Investigación:
La Nación Aymara:
pasado, presente y futuro
Guillermo Vásquez Cuentas
Absolver la pregunta de qué es
la nación Aymara requiere pre-
viamente disponer de un marco
histórico y de un marco teórico
que contribuyan a encontrar una
aproximación al concepto de
“nación” y aplicarlo a la realidad
actual de los aimaras.
Aimaras en tiempos
antiguos
Partimos del reconocimiento de
la inmemorial existencia de am-
plios grupos étnicos que, en el
siglo
XVI
y en conjunto, ocupa-
ban la Meseta del Collao y áreas
geográficas adyacentes. Tales
grupos no obstante constituidos
en “señoríos” o “reinos” más o
menos independientes unos de
los otros, compartían caracterís-
ticas étnicas, lingüísticas, histó-
ricas y culturales en general, que
al ser comunes a tales grupos
étnicos, operaban como lazos o
nexos que los unían conforman-
do en conjunto un amplio grupo
o colectividad humana, que a la
luz de las teorizaciones del cono-
cimiento social contemporáneo
se conoce como “nación” o como
“pueblo”, según se opte por ela-
boraciones europeas o norte-
americanas.
Los primeros reconocimientos
de la existencia de esa realidad
social estuvieron a cargo de los
invasores hispánicos y entre es-
tos de los observadores y estu-
diosos que se encargaron de
describirla a los que se conoce
como los “cronistas de la histo-
ria”, quienes han dejado abun-
dante y valiosa aunque siempre
incompleta información sobre los
aimaras y en general de los incas
y de la cultura andina. Con el
tiempo, los estudiosos del mun-
do aimara se han multiplicado
grandemente.
Rescatamos aquella opinión
según la cual la denominación de
“aimara” es postiza, porque ella
corresponde en puridad, a las
gentes que poblaron y siguen
poblando a través de sus des-
cendientes, parte de la región
de Apurimac, en la actual provin-
cia, denominada por eso, de
“Aymaraes” y en las contiguas
de Grau, Antabamba y Cota-
bambas. Algunos sostienen que
Diego de Agüero y Pedro Martín
de Moguer —primeros hispanos
que pisaron la meseta— encon-
traron en primer término a mit-
mas aymaraes, generalizando
esta denominación a los grupos
étnicos Kollas que encontraron
durante su pionera exploración
por el gran lago y sus alrede-
dores. De otro lado, José de la
Riva Aguero afirma que llamar
“aymaras” a los kolla (que fue-
ron precisamente la principal
masa poblacional del Kollasuyo),
es una “manifiesta equivocación”
originada desde que los curas
lingüistas Bertonio y Holguín,
después de 1550, estudiaron el
idioma de los Kollas en los
mitimaes que se encontraban en
Juli y que ya dominaban la lengua
local, “transportados de las más
genuinas tierras quechuas del
Apurimac”
1
, extendiéndose
paulatinamente la denominación
a los diversos grupos Kollas.
Después de cuatro siglos y me-
dio, la denominación “Aimaras”
se ha consolidado en su uso y
nada podrá cambiarla, porque ya
ha sido asumida con orgullo y
defendida por los casi dos
millones y medio de gentes que
se reconocen como tales. Hoy,
todos la utilizamos con natura-
lidad y sin objeciones.
El realidad, el primer español
que reconoció la característica
nacional de los aimaras fue el
cura jesuita Ludovico Bertonio,
al señalar en la introducción a
su ya famoso vocabulario y
gramática, lo siguiente: “Cierto
es que en efta
nación Aymara
entre pequeños y grandes ay
mas de mil pueblos, o poco
menos” (subrayado nuestro).
¿Cuál es el
origen
de los con-
glomerados étnicos aimaras que
conforman la nación aimara?
Hay, por supuesto varias apro-
ximaciones a la explicación de
ese origen. Nosotros, admitien-
do que toda la historiografía
sobre los pueblos primitivos del
área andina es leyendaria, nos
permitimos optar muy resumida-
mente por la siguiente, que
tiene asidero en los trabajos de
algunos especialistas en el tema:
1. Está probado y es muy co-
nocido que una de las corrientes
migratorias de los primeros po-
bladores del subcontinente suda
mericano provino de Oceanía. Al-
guna de ellas llegó a las costas
del actual Lambayeque como se
infiere de la leyenda de Naylamp.
Otras llegaron al actual Chile, tal
vez utilizando las islas Marque-
sas, Juan Fernández y Rapa Nui
o Isla de Pascua, recalando en
las regiones actualmente chile-
nas de Coquimbo y Atacama a
las que poblaron y en las que
se desarrollaron culturalmente
durante tiempo prolongado.
2. El árido y amplio desierto
que es el Atacama de hoy, fue
en tiempos antiguos ubérrimo
y muy poblado por los descen-
dientes de aquellos inmigrantes,
sin duda gracias a la abundancia
de agua proveniente de las filtra-
ciones que partían desde la me-
seta collavina en tiempos en que
el Titikaka era mucho más gran-
de que el actual (el llamado “Lago
Ballivián”), como lo refiere Riva
Agüero y lo han confirmado in-
vestigaciones arqueológicas de
las universidades chilenas La
Católica y de Tarapacá.
3. En época imprecisable se
produce la “progresiva deseca-
ción de Coquimbo, Atacama y
Cobija, lo cual tuvo que impulsar
a sus moradores a emigrar ha-
cia las mesetas más próximas”
2
.
Ante la sostenida extinción de
los humedales por causas des-
conocidas, los atacameños se
empeñan entonces en la bús-
queda del “espacio vital” más
inmediato y se produce la conse-
cuente “marcha a la montaña”
—léase subida al altiplano— que
los actuales geopolíticos arma-
mentistas chilenos sueñan con
reeditar en el futuro para domi-
nar la cuenca del Titikaka cuando
la escasez generalizada de agua
“dulce” haga grave crisis.
4. Los atacameños, llamados
luego “kollas” durante el imperio
incaico y “aimaras” desde la lle-
gada de los españoles al Collao,
liderados por los Zapana y los
Cari (especie de dinastías heredi-
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tarias que llegan hasta la visita
de Diez de San Miguel en 1567
a los Lupaccas de Chucuito), in-
vadieron violentamente la mese-
ta desde el sur, pasando por
Carancas y Potosí, llegando a
Tiahuanaco y abarcando el norte
del Titikaka y sus zonas adya-
centes de influencia. ¿Cuándo?,
“aproximadamente durante los
siglos
IX
a
XI
de la era cristiana”,
señala Riva Agüero, amparado
en las descripciones de muchos
cronistas, que sería largo enu-
merar y referir. Al respecto Del
Busto
3
después de aclarar enfá-
ticamente que los constructores
de Tiahuanaco fueron los Puqui-
nas (hoy nación y lengua desa-
parecidas), señala que “la des-
trucción de la cultura Tiahuanaco
y su capital se debió, casi con
seguridad, a los collas, hoy
llamados aymaras”, y sigue ilus-
trándonos a decir que “hoy de-
bido a descubrimientos e inter-
pretaciones que van desde Riva
Agüero hasta Waldemar Espino-
za Soriano se puede inferir que
el origen de los incas fue la des-
truida cultura Tiahuanaco”.
5. “En su avance victorioso,
los pastores aymaras rebasaron
la meseta del Collao” afirma Riva
Agüero. En ese proceso expansi-
vo se fundan asentamientos
(señoríos o reinos) en diversos
puntos del ámbito territorial de
los aimaras: la meseta del Collao
y áreas contiguas de influencia.
No es corta la lista de los gru-
pos étnicos aimaras que habla-
ron aimara desde tiempos pre-
incaicos hasta siglos post-incai-
cos. Varios investigadores han
formulado relaciones de esos
grupos (Rowe, Lumbreras, Ro-
ger Ravines, Bouysse Cassagne
y otros) basados en todos los
casos, en los cronistas de la
historia que tocaron el tema.
No hay opinión unánime entre
ellos. Sin embargo puede decirse
que hay parecer mayoritario so-
bre los siguientes señoríos: En
territorio actualmente peruano
los
Canas
ubicados al norte de
Ayaviri pasando el nudo de Vilca-
nota hasta cercanías del Cusco;
los
Canchis
,
Cotabambas
, en las
actuales provincias de esos
nombres; los
Chumbivilcas
en
Yauli, Espinar, los
Collas
, en la
orilla nororiental del lago, ocu-
pando la cuenca de los ríos Puca-
ra y Ramis; los
Lupacas
, ocupa-
ban desde Puno al río Desagua-
dero con colonias en Larekaja
en la selva y Sama en la Costa;
los
Omasuyos
, desde la desem-
bocadura del río Ramis, al sur
hasta limitar con los Pakajjes;
los
Kallahuayas
en la actual
provincia puneña de Carabaya;
los
Kollahuas
en la cuenca del
Colca Majes; los
Ubinas
entre los
volcanes Misti y Ubinas; los
Carumas
, en los altos de Mo-
quegua y Tacna.
En Bolivia, los
Pakajjes
, al sur
del Desaguadero hasta altos de
Arica; los
Karangas
, en la cir-
cunscripción del mismo nombre;
los
Quillaqas
, en Abaroa y La-
dislao Cabrera; los
Charkas
, en
Chuquisaca; los
Soras
, los
Chuis
,
los
Yamparas
,
los
Qharaqkaras
,
los
Visisa
, los
Chichas
y los
Lipis
en el área del lago Popoó; todos
ellos en los departamentos de
Oruro, Chuquisaca, parte de
Cochabamba, algunos con
extensiones en la costa chilena.
La relación anterior no es,
obviamente, la única o definitiva.
Se trata de un objeto de inves-
tigación que espera historia-
dores interesados en el escla-
recimiento de este importante
asunto.
La presencia de aimaras en lu-
gares más alejados de la región
altiplánica, como en Yauyos se
atribuye a los mitmacuna, per-
sonas que cumplían movimien-
tos migratorios relativamente
forzados que se ejecutaban en
el marco de las políticas del
Estado Inca.
Es claro que la explicación so-
bre el origen de los aimaras que
hemos relacionado no es la úni-
ca. Ahí está la posición de Max
Uhle, Midendorff y Markham,
entre otros, quienes con algu-
nas diferencias sostienen que
los kollas vinieron del Anahuac
atravesando la selva y que son
ellos los constructores de Tia-
huanaco. Las publicaciones que
tratan de estas posiciones son
abundantes.
Sobre la suerte de la nación
aimara durante la época de la
colonia española, traemos a
colación lo que consignamos en
un trabajo anterior
4
.
“Durante la Colonia, se crea en
1559 la Audiencia de Charcas,
integrante del Virreinato del
Perú. A esta Audiencia se incor-
poran las provincias —llamadas
por entonces “partidos”— de
Chucuito y Paucarcolla de predo-
minante habla aymara (en cuya
extensión total se incluiría hoy
a las actuales provincias de
Puno, El Collao, Chucuito, Yun-
guyo, San Román, Huancané y
Moho). A esa misma Audiencia
se incorporaron también los
“partidos” de Lampa, Carabaya
y Azángaro de habla quechua.
Así, los aimaras permanecieron
unidos compartiendo sus valo-
res culturales por más de dos
siglos de colonia”.
“Por Real Cédula de 8 de agos-
to de 1776, se crea el Virreinato
de Buenos Aires. La Audiencia
de Charcas pasa a formar parte
de este nuevo virreinato y con
ellas las cinco provincias de
Puno. Este cambio no afectó a
la unidad de la nación aimara que
hasta aquí se mantiene indivisa.
“Por Real Cédula de 28 de ene-
ro de 1782 se crean las Inten-
dencias, entre ellas la de Puno,
que con sus cinco provincias se
mantiene en la Audiencia de
Charcas y por tanto en el Virrei-
nato de Buenos Aires. Aquí tam-
poco queda afectada la unidad
de la nación aimara, que conti-
núa compartiendo e intercam-
biando sus valores culturales,
entre ellos su lengua, muchas
costumbres, sus manifestacio-
nes culturales tales como ale-
gorías, danzas, música, con las
naturales variantes locales”.
“En 1789 se crea la Audiencia
del Cusco, y las provincias de
Carabaya, Lampa y Azángaro del
habla quechua, integrando la In-
tendencia de Puno, pasan a for-
mar parte de esa nueva Audien-
cia del Cusco y por tanto el Vi-
rreinato del Perú. En cambio las
provincias aimaras de Paucarcolla
(ahora Puno) y Chucuito perma-
necen en el Virreinato de Buenos
Aires, integrándose a la Inten-
dencia de Nuestra Señora de la
Paz, y ésta formando parte de
la Audiencia de Charcas. En esta
oportunidad, fue realmente
sabia la decisión de respetar la
unidad física y humana de la
nación aimara”.
“Con la Real Cédula de 1 de fe-
brero de 1796, solo veinticinco
años antes de jurarse la inde-
pendencia del Perú, se perpetra
la escisión. Las provincias aima-
ras de Chucuito y Paucarcolla
son incorporadas a la Intenden-
cia de Puno integrante de la Au-
diencia de Cusco. La Nación
Aimara resulta dividida en lo
político aunque no en lo eclesiás-
tico”. Antes de1796 los aimaras
habían mantenido sus caracte-
rísticas básicas como nación por
varios siglos, suficientes como
para consolidar perdurablemen-
te todos los nexos y vínculos
que la unen”.
Así, la nación aimara, hace dos-
cientos quince años sufre una
primera división política en dos
partes, por efecto de la creación
de Audiencias e intendencias, la
que es desgraciadamente conva-
lidada con la fundación de las
repúblicas de Perú y Bolivia. Más
tarde, en las postrimerías del
siglo
XIX
, se produce la aparición
de una tercera parte de la nación
aimara ubicada en Chile, a causa
de la anexión política a este país
de territorios poblados mayor-
mente por aimaras (regiones de
Antofagasta de Bolivia y de Tara-
pacá y Arica del Perú) como coro-
lario funesto de la guerra de
rapiña ejecutada con ventaja
coyuntural por el vecino del sur
en 1879.
Ciento noventa años de vida
independiente (desde 1821) su-
mados a los veinticinco que los
precedieron (1796 año de la pri-
mera escisión), hacen doscien-
tos quince años que se cumplen
en este 2011. Y, doscientos
quince años es muy poco tiempo
para que esos antiguos y firmes
lazos históricos se resquebrajen
o desaparezcan.
Los aimaras constituyen
una nación
Previamente corresponde exa-
minar las diferencias en el conte-
nido conceptual de lo que enten-
demos cono “nación” y lo que
entendemos como “Estado”, ya
que existe la tendencia —lamen-
tablemente muy común— de
confundir ambos conceptos.
El Estado es conceptuado ge-
neralmente como la sociedad
(haz de relaciones entre indivi-
duos y grupos) políticamente
organizada. Es la institucionali-
zación del poder (capacidades de
mandar unos y obedecer otros),
para organizar, mantener y pro-
yectar la vida social. Está com-
puesto por tres elementos: El
pueblo, el territorio y el poder
político. Es pues un concepto
político-jurídico.
En cambio, “nación” (del latín
natio
= lugar donde se nace) es
un concepto antropológico—his-
tórico—sociocultural, que refie-
re una colectividad humana am-
plia, forjada procesalmente a
través del tiempo, desde los gru-
pos familiares, pasando por dis-
tintas formas de integración so-
cial y llegando a las confedera-
ciones de jathas, ayllus o tribus,
que fueron la antesala de las
markas, de las naciones. Se trata
de agrupaciones humanas for-
madas por vínculos históricos y
culturales comunes, que tienen
su idioma particular e iguales ca-
racterísticas étnicas y que ha-
bitan territorios determinados.
Debe señalarse que en la his-
toria pasada y actual existieron
y existen naciones sin Estado.
Por ejemplo, la nación judía por
mucho tiempo no fue Estado,
porque no tenía territorio ni go-
bernantes, era una nación cuyos
miembros estaban desperdiga-
dos en varios países, hasta que
la
ONU
aprobó la asignación de
un territorio (aún sujeto a dis-
cusión) sobre cuya base pudo
fundarse el Estado de Israel. En
la actualidad hay también nacio-
nes sin Estado. Allí están para
probarlo los palestinos, kurdos,
vascos, guaraníes, chechenios,
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tibetanos, mapuches y, por su-
puesto, los aimaras. El segui-
miento de la vida de estas nacio-
nes corre a cargo de la una ofici-
na especial para “Naciones sin
Estado”, dependiente de la Or-
ganización de Naciones Unidas.
Algunas veces hay coincidencia
o superposición entre Estado y
Nación, esto es, cuando sobre
una sola Nación se erige un solo
Estado. Esos son los
Estado-
Nación
. Ejemplos de esta son
el mismo Israel, Francia, Ale-
mania de hoy, etc. En este pun-
to cabe señalar que muchos
pensadores, políticos e intelec-
tuales en nuestro país sostienen
que los peruanos estamos em-
peñados —o debemos estarlo—
en la forja de un Estado Nación
y marchamos históricamente
hacia su encuentro futuro, dado
que durante el incanato, la
colonia y la república no hemos
logrado constituirnos en única
nación.
Hay otros Estados en los que
coexisten varias naciones o
colectividades que presentan
rasgos nacionales. Esos son los
Estados Plurinacionales, como la
República Plurinacional de Bolivia
(nombre oficial), como Ecuador,
y como la República del Perú. No
son lo mismo los arequipeños
que los aguarunas, ni los aima-
ras que los piuranos, ni los que-
chuas cusqueños que los mira-
florinos, ni los ashánicas con los
tacneños, etc., todos tienen
historias y culturas diferen-
ciadas, distinguibles. No hay en
el Estado Peruano un sola
nación “en continua formación”,
como se trata de imponer desde
ciertos círculos académicos e
intelectuales especialmente capi-
talinos. El jurista Washington
Durand Abarca señala que hay
“naciones mestiza, quechua,
aymara, amazónica, afroperua-
na, por lo el Perú además de ser
considerado multiétnico, plurilin-
güe y pluricultural debía ser
también reconocido constitu-
cionalmente como «multina-
cional»
5
.
Reparemos en que antes que
cayera la Cortina de Hierro la
nación alemana estaba dividida
en dos Estados: La República
Democrática Alemana y la Repú-
blica Federal Alemana. Antes
también Checoeslovaquia era un
Estado con dos naciones: los
checos y los eslavos, ahora son
dos Estados diferentes erigidos
sobre sus propias naciones. Ni
qué decir de Estado de Yugosla-
via hoy partida en varios Esta-
dos erigidos sobre las naciones
servia, croata, montenegrina,
etc.
El nombre de Organización de
las Naciones Unidas, se dio para
que en ella tuvieran también
representación los Estados en
formación así como los grupos
nacionalistas que estaban cali-
ficados como ”fuerzas beligeran-
tes”, como ocurrió cuando desa-
rrollaban las guerras de libera-
ción nacional. Ejemplos históri-
cos de esto hay en las guerras
anticolonialistas en Africa (Con-
go, Argelia, Liberia, etc., etc. que
en algunos momentos estuvie-
ron representadas como nacio-
nes sin ser todavía formalmente
Estados). En cambio la Organi-
zación de Estados Americanos
OEA
, no admite esas represen-
taciones temporales de naciones
ni fuerzas beligerantes, por ello
en su denominación oficial no
usa “naciones” sino «Estados».
Para los fines de esclarecer el
carácter “nacional” de los aima-
ras, debemos remitirnos a cier-
tos alcances de las ciencias so-
ciales, según los cuales, para
que una colectividad humana
amplia se reconozca como “na-
ción” debe presentar dos tipos
de elementos: Los
elementos
objetivos o materiales
: comu-
nidad de territorio y de sus re-
cursos naturales, comunidad de
trayectoria histórica, comunidad
étnica racial, comunidad de len-
gua, de usos y costumbres, arte
popular, prácticas, tecnologías
vernáculas, vestido, comidas,
tradiciones etc.; y, los
elemen-
tos subjetivos o espirituales
:
conciencia nacional, identidad
nacional, expresados en el
sentimiento y convicción de
pertenecer a esa colectividad y
estar comprometido e identifi-
cado con su pasado, su presen-
te y su futuro.
La nación es pues un cons-
tructo cultural histórico. Lo que
más une a la nación es la historia
de un pasado común
6
, además
de una cosmovisión compartida,
una cultura simbólica consen-
sualmente aceptada. “Nación es
un pueblo con conciencia de
unidad histórica en el pasado,
cohesión en el presente y comu-
nidad con aspiraciones para el
futuro”
7
.
Quienes conocen o forman
parte del ámbito físico, humano
y cultural de los aimaras, no tie-
nen mayor necesidad de recurrir
a las complejidades de la inves-
tigación social para constatar
que en esos ámbitos se cumple
—en distinta medida, cierto es—
la existencia de todos los ele-
mentos materiales y espirituales
de una nación. Una nación que
no ha perdido su continuidad
existencial, que está asentada
en sendas partes del territorio
de tres países limítrofes y en la
que sus distintos ámbitos per-
sonales perseveran en los valo-
res más preciados de su uni-
verso cultural, avanzando firme
y constantemente en la afirma-
ción creciente de su conciencia
e identidad nacionales.
Las fronteras políticas que hoy
tienen fragmentado al mundo
aimara en tres partes, fueron
impuestas por acontecimientos
históricos que si bien dividieron
territorio y población no han
hecho desaparecer la conciencia
histórica e identidad de los
aimaras. Digamos de paso que,
esas fronteras no son por cierto
como la frontera entre Francia y
Alemania o aquella entre México
y Estados Unidos o entre Vene-
zuela y Brasil, en los que las
diferencias entre uno y otro lado
son muy claras y marcadas y por
tanto la distinción entre nacio-
nes es evidente. En el caso de
los pueblos aimaras, el paso
desde el sur de Puno al norte
de Bolivia o viceversa, por
ejemplo, es el paso de un Estado
a otro, pero no de una nación a
otra, sino dentro de una misma.
En el Perú el concepto de
nación aimara, “ha tomado fuer-
za y relevancia en los análisis
sociales, políticos y culturales a
partir del linchamiento y muerte
del alcalde Fernando Cirilo Robles
Ccallomamani ocurrido en la Pro-
vincia de El Collao, una de las
provincias aymaras de la Región
Puno”, dice Pilco Mallea
8
.
Recientemente el movimiento
anti-minero impulsado por
aimaras del sur puneño ha
acrecentado la aceptación
general a la vigencia de la nación
aimara, suscitando estudios
científico sociales junto con
preocupaciones de las élites
dominantes sobre sus impli-
cancias políticas futuras.
En resumen, todo lo anterior
nos permite afirmar la existencia
objetiva e incontrovertible de la
Nación Aimara.
A ella, por su fragmentación
poblacional en un ámbito terri-
torial sujeto a la soberanía de
tres Estados diferentes, llama-
mos —con las licencias del caso—
como “Gran Nación Aimara”, no
en el sentido encomiástico o diti-
rámbico al que podría llevarnos
el término “gran”, sino en su
connotación espacial y humana,
tal como se usa “Gran Buenos
Aires” o “Gran Lima”, para com-
prender a las masas humanas
asentadas en la amplitud de un
territorio que incluye todos los
suburbios de esas ciudades. De
modo que, en este caso, el sig-
nificante “Gran Nación Aymara”
tiene un claro significado: Las
poblaciones de gente aimara que
viven en sendas áreas dentro de
los territorios de tres Estados,
Bolivia, Perú y Chile. No inclui-
mos a los pequeños grupos que
se reclaman aimaras en Jujuy,
Argentina, por no estar aún
suficientemente esclarecidas —
a nuestro modesto juicio— sus
calidades originarias, históricas,
lingüísticas y culturales aimaras.
La unificación de la Gran
Nación Aimara
La Gran Nación Aymara sufre
el colonialismo interno en los tres
Estados y algún día y en alguna
forma luchará indefectiblemente
por recuperar su unidad. Esa
futura lucha que será organizada
e intensa.
La reivindicación de la nación
aimara como fenómeno existen-
te en la realidad de nuestros paí-
ses “ha calado a muchos intelec-
tuales, analistas políticos, algu-
nos interpretan la nación aymara
como un discurso peligroso y
separatista, que puede poner en
peligro las democracias latino-
americanas”, opina el antropólo-
go puneño Pilco Mallea. Pese a
ello las campañas unificadoras
asoman en el horizonte.
Como antecedente, se tiene
que durante doscientos años y
más que lleva la primera división
colonial de la nación aimara, son
varios los intentos para restituir
su antigua unidad.
El general Santa Cruz buscó
superar el problema a través de
su lamentablemente fracasado
proyecto confederativo.
Hubo levantamientos de pobla-
ciones aimaras durante los siglos
XVIII
y
XIX
, como el levantamien-
to huancaneño de Huancho de
1923, tan pormenorizada y
documentadamente descrito
por José Luis Ayala en su libro
sobre el líder Condorena.
En Bolivia el educador Nina
Quispe postuló la creación de
“Sociedad República del Colla-
suyo” en los años 20s y 30s del
siglo
XX
, y en 1956 se tuvo la
proclamación de Laureano
Machaka de fundar la “República
Aymara del Tahuantinsuyo”.
Es interesante anotar que
recientemente en Bolivia “los
grupos étnicos aimaras Charcas,
Qaraqaras, Chichas y Chuis de-
terminaron la reconstitución de
la Nación Kolla. Todo esto en ba-
se a una larga reivindicación na-
cional que se remite a la colonia.
Estos ayllus han mantenido do-
cumentos como el memorial de
Charcas firmado por 23 curacas
de Charcas (que se remite a
1582 y se encuentra hoy en el
archivo de Sevilla) que muestra
que estos ayllus eran parte de
la Nación Kolla desde antes de
La Paz, marzo 2014
Página
la imposición del imperio incaico,
en estos documentos se en-
cuentra la delimitación de su
extenso territorio”. Movimientos
como este, no son sino anticipos
de las luchas que protago-
nizarán las próximas genera-
ciones aimaras en el siglo
XXI
.
No ha de tratarse solo de la
unificación por la unificación.
Habrá el infaltable componente
político-social, sobre todo en un
país como el nuestro en el que
los conflictos ambientalistas re-
presentan poco más de la mitad
de todos los conflictos en los
que una de las partes es el
gobierno y la otra, poblaciones
indígenas y urbanas; en un país
en el que menudean las afecta-
ciones y vulneraciones a los
derechos de las poblaciones
indígenas por las elites políticas
y económicas. Estas hacen uso
y abuso de su poder al adoptar
decisiones políticas de gobierno,
en medio de un secretismo
interesado, sin importar lo que
piensa el pueblo, como si se
tratara de un país vacío.
Un país en el que se niega la
legislación sobre la consulta pre-
via a las poblaciones que serían
afectadas por actividades eco-
nómico-extractivas; un país —
en fin— en el que quien no está
de acuerdo a la teoría del perro
del hortelano es arcaico o
comunista.
En ese panorama, lo étnico,
tanto aimara, quechua o ama-
zónico, ha abierto un nuevo es-
cenario de conflictividad, que se
ve exacerbado e incrementado
por la liberalidad burocrática en
el otorgamiento de concesiones
mineras y otras de diverso tipo.
La Gran Estrategia Nacional
Aimara
El problema de cómo actuar
frente a los Estados en los que
se halla fragmentado el territorio
Aymara, demanda el esbozo de
algunas grandes líneas de acción
político-estratégica. Por nuestra
parte presentamos las siguien-
tes:
Propósito Estratégico
Permanente:
Unificación de las partes en que
se hallan divididos el territorio y
la población de la nación aimara.
Visiones Estratégicas
alternativas posibles
Visión Estratégica General 1
Coexistencia de las partes dividi-
das de la Nación Aimara con
otras colectividades nacionales
dentro de los Estados plurinacio-
nales de Perú, Bolivia y Chile, y
lucha por un ordenamiento legal
especial que consagre una forma
de autonomía que permita a di-
chas partes, intensificar y orde-
nar la interacción entre ellas y
desarrollarse en la vida de los
Estados que las involucran, bajo
el respeto, permanencia y ejerci-
cio de sus valores ancestrales,
conservando su doble identidad:
una jurídica estatal (peruanos,
bolivianos, chilenos) y la otra
étnico cultural (aimaras).
Esta visión estratégica significa
la aceptación de la fragmenta-
ción existente, pero acondicio-
nándola dentro de un nuevo y
particular marco político legal
que reconozca la existencia de
la nación aimara y le otorgue un
régimen especial de convivencia
en y dentro de cada uno de los
tres países.
Un ejemplo de esta línea de
esfuerzos propios, es la llamada
“Alianza Estratégica Aymara sin
Fronteras”, organización con-
ceptuada como “el sueño perse-
guido por un puñado de alcaldes
de comunas fronterizas de Chile,
Perú y Bolivia, los que pretenden
a través de la unión de los
aymaras (población mayoritaria
de la zona) abordar los eviden-
tes problemas económico y
sociales que azotan la región”.
Se tiene noticia de que, “con el
propósito de fortalecer y pre-
servar la nación Aymara están
procediéndose a formar algunas
de las diez naciones que confor-
maron el mundo Aymara en las
etapas previas a la invasión
española. Así la Confederación
Charcas, ahora bajo el nombre
de Nación Kolla va realizando
avances dentro de la reconfor-
mación de esta extensa nación
que cubre desde el Sur del
departamento de Oruro, el norte
de Potosí y el norte de Chuqui-
saca en Bolivia”.
Visión Estratégica General 2
Reunificación política de las
repúblicas de Perú y Bolivia,
produciéndose así automática-
mente la reunificación de las
partes aimaras de ambos países,
las que así unidas, mantendrán
relaciones estrechas permanen-
tes con la parte aimara Chilena.
La integración de los Estados
es siempre difícil, porque nadie
quiere ceder soberanía. Y el caso
de la buscada unificación Perú-
Bolivia, no es ni será una excep-
ción.
El Acta de Santa Cruz de la Sie-
rra firmada por los cancilleres de
Perú y Bolivia en Santa Cruz en
1995, fue el comienzo de la sus-
cripción de muchos acuerdos
posteriores dirigidos a estrechar
los lazos entre ambas repúbli-
cas, como el de Boliviamar y los
que se acordaron durante la
gestión del embajador del Perú
en Bolivia Rodríguez Cuadros, en
el gobierno de Alan García que
fenecía.
El presidente electo Ollanta
Humala, en una reciente visita
al presidente boliviano Evo
Morales, confesó que tenía el
sueño de que alguna vez los
límites entre Perú y Bolivia desa-
parezcan. Ese es un sueño de
los aimaras de ambos países y
que, a no dudarlo, servirá mucho
en el despliegue de estrategias
que en este campo habrán de
procesarse.
Visión Estrategia General 3
Fundación de un Estado Aimara
sobre la unificación de la nación
aimara mediante lucha insur-
gente por la liberación nacional
e independencia nacional.
Debe tenerse en cuenta que la
imposibilidad de convivir de una
nación con un estado que la
aplasta u oprime, obliga necesa-
riamente a plantearse el tema de
la alternativa secesionista
9
. De
otro lado, la aspiración natural
de la nación es constituir el
Estado puesto que la nación no
puede alcanzar su plenitud
histórica sin ese instrumento.
Los movimientos y guerras de
liberación nacional e indepen-
dencia, no han terminado. La
Nación Chechena lucha por su
independencia y la nación vasca
también. En África y Asia hay
luchas y conflictos de ese tipo,
unos están situación de latentes
y otros se hallan declarados.
Misión actual de los
aymaras
1. Constituir un organismo
promotor, unificador y coordi-
nador único en el ámbito de la
Nación Aimara encargado de
desplegar, sostener y coordinar
la lucha y la acción política en
pos de la forja de la unificación
nacional. Tal organismo de
dirección debe crearse mediante
un proceso participativo de
todas las partes, colectividades,
comunidades y organizaciones
políticas y sociales, identificadas
indubitablemente como aimaras
y que actúan en todas y en cada
una de las tres partes aimaras.
2. Asumir el poder político de
los Estados mediante la lucha
política electoral desplegada por
partidos políticos indígenas y
aimaras.
Los fundamentos de las propo-
siciones anteriores, descansan
en principios vigentes en la reali-
dad política internacional, entre
ellos principalmente el de “libre
determinación de los pueblos”.
En la Carta Internacional de
Derechos Humanos promulgada
por la Organización de las Nacio-
nes Unidas, y en los Pactos so-
bre Derechos Civiles y Políticos
y sobre Derechos Económicos,
Sociales y Culturales se trata en
el primer artículo de ambos
documentos el tema de la libre
determinación, estableciendo
que éste es un derecho humano
que poseen todos los pueblos.
Este principio en su aplicación
tiene algunos componentes: La
autoafirmación (implica el dere-
cho que tiene un pueblo a pro-
clamar su existencia y a ser reco-
nocido como tal). La autodefini-
ción, (consiste en la facultad de
determinar quiénes son los
miembros que integran ese pue-
blo o nación). La auto delimita-
ción, (conlleva el derecho a defi-
nir los propios límites territoria-
les). La auto organización, (que
es el poder reconocido a un
pueblo de procurarse a sí mismo
su propio estatuto, dentro de
un marco estatal) y la auto-
gestión (que expresa la facultad
de un pueblo para gestionar sus
propios asuntos, es decir, para
administrarse libremente en el
marco de su estatuto)
10
.
NOTAS
1
José de la Riva Agüero:
RAZA Y
LENGUA PROBABLES DE LA CIVILIZA-
CIÓN DE TIAHUANACO
, en “Las
Civilizaciones Primitivas y el Imperio
Incaico”. Ed. PUCP 1966, p. 118
2
Eliseo Reclus:
NOUVELLE
GEOGRAPHIC T.XVIII LES REGIONS
ANDINES
. París 1893, pp. 39,709 745,
756. (citado por Riva Agüero, op. cit).
3
José Antonio del Busto.
LOS HIJOS DEL
SOL
. Ed. El Comercio, 2011 p. 5
4
Revista “Perú Profundo” N° 3. Lima,
11FEB96
5
Washington Duran Abarca:
«PERÚ,
COMO LOS DEMÁS ESTADOS LATINO-
AMERICANOS, NUNCA FUE ESTADO-
NACIÓN SINO MULTINACIONAL»
(Libro
Presentado el 8 de septiembre de 2005
en el Hemiciclo «Raúl Porras
Barrenechea» del Congreso de la
República del Perú)
6
Joseph Dager Alva:
HISTORIOGRAFIA
Y NACION EN EL PERU DEL SIGLO XIX.
Conferencia en Casona San Marcos 11/
02/2010
7
Jesús Alarcón:
LA RECONSTRUCCION
DE LA NACION AYMARA CONTEMPO-
RANEA
, en: http://www.musicos
a nd inos .org / akhulli/ht m l/ m od ules .
php?name=Stories_Archive
8
Rolando Pilco Mallea: NACION
AYMARA: RETOS Y DESAFIOS, en http:/
/ roland op ilcom allea .blogs p ot.c om /
2 0 0 8 / 0 3 / n a c i o n - a y m a r a - r e t o s - y -
desafios.html
9
Fernando Mires: EL DERECHO DE LOS
PUEBLOS, artículo en diario Presencia.
La Paz Bolivia 24-01-2001
10
Diccionario Jurídico Mexicano, Porrúa-
UNAM-IIJ, México, 199