Occupy, la advertencia del sismo social que viene en Estados Unidos
Tal vez el movimiento, que cumple dos años, estaba destinado a existir sólo como una crítica y no como una respuesta a las preguntas que planteó.
Nick Espinosa
Traducción: Clayton Conn
Desinformémonos
Estados Unidos. Occupy es el movimiento social que definió a mi generación. Llevó la reciente ola de revueltas por la democracia y la igualdad, interconectadas a nivel mundial, al corazón del capitalismo y el control empresarial en los Estados Unidos. A través de éxitos audaces y deficiencias frustrantes, Occupy disparó un tiro de advertencia a la proa de Wall Street e indicó el comienzo de un período de transformación de los Estados Unidos, que nos llama a alejarnos del camino de la destrucción económica y ecológica y construir el nuevo mundo que no es sólo un ideal, sino una necesidad para nuestra supervivencia colectiva.
El movimiento Occupy creó un centro de gravedad para la izquierda. Reunió a una variedad de fuerzas políticas que van desde los anarquistas, pasando por los progresistas, hasta llegar a los libertarios. A pesar de su expulsión de las plazas de todo el país, se activó una poderosa red de personas y organizaciones. Muchos de ellos siguen trabajando juntos para lograr metas nacidas fuera del movimiento, ya sea en otros movimientos o en proyectos como Occupy Homes (Ocupa las casas), huelga de pago de deudas y Occupy Sandy (asistencia a los damnificados por el huracán del mismo nombre).
Los sindicatos y organizaciones comunitarias y religiosas desempeñaron un papel importante en el apoyo al movimiento, ya que pasó de ser un advenedizo rudimentario a un gigante nacional. La valentía contagiosa del movimiento Occupy inspiró a sindicatos y otros grupos a tomar una postura más militante y repensar su enfoque de la organización y su relación con el Partido Demócrata, mientras luchan contra la disminución de integrantes y los ataques desenfrenados de las corporaciones -que buscan eliminar a las instituciones que se interponen entre ellos y el lucro desenfrenado.
Las relaciones que atravesaron al movimiento, así como la experiencia forjada por valientes actos de desobediencia civil no violenta de alto riesgo– a cargo de una nueva generación de líderes en el movimiento Occupy-, serán de gran valor cuando haya nuevos levantamientos en los Estados Unidos y en todo el mundo. Con las cosas solamente mejorando para los ricos y empeorando para los pobres, no es una cuestión de si sucederá, sino cuándo, el próximo cambio histórico en las placas tectónicas del capitalismo mundial.
Desafíos para el éxito Hay tres factores clave para el fracaso que tuvo el movimiento Occupy en la producción de un movimiento revolucionario de masas sostenido y capaz de resolver las injusticias que trajo a la luz con tanta eficacia: la represión estatal coordinada a nivel nacional, la incapacidad de incorporar efectivamente el análisis racial y el liderazgo de las personas del color -que son las más afectadas por la crisis económica- y la naturaleza fundamentalmente antidemocrática del modelo de asamblea general.
La represión estatal El declive del movimiento puede ser más directamente atribuible a la represión coordinada a nivel nacional por el Departamento de Seguridad Nacional, bajo la dirección de la administración Obama, cuando por todo el país se desalojaron las acampadas. Una vez más, el Partido Demócrata se expuso a sí mismo como un partido que sirve más a los intereses de Wall Street y de la élite financiera que al pueblo, cada vez más empobrecido, que lo eligió.
Documentos oficiales muestran que el FBI consideró planes para asesinar a líderes del movimiento Occupy, con francotiradores y a través de una extensa infiltración y espionaje en grupos de todo el país. En algunos casos, los infiltrados llegaron tan lejos como para instigar actividades ilegales con el fin de desacreditar al movimiento y presentar cargos graves contra las personas que posiblemente no hubieran tenido ese tipo de acciones en mente sin ser empujadas por agentes del Estado.
La raza y el Movimiento Occupy Mientras que el lema “Somos el 99%” trajo un mensaje unificador claro de conciencia de clase, muchos de los participantes en el movimiento Occupy no reconocieron el papel histórico de la supremacía blanca, el patriarcado y el colonialismo en la formación de las dinámicas de poder que existen en el contexto estadunidense. Como resultado de su retórica y cultura inaccesible, el movimiento Occupy con frecuencia no resonó en las comunidades de color ni involucró de manera concreta las luchas inmediatas de sus comunidades: la brutalidad policial, la encarcelación en masa, la reforma migratoria, el acceso a una vivienda asequible y la educación de calidad.
Si vamos a deconstruir el capitalismo, es esencial contar con un liderazgo y una base que refleje a las comunidades más afectadas por la desigualdad. Así se expondrá la explotación racista, indispensable para mantener un sistema tan injusto, y se aprovechará el poder político subdesarrollado de los grupos raciales y étnicos que superarán en número a los blancos estadunidenses en 2050.
La Asamblea General Las asambleas generales, destinadas a ser un proceso utópico e igualitario de toma de decisiones, libres de las contradicciones de la jerarquía, fueron sin lugar a dudas la función más disfuncional y frustrante del movimiento Occupy. La mayoría utilizó un proceso de consenso basado en el 90 por ciento: si el grupo que prueba una decisión es menor que el 90 por ciento del total, ésta es rechazada. Este engorroso proceso llevó a reuniones diarias que a menudo duraban cuatro horas, y que incluso las decisiones más simples fueran difíciles de tomar. Por lo tanto, desde el principio nos vimos en un proceso fatalmente defectuoso que socavó muchas de nuestras metas.
Este método ineficiente y confuso de toma de decisiones hizo al movimiento increíblemente inaccesible para aquellos que no podían permitirse el lujo de pasar cuatro horas al día en asamblea general, especialmente la gente de bajos ingresos y las personas que trabajan, los padres y las comunidades de color, los mismos grupos más afectados por las cuestiones planteadas por el movimiento Occupy.
Un movimiento sin líderes El movimiento Occupy nació como una crítica al orden social y planteó cuestiones fundamentales de la democracia, la corrupción y la estructura del movimiento. Como resultado, a veces pecó de ser reaccionario, alienando a los participantes potenciales. Se afirmó la no existencia de líderes y con frecuencia se respondió con hostilidad hacia los que mostraron iniciativa.
Un movimiento que espera enfrentar a las fuerzas más ricas y poderosas de la historia del mundo debe ser tan inflexible con sus objetivos como pragmático con sus tácticas. Las tendencias hacia el purismo en el movimiento Occupy no sirvieron a su objetivo de cambiar el equilibrio de poder entre los que tienen y los que no.
Desafortunadamente, para las personas que se han sentido impotentes durante toda su vida, a menudo es más fácil derribar a personas y organizaciones dentro del alcance que trabajar juntos contra el poder aparentemente infinito de las corporaciones multinacionales.
Tuvimos razón en ser escépticos ante el Partido Demócrata y el peligro de la cooptación. Una aproximación prudente a los sistemas que la élite financiera controla y maneja a su antojo debe ser un punto de partida para cualquier persona que quiera cambiarlos. Tuvimos razón en señalar los peligros del complejo industrial de organizaciones “sin fines de lucro”, y la forma en que las fuentes de financiación se usan para el control de los movimientos sociales, limitando sus demandas y potencialidades.
Esto no significa, sin embargo, que nunca debemos -bajo ninguna circunstancia- trabajar con organizaciones no lucrativas o demócratas para avanzar en nuestros objetivos. Tampoco significa que debemos rechazar todas las formas de liderazgo o de organización que impliquen jerarquía o delegación de autoridad. De hecho, cada movimiento social importante en la historia de los Estados Unidos ha tenido liderazgo y estructura de una organización disciplinada que les ayudó a identificar y trabajar hacia sus objetivos.
El camino a seguir En su esencia, el movimiento Occupy fue una lucha para restaurar la democracia en una sociedad dominada por el control corporativo. La desigualdad en la riqueza y la dominación de los sistemas económicos, políticos y sociales por los súper ricos son resultados inevitables del capitalismo.
La verdadera democracia es incompatible con el capitalismo. Cuando las comunidades son capaces de hacer auténticamente su voz oido y ejercer el poder para cumplir con sus necesidades humanas fundamentales, un sistema que se basa en un grupo de beneficiarse a costa de la otra será deconstruida. El tipo de democracia que es necesaria para transformar nuestra sociedad requiere más que la simple elección de un representante cada cuatro años; se necesita una que permita a todos los miembros de la sociedad participar en la toma de decisiones significativas que mejoren su calidad de vida.
Con la construcción y el fortalecimiento de espacios donde la gente pueda ejercer la democracia directa para controlar a sus comunidades, podemos crear un contrapeso al control corporativo, y comenzar a reconstruir el tejido social con el que podemos construir un movimiento que cambie el equilibrio de poder en los Estados Unidos.
No hay que mirar más allá de nuestros vecinos de América del Sur para ver cómo puede lucir en la práctica una evolución de la democracia.
En Brasil, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra (MST) ganó títulos de tierras para 350 mil familias de trabajadores sin tierra a través de la ocupación de baldíos en todo el país y, con la democracia participativa en la construcción de campamentos autosuficientes donde los agricultores trabajan la tierra para proveer a sus comunidades. Actualmente hay 180 mil familias que ocupan terrenos para exigir que se les devuelvan y 1.5 millones de miembros del movimiento en todo el país.
En Venezuela, consejos comunitarios reúnen a grupos de 200 a 300 familias en los barrios de todo el país para tomar decisiones acerca de sus comunidades. Si deciden construir una escuela, arreglar las carreteras o iniciar un negocio, el gobierno otorga los fondos para completar el proyecto decidido por la gente que vive allí. Estos espacios de participación son financiados con una suma de más de mil millones de dólares por año, dando a los más pobres entre los pobres la oportunidad de toma de decisiones significativas.
En ambos países, sindicatos democráticos militantes, organizaciones vecinales y comunitarias y organizaciones de la teología de la liberación se unieron para construir una fuerza política independiente que tome en cuenta a sus movimientos, que ha tomado el poder en todos los niveles de gobierno, incluyendo la presidencia.
De este modo, Brasil y Venezuela redujeron la pobreza a la mitad, reescribieron sus constituciones para defender los derechos humanos, la institucionalización de la democracia participativa y la mejora del acceso a una vivienda de calidad, la educación, el empleo y los servicios sociales. Si bien ningún país es perfecto y sin contradicciones, sus movimientos de masas democráticos han comenzado y continuarán profundizando el proceso de transformación de sus países. Caminan hacia ser naciones verdaderamente democráticas que defienden a su pueblo en lugar de a los intereses corporativos.
Nunca ha habido tan pocos con tanto, y muchos con tan poco. Nuestro planeta no ha enfrentado colectiva tan graves amenazas para nuestra supervivencia antes. Sin embargo, tampoco habíamos tenido acceso a esa tecnología avanzada de comunicaciones que une movimientos al instante, de Egipto a los Estados Unidos, con soluciones reales a los problemas derivados del capitalismo global. No estamos solos. Nuestros movimientos pueden y deben liderar el camino hacia un nuevo mundo, basado en los valores que promueven comunidades saludables y equitativas, evitando la convergencia de la crisis económica y ecológica.
Tenemos que unirnos a los enemigos naturales del capitalismo global, mientras crecemos y fortalecemos las instituciones democráticas del movimiento para involucrar a estos grupos e invertir en su liderazgo y formación política. Al hacer esto, nos prepararemos para maximizar el siguiente e inevitable crecimiento de la actividad del movimiento, mientras mantenemos a largo plazo la organización transformadora.
Tal vez el movimiento Occupy estaba destinado a existir sólo como una crítica y no a convertirse en el vehículo que responde a las preguntas que planteó, como una advertencia del inminente cambio en las placas tectónicas del capitalismo global. Depende de cada uno de nosotros que creamos en la esperanza de una generación, nacida en plazas de todo el país, para reconstruir una auténtica democracia participativa en nuestros barrios, lugares de trabajo y de culto, escuelas y gobierno. Al hacer esto, deconstruiremos el control corporativo de la sociedad y construiremos el movimiento necesario para luchar y conseguir un nuevo mundo controlado por las comunidades, que sea justo, equitativo y libre. El futuro del planeta depende literalmente de él.
Artículo publicado en Truth Out