Varoufakis :
Confesiones de un marxista errático en medio de la crisis del capitalismo europeo
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22 diciembre 2013
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Yanis Varoufakis
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Confesiones de un marxista errático en medio de una crisis europea repugnante
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En Mayo 2013 tuve el placer de hablar ante el 6° Festival Subversivo de Zagreb sobre este tema. El
esquema usado en mi charla fue publicado en esa fecha. Finalmente ahora he conseguido escribir la
conferencia entera y desarrollar significativamente algunos puntos.
[1]
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Europa está experimentando un desplome, que difiere substancialmente de una recesión capitalista
« normal » superable mediante una reducción de salarios que ayude a restablecer los beneficios. Ese
deslizamiento duradero, a largo plazo, hacia una depresión asimétrica y una desintegración monetaria
pone a la izquierda radical frente a un terrible dilema : ¿deberíamos aprovechar esta profunda crisis
capitalista –esas que se dan una vez por siglo— como una oportunidad para promover el
desmantelamiento de la Unión Europea, dada la adhesión entusiasta de ésta al credo y a las políticas
neoliberales? ¿O deberíamos aceptar que la izquierda no está preparada para un cambio radical, y
promover, en cambio, la estabilización del capitalismo europeo? Este trabajo argumenta que, por
poco atractiva que pueda sonar esta ultima proposición a los oídos de un pensador radical, el deber
histórico de la izquierda, en esta coyuntura particular, es estabilizar el capitalismo; salvar al
capitalismo europeo de sí mismo y de los inanes dirigentes que llevan inexorablemente a la catástrofe
a la eurozona. A partir de su experiencia personal y de su propia trayectoria intelectual, el autor
explica por qué Marx debe continuar ocupando un lugar central en nuestro análisis del capitalismo,
pero también por qué debemos ser erráticos en nuestro marxismo. Además, el trabajo explica por qué
un análisis marxista de ambas cosas, del capitalismo europeo y de las condiciones actuales de la
izquierda, nos obliga a trabajar a favor de una coalición mas amplia, incluso con fuerzas de derecha,
con el objetivo de resolver la crisis de la eurozona y estabilizar la Unión Europea. Sugiero, en suma,
en este trabajo que, en el contexto de la calamidad europea, los radicales deberíamos esforzarnos
por minimizar el sacrificio humano reforzando las instituciones publicas de Europa y, así, ganando
tiempo y espacio para desarrollar una alternativa genuinamente humanista.
!
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Introducción: una confesión radical
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El capitalismo conoció su segundo espasmo global en 2008, desencadenando una reacción que llevó
a Europa a una espiral que amenaza con engullir a los europeos en una vorágine de depresión,
cinismo, desintegración y misantropía poco menos que permanentes.
!
Durante los últimos tres años he tenido la oportunidad de hablar ante las audiencias más diversas
sobre el dilema europeo. Ante miles de manifestantes antiausteridad en la Plaza Sintagma de Atenas,
ante personal del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, ante los diputados verdes de Nueva
York, ante escolares en suburbios pobres griegos y norteamericanos, ante los diputados del
Parlamento de Londres, con los activistas de Syriza en Tesalónica, ante fondos de riesgo en
Manhattan y en la City de Londres: es tan larga la lista, como persistente es el abandono, por parte
de los dirigentes europeos, del humanismo y la razón. A pesar de la extremada diversidad de la
audiencia, mi mensaje ha sido consistente: la crisis actual de Europa no es meramente una amenaza
para los trabajadores, los desposeídos, los banqueros, los grupos particulares, clases sociales o,
incluso, naciones. No; las políticas dominantes hoy en Europa constituyen una amenaza para la
civilización tal como la conocemos.
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Si mi pronóstico es correcto y la crisis europea no es sólo una recesión cíclica más que se corregirá
no bien la tasa beneficio se recupere tras el inevitable recorte salarial, la cuestión que se le plantea a
la izquierda radical es la siguiente: ¿tenemos que alegrarnos de este hundimiento global del
capitalismo europeo y aprovecharlo como una oportunidad para substituir el capitalismo por un
sistema mejor? ¿O debería, al contrario, llenarnos de preocupación y obligarnos a una campaña a
favor de la estabilización del capitalismo europeo? Mi respuesta ha sido inequívoca durante los
últimos tres años, y la naturaleza de esa respuesta la revela la enorme diversidad de la lista, antes
mencionada, de las audiencias sobre las que he intentado influir. Según yo veo las cosas, la crisis
europea no está en proceso de gestación de una alternativa progresista, sino preñada por fuerzas
radicalmente regresivas con capacidad para causar un inhumano baño de sangre y de cegar por
varias generaciones las esperanzas de cualquier movimiento progresista.
!
Por tener y manifestar esas opiniones he sido acusado por voces radicales bien intencionadas de
“derrotista”; de tardío menchevique que no se cansa de luchar por objetivos que tienden a salvar el
indefendible sistema socioeconómico actual. Un sistema que representa, precisamente, todo lo que
un radical de izquierda debería condenar y combatir: una Unión Europea transnacional
antidemocrática, irreversiblemente neoliberal, extraordinariamente irracional, una UE que ha perdido
prácticamente toda capacidad de evolucionar hacia una comunidad genuinamente humanista en la
que las naciones europeas puedan respirar, vivir y desarrollarse. Debo confesar que esta crítica hace
daño. Y me duele, porque contiene bastante más que un adarme de verdad.
!
Comparto desde luego el punto de vista de que la Unión Europea es un cártel fundamentalmente
antidemocrático e irracional, que ha llevado a los pueblos de Europa por el camino de la misantropía,
el conflicto y la recesión permanente. También suscribo la observación crítica de que yo he hecho
campaña por un programa fundado en el supuesto de que la izquierda ha sido claramente derrotada.
De modo que, sí, por supuesto, he de reconocer que habría deseado que mi campaña hubiera sido
de otro tipo: harto más me habría gustado a mí promover un programa radical, cuya razón de ser
fuera reemplazar el capitalismo europeo por un sistema diferente, más racional; y no tener que hacer
campaña por la estabilización de un capitalismo europeo que no cuadra con mi concepción de lo que
es una Sociedad Buena.
!
Llegados a este punto, acaso sea pertinente hacer una confesión secundaria: confesar que…las
confesiones tienden a ponerse al servicio de uno mismo. Desde luego, las confesiones están siempre
cerca de lo que
John von Neumann dijo una vez de Robert Oppenheimer al oír que su antiguo
director en el Proyecto Manhattan se había convertido en un activista antinuclear confesando estar
avergonzado de su contribución a la carnicería de Hiroshima y Nagasaki. Estas fueron las cáusticas
palabras de Von Neumann :
!
« Confiesa el pecado para ganar la gloria »
!
Afortunadamente, no soy Oppenheimer; no será demasiado difícil evitar la autopromoción mediante la
confesión de varios pecados. Mi confesión será más bien como un ventana desde que examinar
minuciosamente mi punto de vista sobre un capitalismo europeo repugnante, afligido por la crisis y
profundamente irracional, cuya implosión, a pesar de sus muchos defectos, debería evitarse a toda
costa. Es una confesión con la que convencer a la izquierda radical de que tenemos una misión
contradictoria: evitar la caída libre del capitalismo europeo para ganar el tiempo necesario para
formular su alternativa.
!
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¿Por qué Marxista?
!
Cuando elegí mi tesis doctoral, en 1982, elegí un tema muy matemático para el que el pensamiento
de Marx era manifiestamente irrelevante. Cuando, más tarde, empecé una carrera académica como
profesor en departamentos de economía convencional, el contrato tácito con los departamentos que
me ofrecieron un cargo era el de enseñar el tipo de teoría económica que no da cabida a Marx. A
finales de los años 80, sin tener conocimiento de ello, fui reclutado por el Departamento de Economía
de la Universidad de Sídney para liquidar al candidato de la izquierda. Más tarde, cuando regresé a
Grecia en 2000, aposté por George Papandreu, con la esperanza de ayudar a evitar el retorno al
poder de una derecha recrecida, empeñada en hacer retroceder a Grecia por el camino de la
xenofobia (tanto en política interior, con la represión de los trabajadores inmigrados, como en
relación con la política exterior). Como sabe todo el mundo, el partido de Papandreu no solamente
fracasó en frenar la xenofobia, sino que, al final, puso por obra la más virulenta de las políticas
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macroeconómicas liberales, punta de lanza de los llamados rescates de la eurozona, causando así,
involuntariamente, el retorno de los nazis a las calles de Atenas. A pesar de haber dimitido como
asesor de Papandreu a principios del 2000 y de haberme convertido en el más acérrimo de sus
críticos por su mala gestión de la implosión griega posterior a 2009, mis intervenciones en el debate
público sobre Grecia y Europa (verbigracia, la
Modesta proposición para resolver la crisis de la
Eurozona
, de la que fui coautor y que he promovido) no contienen ni una pizca de marxismo.
!
Vista esta larga travesía académica y los debates políticos sobre Europa, puede resultar asombroso
verme salir del armario como marxista. Estos pronunciamientos no me salen de una forma natural.
Desearía evitar las hétero-definiciones (es decir, ser definido por una visión del mundo y un método
ajenos). Marxista, hegeliano, keynesiano, humeano…: tengo una tendencia natural a decir que no soy
nada de eso. Que me he pasado la vida intentando llegar a ser una abeja del enjambre de Francis
Bacon : una criatura que recoge el néctar de millones de flores y lo convierte, en su intestino, en algo
nuevo, algo propio, algo que tiene mucho de cada brote pero que no es definido por ninguna flor
individual. Por desgracia, esto distaría por mucho de la verdad, y no casaría con el comienzo de
una…confesión.
!
En realidad, Karl Marx es responsable de haber encuadrado mi perspectiva del mundo en el que
vivimos, desde mi infancia hasta hoy. Es algo de lo que prefiero no hablar mucho en la “buena
sociedad” en estos tiempos, porque la sola mención de la palabra Marx espanta a la audiencia. Pero
tampoco lo he negado jamás. Ello es que, después de algunos años de dirigirme a audiencias con las
que no comparto la ideología ambiente, me ha entrado últimamente la necesidad de hablar con
franqueza sobre la impronta de Marx en mi pensamiento. De explicar cómo, a pesar de ser un
marxista no apologético, creo que es importante lidiar con él de varias formas. En otras palabras, ser
errático en tu propio marxismo.
!
Si durante toda mi carrera académica he ignorado casi completamente a Marx y mis actuales
recomendaciones políticas no pueden describirse como marxistas, ¿a qué viene sacar ahora a
colación mi marxismo? La respuesta es sencilla: incluso mi economía no marxista estuvo guiada por
una mentalidad fuertemente influida por Marx. Siempre he pensado que un teórico social radical
puede desafiar a la economía convencional de dos formas distintas. Una, mediante la
crítica
inmanente
: aceptar los axiomas convencionales y luego exponer sus contradicciones internas. Decir:
“No pondré en duda tus supuestos, pero he aquí por qué tus propias conclusiones no se desprenden
lógicamente de ellos” . Este fue ciertamente el método de Marx para socavar la economía política
británica. Aceptó todos los axiomas de Adam Smith y David Ricardo para demostrar que, en el
contexto de
sus
supuestos, el capitalismo era un sistema incongruente. El segundo camino que los
teóricos radicales pueden seguir es, claro está, el de la construcción de teorías alternativas a las del
establishment
, con la esperanza de que serán tomadas en serio (que es lo que los economistas
marxistas de finales del siglo XX han venido haciendo).
!
Mi punto de vista sobre este dilema ha sido siempre que las autoridades establecidas no se
preocupan de teorías construidas con supuestos diferentes de las suyas. Ningún economista
establecido prestará la menor atención a un modelo marxista o neo-ricardiano en estos tiempos. La
única cosa que puede desestabilizar y verdaderamente desafiar a los economistas convencionales,
neoclásicos, es la demostración de la inconsistencia interna de sus propios modelos. Fue por esta
razón que, desde el principio, escogí meterme en los “intestinos” de la teoría neoclásica y no gastar
energías en intentar desarrollar modelos de capitalismo alternativos, marxistas. Mis razones, que hje
expuesto en otra parte
[2]
, eran bastante….marxistas.
!
Cuando fui invitado a hablar del mundo en que vivimos, en vivo contraste con el funcionamiento del
mismo que pinta la ideología dominante, no tuve otra alternativa que echar mano de la tradición
marxista que ha conformado mi pensamiento desde que mi padre, metalúrgico, me trasladó, siendo
yo todavía un niño, los efectos del cambio tecnológico y de la innovación en el proceso histórico.
Como, por ejemplo, que el paso de la edad del bronce a la del hierro aceleró la historia; como que el
descubrimiento del acero multiplicó el tiempo histórico por un factor de diez; o como que las
tecnologías IT basadas en el silicio están fomentando las discontinuidades socio-económicas e
históricas .
!
Este triunfo constante de la razón humana sobre nuestros medios tecnológicos y sobre nuestra
naturaleza, que también sirve periódicamente para poner en evidencia el atraso de nuestras
convenciones sociales y nuestras relaciones, es una percepción irreemplazable que debo a Marx. Su
perspectiva del materialismo histórico se vio reforzada de la manera más interesante e imprevista.
Cualquiera que haya visto un episodio de
Start Trek Voyager
titulado « Un guiño de ojo » reconocerá
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una hermosa descripción, de cuarenta y cinco minutos, del materialismo histórico en funcionamiento ;
una sorprendente narración del proceso por el cual el desarrollo de los medios de producción
engendra avances tecnológicos que debilitan constantemente la superstición y crea aceleraciones
históricas, no lineales, y origina nuevos estadios de civilización.
!
Mi primer encuentro con los textos de Marx ocurrió muy pronto, como resultado de los extraños
tiempos en que crecí, con Grecia saliendo de la pesadilla de la dictadura neo-fascista de 1967-74. Lo
que me llamó la atención fue el don insuperable, fascinante, de Marx para escribir un guión dramático
de la historia humana, o de la condena humana, ligado a una posibilidad muy real de salvación y
autentica espiritualidad. Leyendo líneas como…
!
“la moderna sociedad burguesa con sus relaciones de producción , de intercambio y propiedad, una
sociedad que ha creado, como de la nada, unos medios de producción y de intercambio tan
gigantescos, es como el brujo que ya no es capaz de controlar los poderes del mundo subterráneo
que ha conjurado con sus hechizos” (El Manifiesto del partido comunista, 1848)
!
….fue como encontrarse con una reunión de, por una parte, el Dr. Fausto y el Dr. Frankenstein y, de
otra, de Adam Smith y David Ricardo, creando una narración poblada de personajes (trabajadores,
capitalistas, funcionarios, científicos) que eran los protagonistas de la Historia, actores que luchaban
para utilizar la razón y la ciencia a fin de dar poder a la sociedad, mientras que, contrariamente a sus
intenciones, desencadenaban fuerzas demoníacas que usurpaban y subvertían su propia libertad y
humanidad.
!
Esta perspectiva dialéctica en la que todo esta impregnado de su opuesto, y la clarividencia con la
que Marx discernió el potencial de cambio en las estructuras sociales aparentemente más constantes
e inmóviles, me ayudaron a entender las grandes contradicciones de la era capitalista. Destruyó la
paradoja de una época que generó una riqueza colosal y, al mismo tiempo, la pobreza mas
conspicua. Actualmente, volviendo a la crisis europea, a la crisis de liquidez en Estados Unidos, al
estancamiento a largo plazo del capitalismo japonés, muchos observadores no se dan cuenta del
proceso dialéctico que tienen bajo sus narices. Reconocen la montaña de deudas y de pérdidas
bancarias pero descuidan la otra cara de la misma moneda, su antítesis: la montaña de ahorros
inútiles que están “congelados” por miedo, con lo que no se convierten en inversiones productivas.
Una lucidez marxista respecto a las oposiciones binarias podría haber abierto sus ojos…
!
Una de las principales razones por las que la opinión establecida no consigue aprehender la realidad
contemporánea es que nunca ha entendido la tensión dialéctica entre “producción conjunta” de
deudas y superávits, de crecimiento y desempleo, de riqueza y pobreza, de espiritualidad y
depravación, sobretodo del bien y del mal, de nuevas formas de placer y nuevas formas de
esclavitud; de esta mezcla de oposiciones binarias sobre las que el dramático texto de Marx nos
alertó y que están en la raíz de la astucia de la Historia.
!
Desde mis primeros pasos intelectuales como economista hasta hoy en día, he pensado que Marx
hizo un “descubrimiento” que debe permanecer en el centro de cualquier análisis útil del capitalismo.
Se trata, naturalmente, del descubrimiento de otra oposición binaria en el interior profundo del trabajo
humano. Entre las dos “naturalezas” completamente distintas del trabajo: (i) el trabajo como actividad
creadora de valor (“aventadora del fuego”), que nunca puede ser especificada o cuantificada por
adelantado (y que, por lo mismo, resulta imposible de mercantilizar); y (ii) el trabajo como cantidad
(verbigracia: como número de horas trabajadas) que se vende y tiene un precio. Eso es lo que
distingue al trabajo de los demás insumos productivos, como la electricidad: su naturaleza gemela y
contradictoria. Una diferencia/contradicción que la economía política ignoró antes de Marx y que la
economía convencional actual se niega categóricamente a reconocer.
!
Tanto la electricidad como el trabajo pueden considerarse como mercancías. Es mas, tanto los
patronos como los trabajadores pugnan por la mercantilización del trabajo. Los patronos utilizan todo
su ingenio y el de sus directores de recursos humanos para cuantificar, medir y homogeneizar el
trabajo. Entretanto, los trabajadores potenciales, intentando ansiosamente convertir en mercancía su
fuerza de trabajo, pasan por interrogatorios y escriben y reescriben sus CVs. para presentarse a sí
mismos como portadores de unidades cuantificables de trabajo. ¡Y aquí está la trampa! Porque si
trabajadores y patronos consiguieran mercantilizar totalmente el trabajo, el capitalismo moriría. Es
esta una visión profunda de las cosas, sin comprender la cual no se entenderá nunca cabalmente la
tendencia del capitalismo a generar crisis. Y no se puede acceder a esa visión sin familiarizarse, ya
sea un poquito, con el pensamiento de Marx.
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La ciencia ficción se convierte en documental
!
En la película clásica
La invasión de los ladrones de cuerpos
(1953), las fuerzas extraterrestres no
nos atacan directamente, como, por ejemplo, en
La guerra de los mundos
de H. G. Wells. Por el
contrario, se apoderan de los humanos desde dentro, hasta que no queda nada de su espíritu
humano y de sus emociones. Lo único que queda son sus cuerpos, conchas que contenían una
voluntad libre y en las que ahora el trabajo circula a través de los movimientos de la « vida » diaria y
funcionan como un simulacro « liberado » de las rarezas no cuantificables de la naturaleza humana.
Este proceso equivale a la transformación necesaria para convertir el trabajo humano en un insumo
no distinto de las semillas, la electricidad, incluso los robots. En lenguaje moderno, es lo que habría
ocurrido si el trabajo humano hubiera podido ser perfectamente reducido a capital humano y, de esta
forma, perfectamente pasible de ser insertado en los vulgares modelos de los economistas.
!
Pensemos en ello: toda teoría económica que considera los insumos productivos, humanos y no
humanos, como cantidades intercambiables y cualitativamente equivalentes, asume que la
deshumanización del trabajo humano es completa. Pero si
alguna vez
pudiera llegar a ser completa,
el resultado sería el fin del capitalismo como sistema capaz de crear y distribuir valor. Para empezar,
una sociedad de simulacros deshumanizados, de autómatas, se parecería a un reloj mecánico lleno
de eslabones y resortes, cada uno con su propia y única función, produciendo conjuntamente un
“bien”: dar la hora. Pero si esta sociedad no contuviera nada más que otros autómatas, dar la hora no
seria un “bien”. Seria desde luego un “producto” pero, ¿por qué un “bien”? Sin humanos reales para
experimentar la función del reloj, no puede haber nada que sea un “bien” o un “mal”. Una “sociedad”
de autómatas rebosaría, como el reloj mecánico o algún circuito integrado, de partes en
funcionamiento, mostrando una
función,
pero no algo que pueda ser útilmente descrito como “bien” o
“mal”, ni desde luego como “valor”.
!
Así pues, para recapitular, si el capital consiguiera alguna vez cuantificar y, por consiguiente, convertir
el trabajo completamente en mercancía, como busca sin desmayo hacer, también destruiría esta
indeterminada y recalcitrante libertad humana que, insita en el trabajo, permite la generación de valor.
La brillante visión de Marx de la esencia de las crisis del capitalismo fue precisamente ésta: cuanto
mayor sea el éxito del capitalismo en punto a convertir el trabajo en mercancía, menor será el valor
por unidad de cada producto generado, más baja la tasa de beneficio y, eventualmente, más cercana
la próxima y desagradable recesión del sistema económico. La visión de la libertad humana como una
categoría económica
es única en Marx, y es lo que hace posible una interpretación distintivamente
dramática y analíticamente penetrante de la propensión del capitalismo a sacar recesiones y aun
depresiones de las fauces del “crecimiento”.
!
Cuando Marx escribió sobre el trabajo como fuego vivo forjador, sobre la transitoriedad de las cosas,
sobre su temporalidad, realizó la mayor contribución que cualquier economista haya hecho jamás a
nuestra comprensión de la aguda contradicción insita en el DNA del capitalismo. Cuando describe el
capital como una “…fuerza a la que debemos someternos……(que) desarrolla una energía
cosmopolita y universal que rompe todos los límites y vínculos y se presenta como la única política, la
única universalidad, el único limite y el único vinculo”
[3]
pone en evidencia la realidad de que el
trabajo puede ser comprado por el capital líquido (p. ej. dinero) en su forma de mercancía, pero que
siempre acarreará consigo una voluntad hostil al comprador capitalista. Pero Marx no estaba
haciendo tan solo una declaración psicológica, filosófica o política. Estaba, antes bien, ofreciendo un
análisis extraordinario del hecho de que, desaparecida esa hostilidad del trabajo (como actividad no
cuantificable), el trabajo se vuelve estéril, incapaz de producir valor.
!
Ahora que los neoliberales han conseguido atrapar a la mayoría en sus tentáculos teóricos,
regurgitando sin cesar la ideología de reforzar la productividad del trabajo a fin de reforzar la
competitividad a fin de crear “crecimiento”, etc., el análisis de Marx ofrece un poderoso antídoto. El
capital no puede ganar nunca su batalla por convertir el trabajo en un insumo infinitamente elástico,
mecanizado, sin destruirse a sí mismo. ¡Eso es lo que ni los neoliberales ni los keynesianos
entenderán jamás! “Si la entera clase de trabajadores asalariados fuera aniquilada por la maquinaria”,
escribió Marx, “la cosa resultaría terrible para un capital, que, sin trabajo asalariado, deja de ser
capital!”
[4]
Cuanto más se acerca el capital a su “victoria final” sobre el trabajo, más se parece
nuestra sociedad a otra película de ciencia ficción. Una vislumbrada por… sí, el propio Marx:
Matrix
.
!
Lo que hace única a
Matrix
es que, en ella, la rebelión de nuestros artefactos no era simplemente un
caso de creadoricidio. A diferencia de
Thing
, de Frankenstein, que ataca la irracionalidad de los
humanos surgida de su ansiedad existencial, o a diferencia de las máquinas de las series de
!
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Terminator
, que quieren únicamente exterminar a todos los humanos para consolidar su dominio
futuro del planeta, ocurre en
Matrix
que el imperio emergente de las máquinas procura
preservar
la
vida humana para sus propios fines: mantenernos vivos como
materia prima
. El
Homo sapiens
, a
pesar de que inventó la esclavitud humana y a pesar de nuestro historial sin paralelo en punto a
infligir horrores indecibles a nuestros semejantes, no hubiera podido ni siquiera imaginar el vil papel
que las máquinas le asignan en
Matrix
: atados a artilugios que nos inmovilizan para ahorrar energía,
las máquinas nos alimentan a la fuerza con una mezcla nauseabunda de nutrientes apropiados para
la máxima generación de energía.
!
Sin embargo, las máquinas descubrieron pronto que los humanos no duraban mucho tiempo cuando
se rompía su espíritu y se les privaba atrozmente de libertad. Nuestra curiosa necesidad de libertad
amenazaba, así, la eficacia de sus centrales humanas de energía. Por lo tanto, las máquinas nos
obligaron a lo que Marx llamaría una “falsa consciencia”. Instilaron no sólo nutrientes en nuestros
cuerpos, sino también, en nuestras mentes, esas ilusiones tan ansiadas por nuestro espíritu. De
forma ingeniosa insertaron en nuestro cráneo electrodos con los que alimentaban directamente en
nuestro cerebro una vida
virtual
que, aunque horrorosamente
real
, pudiéramos soportar como
humanos. Mientras que nuestros cuerpos estaban todavía brutalmente enchufados a sus
generadores de energía, alimentándolos con electricidad generada por el calor de nuestros cuerpos,
el programa informático de las máquinas, conocido como Matrix, llenaba nuestras mentes con una
vida imaginaria e ilusoria, bien que muy “real” y “normal”. De esta suerte, nuestros cuerpos,
olvidadizos de la realidad, podían vivir durante décadas, siendo de gran utilidad para las máquinas
responsables de generar energía suficiente para sostener su nuevo mundo. El olvido humano
demostró ser un factor crucial de producción en la
Economía de Matrix
.
!
“Las máquinas han adquirido el poder de gobernar sobre el trabajo humano y sus productos”
[5]
. Así
describía Marx el “surgimiento de las máquinas”, como un cruce entre una antigua tragedia griega y
una shakesperiana, desarrollada en el trasfondo de una revolución industrial en la que unos pocos
poseían las máquinas y otros muchos trabajaban para ellos. El punto de vista de Marx era que, en el
universo del capital, ya somos transhumanos.
Matrix
no es futurología. ¡Hace ya tiempo que forma
parte de nuestra realidad! Es un excelente documental de
nuestra era
o, para ser mas precisos, de la
tendencia de nuestra era a purgar del trabajo humano todas aquellas características que le impiden
llegar a ser completamente flexible, perfectamente cuantificable, infinitamente divisible. En cuanto a
Marx, su papel fue el de suministrarnos la opción de la “píldora roja”;
[6]
una posibilidad de mirar de
frente, sin las reconfortantes ilusiones de la ideología burguesa, la horrible realidad de un sistema
que produce crisis y privaciones de forma espontánea, con diseño, ciertamente, y no por accidente.
!
Tomemos cualquier manual de gestión, cualquier artículo académico sobre la economía de la
educación, cualquier trabajo salido de la Unión Europea sobre formación, escuelas, universidades,
programas de incremento de la productividad, competencia, etc. Inmediatamente se reconoce que
estamos ya viviendo en nuestra propia versión de
Matrix
. Los esfuerzos inexorables del capital para
cuantificar y usurpar el trabajo han infectado todos estos documentos, que están patrocinando una
sociedad en la que la gente aspira a convertirse en autómata. Una ideología cuya extensión
programática es la transformación del trabajo humano en una versión de la energía térmica que
permite a las máquinas un mayor margen para funcionar y para fabricar otras máquinas que,
trágicamente, carecen de capacidad para generar….valor.
!
En este sentido nuestro
Matrix
no puede ser más que provisional, ya que cuanto más se acerca a la
versión perfeccionada de la película, más probabilidades hay de una crisis monumental, siendo así
que los valores económicos caen por los suelos, llega una Gran Recesión y el surgimiento de las
máquinas se revierte cuando la inversión en ellas se vuelve negativa. Desde esta perspectiva
marxista, volviendo de nuevo a la película, la banda de los humanos liberados en los intestinos de la
sociedad mecánica (que lideró la resurrección humana contra las máquinas) simboliza la resistencia
humana a convertirse en capital humano; la inherente e irreducible hostilidad a la cuantificación que
permanece en los corazones y en las mentes incluso de aquellos que gastaron todas sus energías
intentando ser mercantilizados en beneficio de sus empleadores. La deliciosa ironía de ello es que la
misma hostilidad que el capital trata de erradicar en el trabajo es lo que hace a éste capaz de
producir valor y permite al capital acumularse.
!
!
¿Qué ha hecho Marx por nosotros?
!
En cierta ocasión, Paul Samuelson denigró a Marx calificándolo como un ricardiano menor.
!
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la mañana pensando que todo había sido una pesadilla y continuando con su vida “normal”. Pero si optaba por la píldora
roja sabría la verdad sobre su vida y su sociedad. La curiosidad temeraria triunfa sobre el encanto de los placeres simples, y
Neo rechaza la perspectiva de la ignorancia feliz que le ofrece la píldora azul, optando en cambio por la cruel realidad
prometida por la roja.
[7]
Véase Mirowski (2013).
[8]
Para abundar en este argumento, véase Varoufakis (1991) y Varoufakis (1998).
[9]
Véase
Salario, precio y beneficio
, de Marx, en donde el debate con el Ciudadano Weston es narrado por el mismo Marx.
[10]
Véase su ensayo sobre Malthus, “Robert Malthus: El primer economista de Cambridge,” escrito en 1933, en John
Maynard Keynes (1972).
The Collected Works of John Maynard Keynes, Vol. X: Essays in Biography
, London: Macmillan. La
cita aparece en las pag. 100-1. Publicado originalmente en
Essays in Biography
, 1933
[11]
Malthus se hizo famoso al pronosticar que el crecimiento de la población sobrepasaría la capacidad de los recursos de
la Tierra a pesar de nuestros esfuerzos y de que, por lo mismo, el hambre era un mecanismo « equlibrador » esencial.
Siendo hombre de iglesia, lo explicaba como un designio divino : el sufrimiento de las masas, los estómagos vacíos de los
hijos de los ebrios y las caras exhaustas de las afligidas madres eran una oportunidad divina al alcance de los humanos
para acogerse al bien y luchar contra el mal.
[12]
Ver Y. Varoufakis, S. Holland y J.K. Galbraith (2013).
Una Modesta Propuesta para resolver la Euro Crisis, Version 4.0
[http://www.sinpermiso.info/articulos/ficheros/vargal.pdf%5D
]
!
!
Bibliografía mencionada:
!
- Keynes, J.M. (1933,1972). “Robert Malthus: The First of the Cambridge Economists,” penned in 1933, in
The Collected
Works of John Maynard Keynes, Vol. X: Essays in Biography
, London: Macmillan.
- Marx, K, (1865,1969). “Wages, Prices and Profit’ in
Value, Price and Profit
, New York: International Co.
- Marx, K. (1844,1969).
Economic and Philosophical Manuscripts
, in
Marx/Engels Selected Works,
Moscow, USSR: Progress
Publishers
- Marx, K. (1849,1902). “Wage-Labour and Capital”, first published in the
Neue Rheinische Zeitung
, April 5-8 and 11, 1849.
[Delivered as lectures in 1847] Edited with an introduction by Friedrich Engels in 1891. Translated by Harriet E. Lothrop, New
York: Labor News Company
- Marx, K. (1972).
Capital: Vol. I-III
. London: Lawrence and Wishart
- Mirowski, P. (2013).
Never Let a Good Crisis Go To Waste: How Neoliberalism survived the financial meltdown
, London and
New York: Verso
- Varoufakis Y. (2013).
Economics Indeterminacy: A personal encounter with the economists’ peculiar nemesis
, London and
New York: Routledge
- Varoufakis, Y. (1991).
Rational Conflict
, Oxford: Blackwell
- Varoufakis, Y. (1998).
Foundations of Economics: A beginner’s companion
, London and New York: Routledge
- Varoufakis, Y., J. Halevi and N. Theocarakis (2011).
Modern Political Economics: Making sense of the post-2008 world
,
London and New York: Routledge
- Varoufakis, S. Holland and J.K. Galbraith (2013).
A Modest Proposal for Resolving the Euro Crisis, Version 4.0
, see
http://
yanisvaroufakis.eu/euro-crisis/modest-proposal/
!
Yanis Varoufakis
es un reconocido economista greco-australiano de reputación científica internacional. Es profesor de
política económica en la Universidad de Atenas y consejero del programa económico del partido griego de la izquierda,
Syriza. Actualmente enseña en los EEUU, en la Universidad de Texas. Su último libro,
El Minotauro Global
, para muchos
críticos la mejor explicación teórico-económica de la evolución del capitalismo en las últimas 6 décadas, acaba de ser
publicado en castellano por la editorial española Capitán Swing, a partir de la 2ª edición inglesa revisada. Una extensa y
profunda reseña del
Minotauro
, en
SinPermiso
Nº 11, Verano-Otoño 2012.
!
Traducción para www.sinpermiso.info: Anna Maria Garriga Tarré
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,
22 de diciembre 2013
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Confesiones de un marxista errático en medio de la crisis del capitalismo europeo
Sin Permiso 26.Dic.13 Crisis y depredación capitalista
Presentado en el 6o. Festival Subversivo de Zagreb