Anotaciones sobre la teoría de los campos
Los campos son espacios ordenados, espacios de clasificación; por lo tanto, de separación. También son espacios de distribución. Esta manera de hacer mapas forma parte de un racionalismo taxonómico, que, si bien tiene la ventaja, de ordenar, clasificar, separar y distribuir, conlleva la desventaja de presentar las cosas como si estuviesen realmente ordenadas y distribuidas en el espacio de esa manera. Cuando no ocurre esto. En realidad, lo que ocurre es una mezcla, entrelazamiento, yuxtaposición, intersecciones y proliferación abigarrada. Efectivamente no hay campos, salvo en los mapas que se forma el sociólogo, imaginariamente. Lo que hay es algo parecido a los nichos ecológicos; diversidad mezclada y complementaria. La teoría de los campos y la figura misma de los campos, los mapas imaginarios, pueden ayudarnos a identificar, distinguir, incluso comprender el desplazamiento de su distribución; empero, puede, a su vez, darnos una idea inapropiada, por demasiado abstracta y pura, alejándonos de la complejidad.
Por eso, es indispensable recurrir a la corrección de estos mapas imaginarios, ordenados, homogéneos, puros, retrotraerlos a la complejidad de la realidad; colocarlos en su dinámica molar abigarrada, mezclada, diversa. Mostrando sus espesores y nichos, donde los campos se rompen en mil pedazos, funcionando, mas bien, como fragmentos dinámicos, múltiples, entremezclándose. En esta perspectiva, retomamos de las teorías de la complejidad, las figuras complejas compuestas por la ecología, configuradas como espesores y nichos.
Ecología social
Es importante ponernos de acuerdo en lo que comprendemos por ecología social, no tanto por lo de ecología, término que se ha generalizado y se lo usa no sólo para definir su matriz inicial, la doble textura de la conjunción del biotopo, el medio físico, y de la biocenosis, conjunto de interacciones entre los seres vivos que pueblan el biotopo[19], sino también su uso metafórico en la diferenciación de distintas ecologías; biológica, social y psíquica[20], así como su uso al concebir una ecología de saberes[21]. Entonces no tanto por el concepto de ecología, incluyendo sus distintos usos, sino por el término y el concepto social. Se podría decir que desde Leibniz se encuentra problematizado y ampliado este concepto de lo social; después las filosofía pragmática de William James[22] y Alfred North Whitehead[23], así como la micro-sociología de Gabriel Tarde, conciben lo social, por lo tanto, la sociedad como un atributo inherente a las mónadas, las singularidades, los átomos, las individualidades, que no se circunscriben al perfil del individuo humano. Gilles Deleuze y Félix Guattari retoman estos desplazamientos epistemológicos y configuran dinámicas rizomáticas, nómadas, de múltiples singularidades, que componen los acontecimientos[24]. Este es el devenir de un pensamiento crítico, basado en el acontecimiento cósmico, adverso al pensamiento antropomórfico, sustentado en la totalidad, en el todo, en la idea del uno. Pensamiento este último esencialista y sustancialista.
Desde la perspectiva de la epistemología pluralista, la sociedad, la asociación, la cooperación, son atributos de todas las formas singulares, de todas las formas individualizadas, de las mónadas, de los átomos, de las células; no son atributos solamente de los humanos y de las sociedades humanas. Con lo que, cuando hablamos de ecología social, lo social puede adquirir esta connotación y alcance pluralista, volviendo, de alguna manera, a la connotación y sentido iniciales del término ecología. Sin embargo, hay desplazamientos nuevos con los aportes de Wiliam James, Alfred North Whitehead, Gabriel Tarde, Gilles Deleuze y Félix Guattari, así como con las propuestas de trabajar lo indeterminado de la sociedad de Boaventura de Sousa Santos, a partir de una sociología de las ausencias, una sociología de las emergencias y una ecología de los saberes. Particularmente Gabriel Tarde elabora una psicología generalizada; la psiquis también sería un atributo de las mónadas, los átomos, las singularidades, las células. A partir de de esta psicología generalizada al cosmos o a la caosmosis, tendríamos como dos dimensiones complementarias e integradas; la que corresponde a la virtualidad y la que corresponde a la efectuación material. Asistiríamos a una constelación de compulsas, capturas de unas mónadas respecto de otras, coordinaciones y cooperaciones, asociaciones y sociedades, en distintos planos y niveles, desde las conformaciones macros hasta las conformaciones micros, comprendiendo lo infinitesimal. Las unidades se forman, no desde un todo dado, ni desde esencias y sustancias dadas, sino por el juego múltiple de estas singularidades, como por agregación. Esta perspectiva distributiva de las singularidades plantea una mirada relacional, concibe a las relaciones entre singularidades múltiples como principio explicativo de las dinámicas de las mónadas y moleculares[25]. No son las esencias y las sustancias las que explican las dinámicas moleculares, sino las relaciones, las relaciones diferenciales, los ámbitos relacionales distintos. Tampoco es la totalidad estructurada la que explica estas dinámicas por deducción, sino el acontecimiento, los acontecimientos como devenires plurales y multiplicidad de singularidades relacionadas.
Tendríamos entonces como dos campos teóricos de lo social; uno, en sentido restringido, abordado por las distintas corrientes sociológicas; otro, en sentido ampliado, desplegada por las teorías pluralistas y la micro-sociología de Tarde. Nosotros vamos a usar los dos alcances epistemológicos de lo social, en sentido restringido y en sentido ampliado. Cuando hablamos de ecología social lo hicimos, en principio, en sentido restringido, refiriéndonos a las sociedades humanas; sin embargo, también estamos abiertos a movernos en el sentido ampliado, comprendiendo que las sociedades humanas forman parte de la multiplicidad de sociedades singulares del cosmos o la caosmosis, comprendiendo que las sociedades humanas se encuentran atravesadas por multiplicidad de asociaciones singulares, infinitesimales y macros.
En sentido restringido la ecología social concibe a las sociedades humanas como ecosistemas sociales, complejos y dinámicos. Se trata de procesos complementarios e integrados, no de estructuras e instituciones dadas, se trata de auto-organización múltiple y de plurales formas organizativas. Tendríamos que hablar de un socio-topos, una matriz y un suelo social; además de una socio-cenosis, entendida como el conjunto de interacciones de las individualizaciones que actúan en la socio-cenosis. Ahora bien, ¿qué sería este socio-topos? Suelo de nichos ecológicos sociales donde coexisten, conviven y cohabitan distintos grupos e individualizaciones singulares, donde se interrelacionan, se hacen interdependientes, se complementan, aunque también se capturan y liberan, produciendo y reproduciendo ciclos sociales, que no dejan de desplazarse, cambiar y transformar sus ecosistemas sociales, aunque sea de una manera imperceptible.
La ecología social no puede recurrir a las metáforas de la geometría de los planos, espacios y campos, debido a sus características voluminosas; requiere de referentes densos y voluminosos para poder pensar sus propios espesores. Como dijimos, la ecología social no puede recurrir a la idea de estructuras y a las figuras de instituciones para explicar sus dinámicas, sino, al contrario, explica estas estructuras e instituciones por agregación de singularidades, cooperación y coordinación de singularidades; agregaciones, cooperaciones y coordinaciones que producen y reproducen estas estructuras e instituciones, incluso las modifican, aunque sea de una manera imperceptible. Cambia sus contextos, cambia sus coyunturas, les plantea distintos problemas; las instituciones tienen que responder a distintos asuntos, que aunque sean tratados con los mismos procedimientos administrativos, el hecho de que sean distintos asuntos, en diferentes contextos y coyunturas, hace que la institución como ámbito de relaciones no sea la misma. La ecología social no puede recurrir a la idea de totalidad, idea abstracta y de unicidad general, sino más bien necesita pensar los acontecimientos que la componen. La ecología social como flujos, ciclos, procesos, configura los paisajes de estas dinámicas, que suponen asociaciones singulares, como acontecimientos, que son como devenires múltiples que se abren a posibilidades y efectuaciones que contienen. La ecología social no puede recurrir a la idea de sujeto, que es un perfil de la subjetividad dominada y unificada por la consciencia, sujeto presentado como individuo, sino que requiere pensar una distribución de subjetividades múltiples, que conforman a las individualidades sociales, subjetividades que se asocian, coordinan, cooperan, se desplazan como flujos, y componen la plural y compleja experiencia afectiva. El cuerpo humano es un espesor concreto de flujos y afectos, de sensaciones e imaginarios, de vivencias y pensamientos; también es un nicho ecológico específico, así como singularidad que se asocia a otras singularidades. La experiencia corporal humana está habitada por virtualidades y efectuaciones. Es una máquina creadora, no productora ni reproductora, sino una máquina inventiva, aunque también imitativa. El ser humano es un transgresor.
Edgar Morin concibe la ecología social como parte de la ecología generalizada, el problema es que en toda la teoría e interpretación expuesta por Morin no se sale del espacio plano cartesiano, de dos dimensiones, no se sale de las representaciones diseñadas por la geometría analítica de dos dimensiones. No es que no se comprenda que se trata de complejidades y procesos que se dan en un universo voluminoso, sino que el modo de interpretar estas complejidades y procesos, la manera de representarlas, la forma de construir la teoría, sigue siendo plana, bidimensional, recurrente de diferenciaciones binarias. Cuando se escribe sobre ecología social se dice que sus características son cuasi eco-organizacionales, que comportan fenómenos de complementariedades/concurrencias/antagonismos, de a-centrismos/poli-centrismos de tipo eco-organizador. Si bien estos fenómenos suceden en el espacio voluminoso de los ecosistemas, se representan como si sucediesen en el espacio plano o, si se quiere curvo, empero de dos dimensiones. En las representaciones teóricas, por más complejas que sean, por más críticas que sean, no se ha salido de la condición de posibilidad espacial bidimensional. Incluso cuando se expresa la pluralidad, ésta aparece como dispersión en el plano. Hace falta pensar estos fenómenos en el espacio voluminoso de por lo menos tres dimensiones. ¿Qué quiere decir esto? Comprendiendo el desafío para las representaciones de la condicionante espacial voluminosa, recurriremos a la geometría analítica del volumen, geometría de tres dimensiones. Cuando intervienen tres variables en la identificación del punto, cuando se trata de tres ejes de referencia espacial, nos encontramos ante la construcción y el análisis de volúmenes, de la dinámica y generación de volúmenes. Cuando se trata de tres dimensiones ya no se puede hablar de diferencia, por lo menos en sentido binario; no se trata de la diferencia dual, de los componentes binarios del pensamiento dualista. Tampoco de contradicción en el sentido dualista. Estamos definitivamente en un universo representativo distinto, un universo que tiene que ser pensado en tres dimensiones, que tiene que pensar el acontecimiento de los volúmenes. La matemática lo ha hecho, empero toda la tradición filosófica, la tradición de las ciencias sociales y humanas, incluyendo las teorías de la complejidad, no lo han hecho. Se quedaron en el universo representativo plano, incluso cuando piensan la pluralidad, que no termina siendo más que una distribución y dispersión en el plano. Entonces si no se trata de diferencia, ¿qué es lo que permite el análisis en un universo de tres dimensiones, cuando interviene la profundidad, la perspectiva, el espesor, la densidad?
En primer lugar, lo que hay que anotar es que, si cuando nos encontramos en un universo de dos dimensiones se establecen relaciones entre puntos que contienen dos dimensiones, dos variables referenciales, lo que hace que, en un hipotético universo de una sola dimensión, tampoco haya relación, sino sucesión infinita. Las relaciones se dan en el plano. Cuando nos encontramos en un universo de tres dimensiones, tampoco hay relación, lo que se da es una composición del volumen, de la densidad, del espesor; los puntos, que contienen tres dimensiones, se ubican respecto a tres variables referenciales, establecen composiciones tridimensionales. Se puede asumir estas composiciones como “relaciones”, empero no se trata de las mismas relaciones binarias, dadas en el plano, sino de “relaciones” en tres dimensiones, que no es lo mismo que representar las relaciones de tres puntos en un mismo plano. Incluso, en este caso, al pensamiento binario le resulta difícil pensar la relación entre tres puntos a la vez y simultáneamente; siempre lo hace pensando la relación de tres a partir de las relaciones de a dos; primero A con B, después B con C, para derivar en la relación A con C, o todas las combinaciones posibles entre tres variables, empero siempre de a dos. Empero, nuestro problema no es éste, sino que cuando se trata de puntos de tres dimensiones su vínculo no es relacional sino de composición voluminosa. Incluso cuando se da el vínculo de dos puntos en el espacio voluminoso, su vínculo no es binario, pues supone un tercer componente, la tercera dimensión.
Alguien puede decir que la relación entre dos puntos o variables ya es una composición; si, pero se trata de una composición relacional binaria; no se da una composición de cuerpos, de volúmenes, de espesores, de densidades. En todo caso, cuando comprendemos espesores, se puede decir que hablamos de una “relación” entre cuerpos; empero, esta no es una relación binaria, sino una “relación” afectiva, sensual, erótica, violenta; una “relación” táctil, perceptual, cognitiva, amorosa; se trata de entrega, de posesión, de captura, de armonía. Cuando los cuerpos se tocan, aunque sea a distancia, no se da una relación, sino una composición voluminosa, densa, espesa; se da lugar a la experiencia vital que conmueve a la composición de los propios cuerpos. Los cuerpos no solamente son volúmenes, son composiciones dinámicas y en actividad, no son sólo materia, en el sentido vulgar del término, son energía en movimiento y en composición; por lo tanto, podemos decir que hay “vida” en la materia. O, si se quiere, la materia es materia porque es composición infinitesimal de partículas, átomos y moléculas, partículas, moléculas y átomos que son energía en distintas formas de composición. Por eso, se comprende que cuando los cuerpos componen, lo hacen componiendo formas de energía, formas de circulación de la energía, de conservación y transformación de la energía. La energía es “vida”, en el sentido amplio de la palabra.
Habría que volver a la psicología generalizada de Gabriel Tarde, retomar su interpretación monadológica, concebir que las mónadas, las partículas, los átomos, las moléculas, los distintos cuerpos, las distintas composiciones de los cuerpos, tienen psiquis. Ocurre como si la materia deba ser pensada tanto como virtualidad, así como efectuación, a la vez, simultáneamente, como onda y corpúsculo. También podríamos decir que la materia debe ser pensada simultáneamente como energía y captura de energía, administración, circulación, conservación y transformación de la energía. Ahora bien, qué es lo que captura la energía; la energía misma; empero, son formas ya compuestas de la energía; pero son formas de energía compuesta, que ya pasaron por sus turbulencias, sus bucles, su transformación y composición. ¿Hay un punto inicial? La pregunta no puede ser entendida como si hubo una composición inicial o hubo una energía libre, pura, inicial. Esta forma de preguntar es insostenible. Una de las teorías físicas, quizás la más plausible hasta ahora, es la de una hipotética explosión inicial (big bang). Esta explosión libera una inmensa, inimaginable, inconmensurable, energía. ¿Cómo entender esta energía? ¿Pura? ¿Cuál sería el estado de la energía pura? ¿Ya hay composiciones iniciales? Estas preguntas se suman a otras: ¿Es posible sostener la hipótesis de un punto de inmensa concentración de energía antes de la explosión inicial? ¿Cuándo explosiona el punto, cómo es que se expande, si no se supone al mismo tiempo la existencia de un espacio? ¿O es qué el espacio se crea con la expansión misma de la explosión? Todas estas preguntas, las dejaremos para los físicos; lo que nos interesa es interpretar lo que llamamos ecología social a partir de la epistemología pluralista, las teorías de la complejidad y de un imaginario que conciba los volúmenes, las densidades, los espesores, los desenvolvimientos de las composiciones corporales.
Si nuestra perspectiva es pluralista, el enfoque de la complejidad, el universo representativo es de más de dos dimensiones, por lo menos tres, entonces no podríamos sostener que las sociedades humanas se caracterizan por que son regidas por un aparato central, el Estado, que ramifica por todo el cuerpo social su orden organizador, en forma de prohibiciones, mandatos, reglamentos; aunque comportan asociaciones de todo tipo, las concurrencias, rivalidades, antagonismos, se desencadenan en ellas, y no sólo entre individuos, sino también entre castas, clanes, clases, empresas que provocan dominaciones/sumisiones y sojuzgamientos/explotaciones[26]. Pues el Estado es una representación macro, molar, del todo estructurado, del que se parte para explicar por deducción, cuando lo que se trata es de explicar, más bien, esta supuesta existencia estructurada y centralizada. El Estado no puede explicarse ni explicar nada sino es a partir de las dinámicas moleculares, de los flujos, de las composiciones múltiples de las individualizaciones. Aunque se diga, después, que se constituye una dialógica antroposocial entre un Orden programador que emana desde lo alto y desde el centro por una parte, y una cuasi eco-organización espontánea, de carácter acéntrico/policéntrico, que asciende desde abajo y de todas partes, por la otra[27]. Pues no se trata de dualismos, Estado/sociedad, centrismo/policentrismo, alto/bajo, sino de composiciones múltiples y en distintas escalas de las diferentes singularidades. Entre estas composiciones sociales se encuentra el “campo” burocrático, que llamamos Estado. Por otra parte, hablar de clases, castas, clanes, empresas, es hablar de representaciones de estructuras dadas, cuando de lo que se trata también es de explicar cómo se dan estas estructuras e instituciones. Volvemos a las dinámicas moleculares que las producen y las reproducen. Ninguna de estas estructuras puede existir por sí misma sino por las dinámicas moleculares capturadas, en pugna con las dinámicas moleculares no capturadas.
Así mismo, no es sostenible, desde la perspectiva pluralista, que todas las inter-retroacciones egoístas y miopes, concurrenciales y antagonistas, se engranan en bucles no “tróficos”, como en los ecosistemas, sino económicos, produciendo organización social[28]. Pues la economía es la representación de la autonomización abstracta del “campo” económico, sostenida institucionalmente, dada en la sociedad capitalista. La crítica de la economía política ya ha develado que esta autonomización abstracta no es otra cosa que “ideología”. Estas formas, estos “campos”, separados institucionalmente, no se explican por sí mismos sino a partir de las dinámicas moleculares que captura, retienen y explotan. El enfoque pluralista no niega estas unidades, estas formaciones, estos “campos”, sino que comprende que los mismos se forman, se constituyen, se instituyen, a partir de las composiciones de las dinámicas moleculares, composiciones que capturan las dinámicas moleculares y los flujos.
Otra característica de la ecología social, según Morin, es la ecología urbana, es decir la conformación de ciudades, redes urbanas, nichos, por así decirlo, artificiales, de cemento; por lo tanto “medios” urbanos diferenciados de los “medios” rurales. Una tercera característica es la tecnosfera, es decir, la conformación de un “medio” técnico. Dice que las megápolis modernas constituyen un antropo-topos artificial/técnico, donde las miríadas de inter-retro-acciones entre individuos y grupos constituyen una antropo-cenosis urbana. La unión de este antropo-topo y de esta antropo-cenosis constituye un ecosistema propiamente social: el ecosistema urbano[29]. Esta interpretación de Morin es indudablemente importante, la ecología urbana y la tecnosfera, el Oikos físico , hecho de piedras, ladrillos, metal, cemento, alquitrán, energía eléctrica, otras formas de energía, capturadas, administradas, en circulación, alimentando el consumo, redes de comunicación, redes cibernéticas, mercados que capturan alimentos, toda clase de mercados para el consumo; en fin, todo un bullente ecosistema urbano, que ha creado toda una tecnosfera, como parte fundamental del ecosistema humano. Ahora bien, esta ecología urbana, así como toda ecología, no es representable por relaciones binarias, no es sólo una distribución plural de procesos, no se hace inteligible en el plano de las representaciones binarias. Se trata de toda clase de composiciones corporales, de formas voluminosas, de densidades y de espesores urbanos. Empero no hay que confundir las estructuras sólidas urbanas con la ecología urbana; el paisaje urbano no es la ecología urbana, el paisaje urbano no es más que una fotografía si es que no se avizora la multiplicidad de dinámicas moleculares urbanas, dinámicas altamente concentradas en el espacio voluminoso urbano; dinámicas de construcción, dinámicas de producción, circulación y consumo, dinámicas burocráticas, dinámicas de formación, dinámicas de transporte y de movilidad, dinámicas culturales, dinámicas estéticas, dinámicas de comunicación, dinámicas políticas, dinámicas familiares, individuales, de grupos, de multitudes; en fin, dinámicas y flujos de mónadas urbanas en permanente composición. La ecología urbana resulta de la composición de todos estos acontecimientos.
Ahora pasaremos a proponer un desplazamiento desde las teorías relacionales a las teorías de los agenciamientos.
Anotaciones sobre la teoría de la complejidad
La teoría de la complejidad o, si se quiere hablar en plural, las teorías de la complejidad, forman parte de la episteme contemporánea o, si se quiere también, episteme(s) contemporáneas. Cuando hablamos de contemporaneidad comprendemos lo que sucede después de un momento en el lapso posterior a la experiencia de la segunda guerra mundial. ¿1968 marca el punto de bifurcación, mejor dicho de ruptura, de separación, con la modernidad clásica? Así lo cree Emmanuel Wallerstein, que considera que en 1968 se da una revolución mundial, aunque sea con más características de revolución cultural que de revolución política y revolución social. No retomamos la tesis de François Lyotard, revisada, por cierto, por el autor, de postmodernidad, figuración conceptual discutible, aunque tomada en serio por los detractores. Quizás no sea apropiado discutir si esta modernidad evanescente, heteróclita, heterogénea y crepuscular, sea pos-modernidad, sobre-modernidad o trans-modernidad, como proponen distintos autores; en principio, el mismo Lyotard, que revisa su posición, Alain Turaine, Antonio Negri y Michael Hardt. Sabemos que el concepto de modernidad es, mas bien, estético; fue propuesto por los llamados poetas malditos, para expresar y configurar la experiencia vertiginosa de las metrópolis industriales, abarrotadas de población, particularmente migrante; metrópolis diversas y congestionadas, viviendo ritmos veloces de diseminación. Se calificó después con este término al lapso largo de hegemonía, irradiación, expansión y globalización de la sociedad capitalista. Qué esta sociedad haya adquirido tal ritmo de vertiginosidad, de transmutaciones, de diseminaciones, de transvaloraciones, llevó a algunos teóricos a hablar de una pos-modernidad. Empero, no radica aquí la discusión o la discusión de nuestro interés no se hace clara. Lo sugerente es la experiencia novedosa de la emergencia de nuevos paradigmas científicos y teóricos, que llamaremos con distintos nombres; el sisma de la física cuántica, usando el calificativo de Karl Popper, acompañada por el sisma de la física relativista; teorías de la complejidad, teorías nómadas, acompañadas por la emergencia de los saberes ancestrales, locales, colectivos. Estas perspectivas teóricas cuestionan la pretensión de verdad y la pretensión universal de la episteme moderna en su conjunto. Se basan en la dislocación del único referente absoluto, la “realidad” como dada. La “realidad” no solo aparece como producida, sino que aparece en su heterogeneidad diversa, en sus distintas intensidades, adquiriendo formas porosas y dúctiles. Las experiencias de “realidad”, aunque no se podría hablar de experiencia sin dejar de atribuir la memoria sensible a una “materialidad” cambiante, se multiplica, adquiere las formas del devenir. La simultaneidad, el entrelazamiento, si se quiere, el abigarramiento, la complementariedad, se convierten en condiciones de posibilidad del conocimiento. Las teorías de la complejidad parten de esta constatación.
Una de las teorías de la complejidad más e-bullente es la ecología. La ecología es la ciencia que estudia a los seres vivos, su ambiente, la distribución, abundancia y cómo estas propiedades son afectadas por la interacción entre los organismos y su ambiente. En otras palabras, la biología de los ecosistemas, según Ramón Margalef López. En el ambiente se incluyen las propiedades físicas que pueden ser descritas como la suma de factores abióticos locales, como el clima y la geología, y los demás organismos que comparten ese hábitat, que corresponden a factores bióticos. La visión integradora de la ecología plantea que es el estudio científico de los procesos que influyen la distribución y abundancia de los organismos, así como las interacciones entre los organismos y la transformación de los flujos de energía[30].
La ecología es la disciplina de la biología que estudia las interacciones de los seres vivos con su hábitat. Es decir, estudia la acción de los factores abióticos, las condiciones ambientales, como climatológicas, edáficas y otras. Así como incorpora factores bióticos, condiciones derivadas de las relaciones que se establecen con otros seres vivos. Otras disciplinas de la biología se ocupan de niveles de organización moleculares, comprendiendo a la bioquímica y a la biología molecular pasando por la biología celular, la histología y fisiología, desde una perspectiva sistémica. Se puede decir que, la ecología estudia, desde un enfoque integral, las consecuencias masivas de estos fenómenos, ocupándose de las poblaciones, las comunidades, los ecosistemas y la biosfera. En esta configuración, al ocuparse de las interacciones entre los individuos y su ambiente, la ecología es una ciencia multidisciplinaria. Recurre a herramientas de otras ciencias, especialmente la geología, la meteorología, la geografía, la sociología, la física, la química y matemática. Por otra parte, la comprensión de los procesos ecológicos supone postulados evolutivos, propuestos, en parte, por Theodosius Dobzhansky[31].
En los ciclos de la vida, que comprenden sucesiones de etapas, donde un organismo se alimenta o es devorado, la energía fluye desde un nivel trófico a otro. Las plantas verdes u otros organismos, que realizan la fotosíntesis, utilizan la energía solar para elaborar hidratos de carbono para sus propias necesidades. La mayor parte de esta energía química se procesa en el metabolismo y se pierde en forma de calor en la respiración. Las plantas convierten la energía restante en biomasa sobre el suelo como tejido leñoso y herbáceo y, bajo éste, como raíces. Por último, este material, que es energía almacenada, se transfiere al segundo nivel trófico que comprende los herbívoros que pastan, los descomponedores y los que se alimentan de detritos. Si bien, la mayor parte de la energía asimilada en el segundo nivel trófico se pierde de nuevo en forma de calor en la respiración, una porción se convierte en biomasa. En cada nivel trófico los organismos convierten en biomasa menos energía de la que reciben. Por lo tanto, cuantos más pasos se produzcan entre el productor y el consumidor final queda menos energía disponible. Rara vez existen más de cuatro o cinco niveles en una cadena trófica. Con el tiempo, toda la energía que fluye a través de los niveles tróficos se pierde en forma de calor. El proceso por medio del cual la energía pierde su capacidad de generar trabajo útil se denomina entropía[32].
Para los ecólogos modernos, como Begon, Harper y Towswnd y Molles, la ecología puede ser estudiada a varios niveles o escalas: Organismo, que comprende las interacciones de un ser vivo dado con las condiciones abióticas directas que lo rodean; Población, que comprende las interacciones de un ser vivo dado con los seres de su misma especie; Comunidad, las interacciones de una población dada con las poblaciones de especies que la rodean; Ecosistema, que comprende las interacciones propias de la biocenosis sumadas a todos los flujos de materia y energía que tienen lugar en ella; y Biosfera, que comprende el conjunto de todos los seres vivos conocidos[33].
Como se puede ver la ecología es una de las ciencias de la complejidad, forma parte de las teorías de la complejidad, que conforman, con otras ciencias y teorías contemporáneas, la episteme de la complejidad. Lo que nos interesa es situar en esta episteme los desplazamientos contemporáneos de la teoría que asumimos, teoría de las dinámicas moleculares y de las dinámicas molares, situadas en los ámbitos de las asociaciones, sociedades, comunidades y grupos. Retomamos las “ideas” de simultaneidad, entrelazamiento, mezcla, complementariedad, articulación integradora; estas “ideas” aparecen en todo su espesor en la figura de nicho ecológico. Anteriormente dijimos que, sin embargo, en la formación enunciativa se mantienen términos discutibles como relación, además de no asumir las consecuencias de pensar los espesores; es decir, de no lograr concebir las consecuencias espacio-temporales de la condición voluminosa. En este sentido, proponemos la concepción de agenciamientos, si bien sin sustituir el concepto de relación, más bien, haciendo hincapié en la dinámica de los agenciamientos.
De relaciones a agenciamientos sociales
Cuando se habla de relaciones, refiriéndonos a las relaciones sociales, de ninguna manera se puede sostener, que estas relaciones son las mismas relaciones, todo el tiempo, además pensadas como vínculos constantes, como si fuesen hilos o cuerdas, invisibles que no cambian. Hablar de relaciones sociales es hacerlo desde alguna teoría; pero, también expresa una representación; representación de vínculos, de comunicaciones, de prácticas entre sujetos sociales. Cuando se establecen relaciones se lo hace repitiendo las relaciones siempre de distinta manera, si se quiere con desplazamientos imperceptibles, que connotan desplazamientos espacio-temporales. Ya en la repetición se encuentra la posibilidad de la alteridad de la misma relación; nunca es la misma, salvo en la cabeza de los sociólogos y de los funcionarios. La re-lación es posible cuando se repita el lazo establecido, el contacto, la vinculación, la comunicación. Precisamente en esta ligazón, en su repetición, se da lugar tanto al fortalecimiento del lazo, así como a su propio desplazamiento, cambio, mutación, aunque se de de manera imperceptible. En la repetición se encuentra la diferencia.
La reproducción de las relaciones sociales produce su propia contingencia, desplazamiento, mutación y transformaciones imperceptibles. En este sentido, no hay sociedades estables, que reproduzcan lo mismo, todo el tiempo. Las “estructuras” sociales pueden consolidarse, empero lo hacen sedimentando la propia historia de las relaciones; esto quiere decir, acumulando desplazamientos imperceptibles. Las propias “estructuras” lo son por repetición, diferenciación, diferimiento. Hay que abandonar la figura arquitectónica de estructura que representa a las “estructuras” sociales. Las “estructuras” sociales no son estructuras parecidas, análogas, ni metafóricamente, a las estructuras de cemento y hierro, no son estructuras de hormigón armado. Son “estructuras” sociales; vale decir, “estructuras” de relaciones sociales, vale decir, distribuciones, organizaciones, ordenaciones, disposiciones, conformadas por una composición de vínculos múltiples, cuya complejidad inmediata abarca desde el contacto físico hasta el compartir imaginario, pasando por todas las expresiones culturales, simbólicas y lingüísticas. Esto implica, “estructuras” sometidas a su propia mutación, incluso deterioro, imperceptible. Algo más próximo a la figuración de las “estructuras” sociales sería mas bien orgánica, biológica, donde los conceptos de adaptación, adecuación y “evolución” juegan un papel dinámico en la composición. Sin embargo, tampoco es tan así, pues, si bien las “estructuras” sociales tienen como substrato a las condiciones biológicas, por eso se puede hablar de la composición compleja de lo biosocial, lo social conforma una relación múltiple-dimensional. Se trata de una relación que articula lo imaginario, lo simbólico, lo lingüístico, lo técnico, lo afectivo. Se trata de relaciones tanto virtuales como materiales, se trata de relaciones tanto imaginarias como efectivas, practicas, además de técnicas. Estas relaciones, cuya composición conforma “estructuras”, adquieren estabilización o, mejor dicho, equilibraciones, en las instituciones. Las instituciones no son solamente organización y estructura, como plantea la antropología política; sea esta organización social una jerarquía, un orden, una administración y distribución; sea esta “estructura”, “estructura” de normas, de valores, de reglas. Visto de otra forma, desde la crítica genealógica, tampoco la institución se termina describiendo como agenciamiento concreto de poder, donde se mezclan discursos y se reúnen fuerzas, como plantea Michel Foucault. Las instituciones son como microclimas, micro-atmósferas, nichos en la ecología social. Son como núcleos operadores en un mapa biosocial. Así como los nichos ecológicos viven sus propias transformaciones imperceptibles y, en su caso, también perceptibles, del mismo modo estos nichos de la ecología social experimentan sus mutaciones imperceptibles, en lapsos de tiempo cortos, acumulativas, en periodos mas o menos largos, perceptibles en coyunturas de crisis.
Como dijimos antes, la sociedad no solo comprende el mapa institucional, sino también los espacios lisos, no estriados, de flujos no codificados, de relaciones y prácticas no institucionalizadas. Se da entonces una especie de pugna, de polemos, de lucha, entre el espacio estriado, definido como dominio de las instituciones, y el espacio liso, de deslizamiento de los flujos de las dinámicas moleculares sociales. Las instituciones buscan capturar estos flujos de distintas maneras, de acuerdo a “estructuras”, normas y procedimientos; las dinámicas moleculares buscan escapar de estas capturas, inventando nuevos recorridos, ampliando los espacios lisos, creando nuevas composiciones.
Entonces, cuando hablamos de relaciones sociales, nos referimos mas bien a una variación constante de singularidades, de micro-acontecimientos, por así decirlo. Variación de singulares efectivas, así como también variación de singularidades posibles; en todo caso, variaciones como desplazamientos imperceptibles, proliferantes, mutantes. Bandas de ondas de relaciones singulares, que terminan dando intensidad y ritmo al copioso fluir de los micro-acontecimientos relacionales. En sentido estricto de la palabra, no podemos hablar de relaciones como líneas estables; se trata de flujos permanentes, mas bien como corrientes continuas, en la mayoría de los casos, corrientes discontinuas, intermitentes y discretas, en una minoría de los casos, cuando se trata de ciclos. Son estos movimientos relacionales, mas que líneas relacionales, las que dan vida a las composiciones sociales.
Por eso, podemos decir que, el problema es haber asumido las relaciones sociales como líneas estables, como garantes del equilibrio mismo, lo que mas bien aparece como una estática social. Empero, este es también el problema de las representaciones, de las figuras y metáforas usadas en las representaciones, cuando se habla de relaciones sociales. El secreto de las dinámicas sociales se encuentra en estas bandas de ondas de flujos relacionales, en estos micros-campos de variaciones, en estos micros-acontecimientos. El campo social se encuentra en constante mutación, sometido a proliferantes juegos de variaciones, a imperceptibles y abundantes alteraciones; a tal punto que no podemos sostener que se trata del mismo campo, sino mas bien de la diferenciación y diferimiento contante del campo. Estos ámbitos de variación relacional plantean un desafío a la configuración de su representación; exigen figuras que están más cerca de la ecología y mucho más alejadas de la arquitectura. Por eso mismo habría que alejarse de la imagen de estructura para referirse a las composiciones sociales. Se trata mas bien de mapas, cartografías, paisajes, en su dimensión extensa; y de distribuciones, de disposiciones, de distinciones y diferenciaciones cotidianas. En otras palabras, son acciones las que ocasionan este fenómeno de lo social, fenómeno compuesto por multiplicidad de planos que conforman una complejidad. Estamos más cerca de entender las relaciones como prácticas.
¿Por qué esta insistencia en las dinámicas, en los flujos, en las mutaciones y variaciones; no así en estáticas, inmovilidades, fijezas y constancias? Pues queremos comprender la alteridad inscrita en la misma reproducción social, concebir la sociedad como alteridad, entender que la sociedad no puede ser otra cosa que alterativa.
Esta perspectiva alterativa de la sociedad nos conduce a la crítica de la sociología, incluyendo a la llamada sociología marxista, pues ésta, a pesar de suponer estar basada en la tesis de la lucha de clases, lee la sociedad a partir de “estructuras” estables, arquitectónicas, que comprenden relaciones fijas, como cordones invisibles de vínculos adormecidos, también reiterativos. Esta sociología pertenece a la episteme de las ciencias humanas, episteme que transcurre entre las ciencias generales del orden y las ciencias atravesadas por la experiencia y el concepto del tiempo, ciencias, en cierto sentido, historicistas, enhebradas por la “consciencia” del tiempo. El concepto de estructura pertenece tanto al orden como a la historia, la misma que diferencia “estructuras” de larga duración. Concebir la estructura es un modo de pensar; quizás la expresión más avanzada de esta manera de pensar es el estructuralismo, no tanto el organicismo o, en su caso, el constructivismo; pues el estructuralismo lleva al extremo la explicación y el análisis a partir del núcleo estructural. El extremo está en la sustitución del sujeto por la estructura. El sujeto fue el núcleo explicativo privilegiado por la filosofía, en tanto la estructura es el núcleo explicativo privilegiado por el estructuralismo, que no es exactamente una nueva filosofía sino una manera de pensar; por lo tanto, más que una filosofía, si atendemos a su influencia en las ciencias; es decir una episteme.
El tema de discusión donde se han detenido tanto los defensores como los críticos del estructuralismo es el de su declarado anti-humanismo. Sin embargo, esta no es la característica más importante del estructuralismo, pues puede seguir siendo humanista por otros medios, incluso anti-humanistas; por ejemplo su obsesión por el estudio de los símbolos y de los signos, que son arquetipos profundamente humanos. Tampoco su principal característica se encuentra en haber borrado al sujeto y sustituido por la estructura, ya que el sujeto puede ser comprendido como una estructura y la estructura ser el nuevo “sujeto”, sin llegar a ser este “consciencia”. La principal característica del estructuralismo es haber hecho desaparecer, por así decirlo, el movimiento, la dinámica, la mutación, la variación y la contingencia. La irradiación del estructuralismo es una especie de “retorno” a las ciencias del orden, hablando metafóricamente, pues no hay tal retorno; el estructuralismo no concibe exactamente un orden, sino una “estructura” combinatoria de relaciones binarias. No se puede decir que haya hecho desaparecer la historia, pues, desde su perspectiva, la historia, sus temporalidades, sus sucesiones y series, reproducen las estructuras subyacentes. Ahora bien, en contraste, ¿nuestro punto de vista, el de la alteridad, hace desaparecer las estructuras; es decir, composiciones más o menos estables? No; lo que pasa es que estas composiciones no son el núcleo explicativo; son mas bien lo que hay que explicar desde el flujo de las dinámicas moleculares. Por otra parte, estas composiciones no son exactamente estructuras, arquitecturas estables, sino que se parecen más a nichos ecológicos, tanto virtuales como materiales.
Se trata de composiciones de singularidades, de dinámicas singulares, composiciones que son también singulares, a pesar de su pretensión de generalización. Estas composiciones producen un fenómeno de irradiación e imitación por analogías, también ocasionan una suerte de “consciencia” de igualdad y equivalencia; se conciben a sí mismas como instituciones modernas. El problema de estas instituciones es que priorizan el procedimiento de captura de singularidades, de dinámicas singulares, por sobre la espontaneidad, la invención, la creación, la innovación, tendiendo a controlar los desplazamientos imperceptibles, obligándolos a una repetición de lo mismo. Incluso se llega a tal punto que las instituciones anulan la invención, la creación y la innovación, cayendo en la reproducción de lo mismo, cuyo único efecto de ampliación es la acumulación. Se entiende entonces, el papel que juega la concepción de defensa institucional, que tiene que ver con la defensa del orden, la apología del Estado; en su versión de economía política, así como en las versiones neoclásicas, adquiere la formalidad de un esquematismo instrumental, el determinismo económico, que llamaremos economicista. A esta concepción, en general, le es indispensable la conmensuración del crecimiento. No tienen otra forma de entender el cambio.
Por las consideraciones anteriores, proponemos usar el concepto de agenciamiento social para escapar de las connotaciones y denotaciones, de los límites estructurales, del concepto de relación social. Agenciar connota una polisemia de significados: conseguir, alcanzar, lograr, obtener, adquirir, tomar, atrapar; también buscar, solicitar, gestionar, procurar, intentar, proporcionar; así como disponer, preparar, organizar; de la misma manera, procurarse, prepararse. Relacionar connota conectar, encadenar, acoplar, casar, empalmar, articular, engranar, unir, reunir, juntar, sumar, enlazar, vincular, ligar, trabar, entrelazar, eslabonar, atar cabos. La connotación, en el primer caso, es activa; la connotación, en el segundo caso, tiende a ser mas bien pasiva o neutra; en este caso, conecta; en el primer caso, agenciar, busca, solicita, procura. En este caso, hay como una voluntad explícita de hacer algo, de plantearse un fin, un objetivo. En cambio, en el segundo caso, relacionar, puede incluso estar ausente el fin, la finalidad, el objetivo; puede darse, puede ocurrir la conexión sin necesidad de buscarla. El término agencia deviene etimológicamente del latín; significa, en principio, negocio o servicio autorizado por otro, también lugar donde se despachan asuntos; se conecta con agente, es decir, quien actúa por otro. Viene del latín agentem, quién actúa por otro; deriva del acusativo agens, radical agent, participio activo de agere, que significa actuar, conducir, hacer. La raíz se encuentra en el indoeuropeo ag, que significa conducir, dirigir. De la misma familia donde se encuentran: abigeo, acción, acta, actividad, activo, acto, actor, actriz, actual, actualidad, actuar, agencia, ágil, agitar, agonía, agrario, agreste, agrícola, agricultor, agricultura, ambages, ambiguo, antagonismo, axioma, castigar, coágulo, cuajo, cuidado, cuidar, demagogo, descuidado, embajador, enjambre, ensayo, estratagema, estrategia, exacto, examen, examinar, exigir, exiguo, fumigar, hostigar, indagar, lidiar, litigio, mitigar, navegar, paragoge, pedagogo, peregrino, prodigar, pródigo, protagonista, purgante, purgatorio, reacción, redacción, redactar, rumiar, sinagoga, transigir[34]. La etimología del término relación viene del latín relationem, acusativo de relatio, cuyo tema es relation, que significa relación; otra connotación es narración. Hablamos de relación, asociación lógica; aunque también connota la acción de llevar atrás. En cuanto a la connotación de narración, viene de relatus, participio pasivo supletivo de referre, que quiere decir referir, describir, narrar; en otras palabras, referir, poner en relación[35].
Bajo estas consideraciones, se entiende que no se trata de abandonar completamente el concepto de relación y sustituirlo por el concepto de agenciamiento social; esto no se podría hacer pues agenciamiento supone relación; el agenciar supone el relacionar. Lo que pasa es que; primero, no se puede circunscribir la relación a un mismo lazo repetitivo, cuando se trata mas bien de una banda de variaciones constantes; segundo, hacer hincapié no tanto en la relación como contacto y lazo, sino en el uso que se le da a la relación, en el tipo de agenciamiento. Cuando Gilles Deleuze y Félix Guattari usan el término de agenciamiento, se refieren a las prácticas, a las actividades, que producen y reproducen un plano de consistencias; plano finito y limitado. Cuando se llega a su umbral y se cruza el límite, se entra a otro agenciamiento; por lo tanto, se está en otro horizonte de agenciamientos. Entonces el agenciamiento implica una actividad volitiva y deseante deslizándose en un plano de consistencia, que comprende tanto resistencias como dominaciones, desplazamientos en espacios lisos, así como desplazamientos en espacios estriados. Los agenciamientos comprenden subjetividades y afectos, imaginarios y deseos, además de los relacionamientos concretos proliferando en su onda de variaciones. Desplazarse a la perspectiva de los agenciamientos ayuda a visualizar y hacer inteligible las dinámicas moleculares de las relaciones sociales, libera la subjetividad implícita en las prácticas y relaciones sociales, además de comprender que los agenciamientos dibujan mapas y cartografías.
El concepto de agenciamiento ayuda a comprender la banda de variaciones de la relación social, el movimiento de onda de lo que llamamos el desplazamiento de la relación social. Se dan agenciamientos, en plural, así como concurren variaciones contantes de las relaciones sociales, también en plural. Son estas proliferaciones desbordantes las que modifican los mapas y las cartografías sociales, los paisajes sociales, las llamadas sociedades. Estamos entonces ante una sociedad alterativa o ante la alteratividad misma, constante, imperceptible, de la sociedad. La sociedad nunca es reproducción de lo mismo, sino es más bien una ecología en constante repetición y diferenciación; lo que se produce es el desplazamiento imperceptible, en lapsos de tiempo; por acumulación, los desplazamientos se hacen perceptibles, se dan las rupturas, las llamadas “revoluciones”. Es una petulancia estatal creer que las sociedades están capturadas y controladas por el Estado. Esta es la ilusión del poder. El Estado ciertamente captura dinámicas moleculares sociales a través de sus instituciones, que son agenciamientos concretos de captura; empero, no detiene la profusión espontánea de las dinámicas moleculares y sus composiciones, más bien requiere de la constante abundancia de éstas, pues se reproduce por captura de estos flujos. Lo que pasa es que el Estado se imagina una sociedad a su imagen y semejanza, reduce los ámbitos de la sociedad a los espacios de relacionamiento entre Estado y sociedad, circunscribiendo entonces la sociedad a las zonas de captura de las dinámicas moleculares sociales. Sin embargo, la sociedad, como tal, no se encuentra en las zonas de captura, sino en el polo opuesto, por así decirlo; no se encuentra en el campo gravitacional de la centralización y concentración institucional, sino en el espacio liso de deslizamientos y desplazamientos, espacio descentralizado y desconcentrado, donde las mónadas, las singularidades, las “autonomías”, componen singularidades mayores libremente, de manera creativa. De todas maneras se puede comprender un tercer espaciamiento social, fuera del relativo a las zonas de captura del Estado y del espacio liso de los flujos de fuga de las dinámicas moleculares; este es el espacio-tiempo que articula los territorios de resistencia. Frente a las estrategias y diagramas de captura del poder y del Estado, las dinámicas moleculares sociales componen territorios de resistencia, que se resisten a la captura, la desvían, la bloquean, evitando la captura. Estas resistencias, que también son composiciones de singularidades, también se alimentan de dinámicas moleculares sociales. Congregan o desatan fuerzas; se podría decir que hasta “capturan” singularidades; empero esta “captura” no tiene por qué tener efecto estatal, a no ser que este sea el proyecto, un nuevo Estado. La “captura” concertada en las resistencias prioritariamente, en principio, es anti-estatal, busca desmantelar el Estado.
Hay múltiples formas de resistencia, individuales, grupales, populares, locales, regionales, nacionales, mundiales, que se mueven en distintos planos, por así decirlo; planos expresivos, planos virtuales, planos efectivos, planos de movimientos y movilizaciones. A veces las resistencias adquieren cierta “institucionalidad”, cuando se forman partidos “revolucionarios”, movimientos sociales anti-sistémicos permanentes, agrupaciones, pueblos indígenas. En este último caso, las “instituciones” culturales ancestrales, las “instituciones” comunitarias, los territorios indígenas, adquieren carácter institucional frente al Estado. Cuando ocurre esto, como que el Estado se enfrenta con contra-poderes organizados, que no necesariamente tienen que ser entendidos como nuevos proyectos estatales. Sin embargo, los códigos en los que se mueve el enfrentamiento con el Estado son estatales; son las reivindicaciones, son los derechos, son las demandas, las categorías de los discursos de las resistencias. Por esta situación complicada estos territorios de resistencia se encuentran tensionados; los territorios de resistencia pueden ser capturados por el Estado mediante el procedimiento de la ampliación de derechos, pueden ser estatalizados, o, al contrario, la conquista de derechos puede fortalecer la proyección anti-estatal de las resistencias organizadas.
Las resistencias organizadas tienen efecto estatal; cuando el gobierno accede a las demandas; más cuando reconoce derechos. El Estado “cambia”, aunque sea de una manera imperceptible; se amplía; mucho más aun cuando los sectores sociales demandantes son incorporados. Cuando se produce una “revolución” el cambio del Estado es radical, mejor dicho, la ampliación del Estado es radical. Al respecto, este es el problema de las “revoluciones” radicales, pues después de tomar el poder se termina construyendo un Estado más fuerte. El problema es que no destruyen el Estado, aunque así parezca, sobre todo cuando estas “revoluciones” son radicales, como las llamadas “revoluciones” socialistas. El Estado, como fabulosa maquinaria de captura, se reconstruye a partir de sus ruinas y cenizas. Para reconstruirse sólo requiere de la pervivencia del Estado internalizado en las subjetividades, diseminado en las relaciones sociales, que lo reproducen; cuando se conforman las instituciones, incluso si son nuevas, si la composición de estas se basa en el prejuicio estatal, “se necesita de un Estado”; entonces, cuando estas condiciones de posibilidad se dan o perduran, ya se cuenta con los agenciamientos concretos de poder, que hacen de engranajes de la maquinaria estatal.
A propósito, una antigua y reiterada pregunta, relativa a las viejas discusiones marxistas, es: ¿Es posible hablar de un Estado socialista? Suponiendo que en el comunismo ya no se cuenta con el Estado, pues habría sido absorbido por la sociedad. Respondiendo con los conocidos argumentos ortodoxos, se decía, desde las posiciones más consecuentes, que la dictadura del proletariado es la transición estatal hacia el socialismo; de esta forma se creaban las condiciones de posibilidad para transitar hacía el comunismo. Estas posiciones marxistas parten de la premisa de que el socialismo no es posible sino mundialmente, aboliendo la hegemonía y dominación mundial del sistema-mundo capitalista. La experiencia histórica, si podemos hablar así, nos enseña que; primero, la construcción socialista es dramática y difícil, atiborrada de contradicciones. A pesar de los beneficios sociales para el proletariado y para las mayorías populares, en lo que respecta al mejoramiento de las condiciones de vida, trabajo, salud, educación, beneficios, no se pudo salir de la lógica de la valorización abstracta, de la economía política capitalista. Se modifica el perfil de la estructura social, mejorando las condiciones de reproducción del proletariado, ampliando el espectro y el peso de las llamadas clases medias, las que adquieren un elevado nivel de formación, por el acceso a la profesionalización. Si bien la burguesía puede haber desaparecido prácticamente, el vacío que deja como que es llenado por la burocracia, sobre todo por la jerarquía de la burocracia, al mando de la producción y de la economía, además de, obviamente, al mando de la política pública. Esta burocracia prácticamente se convierte en una “clase” dominante. Según algunos autores, investigadores y teóricos marxistas, la lucha de clases se desplaza a otros escenarios, bajo nuevas condiciones, pero no se sale de ella. Se trata de una nueva forma de expropiación del excedente social. Acompañando estos obstáculos y límites de las llamadas “revoluciones” socialistas, una segunda enseñanza de la experiencia histórica es que las revoluciones socialistas recurren al Estado como defensa, como instrumento de transición y de construcción socialista; por lo tanto, el Estado adquiere dimensiones gigantescas y absorbentes. Estas “revoluciones” socialistas terminan atrapadas en las lógicas del poder del Estado, distanciándose de las lógicas revolucionarias, que requieren de amplias participaciones, de la movilización general, y de la profundización democrática. Las revoluciones socialistas nos mostraron las vías híper-disciplinarias de la estatalización, con pretensiones absolutas. Al respecto, la pregunta es: ¿Por qué las resistencias organizadas, por lo menos las más significativas, derivan en efectos estatales, que implican la ampliación del Estado; por qué las “revoluciones” radicales derivan en estados absolutos; cuando, en ambos caso, se supone, que los objetivos eran contrarios, mas bien anti-estatalistas?
Hipótesis
Las “revoluciones” llamadas socialistas tienen como meta el socialismo; en esta perspectiva, requieren del Estado para forzar la transición, lo que se ha venido en llamar dictadura del proletariado. Este es el problema, que el socialismo sea una meta, no un punto de partida. Hay que aprender de las revoluciones políticas democráticas del siglo XVIII y del siglo XIX, donde la democracia no era una meta sino un punto de partida, donde se establecían las reglas del juego. Se supone que las “revoluciones” socialistas no salieron de la perspectiva del socialismo utópico, criticado por Marx y Engels, del modelo de lo que debería ser la sociedad ideal. La vida social es obviamente muchísimo más compleja que cualquier modelo, por más sofisticado y elaborado que sea; además las contingencias, la aleatoriedad de los hechos, eventos, sucesos y acontecimientos, abren distintas posibilidades de secuencia y desenlaces. Pretender controlar la pluralidad innumerable de variables contingentes, desatadas en contextos específicos y coyunturas concretas, desenvueltos en devenires variados, es como querer disciplinar la “realidad” efectiva, que es sinónimo de complejidad. Sin embargo, paradójicamente, en esta teleología se han perdido las llamadas “revoluciones” socialistas, naufragando, en la mayoría de los casos, en el mar embravecido de sus contradicciones.
No es posible cumplir con estas finalidades, llegar a estos objetivos, mediante una imposible ingeniería social, que además, para cumplirla, se tiene que suspender la democracia. Lo “realista”, déjenos hablar así, es establecer un punto de partida, las reglas del juego del “socialismo”, como lo hizo, en su momento, la revolución democrática. Como por ejemplo, partir de la igualdad de las condiciones sociales y de oportunidades para todos; esto equivale, entre otras cosas, garantía de trabajo, pleno empleo; garantía educativa, educación para todos y en todos los niveles de formación; garantía de salud, salud para todos y en lo que respecta a todas las circunstancias. A todo esto se puede añadir la garantía de un ambiente sano y saludable, condiciones ecológicas. Desde la perspectiva descolonizadora, se puede establecer la igualdad y equivalencia de las condiciones culturales, garantizando el pleno desenvolvimiento, potenciamiento y despliegue de las culturas, de las lenguas, de las naciones y pueblos, garantizando el respeto a sus territorialidades. Todas estas reglas del juego político deben ser el punto de partida. Lo que venga después, dependiendo de cada caso, de cada complejidad, de cada contexto, de cada coyuntura local, “nacional”, regional y mundial, dependerá de las decisiones deliberadas, consensuadas y acordadas democráticamente, atendiendo y resolviendo las problemáticas singulares tal como se presenten.
Para cumplir con este punto de partida no se requiere de un Estado absoluto, gigantesco y descomunal; se requiere de transiciones estatales que transfieran a instituciones técnicas y a la democracia participativa gran parte de las tareas y gestiones, monopolizadas por el Estado. Se trata de quitarle poder a la clase política y potenciar a la gestión social y a la gestión comunitaria. El recorrido del punto de partida “socialista”, ecológico y descolonizador, hacia el devenir de la sociedad integral, comunitaria, democrática, pluri-diversa, mundial, va depender de la co-creación y la co-efectuación multilingüe y multicultural participativa de las sociedades, de los pueblos y de las comunidades.