El asesinato del Estado Plurinacional
El MAS y el crimen político de lo indígena originario
Pablo Mamani Ramírez *
En la Bolivia de hoy lo colonial y lo republicano se impone como una nueva realidad. La vieja Bolivia tenía el principio de la negación radical del indígena originario porque era concebido como antítesis del proyecto liberal. Y hoy nuevamente lo indígena originario ha sido definido como el enemigo interno del Estado boliviano. Su actor central es el gobierno del MAS definido desde el indigenismo del siglo XX.
“El Estado plurinacional está herido de muerte”, dijo Rafael Quispe, ex Mallku de CONAMAQ (Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu). El día 3 de octubre el parlamento boliviano inicia el tratamiento de la Ley de reasignación de los nuevos escaños parlamentarios. Hace dos semanas el Tribunal Electoral había presentado esta nueva asignación a la Asamblea Plurinacional. Y ante la inminente aprobación, diferentes regiones se movilizan, y los Mallkus y T’allas de CONAMAQ, entran en huelga de hambre en las instalaciones del parlamento boliviano. Tata Simón Antonio Cuisara del Suyu Charka Qharaqhara, es la primera baja que tiene CONAMAQ dada por su elevada edad. Este hecho viene antecedido por la toma de FDPIOYCC (fondo indígena) por parte de las organizaciones acólitos del gobierno para dejar fuera al movimiento de los ayllus.
Los originarios ante este hecho en un comunicado, afirman: “denunciar la violación selectiva de los derechos de los pueblos indígenas, ya que una vez más fuimos despojados de nuestros derechos, a participar y decidir de acuerdo al mandado de la Constitución Política del Estado, que reconoce a los pueblos indígenas”. Y de su parte, los funcionarios del parlamento sostienen: “se prohíbe el ingreso de personas ajenas a la institución, a las instalaciones de la Asamblea Legislativa Plurinacional- la cámara de senadores y del edificio del palacio de la revolución”.
Las autoridades originarias de CONAMAQ demandan el incremento de los 7 actuales a 16 representantes de los pueblos indígenas originarios; esto según el compromiso de Evo Morales y del MAS. De hecho, los ayllus de los Andes, pese a ser la preexistencia misma de lo indígena, no tienen representación directa en este poder del Estado. Lo cual es la contradicción más radical del Estado Plurinacional. A este hecho se suma la disminución de la representación uninominal dado que se ha incrementado a los representantes plurinominales. Éste último debilita enormemente la representación territorial para favorecer a los candidatos que irán bajo la paragua del candidato presidencial.
Para decir en una palabra: el MAS (Movimiento Al Socialismo) ha terminado de asesinar al Estado Plurinacional. El actual Estado ya no expresa el principio de la pluralidad que está dada en parte por la representación indígena originaria; tampoco existe la posibilidad de la representación directa según establece la propia Constitución. Lo cual no es compatible con la preexistencia de las naciones y pueblos indígenas, aunque la preexistencia aquí se refiere a una nueva minoría, lo que hace que la actual Constitución sea parte de un nuevo hecho colonial. Lo preexistente como una nueva definición de lo indígena ahora significa simplemente esa una nueva minoría. Así lo indígena originario deja de ser el espíritu del Estado Plurinacional. Por tanto, el Estado, deja de ser también un Estado Plurinacional porque como palabra incluso ya no es efectiva. Ya no tenemos ningún dato que nos refiera a tal hecho. El Estado plurinacional ya no es Estado plurinacional sino es el mismo Estado monocultural y autoritario del pasado reciente y de su pasado colonial. En concreto: el espíritu plurinacional del Estado ha sido asesinado en la misma Asamblea Plurinacional.
Por lo que el Estado boliviano ha vuelto a ser una realidad monocultural ahora paradójicamente dada bajo el rostro del indio. Y lo más grave de ello es que este Estado ha adquirido hoy un profundo espíritu neocolonial que no es del propio indígena o aymaraquechua como tal ves podrían suponer algunos, sino de los descendientes de Pizarro y Almagro. Mismo que merece una mayor atención.
El hecho es que éste tiene la máscara del indio, misma que sirve para asesinar a la idea de la pluralidad del sistema político estatal, pese a que éste había sido proyectado como un nuevo paradigma social. Sobre el tema sabemos que el mundo indígena originario es la cuna de la gran pluralidad o complejidad social y político. Y a partir de este principio se entendía que el Estado iba a proyectar ese horizonte en tanto un nuevo sentido de la realidad; pero hoy esto también es una idea muerta. El Estado ha vuelto a expresar la radical monoculturalidad que finalmente es su realismo político porque éste siempre fue el sentido de su existencia para concentrar el poder en un reducido grupo. Hasta hace poco, el Estado boliviano, pregonaba algunos principios del multiculturalismo, pero hoy ya no puede hacer referencia tampoco a ello. También éste ha muerto. Así Bolivia es el lugar de la reproducción de una nueva monoculturalidad radical del poder según la lógica de la vieja unidimensionalidad política. Y en ello el rostro del indio ha servido para encubrir esta nueva realidad porque la misma está dada en la centralidad de la criollidad mono-céntrica.
Así éste es la referencia de la neocolonialdad del poder. Aquí se impone las visiones y privilegios del poder en favor de los grupos de poder minero, petrolero y de los criollo-mestizos agroindustriales que hoy tienen grandes negocios bajo el nombre del Proceso de Cambio. Y lo más grave es que estos grupos siempre han buscado el exterminio del indio rebelde: lo que hoy el MAS ha hecho realidad. Entonces estamos ante el extermino político del indígena originario y la reducción de ella a una representación folclórica para fines oligopólicos del poder. Porque ahora, y, antes, el indígena es el enemigo interno al que hay que aniquilar porque es la preexistencia de ese Otro. Y la lógica liberal aconseja que a ese Otro hay que aniquilar a dos formas. Uno, de forma física y otro de modo cultural. Lo físico es la usurpación de los territorios indígenas para que estos no vuelvan a habitar en dichos territorios. Dos, es el fagocitar de modo simbólico y cultural a dichos pueblos y a sus habitantes para que no exista como realidad y memoria; misma que se funda en el horizonte del yo universal y absoluto del criollo-mestizo.
Así la mentada diversidad era y, hoy es, un cliché porque no tiene realidad sino es la monoversidad del mundo. En otras palabras, se impuso el principio de la vieja visión liberal frente a su propia visión multicultural de la política. El viejo liberalismo sostiene que la ciudadanía se funda en el principio de la ciudadanía única que es la homogeneidad universal. Y el multiculturalismo sostiene que esta ciudadanía debe estar complementada por lo multi a partir de las diferentes existencias.
Así en la Bolivia de hoy lo colonial y lo republicano se impone como una nueva realidad. La vieja Bolivia tenía el principio de la negación radical del indígena originario porque era concebido como antítesis del proyecto liberal. Y hoy nuevamente lo indígena originario ha sido definido como el enemigo interno del Estado boliviano. Su actor central es el gobierno del MAS definido desde el indigenismo del siglo XX.
En ese sentido, no tiene sentido ya hablar de un Estado plurinacional ni hablar de un proceso de cambio sino es más apropiado hablar de la restauración del viejo Estado con rostros incestuosos de lo indígena. Su realismo de esto es Evo Morales y otros personalidades de la política actual. Para llegar a ese hecho no tuvo que hacerse un golpe de Estado restauracionista, sino una acción político desde el mismo Estado plurinacional. En otras palabra, éste ha sido promovido desde la misma interioridad del gobierno del MAS. Ahora esto nos enrostra en la cara un profundo sentido de una vieja lógica del poder que incluso pertenece a la llamada derecha porque su sentido es profundamente anti-nacional y anti-indígena.
En la historia la derecha ha sido siempre anti-indio. Y hoy cumple esa tarea la “izquierda” gobernante porque promueve políticas liberalistas del Estado, o mejor, del viejo Estado. Aunque esto puede sonar como contradicción, pero el Estado siempre ha sido el generador de libre mercado y su capitalismo. Lo que aquí observamos es una especie de liberalismo de Estado porque el Estado promueve el mercado y además trabaja por la homogeneidad liberal de su ciudadanía.
Es en este sentido que en Bolivia es imposible hacer referencia a un Estado plurinacional y la transformación social y político. Lo pluri, aunque viene del multiculturalismo, ya no existe. La democracia en su forma real también está en peligro de existir. Lo que existe es la monoversidad del poder y de la política y el poder vertical. Pues un grupo ahora aparece como la luz misma del cinismo más obcecado; la misma está vinculada a los grupos de poder transnacionales. Este hecho hicimos conocer hace años pero que nadie daba crédito. Hoy es una realidad. Así las políticas de diversidad o de descolonización son absolutamente retóricas y cínicas. Dado que ya no existe aquello ni existirá porque hemos entrado a la realidad de la anti-descolonización.
Estamos ante una nueva y cruda realidad. Aquí el hecho histórico es que ningún colonialista puede descolonizar sus propios intereses como ingenuamente algunos todavía creen. Los neo-pizarristas y almagristas no pueden y, desde sí mismo, no deben desmontar a algo que es parte intrínseca de su interés de vida, del poder y del dominio que ejercen sobre los originarios de estos territorios. Los neocolonialistas no pueden ir en contra de sus intereses económicos ni de sus intereses políticos. Este es una realidad. El poder del colonialista es pues para aumentar ese poder y además de gozar de sus privilegios porque el poder te ofrece autos, comodidad, lujuria simbólica, hasta del disfrute sexual, pasando por vacaciones y sueldos, sin contar la corrupción campeante y lacerante.
Ante semejante realidad ¿qué político o “revolucionario” puede definir una postura radicalmente crítico? Habrá pocos, pero la realidad es ésta. El poder se asocia siempre con la inevitabilidad de estos hechos porque son ganancias reales del poder y del disfrute de ese poder. Si esto es así pues el Proceso de cambio o la existencia de un Estado plurinacional es pura palabrería. Aquí el poder en su forma liberal es la de mandar de arriba hacia abajo para concentrar éste en última instancia en un reducido grupos de personas quienes se presentan desde ella como la voz y la representación de la sociedad. Es decir, aquí se produce la máxima enajenación de la voz y del derecho político de la sociedad. En Bolivia esto se refiere al de los pueblos precoloniales. Dichos grupos ahora tratan incluso legitimarse como el grupo enviado por la revolución o se presentan como los salvadores de la desgracia. Por lo que éste se convierte en la mayor estafa del siglo porque han reproducido los intereses más íntimos de la criollidad amestizada.
Así el parlamento boliviano durante estos años y estos días expresa esa realidad. Pues ahora ya no puede ocultar esta estafa. Y ahí varios dirigentes campesinos y sus organizaciones campesinas, son conducidos a un holocausto histórico. En otras palabras, estos, junto a algunos indígenas originarios, son conducidos al matadero político. Y el matadero político es un lugar lleno de charco de sangre donde es imposible respirar algún aire de libertad o incluso una democracia liberal. Es el lugar de la profunda realidad de lo inmoral y de la corrupción porque todos ellos están empapados con ese realismo: el asesinato político del Estado plurinacional.
¿En ese escenario aparecerá algún sacristán tratando de liberar las almas corrompidas de los asesinos y de los asesinados? Al parecer no habrá ese salvador porque ese es el mismo asesino, por lo que no puede hacer nada sino justiciar ese macabro asesinato del proyecto social. Ese es el realismo político hoy en Bolivia. Cierta gente en el exterior piensa que en Bolivia hay un proceso de transformación radical; con esto queda demostrado que aquello no es cierto. Aquí lo que existe es el asesinato público del Estado plurinacional. Y ello es el asesinato político de los pueblos indígenas originarios como una solución final tantas veces repetida en la historia de la humanidad.
Este hecho además no tiene otro nombre que la muerte pública de este Estado que por suerte tiene autores confesos e identificables: Álvaro García Linera, los Romero, Quintana y otros. ¿Habrá algún tribunal para juzgar este holocausto político? ¿Habrá algún profeta que moral y políticamente condene este hecho? Casi podemos estar seguros que al cierre de esta historia no habrá un tribunal ni profeta que diga algo porque quien diga también sufrirá el exterminio de su estado moral y de su ser social e histórico. Esa es el drama de una revolución que hace revolución en contra de los pueblos indígenas originarios que son sus propios luchadores que incluso han dado su vida. Es la instauración del absolutismo del mundo y de una tiranía política que no tiene nombre que aquella sorda idea del Cambio. Un cambio que sin embargo es criminal para destrozar las ideas de descolonización y la esperanza de días mejores.
Y la asamblea “plurinacional” es la sala de este crimen histórico de la lucha indígena originaria y popular; aquí se degolló la pluralidad, la idea y el sentido mismo del mundo precolonial y su actualidad. Por eso vivimos un presente lúgubre y macabra de muerte pública del Estado plurinacional. Aunque éste crimen tendrá mañana también su triste final. Por ahora el CONAMAQ está ahí.
* Sociólogo y posgraduado por la UNAM.