Los caminos del viento
Ojalá podamos ser capaces de seguir caminando los caminos del viento, a pesar de las caídas y las traiciones y las derrotas, porque la historia continúa, más allá de nosotros, y cuando ella dice adiós, está diciendo: hasta luego.
Eduardo Galeano
A penas consumado el asalto legal más tremendo de la historia reciente de México, la privatización del petróleo, cuando van las trasnacionales por otro de sus tesoros: el maíz. El 19 de diciembre, Agrobio (asociación civil de las trasnacionales Monsanto, Syngenta, Pioneer, Dow y Bayer) emitió un boletín celebrando que el juzgado que en septiembre ordenó la suspensión de la liberación de maíz transgénico en tanto dirimía las demandas de una acción civil colectiva, ahora había rechazado la demanda en su totalidad y por tanto ya se podía autorizar la siembra transgénica. Les duró poco el festejo, porque el Tribunal Unitario aceptó la apelación de los demandantes y se reafirmó la suspensión en la misma semana. (Angélica Enciso, La Jornada, 24/12/13).
El saqueo de los recursos de México ha sido brutal en las últimas décadas: los sistemas hídricos han sido privatizados, directa o indirectamente, por contaminación, represas y concesiones absurdamente beneficiosas para grandes empresas, al igual que en minería, donde las concesiones ocupan más de la cuarta parte del territorio nacional, con un saldo de enorme devastación ambiental y saqueo impune por las mineras trasnacionales. Todo acompañado de un proceso de urbanización salvaje, nuevamente a favor del lucro empresarial, que contamina y roba territorios campesinos e indígenas dejando en su lugar casuchas que parecen celdas, grandes basureros, autopistas para acelerar la devastación. Y mucho más, como lo ha documentado la Asamblea Nacional de Afectados Ambientales.
En muchas iniciativas cunde la ilegalidad (pese a decisiones contrarias de tribunales, se procede con obras de alto impacto), pero la mayoría son supuestamente legales, aprobadas por gobiernos y aparatos legislativos, en los que al igual que en petróleo, maíz, minería y agua, así como en la contrarreforma indígena de 2001, contaron con la participación de todos los partidos políticos. A contrapelo, la resistencia de comunidades y organizaciones de base, rurales y urbanas, sindicatos democráticos, está presente en todos los casos, pese a la represión que no cesa y al cerco mediático mayoritario que oscila entre el silencio y la calumnia.
Ante esta devastación, silenciamiento y farsa legal y de representación, se comenzó a tejer desde abajo una acusación internacional ante el Tribunal Permanente de los Pueblos, por desvío de poder: el uso del aparato del Estado y los diversos recursos públicos para favorecer a una minoría empresarial contra los intereses de la mayoría de la población. En sus primeras sentencias temáticas en noviembre 2013, este Tribunal Iinternacional dictaminó, entre otros puntos, que los delitos presentados (más de 300 casos en tres audiencias) son encuadrables en la categoría de crímenes de lesa humanidad, como están definidos en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, en tanto se verifican en el marco de un ataque generalizado y sistemático en contra de la población civil mexicana (afectadosambientales.org). El Tribunal señaló la responsabilidad de la degradación y represión progresiva de los sucesivos gobiernos de México desde el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz en la década de 1960, así como su agravamiento a partir de la firma del TLCAN.
Por todo ello, es aún más notable y digno de reconocimiento que se cumplan 20 años del levantamiento zapatista y muchos más de la organización desde abajo y en las comunidades de este territorio chiapaneco donde el pueblo manda y el gobierno obedece. Tal como declaraban en 1994, son producto de más de 500 años de luchas y también por ello, sus tiempos y formas son muy diferentes y van más allá de caídas, traiciones y derrotas, aunque las conocen y reconocen. Hace 20 años, el levantamiento zapatista cambió el escenario político de México y de muchas partes del mundo, inspirando a millones de jóvenes y organizaciones de base con un discurso y una forma diferente, comunitaria y autogestionaria de organizarse, una huella viva que sigue marcando. En estas décadas, mientras el país ha sido asolado por la privatización, con el consiguiente aumento de la pobreza y la devastación económica, social y ambiental, las comunidades zapatistas han construido sus propios sistemas de educación, de salud, de autogobierno.
La trampa de las comunidades zapatistas que no entienden los de arriba, es que cada paso, cada día, cada construcción de autogestión y resistencia, tiene sentido en sí misma. No pide la aprobación o migajas de los que se arrogan el poder, no espera ni se desespera, sigue caminando. Muchos mensajes nos han legado los zapatistas pero quizá este es el más importante. Un mensaje que también nos llega de las muchas luchas permanentes de pueblos, campesinos, comunidades urbanas, en la defensa del maíz, de los territorios, del agua, del derecho a decidir sobre sus vidas, de la dignidad.
Por eso, antes tantas traiciones y saqueos, es bueno recordar que muchas veces las urbes impiden ver el horizonte y tampoco nos dejan ver lo que crece desde abajo, tenaz como flor que rompe el asfalto y ofrece su polen al viento. La historia que se construye así, como nos recuerda Galeano, sólo dice hasta luego.
Silvia Ribeiro
*Grupo ETC
http://www.jornada.unam.mx/2013/12/28/opinion/021a1eco