Jóvenes en el Pacífico colombiano, vivir entre las armas y las multinacionales

Ante los asesinatos y extorsiones de los actores armados y la corrupción de las autoridades, los jóvenes afrodescendientes de Guapi buscan soluciones que van desde los encuentros de reflexión hasta los grupos de autodefensa.



Jóvenes en el Pacífico colombiano, vivir entre las armas y las multinacionales

Ante los asesinatos y extorsiones de los actores armados y la corrupción de las autoridades, los jóvenes afrodescendientes de Guapi buscan soluciones que van desde los encuentros de reflexión hasta los grupos de autodefensa.
Anyela Heredia/ Periferia Prensa
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Jóvenes en el Pacífico colombiano, vivir entre las armas y las multinacionales

Posted By ada On diciembre 1, 2013 @ 12:41 In Colombia,Geografía,Reportajes,Reportajes Internacional | No Comments

Colombia. Los jóvenes del Pacífico colombiano no ceden ante un conflicto armado que marca sus vidas. La respuesta al aumento de asesinatos, desapariciones y extorsiones es la organización de grupos de reflexión y autodefensa.

A finales de octubre del 2012, la Coordinación Regional del Pacífico, de la cual forman parte organizaciones étnico-territoriales, y las Diócesis de Quibdó, Tumaco, Apartadó, Buenaventura, Istmina y el Vicariato Apostólico de Guapi, denunciaron la creciente ola de asesinatos de jóvenes en la región del Pacífico colombiano.

Tan sólo en el 2012 se contabilizaban alrededor de 400 jóvenes asesinados; del total de muertes violentas (80 en la ciudad de Quibdó, 163 en Buenaventura y 149 en Tumaco), la mayoría eran jóvenes.

Según las denuncias, la violencia que antes azotaba primordialmente a la población rural y a las ciudades más grandes del litoral, se incrementó en los últimos dos años en ciudades como Itsmina, Turbo y Guapi. Periferia tuvo la oportunidad de entrevistar a Juan Sebastián*, un joven de 23 años, oriundo de Guapi-Cauca, quien nos ayudó a reconstruir el contexto de la violencia en su municipio.

Guapi es un municipio con aproximadamente 32 mil habitantes, ubicado al suroccidente del departamento del Cauca, a orillas del río Guapi. Sus habitantes, en su mayoría afrodescendientes, viven básicamente de la agricultura y la pesca, aunque en los últimos años, a consecuencia de las fumigaciones aéreas con glifosato, esas dos actividades han disminuido considerablemente, en detrimento de la economía de la población guapireña.

“Nosotros los jóvenes estamos siendo utilizados por todos los actores armados que conviven con nosotros en el territorio, llámese Policía, Ejército nacional, guerrilla o paramilitares”, cuenta Juan Sebastián. Los jóvenes denuncian cómo, de un tiempo para acá, se ha incrementado el reclutamiento de niños, jóvenes y mujeres. “Tanto los unos como los otros utilizan a los jóvenes y niños como informantes y para hacer mandados. Primero llegan con incentivos económicos, luego les ofrecen que van a conseguir mujeres, les enseñan a manejar armas y, cuando menos piensan, hacen parte de una u otra organización”.

Algunas organizaciones sociales y de derechos humanos afirman que Guapi, por ser un corredor estratégico para las rutas del narcotráfico en el Pacífico, se ha convertido en epicentro de las disputas entre la banda Los Rastrojos y otros grupos armados ilegales, incluido el frente 60 de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC). Desde el 2010 se incrementaron las extorsiones, intimidaciones, los destierros y los asesinatos, que en muchos casos se presentaban ante la opinión pública como acciones de limpieza o intolerancia social.

En numerosos comunicados y denuncias, la comunidad ha señalado la alianza entre algunos sectores de la Policía y el Ejército con los grupos paramilitares; dicen incluso que es frecuente ver agentes uniformados departiendo con reconocidos jefes de Los Rastrojos en lugares públicos.

¿Un grupo de autodefensa “anti-paramilitar”?

Juan Sebastián cuenta que durante el 2011 surgió algo así como “una rebelión organizada de jóvenes desesperados que decidieron armarse, cansados de que mataran a tanto joven, de las vacunas y la persecución por parte de los paramilitares. Y lograron sacarlos de algunos barrios”. A ese grupo se le llamó “los Papamija” o “los no identificados”; por supuesto, las represalias por parte de Los Rastrojos y de la policía no se hicieron esperar.

El 23 de Noviembre de 2011, en medio de un ambiente de amenaza y hostigamiento permanente contra todos los jóvenes de Guapi, un teniente de la Policía disparó contra Jhon Fredy Vidal Sánchez, un joven guapireño de 17 años, recolector de basura, muy conocido en el municipio por ser un joven trabajador. El asesinato de Jhon Fredy desencadenó una ola general de protesta que terminó en paro cívico y en la conformación de una Comisión de Paz, que se reunió con delegados del Ministerio del Interior y autoridades del departamento y el municipio. La Comisión pidió que se renovara completamente y se reforzara el pie de fuerza de la Policía y que se investigaran los crímenes cometidos por los paramilitares y sus nexos con la fuerza pública.

En efecto, se renovó el grupo de policías, pero la situación no mejoró; por el contrario, durante los meses siguientes los guapireños no cesaron de denunciar nuevos asesinatos, desapariciones y enfrentamientos en los barrios, que dejan decenas de heridos y desplazados y mantienen el ambiente de zozobra y miedo. Se rumora que varios de los nuevos policías fueron cooptados también por Los Rastrojos.

La vida de los jóvenes en Guapi se ha tornado amarga, “los actores del conflicto están siempre en el contrapunteo, ya no sabes con quién hablar, te pueden matar por hablar con cualquiera que pueda ser considerado de otro bando, hemos perdido muchos jóvenes inocentes por eso”, dice Juan Sebastián.

En febrero de 2012, la comunidad en general volvió a salir a la calle a protestar, esta vez por la detención de dos de los miembros de los Papamija. “La gente pedía la protección de los muchachos porque dicen que ellos fueron los que trajeron la paz a Guapi, porque son los únicos que hacen algo en contra de Los Rastrojos. Pero esta vez sí nos trajeron a los antimotines, nos tiraron gases lacrimógenos y dispararon. Hubo dos heridos de gravedad”.

Los asesinatos y desapariciones continuaron hasta octubre de 2012, mes en el que se denunciaron los asesinatos de tres jóvenes y un niño de 11 años de edad. Desde entonces parecía reinar una tensa calma. Sin embargo, el dos de enero del nuevo año, a las 11:30 de la noche, los guapireños fueron sorprendidos por la explosión de dos granadas lanzadas contra la estación de policía. El ataque dejó ocho heridos, entre ellos una joven de 16 años y dos policías. Aunque se rumora que fue el Ejército de Liberación Nacional (ELN), es preocupante la oleada de amenazas que se ha desatado nuevamente en contra de los jóvenes del área urbana a raíz de ese hecho y se prevé una nueva escalada de violencia en el municipio.

Juan Sebastián concluye: “Nosotros continuaremos trabajando en la formación para que los jóvenes no se dejen convencer por ninguno de los actores armados. En agosto de 2012 realizamos el primer encuentro de jóvenes y participamos unos 200; allí hicimos una encuesta y preguntamos por las principales problemáticas del municipio según los jóvenes. Una buena parte respondió que eran las fumigaciones, otros dijeron que eran el reclutamiento y las violaciones a las mujeres. Pero nosotros hemos identificado también otras problemáticas, como la llegada de empresas multinacionales a nuestro territorio, porque Guapi ha sido declarado distrito minero y esas empresas están llegando a explotar nuestros recursos sin consultar y sin el consentimiento de las comunidades. Los jóvenes tenemos que seguir trabajando en la formación y la comunicación, mantenernos informados, estamos haciendo videos, incursionando en las redes sociales, informándole a la población, no sólo de Guapi sino de afuera, lo que sucede en nuestro municipio. Y estamos reclamando nuestros derechos para permanecer y defender nuestro territorio, porque es lo único que nos queda”.

*El nombre fue cambiado por razones de seguridad.