carta del profesor j antes de su detencion

21.Ago.03    Análisis y Noticias

Alegato de inocencia.

Vengo a reclamar mi derecho a la justicia.

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)

A los juristas, autoridades y los que no son ni juristas ni autoridades:

Desde hace ya casi 20 años que los medios de comunicación en Chile en mi caso violan los más elementales principios jurídicos, en especial la presunsión de inocencia de cualquier acusado.

He sido tratado por los medios de prensa como participante en la acción que culminó con la muerte del general Urzúa en 1983, cuestión que niego categóricamente.

Creía y creo legítimo, como lo establece la carta de principios de las Naciones Unidas, el levantamiento en armas contra los que acabaron con el gobierno legalmente instituido de Salvador Allende. Creo haber cumplido mis funciones como parte del pueblo en resistencia con honestidad y dignidad. Jamás se me habría pasado por la mente al tomar un soldado prisionero, desaparecerlo, torturarlo y arrojarlo al mar desde un helicóptero. Los compañeros que conocí en esa época también eran seres humanos dignos y altruistas, dispuestos a los mayores sacrificios por poner fin a la noche negra de Chile y coadyuvar a que la verdadera democracia pudiese volver.

Por eso tengo mi frente alta y clara y miro de cara a las actuales instituciones chilenas con la certeza de que hoy es posible dilucidar este caso de una vez.

Es de conocimiento público que después de la muerte del general Urzúa, los grupos resistentes que caían en manos de la DINA-CNI eran asesinados, sus casas atacadas con lanzacohetes, en fin, una furiosa razzia se dejó caer sobre los que luchaban por la democracia con las armas en la mano. En ese contexto, la única solución era salir del país y por eso buscamos refugio en la Nunciatura Apostólica donde hicimos entrega de las armas que portábamos, con lo que de hecho estábamos cumpliendo con los principios de la Convención de Ginebra con relación a los conflictos armados.

Mi aparición en los diarios por ese motivo llevó a los que torturaban a Jorge Palma Donoso a mostrarle mi foto preguntando si acaso era yo el otro participante de la operación Urzúa realizada por el comando Miguel Enríquez del MIR, y a ello Palma respondió afirmativamente, lo que permitió a la DINA-CNI practicamente cerrar el caso con la incorporación de mi nombre. Sólo que Jorge Palma, cuando pudo hablar, declaró publicamente que dicha afirmación había sido arrancada por torturas e inducida por los que le apremiaban físicamente. Jorge Palma declaró, y así apareció en los diarios, que no me conocía, que yo no había estado en esa acción armada y que desmentía la afirmación extraida de forma ilegítima.

No es posible, señores juristas, señores autoridades y señores que no son ni juristas ni autoridades, que frente a estas dos declaraciones, una extraida bajo las peores torturas y la otra cuando la palabra puede emitirse libremente, los medios de prensa se hagan eco de la primera versión, la de mi culpabilidad, y descarguen una campaña mediática en mi contra. No les fue difícil en esa época involucrar mi nombre y enlodar mi limpia trayectoria como luchador por los más elevados valores sociales.

Para más ‘convicción’, los servicios secretos de la época hicieron circular la noticia de que entre las armas entregadas a la Nunciatura habían algunas que fueron utilizadas en la operación Urzúa, por lo que denotan que su carácter ‘secreto’ era estrictamente funcional. La idea de la DINA-CNI era juzgarme publicamente y atraer a la opinión pública hacia la versión extraida bajo tortura, escondiendo y enterrando para siempre la última declaración de Jorge Palma justamente porque obraba en mi favor. Los medios reproducían una y otra vez las ‘pruebas’ fabricadas que se esgrimían en mi contra, pero nunca tuvieron la honradez de repetir una sola vez el desmentido de Jorge Palma.

La propia DINA-CNI, que dice saber tanto sobre el caso, sabía perfectamente que esas armas eran utilizadas en acciones diversas y luego devueltas a un depósito central. Un periodista dijo que era extraño que se llegara con las mismas armas, que había algo no explicado allí, pero nuevamente el silencio se impuso y continuó la parafernalia acusatoria que buscaba hacer de una mentira una verdad a fuerza de repetirla.

De modo que he sido juzgado y condenado, he sido declarado culpable por la DINA-CNI y por la prensa. La propaganda ha instalado esa idea en un sector de la opinión pública, por lo que hice la opción de no entregarme ni dejarme detener, pues caería de lleno en un juego de cartas marcadas.

20 años han transcurrido, señores juristas, autoridades y los que no son ni juristas ni autoridades. Hoy ya es posible diferenciar los tribunales civiles de los tribunales militares. Hoy ya es posible reivindicar el debido proceso. No sé si será posible exigirle a la prensa que en vez de levantar otra campaña mediática, respete los principios esenciales de todo acusado, de que es inocente en tanto no se pruebe lo contrario, que divulguen la idea de mi inocencia y que sean los propios servicios secretos de la época los que aporten, si pueden, la carga de la prueba acusatoria, que mis descargos ya los haré en su momento y en su lugar con mi abogado.

Pero esos 20 años no los he pasado encerrado en mí mismo, pues si algo ha motivado mi comportamiento durante la dictadura y durante el exilio, ha sido el hambre y sed de justicia y la realización efectiva de los derechos humanos. 20 años he pasado luchando por ello en los más diversos países, de donde debía salir por la injusta persecusión a que se me sometía. Mi primer destino fue Cuba, a donde llegué como refugiado de ACNUR y me gradué en la carrera de Derecho, me asocié a la Unión Nacional de Juristas de Cuba y trabajé en asuntos de vivienda y población en el Municipio de Centro Habana. Luego en 1990 fui invitado a Brasil por la actual Universidad Metodista de Sao Paulo y ministré clases en varias universidades, entre otras, las disciplinas de Filosofía del Derecho, Derechos Humanos, Derecho Penal, Historia del Derecho y me desempeñé como profesor de pos-graduación en la Universidad Sao Francisco a cargo de la disciplina de Derecho Penal Comparado.

Asimismo fui miembro de la Comisión de Derechos Humanos de la Orden de Abogados de Brasil OAB-Sao Paulo y asesor de la Asociación de Consejos Tutelares de Defensa de los Derechos del Niño y del Adolescente. Me desempeñé como asesor de la Asociación de Oficiales de Justicia del Estado de Sao Paulo y asesor de la Secretaría General de la Federación Nacional de Trabajadores del Poder Judicial de Brasil. Fundé, junto al Sindicato de Psicólogos de Sao Paulo, la Comisión Permanente por los Derechos de los Marginados, así como fundé y fui coordinador de la red de Escritorios Jurídicos Populares de Brasil, junto a grupos de estudiantes, abogados y otros profesores de Derecho. Hasta el día de hoy diversos juristas brasileños reconocen mi papel en la promoción de los derechos humanos y la formación de juristas con sensibilidad social hacia las capas más necesitadas de la población. Publiqué también en Brasil el libro ‘Introducción a la Ciencia del Derecho y Derecho Alternativo’ que se
encuentra, entre otras, en la biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Sao Paulo y es utilizado por profesores en varias universidades brasileñas.

En Mozambique me desempeñé como asesor del director de la Facultad de Derecho de la Universidad Eduardo Mondlane y consultor del Ministerio de Agricultura para asuntos de comunicación e investigaciones junto al campesinado. En Sudáfrica trabajé con Planact, entidad que realiza investigaciones y formación comunitaria.

Al mismo tiempo, diversos barrios periféricos de ciudades de Brasil, Bolivia, Sudáfrica. Mozambique y otros, fueron escenario de mis actividades con niños y jóvenes en investigaciones de campo, cantos, bailes y juegos, en la búsqueda de nuevas modalidades de entender los comportamientos y anhelos de un grupo que se une para la reconstrucción del ser social comunitario, autónomo, libre y creador, el sujeto de la democracia, la base motriz de todo proyecto social, el hombre común y la mujer común, el sujeto de la pobreza, el sujeto social que en medio de la marginalidad y la miseria es capaz de soñar y hacer de sueños realidades, la emancipación, que debe comenzar en los corazones de cada uno, ya no más desde las teorías, las ideologías, tácticas y estrategias, sino en la práctica de la vida en común y la alegría de ser, en el abrazo cotidiano con los otros y la mirada cara a cara, la solidaridad, el respeto y el afecto, las manos tomadas y el recomenzar a ver el mundo desde los
sentimientos más profundos compartidos.

He cambiado, claro que he cambiado, he crecido como un árbol con las raíces firmemente en la tierra, en nuestra Pachamama, desplegando mis ramas hacia el infinito, y ahora vengo a acariciarme con las otras raíces, a transformarme en bosque, donde muchos árboles y sueños puedan entretejer caminos hacia el horizonte.

Por eso reivindico mi derecho a la justicia, que se ponga fin a la campaña infame que se ha realizado en mi contra, que se me permita caminar libremente y sentir el viento de la cordillera y la brisa del mar en mi cara, que se me permita continuar mi camino de docencia para enseñar a aprender, pues no tengo nada nuevo a transmitir a no ser mis viejas ganas de vivir y ser libre, de reir, cantar, saltar, bailar, darme vueltas de carnero y subir montañas, como la canción en francés que enseño siempre en los grupos con que he convivido:

Enfant de la mountagne

Je retourne, je retourne

Enfant de la mountagne

Je retourne en chantant

La fatigue me gagne

Mais mon coeur, mais mon coeur

La fatigue me gagne

Mais mon coeur est content.

Y que se puede traducir en algo así como:

Niño de la montaña

Yo regreso, yo regreso

Niño de la montaña

Yo regreso cantando.

El cansancio me gana

Pero mi corazón, pero mi corazón

El cansancio me gana

Pero mi corazón está feliz.

Agradezco de antemano a todos, juristas, autoridades y a los que no son ni juristas ni autoridades, las medidas y acciones que se tomen para hacer realidad este grito de justicia y libertad.

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)