Vida en contacto con los animales

Un domingo por la noche, cuando nos íbamos a acostar, juntó todas sus fuerzas para pararse y salir, para irse a afrontar con total dignidad su destino



Un camino para ser mejores personas, aprender con los animales:
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risas…Por Gustavo Lerner

Esta semana murió mi perro, Sonrisas.

Fiel compañero por más de catorce años, juntos, vivimos incontables aventuras mientras compartimos la vida cotidiana.

Nos acompañamos durante diferentes momentos, etapas de desarrollo y procesos personales, y así fuimos construyendo una relación de amor, de sentimiento tan profundo que queda grabada en el corazón para siempre, como sólo puede suceder con las grandes experiencias que nos ocurren durante nuestras vidas.

A él le dedico este escrito.

30 mil años, un rato largo para hacernos amigos

Canis lupus familiaris es el nombre científico que se le da a los perros y, lógicamente, viene a significar algo así como “canino lobo domesticado”.

La misma nomenclatura da cuenta del origen de estos animales con quienes, los humanos, venimos desarrollando íntimamente nuestras vidas hace ya muchísimo tiempo.

Y en realidad no existe consenso científico acerca de si estos descendientes de lobos primigenios han sido domesticados o si, sencillamente, no se pudo impedir que las lobas se acercasen a tener sus crías en las cercanías de las colonias humanas para facilitar su propia vida.

Sea como fuere los caminos se unieron.

Se estima que alrededor de 100 mil años atrás comenzó el acercamiento entre los antepasados del perro y los antepasados de las personas, seguramente con mucha desconfianza entre las partes, como en el inicio de cualquier relación.

La evidencia fósil más antigua encontrada de algún perro en convivencia con humanos, data de hace más de 30 mil años y fue hallada en una cueva en Bélgica; otras evidencias arqueológicas halladas cuentan sólo con 14 mil años de antigüedad y fueron encontradas en Rusia.

Pero de los últimos 9.000 años ya se tienen conocimientos certeros sobre la relación de convivencia humano-perruna, que ha sido rica y beneficiosa para ambos géneros, dando lugar a modificaciones en las razas de los animales, y en el desarrollo de la inteligencia de las especies que caminaron juntas en el proceso civilizatorio.

De la relación por conveniencia a amigos inseparables

Por supuesto que fueron la necesidad de supervivencia o la resolución de algunos aspectos para vivir mejor los que alentaron a forjar la relación.

Para los perros resultaba más sencillo asegurar su supervivencia alimentándose de las sobras que dejaban los humanos, y con el tiempo, sin necesidad de cazar para sobrevivir, fueron reduciendo el tamaño de sus mandíbulas y también el de sus de sus cerebros , necesitando menor cantidad de gasto de calorías diarias para mantenerse con vida.

Los humanos se valieron, desde el comienzo de la relación, de las aptitudes de los perros para tareas de caza o, aprovechando su fiereza para el cuidado de sus propias familias.

El mito de “Cerbero”, el fiero perro de tres cabezas que guardaba las puertas del Hades en la antigua Grecia, sirve para graficar de algún modo el tipo de tarea que se le encargaba y que aún perdura.

Mucho más adelante se requirió su ayuda también para el pastoreo, y luego se fueron desarrollando distintas razas y tipos adecuados para utilidades y tareas específicas, llegando a convertirse realmente en parte importante de la sociedad y del núcleo familiar.

Esto ha ocurrido de modo tal que hoy en día, y hace ya bastante tiempo, los perros, canis lupus familiaris, son considerados dentro del rango de los animales como “el mejor amigo del hombre”.

Y no faltan buenas razones para sostener esta afirmación.

En el fondo de nuestros corazones, un poco de biofilia

Erich Fromm fue el primero en utilizar el término “biofilia” para referirse al sentido innato de conexión con la naturaleza, de pertenencia al mundo viviente.

Describió este sentido como una pasión que es parte de la personalidad más profunda, y no como un producto del razonamiento lógico.

Sin lugar a dudas, el proceso de crecimiento de los últimos milenios, que incluye el surgimiento de la actual civilización, las circunstancias históricas, o el destino mismo, exigió a los seres humanos desarrollar muy especialmente aspectos mentales, de características más bien frías y abstractas, que se contraponen bastante al sentido de conexión con la naturaleza que Fromm identifica como pasión profunda e innata a todo ser vivo.

Y como la organización social humana, por su propia naturaleza o razón de ser, tiene mucho de construcción lógica: el desequilibrio entre razón y emoción se ha vuelto una disyuntiva que se plantea como problema sicológico común al ser humano social de nuestros tiempos.

Para equilibrar la balanza entre estos aspectos en aparente contraposición, una de las soluciones más necesarias es mantener espacios y tiempos de conexión profunda con la naturaleza, con las plantas y con los animales.

Quizás uno de los cable a tierra más importantes, que se han mantenido en el tiempo y que ha permitido no enajenarnos totalmente, haya sido el contacto con los perros, uno de nuestros grandes amigos, que nos acompañan en estos viajes hacia quién sabe dónde, sin perder su inocencia, sin perder su sentido innato de simpatía con el mundo viviente.

La conexión con la vida, la mejor medicina contra la demencia

En estos tiempos en que todo se estudia y todo busca ser demostrado con datos científicamente comprobados, también el vivir en compañía de animales ha sido motivo de investigaciones serias que han demostrado lo beneficioso que resulta e incluso es recomendado como medicina preventiva.

Vivir en contacto con animales, en general, se ha demostrado como positivo para disminuir el sentimiento de soledad, ayudando a las personas a sentirse más seguras, confiadas y protegidas.

Estimula el contacto físico, tan necesario para conectarse con las emociones innatas de pertenencia a esta vida, y quizás por ello, cada vez que acariciamos un animal se producen efectos relajantes, se liberan endorfinas y disminuye la presión arterial.

Como ningún animal juzga a las personas por ser más o menos bellas, gordas o flacas, vestir a la moda o ser exitosos en el trabajo, y muchos etcéteras, también sirven para mejorar la autoestima y el sentido del humor, y nos ayudan a mantenernos a salvo de nuestras propias vanidades.

Lógicamente, ayudan a liberarse del estrés y superar depresiones, simplemente por el hecho de estar en compañía de alguien que realmente te aprecia y no te dejaría por nada del mundo.

Gracias a su compañía, y a su colaboración en levantar el ánimo y subir las defensas, como efecto colateral, también terminan favoreciendo la recuperación de dolencias y enfermedades.

Estimulan el contacto social positivo. Tanto en niños como en adultos ayudando a aprender a convivir con otros seres, distintos, y a asumir responsabilidades para el cuidado de quienes dependen en gran medida de nosotros.

Esto es muy necesario, y muestra gran valor, a la hora de comprender o asumir nuestra propia y la real importancia en este mundo.

Y como generalmente tienen ganas de jugar y necesitan realizar actividad física, siempre deseosos de compartir con humanos, también nos ayudan a mantener un mejor estado físico corriendo o caminando junto a ellos.

Como sabemos, el contacto con animales se revela de gran importancia para todos nosotros como cable de conexión con el mundo viviente. Tenemos mucho que agradecer a los animales, quienes están siempre dispuestos a recibir de nuestra parte y a darnos constantemente en reciprocidad.

Maltrato animal, viviendo en el imperio del odio y la estupidez

Hay veces que no alcanza tener la mejor medicina a mano, simplemente no somos capaces de aceptarla, de reconocer su valor, o la utilizamos de mala manera, como si fuésemos adictos incapacitados para salir de un círculo vicioso destructivo.

Esto sucede cuando no somos capaces de establecer relaciones simpáticas con otros seres vivos, cuando nos demostramos ineptos para conectarnos con la pasión por la vida, sea por bloqueos mentales o bien por desequilibrios de carácter emocional que llevan a trasladar las propias disfunciones, las insatisfacciones personales, y a ejercer violencia sobre los seres vivos más próximos o, en casos de mayor gravedad aún, como un odio generalizado hacia toda la vida.

Estos estados son frecuentes en muchas personas y en nuestra humanidad como conjunto.

Con asiduidad se encuentran presentes en muchas y diversas sociedades, fuertemente arraigados a manera de rasgos culturales o costumbres de larga data, que sirven para avalar y justificar el maltrato animal.

Este tipo de prácticas pareciera tener relación y dar continuidad a la misma línea de pensamiento que permitía, en tradiciones de antiguos pueblos, la expiación de los propios pecados a través del sacrificio de animales indefensos.

Hace ya más de dos mil años, Jesucristo se opuso a ellas con firmeza.

El maltrato animal se manifiesta de muchas y diferentes maneras, comprendiendo una cantidad de acciones que pueden resultar más o menos comunes según la cultura local.

Acá en Chile, por ejemplo, el abandono de animales domésticos es una práctica frecuente.

Los motivos más comúnmente argüidos son el nacimiento de hijos, alergias, mudanzas, prohibición de tenencia de animales en condominios, o bien los motivos de fuerza mayor, como la enfermedad o muerte de los dueños.

Otro tipo de abandono, que también sucede con frecuencia, se produce cuando las personas dejan a los animales a la intemperie sin ocuparse de suministrar alimento o agua o, sencillamente, no se ocupan de la mantención de un espacio adecuado para ellos.

Los mencionados son casos frecuentes en caso de animales domésticos, pero el maltrato animal comprende otro tipo de acciones que pueden ser mucho más tremendas y también están mucho más presentes de lo que imaginamos. Ejemplos de estos casos son la caza, el tráfico ilegal, la mutilación, el castigo arbitrario, organización de peleas y de carreras para apuestas, envenenamiento, y tantas más.

Párrafo aparte merecen los casos de experimentación con fines científicos y también la que tiene finalidad lúdica o mal llamada deportiva, donde las prácticas son realmente terribles y abominables.

Sólo en Estados Unidos, se estima que cada año se mata, mutila e intoxica a más de 64 millones de animales en laboratorios para estudios universitarios, pruebas de artículos para el hogar, o productos de belleza, en nombre de la ciencia.

Y los casos de entretención incluyen las famosas corridas de toros, los rodeos, las riñas de gallos o de perros, la caza de zorros u otros animales, las actividades circenses y el confinamiento en zoológicos.

No es necesario ahondar en aquello que es evidente. Mucho nos dice, acerca de las personas, cuando encuentran satisfacción o son indiferentes frente al dolor que se provoca a los animales.

La industria para producción de alimentos sistematiza el abuso

La producción de alimentos en escala es un gran negocio, y para que éste continúe funcionando sin cuestionamientos se suele utilizar el viejo adagio: “ojos que no ven, corazón que no siente” , y se mantiene a la sociedad desinformada ex-profeso sobre las prácticas que se realizan para producir los alimentos para el consumo humano.

Pocas son las personas que realmente saben o están informados de cómo son criados, cómo son tratados y cómo son exterminados los animales que luego serán empaquetados y vendidos envasados en alegres cajitas en los supermercados, para luego ser servidos en las mesas familiares.

Lo cierto es que el trato al que se somete a los animales para producir carne, huevos y diversos subproductos de origen animal a bajo costo es sencillamente inhumano, como si se tratase de mercancías u objetos inertes.

Los sistemas de crianza, producción y exterminio en factorías tienen semejanzas notables con prácticas ejecutadas por nazis durante la segunda guerra mundial.

La manera de criar vacas, cerdos o gallinas hacinados en espacios reducidos y los modos para su matanza, la producción láctea, la producción avícola para huevos o carne, los criaderos de salmón y la pesca de arrastre, las horribles prácticas de atragantar gansos para producir paté de foie, resulta difícil pensar que la mayoría de las personas que hoy escogen incluir en sus dietas alguno de estos seres avalaría, de conocerlos, el modo en que son producidos.

Afortunadamente, la realización de prácticas de esta índole en humanos ha sido condenada categóricamente por toda la humanidad y esto ha dado lugar al establecimiento de la carta de los derechos humanos. Cabe desear que un avance en la conciencia incluya, pronto, a todos los seres vivos.

La necesidad de pelear por sus derechos

A lo largo de la historia, los seres humanos elaboramos y adoptamos diversas teorías filosóficas que buscan comprender el mundo y la vida, y al mismo tiempo posibilitan validar o legitimar los actos que se realizan, posibilitando continuar cometiéndolos sin que eso conlleve problemas de conciencia.

La historia sobre el maltrato de los animales tiene larga data, y la defensa de los mismos también.

Se sabe que Pitágoras en la antigua Grecia, fue uno de los filósofos que se oponía fuertemente a la cultura de opresión, además de ser vegetariano pregonaba la defensa de los derechos de los animales.

Su corriente de pensamiento es concordante con la de los budistas e hinduistas, quienes en el siglo III A.C. proclamaron régimen vegetariano amplio en el territorio de la India, basado en el principio Ahimsa, de la No-Violencia.

Se organizaron hospitales para animales y se establecieron penas para quienes mataban vacas o perros.

También Jesús se opuso a las prácticas, hasta entonces comunes, de asesinato de animales para la expiación de pecados humanos.

Pero al mundo occidental, en líneas generales siempre le ha costado respetar la vida y a los seres vivos. Durante nuestra historia han sido considerados normales los circos romanos, los abusos de animales utilizados como bestias de carga, los tráficos y ventas, las costumbres lúdicas de caza, safari, y tantas otras.

Para validar estas prácticas no vino mal la filosofía de René Descartes quien en el año 1641, en sus Meditaciones, establecía un funcionamiento mecánico del mundo, donde sólo el humano estaba dotado de alma, y tenía la capacidad de sentir, alegrarse o sufrir.

A los animales podía sometérselos a cualquier acción, de todos modos eran entidades autómatas.

Una apreciación muy conveniente para quien goza causando dolor, pero aun así desea considerarse buena gente.

En contraposición a Descartes, casi simultáneamente, en Irlanda se establecían las primeras leyes conocidas para protección de los animales, en virtud de las cuales se protegía a las ovejas de la esquila y se prohibía amarrar carros de arrastre a las colas de los caballos.

Hoy estamos en condiciones de rebatir con facilidad los argumentos del filósofo francés e ir más lejos en asuntos de protección de derechos de los animales.

Algunos países van avanzando en la materia.

En Alemania desde el año 2001 se establece la protección de los derechos de los animales como tarea del estado, en México entró en vigor la ley contra el maltrato animal en febrero del 2013.

Ecuador promulgó la primera Constitución que reconoce los derechos de la biósfera.

Existen muchas organizaciones como PETA, Viva, AnimaNaturalis, OPRA, Greenpeace, Sea Sheppard y muchas más que denuncian continuamente la crueldad contra los animales, y defienden a los mismos, en todo el mundo.

Es seguro que puedes sumarte y apoyar a una o varias de ellas.

Es necesario hacerlo, mientras se sigan cometiendo tantos abusos y aberraciones.

Una vida llena de sonrisas

Llegó a mi pizzería una noche fresca, a pedir con inimitable simpatía, algo para comer.

Al otro día volvió por más a la misma hora, y al tercer día ya estaba esperando acostado en la vereda, temprano en la mañana, que llegásemos para abrir nuestro negocio.

En pocos días se había convertido en un miembro más del grupo.

Callejero inteligente, conocía todas las calles por donde se movía en libertad. Sabía exactamente adonde vivían sus amigos humanos del barrio y los visitaba a todos según el día, según la luna y según el viento.

Poco a poco, quizás porque yo también estaba solo, fue decidiendo acompañarme más íntimamente. Una noche me siguió caminando entre las sombras para aprender donde quedaba la pieza que arrendaba, y una vez que la ubicó, no se fue más. Cambió sin dudar ni un segundo su libertad absoluta por nuestro amor.

De allí en más fuimos amigos inseparables.

Nos acompañamos en interminables caminatas al trabajo, paseos y aventuras.

Cuando llegábamos a la casa le gustaba mostrar su inteligencia, que le permitía reconocerla y yo le decía en tono de felicitación: “¡Llegamos Risas, Llegamos!”

Con su genial inocencia, y su espíritu lúdico, el me ayudó a volver a conectarme con mi niño interior, invitándome a jugar en las plazas cada vez que pasábamos por las noches, corriendo, riendo, ladrando y revolcándonos en el verde césped, sin importar si eran la una, las dos o las tres de la madrugada.

No necesitamos nada mas para ser felices.

Le salvé la vida un par de veces de las garras de otros perros, y de algún modo me convertí en su héroe protector. Me lo mostraba con su mirada y con su sonrisa que me acariciaba el corazón. Creo que sentir eso nos hizo bien a los dos.

Cuando cerramos la pizzería y nos mudamos a una casa, ganamos en espacio y tiempo libre los dos.

Margarita, mi mamá se volvió parte de su vida:

- “¡Qué bien” – debe haber pensado – “una persona más a quien entregar mi corazón!”

Y como su generosidad no tenía límites, en uno de nuestros paseos encontró y adoptó a Nagual, sim importar que se trataba de un gato, que las viejas costumbres y tradiciones dicen que no deben juntarse, también se convirtió en nuestro fiel amigo gato y compañero. Y en su hermano menor.

Nos fuimos juntos de viaje al sur, de paseo al mar, y en todos lados, en todas partes, la vivió a pleno.

Cada momento, cada segundo, todos la gozamos completa.

Nos mudamos a vivir en el campo y juntos comenzamos el camino de construir Eluwn, donde nos esperaban montones de aventuras y amigos por conocer.

Su espíritu vivaz impregnó las lomas, los pastos, los árboles y las piedras de nuestro paisaje al igual que los corazones de todos los que compartimos con él, inspirándonos a todos.

Hace unos días, después de catorce años de vivir juntos, de nueve años de acompañarnos en Eluwn, y de quién sabe cuántos antes de conocernos, decidió que su cuerpo ya estaba demasiado débil y enfermo para seguir aquí.

Un domingo por la noche, cuando nos íbamos a acostar, juntó todas sus fuerzas para pararse y salir, para irse a afrontar con total dignidad su destino.

Me miró por última vez y se fue, decidido como siempre.

Risas, mi querido amigo, ha sido un verdadero maestro del amor, de la diversidad y la aceptación.

Sonrisas, mi gran compañero, has sido un maestro del espíritu necesario para vivir, y del modo digno y correcto de aceptar y afrontar la muerte.

Yo te extrañaré y te estaré esperando con el corazón dispuesto.

Llegamos Risas, llegamos…

Por Gustavo Lerner

Emprendedor ecologista, miembro fundador de Ecocentro Eluwn y director de Escuela del Mandala.

gnlerner@gmail.com

Www.eluwn.cl

www.escueladelmandala.cl