Un llamado a la memoria
Anarquistas buenos, anarquistas malas y otros cuentos
En la generación del imaginario colectivo del enemigo necesario para recortar leyes y libertades, las anarquistas tienen el perfil perfecto. Ya se encargan el Estado español y los medios de comunicación masivos de que así sea. Pero no solo es sólo cosa de ellos.
Carmela Dumange
Desinformémonos
España. Carmela Dumange, anarquista, analiza la criminalización que se produce contra los movimientos sociales, particularmente el libertario, que en España resisten a lo que ella llama “el terrorismo financiero”.
La ácrata llama a recordar los derechos, hoy desmontados, que se ganaron con las batallas anarquistas, y denuncia los “absurdos” montajes de acciones con bombas, que preparan al camino a la represión.
Desde el año 2008, el Estado Español sintió el estallido de esto que se empeñan en llamar crisis. La situación comenzó a ser insostenible, la “burbuja inmobiliaria estalló”, el precio de la vivienda bajó en picado y con ello el negocio de la construcción, lo que a su vez hizo bajar el precio del suelo. En un país que poco más tiene que la “cultura del ladrillo” y el compre sin temor que la vivienda nunca baja, fue prácticamente una catástrofe.
La creación de empleo fue inexistente y con ello empezó la recesión de la economía. El gran negocio de los bancos tocó techo y decidieron terminar con el crédito a particulares y pequeños empresarios. Con ello, el poder adquisitivo de las familias disminuyó sustancialmente. Esto tiene un nombre, por más que nos lo quieran ocultar detrás de una falsa crisis, esto es la estafa del capitalismo y la ilusión del Estado de bienestar, por otro lado, insostenible.
Tres millones de personas viven hoy en situación de pobreza severa, cada día se producen una media de 517 desahucios, el desempleo alcanza la cifra del 26 por ciento -la más alta de la historia del país. Los recortes en sanidad, educación, servicios sociales, pensiones, salarios y derechos laborales y sociales son realmente increíbles, llegan a límites que entran directamente en contradicción con el cumplimiento de los derechos humanos fundamentales y la propia constitución. En Barcelona, la cifra de suicidios aumentó un 58 por ciento con respecto al 2011 y ante un futuro incierto, se triplicó el consumo de fármacos contra la depresión y la ansiedad. Pero eso sí, la crisis aumentó el número de personas ricas en un 13.2 por ciento, los casos de corrupción de la clase política son infinitos y las cantidades que se inyectan a la banca, escalofriantes. El nombre de esto es violencia de Estado, aplicada en lo político, en lo social, en lo laboral, en lo psicológico y en lo económico. Obliga a millones de personas a vivir en condiciones de total precariedad o miseria. Y lo peor del terrorismo financiero está todavía por llegar.
Ante este panorama, muchas personas se declaran indignadas y utilizan la movilización como forma de protesta, el descontento social es general y las diferentes mareas de ciudadanos salen a protestar por los recortes en sus diferentes ámbitos sociales, la educación, la salud, la vivienda, etcétera. Nació la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, y desde el Estado se puso en marcha toda la maquinaria de deslegitimación, para intentar vincularlos con ETA (Euskadi Ta Askatasuna).
Existen también otras iniciativas que, mas allá de mostrar la indignación y creer que el cambio necesario vendrá desde arriba, apuestan por una resistencia activa y por la creación de propuestas por y para las personas, sin líderes ni autoridades que vengan a decir qué es lo que nos conviene. Se trata de una propuesta por un mundo más libre y justo, bajo la solidaridad, el apoyo mutuo, la autogestión, la organización, la libre asociación entre individuos, es decir, que podamos tomar el control de nuestras vidas sin tener la necesidad de un Estado que nos dirija, de que nos controle, recorte, reprima o manipule. Y esto también tiene un nombre, anarquismo.
Muchos son los mitos y la controversia que se han generado, por parte del Estado y la clase dominante, sobre la ideología y las prácticas anarquistas. A lo largo de la historia, el movimiento ha sido fuente de toda clase de críticas, ataques, campañas de desprestigio, persecución, represión, encierro y muerte.
Barcelona, referente del anarquismo revolucionario, fue bautizada en 1909 como la Rosa de Fuego, o La ciudad de las bombas y el revolver Star, por el grado combativo que se alcanzó. Las huelgas eran indefinidas, las demandas innegociables y la lucha obrera y social era un bloque contra la burguesía y el Estado. Estos, para defenderse, crean el Sindicato Libre y modifican la legislación para crear la Ley de Fugas. Se generalizaron la represión, el encarcelamiento y el asesinato contra los obreros. Fueron tiempos del ojo por ojo, y en esa batalla nadie estuvo dispuesto a poner la otra mejilla. Pocos saben que a esa lucha tenemos que agradecer la jornada laboral de ocho horas de la que hoy todas disfrutamos.
Mucho ha llovido desde aquellos días. La Revolución Social demostró en la práctica que es posible vivir la utopía, que esa anarquía que tanta gente identifica con el caos, el desorden y la confusión, es capaz de traer a la práctica cotidiana la máxima expresión del orden, como bien dijo Eliseo Reclus. Las tierras se tornaron colectivas, el dinero quedó eliminado, las fabricas funcionaron a la perfección, desaparecieron los robos, todo era resuelto desde la asamblea y el consenso, desde el principio de la máxima responsabilidad: cada quien aportando según su capacidad y recibiendo según su necesidad.
Pocas son las personas que se preocupan en conocer esta parte de la historia, pocas las que conocen la cantidad de fusilados que a día de hoy permanecen en fosas comunes, pocas las que saben que hubieron muchas capaces de dar la vida por un sueño de libertad, personas que asumieron el coste y las consecuencias de la lucha por convertir los sueños en realidad.
La memoria se borró para muchos, 40 años de dictadura y de una imposición de la “historia oficial” ayudaron en ese proceso de desmemoria, pero también debemos entender que si no asumimos la responsabilidad de aprender de nuestra historia, estamos obligados a repetirla una y mil veces.
Precisamente en eso nos encontramos. El anarquismo es todavía objeto de unas interpretaciones totalmente descabelladas desde la más profunda ignorancia. Dicen que es contrario a la organización, que su única apuesta es la violencia, que no cuenta con un proyecto político, que es un acto de rebeldía en la juventud que tiende a pasarse con los años, que los anarquistas son esos que salen a romper con las manifestaciones pacíficas y ciudadanas, encapuchados y vestidos de negro, siempre cargado con sus armas incendiarias y golpeando todo aquello que se cruza por su camino.
En la generación del imaginario colectivo del enemigo necesario para recortar leyes y libertades, las anarquistas tienen el perfil perfecto. Ya se encargan el Estado y los medios de comunicación masivos de que así sea. Pero no solo es sólo cosa de ellos, algún día la sociedad tendrá también que asumir la responsabilidad que tiene en este juego. ¿Cuántos de los derechos sociales de los que disfrutamos ahora, antes de que los recortes los eliminen por completo, se consiguieron de la nada? No recuerdo ninguno que no haya implicado una postura combativa.
No es posible que toda una sociedad asuma mayoritariamente una postura de indignación, de criminalización, de crítica llevada al extremo por la quema de un contenedor de basura en una jornada de huelga general y que no asuma esa misma postura ante la violencia de los Mossos d’Esquadra (Policía Autonómica de Cataluña), que le saca un ojo a una manifestante con el impacto de una bala de goma. La rabia de un pueblo cansado y arrinconado no es equiparable jamás al terrorismo de Estado, pero lo que nos escandaliza es que arda un bote de plástico repleto de desperdicios.
El gobierno está preparado para la represión que viene, el Código Penal fue modificado para poder acomodar las leyes según las necesidades del momento. Es imposible que esta situación no estalle en algún momento, y ellos tienen claro que eso, tarde o temprano, sucederá, y actúan en consecuencia con sus intereses.
El pasado mes de mayo, cinco anarquistas catalanes fueron detenidos en un operativo totalmente desproporcionado. Se registraron diferentes espacios, entre los que se encuentra el Ateneo Libertario de Sabadell. Se les aplicó la ley antiterrorista por el delito de compartir su opinión en un grupo y en sus perfiles de Facebook. Se presentaron públicamente las pruebas en las que se basó la acusación, que consistieron mayormente en libros, fanzines, parches, afiches, playeras, algún que otro celular, cuchillos de cocina y diferentes objetos que se pueden encontrar en cualquier domicilio de alguien que comparta un ideal libertario. Por ello, fueron presentados ante la Audiencia Nacional y encarcelados en régimen de dispersión y aislamiento.
En febrero, un supuesto grupo anarquista denominado “Comando Insurreccionalista Mateo Morral” dejó un artefacto bomba en una catedral -ubicada en un lugar céntrico y turístico de Madrid- a la 1 de la tarde, con el fin de “destruir la monarquía y romper con la paz social”. Si no fuera real, hasta sonaría absurdo. Las cámaras de video vigilancia de la zona no funcionaron en ese momento, nadie vio nada ni puede testificar nada.
Nada es casual. Son pasos de una estudiada estrategia represiva contra el ideal libertario; es una advertencia clara a la vulnerabilidad de cualquiera de decida asumir una postura clara y firme en la lucha por otro mundo, independientemente de la trinchera que elija, mucho peor si ésta es el ideal ácrata en cualquiera de sus vertientes y posturas. Además, es una coartada perfecta para justificar cualquier tipo de represión, en cualquier tipo de contexto y situación.
Van a por nosotros, ¿todavía no lo tenemos claro? Lo peor está por llegar, pero en nuestros corazones crece a cada instante ese mundo nuevo con el que todavía soñamos y estamos dispuestos a luchar por él.