compartió con la ciudad-Estado relaciones comerciales y de intercambio, incluyendo flujos migratorios, por ejemplo el traslado de artesanos y metalurgistas a la ciudad-estado[9]. Los grandes imperio-mundo milenarios fueron el Imperio Romano y el Imperio Chino. Después se dieron intentos de conformar estos imperio-mundo, como el Imperio Austro-Húngaro y el Sacro Imperio Romano, empero no lograron adecuarse a las dinámicas emergentes de la conformación de la economía-mundo capitalista.
Fueron las monarquías absolutas las que dieron los primeros pasos en la formación del Estado moderno, sobre todo por las características y pretensiones universales, la mediación y formación de una burocracia técnica, la homogeneización de las normas y de la administración. En el camino de la monarquía absoluta se encontraba España, pero todavía atada al Sacro-Imperio Romano, al mando de la dinastía de los Habsburgo, cuando las carabelas de Colon se encontraron con el quinto continente. Los inmensos territorios conquistados y colonizados plantearon problemas de administración extraterritoriales, problemas de administración colonial, en plena conformación de la economía-mundo capitalista. La forma de administración colonial ocupó y transfiguró a la formación de la monarquía absoluta, que todavía se encontraba amarrada al proyecto del Sacro-Imperio Romano de los Habsburgo. España no pudo resolver los dilemas en las que se encontraba, estaba varada como en una encrucijada ante las alternativas de las formas de Estado en gestación. No pudo, en su momento, formar un Estado-moderno; este no era el proyecto de los Habsburgo, que eran reyes de España[10]. Entonces tampoco pudo resolver los problemas de la acumulación de capital, cuyos centros dinámicos más bien se estaban dando en los llamados países bajos, Holanda, que se encontraba bajo su dominación imperial[11].
Cuando se independizó Holanda, después de una larga guerra, el centro de la hegemonía del ciclo del capitalismo se trasladó del Norte de Italia, Génova, ciudad-Estado, a Holanda[12]. Acontecimiento que sucede alrededor de 1740. La forma de organización del poder en Holanda comenzó a pasar de la forma ciudad-Estado a una forma de Estado moderno, empero no terminó de lograr la articulación e integración plena del Estado con el capital. Esto aconteció en Gran Bretaña; en esta isla europea, después de la prolongada guerra civil, en realidad las guerras civiles inglesas que llevaron a constituir la república; la primera transcurre entre 1642 y 1646, en tanto la segunda transcurre entre 1648 y 1649. En gran Bretaña se producen dos acontecimientos de importancia en la transición al siguiente ciclo del capitalismo bajo la hegemonía británica, ciclo que se desplaza entre el siglo XIX y parte del siglo XX; uno, es la conformación del Estado-moderno plenamente articulado al capitalismo, funcionando como instrumento de la acumulación de capital; el otro es la revolución industrial, que trastoca las condiciones de producción del capitalismo y las estructuras de las formas de acumulación de capital.
Hay varias versiones del Estado-moderno; una forma es esta de la evolución de la monarquía absoluta en constitucionalismo monárquico, que deriva en un parlamentarismo con dos cámaras, donde los lores controlan la cámara alta y los comunes la cámara baja. El desarrollo de una administración burocrática eficiente que definitivamente despersonaliza la función de mando, la extensión de las normas a otros espacios de la vida social y económica, la creación de nuevas instituciones que configuran el campo social, se da de modo integral. Empero todo esto se lo hace sobre la construcción de una legitimidad basada en las tradiciones; la legitimidad del Estado se construye sobre la recurrencia a la memoria de las tradiciones y de los valores ancestrales.
De modo diferente, la formación del Estado moderno se da de una manera radical en Francia. Con la revolución francesa, la revolución se convierte en el paradigma de la transformación estatal, además de convertir a la República francesa en la universalidad del Estado-nación, en la construcción de la nación basada en los derechos del hombre y en la condición jurídico y política de la ciudadanización de los individuos, que es la relación que tienen las personas con el Estado. Obviamente, también aquí se da lugar a la formación del campo burocrático, administrativo y de normas, donde los juristas son los agentes de la universalidad del Estado y del racionalismo cartesiano. La nación es una construcción del Estado, empero su legitimidad no se basa en las tradiciones, ni en los valores ancestrales, sino en las pretensiones de universalidad. Este modelo de Estado es el que va ser asumido por los países latinoamericanos y del Caribe, después de sus guerras de independencia del siglo XIX, salvo Haití, que radicaliza la revolución francesa y la declaración de los derechos del hombre, aboliendo la esclavitud e intentando mantenerse en los marcos de la Republica Francesa. Empero la larga guerra anti-colonial contra el ejército monárquico francés, el ejército colonial español, el ejército imperial inglés, llevan muy lejos la interminable contingencia bélica, desgastando a la sociedad y al pueblo haitiano. Cuando al final logran su independencia venciendo al ejército napoleónico, terminan formando una monarquía, que después se divide en dos reinos.
La formación del Estado moderno en los Estados Unidos de Norte América es anterior a la Revolución Francesa, sale de la guerra anti-colonial contra la corona británica, produce una revolución política, adquiere la forma federal y se conforma la república, que va tener que pasar por la guerra de secesión, para terminar consolidando esta forma de Estado. Algunos autores señalan, en el análisis comparativo, que comparando la formación de los Estado-nación entre Francia y Estados Unidos, dicen que en Estados Unidos se habría dado una revolución política, pero no necesariamente una revolución social, en cambio en Francia, la revolución desata tanto la revolución política como la revolución social[13]. Lo que importa empero son las analogías y diferencias de estas formas de Estado-nación, parecidas en las pretensiones universales, aunque más radicales en el caso francés, dando lugar a una forma centralizada unitaria en Francia y a una forma federal en Estados Unidos. En ambos casos la legitimidad no se construye sobre la recurrencia simbólica a las tradiciones y valores ancestrales, sino en la ciudadanía y la soberanía del pueblo. Sin embargo, hay que anotar que, en el caso de Estados Unidos, el flamante Estado-nación emprende la guerra contra las naciones y pueblos indígenas, desatando una guerra de conquista, con sus consecuencias de despojamiento y desposesión territorial. Este Estado-nación excluye a las naciones y pueblos indígenas, desata un genocidio y etnocidio devastador, como procedimiento y condición de la extensión y consolidación del Estado-nación. Formación del Estado-nación que no termina de resolverse hasta más tarde, hasta después de la guerra de secesión. Es también después de la guerra de secesión cuando se abole formalmente la esclavitud; la condición de los esclavos africanos y descendientes. Lo que era una especie de anacronismo para la formalidad democrática y republicana. Ambos casos, la exclusión indígena y la esclavización son parte de las contradicciones que acarrean los estados modernos, particularmente los Estado-nación en el continente americano.
La formación del Estado moderno en el Japón tiene analogías con el caso británico, sobre todo porque su legitimidad se basa en la recurrencia a las tradiciones y a los valores ancestrales. También se produce la formación de un campo burocrático, administrativo y jurídico, una especie de distanciamiento y separación del Estado, despersonalización, des-familiarización y des-patrimonialización del manejo del poder y sobre todo de la representación, aunque se mantengan los dos cuerpos del rey, el cuerpo físico, natural, y el cuerpo abstracto, correspondiente al Estado.
Como puede verse, hablamos de estados modernos, empero que arrojan sus propias historias diferenciales, hablamos de Estado-nación, que también muestran sus constituciones y composiciones diferenciales. Empero, en todos estos casos asistimos a la conformación del Estado moderno como creación de campos burocráticos, administrativos y jurídicos, estados que son promotores, instrumentos y dispositivos de la acumulación de capital. Al respecto habría que anotar la tesis de Pierre Bourdieu, que invierte, por así decirlo, la tesis marxista del Estado. Pierre Bourdieu plantea que lo que se produce es la acumulación simbólica, acompañada por la acumulación política, el monopolio de la violencia legítima, el Estado en tanto y en cuanto concentración de fuerzas, acumulaciones que permiten la acumulación de capital económico[14].
La conformación de la economía-mundo y del sistema-mundo capitalista requiere de una forma de Estado adecuada, promotora y condición de posibilidad capitalista, que sea instrumento y parte indispensable de la acumulación de capital. España no resuelve sus dilemas y tendencias encontradas; ocurre como dice Samuel Pufendorf, “España mantiene la vaca y el resto de Europa se bebía la leche”[15], sus colonias en América terminan independizándose, las que asumen la forma de Estado-nación.
Cuando se dio el proceso revolucionario en la Rusia zarista, comprendiendo una prolongada temporalidad, que viene por lo menos desde 1905 hasta 1917; empero, habría que incluir también aquí, una prolongación que traslada la revolución al resto del inmenso imperio, la temporalidad de la guerra civil contra los rusos blancos y la intervención imperialista a través de las distintas y distantes fronteras de la flamante Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS); guerra civil que transcurre entre 1918 y 1921. Entonces estaríamos hablando de por lo menos 12 años, en el primer caso, sin considerar la guerra civil, si es que no se extiende un poco más hacia atrás; y estaríamos hablando de por lo menos 15 años, en el segundo caso, si incluimos los años de la guerra civil, si es que también no prolongamos hacia adelante, incluyendo la rebelión de los marineros de Kronstandt, su aplastamiento por el ejército rojo y las posteriores consecuencias de esta represión a la vanguardia de la revolución. Se puede decir que este largo proceso revolucionario se encuentra como catalizado por dos guerras, la guerra ruso-japonesa de 1904 a 1905, guerra que pierde el imperio zarista, y la primera guerra mundial de 1914 a 1918, guerra que provoca una profunda crisis en Europa y el Imperio zarista, agudizando las contracciones profundas de los estados, llamados imperialistas.
Como se puede ver la revolución rusa se da ya en un periodo de crisis del capitalismo, acompañada por una crisis de los estados modernos. La construcción del llamado Estado socialista, en un solo país - lo que ya es una contradicción con el carácter mundial de la revolución socialista y el internacionalismo proletario -, es una construcción compleja, combinada y compuesta. El Estado socialista radicaliza el carácter universal del Estado, ya expresado en la revolución francesa. Se puede decir que la revolución socialista es como una prolongación proletaria de la revolución francesa, del paradigma de la revolución francesa, profundizando el carácter social de la revolución e intentando profundizar la democracia a través de los consejos y soviet. Las revoluciones socialistas se inspiran en la revolución francesa, convierten a la revolución francesa en un paradigma revolucionario e idean la revolución socialista en términos insurreccionales. Sin embargo, por el carácter de la revolución proletaria, no se podía derivar en la construcción del Estado-nación, tema no resuelto por el aplastante y perdurable dominio del imperio zarista. Tampoco se podía abolir el Estado de la noche a la mañana, más si la revolución socialista se terminó limitando a las fronteras del viejo imperio; sin embargo, la revolución socialista recogía de todas maneras los postulados universalistas de la revolución mundial.
La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas adquiere un carácter federativo de estados en transición al socialismo; no son del todo Estado-nación, pues esta forma quedaba rezagada ante las tareas de construcción del socialismo, empero se trataba de un conglomerado complejo y rico de lengua y culturas, conglomerado de herencias del imperio zarista. Se sustituye el imperio zarista por una federación socialista bajo hegemonía y dominio de la Republica Socialista Rusa. Esta situación no dejaba de presentar analogías con la forma imperio, aunque la estructura de esta composición haya sido desmontada. Se refuerzan y complican la composición de un Estado complejo y combinado después de los desenlaces de la segunda guerra mundial (1939-1940). Una centralización mayor del poder en el partido comunista, sobre todo en el comité central, que derivó en la concentración del poder en la persona de Joseph Stalin. Por otra parte se contaba además con una periferia de nuevos Estados socialistas de la Europa oriental, como producto de la victoria y ocupación del ejército rojo, mostrando un inmenso espacio del planeta bajo el control de los estados socialistas, que no dejaron de manifestar síntomas profundos de la continuidad de la crisis de la forma Estado.
Esta experiencia nos muestra que se trató de una transición pos-capitalista, por la vía estatal, fracasada; las contradicciones profundas de esta construcción terminaron de hacer implosionar a estos estados.
La revolución china también se da como un proceso prolongado, proceso concebido desde la perspectiva del concepto de la guerra prolongada, elaborado por Mao Zetung. La revolución china se da en un contexto donde era más evidente la crisis estructural del capitalismo y de los Estado-nación, sobre todo de los Estado-nación imperialistas. La construcción del Estado socialista asiático también corresponde a una transición compleja y combinada, con una fuerte centralización del poder en el partido, en el comité central y en el presidente Mao Zetung. La crisis de la forma Estado, de la construcción socialista en un solo país por la vía estatal, estalló en la década de los sesenta con la revolución cultural. Revolución, que en su discurso, buscaba devolver el poder a los consejos campesinos y al pueblo, rescatándolo de las manos de la burocracia del partido, empero en la práctica derivó en una pugna dolorosa y dramática de grupo de poder. A la larga, la revolución cultural terminó con la victoria de la burocracia del partido, que decidió después el nuevo curso de apertura al “socialismo de mercado”. No implosiona el Estado socialista chino, empero se transforma y se desplaza a ser un Estado poderoso en el nuevo orden mundial y en la estructura de la acumulación de capital a escala global. Es considerada ahora una de las superpotencias industriales emergentes (BRIC), la principal; ahora la segunda potencia industrial y tecnológica, después de Estados Unidos de Norte América, encaminada, quizás, a ser la primera potencia mundial.
De esta revisión es importante anotar que se experimenta la crisis estructural de la forma Estado, de los estados modernos, del Estado-nación, crisis de la que son una clara expresión los estados socialistas, que intentan por la vía estatal incursionar una transición pos-capitalista.
En adelante haremos una revisión de la formación de los Estado-nación en América Latina, concentrándonos en un caso, la formación del Estado mexicano. No pretendemos generalizar esta experiencia, de ninguna manera, sólo mostrar sus analogías con la dramática formación de los Estado-nación en América Latina, sobre todo donde se encontró una salida populista a la crisis de la formación estatal. Particularmente interesa comparar este caso con la formación del Estado-nación en Bolivia, debido a las analogías con las consecuencias de la Revolución Nacional de 1952.

Una perspectiva relacional de los Estado-nación en América Latina y el Caribe
La formación del Estado-nación en México

Habría que hacer caso a la historia diferencial de la formación de los Estado-nación y con esta perspectiva evaluar lo que pasó en América Latina y el Caribe al respecto. Por lo tanto habría que atender tanto a la conformación de sus constituciones así como a la construcción de sus instituciones, de sus campos de relaciones, sobre todo atender su relación con los pueblos indígenas, lo que equivale a comprender adecuadamente sus procesos constituyentes.
Lo que vamos a hacer en adelante es, como dijimos, concentrarnos en el caso mexicano, por su fuerza, su intensidad, por la densidad de las analogías respecto a la formación del Estado-nación en muchos países de América Latina.
En un hermoso libro El príncipe mexicano de Rhina Roux[16] la autora nos ofrece una interpretación distinta a las teorías generales del Estado, teorías que por lo general parten de un modelo construido, el cual sirve de metodología, de aparato analítico, también hermenéutico; modelo del cual se deduce la interpretación de consecuencias empíricas. En cambio la propuesta de Rhina Roux se basa en una revisión histórica al estilo de la escuela de los Anales, escuela histórica que se concentra en las estructuras de larga duración, estructuras que condicionan los ciclos largos, aunque también se podría decir los ciclos cortos. La propuesta e investigación también rompe con el esquema de la dualidad Estado y sociedad, del Estado separado de la sociedad, y nos muestra la construcción y reproducción del Estado a partir de las prácticas, relaciones y luchas sociales. El Estado es visto como ámbito relacional, como campo de batalla, donde intervienen los subalternos exigiendo, demandando, negociando sus reivindicaciones, por lo tanto también transfigurando al mismo Estado desde el desplazamiento de sus luchas. El título de El príncipe mexicano nos recuerda a Maquiavelo y a la obra de Maquiavelo que lleva el nombre de El príncipe, pero también nos recuerda a Antonio Gramsci, a los Cuadernos de la Cárcel, donde tiene notas sobre El príncipe moderno. Pero, se trata de otro príncipe, un príncipe mestizo, una figura que lleva varias máscaras, un príncipe que es la expresión de los pactos y relaciones complementarias en la fundación del Estado mexicano. Busquemos en el libro ciertas claves para efectuar una lectura relacional de la formación y de la historia de los Estado-nación en América Latina.
Comencemos con un primer planteamiento, un primer desplazamiento en relación a las teorías generales del Estado. Lo que mueve a hombres y mujeres involucrados en las acciones sociales y políticas no son grandes ideales, ni tampoco teorías. Estas sirven a veces a los historiadores y narradores para explicar los hechos, como si los eventos hubieran sido el resultado de gigantescas deliberaciones. Quizás se pueda decir que mueven a los ideólogos, pero no se pude decir lo mismo o que concurra de la misma manera con las masas y las multitudes, aunque estas terminen apoderándose de las ideas y de las teorías. Lo que mueve a las masas, a las multitudes, a los múltiples sujetos involucrados en las acciones sociales y políticas son sus propias subjetividades, las percepciones del momento, el manejo del imaginario en la coyuntura de la crisis, los símbolos a su alcance, las demandas, las reivindicaciones, las esperanzas y las expectativas guardadas con cierta añoranza en algún lugar afectivo del cuerpo, en algún lugar del cuerpo donde guarece y funciona la intuición colectiva, también en otro lugar donde se genera la síntesis intelectiva de la emociones, sensaciones e intuiciones colectivas. Estas subjetividades, estos habitus o, en su caso, estos desplazamiento de los habitus, que pueden dar lugar a la invención de nuevos habitus, tienen que ver con ámbitos de relaciones, estructuras constituidas y, en el caso que nos ocupa, tiene que ver con estructuras en crisis. También tiene que ver con el referente de instituciones de los entornos familiares, del trabajo y de la vida cotidiana. Ahora bien, estos ámbitos de relaciones y practicas tienen su propio devenir, corresponden a sus propias historias y memorias, lo que tiene que ver con estructuras de larga duración. Hay que buscar en la historia heterogénea la manifestación de estas estructuras de larga duración.
Revisando la historia de México, Rhina Roux encuentra que estas estructuras de larga duración se constituyen durante la colonia, en lo que podríamos llamar la modernidad barroca que se conforma con la colonización y la colonialidad española. Los pueblos indígenas no desaparecieron, al contrario, se replantearon, usando las leyes y las instituciones coloniales, conformando espacios desde donde se gestó la resistencia. Los pueblos indígenas se re-territorializaron en el marco de la Ley de Indias y del contractualismo español, que data del contractualismo medioeval, basado en teorías aristotélicas y tomistas. La particularidad de este contractualismo es que su legitimidad se basa en el reconocimiento de la comunidad de bienes y en el pacto del monarca con las comunidades, un pacto mando-obediencia basado en la garantía de justicia. No un pacto de individuos abstractos que delegan el poder y la representación, como el caso del contractualismo liberal, sino un pacto corporativo. En este contexto las comunidades indígenas han podido exigir el cumplimiento del pacto y enfrentarse con las autoridades locales que no cumplían con el mandato.
Después de la independencia se vivió un periodo turbulento y convulsionado, los liberales querían construir un Estado moderno al estilo de las repúblicas liberales, para lograr esto tenían que hacer desaparecer a los pueblos, afincados en tradiciones agrarias comunitarias. Ante estos intentos liberales de constituir una comunidad de dinero, descartando la comunidad de bienes, ante el proyecto de construir un Estado sobre la base de relaciones de individuos abstractos, desechando las relaciones complementarias de comunidades concretas, relaciones corporativas, estalló el conflicto en un espacio fragmentado por poderes locales; los caudillos configuraron un periodo de rebeliones múltiples, que atravesaron el país amenazadoramente. Los caudillos mediaban las demandas agrarias de los pueblos con el gobierno central.
Los liberales trataron de imponer una marcha ilusoria hacia la comunidad de dinero, que es la comunidad imaginada que sostiene la república liberal, basada en las relaciones contractuales de individuos abstractos, basadas en relaciones de cambio que suponen el reconocimiento jurídico de la condición de hombres libres y el respeto inalienable de la propiedad privada. Esta ilusión no era otra cosa que la imagen legitimadora de un país dominado por empresarios; para la consecución de este objetivo se debía privatizar la tierra. No pudieron los liberales, en sus distintas versiones, lograr este objetivo. El país agrario resistió y se lanzó a la revolución, recuperó la comunidad de bienes, de los valores colectivos, la concepción de inalienabilidad de la tierra como bien colectivo y de la nación, no sujeta a la mercantilización, por lo menos en lo que respecta al ejido y a la propiedad del subsuelo, propiedad primordial que fue recuperada por Lázaro Cárdenas de la vorágine de las empresas petroleras trasnacionales.
La república de Benito Juárez, la intervención francesa, el Imperio de Maximiliano, fueron hitos contrastantes en un periodo estremecido por el desorden, la inestabilidad y la vulnerabilidad política, lo que también podría llamarse la ausencia de Estado. Rhina Roux describe este periodo de la siguiente manera:
En este periodo de “anarquía”, que se extendería hasta la llegada del general Porfirio Díaz a la presidencia, el país experimentaría todas las formas de organización política: desde el imperio de Iturbide hasta la república federal, pasando por la dictadura militar (Santa Ana), la república centralista y el imperio de un príncipe extranjero (Maximiliano). Entre 1824 y 1857 el país adoptó cuatro constituciones (dos federalistas y dos centralistas): la constitución republicana de 1824, la constitución centralista de la Siete Leyes (1835-1836), el Acta constitutiva y de Reformas de 1847, y la Constitución liberal de 1857. Atravesado por golpes del Estado y revueltas, México tuvo, entre 1822 y 1847, 50 gobiernos militares…Y, en medio del caos, liberales y conservadores enfrentaban escisiones territoriales (Texas, 1836; Yucatán, 1841) y un ciclo que les parecía interminable de insurrecciones agrarias[17].
Los liberales querían una república de empresarios, los conservadores conservar las tradiciones, que para ellos quería decir conservar sus privilegios, sus latifundios y el monopolio del poder. Ambos se enfrentaron a la revolución agraria campesina del sur y de pequeños rancheros del norte, no pudieron imponer sus sueños de poder, la revolución agraria develó una verdad profunda, México no se podía construir sin los pueblos agrarios, tampoco sin los trabajadores. Lo que aconteció después es precisamente esto, la restitución del pacto corporativo actualizado y adecuado a las nuevas condiciones de la correlación de fuerzas que impuso la revolución. Ya el periodo del porfiriato tuvo que realizarse a través de acuerdos y concesiones con las comunidades agrarias, lo que Rhina Roux llama “la existencia de un entramado de fidelidades y derechos corporativos”[18].
Durante el proceso de la revolución mexicana se recurre a este contractualismo corporativo, actualizándolo para resolver las diferencias y contradicciones inherentes al proceso revolucionario. Se pacta entre los distintos actores de la revolución, se pacta entre el programa agrarista y comunitario de Emiliano Zapata, el Plan de Ayala, y la perspectiva de los pequeños rancheros del norte, que proponían una reforma agraria de reparto de tierras de forma individual, también se termina pactando con la concepción de Carranza que defendía a las grandes propiedades. El pacto se resuelve en la constitucionalización del ejido. Siendo la tierra patrimonio de la comunidad nacional, se concede la tierra por parte del Estado, empero esta no es susceptible de mercantilización, como hubieran querido los liberales consumados.
Después de la revolución queda claro que no se podía gobernar sin alianzas, sobre todo sin el consentimiento de los subalternos. Las concesiones a las demandas de los subalternos forman parte de los programas de gobierno. En estas condiciones los subalternos desplazan acciones de negociación, de resistencia y de luchas, exigiendo readecuaciones del Estado. La revolución mexicana desplazó a la élite porfirista, que se había formado después de la independencia, formando nuevas élites, en condiciones más extensas, incorporando a los jefes militares de las guerrillas. Por otra parte, se produce la ampliación del ejercicio democrático incorporando derechos agrarios, laborales, del trabajo y sociales.
La reforma agraria prospera primero en Morelos, conservando los terratenientes sus privilegios en los otros estados, hasta el gobierno de Lázaro Cárdenas, quien va implementar una reforma agraria de mayor escala en todo el país. El país se transforma; en términos de Pierre Bourdieu diríamos que el campo social se trasforma, transformándose también el campo político; se consolida el Estado-nación que emerge de la revolución, terminando de cristalizarse con la nacionalización del petróleo. Aunque también los antiguos terratenientes logran sobrevivir, empero disminuidos y afectados en el tamaño de sus predios. En otras palabras, también las clases altas logran acuerdos y concesiones del Estado, en este ámbito de relaciones corporativas.
Ahora bien, esta estructura de larga duración corporativa, que tiene que ver con una modernidad barroca, con la amalgama de pueblos y sociedades locales, con el conglomerado cultural, simbólico e imaginario, experimenta distintos ciclos temporales, si se puede hablar así, de adecuación y funcionamiento de la estructura misma. En principio, podríamos hablar de un ciclo colonial; después de la independencia, de un ciclo porfirista; después, de un ciclo revolucionario, donde lo corporativo es usado para transformar el Estado. Este último ciclo dura hasta Lázaro Cárdenas, incluyendo su gestión de gobierno; gestión que transforma la composición estatal. Dos medidas de primordial importancia trastocan el campo político; una es la que comprende la expansión de la reforma agraria a todo los estados de México, su realización masiva, como no se hizo antes; la segunda comprende la nacionalización del petróleo. El efecto democrático de estas transformaciones tiene largo alcance e irradiación en el campo social y en el campo político mexicano, sobre todo por la incorporación de las organizaciones de trabajadores y de las organizaciones campesinas en la definición del Estado corporativo. Posteriormente podemos hablar de un ciclo institucional, que corresponde a la institucionalización perdurable del pacto corporativo, correspondiente al monopolio del gobierno y del Estado por parte del Partido Revolucionario Institucional (PRI). Ahora, quizás se vive una nueva crisis del pacto corporativo, una crisis de las instituciones y del Estado.
Cada ciclo es distinto, cada ciclo comprende adecuaciones, desplazamientos y hasta transformaciones de las estructuras de larga duración, define periodos estatales. Ahora bien, la estructura del pacto corporativo supone al mismo tiempo relaciones de poder y relaciones de potencia social, de resistencia y de emancipación. La estructura del pacto corporativo supone la imbricación de relaciones de dominación y de relaciones de contra-poder. Lo importante es entender el balance de las fuerzas encontradas, si pesan más las de dominación o si pesan más las fuerzas de resistencia, si las luchas sociales de los subalternos terminan modificando la composición misma del Estado, entendiendo al Estado como un campo de fuerzas, también como un campo de luchas.
En el devenir de la historia larga es el ciclo revolucionario y post-revolucionario, que comprende al gobierno de Lázaro Cárdenas, el que adquiere un carácter constitutivo del Estado mexicano. Es en este ciclo donde la potencia social de clases subalternas tiene efecto estatal, arrinconando a las clases económicamente dominantes. En los ciclos políticos posteriores se va a notar un cambio, las clases subalternas pierden peso en tanto efecto estatal. El nuevo campo económico, la recomposición de las clases económicamente dominantes, contando con los nuevos ricos y las nuevas élites, van adecuarse al Estado corporativo y a sus instituciones, aprendiendo a usarlas en beneficio de sus propios intereses. El Estado corporativo se institucionaliza, cristalizando sus estructuras y formas de organización, también se avanza en el monopolio de la representación; de la pugna de los caudillos en el ejército se pasa a la solución de las tensiones de las tendencias en el seno del partido. El partido sufre cambio de nombres, que expresan modificaciones en sus composiciones; del Partido de la Revolución Nacional (PRN) se pasa al Partido de la Revolución Mexicana (PRM), que es el partido que funda Lázaro Cárdenas, y así se llega al Partido Revolucionario Institucional (PRI), que va perdurar por décadas en el gobierno, dando lugar a la figura Estado-partido, donde la organización del partido coincide con el Estado mismo.
El pacto corporativo sostiene una especie de paz prolongada mientras no se cuestionen los fundamentos del mismo pacto. Esto, el cuestionamiento de los fundamentos del Estado, el cuestionamiento del pacto corporativo, vuelve a ocurrir cuando el propio PRI se vuelve un instrumento de la aplicación del proyecto neoliberal, en el contexto mundial de la llamada globalización privatizadora. Un nuevo intento de modernización a escala de las grandes empresas trasnacionales, un nuevo intento privatizador en el contexto de la crisis estructural del capitalismo, manifestada como crisis financiera. El PRI particularmente materializa este proyecto en sus últimos gobiernos, antes de que el PAN gane las elecciones el 2 de julio del 2000, con Vicente Fox a la presidencia; sobre todo efectúa el proyecto privatizador después de la crisis estatal y política provocada por la guerrilla zapatista el 1 de enero de 1994, cuando un grupo de indígenas mayas armados ocuparon varias cabeceras municipales el mismo día en que entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte; esto acontecía durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, desestabilizando el sistema político mexicano.
Los gobernantes del PRI, desde Carlos Salinas de Gortari, comienzan a implementar los ajustes estructurales del proyecto neoliberal. Esto provoca una crisis profunda pues atenta contra los fundamentos mismos corporativos del Estado. El punto culminante de la crisis es la firma del Tratado de Libre Comercio entre México, Estados Unidos y Canadá. Se puede decir que desde entonces se vive la crisis múltiple del Estado. Se han vuelto a dar movilizaciones en gran escala, además de la guerrilla zapatista y otras guerrillas que han aparecido, también se ha dado lugar a la organizaciones de frentes de izquierda que se convierten en canales de expresión de los subalternos. Es conocido que Cuathémoc Cárdenas ganó las elecciones de 1988, con el Frente Democrático Nacional (FDN), al candidato del PRI, que era precisamente Carlos Salinas de Gortari; empero se impidió su asenso al gobierno mediante una manipulación informática y un fraude escandaloso. También es conocida la victoria en las urnas de Andrés López Obrador en las elecciones del 2006, candidato por la Coalición por el Bien de Todos que, además del Partido Revolucionario Democrático (PRD), incluyó al Partido del Trabajo (PT) y Convergencia. De la misma manera, en este caso, el sistema político se defendió mediante procedimientos escandalosos de fraude. Las últimas elecciones (2012), cuando el organismo electoral declara ganador a Enrique Peña Nieto, candidato del PRI, también están cuestionadas por denuncias de fraude y una masiva compra de votos.
La crisis del Estado mexicano se ha agravado con la expansión generalizada del narcotráfico, la formación de carteles, incursionando en el tráfico de armas a gran escala, copando territorialmente barrios de ciudades y hasta ciudades; expansión con la que se hallan comprometidos varios estados federales. Desde el desencadenamiento de la declara la guerra a los carteles, el 11 de diciembre del 2006, cuando el gobierno federal anunció un operativo en contra el crimen organizado en el estado de Michoacán, desatando una guerra sin cuartel cuyo costo es dramático, 60 000 muertos en seis años, la intensidad de la violencia ha atravesado límites extremos, amenazando a la cohesión social misma. El Estado mexicano está en peligro, el pacto corporativo está roto, la legitimidad y hegemonía se han derrumbado.
Ante esta crisis múltiple del Estado, ante la misma crisis estructural del capitalismo, ante el peligro que asola a la sociedad mexicana, vuelven a surgir movilizaciones, vuelven a desatarse las luchas, vuelve a plantearse el desacuerdo del pueblo ante las maniobras de los partidos, pues ya no es solo uno, el PRI, sino también el PAN; ambos pretenden el dominio bipartidista acordado con el Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norte América, embarcados en un proceso de constante privatización y de anulación de los alcances materiales e institucionales de la revolución mexicana, en un proceso que parece esconder las intensiones de la burguesía imperialista estadounidense de destruir el Estado mexicano. Esta vez la convocatoria de defensa de la revolución mexicana, defensa que sólo es posible con una nueva revolución, es también a todos los pueblos de Latinoamérica y el Caribe, pues lo que se juega en México tiene consecuencias inmediatas para todo el continente.

¿El Estado boliviano es corporativista?
Por las analogías entre las historias esta pregunta es pertinente. Claro que también hay diferencias, y estas diferencias hacen no solo a las historias especificas sino conforman composiciones deferenciales en la formación del los estados. Sin embargo, hay que comenzar poniendo en claro algunas de las diferencias importantes.
En primer lugar, después de la conquista de Tenochtitlán (1521) se conforma la Nueva España en los territorios dominados por los aztecas y en las expansiones sucesivas españolas, hacia el sur y hacia el Norte. No se trata solamente de un Virreinato, que va gozar de cierta autonomía respeto de la corona española sino que se trata de un imperio dentro del imperio español. La conquista de Los Andes es un proyecto de Nueva España, no de la corona española, también los emprendimientos de cruzar el Atlántico hacia Filipinas es otro proyecto de la Nueva España[19]. En total se forman cuatro virreinatos; el de Nueva España, el del Perú, el de Nueva Granada y, después, el Virreinato del Río de La Plata[20]. Las capitanías y las audiencias que se forman corresponden a una división administrativa a partir de los virreinatos. La formación de la República de Bolívar (1825) a partir de los límites administrativos de la Audiencia de Charcas, bajo la jurisdicción del Virreinato de La Plata, forma parte del juego de las oligarquías regionales que se oponen a la formación de la Patria Grande, proyecto de Simón Bolívar.
En segundo lugar, Bolivia como país interior, en muchos sentidos de la palabra, preserva una mayoría poblacional indígena. Esto le otorga características propias en la formación de los Estado-nación. La resistencia y el proyecto emancipatorio indígena ha permanecido por siglos, cuestionando al mismo Estado boliviano. La más profunda reforma de modernización del Estado, que trastrocó el campo social y el campo político boliviano, que fue la revolución nacional de 1952, que convirtió a la mayoría de los indígenas en propietarios privados, intentando un curso vía farmer, no pudo hacer desaparecer a las comunidades, a las relaciones comunitarias sobrevivientes, que trascendieron a las mismas relaciones de propiedad familiar, a la propia organización sindical, incluso a las migraciones rural-urbanas. Por eso el proyecto de reconstitución y de descolonización indígena se vuelve a plantear durante la segunda quincena de la década de los setenta, con el proyecto katarista, también vuelve a ser retomado, ahora con la participación fundamental de indígenas de tierras bajas, a partir de la primera marcha de indígenas de tierras bajas en defensa del territorio y la vida (1990). Este proyecto emerge con fuerza contundente, articulado al proyecto nacional-popular, también replanteado por las multitudes, durante las luchas sociales de 2000 al 2005, una movilización prolongada, que abren el curso del proceso constituyente.
Una tercera diferencia es la que tiene que ver con la actual Constitución de Bolivia, la que define un Estado plurinacional comunitario y autonómico, planteando una transición más allá del Estado-nación. La crisis múltiple del Estado, el agotamiento de la forma Estado-nación, encuentra una salida en la transición pluralista pos-capitalista. Aunque esta transición no se la efectúe en las dos gestiones del gobierno popular, la Constitución abre el horizonte plurinacional y descolonizador, avizorando y proponiendo nuevas formas de organización política, sugiriendo alternativas civilizatorias al capitalismo, a la modernidad y al desarrollo.
Empero, también es importante analizar las analogías.
Una primera analogía es obviamente la que tiene que ver con la colonización española, que, en el caso de Mesoamérica y Los Andes, al haber conquistado a pueblos y territorios de civilizaciones avanzadas, de organizaciones sociales y de poder complejas, forma de producción agrarias altamente productivas y eficaces, contando con una variedad desconocida para Europa de alimentos y de verduras, además de la variedad de papas, como las desarrolladas hasta la supremacía azteca y hasta la supremacía inca, se vieron obligados a adecuar instituciones pre-coloniales a la misma institucionalidad y administración colonial, combinándolas con otras instituciones propias de la colonización. Estas instituciones compuestas son la encomienda, la mita, incluso el ayni y la minka y otras más, que tienen que ver con el muyu, las rotaciones y complementariedades. Instituciones que se volvieron mecanismos de mediación entre los mundos, el indígena y el español.
Otra analogía es la que se vive en el primer periodo republicano, agitado por levantamientos de caudillos, que en el caso de México tienen que ver con la rebelión agraria; empero, en el caso de Bolivia parece que tiene que ver con el motín o el cuartelazo militar, que de todas maneras expresan la crisis de la formación del Estado-nación[21]. En Bolivia se hizo historia de este periodo turbulento de una primera fase republicana; sin embargol, se hizo la historia de una manera personalizada, atrapada en el carisma de los caudillos, cosa que los convierte en los responsables individuales de los sucesos, como si éstos controlaran todas las variables de la historia[22]. Se ha descuidado un análisis relacional y no se ha hecho una interpretación desde la perspectiva de las estructuras de larga duración. Valdría la pena hacerlo, hacer una nueva revisión histórica de estos acontecimientos, donde los caudillos son sólo síntomas de la crisis de ámbitos relacionales y estructuras de poder. Tal parece, como se ha visto, que en México la asonada de los caudillos responde a la rebelión agraria, en tano que en Bolivia el levantamiento de los caudillos responde al motín, figura que también expresa la crisis de la formación del Estado-nación.
Una tercera analogía tiene que ver con el papel de los liberales. Estos ideólogos del progreso también intentaron la modernización del Estado, descartando a las comunidades indígenas, a las que consideraban un obstáculo para el progreso. En ambos casos estos intentos de modernización, basadas en las relaciones de individuos abstractos y vinculados al proyecto empresarial, fracasaron. Incluso desde las reformas borbónicas, estos proyectos de modernización encuentran una férrea resistencia de las comunidades indígenas, que consideran que rompen el pacto colonial. Sin embargo, en Bolivia el liberalismo no desata una temprana rebelión agraria, sino una resistencia legal, dada a través de los llamados apoderados de las comunidades, una especie de abogados de facto que defendían la propiedad comunitaria de la tierra, levantando los títulos otorgados por la Corona[23]. Ciertamente no deja de haber una serie de levantamientos indígenas, que datan desde los grandes levantamientos indígenas pan-andinos del siglo XVIII. Empero, una gran rebelión agraria se da con la revolución nacional de 1952, empujando a la realización de la reforma agraria, medida que se efectúa en 1953. La guerra federal de fines del siglo XIX tiene característica políticas; la participación del ejercito aymara, al mando de Zarate Willka, aliado del liberal general Pando, busca la defensa de los territorios comunitarios, la institucionalización de los mismos, además de la formación de un Estado aymara en lo que debería haber sido la Republica Federal de Bolivia, después de la guerra Federal. Se puede decir que la lucha de los territorios comunitarios toca la cuestión agraria; empero, va más lejos. La rebelión propiamente agraria a gran escala se da entre 1952 y 1953, cuando los “campesinos” del altiplano y los valles toman tierras de las haciendas y latifundios.
Una cuarta analogía tiene que ver con el pacto corporativo. Se puede decir que este pacto logra constituirse en los doce años de la revolución nacional (1952-1964). Las grandes confederaciones sindicales se conforman en los primeros años de la revolución, aunque los sindicatos ya venían de una larga tradición de luchas, sobre todo dadas después de la guerra del Chaco (1932-1935). Estos sindicatos forman parte de la estructura de poder constituida por la revolución nacional, particularmente en el año del co-gobierno (1952-1953) y en los años de la co-gestión obrera. Esta participación estuvo acompañada, durante los doce años de la revolución, por las milicias obreras y campesinas. Esta experiencia populista formó parte de una alianza multi-clasista expresada en el partido del Movimiento Nacionalista revolucionario (MNR).
La lucha de clases no desaparece con la alianza, no desaparece con el pacto corporativo, al contrario, adquiere una tonalidad de negociaciones constantes, de conflictos detallados, de reivindicaciones sectoriales, que constantemente tienen que ser tratadas entre el gobierno y la COB. Cuándo se dan conflictos mayores, éstos amenazan con romper la alianza y el pacto corporativo. En Bolivia no ocurre como en México, el pacto corporativo no logra perpetuarse largamente; si bien se institucionaliza, por así decirlo, en formas gubernamentales, incluso en distribución de cuotas de poder, no se convierte en fundamento del Estado-nación, aunque quede en la memoria nacional-popular. El pacto corporativo se va deteriorando no tanto por los conflictos contingentes sino por la competencia de las propias tendencias del partido, el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Se puede decir que en el escenario del partido se da como una guerra de sucesión. El partido termina dividiéndose en tres; un ala de izquierda, encabezada por Juan Lechín Oquendo, que además era el líder de la COB; se forma el Partido Revolucionario de la Izquierda Nacional (PRIN). Otra ala de derecha, encabezada por Walter Guevara Arze, quien dirige el Partido Revolucionario Auténtico (PRA). Y obviamente el centro, que se queda con la sigla de MNR, liderado por Ernesto Paz Estensoro.
Ahora bien, esta división se da en un contexto de constante deterioro del proceso. Los primeros años de entusiasmo quedan en el recuerdo, las medidas revolucionarias de nacionalización, reforma agraria y voto universal, quedan en la memoria, cuestionadas por una crisis económica galopante, sobre todo sobrevenida por las atiborradas gestiones, administraciones comprometidas con la corrupción y mal uso de los recursos. Crisis económica que también tiene que ver con el boicot de las fundidoras de estaño, principalmente la empresa fundidora William Harvey, propiedad de Simón I. Patiño, uno de los “Barones del estaño” afectados por la nacionalización de las minas. La indemnización de veinte millones de dólares a los “Barones del estaño” va a descapitalizar a COMIBOL, que requería imperiosamente inversiones y transformaciones tecnológicas. Ante esta crisis, el segundo sucesor a la presidencia, Hernán Siles Zuazo (1956-1960), cree encontrar una salida, en la atmósfera subjetiva de su desesperación, al acudir a un apoyo financiero comprometedor llamado Plan Triangular, con lo que se entregaba el manejo técnico de COMIBOL a ingenieros norteamericanos y se comprometía la autonomía administrativa de la gran empresa estatal minera. Los conflictos con los sindicatos mineros no se dejaron esperar, estallaron. Este es el momento quizás cuándo la revolución nacionalista llega a un punto de inflexión, a partir del cual da un viraje regresivo.
Lo que viene después es lo que Sergio Almaráz Paz llama el “tiempo de las cosas pequeñas”, de constantes retrocesos, a pesar de que se intenta defender la minería nacionalizada. El proceso de la revolución nacional ya se encontraba comprometido o quizás muerto. El pacto corporativo se disuelve, la COB asume la Tesis de Pulacayo, que data de 1946, que es un programa de transición, pensado desde la teoría de la revolución permanente. Las milicias mineras se enfrentan en Sora Sora, el año 1963, con el ejército reestructurado. Aunque esto ya ocurra en la tercera gestión, la tercera sucesión, que no recae ni en Juan Lechín, tampoco en Walter Guevara, que era lo acordado, sino en un segundo mandado de Ernesto Paz Estensoro. Ante la prorroga en un tercer mandato del presidente, las dos alas del MNR, el PRIN y el PRA conspiran contra Paz Estensoro. Esta conspiración llega a efectuarse con el Vicepresidente de Paz Estensoro, el general René Barrientos Ortuño, impuesto como candidato por la CIA, después de acciones espectaculares y un auto-atentado. El golpe del 4 de noviembre de 1964 fue no otra cosa que el “sepelio de una revolución arrodillada”, como escribe Sergio Almaráz Paz, sobre todo por el ametrallamiento de los aviones cazas a los últimos milicianos que quedaron defendiendo el cerro Laika Cota[24].
Ahí acabó el proceso de la revolución nacional, lo que vino después es una antítesis de este proceso, las dictaduras militares. Los militares quisieron usar la figura de la revolución nacional, pero no eran más que comediantes al servicio de uno de los bloques de la guerra fría, del bloque anti-comunista. Salvo dos generales, Alfredo Ovando Candia y Juan José Torres, que intentaron retomar el curso cortado por el golpe de 1964, con la nacionalización de la Gulf Oil y la nacionalización de la Mina Matilde, además de otras medidas populares.
Lo que importa de estas anotaciones es mostrar que el pacto corporativo se había roto, no duró. El Pacto Militar Campesino es una perversión del pacto corporativo; esto se muestra patéticamente tanto en el uso de un nombre de colaje, Pacto Militar Campesino, como en el uso prebendal, clientelar, también el uso electoral, así como represivo del pacto. Este pacto duró hasta 1974, cuando se da la masacre del valle; la represión de la dictadura de Hugo Banzer Suarez a los campesinos del valle de Cochabamba, después de conocerse sus demandas, que exigían buenos precios para los productos campesinos y otras reivindicaciones de carácter democrático. Pero, en los hechos, el pacto militar campesino adquiere cuerpo en el segundo gobierno del General René Barrientos Ortuño, cuando es ganador de las elecciones nacionales (1966). Un general carismático, que hablaba en quechua en sus discursos, seduce a los campesinos del valle.
Como se puede ver el pacto corporativo no sobrevive, sólo adquiere vigencia en la fase ascendente del proceso de la revolución nacional. Entonces, la pregunta fuerte es la siguiente: ¿Qué clase de fundamentos tiene el Estado-nación boliviano? Podemos decir, a groso modo, que la formación del Estado-nación en Bolivia no logra resolver los problemas de fundamentación, en el sentido de la materialidad política del término, como tampoco los problemas de legitimación, por lo tanto tampoco los problemas de hegemonía. Viendo la historia reciente, en la dramática insurgencia boliviana, había como cuatro salidas posibles; la primera, la retoma del pacto corporativo mediante un hecho político, la irradiación nacional-popular, perviviente en la memoria; la segunda, la revolución socialista vanguardizada por la clase obrera, cumpliendo un programa de transición; la tercera posibilidad, que tiene que ver con la reconstitución del Qullasuyu, forma parte de una de las memorias largas; y la cuarta posibilidad, la transformación descolonizadora, la fundación de otra forma de Estado, que reivindique la autonomía indígena y que recoja en el ejercicio de la interculturalidad emancipadora los proyectos civilizatorios inherentes a las naciones y pueblos indígenas originarios.
La primera posibilidad es retomada como proyecto por el programa del PS-1, dirigido por Marcelo Quiroga Santa Cruz, en una perspectiva socialista. Es el único partido, que en las elecciones consecutivas que se dan después de la renuncia del General Banzer Suarez, plantea un programa de nacionalizaciones. El Frente Revolucionario de Izquierda (FRI), donde se aglomeraron varios partidos de la izquierda tradicional, renuncia taxativamente a un programa de nacionalizaciones, pues no lo consideraba viable. El frente democrático de la Unión Democrática y Popular (UDP), una alianza donde se encontraban el MNRI, el Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y el Partico Comunista (PC), de la línea moscovita, no se planteó ni de lejos un programa de nacionalizaciones. En realidad, ambos frentes no eran otra cosa que frentes democráticos. El PS-1 llegó a una notoria votación, empero estaba lejos de ganar las elecciones. Las ganó la UDP. Por lo tanto el proyecto nacional-popular en una versión socialista quedó en el papel.
La segunda posibilidad, la del proyecto socialista vanguardizada por el proletariado, se manifestó en la Asamblea Popular, en un intento de poder dual con el gobierno del general Juan José Torres. Empero el golpe del 21 de agosto de 1971 cortó violentamente la realización tanto de la posibilidad nacionalista de Torres como de la posibilidad de formar consejos obreros, campesinos y populares. Esta experiencia no se volvió a repetir. El partido que formuló teóricamente esta propuesta, el Partido Obrero Revolucionario (POR), se hizo trizas, se dividió en varias fracciones. Nuca volvió a tener la influencia que tuvo tanto en el proletariado minero como en el resto de los trabajadores, ni llegó a tener la incidencia política que alcanzó entre 1970 y 1971.
La tercera posibilidad, la reconstitución del Qullasuyu, se dio con fuerza en el proyecto político y cultural katarista de la segunda quincena de la década de los setenta y parte de la década de los ochenta, sobre todo cuando se dio lugar en el acontecimiento multitudinario de la concentración política de Ayo Ayo, que fue también de fundación y convocatoria anti-colonial. Vuelve a plantearse este proyecto de reconstitución, en otro contexto y con otro discurso, a la vez de combate, a la vez de reconstitución y sindical, en los acontecimientos del bloqueo indígena y campesino de septiembre del 2001, cuando Felipe Quispe dirigía la Central Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB). Felipe Quispe fundó el Movimiento Indio Pachacuti (MIP), que obtuvo seis escaños en las elecciones del 2002. El partido se dividió por conflictos internos y no volvieron a repetirse los resultados electorales del 2002 el 2005. Para el 2009 el partido prácticamente desapareció.
La cuarta posibilidad, la transformación descolonizadora, logró gestarse durante las movilizaciones, las luchas sociales y los acontecimientos semi-insurreccionales de 2000 al 2005, y manifestarse en el proceso constituyente, concretándose como acontecimiento político y hecho jurídico en la Constitución. Empero, esta posibilidad, si bien se cristalizó en la materialidad jurídica, no se transformó en fundamentación material, en transformaciones estructurales e institucionales, tampoco en la construcción del nuevo Estado, el Estado plurinacional comunitario y autonómico.
Se podría decir que el MAS en el gobierno tenía al alcance retomar todas las posibilidades, que se hallaban contenidas como perspectivas inherentes en el proceso, sobre todo la última, que era la arrojó el proceso constituyente y se convirtió en un hecho constitucional; empero, optó por un pragmatismo y un realismo político a-histórico. Emuló todos los proyectos, los convirtió en espectáculo, como parte de un teatro político, sin tomar en serio ninguno, salvo en términos de escenificación. Efectuó a medias, parcialmente, la nacionalización de los hidrocarburos, sin expropiación, entregando el control técnico a las empresas trasnacionales; las demás nacionalizaciones son en realidad compras de acciones. Tiene el MAS el nombre de socialismo, incluso formulo un discurso proponiendo un nuevo socialismo, el socialismo comunitario; empero es difícil encontrar en el partido y en el planteamiento algo parecido a la socialización de los medios de producción, tampoco algo parecido a las prácticas, ejercicios y hegemonía comunitaria. La reconstitución del Qullasuyo sirve en la escenificación folclórica del uso simbólico de Tiwanaku y en su incorporación en ciertas ceremonialidades del poder como abalorio decorativo. La Constitución ha quedado en la vitrina o se ha convertido, en algunos casos, en un uso leguleyo, por lo tanto colonial, en un uso des-contextuado de los artículos, buscando justificar el accionar del gobierno, lejos de una interpretación integral, de acuerdo al espíritu constituyente; el Estado plurinacional es un nombre anacrónico, puesto en la frente del Estado-nación restaurado. Se lo usa también como símbolo o, en el peor de los casos, como membrete, como parte de una ficción que contrasta con una realidad burocrática, mono-institucional, centralista y nacionalista. Se han mantenido todas las instituciones que conforman el Estado-nación, sus prácticas, sus normas y su administración. Las leyes que promulgó el gobierno son mas bien para reforzar el centralismo, la hegemonía mono-nacional y mono cultural, la homogeneidad institucional del Estado moderno. Entonces nos encontramos ante una simulación que busca sostener la legitimidad de otro proyecto, pragmático, del realismo político, que no es otro que la continuidad expansiva del modelo extractivista colonial del capitalismo dependiente.
Por lo tanto, no se puede hablar del pacto corporativo como fundamento del Estado-nación boliviano. ¿Es un Estado-nación inconcluso, como proponen algunos ideólogos de la izquierda nacional? Como interpreta el propio vicepresidente, diciendo que el Estado inacabado recién se totaliza en las gestiones del gobierno de Evo Morales Ayma, con la incorporación de las grandes mayorías indígenas y la consolidación del nuevo pacto social. Con esto disminuye el carácter y el alcance del Estado plurinacional comunitario y autonómico, restringido a la conclusión del Estado-nación. No, el Estado-nación boliviano no es un Estado inconcluso; en todo caso, todo Estado lo sería. Es un Estado que no plasmó su legitimación ni en el pacto corporativo, tampoco en el pacto liberal, sino que tuvo que rehacerse periódicamente, de manera intermitente, en la medida que las propias crisis políticas y de legitimidad obligaban a hacerlo. De esta manera se recurrió a distintos pactos, el pacto colonial, el pacto señorial, el pacto corporativo, el pacto militar campesino, el pacto partidario de las mega-coaliciones neoliberales, el pacto constitucional, que expresa el acuerdo dramáticamente construido de fundar un nuevo Estado, aunque todo esto haya quedado en el papel. Es un Estado que administra los conflictos que enfrenta, absorbiendo la potencia social para convertirla en estructura de poder mediante reformas. Es un Estado que se ha transformado a través de reformas para conservar el Estado mismo. Por eso no puede sorprendernos lo que ocurre ahora, se opta por reformas que transforman la potencia social en símbolos. Se puede hablar de un gobierno de las reformas simbólicas, un gobierno que lo transustancia todo convirtiéndolo en símbolo. Aunque esto implique también empoderamientos culturales de las mayorías, estas modificaciones no expresan los alcances transformadores que exige la Constitución. Aunque haya habido efectos importantes en el campo político hasta cambiarlo, redundando estos cambios en el campo social, el campo burocrático, el Estado, en sentido restringido, no ha cambiado.

Conclusiones
Recogiendo las preguntas de inicio, podemos decir que en la historia política de Bolivia no escapamos a la crisis múltiple de la forma Estado. El accionar del gobierno manifiesta claramente los síntomas de esta crisis; si bien el proceso constituyente abre las posibilidades de transición hacia formas pluralistas del Estado, las gestiones de gobierno muestran su apego político e institucional al régimen nacional que debería ser demolido por mandato constitucional. Las dos gestiones de gobierno en vez de salir de la órbita de la crisis estatal la han ahondado. Se trata de un gobierno nacionalista y popular que aparece como la expresión más dramática de la crisis del Estado; negando las transformaciones estructurales e institucionales que requiere la construcción del Estado plurinacional, ha optado por una dicotomía insostenible: Disociar la representación imaginaria del cambio, alimentada discursivamente, por la publicidad y la propaganda, por el teatro político y la reiteración de la ceremonialidad del poder, de la realización práctica de las políticas públicas efectivas, incluso del desarrollo legislativo, que va por otro lado, por el lado de la restauración del Estado-nación y la continuidad del modelo extractivista y la economía rentista.

El Estado-nación como anacronismo
Hay quienes se enamoran de las ideas y creen que existen de manera independiente, incluso que es digno morir por ellas, más aún, las acciones que se efectúan quedan justificadas por las ideas. Olvidan que las ideas fueron construidas en un momento y contextos determinados. Son como los frutos del árbol, se producen, maduran y caen al suelo por gravitación. Resulta que hay quienes quieren hacernos comer estas frutas después de mucho tiempo, cuando están podridas y agusanadas, como si nada hubiera pasado, como si no hubiera pasado el tiempo. En todo caso, habría que esperar a que crezcan otras frutas y maduren, mejor sacarlas frescas para degustarlas. Pero, esto no ocurre con el consumo de las ideas y las representaciones, se dejan más bien que añejen, si podemos hablar así, como si fueran vino; empero, lo peor del caso es cuándo se trata de revivir a verdaderas momias. En el universo de las ideas, lo importante no es renunciar a ellas, al contrario, de lo que se trata es de consumirlas frescas. Para esto es indispensable contextuarlas y vincularlas a su momento de emergencia, para no sufrir anacronismos.
Alguien puede decir que hay ideas que pertenecen al clasicismo, por lo tanto que son como eternas. Esto es aceptable en el arte, ¿ocurre también en la filosofía, así mismo en la política? Estos terrenos son más problemáticos, sobre todo el último. En un periodo pedagógico, así lo llamaremos, de formación, se pretendió eternizar lo que se llamaban los momentos inaugurales de la filosofía, concretamente se buscó eternizar a la filosofía de la academia de Platón, particularmente a Platón; también a la escuela de Aristóteles, particularmente al propio Aristóteles. Hoy se ha vuelto insostenible esta pretensión; a la luz de los estudios contemporáneos de filosofía, de historia de la filosofía, de historia del pensamiento, también de la historia erudita de la Grecia antigua, se visualizan de otra manera los panoramas filosóficos. Se han dado lugar mas bien nuevas interpretaciones, que cuestionan el papel conservador de Platón y Aristóteles frente a la tradición democrática de Atenas, sobre todo del periodo de Pericles. Para comprender esta nueva situación hermenéutica no basta considerar la acumulación y desarrollo de las investigaciones, la ampliación y el acceso a las fuentes, el nacimiento de las interpretaciones multidisciplinarias, articulando filosofía, historia de la filosofía e historia erudita de la Grecia antigua; pues también hay que considerar los desafíos del presente en cuanto al análisis e interpretación de las problemáticas contemporáneas. Desafíos al pensamiento, al pensamiento teórico y al pensamiento político. Por eso se dice que la historia es presentista, pues interpreta el pasado de acuerdo a las problemáticas que plantea el presente; también tendríamos que decir que la misma interpretación del presente requiere la elaboración de conceptos que emerjan de los contextos problemáticos del momento, la coyuntura, el periodo, la contemporaneidad.
Tenemos un problema con la idea del Estado. Hay quienes creen que el Estado es una idea, que esta idea es como la esencia del Estado; por eso se termina explicando el Estado a partir de la idea, también se termina asumiendo posiciones políticas a partir de la idea que se tiene del Estado; idea que generalmente corresponde a las herencias ideológicas. El problema es que esta idea muy poco tiene que ver con el funcionamiento real del Estado en un periodo y contexto determinados. El Estado como estructura de poder, como mapa especifico institucional, como sistema de normas, si podemos hablar así, pero sobre todo como prácticas, ejercicios y efectuaciones concretas del poder, no se corresponde, no se correlaciona, no se asemeja, a esa idea homogénea y pura del Estado.
Estos problemas se hacen más complejos cuando hablamos de los Estado-nación subalternos de la inmensa periferia del sistema-mundo capitalista. Al respecto, se pueden identificar cuatro momentos del Estado-nación en América Latina: 1) Momento de la Independencia, es decir, de constitución de los Estado-nación; 2) momento de los gobiernos populistas y nacionalistas, que coincide, de alguna manera con el tercer momento; 3) momento de liberación nacional, expresado en las luchas de liberación que se dan en los continentes de las periferias del sistema-mundo capitalista, luchas que también repercuten en América Latina con la revolución cubana; 4) momento de la crisis del Estado-nación subalterno. La pregunta que debemos hacernos en todas estas historias es: ¿qué papel cumple el Estado-nación subalterno o subalternizado en el sistema-mundo capitalista, que función cumplen en los respectivos ordenes mundiales que se instauran, dependiendo del dominio y la hegemonía en el ciclo del capitalismo correspondiente?
Para responder esta pregunta es indispensable salir de la casilla local, creer que se puede visualizar algo así como una historia nacional aislada del mundo. Nada más equivocado que este punto de vista. La formación de los Estado-nación se explican en el sistema-mundo capitalista, forman parte de la expansión de la economía-mundo capitalista y componen las particularidades y singularidades de los ciclos de las modernidades, la modernidad barroca del siglo XVI al siglo XVII, la modernidad de la revolución industrial, del siglo XVIII-XIX, la modernidad de los Estado-nación, durante el siglo XX, la crisis de la modernidad, desde la mitad del siglo XX hasta la primera década del siglo XXI. No pueden explicarse los Estado-nación desde una perspectiva local, tampoco obviamente las historias particulares del capitalismo, la formación de los capitalismos periféricos y dependientes. Estamos ante una geopolítica y geografía del sistema mundo capitalista, con sus centros y sus periferias combinados, conjugados y en plena dinámica en la pugna por el excedente. La formación del los Estado-nación tienen una larga historia, se remontan incluso al siglo XVII, cuando la hegemonía holandesa en el ciclo correspondiente conforma un verdadero Estado, en el sentido moderno de la palabra. Mientras esto ocurría otros Estados territoriales, ciertas monarquías absolutas, intentan encontrar un desenvolvimiento por la construcción de un imperio-mundo, como es el caso de España, cuyo rey, Carlos V, respondía a la nobleza de los Habsburgo[25]. El sacro imperio germánico y el sacro imperio carolingio fueron antes intentos de reconfigurar y actualizar la forma de imperio-mundo. Empero, parece que el desarrollo y despliegue del capitalismo no se adecuaba con estas formaciones políticas que reditúan al imperio romano. Los aparatos políticos funcionales al modo de producción, a la economía-mundo y al sistema mundo capitalistas fueron los Estado-nación.
En el continente americano, las guerras de la independencia llevaron a la conformación de Estado-nación; primero, a fines del siglo XVIII, en los que respecta a la independencia de los llamados estados de la unión, después, durante el siglo XIX, en lo que respeta a América Latina y el Caribe. América era otro contexto, mejor dicho otro mundo; en el quinto continente no se daba la pugna entre nobleza y burguesía, pugna en la que participaba la monarquía, a veces mediando, a veces conformándose como una opción, pugnando también contra la nobleza y pocas veces con la burguesía, mas bien exigiéndole un comportamiento nacional. En América se trata de una situación colonial; conquista, ocupación de territorios indígenas, con su consecuente despojamiento y desposesión, subordinación de las poblaciones nativas, incluso incorporación de la nobleza indígena a las estructuras de poder colonial. Esta marcha de los acontecimientos no sucedió en todos los lugares de la misma manera. En Norte América se suceden los acontecimientos de conquista y de colonización desde el siglo XVII. Aunque una cronología de los acontecimientos debe arrancar en el siglo XV con la llegada de Cristóbal Colón a la isla del Caribe que va a ser denominada La Española, después San Salvador.

Una cronología de la conquista
En año 1492, después de haber partido del puerto de Palos (Huelva) el 3 de agosto del mismo año, Cristóbal Colón arriba a las costas de la isla denominada por los indígenas Guanahaíí. El 2 de abril de 1513 Juan Ponce de León desembarca en la costa de un territorio al que él mismo nombra como La Florida. En 1540 Francisco Vázquez de Coronado, al mando de otros trescientos cuarenta españoles y cientos de indios mejicanos, inicia una expedición hacia el interior del continente. En su camino al noreste, serán los primeros occidentales en llegar al Cañon del Colorado y entrar en contacto con Zuñis, Kiowas, Wichita, Apaches, Navajos y otras naciones indígenas.
En al año 1543 el fraile dominico Bartolomé De Las Casas es nombrado obispo de Chiapas, Nueva España, lo que ahora es México. Con anterioridad, sus escritos habían influido decisivamente en las llamadas Leyes Nuevas, Leyes de Indias, en las que se prohibía la esclavitud de los indígenas americanos, quienes quedaban bajo la protección de la Iglesia.
Durante el año 1600 en las llanuras centrales de Norteamérica el caballo se convierte en uno de los animales más imprescindible en la vida de las poblaciones. Con su presencia, se expanden las posibilidades de supervivencia de los nativos, provocando una revolución demográfica.
En el año 1607 John Smith es capturado en Virginia por Opchanacanough, el hermano menor del jefe de los Powhatan. La leyenda narra que la hija del jefe intercedió, salvando la vida del prisionero, pero la versión más verosímil es que la ceremonia del fingido sacrificio fuera parte de una ceremonia de aceptación dentro de la tribu.
En 1609 el francés Samuel Champlain derrota a los iroqueses en la batalla de Ticonderoga y Henry Houdson explora el río que hoy lleva su nombre, llamado “Muh-he-kun-ne-tuk” en lengua Mohicana.
En 1614 una expedición inglesa arriba a las costas de Virginia. La tripulación asesina a un número considerable de nativos y captura a veinticuatro de ellos para venderlos posteriormente como esclavos. Por si fuera poco, expanden la viruela por la región, epidemia que arrasa numerosas aldeas de lo que ya empezaba a ser conocida como Nueva Inglaterra.
El 11 de noviembre de 1620 los británicos establecen su primera colonia estable en Playmouth, lo que hoy es Massachusetts. Ciento dos colonos británicos, de credo puritano, llegan a Virginia en el Mayflower y son bien aceptados por los Powhatan, sin cuya ayuda difícilmente hubieran podido sobrevivir.
En noviembre del año 1621 los “peregrinos” asisten como invitados por los nativos a la fiesta de la cosecha, antecedente de lo que en adelante será el “Día de Acción de Gracias”. El año 1622, tan sólo dos años transcurridos desde la llegada del Mayflower, tiene lugar el levantamiento de la confederación Powhatan, en Virginia, ante la constante actitud expropiadora de los colonos, adueñándose del territorio de los Powhatan. Tras la muerte de Wahunsunacock, su hermano Opitchapam se convirtió en jefe. Junto al líder de guerra Opchanacanough, se alzan en armas, empero son derrotados.
En noviembre de 1623 William Bradford, gobernador de la colonia, transforma la celebración de la fiesta de la cosecha indígena en un “día de Acción de Gracias”, cristianizando de esta manera, el rito pagano.
En el año 1624 Colonos holandeses fundan Nueva Amsterdam, lo que va venir a ser Nueva York. Durante el año 1625 algunos colonos se interesan por 12.000 acres de tierra de los Pemaquids. Su líder, Samomoset, pensaba que las tierras les habían sido dadas por el Gran Espíritu y no pertenecían a nadie. Pero como muestra de cortesía, organiza una ceremonia y les entrega las tierras, dibujando un signo en una hoja. Esta es la primera cesión de tierras indias; en este caso, además, voluntaria, a colonos británicos.
El año 1637 en Nueva Inglaterra se produce la masacre de Pequot en Connecticut, a manos de los colonos puritanos ingleses. Los Pequot se habían negado a establecer alianzas contra otras tribus y negaban el paso a británicos que pretendían secuestrar nativos para su venta como esclavos.
En el año 1640 los indígenas de los territorios del norte, lo que ahora es Canadá, inician las hostilidades contra los asentamientos franceses en la zona. Los tramperos han ido esquilmando sistemáticamente las fuentes de caza y supervivencia tradicionales, poniendo en peligro el futuro de las tribus.
El año 1641 el quinto gobernador holandés de Nueva Amsterdam, Willem Kieft, es la primera autoridad blanca que ofrece una recompensa en dinero por la entrega de cabelleras indias. Su afán por eliminar cualquier vestigio nativo -y la manera cruel de llevarlo a cabo- le provoca incluso enfrentamientos con algunos de los colonos bajo su mando. En uno de sus violentos raids, esta vez contra los mohicanos, su milicia realiza un ataque nocturno sobre un poblado con el fin de sorprender a sus habitantes durmiendo. Ningún nativo sobrevive. Todos son asesinados, sin tener en cuenta su sexo o edad. Considerando la estrategia un éxito, las fuerzas de Keift repiten la masacre en otro poblado mohicano.
El año 1642 un grupo de cincuenta misioneros franceses construye un fuerte al que dan el nombre de Ville Marie de Montreal, origen de la actual ciudad canadiense.
El año 1642 se suceden varios eventos; se da lugar la rebelión indígena en Virginia. Opchanacanough, líder de la confederación Powhatan realiza el último esfuerzo por recuperar su territorio y expulsar a los ingleses. Las represalias por parte de los colonos, llevan a la casi total destrucción de la confederación. El mismo año se da lugar un ataque iroqués a la ciudad de Montreal. También ese mismo año los ingleses arrebatan -sin lucha- la ciudad de Nueva Amsterdam, que rebautizan con el nombre de Nueva York en honor al Duque. En 1867, el Tratado de Breda confirma la cesión definitiva de la ciudad a cambio de la entonces colonia británica de Surinam.
El año 1675 estalla la llamada “Guerra del rey Phillip”, Metacomet. Doce mil guerreros Wampanoag y Narraganset atacan los poblados de Nueva Inglaterra, arrasando nueve de ellos y asesinando a más de mil colonos. Finalmente son derrotados en Swansea. Tras su captura, Metacomet fue ejecutado; su cabeza permaneció expuesta públicamente durante veinte años en Playmouth, Massachusetts, y su familia vendida como esclavos en las Antillas.
El 6 de febrero de 1682 el explorador francés Robert De La Salle, acompañado de cuarenta hombres llega al río Mississipi desde el norte. Descienden su curso en canoas llegando al Golfo de México el 9 de Abril, reclamando todo el territorio recorrido para Francia. El regreso hacia el norte se convierte en un verdadero calvario ante la escasez de alimentos, enfermedades y el constante asedio de los indios. De todas formas, será el anticipo de la invasión del medio oeste por los europeos.
El año 1695, en Massachusetts, se aprueba una norma por la que se permite disparar contra cualquier indio “sospechoso”. Textualmente, la ley dice “Cualquier persona, sea inglés o indio, que encuentre indios viajando o escondiéndose en cualquier pueblo o camino, dentro de los límites especificados, puede ordenarles que se acerquen y examinarlos o matarlos como pueda”[26].
¿Cómo pudo ocurrir esta conquista y ocupación despiadada y violenta de los territorios de las naciones indígenas del quinto continente? ¿Por qué se tomaron esas atribuciones los europeos? ¿Por qué nadie hizo nada después para hacer respetar los derechos de las naciones indígenas? ¿Por qué sigue pendiente este crimen de lesa humanidad sin que nadie haga nada, menos Naciones Unidas? Estas preguntas vamos a tratar de responder a través de dos ejes, la formación de los estados, sobre todo de los Estado-nación, y el desarrollo, la expansión y la mundialización del capitalismo.

Formación del Estado-nación y sistema-mundo capitalista
Los primeros en llegar al quinto continente durante este primer ciclo del capitalismo, fueron los españoles y portugueses, que respondían a estados territoriales, a monarquías absolutas, empero no eran Estado-nación. Como dijimos anteriormente, la perspectiva buscada por España era la de la formación de un imperio-mundo. Los que llegaron después fueron británicos, holandeses y franceses, donde a pesar de estar en una transición de las monarquías absolutas a la formación de Estado-nación, renunciaron a la salida de la formación de un imperio-mundo. Esto quedo claro sobre todo con la hegemonía británica en el tercer ciclo del capitalismo, cuando se formó un sistema-mundo del libre cambio y libre mercado, que aglutinaba a varios estados del mundo, centrales, semi-periféricos y periféricos, bajo la hegemonía de una economía-mundo capitalista. Se trataba de ambas cosas, de una hegemonía, pero también de un equilibrio. El dominio extraterritorial o de los inmensos territorios coloniales terminó liberando a Europa del encierro en el que se encontraba, rompiendo sus límites y horizontes restringidos a una economía-mundo en el Mediterráneo. Británicos, holandeses y franceses al final optaron por la formación de una economía-mundo que ahora gravitaba sobre el Atlántico, incorporando, sin embargo a todos los océanos y mares del mundo.
Cuándo se encontraron con las naciones y pueblos del continente de Abya Yala, sociedades, naciones y pueblos diversos, plurales y singulares, reducidos al denominativo de indígenas, que tenían más bien la forma de confederaciones, primero se asentaron en cabeceras de playa, que hacían las veces de puerto, para después avasallar territorios y pueblos de la manera más violenta e indiscriminada. ¿En qué se basó este hecho que se dio con cierta facilidad? ¿Diferencia tecnológica, sobre todo de la tecnología militar? ¿Ingenuidad de las naciones indígenas? ¿Desventajas en relación a la formación estatal? ¿Por qué no ocurrió lo mismo con China y Japón? Aunque no hay que olvidar que más tarde se dio un caso, aunque no parecido, ni análogo, con la India. Gran Bretaña terminó invadiendo la India, ocupándola y convirtiéndola en parte de su administración extraterritorial.
Immanuel Wallerstein dice que en lo que respecta al océano índico y a los países del Asia, durante los siglos XVI y XII, los europeos no tenían una ventaja militar en tierra, aunque su dominio radique en el mar y en el monopolio comercial[27]. Empero en lo que respecta al quinto continente, la diferencia militar parece ser cualitativamente preponderante en relación a las naciones indígenas. El proyecto imperial español y portugués derivó en una rápida conquista y en una descomunal colonización, incluso cuando se encontró con sociedades y formas de organizaciones complejas, sobre todo basadas en una estupenda tecnología agrícola, como son los casos de Mesoamérica y de la región pan-andina. En lo que respecta al proyecto de economía-mundo británico, holandés y francés, la ocupación y el avasallamiento fueron también descomunalmente violentos; empero debido a otras razones o lógicas paralelas, esta vez se trata de razones impuestas más por el mercado, el comercio y la los Estado-nación en formación. La suerte estaba echada para las naciones indígenas, sobre todo por la necesidad de recursos naturales y, un poco más tarde, de la conquista del oeste, llegando articular y conectar el Atlántico y el Pacífico, por tierra.
A fines del siglo XVIII se formaron varios centros urbanos, cada uno de ellos contaba con infraestructura y estructura urbana, además de servicios como tiendas comerciales, periódicos, talleres artesanales. Por ejemplo Filadelfia contaba con cerca a los 30.000 habitantes; se puede decir que era la ciudad más grande, en ese entonces. Compartía esta jerarquía con New York, Boston y Charleston. El sistema de gobierno era mixto, consistía en el nombramiento de los gobernadores coloniales por parte del monarca británico; sin embargo, estos debían co-gobernar con una asamblea elegida. Como es de esperar la ciudadanía estaba circunscrita a los varones blancos, que además eran propietarios y terratenientes. Los colonos adquirieron rápidamente un sentido independiente en su vida y en sus decisiones; esta situación fue fortalecida debido a la distancia con la que se encontraba la sede de la monarquía colonial.
La colonias inglesas conformadas eran trece, distribuidas a lo largo de la costa del oceano Atlántico, desde New Hampshire, al norte, hasta Georgia, al sur. Además de estas colonias tenemos a Massachusetts, Rhode Island, Connecticut, New York, New Jersey, Pennsylvania, Delaware, Maryland, Virginia, Carolina del Norte y Carolina del Sur. Los franceses controlaban Canadá y Luisiana, toda una geografía desplegada a lo largo de toda la vertiente del río Misisipi. Durante el lapso que va de 1689 y 1815 Francia y Gran Bretaña se enfrascaron en varias guerras, en las cuales se vieron envueltas las colonias de Norte América. Particularmente interesa la Guerra de los Siete Años, conocida en el continente conquistado con el nombre de Guerra Francesa e Indígena. Los británicos ocuparon las plazas fuertes canadienses de Louisburg, en el año 1758, Quebec, en 1759 y Montreal en 1760. La victoria británica concluyó con la firma de la Paz de París en 1763, otorgándole a Gran Bretaña derechos sobre Canadá y toda Norte América al este del río Misisipi. Con la victoria británica las fronteras se redefinieron; una proclama real prohibió a los colonos establecerse al oeste de los Montes Apalaches. Los conflictos comenzaron a hacerse acuciantes entre colonos y autoridades británicas, sobre todo por los impuestos y la Ley de Estampillas, que obligaba a pegar estepillas fiscales especiales a todo documento de transacción, de difusión o licitación, y la Ley de Alojamiento, que obligaba a alojar y a avituallar a las tropas británicas. Los colonos se negaron a cumplir con las leyes y se rebelaron; se abrogó la Ley de Estampillas, empero se mantuvo la Ley de Alojamiento, promulgando un nuevo impuesto, esta vez al té; lo que condujo al desencadenamiento de los desenlaces conocidos. Los británicos enviaron más tropas para contener la rebelión. El ambiente conflictivo obligó a Lord North, primer ministro británico, a abolir todos los impuestos, excepto el relativo al té. Ante la mantención de este impuesto, los colonos se disfrazaron de indígenas, abordaron los buques mercantes del puerto de Boston, arrojando al mar 342 huacales de té. En respuesta el parlamento británico aprobó las llamadas Leyes Intolerables. En septiembre de 1774 se llevó a cabo en Filadelfia el Primer Congreso Continental, que reunió a delegados de las colonias, opuestas a la represión y opresión de la corona británica. Se sacó del congreso la resolución de desobedecer las Leyes Intolerables, así como también a boicotear el comercio británico. Quedó claro que en adelante se venía la guerra; los colonos se prepararon para ésta organizando milicias y pertrechándose de armas.
La guerra de la independencia estalla oficialmente el año 1775. Al principio dominaron las tropas británicas, empero a partir de la Batalla de Saratoga cambió el curso de los acontecimientos. Primero Francia se involucró en la guerra, apoyando a los colonos, luego el imperio español, apoyando la independencia de las colonias británicas. La guerra la perdieron los británicos y en el Tratado de Versalles de 1783 Gran Bretaña reconoció la independencia de las trece colonias en rebelión, cuya redacción al respecto se reproduce en lo escrito en la Declaración de la Independencia de los Estados Unidos, efectuada el año 1776. Con la independencia quedó todavía pendiente la condición política de las ex colonias; el dilema era si se mantenían como estados independientes o conformaban un Estado-nación unificado. Después de muchas deliberaciones y negociaciones, el año 1787, los representantes de los estados se reunieron en el Congreso de Filadelfia, dónde se redactó la Constitución. La Constitución establece un sistema político federal, combinado con el presidencialismo, pues se configuraba un presidente de la república y dos cámaras. La Constitución convocó a las elecciones, de las cuales salió elegido George Washington.
Los estados independizados se encontraban bordeando el Atlántico, era una hilera geográfica colonial en el gigantesco territorio de Norte América a manos de las naciones indígenas. Lo que viene después de la independencia es la conquista del oeste, mediante la guerra de ocupación, de despojamiento y desposesión de los territorios de las naciones indígenas. Su colonización, exterminio y enclaustramiento en reservas de las poblaciones indígenas sometidas. Si bien la colonización arranca el siglo XVI, la estrategia de conquistar los territorios indígenas y alcanzar la costa oeste del continente fue un proyecto estatal. La iniciativa estuvo a cargo de Thomas Jefferson, una vez que se compró Luisiana a los franceses en 1803. Fue una compulsión copiosa por conquistar los territorios, por ocupar el inmenso espacio, arrasando con pueblos, sociedades, culturas, lenguas y formas diferentes de organización. Los colonos no pararon hasta encontrar las costas del Pacífico.
¿Qué es lo que ha empujado indefectiblemente a que los colonos se lancen a la conquista del oeste? No vamos a acudir a la explicación general, que se trata de la expansión del capitalismo y su mundialización, sino que, teniendo como referente esta compresión, vamos a buscar la dinámica molecular de los acontecimientos, acercándonos a un mapa más detallado de los eventos, de los comportamientos, de las clases, del campo económico de entonces. Immanuel Wallerstein distingue cuatro zonas en la conformación del sistema-mundo y de la economía-mundo capitalista; lo exterior al sistema, la periferia del sistema, la semi-periferia y el centro. Desde esta perspectiva podemos considerar al oeste norteamericano como exterioridad al sistema y a la economía-mundo capitalista, salvo la parte que corresponde al dominio del imperio español, Nueva España. No es suficiente que hayan transacciones para formar parte de la periferia del sistema-mundo, por ejemplo las relativas a las transacciones en torno a la caza, pero también quizás a la compra y venta de ciertos artículos. Para que una región se considere zona periférica es menester que haya una integración comercial, que la región se haya adecuado a los requerimientos de la división del trabajo de la economía-mundo y del mercado[28]. Entonces, esta es razón suficiente como para considerar al oeste como región externa al sistema y economía-mundo capitalista.
Cuando se produce la conquista del oeste no se pasa por la periferización, primero, del exterior, como parte de la incorporación de la exterioridad al sistema-mundo capitalista, después por conformación de una semi-periferia, que con el tiempo se convierte en el nuevo centro del sistema-mundo y de la economía mundo capitalista. Lo que ocurre en este caso es la incorporación inmediata del inmenso espacio de los territorios de las naciones indígenas al espacio vital del Estado-nación estadounidense. Pero, ¿qué era en aquél entonces la nueva república americana? ¿Periferia, semi-periferia? Pues no era todavía centro en el ciclo del capitalismo en formación, la correspondiente a la formación de la hegemonía británica. A propósito Immanuel Wallertein escribe:
A mediados del siglo XVIII, más de la mitad del territorio de América estaba jurídicamente, compuesto por colonias de estados europeos, en particular de Gran Bretaña, Francia, España y Portugal. El territorio restante se encontraba fuera del sistema interestatal de la economía-mundo capitalista. A mediados del siglo XIX, estas colonias se habían convertido en estados soberanos independientes (después de varias combinaciones y divisiones de previas entidades administrativas). Además, en esa época estos nuevos estados reclamaban su jurisdicción sobre el resto del área terrestre del hemisferio[29].
El autor de El moderno sistema mundial escribe:
Estamos ante una notable reconfiguración de la fisonomía del sistema interestatal. Esta “descolonización” de América se produjo bajo la égida de los pobladores europeos, con la exclusión no sólo de las poblaciones amerindias, sino también de los africanos trasladados, a pesar del hecho de que, en muchos de los nuevos estados soberanos, los amerindios y los negros constituían una proporción sustancial (incluso mayoritaria) de la población. Indudablemente, existía una excepción, Haití, que desempeñaría una importante función histórica,… De cualquier modo, esta descolonización difirió de modo impresionante de la segunda “descolonización” del sistema mundial moderno, la que se produjo en el siglo XX, estribando tal diferencia en las poblaciones que controlarían los estados soberanos resultantes[30].
Immanuel Wallerstein encuentra un punto de inflexión, si podemos hablar así, o, más bien, un gran punto de cambio, en 1763. Se refiere a la culminación de la Guerra de los Siete Años, que tuvo como resultado el dominio de Gran Bretaña sobre el hemisferio occidental. Se nombra como Guerra de los Siete Años o Guerra Carlina al prolongado conflicto bélico desatado entre las potencias europeas durante el lapso de 1756 y 1763. La guerra desatada era por el control sobre Silesia y por la supremacía colonial en América del Norte e India. Tomaron parte, por un lado, Prusia, Hanóver y Gran Bretaña junto a sus colonias americanas y su aliado Portugal un poco más tarde, por lado; en contraposición, Sajonia, Austria, Francia, Rusia, Suecia y España; empero esta última a partir de 1761. Se puede decir que comienza el dominio y la hegemonía británica, empero comienza la crisis en las colonias americanas y del Caribe. Wallerstein escribe:
Como sabemos, la disputa llevaría a los colonos, primero a los de Norteamérica británica y después a los de Hispanoamérica y Brasil, a fundar estructuras estatales independientes[31].
La Guerra de los Siete años concluye con el Tratado de París, que expresaba el nuevo orden mundial de aquél entonces. Empero, británicos y colonos interpretaron el tratado de diferente manera. Para los británicos significaba una reducción del gasto militar debido al debilitamiento de Francia, además de la posibilidad de desviar parte de la carga fiscal de la metrópoli a los colonos[32]. Desde el punto de vista de los colonos; se sentían liberados de la amenaza francesa y española, por lo tanto podían dedicar sus energías y recursos a la disposición de un vasto crecimiento en poder y riqueza con la expansión hacia el occidente del continente[33]. En esta diferente interpretación se puede encontrar las razones de las contradicciones y de futuro inmediato choque entre autoridades británicas y colonos.
Lo que termina de ocurrir, lo que termina formando parte de la historia, es producto de un juego complejo de condicionantes, factores intervinientes, disposiciones subjetivas y de clase, lecturas ideológicas de los eventos, casualidades y azares. Ciertamente no se puede dejar de perder la perspectiva de la dinámica estructural del sistema-mundo y de la economía-mundo capitalista, empero el carácter específico de esa estructura en un momento y lugar determinados es el terreno en el que se mueven otros ámbitos de relaciones, que hay que considerar para explicarse por qué ocurrió lo que ocurrió, por qué no ocurrió otra cosa, que se encontraba como tendencia en este campo de ámbitos de posibilidades. No nos olvidemos que Norteamérica estaba ocupada no solamente por los británicos, estaban los franceses más al norte, en lo que se conoce como Canadá, además de los españoles que avanzaron al norte por el oeste desde Nueva España, México. En lo que respecta a los franceses, después del Tratado de París Gran Bretaña quedó en posesión de treinta colonias, de sur a norte, comprendiendo a Quebec, además de compromisos con las naciones indígenas, particularmente en el espacio territorial de Ohio. Wallerstein escribe:
En las discusiones que dieron lugar al tratado de Paris, una de las principales cuestiones era si Gran Bretaña obtendría de los franceses el control territorial sobre Canadá o sobre Guadalupe[34].
Los británicos escogieron Canadá. La decisión fue difícil, pues Guadalupe era cotizada por el comercio del azúcar; sin embargo, quizás una de las razones definitorias fue la que se devela en la carta del conde Morton al conde de Hardwike del 15 de enero de 1760. La cita que reproduce Wallerstein corresponde a la cita que hace Namier, que dice lo siguiente:
Gran Bretaña se ahorraría muchos gastos al no verse obligada al mantener el elevado número de fuerzas regulares que sería preciso mantener si se deja el más pequeño rincón en manos francesas en este continente[35].
En todo caso el conflicto entre colonos y Gran Bretaña estaba en pleno desenvolvimiento. Los intereses eran encontrados, el problema era el control de los mercados y el monopolio del comercio, además de las de las rutas marítimas por parte de los británicos; sin embargo, lo que desencadenó el conflicto fue el incremento de los tributos e impuestos, que buscaban transferir la carga de la Guerra de los Siete Años a los colonos americanos. Immanuel Wallerstein escribe:
El cambio coyuntural general más importante fue la renovada expansión de la economía-mundo capitalista en el siglo XVIII y la capacidad de Gran Bretaña de ganar a Francia la lucha por la hegemonía… Pero la expansión, por supuesto, no supuso una distribución equitativa de los beneficios. Por un lado, condujo a un “súbito aumento de la concentración de la riqueza”[36] en las colonias, lo que explica la paradoja de que la sociedad colonial se hizo “menos coherente y más rígida al mismo tiempo”[37]. Por otro lado, también agudizó la rivalidad entre los intereses económicos privados de Inglaterra y los de las colonias. La función del capital inglés ganaba importancia en detrimento incluso de los comerciantes y plantadores más ricos de las colonias. Los “agentes” de las firmas británicas estaban desplazando a los comerciantes coloniales. A lo largo de medio siglo, “disminuyeron los beneficios marginales y se sacrificaron las posibilidades de desarrollo local”[38].
Una de las tareas de Immanuel Wallerstein en El moderno sistema mundial es configurar la coyuntura económica de la década de 1760 y cómo se la percibía en América. Como dijimos anteriormente, el lapso de la inflexión se da durante la Guerra de los Siete Años y el punto de inflexión mismo con el desenlace, la culminación de la guerra, formalizado en el Tratado de París. Quedó incuestionable la hegemonía británica en el sistema-mundo y la economía-mundo capitalista. Sin embargo, la guerra costó mucha erogación de los tesoros, entonces al periodo próspero anterior a la guerra siguió un período de depresión e incluso de inflación. Los colonos americanos también experimentaron las consecuencias de la guerra, empero ahora tanto Gran Bretaña como España trataron de transferir la carga de los costos de la guerra a las colonias. Wallerstein escribe:
Al mismo tiempo, los británicos trataron que los colonos empezaran a pagar los costes del imperio y a poner en vigor rigurosamente las disposiciones comerciales mercantilistas. Esto produjo una década de controversias en las que la oposición colonial logró repetidas veces que el gobierno británico cediera de facto – por ejemplo, imposición y posterior derogación de la Ley de Timbre, imposición y posterior derogación de los aranceles Townshend – lo que siempre era seguido de nuevos intentos británicos por seguir las mismas políticas. En el proceso. Ambas partes fueron haciendo la disputa más de “principios” o ideológica. En 1976, cuando el parlamento derogó la Ley de Timbre, al mismo tiempo aprobó la Ley Declaratoria, que afirmaba el derecho abstracto a gravar con impuestos las colonias. A lo largo de un periodo de diez años, aquellos colonos que planteaban objeciones contra actos concretos eran considerados como personas que negaban al parlamento británico este hecho abstracto: “ningún impuesto sin representación”[39].
Como se puede ver había muchos intereses encontrados y en juego; los de Gran Bretaña, expresados en la legislación del parlamento; los de los colonos; también hay que contar con los intereses de las naciones indígenas y, en este caso específico, de las naciones indígenas asentadas en el valle de Ohio; por otra parte, estaban los intereses de los campesinos de habla francesa, asentados al norte. En este ambiente candente, el parlamento británico maduró una maniobra sobresaliente empero temeraria, la Ley de Quebec, que entró en vigor el 22 de junio de 1774 como constitución de la provincia[40]. Wallerstein escribe:
Esta ley tenía dos aspectos; uno era la cuestión de la forma de gobierno que habría que tener Quebec, tema que tenía como trasfondo un conflicto entre los antiguos colonos de habla francesa (y católicos) y los colonos de habla inglesa protestantes, que se habían establecido más recientemente. La segunda cuestión era la extensión de la frontera de Quebec para incluir el valle de Ohio, tema cuyo trasfondo era un conflicto entre los intereses de los cazadores de pieles y los colonos agrícolas por el control del valle de Ohio[41].
Las composiciones de las rebeliones no son homogéneas, una minoría es la que comienza la rebelión, también es una minoría la que conlleva la posición radical, la misma que irradia y arrastra a los sectores más populares. Empero, la convocatoria no queda ahí, los sectores más conservadores reaccionan en contra defendiendo el orden establecido, empero hay otros sectores conservadores, con una mirada muy cercana al realismo político y al pragmatismo, que se incorporan al movimiento intentando imprimir su sello y darle un contenido más apacible a los objetivos. Generalmente estos sectores oportunistas o pragmáticos logran sus objetivos, pues terminan controlando el movimiento. El mismo que se comporta como una curva, compuesta en dos ritmos; al principio un ritmo ascendente, después un ritmo mas bien descendente. Es en esta segunda etapa cuando la minoría radical queda como minoría política pues ya no irradia, ni influencia, pues en un contexto complejo, en el campo de fuerzas, en el mapa encontrado de intereses, no puede cohesionar a todos los sectores ni satisfacerlos. Ante las dudas y las incertidumbres son los sectores pragmáticos y del realismo político los que terminan armando acuerdos y encaminando el proceso hacia opciones amortiguadas de la rebelión sino es a la restauración misma de régimen. En el caso norteamericano, no fueron los “levellers” los que terminaron escribiendo la Constitución sino los que defendían el avance al oeste, atravesando los territorios de las naciones indígenas[42].
Sin embargo, no siempre ocurre así, hay casos dónde el núcleo radical se mantiene a lo largo del proceso, incluso llega al gobierno. Este es el caso por ejemplo de la revolución rusa, también de la revolución y guerra anticolonial de los esclavos de Haití; en cierto sentido también podríamos hablar de esta manera de la revolución cubana. Empero, en estos casos el problema se complica precisamente cuando se llega al Estado; casi en todos estos casos la maquinaria estatal termina condicionando la conducta de los revolucionarios orientando en el mediano y largo plazo la dirección de las acciones al fortalecimiento del aparato estatal y a la reproducción de las lógicas del poder. En el caso, que nos ocupa, la guerra de independencia norteamericana, vemos que el proceso más se parece al primer grupo de desenlaces. Hablamos de treinta colonias ya bajo el control de Gran Bretaña, después de la finalización de la Guerra de los Siete años; empero la suerte no fue la misma para las treinta colonias británicas, solo trece colonias se declararon independientes, las diez y siete restantes quedaron leales a la corona británica o, en su caso, neutrales. Wallerstein escribe:
Aun así – se refiere a que de hecho los elementos radicales constituyeron una minoría de la población colonial -, es importante tener en cuenta que los grupos dispuestos a insistir en sus vindicaciones frente al gobierno británico no siempre ganaron. Después de 1763, había treinta colonias británicas en América, todas ellas sometidas a las leyes comerciales y de navegación. Como afirma Harper, una explicación válida de la guerra de Independencia americana “debe mostrar por qué 13 colonias se sumaron a la revuelta mientras que 17 siguieron siendo leales”. Esto es cierto si se considera que las 13 colonias hicieron diversos esfuerzos para asegurarse la adhesión de las otras colonias[43].
El intento de las colonias rebeldes de incorporar a Canadá fracasó, a pesar de que Quebec era un caso aparte, pues eran colonos franco hablantes que recientemente pasaron a la jurisdicción británica. También la florida oriental era un caso análogo. De todas maneras, existía otra colonia británica poblada por colonos de Nueva Inglaterra; esta era Nueva Escocia. En este sentido, además del núcleo de colonias rebeldes, en la medida que nos alejábamos hacia los márgenes, había colonias incorporables a la rebelión, a pesar de ser menos intensa la pasión por la liberación, mostrando mas bien indecisión. Este era el caso de Georgia, Vermont, Maine y Nueva Escocia; de todas ellas Nueva Escocia no se sumó a la rebelión, se declaro neutral. Quizás la debilidad de la provincia, debido a su dispersión en la península, preponderó en el desenlace y en la decisión. Nueva Inglaterra tampoco estaba dispuesta de arriesgar recursos en una expedición militar[44].
Ahora es importante comprender lo que pasaba con las otras colonias europeas en América, controladas mayormente por España, también por Portugal, aunque también Francia tenía posesiones coloniales en el Caribe. Como sabemos, Francia declara la guerra a Gran Bretaña, es apoyada por España en esta guerra, mientras tanto Portugal se convierte en aliada de Gran Bretaña. La correlación de fuerzas se define con la Guerra de los Siete Años, que además abre el horizonte a las sublevaciones de los colonos en América y el Caribe. Las colonias rebeldes en Norte América son apoyadas por Francia, de este modo, por la alianza con Francia, España también se ve involucrada en la guerra de la Independencia apoyando en definitiva a los rebeldes. Sin embrago, lo hace con cierta reticencia pues temía que la independencia de las colonias en Norteamérica motive e irradia hacia la independencia de los colonos americanos al sur. Al final Gran Bretaña y España enfrentaron problemas similares respecto a sus colonias, problemas de control, también problemas de una racionalidad administrativa del dominio colonial, transferencia de costo de la guerra y de los costos administrativos a las colonias. Ante estas iniciativas de modernización de los aparatos administrativos coloniales, los colonos reaccionaron negativamente, oponiéndose a estas modificaciones, controles y cargas tributarias. En el caso de los dominios coloniales de España en América un funcionario de alto rango fue encargado de semejantes tareas de racionalización administrativa. Este funcionario de alto rango fue don José Gálvez; es el primero de los visitadores generales en Nueva España de 1765 a 1767. Wallerstein escribe a propósito y en relación a estas reforma administrativas lo siguiente:
Sin embargo, la reforma más importante fue la introducción de intendentes, ese clásico mecanismo colbertiano de centralización estatal. Los intendentes habrían de sustituir a los magistrados de distritos denominados alcaldes mayores y corregidores (recaudadores de tributos indios, que se ocupaban de reclutar y asignar la mano de obra india), cuyos cargos se habían vendido durante más de un siglo y que habían utilizado su puesto (y su poder fiscal) para obtener beneficios comerciales privados[45].
Durante 1768 don José Galvéz, apoyado por el virrey Croix de Nueva España, formuló directamente la idea de la disolución directa de esta categoría de funcionarios que, paralelamente, oprimía a los indios y retenía la mayor parte de los ingresos fiscales de la corona. Galvéz personificó el celo reformista Borbón, en 1786 logró aplicar su reforma[46]. Se puede decir que la incidencia estructural de la intervención de Galvéz se dibujó en la geografía política; hasta entonces sólo había dos virreinatos, el de Nueva España y el del Perú; empero, la racionalización política y administrativa creo el Virreinato del Río de la plata y desgajó el Virreinato de Nueva Granada, definiendo también capitanías y audiencias como recursos instrumentales administrativos de geografías más complejas, distantes o de fronteras[47]. En relación a la creación del Virreinato del Río de la Plata, Wallerstein anota:
Parecía una ocasión de oro para actuar en contra de Gran Bretaña y su aliado, Portugal, que entre otras cosas estaba invadiendo económicamente en las zonas indias de Sud América mediante el comercio ilegal a lo largo de la ruta Sacramento-Buenos Aires. Carlos III intentó crear un gobierno fuerte que contrarrestara esta invasión. Este gobierno iba a ser el de la Plata, que incluía la actual Argentina, Uruguay, Paraguay y Bolivia[48].
En 1776 una expedición militar de 8.500 soldados cruzó el Río de la Pata y se apoderó de Sacramento, esto sucedía por tercera y última vez. La victoria española se refrendaría en el tratado de San Ildelfonso en 1778, acabando definitivamente con las aspiraciones de Portugal sobre La Banda Oriental, lo que es actualmente Uruguay[49].
España y Portugal se dividieron Sud América. España fue aliada de Francia y Portugal de Gran Bretaña. En lo que respecta a la guerra de la independencia de los 13 estados de la unión contra Gran Bretaña, España se involucró en esta guerra siguiendo a Francia. Gran Bretaña perdió la guerra contra los 13 estados de la unión, aunque conservó Canadá, después de arreglos con Francia, por las posesiones que tenía allí, sobre todo de Quebec y Montreal, que fueron cedidas a la administración colonial británica. En cambio Gran Bretaña ganó la guerra en Europa, lo que la perfiló no sólo como potencia emergente sino como potencia hegemónica en el ciclo del capitalismo emergente.
Después de la guerra de la independencia norteamericana los movimientos independentistas hispanoamericanos se retrasaron debido a varias causas. La primera tiene que ver con la reacción criolla y mestiza ante el levantamiento indígena panandino del siglo XVIII, así también con lo ocurrido en la rebelión de los comuneros en Nueva Granada (1781); la segunda tiene que ver con la victoria de la guerra anticolonial de los esclavos y mestizos de Haití (1791-1795), que además fue una revolución social; la tercera tiene que ver con los vínculos que unían a los criollos con España, sobre todo por el papel que jugaban en la estructura de poder de la administración colonial. A pesar de la irradiación de la revolución francesa, que atrajo a grupos liberales, la movilización independentista no se dio, salvo algunos intentos militares fracasados. Se tuvo que esperar hasta que los desenlaces en Europa crearan las condiciones adecuadas para que esto sucediera.
El levantamiento indígena dirigido por Tupac Amaru fue el resultado de una serie de rebeliones anteriores, aunque localizadas; en cambio, el levantamiento indígena panandino conmovió no solo a la región andina, por lo tanto al Virreinato del Perú, sino también al Virreinato colindante, el de Nueva Granada, así mismo al Virreinato de la Plata, con sus repercusiones en la administración más antigua colonial, la del Virreinato de Nueva España. Los llamados comuneros se alzaron contra las autoridades españolas, inspirados en la rebelión panandina; aunque a diferencia de esta rebelión, los comuneros tuvieron una dirección mestiza y no indígena. De todas maneras las diferentes tendencias se hicieron presentes con dos centros de la rebelión, una mestiza y otra indígena; la mestiza centrada en Socorro y la india expandida en los llanos de Casanare. La rebelión mestiza llegó a un acuerdo con los españoles, lo que fue visto como una traición por los indígenas, quienes continuaron la lucha, empero para ir desapareciendo en el transcurso.
Estas rebeliones en el Perú y en Nueva granada, coincidentes de alguna manera con la guerra de la independencia de las 13 colonias británicas de Norteamérica, muestran una composición de la rebelión que no se volverá a repetir en la guerra de la independencia del siglo XIX, comandada por los criollos. La diferencia es que se trata, sobre todo en el caso de la rebelión panandina, de una revolución social; las comunidades contra las castas, los mediadores, los caciques, contra la propiedad privada de la tierra, por lo tanto contra la propiedad de criollos y mestizos. En los momentos más radicales de la rebelión, cuando las bases, las comunidades, tomaban la iniciativa, y sobrepasaban a las dirigencias, que se reclamaban de nobles, descendientes de los Incas, se tendía a una reforma agraria sobre la base de las tierras comunitarias, por la restitución y reconstitución de las comunidades. Algo parecido ocurrió con la tendencia indígena en el caso de la rebelión en Nueva Granada. Había en ciernes una revuelta social, ante la cual fueron muy sensibles los criollos y mestizos, quienes prefirieron llegar a un acuerdo con los peninsulares antes de arriesgarse al desborde social de indígenas y de las clases bajas.
La guerra anticolonial de los esclavos de Haití y sus consecutivas victorias sobre los ejércitos de las potencias imperiales, la monárquica francesa, la británica, la española y la napoleónica francesa, horrorizaron a las potencias europeas, que veían el gran peligro de la expansión de la rebelión de color. Esto también fue visto como un peligro por la propia flamante republica norteamericana, pues los republicanos criollos no habían abolido la esclavitud. Estas lecciones fueron también asumidas por los criollos hispanos, quienes no estaban dispuestos a aceptar una rebelión social, cuya procedencia sean las comunidades indígenas, los esclavos, los libertos, los cimarrones y mulatos. Se entiende entonces que estas rebeliones sociales del siglo XVIII se hayan convertido en factores de postergación de la independencia en Hispanoamérica y en la colonia portuguesa del Brasil.
Lo que va a desencadenar los acontecimientos es la invasión napoleónica a España (1808). Se desata una guerra de guerrillas popular frente a la ocupación, las tendencias liberales españolas se radicalizan, declaran que ya no se consideran colonias las posesiones españolas en América, llaman a la unidad y convocan a los representantes, primero por la Junta Central en Sevilla, que asume el mando en ausencia del rey, que abdicó, entregando el trono a José Bonaparte; después la Junta tuvo que huir a Cádiz, obligada por el ejército francés, donde se disolvió. En estas condiciones la situación se hizo confusa en Hispanoamérica, en tanto que juntas regionales y locales se hacían cargo del poder a nombre de Fernando VII, incluso deponiendo a las autoridades españolas. La junta de Caracas negó explícitamente la autoridad del nuevo consejo de regencia español, que es sucesor de la junta de Cádiz. Se sucedieron revueltas por todas partes; en argentina, Chile y México se declararon sus puertos al libre comercio[50]. Esto del libre comercio ya muestra el avance del sistema-mundo capitalista en el ciclo que va ser de hegemonía de Gran Bretaña. Se clausuraba el ciclo de hegemonía holandesa y el sistema del libre mercado se impondría en el mundo.
Los avatares del periodo fueron cambiantes, España primero se alió a Francia en la guerra contra Gran Bretaña, el Reino Unido perdió en América, pero gano en Europa, dominó la rebelión en Irlanda, gano a franceses y españoles en el Gibraltar, terminó venciendo a la armada napoleónica en Waterloo; tenía por delante el dominio y el control de la segunda gran expansión de la economía mundo. Con la ocupación napoleónica de España las juntas pidieron apoyo a Gran Bretaña. Al finalizar la guerra de la Santa Alianza contra la Francia revolucionaria, aunque haya quedado de ella muy poco con el emperador Napoleón Bonaparte, Gran Bretaña permite la restitución al trono de Fernando VII. Estos virajes se expresan también en la conducta de la corona inglesa y la corona española respecto a la posibilidad de expansión a Hispanoamérica de la guerra de la independencia norteamericana. La intervención de España, siguiendo a Francia, en la guerra anticolonial norteamericana fue realizada con mucha dubitación, temiendo dar una mala señal a sus colonias del sur. Los británicos competían y luchaban contra el monopolio español y portugués del mercado en sus colonias, entonces tenía una confrontación directa con España. Empero, con la ocupación napoleónica de la península Ibérica, España se vuelve aliada de Gran Bretaña. Estos virajes desorientan a Simón Bolívar, quién viaja a Londres en 1810, donde fue recibido por el secretario de Asuntos Exteriores lord Wellesley, quien sorprendentemente le aconsejó mantener la lealtad con España como la mejor ruta para obtener la ayuda británica[51]. William W. Kaufmann dice que entretanto Gran Bretaña utilizó este momento de debilidad española para establecer firmes relaciones comerciales con varios de los principales puertos coloniales de España[52].
En este periodo de reinicio de las guerras de independencia en Hispanoamérica, durante el siglo XIX, en México se dio la versión radical desde la perspectiva de la revolución social. El sacerdote Miguel Hidalgo y Castillo convocó al pueblo a acabar con el dominio de los virreyes en su famoso Grito de Dolores. Unos veinte mil indígenas avanzaron prácticamente desarmados a la capital, donde ejecutaron a dos mil gachupines de una población estimada de quince mil personas. Hidalgo fue derrotado por el Regimiento de Nueva España, compuesto por una mayoría de criollos. Otro sacerdote, José María Morelos, lugarteniente de Hidalgo, continúo la lucha, reorganizando un ejército mejor equipado y más disciplinado, compuesto mayoritariamente por mestizos. Morelos enarboló un programa de reformas sociales, empero el Congreso criollo contraatacó proclamando la independencia en 1813. Lo que ocasionó la decaída de la fuerza militar de Morelos[53].
La guerra de 1812 entre Estados Unidos y Gran Bretaña definió las fronteras hacia el norte, Canadá quedó en manos británicas, no hubo entusiasmo en los colonos de habla inglesa, tampoco de habla francesa, de acoplarse a la flamante república. En cambio los británicos reconocieron el derecho de expansión de Estados Unidos hacia el oeste y hacia el sur. Expansión que fue cumplida con posterioridad, afectando a los territorios y naciones indígenas, primero, y después a los territorios de México. Simón Bolívar dijo que si no hubiera sido por la guerra de 1812 “Venezuela hubiera triunfado por sí sola y Sud América no hubiera sido devastada por la crueldad española ni destruida por la anarquía revolucionaria”. Immanuel Wallerstein considera que posiblemente Bolívar tenga razón en la perspectiva a corto plazo, empero que a largo plazo la restauración española aseguró la independencia en Hispanoamérica[54]. Habría que decir que, la independencia quedó garantizada debido a las condiciones en las que se restauró la monarquía en España y la situación en la que se encontraba ante el cambio de la correlación de fuerzas en Europa. El congreso de Viena al establecer la paz en el viejo continente también exigió concesiones de España a los colonos americanos, pues este congreso absolutista temía que el estallido de una revolución independentista en las colonias influyera en los liberales europeos, quienes se lanzarían a una lucha por la república. El congreso consideraba la posibilidad de que la represión efectuada por los realistas no fuera eficaz, por lo tanto era conveniente adelantarse con cesiones a ciertas demandas de los criollos[55].
Immanuel Wallerstein dibuja este escenario de la guerra de la independencia en Hispanoamérica en el siglo XIX de la siguiente manera:
Todo lo que les quedaba por hacer a los colonos era asegurarse de que la independencia, en cuyo camino no había ahora ningún obstáculo importante, cayera en sus manos y no en las de otros grupos. Comenzó la segunda ronda de combates. En gran medida la diferencias en las formas de combatir en las diversas colonias se debía a la distinta rapport de forcé entre los elementos criollos y los grupos negros, indios y mestizos-pardos (mulatos). En efecto, el punto hasta que las élites criollas estaban a favor, en contra o eran ambivalentes sobre la cuestión de la independencia inmediata era consecuencia, en considerable medida, de la evaluación de las “condiciones necesarias para contener la rebeldía”[56], en acto o en potencia, de las masas. Una vez que comenzó el proceso de desintegración del imperio español, muchos criollos que antes eran escépticos respecto a la independencia se sintieron obligados a adherirse de manera oportunista a ella con la intención principal, no de tomar el poder de los españoles sino “sobre todo de evitar que los tomaran los pardos”[57].

Como dijimos en Nacimientos de la política[58], las guerras de la independencia en América Latina y el Caribe no fueron revoluciones sociales, estas quedaron en las rebeliones sociales del siglo XVIII, salvo en lo que ocurrió en Haití, quizás al principio en México y en la continuidad de la rebelión Indígena en Nueva Granada. En plena decadencia del imperio español los criollos se lanzaron a controlar el separatismo para evitar una revolución social, por lo tanto instituyeron repúblicas para conservar los privilegios de los que gozaban, incluso ampliarlos a costa de los pueblos indígenas. Las estructuras de poder, las estructuras económicas, las estructuras sociales, fueron mantenidas cambiando la apariencia de la estructura política. Sobre esta base se construyeron los Estado-nación, conformando un mapa interestatal mundial en el contexto del sistema-mundo capitalista desarrollado. La composición de estos Estado-nación subalternos es conservadora y dependiente. Claro que el Estado es un campo de batalla, en momentos de crisis se abre la posibilidad de modificaciones de la composición estatal, a veces la explosión social irrumpe provocando reformas como en el caso de los movimientos populistas, empero, a pesar de estos cambios, los Estado-nación no han dejado de pertenecer al mapa interestatal mundial, tampoco dejaron la subalternidad, menos de cumplir el rol asignado por la geopolítica del sistema-mundo capitalista, como administradores de la transferencia de recursos naturales a los centros de la economía-mundo capitalista.

Concepto del Estado-nación
Volvemos a la pregunta de qué es un Estado, sobre dodo qué es el Estado-nación. Al respecto, en relación a la pregunta no podemos responder con una definición cívica del Estado, con una concepción escolar del Estado. El Estado como una idea suprema, como el cumplimiento abstracto de la soberanía. Tampoco con una noción patriotera del Estado, noción sostenida por el sentimiento marcadamente chauvinista. Al contrario, una interpretación histórica, genealógica y genética del Estado requiere partir de las fuerzas componentes, de la comprensión de sus nacimientos y emergencias, del entendimiento de la historia de sus continuidades y discontinuidades, sobre todo de la inteligibilidad de sus crisis, además del juego de las fuerzas, de sus irrupciones y modificaciones en la composición y en la estructura estatal. Se requiere hacer visible los diagramas de poder, el diseño de las maquinas abstractas y la arquitectura de las instituciones, como agenciamientos concretos de poder y de emisión de discursos. Es indispensable conocer las formas de reproducción del Estado en la sociedad, en el campo social, el papel del campo cultural, del campo simbólico, del campo económico y del campo burocrático en este proceso de reproducción del Estado. Reproducción que pasa por las prácticas, las relaciones y los habitus.
El Estado moderno es producto y gestor de procesos de universalización, universalización de los valores, de las normas, de las pautas de conducta, de la administración, de la ley y de la administración de la ley. El Estado moderno es el campo burocrático; este es su espacio de realización. Claro que el campo burocrático se genera a partir del campo social, que es la matriz donde se genera la reproducción. El Estado-nación es este Estado moderno que ha construido la nación como comunidad imaginada, haciendo funcionar los procesos inherentes al campo escolar, al campo comunicacional, a la prensa, a la ceremonialidad del poder, a la norma y al cronograma cívico. El Estado-nación se reproduce también en el campo simbólico. El carácter del Estado-nación va a depender de las composiciones conformadas, de las estructuras logradas, del mapa institucional configurado. No es un ideal que espera su realización por el ejercicio de la voluntad general. No es la unidad abstracta que hay que defender ante fuerzas centrifugas y separatistas, sino la maquinaria política centralizada del poder que articula todas la fuerzas en función de una integración real, de una estatalización constante de lo local, de los lugares, de los sitios, de los territorios, de las comunidades, de las organizaciones, de los grupos, de las manifestaciones concretas de la potencia social. El Estado-nación subalterno de las periferias es el mecanismo político de la supeditación orgánica a las relaciones interestatales del orden mundial del sistema-mundo-capitalista.
En plena crisis orgánica y estructural del Estado, de la forma Estado, del Estado-nación, a fines del siglo XX y comienzos del siglo XXI, sobre todo ante la necesidad de transformaciones de la forma política, de la forma de organización y cohesión social, cuando se comienzan a dar propuestas plebeyas e indígenas de transición transformadora, cuando dos procesos constituyentes, en Ecuador y en Bolivia, proponen un horizonte post-estatal y post-capitalista, el Estado plurinacional, el Estado-nación ya es un anacronismo político. La persistencia del control y la dominación del capital se efectúan por la vía del Estado-nación, la persistencia de las formas de dominación colonial, la persistencia de las formas de dominación patriarcal, se ejercen por medio de la reproducción del Estado-nación. Las transformaciones estructurales, las emancipaciones y las liberaciones requieren de transformaciones en las gestiones y en la organización política.
Los nacionalistas creen que el Estado-nación es el fin de la historia, así como los liberales y neo-liberales creen que el Estado moderno, el Estado liberal, es el fin de la historia. Por eso se horrorizan ante los proyectos de transición de un Estado plurinacional. Usan toda clase de argumentos, desde los más simples e inocentes de atentado contra la unidad estatal, la amenaza de separatismo, hasta más sofisticados que observan la contradicción en articular Estado con plurinacional; Estado, como expresión de lo universal, de la homogenización, de la centralización, con lo plurinacional, como expresión de lo plural, de la diferencia, de la diseminación. En este intervalo argumentativo se encuentran también reducciones del Estado plurinacional al mismo Estado-nación, empero con concesiones pluralistas. Se está lejos de comprender el alcance de la propuesta de Estado plurinacional como transición organizativa a otra forma de Estado, a un Estado en transición, a otra forma de organización política. Se está lejos de comprender las transiciones pluralistas del Estado, la necesaria transición descolonizadora del Estado. Se reduce la problemática estatal al cumplimiento de la soberanía, así como al cumplimiento de tareas pendientes como la industrialización y la integración nacional. No se toma consciencia de que estas formulas ya han sido experimentadas, sino es en el mismo país, en distintos. La crisis orgánica y estructural del Estado persiste. Se quiere insistir en las mismas formulas cuando han cambiado los contextos, las problemáticas, los tiempos, las condiciones de posibilidad histórica. Esta insistencia es una muestra no solo de conservadurismo sino de desvinculación con el presente, con la crisis en el momento presente, con las problemáticas del periodo y de la coyuntura.
Por otra parte, estas persistencias olvidan la historia del Estado en América Latina y el Caribe, olvidan que las oligarquías locales imponen republiquetas, del tamaño de sus intereses, salvo lo que ocurre en Brasil que, en este caso, recorre otro camino, mantener la unidad administrativa de la gran extensión colonial. La ausencia de una geopolítica integradora derivó en la formación de estados débiles y fragmentados, lo que coadyuvó al dominio de las potencias imperialistas dominantes en los ciclos del capitalismo. Por lo tanto la persistencia de los Estado-nación es también la persistencia en estados débiles y fragmentados, con lo que se va abajo el argumento de la defensa de la soberanía. Proponer la mantención de estados fragmentados y débiles no es lo mismo que proponer el estado plurinacional, de ninguna manera. El Estado plurinacional supone la confederación de naciones y la integración continental a partir de la composición histórica y cultural de las identidades colectivas y comunidades. Esto supone una integración de los pueblos a partir de sus propias singularidades, no por la homogeneización abstracta y burocrática, que siempre es incierta y representativa. El Estado plurinacional propone una integración continental configurada en la Confederación de naciones del quinto continente, Abya Ayala.

Diagrama de poder trasnacional
Fuerzas, instituciones, empresa y monopolio
La historia parece repetirse desde la nacionalización de la Standard Oil (1937), después vino la nacionalización de las minas (1952), sigue la nacionalización de la Gulf Oil (1969), continúa la nacionalización de Mina Matilde (1971), de esta manera llegamos a la nacionalización de los hidrocarburos en el primer año de gestión del gobierno de Evo Morales Ayma, con el decreto “Héroes del Chaco”, el primero de mayo de 2006. La respuesta de las empresas trasnacionales parece ser la misma, incluyendo a las empresas privadas mineras de los “Barones del Estaño”. Primero la denuncia de ilegalidad de la medida de nacionalización, después la amenaza de boicot y de sanciones al país, a continuación el pedido de indemnización en relación a supuestas grandes inversiones, acompañadas por el reclamo de propiedades de la empresa trasnacional, incluyendo, claro está, los propios recursos naturales, que consideran de su propiedad; de una y otra manera, sino es en las mismas profundidades, en los yacimientos, lo es desde boca de pozo, en lo que respecta a la explotación hidrocarburífera. Este control y monopolio de los recursos naturales, si no es de manera directa, se lo hace de manera indirecta, mediante el control de los flujos de la producción. Todo esto viene también acompañado por campañas en contra del gobierno nacionalizador, interponiendo recursos legales internacionales, moviendo dispositivos jurídicos como los tribunales internacionales. La empresas trasnacionales no dejan de hacer negocios nunca, incluso siguen haciéndolo con las indemnizaciones, los acuerdos, los contratos, lo convenios posteriores a la nacionalización. Siempre buscan ganar. A veces, las indemnizaciones resultan mejor negocio que el propio manejo de la producción.
Obviamente los contextos no son los mismos, tampoco es completamente idéntico el perfil de las empresas trasnacionales; los actores son otros, los gobiernos también, así mismo las coyunturas económicas y los panoramas internacionales no son equivalentes. Pero, lo que llama la atención es la misma lógica de argumentación, basada en la certeza de la propiedad privada de las empresas, pero sobre todo en el manejo de las inversiones. Tanto en minería como en hidrocarburos el cálculo de las inversiones adquiere su propia complejidad, todo depende del carácter de las inversiones, de su ritmo, de la tasa de retorno, de la variedad de la composición de dónde se invierte y en qué momento, en la lógica de esta maquinarias complejas del extractivismo. El manejo administrativo, el manejo contable, la cuantificación, y la relación de los informes, es todo un secreto de especialización. Los informes técnicos no son menos claros, son una masa abultada de estadísticas, también de explicaciones especializadas y diferenciales. En relación a esta maraña de cálculos, de estadísticas, de controles técnicos y de informes, las empresas trasnacionales tienen el control del saber técnico inherente al funcionamiento de estas maquinarias de explotación, producción y comercialización de los recursos minerales e hidrocarburíferas, también el control del secreto de estos cálculos, estadísticas e informes.
Los gobiernos que nacionalizan se defienden con la Constitución, con las leyes del país, con los convenios y contratos aprobados y no cumplidos por las empresas trasnacionales. También son importantes las auditorias a las empresas trasnacionales. Se encuentran flancos vulnerables en la argumentación y defensa de las empresas trasnacionales, sobre todo en lo que respecta al no cumplimiento de las normas acordadas. La defensa de la soberanía de los estados es siempre el recurso primordial frente a la defensa de la propiedad privada empresarial. Empero las trasnacionales tienen el control de los mercados, el monopolio tecnológico y una vinculación privilegiada con el sistema financiero internacional, además de contar con la presión y apoyo de los estados centrales dónde residen. Es todo un acto heroico de los pueblos soportar tamaña presión de estos oligopolios, que forman subsidiarias para engañar.
Sin embargo, a pesar de los actos heroicos, las empresas trasnacionales terminan obteniendo su indemnización. No hay sanciones internacionales contempladas contra estas empresas del saqueo, del despojamiento y de la desposesión. Las leyes internacionales, los organismos internacionales, protegen a estos emporios extractivistas.
Estos son los vericuetos de una lucha desigual por la recuperación de la soberanía de los estados periféricos, de los países y de los pueblos afectados, sobre los recursos naturales. A veces se sale mejor parado, otras veces no tanto. Pero lo importante es realizar la soberanía sobre los recursos naturales, que es la forma cómo los Estado-nación subalternos se constituyen como Estado-nación que disputan su independencia económica, su autonomía, la mejora de los términos de intercambio, buscando transformar las estructuras de sus condiciones iniciales de producción, que llaman desarrollo nacional.
En esta correlación de fuerzas, en esta lucha que llevó el nombre de anti-imperialista durante los periodos de rebelión, movimientos de liberación nacional, gobiernos populistas y nacionalistas del siglo XX, las empresas trasnacionales no dejan de contar con aliados en el país, incluso en los mismos gobiernos nacionalizadores. Este ya es un gran problema, sobre todo cuando sus aliados se encuentran en el gobierno.
Al principio no se evidencia claramente esta situación, pues todos están unidos por la defensa de la nacionalización. Es después, cuando hay que arreglar las cuentas con las empresas afectadas, cuando hay que definir los montos de la indemnización, cuando hay que proceder al cálculo, discutir las estadísticas, cuando intervienen los temas técnicos, sobre todo cuando hay que definir los nuevos contratos de operaciones, si esto ocurre. Estos son momentos decisivos, pues o se consolida la nacionalización o se la avería, se abren boquetes, que hacen vulnerables a la empresas estatales. Los lobby de las empresas son funestos, sobre todo cuando no se tiene la formación técnica adecuada, la solvencia política y hasta moral. Lo mejor es manejar esto temas de manera transparente y pública, al final el mejor apoyo al gobierno está en el pueblo. Cuando se manejan estos temas de manera secreta, bajo la argumentación de que es de alta especialización, hay que tener mucho cuidado.
Vamos a evaluar las dos últimas nacionalizaciones de importancia en Bolivia, con efecto de irradiación estatal, la nacionalización de la Gulf Oil, dada en 1969, y la nacionalización de los hidrocarburos, dada el primero de junio de 2006. Las otras nacionalizaciones, desde la nacionalización de la Standard Oil hasta la nacionalización de la mina Matilde, que es posterior a la nacionalización de la Gulf Oil, así como las nacionalizaciones por compra de acciones en las dos gestiones de gobierno de Evo Morales Ayma, serán tomadas en cuenta como referentes y con objeto de comparaciones. La revisión de las nacionalizaciones, cuyo análisis histórico y estructural nos sirve para seguir la vinculación de las nacionalizaciones con los ciclos largos del capitalismo, también nos sirve para hacer un análisis genealógico de los diagramas de poder, de los mapas de fuerzas, de las relaciones y de las estructuras de poder, inmediatamente conectados con formaciones discursivas y formas de subjetividad. Este análisis es importante también para volver a plantear, poner en la mesa de discusión, la lucha de los pueblos de los países periféricos contra los monopolios y dominaciones múltiples de la burguesía internacional del sistema-mundo capitalista.

La nacionalización de la Gulf Oil
Los últimos gobiernos del MNR del periodo de la revolución nacional (1952-1964) entregaron las reservas de gas e hicieron concesiones petrolíferas a la empresa trasnacional norteamericana Gulf Oil, afectando al propio desarrollo de YPFB, empresa estatal de los hidrocarburos. El gobierno del MNR firmó el Código Davenport, Código del Petróleo oneroso para los intereses del país, que afectaba la soberanía del Estado sobre los recursos hidrocarburíferos. ¿Por qué hizo esto un partido que había firmado las nacionalización de la minas? Hay que tomar en cuenta que la nacionalización de las minas, tampoco la reforma agraria, se encontraba en el programa del MNR. Ambas medidas se encontraban en el programa del PIR y en el programa del POR. Se hicieron carne en los sindicatos mineros y en las organizaciones campesinas en sus largas luchas contra “súper Estado” minero de los “barones del estaño”, en las luchas y resistencias contra el latifundio y el avasallamiento a tierras comunitarias. Cuando el golpe de Estado planeado por el MNR se convirtió en una insurrección popular, los acontecimientos se desbordaron y rebasaron las perspectivas del MNR. Destruido el ejército, después de tres días de guerra civil, en abril de 1952, las milicias obreras y campesinas tenían el control de las fuerzas armadas insurreccionales. Fue la COB la que impuso la nacionalización de las minas, fue también el levantamiento campesino y la toma de tierras lo que obligó al MNR adelantar la reforma agraria, que quería hacerla de una manera burocrática. Como dice Sergio Almaráz Paz, el pueblo insurrecto vencedor encontró en la calle al MNR y se lo llevó de los cabellos al palacio de gobierno[59].
El MNR había ganado las elecciones de 1951, empero la oligarquía “minero-feudal”, que era como se caracterizaba a la alianza de propietarios mineros y terratenientes, recurrió al golpe para evitar el asenso al poder por parte del MNR, que era un partido nacionalista, que ya había participado en el gobierno de Gualberto Villarroel. Gobierno derrocado por un cruento golpe que coaligaba al PIR, partido de izquierda, y a la rancia oligarquía “minero feudal”. El PIR justificaba el golpe con la formación de un supuesto “frente popular”, al estilo de los dados en Europa, enfrentado a un en Bolivia a supuesto fascismo, encarnado en Razón de Patria (RADEPA), que era la organización de militares nacionalistas partícipes de la guerra del Chaco. Esta apreciación des-contextuada de la realidad histórico-política-económica boliviana llevó al PIR a aliarse con la odiada oligarquía criolla. El golpe terminó con la vida y el colgamiento de Gualberto Villarroel. Este error garrafal del PIR le valió su vida política, fue su muerte política. Uno de los partidos más grandes de la izquierda boliviana, de influencia en los sindicatos de los trabajadores y en las universidades, terminó comprometido en un golpe de Estado que, al final, defendía los intereses de los “barones del estaño”, de la burguesía minera, con la que se enfrentaba el gobierno de Gualberto Villarroel. Del PIR nace el Partido Comunista (PC), fundado por Sergio Almaráz Paz, uno de los militantes de la juventud del PIR más brillantes, dirigente de la célula Lenin. La fundación del Partido Comunista contó, en principio, con jóvenes militantes; después viejos militantes del PIR pidieron su ingreso. En el comité central se compartió entre jóvenes y viejos militantes; los viejos terminando expulsando a Sergio Almaraz Paz, supuestamente pos su desviaciones nacionalistas, además por leer más a Camus que a Konstatinov[60]. Sergio Almaraz Paz ingresó al MNR.
Otro partido de izquierda marxista era el Partido Obrero Revolucionario (POR), de tendencia Troskysta, también de influencia en los sindicatos mineros, incluso más que el PIR en lo que respecta a la influencia ideológica. Esto se ve en la aprobación de la Tesis de Pulacayo, tesis elaborada desde la perspectiva de la revolución permanente y la tesis de transición. También militantes troskystas deciden ingresar al MNR, bajo la justificación de la táctica de “entrismo”, puesto que las masas estaban con el MNR, en pleno proceso de la revolución nacional en curso. Después de esto, prácticamente el joven militante e intelectual de los distritos mineros, Guillermo Lora, se quedó a cargo del POR. Siguió la línea de la independencia de clase y de crítica proletaria a lo que consideraba era una revolución burguesa. Con todo, se puede ver la inmensa agitación en las filas de la izquierda y en los sindicatos obreros ante la exigencia de las coyunturas políticas al inicio de la revolución nacional. El MNR se auto-identificó como un partido poli-clasista, más o menos un frente amplio, por eso fue un partido donde se trasladaron las tensiones de la lucha de clases, de las tendencias inherentes sobre la conducción de la revolución, la administración de las empresas nacionalizadas, la reforma agraria y la perspectiva política de la misma revolución. Más tarde, cuando las crisis del partido arreciaron, el partido se dividió, de acuerdo a sus tendencias y composición de clase. EL Partido Revolucionario de Izquierda Nacional (PRIN), se conformó sobre la base de la influencia en la COB y en los sindicatos de trabajadores que tenía el líder carismático Juan Lechín Oquendo. El Partido Revolucionario Auténtico (PRA) se conformó desde el ala derecha del MNR, liderada por Walter Guevara Arce, quién había redactado la Tesis de Ayopaya en contraposición a la Tesis de Pulacayo.
Teniendo en cuenta este panorama se puede ver que el MNR, siendo un partido populista y nacionalista, también una especia de frente amplio, en la medida que se fue consolidando como gobierno y fue equilibrando las fuerzas, milicianos, policía y ejército, en la medida que fue estructurando el aparato burocrático administrativo, las tendencias más conservadoras fueron ganando terreno en la conducción del partido y el gobierno. Este proceso de derechización puede ser interpretado a partir de una hipótesis un tanto exagerada, empero que esclarece el comportamiento del partido nacionalista. Se puede decir que el MNR en la medida que logró consolidarse en el poder quiso corregir lo que en el fondo consideraba errores políticos precipitados, la nacionalización de las minas y la reforma agraria, por lo menos en su forma. Sin embargo, esta hipótesis se acerca mucho a la tesis de la conspiración, esta vez desde dentro. Cosa que descartamos, pues la dinámica política es mucho más compleja que las conspiraciones.
Al respeto, hay que tener en cuenta una enseñanza histórica, en la medida que las revoluciones no se profundizan; comienza en un momento, a partir de un punto de inflexión, pues no pueden quedar como en el medio, estancadas, cuando se genera el curso regresivo, conservador, incluso autodestructivo. También hay que tener en cuenta el contexto internacional; al gobierno Estadounidense no dejan de preocuparle estas rebeliones, reformas y revoluciones nacionalistas, las asocia con las revoluciones socialistas, sobre todo en América Latina después de la revolución cubana; en principio y en parte inspirada en la revolución de 1952, después decidiendo el curso socialista, empujada por la política intransigente e intervencionista norteamericana. Sobre todo desde el gobierno de J. F. Kennedy se decide contrarrestar la influencia comunista en Latinoamérica, se crea la “Alianza para el Progreso”, un programa continental asistencialista, y se interviene de una manera más asidua y detallada en los gobiernos latinoamericanos. En el caso boliviano se tiene especial atención. Desde esta perspectiva se puede decir que los gobiernos del MNR van hacer absorbidos a la influencia estadounidense, en plena guerra fría con el bloque socialista.
De todas maneras, los gobiernos del MNR no dejaron de experimentar tensiones y contradicciones, a pesar de la influencia estadounidense y el papel que empezó a jugar la embajada norteamericana en las decisiones políticas; creían que defendían la minería nacionalizada entregando el petróleo y el gas a los norteamericanos[61]. Este comportamiento devela el carácter del partido populista y nacionalista; no tenía una comprensión integral del significado histórico político de las nacionalizaciones, de su efecto de irradiación estatal. Creyó que bastaba cumplir con la nacionalización de las minas, nacionalización que también fue saboteada por la entrega de 23 millones de dólares a los “Barones del estaño”, descapitalizando a COMIBOL, acompañada por una administración corrupta y clientelar. Las masas insurrectas llevaron al MNR al poder, empero el MNR nunca supo por qué, creía que se lo merecía por haber ganado la elecciones de 1951. Nada más equivocado, una cosa es llegar al gobierno por elecciones y otra por una insurrección popular, los objetivos de las masas ya no eran los mismos que los del MNR, buscaban la emancipación social y la liberación nacional.
No se puede hacer una revolución a medias, esta cae, precisamente por indecisión y ambivalencia. No se puede tener una concepción parcial de las nacionalizaciones, sin entender la lucha mundial de los pueblos de los países periféricos por la independencia económica, la liberación nacional y la emancipación social. La nacionalización es un acontecimiento histórico-político de irradiación estatal. Los estados al hacerse cargo de sus recursos naturales soberanamente transforman los campos políticos y los campos burocráticos, transforman el mapa institucional. Las nacionalizaciones no sólo recuperan el excedente para el país, si es que logran recuperar todo el excedente que se genera en el país, aunque escape a su control el efecto multiplicador de la acumulación de capital que se realiza en el mundo, con las materias primas explotadas en el propio país; las nacionalizaciones llegan a generar una idea distinta de Estado. Se trata de la idea de Estado ligada al subsuelo, ligada a los recursos hidrocarburíferos y minerales, un Estado que se constituye en una relación íntima con los yacimientos. Se trata de la idea de un Estado que emerge de las vetas minerales y de los yacimientos hidrocarburíferos. Es una idea que contraviene al contractualismo liberal, que otorga incluso el subsuelo en condición de propiedad privada a las empresas, como ocurre en los Estado Unidos de Norte América. Es la nación la propietaria, como en el caso de México desde la nacionalización del petróleo en el gobierno de Lázaro Cárdenas; es el Estado el propietario, como en el caso de Bolivia, desde la nacionalización de la Stantard Oil; es el pueblo boliviano, desde la promulgación de la Constitución. En el último caso, la propiedad colectiva le da un carácter de propiedad común, propiedad del común, de todos, lo que a su vez le quita el carácter de propiedad y lo acerca al de disfrute equilibrado de los bienes comunes. Entonces se trata de un Estado que se genera no sólo desde el campo político y como campo burocrático, sino que genera un campo de interacción con los recursos naturales, en el caso de las anteriores constituciones, o un campo de interacción con la naturaleza, en el caso de la última Constitución. Esta idea es sumamente sugerente pues la matriz de los campos político, cultural, simbólico, económico y burocrático, no es sólo el campo social, sino un campo geográfico y geológico, por así decirlo, de interacción con los recursos naturales y con la naturaleza. Este campo es mas bien inmanente, como el planómeno de Gilles Deleuze y Félix de Guattari[62]. Que este campo sea real, en el sentido de la materialidad social, depende de las transformaciones institucionales y estructurales del Estado. Empero es una idea presente y difusa en torno a las nacionalizaciones. Idea que queda arrinconada después del entusiasmo de las nacionalizaciones, cuando los burócratas se hacen cargo de las negociaciones y vuelven a convertir los recursos naturales en una mercancía.
El caso de la nacionalización de la Gulf Oil, es un ejemplo de este acontecimiento no sólo de soberanía nacional sino de propiedad pública ligada a los yacimientos hidrocarburíferos, a su control y recorridos en los mercados, en los ductos y en las formas de consumo. El entusiasmo inicial corrobora un sentimiento colectivo de soberanía. El boicot posterior de la Gulf Oil, usando todos los dispositivos a su alcance, intentando detener la construcción del gaseoducto a la argentina y la venta de petróleo a ese país, adjudicándose la propiedad del petróleo y del gas, así como de los yacimientos concesionados, usando su influencia en el país con políticos, medios de comunicación y personeros del gobierno oportunistas o, en su caso pragmáticos, muestra que la lucha por el control de los recursos naturales entre los pueblos y las empresas trasnacionales no culmina con la nacionalización sino que continúa después, donde entran los términos de la indemnización de por medio, el control de los flujos cuando salen del país, el control de los mercado y la decisión de los gobiernos involucrados, además de los organismos internacionales de financiamiento[63].
La nacionalización de la Gulf Oil del 17 de octubre de 1969 fue en los hechos, desde una mirada histórica, observando los ciclos largos del capitalismo, donde se contienen los ciclos de explotación de los recursos naturales, además de los periodos políticos, una medida que continua la perspectiva histórica y política de la nacionalización de la Standard Oil y la nacionalización de las minas, aunque se lo haya hecho en otro gobierno, después del interregno del gobierno militar que barre con el último gobierno d la revolución nacional (1964-1966) y del gobierno electo del general René Barrientos y Siles Salinas, que continuaron la política entreguista de los hidrocarburos de los últimos gobiernos del MNR del periodo de la revolución nacional. Esto plantea problemas teóricos; la continuidad de la lucha no está garantizada por los gobiernos sino por la estabilidad y continuidad de las medidas, en este caso de las nacionalizaciones. Acontece algo así como un meta-gobierno que atraviesa a los mismos gobiernos, aunque aparece de manera intermitente, que se efectúa como una doble irradiación estatal, en tanto soberanía y en tanto transformación estructural del mismo Estado. Se trata también de acontecimientos políticos y sociales por el carácter democrático, de ampliación de derechos democráticos, profundización de la democracia y participación popular.
Ciertamente la fase del entusiasmo y de las transformaciones no es perdurable, paradójicamente son los mismos gobiernos nacionalizadores los encargados en comenzar el amortiguamiento del impacto de la nacionalización, presionados por los dispositivos de poder de las empresas trasnacionales, los estados imperialistas, las estructuras y relaciones de poder distribuidas en el orbe y la región de dominio. La nacionalización de las minas indemnizó a los “Barones del estaño”, aunque estos eran los verdaderos deudores del país, por el saqueo, los minúsculos impuestos que pagaban al Estado, el haberse enriquecido exorbitantemente a costa del pueblo y de los recursos minerales, propiedad del Estado, y haber extranjerizado el capital acumulado. La nacionalización de la Gulf Oil terminó indemnizando a la empresa del petróleo norteamericana, pues primero el propio general Ovando Candia se comprometió hacerlo, y es cuando el ministro Marcelo Quiroga Santa Cruz renuncia, pues no estaba de acuerdo con las condiciones y los montos exigidos por la empresa; más tarde es el gobierno de facto del General Banzer el que accede pagar una indemnización cada vez mayor y de acuerdo a los requerimientos de la Gulf Oil.
Este tema de la indemnización, después de la nacionalización, nos muestra el control que tienen todavía las empresas trasnacionales, incluso después de efectuada la expropiación. El obtener ganancias con la indemnización no solamente depende de los controles de la empresa trasnacionales, de los monopolios que tiene, de la capacidad de coerción y chantaje que pueda realizar, sino también de lo que llamaremos los hombres de las trasnacionales en el propio gobierno nacionalizador. Tan fuerte es la presión de la empresa trasnacional afectada que termina formándose como una tendencia a buscar resolver el problema de la indemnización lo antes posible. A pesar de las auditorias que muestran otras cifras, a pesar de los incumplimientos de la empresa, de los fraudes descubiertos, de las multas a las que se debe someter, algunos funcionarios tienden a dirimir con la empresa trasnacional, aceptando una negociación que afecta los intereses del Estado. ¿Por qué se lo hace? No tienen el mismo perfil estos funcionarios pusilánimes; por un lado están los pragmáticos, que optan por una solución rápida, por otro lado están los de un dudoso comportamiento, sobre todo por su afinidad con los intereses de la empresa trasnacional. En el medio está toda clase posiciones ambiguas. Por el otro lado, se encuentran los que quieren llevar consecuentemente la nacionalización, evitando que la empresa expropiada se salga con las suyas, buscando hacer cumplir las normas de la nacionalización y las leyes del país, evaluando las inversiones y el comportamiento de la empresa, sacando las consecuencias de las auditorias. Los resultados dependen de cuál de los grupos tiene más peso en la toma de decisiones. Lastimosamente los grupos pragmáticos y los afines a la empresa trasnacional terminan teniendo muchas veces mayor peso que el grupo de los consecuentes. Esto conduce a la descapitalización de la empresa estatal y a llevarla a situaciones comprometedoras en los escenarios operativos, técnicos y comerciales en los que tienen que desenvolverse.
Por eso el curso de las nacionalizaciones es dramático; comienzan recuperando los recursos naturales para el Estado, la nación, el pueblo, produciendo un efecto estatal de control soberano y de administración autónoma de los recursos naturales, un efecto estatal que implica la nacionalización del mismo Estado y del gobierno, transformando sus composiciones y estructuras, vinculando su porvenir al rumbo de los recursos naturales y de los yacimientos. El Estado se vuelve un Estado minero y/o petrolero, su economía está íntimamente ligada a la explotación, producción y comercialización minera e hidrocarburífera. Gran parte de la administración recae en la administración de estos flujos y del excedente. La economía estatal, conformada por las empresas estatales, cobra gravitación en la estructura económica, dinamizan el funcionamiento de todas las formas de organización económica. El perfil de la economía se puede definir como el de un capitalismo de Estado. No es que todo el campo económico sea estatal o publico, sino que el centro gravitatorio del campo económico es el Estado, es decir, la economía manejada por el Estado, las empresas públicas.
El capitalismo de Estado tiene por lo menos dos acepciones en la teoría; una en la teoría marxista de la escuela austriaca, otra en el discurso teórico latinoamericano. En la escuela austriaca el capitalismo de Estado tiene que ver con la tesis del imperialismo como última fase del capitalismo, tesis difundida por Lenin[64]. La tesis se elabora a partir de la caracterización del capitalismo en esta fase, sobre todo por el papel que juega el Estado en intima articulación con el capital financiero. El Estado no solamente es instrumento indispensable en la acumulación de capital, sino que juega un papel dinámico en el proceso de concentración, en el control y la administración financiera de todas las formas de capital. Proyecta una geopolítica de expansión en los entornos y en el mundo. A esta vinculación estrecha entre Estado y capital financiero y a la plataforma de políticas económicas que apoyan la concentración de capital se llama capitalismo de Estado. En América Latina se ha llamado capitalismo de Estado a los procesos inherentes dados en los gobiernos nacionalistas y populistas que optaron por el camino de las nacionalizaciones y la política económica de sustitución de importaciones, promoviendo la industrialización y conformando empresas públicas.
Como se puede ver son dos concepciones distintas de capitalismo de Estado. Extendiéndonos en las consideraciones de capitalismo de Estado, Karl Polanyi tiene una comprensión más abarcadora del capitalismo de Estado, incluye en el capitalismo de Estado a los propios Estados socialistas. Para este teórico la característica principal del capitalismo de Estado es el monopolio del Estado en la Economía; lo que ocurría en la URSS y en la República Popular China no era otra cosa que la gestión de la economía capitalista por la vía Estatal. Entonces hay varias formas de capitalismo de Estado. A nosotros nos interesa la forma de capitalismo de Estado que se instituye en las periferias del sistema-mundo capitalista a partir de la política de nacionalizaciones y el proyecto de sustitución de importaciones. Sobre todo interesa comprender por qué muchos de estos proyectos no salen del modelo extractivista y terminan atrapados en una economía rentista.
Ahora vamos hacer el análisis de la nacionalización de los hidrocarburos efectuada en la primera gestión del gobierno de Evo Morales Ayma.

La nacionalización de los hidrocarburos del 2006
El decreto “Héroes del Chaco” recupera la propiedad del Estado, antes de la Constitución, y propiedad del pueblo boliviano, después de la Constitución, desde boca de pozo, pues se reconocía con la capitalización la propiedad del Estado de los hidrocarburos en el subsuelo. No se efectúa una expropiación de las empresas capitalizadas, es decir privatizadas, sino que se modifican las condiciones de contratación, se modifican los contratos de operaciones, además de comprar acciones de las empresas privadas, en algún caso de la totalidad de las acciones, en otros del 50% más uno. Antes de que las empresas trasnacionales firmen los nuevos contratos acordados, se vivió un año de bonanza, por disposición del decreto “Héroes del Chaco”, que estableció una distribución de 82% para el Estado y 18% para las empresas, en lo que corresponde al reparto del excedente. Cuando se firmaron los contratos de operaciones y se convalidaron en el Congreso, cosa que nunca había ocurrido con la capitalización, la distribución entre Estado y empresas se dio prácticamente a mitades. Un balance cuantitativo del CEDLA valoriza los alcances de la nacionalización de la siguiente manera:
El incremento importante de la renta petrolera que percibe el Estado a partir de 2005 fue resultado de la creación del Impuesto Directo a los Hidrocarburos por la Ley 3058. Este nuevo impuesto sumado a las Regalías y la Participación del Tesoro General de la Nación (TGN) permite recaudar el 50% del valor de las ventas de hidrocarburos, sustituyendo un régimen tributario que hasta el año 2004 generaba recaudaciones en permanente declinación. A este porcentaje se suma con la nacionalización el porcentaje variable correspondiente a la participación de YPFB, que en promedio alcanzó al 12,5% a partir del 2008. El total de la renta que se percibe con la reforma del régimen tributario, entonces, llega como promedio al 62,5%, y no al 82% como le gusta decir al Presidente Morales[65].
En un ensayo sobre el pragmatismo, en el apartado sobre el pragmatismo gubernamental, escribimos, en base al documento del CEDLA, sobre otra tributación añadida, como es el llamado “government take”, y su subsecuente calculo lo siguiente:
Sin embargo, el gobierno usa demagógicamente un procedimiento de cálculo, inadecuado para los fines propagandísticos perseguidos, con el propósito de hacer creer que el Estado percibe más; se trata de una fórmula de cálculo del excedente capturado por el Estado, que el gobierno ha utilizado recurrentemente para mostrar un porcentaje mayor a ese 62,5%, hablamos del denominado “government take” que habría llegado en 2010 al 73% del valor de la producción. Este porcentaje relativamente mayor incluye el pago del Impuesto a las Utilidades de las Empresas (IUE) del orden del 25% sobre utilidades netas, perteneciente al régimen tributario general y no exclusivamente al sector, que se efectiviza desde el 2005, gracias a la anulación de la posibilidad de acreditar el pago de regalías con cargo al pago del IUE dispuesta por la Ley 3058, y el pago de las patentes por la áreas de trabajo[66].
Al respecto, los cálculos varían, el presidente y el vicepresidente dan una suma de porcentajes que llega al 82%, incluso Manuel Morales dice que se llegaría al 90%. El CEDLA considera que esto no es adecuado por las características de este “government take”. Tampoco se pueden sumar porcentajes que tengan distintas bases. De todas maneras no conviene entramparnos en esta discusión, lo que importa es caracterizar el estilo de nacionalización efectuada. No se hizo por expropiación, sino por modificación de la condición de los contratos de operaciones y por compra de acciones. De acuerdo a la Constitución las empresas privadas son prestadoras de servicios, esto también de acuerdo a la nacionalización; entregarían todo el producto explotado a YPFB y la entidad estatal pagaría pos sus servicios. Hasta aquí todo parece adecuado, empero debemos introducir condicionantes técnicas ineludibles, ¿quién tiene el control técnico de las operaciones?
Roberto Fernández en el capítulo sobre El reacomodo del poder petrolero transnacional en Bolivia, del libro La Mascarada del Poder, de varios autores, dice:
Que el gobierno no ha podido romper totalmente con las bases del poder petrolero extranjero en Bolivia; se controla, es cierto, las áreas de refinación y transporte, pero la operación de los campos más ricos en hidrocarburos está a cargo de las transnacionales petroleras. Lo que ha ocurrido, en sustancia, es un reacomodo empresarial petrolero al interior del bloque de poder dominante actual, con una gran influencia en la toma de decisiones sobre la política energética[67].
Más abajo, sobre el control técnico de las empresas trasnacionales establece que:
No basta lo que diga una ley, sino que es de capital importancia el control físico y material, operativamente hablando, de toda la cadena productiva de los hidrocarburos[68].
Usando los mismos datos estatales escribe que:
Según el Ministerio de Energía e Hidrocarburos, durante la gestión 2010, la participación de las empresas operadoras extranjeras en la producción de gas natural sería la siguiente: Petrobras Bolivia: 63%; Petrobras Energía: 2%; Repsol: 7%; British Gas: 5%; Vintage Petroleum: 2%; Andina (YPFB- Repsol): 6%; y YPFB-Chaco: 13%. Salta a la vista que las operadoras extranjeras producen el 79% del gas natural, sin tomar en cuenta la participación de Repsol en la empresa mixta Andina.

Según el mismo Ministerio, en la producción de petróleo, condensado y gasolina natural, las empresas petroleras tienen la siguiente participación: Petrobras Bolivia: 58%; Petrobras Energía: 2%; Repsol: 18%; British Gas: 3%; Vintage Petroleum: 1%; Andina (YPFB-Repsol): 6%; y Chaco: 12%. Nuevamente se ratifica que las empresas extranjeras producen el 82% de los líquidos señalados, sin tomar en cuenta, otra vez, la participación de Repsol en Andina[69].
Haciendo más precisiones y recurriendo al estudio del CDEDLA, se describe la situación:

§ En el año 2009, las reservas probadas de gas y petróleo con alto valor comercial se encuentran en cuatro mega campos que representan el 85% del total;
§ Esas reservas están bajo control de cinco empresas: Petrobras (brasileña), Repsol (española), Total E&P (francesa), British Petroleum (BP) y British Gas (BG) (británicas);
§ Los campos convencionales representaban el 15 % restante;
§ YPFB Chaco y YPFB Andina (YPFB-Repsol) controlan únicamente el 11% de las reservas probadas de gas y petróleo[70].

Por el mismo estudio sabemos que las reservas en los megacampos son en los hechos controladas por las empresas trasnacionales, de acuerdo con su participación en la sociedad constituida:

1. San Alberto (Petrobras);
§ San Antonio [Petrobras: 35 %; Andina: 50% (YPFB: 25% y Repsol: 25%); y Total E&P Bolivie: 15 %);
§ Margarita (Repsol: 37%, BG: 37,5%, Pan American y British Petroleum: 25%);
§ Itaú (Petrobras: 30%, Total E&P Bolivie: 41%, YPFB-Chaco: 4% y BG: 25%)[71].

Las conclusiones del investigador no se dejan esperar:
Conclusiones: en los megacampos donde existen reservas probadas, las empresas transnacionales operan casi el 80% de la producción de gas y petróleo. Existe una vinculación orgánica entre las petroleras y el Estado con una evidente participación minoritaria de YPFB en el proceso de explotación; YPFB no es la empresa que produce más de la mitad del gas natural en Bolivia[72].

Las preguntas son concretas: ¿Por qué siguen operando las empresas trasnacionales después de la nacionalización? ¿Por qué no ocurre como antes, después de la nacionalización de la Standard Oil y de la nacionalización de la Gulf Oil, cuando la empresa estatal YPFB era la que operaba y tenía el control de las reservas? Han pasado seis años desde la nacionalización y YPFB sigue arrinconada como una administradora, salvo algunos pozos y las refinerías. Las datos son alarmantes el 79% de la producción de gas está en manos de las empresas trasnacionales, el 82% de la producción de petróleo, condensado y gasolina está en manos de estas empresas, el 85% de las reservas probadas de gas y petróleo con valor comercial se encuentra en megacampos controladas por las empresas trasnacionales. La nacionalización implica el control efectivo de reservas, de explotación y producción, si esto no ocurre, ¿cómo garantizar la soberanía sobre los recursos naturales? ¿Acaso es suficiente la norma jurídica? ¿Es suficiente el cálculo de la renta hidrocarburífera? ¿Cómo garantizar esa suma del 18% inicial de la renta petrolera, más el 32% del impuesto directo a los hidrocarburos, más el 12% del impuesto a las utilidades, y más el porcentaje del goverment take, que corresponde a los megacampos, que es incierto? De acuerdo a cálculos del gobierno la suma llega al 82%, incluso a un 90%. Si no hay control técnico, si una intervención directa de YPFB en todas las operaciones, no se puede garantizar nada. Lo más objetivo es hacer como hace el CEDLA, establecer la suma hasta el 62% de la renta hidrocarburífera. Empero, ni así se garantiza nada mientras YPFB no sea la operadora y no tenga el control técnico de la producción.
No vamos a discutir si se reciben más ingresos que antes de la nacionalización, obviamente que si, empero hay que anotar, como hace Roberto Fernández, que:
1 Los actuales recursos dinerarios (Impuesto Directo a los Hidrocarburos, IDH) que reciben actualmente las municipalidades, gobernaciones y universidades no son resultado de la nacionalización del MAS, sino de la Ley de Hidrocarburos 3058, aprobada el año 2005, antes de la llegada del MAS al gobierno. La lucha por el incremento en la participación del Estado boliviano en la renta petrolera estuvo en los planteamientos de los movimientos sociales desde el año 2001, y fueron ellos los que impusieron el aumento de la participación estatal.

Dicho de otro modo: si con la Ley 1689 de Sánchez de Lozada se obtenía un 18% de la renta petrolera por regalías hidrocarburíferas, fue la lucha del pueblo boliviano la que impuso a los políticos de aquel tiempo que se aumentase ese porcentaje al 32% adicional —el Impuesto Directo a los Hidrocarburos, IDH— que se calculaba para todos los efectos como una regalía. La suma de regalías (18%) e IDH (32%), por tanto, hacía un total del 50%. Este incremento, sustancial para las arcas del Estado, se realizó en contra de la voluntad del aquel entonces presidente Carlos Mesa, de muchos parlamentarios y, en particular, del propio Álvaro García Linera, que, con mucha vehemencia y desde las pantallas de televisión, defendía la propuesta de simplemente aumentar el impuesto a las utilidades petroleras.
2 Con el Decreto de Nacionalización número 28701 del 1 de mayo de 2006 (esta vez sí del Gobierno del MAS y mérito, en gran medida, del entonces ministro de hidrocarburos Andrés Solís Rada), se estableció que al referido 50% determinado en la Ley 3058 se le añada una otra participación adicional transitoria del 32% aplicable a los megacampos de hidrocarburos, con el fin de crear un fondo de arranque para que la empresa estatal boliviana refundada (YPFB) pueda comenzar a funcionar por sí misma.

Es cierto, como afirma el Vicepresidente García, que con esta medida la renta petrolera que recibía el Estado llegaba al 82% y algo más (si se le añadía el pago del impuesto a las utilidades), pero se trataba de una medida de aplicación transitoria que solo estuvo en vigencia entre mayo de 2006 a mayo de 2007, durante solo un año.

En mayo de 2007, cuando se protocolizaron los nuevos contratos firmados entre el Gobierno del MAS y las compañías petroleras, la participación del Estado boliviano del 82% volvió a ser la establecida en la Ley 3058, es decir, una participación del 50% (18 % regalías + 32% IDH). ¿Por qué, entonces, el Gobierno insiste en seguir hablando del 82% cuando esto ya no es aplicable a los campos grandes operados por las petroleras extranjeras?, ¿por qué no se le dice claramente al pueblo boliviano que el artículo transitorio ya no está vigente desde mayo del 2007?
2. Los nuevos Contratos de Operación (eufemismo que disfraza lo que esos contratos son en realidad: Contratos de Producción Compartida) contemplan una participación para Estado de regalías e IDH, más un coeficiente beta (B) para YPFB —desconocido por el país—, más las patentes y los impuestos upstream que incluyen el Impuesto a las Utilidades. No se pueden incluir en los impuestos upstream — el Impuesto al Valor Agregado (IVA) y el Impuesto a las Transacciones (IT), menos el Impuesto Especial a los Hidrocarburos y sus Derivados (IEHD), porque estos son impuestos que se transfieren al consumidor en el precio final de venta del producto (son impuestos que, a fin de cuentas, los paga el ciudadano).

Por otra parte, y como no se conoce exactamente cuánto significa el mencionado coeficiente beta (B), no es posible calcular con precisión, en el caso de los campos grandes, los megacampos, cuál es el nivel del goverment take —dato del que también se pavonea García, señalando que es uno de los más altos del mundo—. Por esto resulta legítimo desconfiar de las afirmaciones gubernamentales en las que se dice que el referido goverment take llega al 82%, o incluso al 90% en los Contratos de Operación[73].
Sin embargo, no se trata de recibir más por concepto de renta hidrocarburífera, sino de realizar una nacionalización efectiva, que contraiga una real re-fundación de YPFB. Se trata de construir una plataforma estatal de exploración, explotación, producción y comercialización, que sea la base de la industrialización de los hidrocarburos. Tampoco se trata de cálculos aritméticos inciertos sobre la renta hidrocarburífera, sino de manejar efectivamente, bajo control técnico, los montos y cantidades reales de los flujos hidrocarburíferos. No se trata de una competencia por la propaganda y el convencimiento, sino de contar con el monopolio real y efectivo estatal sobre los hidrocarburos.
La medida intentada del “gasolinazo” es una clara muestra que lo anterior no ocurre, no hay control técnico de la producción, YPFB no opera, no hay monopolio estatal de los hidrocarburos, salvo jurídicamente y nominalmente. La baja producción de los carburantes para abastecer el mercado interno, es también otra muestra de que YPFB no produce, sino que depende de los flujos de producción de las empresas trasnacionales. Esta realidad no se la cambia con compulsivas publicidades.

Diagrama de poder trasnacional
El diagrama de poder trasnacional forma parte de los diagramas de poder del capital, del capitalismo, de la acumulación de capital, la originaria y la ampliada. Cuando hablamos de capital nos referimos a la lógica de la acumulación (Karl Marx), cuando hablamos de capitalismo hablamos de la sociedad misma moldeada y racionalizada en sus prácticas, relaciones y conductas (Max Weber). Particularmente nos interesa el diagrama de poder de las empresas trasnacionales extractivistas, básicamente de la minería y de los hidrocarburos. ¿Cuál es la materia o el objeto de poder de estas empresas trasnacionales? Son los recursos naturales, las materias primas, las reservas, los yacimientos. Una vez que se dan lugar las concesiones territoriales por parte de los estados consideran que estos territorios, concretamente las reservas y los yacimientos, son suyos, son de las empresas trasnacionales concesionarias. Forman parte de las cadenas económicas que controlan estos monopolios, desde la explotación, la producción, la comercialización, si es que no se incorporan las materias primas a procesos de transformación, es decir de industrialización, de donde salen productos manufacturados e industrializados, que ingresan a otros niveles de comercialización y de mercados. Los países que hicieron las concesiones territoriales a las empresas trasnacionales compran estos productos manufacturados e industrializados, pagando precios que contienen una sumatoria de valores agregados. En tanto que las materias primas se pagaron como tales, como materias primas, sin valor agregado, ya sea bajo el concepto de renta o de venta. Esta es una primera diferencia cualitativa; los países que concesionan territorios a las empresas trasnacionales no controlan la cadena económica, no controlan el proceso de acumulación de capital. El monopolio de los mercados, el monopolio tecnológico, el monopolio financiero, no está en sus manos. Por más que logren mejorar las condiciones de la renta o de la venta extractiva, se encuentran en desventaja, no podrán beneficiarse de los procesos de transformación de la materia, tampoco de la acumulación consecuente. Por más que se declaren los estados o los pueblos propietarios de sus recursos naturales, no poseen ni son propietarios de estos procesos de transformación y acumulación. Las materias que entregaron, por renta o venta, ya no les pertenece. No intervienen en la magia de la ganancia; pueden acceder a la renta, que no es lo mismo.
Los mecanismos que afectan a la materia de poder son variados; por una parte jurídicos, por otra parte políticos, así como institucionales, también económicos y financieros, sobre todo técnicos. Las empresas trasnacionales acceden a las concesiones por medio de leyes, así como por contratos, de una manera más operativa. Son los estados los que asumen estos compromisos, a través de los gobiernos que firman las leyes, las normas, las reglas y regulaciones, así como los contratos. Son instituciones las que al final se hacen cargo de los contratos, también de los servicios, la empresa estatal, el ministerio del rubro, la institucionalidad internacional, también nacional, el sistema financiero internacional. De manera concreta y efectiva es la ciencia y tecnología de la empresa trasnacional la que detecta los yacimientos, la que los explota, la que termina poseyéndolos de manera efectiva. También pude hacerse cargo de su transporte, así como es la que tiene los contactos comerciales de venta, si es que no se hace cargo de esto el Estado.
El extractivismo es una relación de poder con la naturaleza. La empresa descarga su tecnología en la naturaleza, extrae, deja los yacimientos vacíos y pasivos en el medio ambiente. Esta ruta, incluyendo el transporte, la distribución, la comercialización y la industrialización, es una relación de poder sobre la materia, un dominio sobre la naturaleza. En este ámbito de relaciones de poder no solamente entran los territorios concesionados, sino también los poblados y las poblaciones adyacentes a los campamentos. Son también afectados; un entorno es contaminado, contrayendo efectos multiplicadores en los ecosistemas. Hay un entorno a los campamentos que sufre las relaciones de poder de la empresa. Pero, en la medida que la economía extractivista forma parte primordial de la economía del país que hace la concesión, toda la población también sufre los efectos de estas relaciones de poder. Las instituciones son atravesadas por las influencias de la empresa trasnacional, ni que decir, del campo burocrático y los hombres de gobierno; también son afectados por esta irradiación. Los medios de comunicación y los funcionarios son los lugares más vulnerables de las incursiones de la empresa trasnacional.
Entonces el impacto de la empresa trasnacional afecta en distintos planos y niveles. No lo hace de la misma manera, tiene distintos modos y procedimientos. En relación a los recursos naturales es la tecnología que emplea la que puede hacer más eficiente su explotación, incluso más devastadora. En relación al medio ambiente, depende del cumplimiento de las leyes, aunque también del alcance de la contaminación y depredación. En relación a los pueblos colindantes, depende de la capacidad de resistencia de estos pueblos, también del compromiso o la vulnerabilidad de sus dirigentes. En relación a la población del país, depende del nivel de politización de la gente y de sus organizaciones, así como depende del nivel de consciencia que se tiene sobre la problemática del extractivismo y de los recursos naturales. En relación al gobierno y las instituciones del Estado, depende del carácter y el perfil de gobierno, también depende de la fortaleza de las instituciones estatales y los alcances de la soberanía declarada, desde la nominal, la jurídica, hasta el control efectivo sobre el patrimonio y los recursos naturales.
El espectro de una empresa trasnacional es como el mapa de una metástasis, incursiona en todo el cuerpo social. También es como el mapa de una enfermedad viral, se expande y contamina. Corroe instituciones y compromete a gobiernos. Para las empresas trasnacionales lo que importa no es sólo preservar las reservas, las concesiones, la explotación, sino garantizar la extraterritorialidad de los territorios que controla, que forman parte de su inventario en la bolsa internacional. Para las empresas trasnacionales el país donde se asientan forma parte de un mapa más grande, el de las zonas de influencia, bajo su control, articuladas al gran mercado de las materias primas y a los procesos de industrialización. La perspectiva es otra, muy distinta a las perspectivas locales. Lo que invierte no solo tiene que ver con los costos de producción, incluso de riesgo, cuando hay que efectuar la exploración, sino con otros gastos, compensaciones por contaminación y depredación, gastos publicitarios y de influencia en medios de comunicación, compromiso de técnicos y funcionarios estatales, incluso altos funcionarios de gobierno. Todos estos gastos están contemplados, forman parte de costos de la fabulosa maquinaria de valorización dineraria, de generación de ganancias y super-ganancias, de la generación de la acumulación de capital. El circuito de influencias, la corrosión y la corrupción forma parte de estos procedimientos, como uno más, dentro de un conjunto diferencial de incursiones y actividades encaminadas a salvaguardar los intereses de la empresa trasnacional.
La lógica en la que operan no sólo es de costo y beneficio, tampoco sólo de competencia, sino mas bien de monopolio, de control integral; se trata de lógicas organizacionales y de sistemas de precios, donde el precio de las materias primas es uno de los componentes. No sólo se trata de que el precio de las materias primas se mantengan bajas, sino incluso se pueden disparar en tiempos de alta demanda; de lo que se trata es de contar con un cuadro dinámico del sistema de precios, de tal manera que las ganancias o super-ganancias se mantengan, que las tasas de ganancias se realicen, incluso que la tendencia a la tasa decreciente de ganancia se corrijan. No decaigan los efectos de la acumulación de capital. De esta situación de control global e integral del sistema capitalista, de esta condición de dependencia de la geografía que transfiere los recursos naturales, no escapan los países periféricos, que entregan sus recursos naturales, tan sólo por el hecho de que sube la renta hidrocarburífera o minera. Aunque mejoren sus ingresos, el cuadro general de la acumulación de capital se mantiene bajo el control de las empresas trasnacionales.
Por eso no basta con la nacionalización para salir de la dependencia, tampoco es suficiente que una empresa estatal se haga cargo de la explotación y producción, aunque mejoren las condiciones y los ingresos. Tan sólo cuando comienza el proceso de industrialización se puede decir que mejoran las condiciones del intercambio desigual. Sin embargo, con este paso tampoco se sale del todo de la dependencia; hay niveles. El abastecimiento del mercado interno es una fase, la producción de carburantes o, en su caso de metales fundidos, es parte de estos primeros pasos, tanto para el mercado interno como para el mercado externo. Sin embargo, mientras no se articulen industria pesada e industria liviana en una plataforma industrial y productiva es difícil hablar de salir de los límites de la dependencia. Pero, aquí no acaba la cosa; el problema es la competencia en el mercado internacional. Las empresas estatales o semi-estatales se vuelven también empresas trasnacionales, como en el caso de China o en el caso de Brasil. Están obligadas a competir y al monopolio. La lucha en el mercado internacional es sanguinaria.
Una de las claves para medir la salida de la dependencia tiene que ver con la estructura económica, tiene que ver con la gravitación en esta estructura de la economía extractivista. No basta que haya industrias y se haya ampliado el peso de la agricultura, todo depende de la composición. Una economía puede seguir siendo extractivista a pesar de la presencia industrial y de la ampliación agrícola. Los desafíos tienen que ver no sólo con la industrialización y la soberanía alimentaria, la integración del mercado interno, la autonomía económica, sino con el acceso y la invención tecnológica, con la investigación y las ciencias, con la irradiación en los mercados y la influencia en el orden mundial. La emergencia de las llamadas potencias industriales afronta estos desafíos; es la República Popular de China la que mejor se adecúa y responde a estos desafíos, empero la problemática inherente no se resuelve.
No solo que no se resuelve sino que se problematiza aún más. La crisis actual del capitalismo, crisis estructural, no sólo se manifiesta en la crisis financiera, así como en las llamadas crisis de sobreproducción, sino que adquiere connotaciones alarmantes en la crisis ecológica. El crecimiento y el desarrollo capitalista sólo pueden darse a costa de la naturaleza, de la depredación, contaminación y destrucción de la naturaleza. Aquí se encuentran los límites civilizatorios y físicos de esta forma de crecimiento y desarrollo. Seguir avanzando por la vía de la destrucción del planeta no tiene sentido, ni siquiera para el propio capitalismo. Recorrer esta vertiente compulsiva de los beneficios, de las ganancias, de la competencia, lleva a problematizar los alcances de la crisis, aunque se obtenga grandes ganancias para unos, los menos, las familias más ricas del mundo, ocasionando austeridades, desigualdades y pobrezas en las grandes mayorías.
Parece que llegamos a un punto donde la lógica de la competencia no aguanta ni puede sostener el crecimiento infinito y el desarrollo ascendente. Esto conduce a la destrucción ecológica, y quizás antes a la guerra. ¿Aguantará el mundo una tercera guerra mundial? ¿No es más bien momento de detener la marcha vertiginosa del tren, como decía Walter Benjamin? ¿No es mejor, antes del desastre, pasar de la economía de la competencia a la economía de la solidaridad y de las complementariedades? ¿Qué impide hacerlo? ¿El interés de un exiguo numero de multimillonarios? Al final todas las estructuras de poder están dispuestas a su servicio; el orden mundial, las fabulosas maquinarias de guerra, las instituciones internacionales, el sistema financiero internacional, los estados y los gobiernos, incluso las leyes y la administración de las leyes. ¿Tiene sentido todo esto? ¿No forma parte de las irracionalidades del capitalismo? ¿Por el beneficio de unos cuantos vamos a destruir el planeta y obligar a la austeridad y al hambre a la inmensa mayoría de la humanidad? Al final de cuentas los científicos, los técnicos, los funcionarios locales e internacionales, son gente a sueldo, al servicio de esta minúscula minoría, son los guardianes del orden al servicio de un grupo de multimillonarios, que lo único que hacen es seguir acumulando como una abeja madre estéril. Toda esta gente está atrapada en un imaginario kafkiano, un imaginario que ha inventado fabulosas maquinarias al servicio de la nada. Aparatosas burocracias, complejos industriales y tecnológicos, fabulosas maquinarias productivas, que sostienen la edificación de un progreso que no tiene límites, que quizás sus límites se encuentren en el vacío. Cuando, por el contrario, la ciencia y tecnología pudieran más bien servir para liberar la creatividad, las capacidades y potencialidades humanas, en la perspectiva subjetiva del logro de la felicidad y en la perspectiva objetiva de armonizaciones con la naturaleza, los seres componentes y sus ciclos vitales. ¿Seguiremos por este derrotero irracional o cambiaremos de curso?
Quizás ha llegado el momento de convocar a una cumbre de la humanidad, que ponga en mesa y discuta estos problemas, una cumbre que tenga como tarea detener esta marcha a la destrucción, que busque conformar un mundo sin fronteras y una organización de asociaciones de productores, de cultivadores, de culturas y lenguas, de identidades colectivas, de organizaciones sociales y movimientos, de científicos y sabios, de identidades diversas. A esta cumbre tendrían que asistir todo lo representativo de la humanidad, científicos, sabios, literatos, artistas, religiones, organizaciones e instituciones, incluso políticos y esta casta de multimillonarios, aunque en la proporción que les corresponde demográficamente. No una cumbre de burócratas y funcionarios, como las que ya hay, sino una cumbre de las producciones, creaciones, preocupaciones, actividades y activismos que hacen a la humanidad, de sujetos y subjetividades involucrados en las múltiples creatividades y capacidades humanas, creencias, lenguas y culturas. Son pues estas grandes mayorías y también minorías las que tienen que decidir sobre el porvenir de la humanidad, las que tienen que defender la vida, tanto de la especie humana como de los otros seres de la naturaleza, también amenazados con la destrucción y desaparición.

Fuerzas, instituciones, empresa y monopolio
En lo que respecta al monopolio, hay que distinguir lo que ocurre con las empresas privadas capitalistas, que al formar parte de la acumulación de capital, la tendencia al monopolio, inherente a la competencia y al mercado, las empuja a una concentración, centralización y control orgánicos e intensos de sus entornos y redes. Concentración que deriva en una íntima articulación con el capital financiero, así como con las instituciones internacionales y los estados potencias. El monopolio estatal derivado de la nacionalización, incluyendo el monopolio de las empresas estatales, es distinto, en un monopolio de defensa ante el monopolio y control de las empresas trasnacionales. De acuerdo a Fernad Braudel el capitalismo se caracteriza por esta tendencia al monopolio, por explicarse a partir de la conformación de monopolios, no por el mercado, pues los monopolios se oponen al mercado.
Las corrientes neoliberales del siglo XX, que se conforman teóricamente entre la entre-guerra, y tienen vigencia política en Alemania Federal y después en Europa, antes de la aplicación con ayuda de los “Chicago boys” en Chile, en plena dictadura del general Pinochet, creen que se puede escapar a la tendencia al monopolio con la intervención del Estado no en la economía, sino en la sociedad, con la intervención del Estado en las condiciones jurídicas. Creen que se puede escapar al monopolio convirtiendo a todos, a cada individuo, en empresarios. Las corrientes neoliberales tienen una idea muy abstracta de la competencia y creen resolver los grandes problemas por medio de la asignación de recursos. Los principales adversarios de las corrientes neoliberales son el Estado empresa, el Estado interventor de la economía, también los monopolios. Sin embargo, lo que llama la atención, sin entrar todavía al debate teórico, es que la aplicación del proyecto neoliberal ha sido altamente funcional precisamente a la concentración, centralización y control de los monopolios. En la practica el neoliberalismo ha servido para enfrentar, desde su teoría, lo que llaman las formas totalitarias del Estado, expresadas en el Estado socialista y el Estado nacional-socialista (nazi), la economía política keynesiana y sus aplicaciones, el Estado benefactor. En la práctica no ha servido para evitar el decurso ascendente de la tendencia al monopolio, de la formación de monopolios, de su crecimiento desmesurado y atroz. En la práctica esta su pelea la ha perdido[74].
Desde la perspectiva de Michel Foucault las corrientes neoliberales corresponden al nacimiento de la biopolítica, que tiene varias fuentes y vertientes, incluso contradictorias. Se trata del desplazamiento epistemológico de la economía política, de las teorías clásicas y neoclásicas hacia una economía que se ocupa de los marcos en los que se desenvuelve la economía, en sus condiciones de posibilidad, en los marcos sociales, jurídicos e institucionales, que se ocupa de las conductas, que busca incidir en las poblaciones, en sus comportamientos, a partir de una teoría que se basa en la competencia y en el sentido empresarial. Puede que las intenciones de los gestores de las teorías neoliberales hayan sido otras, sobre todo los de la corriente alemana y austriaca, empero la aplicación de las políticas neoliberales han sido devastadoras en las sociedades y países donde experimentaron estas medidas, sobre todo en América Latina y el Caribe. La entrega de los recursos naturales a estas empresas, a través de concesiones y contratos, la privatización de las empresas públicas, la liberación de los mercados, con el consecuente el estallido de los precios, la privatización del ahorro de los trabajadores, la privatización de la salud y la educación, han ocasionado alarmantes costos sociales y terminando de apoyar el proceso a la tendencia monopólica de las grandes empresas capitalistas. La tendencia a la concentración de la riqueza, la generación de grandes super-ganancias, acompañadas por empobrecimientos generalizados, pauperismo y austeridades. Los estados perdieron soberanía y se convirtieron en administradores de los intereses de estas grandes empresas trasnacionales.
Parece que la tendencia al monopolio, a la concentración, centralización y control, no se detiene con las políticas privatizadoras neoliberales, sino, al contrario, se incentiva enormemente esta tendencia. El neoliberalismo ha terminado siendo un buen instrumento para apoyar el monopolio privado y la especulación financiera. Su cuerpo enunciativo abstracto no le salva de su responsabilidad en la crisis que asola el mundo, sobre todo en las formas sociales de la crisis, haciendo pagar a los ciudadanos el despilfarro de los millonarios y las especulaciones y burbujas del sistema financiero internacional. En los hechos, los dos adversarios del neoliberalismo, el Estado interventor en la economía y el monopolio, lo han vencido. Los estados, en plena recurrencia de su pragmatismo, han optado por políticas eclécticas, keynesianas y neoliberales, no han dejado de intervenir en economía, de uno u otro modo. Lo más elocuente es lo que pasa con el monopolio; esta tendencia se ha acentuado y se sigue acentuando. El problema de las corrientes neoliberales es que al desarrollar teorías abstractas y esquematizadas, al apartarse de los estudios históricos, se han apartado de la observación de las dinámicas efectivas sociales, económicas y políticas. Han generado imágenes esqueléticas del individuo, han llevado al extremo la defensa de las libertades individuales, obviando las libertades sociales y colectivas. En su lucha contra las formas interventoras de los estados, al renunciar a la comprensión de las fuerzas sociales y colectivas, ha descartado las únicas fuerzas que pueden transformar a los estados. Cayendo, por el contrario, en manos de estados potencia como herramientas teóricas y administrativas útiles a los fines oprobiosos y monopólicos. La contrastación de las teorías neoliberales con la historia efectiva nos lleva a su aplazamiento.
¿Dónde radica la fuerza de esta tendencia al monopolio? Ya lo decía Braudel, en el mismo capitalismo, en las mismas relaciones y estructuras capitalistas. El capital mismo, la valorización del valor, no sería posible sin el monopolio de los medios de producción. El capital ya es una concentración en sí, supera un límite, el ahorro, es inversión. Esta inversión capitalista no sería posible sin un mínimo de monopolio financiero. El capital supone una concentración de fuerzas, es decir, poder. No puede disociarse la producción y el comercio del poder; los estados han jugado un papel fundamental en la génesis del capital. Obviar estos datos históricos es desentenderse de la historia efectiva del capitalismo e inventarse una ficción forzada al margen de la historia, que la competencia es el secreto del desarrollo y del progreso. Esto es elevar a única categoría explicativa uno de los impulsos, de los múltiples que tiene el ser humano. Esto convierte a las teorías neoliberales no sólo en esquemáticas sino también en cándidas.
La lucha contra los monopolios no puede efectuarse desde los individuos, desde el átomo individual, sino desde los derechos sociales y colectivos, ahora desde los derechos de la naturaleza, a partir de la Constitución boliviana y ecuatoriana. La lucha contra los monopolios no puede efectuarse desde la defensa de la propiedad privada, sino es menester la incorporación de la defensa de los derechos sociales, colectivos y del común, de todos, además de incluir los derechos de la naturaleza. Tampoco puede efectuarse la lucha contra el monopolio desde el supuesto de la empresa, pues el monopolio es una empresa. La empresa capitalista es precisamente esto, la tendencia al monopolio. Otra cosa sería hablar de otra forma de emprendimiento, de otra forma de asociación, cuya orientación sea la satisfacción de necesidades, la felicidad, el vivir bien. Eso ya no sería una empresa capitalista.
En lo que respecta a nuestro tema, el monopolio estatal de los recursos naturales, efectuado a través de la nacionalización, hemos dicho que se trata de un monopolio de defensa. Este monopolio es de recuperación de patrimonios, de territorialidades, de recursos, que son como la condición inicial de la producción capitalista, las materias primas. Desde el punto de vista de la empresa trasnacional, el hecho de que invierta en su explotación la convierte en propietaria de estos recursos naturales. Que tenga que pagar una renta, lo hace por obligación. Desde su perspectiva estos recursos naturales no valen nada si están bajo tierra, sólo valen cuando se los explota. Este punto de vista muestra el desprecio de estas empresas por la naturaleza y de los pobladores que viven sobre estos recursos. Es un punto de vista mezquino; la contabilidad capitalista no cuantifica los costos transferidos a la naturaleza, que en verdad son inconmensurables. En realidad, el crecimiento capitalista implica el empobrecimiento de la naturaleza, su deterioro y depredación.
Ahora bien, el problema es que estas empresas trasnacionales al formar parte de la vida económica de los países, se convierten en un gran factor de poder. Inciden en las instituciones, buscan utilizarlas en beneficio propio, las convierten en engranajes de su poder, en administradoras de sus intereses. Inciden en la conducta de la gente, en dirigentes y gobernantes. Corroen las relaciones de su entorno, forman clientelas y circuitos de influencia, recurren a la corrupción, generan entornos problemáticos en los poblados adyacentes a sus entornos. Tienen tanto poder que terminan minimizando los alcances de la misma nacionalización, tienen aliados por todas partes, particularmente llegan a tenerlos en el mismo gobierno nacionalizador.

Estado plurinacional, descolonización y extractivismo
La cuestión estatal, la descolonización, el salir de la dependencia y el extractivismo son los grandes problemas que afrontan los pueblos de la inmensa periferia del sistema-mundo capitalista. Particularmente en Bolivia y Ecuador interesa mucho el camino de una nueva transición, una transición pluralista que démuela al Estado-nación y construya una nueva forma política, que profundice la democracia y logre un alcance mayor de los derechos, sobre todo de los derechos colectivos y los derechos de los seres de la madre tierra. Se hace cada vez más importante discutir y estudiar estos temas, sobre todo cuando se viven experiencias políticas que parecen mostrar las complicadas dificultades de construir una transición transformadora y pluralista. El Estado-nación, el Estado moderno se resiste a ser demolido, reaparece con fuerza sobre todo mostrando su capacidad de restauración y de reproducción. No olvidemos que esto de que el Estado se resiste es solamente un figura, pues no podemos convertir al Estado en un sujeto, un sujeto con voluntad propia. El Estado no es un sujeto, es mas bien un campo, hablamos del campo burocrático, administrativo e institucional, campo que está sostenido por el campo social, el campo político, el campo cultural, el campo simbólico, el campo escolar. Campos que no solamente se sostienen, de manera simultánea, sino que se articulan y, de alguna manera se entrecruzan. El Estado como campo es configurado por prácticas, relaciones, estructuras e instituciones, es movido por sujetos que ya han internalizado el Estado en sus habitus, en sus subjetividades, en sus imaginarios, en sus normas, valores y conceptos. Sobre todo interesan los agentes del Estado, los funcionarios.
Empero hay toda clases de agentes del Estado, los directamente involucrados o oficialmente involucrados, también los hay los que participan en la reproducción del Estado, como los profesores, maestros, docentes, así como los que hacen cumplir las normas y reglas establecidas, que no solamente son los juristas, siendo éstos de los más importantes en esta función, sino también los agentes de bancos, las y los trabajadores sociales, los agentes de desarrollo, incluso podríamos decir las llamadas ONGs. Ciertamente no podemos olvidarnos de los oficiales del ejército y de las fuerzas armadas, tampoco de los oficiales de policía. Hay pues una malla gigantesca de estos agenciamientos de poder, de estos dispositivos y disposiciones de poder, de estos sujetos portadores de acciones que representan, expresan y reproducen el Estado.
Pero, así como hay agentes de poder, hay también sujetos que son materia y objeto de poder, cuerpos sobre los que se trabaja la modulación, la inscripción y la internalización del poder. Estos sujetos son mucho más numerosos que los anteriores, son los pueblos, las comunidades, las sociedades, las poblaciones, por lo tanto los individuos que componen estos pueblos, comunidades, sociedades y poblaciones. Estos sujetos pueden identificarse, de acuerdo a los códigos de poder, de múltiples maneras, obreros, campesinos, indígenas, mujeres, alumnos, delincuentes, enfermos, migrantes, etc. Lo que importa es que se los tenga sometidos a procesos de modulación, de inscripción, de internalización y reproducción del Estado.
La reproducción del Estado se da lugar por esta constante y permanente constitución de sujetos y de subjetividades, de habitus, de esquemas de comportamientos y de conductas. Muchos de los sujetos afectados por los procedimientos y procesos de estatalización también van a convertirse en agentes del Estado, comprendiendo su variedad, su diferenciación y sus posiciones oficiales, paraestatales, normativas, de ordenamiento o, en su caso sólo de transmisión y garantía del cumplimiento de normas, reglas y valores. Otros, la mayoría, sin ser agentes de ninguna clase, se sitúan en una gigantesca labor de reproducción de la sociedad, de sus relaciones, sus estructuras, sus instituciones. Las relaciones familiares, de parentesco, de filiación, de alianzas, de amistad, de asociación, sindicales, corporativas, incluso comunitarias, los atraviesan y articulan a lógicas de reproducción social.
También hay momentos de crisis de la reproducción social y de la reproducción estatal, crisis de fisura de los campos, que pueden llegar incluso a su quiebre, a su transformación completa. ¿Cómo ocurre todo esto? ¿Cambio de habitus? ¿Cambio de prácticas, de relaciones? ¿Agotamiento de las estructuras y las instituciones? De todas maneras, ¿cómo acontece todo esto? No se puede explicar esto por una crisis de las relaciones, pues también hay que explicar cómo ocurre esta crisis de relaciones. No basta la hipótesis de la contradicción, contradicción inherente a las relaciones, pues las cosas no ocurren mecánicamente, las contradicciones no se dan sólo por acumulación de tensiones. Hay una condición de posibilidad histórica, cultural, social, sobre todo corporal, afectica, que excede estos ámbitos de los campos, de las relaciones, de las estructuras y de las instituciones, esta condición de posibilidad es la capacidad biopolítica, la potencia social, de lo que es capaz el cuerpo. Esta condición anterior al contra-poder. En términos del idealismo de la modernidad se hablaba de libertad, tratando de captar una voluntad vinculada a la razón, empero esta condición de posibilidad está más acá de la voluntad y de la razón. Es una fuerza y potencia de vida, es una capacidad de posibilidades y de creatividad. Esta dimensión y contenido está más acá del sujeto, que al final de cuentas es constituido por la internalización de las relaciones de poder, por más resistencias que se ponga a las modulaciones y dominaciones.
Sin embargo, hay que comprender que este contenido de capacidades biopolítica, creativas y de posibilidades es también un espesor de potencia social, que lleva a generar resistencias, así como en una escala mayor, a generar proyectos emancipatorios, así como proyectos de liberación. Como se puede ver, no todo el cuerpo se puede modular, no se puede adecuar a los objetivos del poder, de las relaciones, estructuras y relaciones de poder. Hay un espesor del cuerpo que es imposible modular o sujetar, someterlo a los diagramas de poder. Ese espesor está más acá del sujeto, más acá de la internalización y del habitus. Ciertamente tampoco es estatalizable. Es la fuerza inherente a la vida y a la generación de la vida, es una fuerza inmanente a los cuerpos, es una potencia inmanente.

[1] La teoría de los campos la desarrolló Pierre Bourdieu a partir de sus investigaciones, sobre todo se puede encontrar una amplia descripción de los campos, sobre todo del campo social en La distinción, así mismo en El sentido práctico. Es importante retomar la teoría de los campos en una investigación y análisis avanzados y maduros en Las reglas del arte. Se podría decir que el campo es un ámbito estratégico de espacios, territorios y lugares de distribución de los sujetos y capitales, económicos, sociales, culturales, simbólicos, escolares. También es el campo el que se cristaliza en las prácticas y se internaliza en los habitus. En el caso que nos ocupa Pierre Bourdieu despliega el análisis del campo político y el campo burocrático. Esto lo hace en sus cursos impartidos en el Colegio de Francia, cursos que se recogen enl la publicación Sur L’Ètat.
[2] Ernst H. Kantorowicz: Los dos cuerpos del rey. Un estudio de teología política medieval. Alianza, Madrid, 1985.
[3] Ver de Pierre Bourdieu Sur L’État. Cours au Collège de France 1989-1992. Seuil, Raisons d’agir. Paris 2012.
[4] Revisar Adam Smith en Pekín de Giovanni Arrighi. Akal 2007; Madrid.
[5] Ver de Comuna la serie de publicaciones que corresponden a este periodo, particularmente revisar El retorno de la Bolivia plebeya, Tiempos de rebelión, Democratizaciones plebeyas y Memorias de octubre. La Muela del Diablo.
[6] Revisar de Raúl Prada Alcoreza Descolonización y transición, también Genealogía de loa dependencia. Ambos ensayos se encuentran en el Blog Horizontes nómadas.
[7] La primera, la tesis del fin de la izquierda, de que ya no hay más izquierda que la del gobierno, es la tesis de Álvaro García Linera; la tesis del fin de la historia es la tesis de Francis Fukuyama.
[8] Immanuel Wallerstein: El moderno sistema mundial. Tres tomos. Siglo XXI. 2011;México.
[9] Ver de Gilles Deleuze y Félix Guattari Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-textos 2000, Valencia.
[10] Revisar de Immanuel Wallerstein El moderno sistema mundial, tres tomos, principalmente el primer tomo, La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Siglo XXI 2011, México.
[11] Revisar de Immanuel Wallerstein El largo siglo XX. Akal 1999; Madrid.
[12] Giovanni Arrighi anota a propósito lo siguiente: Braudel efectúa tal observación en relación al desplazamiento efectuado por los holandeses aproximadamente en 1740 y que él conecta con el protagonizado por los británicos a finales del siglo XIX y con los desplazamientos realizados previamente por los genoveses, el primero en el siglo XV y el segundo en el siglo XVI. Esta anotación se encuentra en el libro Largo siglo XX. Ob. Cit.; pág. 135.
[13] Revisar el debate ente Antonio Negri y Hannah Arendt. Un libro sugerente es Poder Constituyente de Antonio Negri, otro es La República de Hannah Arendt.
[14] Ver de Pierre Bourdieu Sur L’État. Ob. Cit.
[15] Citado por Immanuel Wallerstein en El moderno sistema moderno. La segunda era de gran expansión de la economía-mundo capitalista. Tomo III, 1730-1850. Ob. Cit. Pág. 297.
[16] Rhina Roux: El príncipe mexicano. Subalternidad, historia y Estado. Era 2005; México.
[17] Rhina Roux: Ob. Cit.; págs. 72-73.
[18] Ibídem: pág. 206.
[19] Revisar de Immanuel Wallerstein El moderno sistema mundial. La segunda era de gran expansión de la economía-mundo capitalista, 1730-1850; tres tomos. Sobre todo el tercer tomo. Ob. Cit.
[20] Primero se conforman dos virreinatos con los Habsburgo, después otros dos con los Borbones. Entonces el Virreinato de la Nueva España (1535-1821), que en un comienzo abarcaba desde Norteamérica hasta Guatemala y Filipinas; el Virreinato del Perú (1542-1824), que llegó a abarcar desde Panamá hasta el Cabo de Hornos, casi toda la Sudamérica española, excepto lo que ahora es Venezuela, dependiente de la Real Audiencia de Santo Domingo, radicada en la isla La Española, que a su vez lo era del Virreinato de Nueva España. Entre 1718 y 1742, Venezuela se integró en el recién creado Virreinato de Nueva Granada. Como consecuencia de la invasión napoleónica, produciéndose el cambio de dinastía tras la muerte de Carlos II y la llegada de los Borbones, se produce una redistribución de los virreinatos en América, creándose dos más, además de los dos anteriores; el Virreinato de Nueva Granada (1717-1723; 1739-1810) y el Virreinato del Río de la Plata (1776-1811).

[21] Revisar escritos de Carlos Montenegro a propósito de la tesis del motín como síntoma de la crisis. Sobre todo revisar Nacionalismo y coloniaje.
[22] La historia de Alcides Arguedas sobre los caudillos letrados tiene esa tónica.
[23] Revisar las investigaciones de Silvia Rivera Cusicanqui sobre la lucha de las comunidades a través de los apoderados. De la autora podemos citar Memoria colectiva y movimiento popular: notas para un debate; en Bases 1, México, 1981; Oprimidos perno no vencidos: luchas del campesinado aymara y quichwa, 1980-1990; La Paz, HISBOL-CSUTCB, 1984; La raíz: colonizadores y colonizados, en Violencias encubiertas en Bolivia. Vol. 1; La Paz, CIPCA-Aruwiyri, 1993. Particularmente su investigación de año sabático en la carrera de sociología sobre la defensa de las tierras comunitarias y el papel de los apoderados. También revisar las investigaciones del Taller de Historia Oral (THOA).
[24] Ver de de Sergio Almaráz Paz Réquiem para una república. En Obras completas. Plural 2010; La Paz.
[25] Immanuel Wallerstein escribe: Tras la coronación de Carlos V como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en 1519, sus dominios en Europa incluían áreas tan variadas y discontinuas como España (incluyendo Aragón), los Países Bajos, varias regiones del sur de Alemania (incluyendo Austria), Bohemia, Hungría, el Franco Condado, Milán, y las posesiones españolas en el Mediterráneo (Nápoles, Sicilia, Cerdaña y los Baleares). Por un momento este imperio, paralelo en su estructura al contemporáneo imperio otomano de Solimán el Magnífico y al imperio moscovita de Iván el Terrible, pareció absorber el espacio político de Europa. El moderno sistema mundial. La agricultura capitalista y los orígenes de la economía-mundo europea en el siglo XVI. Siglo XXI 2011; México. Págs. 240-241.
[26] Revisar la página web www.portalmibax.com/…/INDIOS AMERICANOS/Indios-americanos.
[27] Immanuel Wallerstein: El moderno sistema mundial. El mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750. Tomo II; Siglo XXI; México.
[28] Revisar de Immanuel Wallerstein El moderno sistema mundial. La segunda gran expansión de la economía-mundo capitalista, 1730-1850. Siglo XXI 2011; México.
[29] Immanuel Wallerstein, Ob. Cit.; pág. 269.
[30] Ibídem: Pág. 269.
[31] Ibídem: Pág. 270.
[32] Ibídem: Pág. 270.
[33] Ibídem: Pág. 270.
[34] Ibídem: Pág. 270.
[35] Ibídem: Pág. 271.
[36] Wallerstein cita a Kenneth Lockrige, de su texto Social Change and Meaning of the American revolution. En Journal of Social Histoty, VI, 4, pp. 403-449. La cita se encuentra en la Ob. Cit.; Pág. 273.
[37] Wallerstein cita a Evarts Greene, del texto The revolucionary Generation. New York, Macmillan. La cita se encuentra enla Ob.Cit.; pág 274.
[38] Wallerstein cita a Engal, Mark y Joseph A. Ernest, del libro An Economic Interpretation of the American Revolution. William and Mary Quarterly, 3a. serie,XXIX, 1, pp. 3-32.
[39] Ibídem: Págs. 283-284.
[40] Ibídem: Pág. 287.
[41] Ibídem: Pág. 287.
[42] En la Eciclopedia libre Wikipedia se define así a los levellers: Niveladores (Levellers en inglés) fue la forma en que se le llamó a una alianza informal de folletistas y agitadores políticos que surgió en Inglaterra cuando se desató el conflicto entre el rey y el Parlamento, en la década de 1640. Eran privatistas y democráticos a partir de principios más o menos afines a la libertad individual. No tenían un manifiesto fijo, y el movimiento no fue muy identificado hasta 1649, cuando fueron reprimidos. Eran pequeños propietarios que buscaban el reconocimiento de la igualdad absoluta ante la ley de los hombres y que esta igualdad estuviera reflejada en un pacto. Sus líderes más prominentes fueron John Lilburne, Richard Overton, William Walwyn, John Wildman, Edward Sexby y el coronel Thomas Rainborough. En 1646, cuando terminó la primera guerra civil, sus ideas ya dominaban el pensamiento de los soldados y oficiales del Nuevo Ejército Modelo (New Model Army), y así, los Niveladores mantuvieron el equilibro del poder político. En 1647, proclamaron el Agreement of the People (Acuerdo del Pueblo), para establecer las reglas jurídicas que regulen el gobierno, una especie de Constitución, que proponía una incipiente democratización, consiguiendo que Oliver Cromwell estableciera el Instrument of Government, que sólo regiría mientras este vivió, pero que es considerado el primer texto constitucional de la historia. Immanuel Wallerstein llama levellers en la rebelión norteamericana a los sectores más democráticos y populares.

[43] Ibídem: Págs. 292-293.
[44] Ibídem: Págs. 293-294.
[45] Ibídem: Pág. 301.
[46] Ibídem: Pág. 302.
[47] Ibídem: Pág. 302.
[48] Ibídem: Pág. 302.
[49] Ibídem: Pág. 303.
[50] Ver de Immanuel Wallerstein El moderno sistema mundial. La segunda expansión de la economía-mundo capitalista 1730-1850. Tomo II. Siglo XXI 2011; México; pág. 349.
[51] Ibídem; pág. 349.
[52] William W. Kaufmann: British Policy and the Independence of Latin America, 1804-1828, New Haven, Yale University Press. Citado por Immanuel Wallerstein; Ob. Cit.; pág. 349.
[53] Ver de Immanuel Wallerstein El moderno sistema mundial. La segunda expansión de la economía-mundo capitalista 1730-1850. Tomo II. Siglo XXI 2011; México; págs. 349-350.
[54] Ibídem: Pág. 351.
[55] Ibídem: Pág. 352.
[56] George Reid Andrews en Spanish American Independence: A Structural Analysis, Latin American Perspectives. Citado por Immanuel Wallerstein; Ob. Cit.; pág. 352.
[57] Ibídem. Wallerstein cita a R. A. Humprhreys y John Lynch, autores de The Origins of the Latin American Revolutions, 1808-1826; Nueva York, Alfred A. Knopf.
[58] Raúl Prada Alcoreza: Nacimientos de la política. Bolpress 2012;La Paz.
[59] Ver de Serío Almaraz Paz Réquiem para una república; en Obras Completas. Plural; La Paz.
[60] Carta de expulsión de Sergió Almaraz Paz del PC.
[61] Ver de Sergio Almaraz paz Réquiem para una república, particularmente el capítulo El tiempo de las cosas pequeñas. Ob. Cit.
[62] Ver de Gilles Deleuze y Félix de Guattari Mil Mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-textos 2000; Valencia.
[63] Revisar el libro de Hugo Rodas Morales: Marcelo Quiroga Santa Cruz. El socialismo vivido. Tres tomos. Plural 2010; La Paz. En el libro se encuentra una pormenorizada descripción y análisis de la nacionalización de la Gulf Oil, de sus avatares y de las pugnas con la empresa trasnacional. Los desacuerdos de Marcelo Quiroga Santa Cruz con las características de la indemnización a las que se compromete el gobierno del general Alfredo Ovando Candia. Sobre todo revisar, al respecto, el segundo tomo.
[64] De los más conocidos teóricos de la escuela austriaca es Hilferding
[65] Carlos Arze: Bolivia: ¿el “proceso de cambio” nos conduce a vivir bien? CEDLA 2012; La Paz.
[66] Raúl Prada Alcoreza: Tribulaciones de la conciencia desdichada. Sobre el pragmatismo. Bolpress 2012; La Paz. Blog. Horizontes nómadas.

[67] Roberto Fernández: La Mascarada del Poder. El reacomodo del poder petrolero transnacional en Bolivia.
[68] Ibídem.
[69] Ibídem.
[70] Ibídem.
[71] Ibídem.
[72] Ibídem.
[73] Ibídem.
[74] En el Nacimiento de la biopolítica Michel Foucault efectúa un análisis arqueológico y una genealogía de estas corrientes neoliberales. Sobresale la agudeza con que evalúa la historia de estas corrientes y sus formaciones discursivas, en el contexto de los debates teóricos y los desplazamientos epistemológicos habidos, también en el contexto histórico-político. Fondo de Cultura Económica 2007; México.