Muro de cuerpos impide detención de perseguido por policía en Nafarroa, territorio de Euskal Herria ocupado por España

Desobediencia a flor de piel



Un «muro de compromiso popular» arropa a Goñi en el centro de Iruñea

«Zorionak! No creíamos que íbamos a lograr esta fotografía en Iruñea. Un aplauso para vosotros». Con estas palabras, emocionada, se dirigió Maider Caminos, portavoz del muro popular, a todas las personas que amparaban al joven barañaindarra Luis Goñi. Pocos pensaron que este «herri harresia» permaneciera instalado hasta bien entrada la noche, teniendo en cuenta el notable despliegue policial que se registró desde la mañana en la capital navarra.

Martxelo DIAZ - Maider IANTZI | IRUÑEA
Gara

Habían pasado ya las seis y media de la tarde de ayer cuando Luis Goñi compareció ante los medios de comunicación. Lo hizo de pie, junto a la fuente de Nabarreria y rodeado de familiares, de allegados y de cientos de personas que querían mostrarle su solidaridad y proclamar que Euskal Herria no está dispuesta a aceptar que se encarcele a ningún joven más por su militancia política.

Cuando pronunció estas palabras, Goñi y las cientos de personas que formaron el muro popular llevaban ya cuatro horas y media sentados sobre el adoquín de Nabarreria; y tenían intención de continuar muchas más: lo máximo posible.

Goñi destacó que su presencia en la calle Nabarreria, sin ser detenido, era ya un triunfo. «Aquí estoy, libre, en el corazón de Iruñea, arropado por cientos de personas». Era la demostración de que la delegada del Gobierno español en Nafarroa, Carmen Alba, soltó una bravata cuando dijo que el joven de Barañain sería detenido nada más pisar la calle.

Y eso que Iruñea y Barañain amanecieron bajo una intensa presencia policial. Las calles más emblemáticas de Alde Zaharra estaban llenas de policías. Furgonetas en la plaza del Castillo, agentes de paisano en Nabarreria… También era notable la presencia policial en Barañain, donde se instalaron controles a la salida de la localidad en los que se obligaba a quitarse el casco a quienes circulaban en moto para identificarlos.

Precisamente, el joven de Barañain se dirigió a Alba, a las fuerzas represivas y a quienes siguen apostando por enjuiciar y encarcelar a militantes políticos para enviarles un mensaje claro: «No hay obstáculo que sea capaz de parar la reivindicación, la solidaridad y el compromiso de este pueblo». Alba, por su parte, permaneció callada, al menos hasta el anochecer.

La de ayer fue la más espectacular, pero Goñi recordó que en estos meses han sido numerosas las actividades de apoyo y solidaridad que se han organizado. Por eso quiso dar las gracias, también en nombre de Xabier Sagardoi, a todos quienes han participado en las mismas. «No sé cuántas horas seguiré aquí, pero la fuerza que me habéis transmitido es espectacular», destacó el joven, que al cierre de esta edición (a medianoche) continuaba junto a la fuente de Nabarreria rodeado de cientos de personas.

Pronunció esas palabras rodeado de cientos de personas y después de que concluyera la actuación de Garazi, una joven de la Txantrea que se vio en la tesitura de sustituir al veterano cantautor Fermín Valencia. Al final, el tafallés pudo llegar a Iruñea y se sumó al muro popular entonando sus canciones. Las actuaciones de distinto tipo fueron una muestra del ambiente que se vivió ayer en Nabarreria: festivo pero reivindicativo; alegre pero firme.

Con la entrada de la noche ese animado ambiente fue creciendo. «¡Parece San Fermin Txikito!», exclamaban algunos. Incluso se improvisó una particular «Larrain dantza» rodeando la fuente, alzando los pañuelos naranjas, bailando. La imagen resultaba espectacular. Hubiera sido una auténtica fiesta si no se estuviera esperando la detención de un joven.

Caluroso recibimiento

Dos mujeres corriendo calle arriba, lanzando irrintzis. Esa fue la particular sirena de Nabarreria, que puso a la gente manos a la obra para construir el muro popular alrededor de la fuente. Luis Goñi apareció hacia las 14.30, después de permanecer escondido desde finales de julio, desde que el Tribunal Supremo español ratificara la condena a seis años de prisión por pertenencia a Segi.

El barañaindarra, que se acercó a la fuente desde la calle Aldapa, recibió el caluroso abrazo de cientos de personas que le esperaban con una gran pancarta que exhibía el lema «Gazte bat gehiago ez» (Ni un joven más).

Los allí congregados le recibieron con un fuerte aplauso, coreando «Euskal gazteria aurrera!» y «Luis, herria zurekin!», lanzando globos naranjas al aire… Sentados todos en el suelo, algunos encadenados por las manos, resaltaron que «son jóvenes, y no terroristas».

Con el paso del tiempo, la gente poteaba o comía algo en los bares de alrededor, charlaba amenamente… El ambiente parecía bastante tranquilo y, sin embargo, se notaban los nervios, con palpitaciones en el pecho más fuertes de lo habitual.

Bajo un agradable sol, cantaban canciones como «Kalera, kalera» o «Lepoan hartu», lanzaban gritos en favor de la independencia… «¡Vaya juventud que tenemos!», comentó desde una esquina, orgulloso, un hombre que sujetaba firmemente una banderola en favor de los derechos de los presos. Fue suficiente para caldear la sangre y, así, comenzar a clamar todos: «Auzipetuak, maite zaituztegu!».

Las agujas del reloj se acercaban a las 15.00 y los integrantes del muro popular se aprovisionaron de bocadillos, bebida y ropa de abrigo, preparados para seguir sentados otra hora o, si hiciera falta, hasta la mañana siguiente. La protesta parecía ir para largo y había que reponer fuerzas. Era una muy buena señal. Mientras, no cesaban de repetir «Xapo, Luis, herria zuekin!», enviando también un beso grande a Xabier Sagardoi, barañaindarra que, tras esconderse al igual que Goñi, fue detenido hace quince días.

En los accesos a la plaza de Nabarreria se situaron parlamentarios de EH Bildu, integrantes de Sasoia, abogados y otras personas referenciales con el objetivo de comunicar a los agentes de la Policía española que este herri harresia era una protesta pacífica y, al mismo tiempo, un acto de desobediencia ante la «injusticia».
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Desobediencia a flor de piel

La plaza Navarrería de Iruñea fue ayer escenario de una movilización popular cuyas imágenes ponen los sentimientos a flor de piel por su significado y los valores que trasmite: compañerismo, solidaridad, convencimiento propio y determinación en forma de ejercicio de insumisión colectiva. Las miles de personas que arroparon al joven navarro, Luis Goñi, reflejaban tensión, incertidumbre y rabia mientras mostraban ánimo y calor popular a un militante en peligro de detención y encarcelamiento. Construyeron simbólica y físicamente un muro popular para arroparlo, expresaron un compromiso con los derechos políticos y civiles, y como ocurriera en Donostia y Ondarroa, certificaron con nitidez la existencia de energía e imaginación suficiente para superar los obstáculos y bloqueos que los enemigos de la paz quieren perpetuar.

Independientemente de qué deparen las próximas horas para Luis Goñi, el muro popular de Navarrería deja un rastro que otras dinámicas seguirán. Desgraciadamente, los macrojuicios de centenares de militantes de la causa abertzale están servidos en el menú y, aunque no sea copiando mecánicamente, la vibrante respuesta que ayer se hizo tan evidente tendrá continuidad en una espiral ascendente. Porque este pueblo no deja solos a quienes han dado lo mejor de sí mismos en su defensa. Porque no quiere resignarse a una normalidad donde las macrorredadas, los macrojuicios y las cárceles llenas de compatriotas sean parte del paisaje. La excepcionalidad y el castigo a la carta contra los militantes abertzales, el populismo punitivo español que, azuzando los más bajos instintos, alimenta esa estrategia, van a tener en frente miles de voluntades, cargadas de razón, de toneladas de razones democráticas.

La experiencia del muro popular marcará en cierta medida las vidas y el carácter de los jóvenes -y no tan jóvenes- que participaron en él. Revitaliza y ayuda a visualizar nuevas estrategias de confrontación con la injusticia mediante valores clásicos como la solidaridad y la desobediencia. El mérito es de todos los participantes, de su compromiso, de su disciplina, de su valor humano y político. Así hay que reconocerlo.