10-09-2013
José Arreola
El primero de septiembre, bajo resguardo de un gran operativo policiaco, el gobierno mexicano pretendió dar punto final al conflicto magisterial. El mensaje fue claro: aprobada la reforma educativa, en lo general y en lo particular, la resistencia de los profesores llegaría a su fin. Sin embargo, pese a la campaña de linchamiento, a los actos de provocación en las movilizaciones, y a la continua bravuconería de utilizar la fuerza del Estado, los mentores de la CNTE han sorprendido con su respuesta. La convicción en la justeza de sus demandas es fundamental para ello; la firmeza ante la oleada gubernamental es capital. De la jornada del día cuatro de septiembre, en la que se movilizaron profesores en 22 estados del país, destaca el hecho de que el magisterio, lejos de rendirse, está enfrentando al gobierno con una entereza impresionante.
Vale recordar que este elemento de entereza, de firmeza, es un baluarte de quienes a lo largo de la historia en México han luchado por la defensa de derechos elementales de la población mexicana. Dos ejemplos en la lucha social contemporánea saltan a la vista: la huelga estudiantil de 1999 en la UNAM, encabezada por el Consejo General de Huelga, que detuvo la privatización de la universidad más importante del país y la resistencia campesina del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT) de San Salvador Atenco que, en dos ocasiones -2001 y 2006-, venció la soberbia gubernamental. La firmeza, en ambos casos, fue mucho más que sólo una cuestión de dignidad. Se trató de un elemento de honda raíz, de un componente que a la larga rindió frutos. De hecho, bien vale considerarlo como un punto que marcó la estrategia de esas dos luchas. Hoy la CNTE, está guiando su accionar por ese derrotero. Las movilizaciones constantes muestran hasta qué punto los profesores están dispuestos a llegar con tal de defender no sólo sus derechos laborales sino también -y sobre todo-, la educación pública, gratuita y de calidad. Contra todo pronóstico, la lucha magisterial no decae y se ha convertido en el toque a reunión de las organizaciones sociales del país. La plaza del zócalo es hoy la plaza de la resistencia. Sin embargo, pese a las no pocas virtudes de un movimiento como éste, existe la necesidad de mirar más allá de sus aciertos.
La rapidez y la envergadura de los acontecimientos políticos rebasan la capacidad de un análisis preciso sobre las fuerzas, las virtudes, y las carencias del movimiento social en su conjunto. En esta pelea hay una batalla que, resulta incuestionable, la CNTE ganó: con su incesante movilización puso en cuestionamiento severo las “virtudes” de la reforma peñanietista. Las acciones emprendidas por los profesores en resistencia son y serán necesarias. Pero a éstas les es imprescindible un algo más. No hablo de la inocente manía, en un sector dentro del movimiento social, de apelar a las acciones llenas de “radicalidad” o “contundencia” que las más de las veces juegan en contra de la propia movilización. Falta que la población, los de a pie, entienda y haga suya, de muchas maneras, la lucha magisterial. Ése es el déficit existente en esta pelea y es, quizá, el más difícil y urgente de resolver.
La brutal campaña mediática contra los profesores de la CNTE ha surtido efecto. No es casual que así sea. El gobierno mexicano preparó, con amplia antelación, el linchamiento de quienes, ya se sabía, iban a luchar contra la iniciativa de Peña Nieto. Sería de una ingenuidad tremenda, por ejemplo, pensar que la promoción, distribución y aparición del documental de Carlos Loret de Mola, De panzazo, fue un hecho aislado. La asociación presidida por Claudio X. González, Mexicanos Primero, financió fervorosamente el proyecto. De hecho, el guión del filme es coautoría de dicha asociación. Su estreno, en febrero de 2012, significó el inicio de una campaña incesante contra el magisterio en general y contra la CNTE en particular. Recuérdense, de igual manera, los spots publicitarios del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) que diferenciaba a los maestros “buenos”- sacrificados, responsables, y afiliados al SNTE-, de aquéllos que marchaban, hacían plantones y faltaban a clases, pertenecientes a la CNTE. Desde entonces, y aún antes, existe una campaña sostenida contra la disidencia magisterial. El gobierno federal no ha hecho más que potenciar y utilizar los lugares comunes que se impusieron, a fuerza de repeticiones, en el imaginario de la población. Así, el hijo pródigo del grupo Atlacomulco y los medios de comunicación, especialmente Televisa, construyeron todo un andamiaje que les permitió, gozando de un aval previamente edificado, aprobar la reforma educativa sin costo político de ningún tipo. ¿Peña Nieto habría aprobado la reforma de cualquier modo?, sin duda. Pero no es lo mismo hacerlo contando con la simpatía de amplio sector de la población, que mira con buenos ojos la “evaluación” de los profesores, que hacerlo sin esa simpatía o, incluso, con rechazo. Se impuso la reforma educativa del mismo modo en que se trabajó la imposición de Peña Nieto en la presidencia, pues, como se sabe, el fraude no fue sólo en las urnas, sino urdido desde los medios desde mucho tiempo atrás.
El algo más al que me refiero es, precisamente, recuperar terreno en este campo. La reforma fue impuesta desde antes en el imaginario de la sociedad; se instaló en la conciencia de la población la urgente necesidad de “evaluar” a los profesores. Ahí está el talón de Aquiles del movimiento social en su conjunto. Hay un debate que no se ha conseguido ganar. Es obvio que las grandes televisoras, los medios impresos, la radio, el internet, al servicio del gobierno, tienen un vasto espectro de influencia; justo por eso es imprescindible dar el debate con aquellos que, sin saber exactamente por qué, apoyan la reforma educativa. Es preciso que la gente de a pie, la que viaja en el transporte público, la que lleva a sus hijos a las escuelas públicas, la que se ve “afectada” por el plantón en el zócalo, por las marchas, sepa las implicaciones de la reforma y especialmente de la necesidad ineludible de las acciones realizadas por la CNTE. El algo más es que la mayor cantidad de personas comprenda a cabalidad por qué los profesores han tomado el zócalo, por qué han debido marchar y movilizarse, por qué han tenido que parar clases. El algo más es que esas personas, que hoy condenan a los maestros, puedan al menos ser sensibles a lo que los profesores dicen. No basta, además, decir que la reforma es privatizadora, debe demostrarse cómo y por qué lo es.
El movimiento social mexicano, las diferentes expresiones que convergen en él, no puede estar ensimismado. No puede creerse, por ejemplo, que baste tener el zócalo ocupado, o hacer movilizaciones cotidianas, o realizar un encuentro de organizaciones para derrotar al gobierno. La plaza ocupada vale en tanto referencia simbólica; las marchas y los bloqueos tienen efecto en tanto muestran la fuerza, el músculo del movimiento; pero todo ello debe estar constantemente acompañado de la simpatía de la población, de un aval, de una legitimidad ganada a pulso. Es primordial que se explique, asimismo, que no se trata de necedad –en el sentido peyorativo del término-, sino de una necesidad el hecho de luchar contra lo aprobado por Peña Nieto. La labor es grande, inmensamente grande, pero no es imposible. La CNTE, y el movimiento social en general deben (debemos) ir a ganar ese algo más. El transporte público, los mercados, las escuelas, son puntos fundamentales en los que ese algo más se gana y se construye.
Por eso, tanto la huelga universitaria del 99, como la resistencia atenquense en 2001 y 2006, dejaron huella profunda en el México profundo, porque demostraron fehacientemente que la firmeza estratégica debe estar, a la par, respaldada por el constante debate; que a diario debe responderse a las mentiras del gobierno; que existen sobradas razones para pelear. Por lo pronto, la CNTE ha convocado este 11 de septiembre a una nueva jornada de movilización. Es un día vital para manifestar, por un lado, el respaldo y la fuerza de la dignísima lucha magisterial y, por otro lado, una oportunidad de oro para ir a ganar a las escuelas, las plazas, los mercados, el transporte público, ese algo más tan imprescindible.
El México de abajo debe agradecerle a la CNTE la gran lección de firmeza, de coraje, y de amor por los suyos, porque así, poco a poco, como señaló el maestro José Martí, nos vamos poniendo en fila “para que no pase el gigante de las siete leguas”.