Por Gil Inoach Shawit*
Servindi
9 de marzo, 2014.- No hablaré de cifras sobre la situación de la mujer ni de sus dolores, o algo por el estilo que parezca académico. Por mucho tiempo he reflexionado sobre por qué en la lengua Awajún se dice a la mujer “nuwa”, a la tierra “nugka” y a la madre de la tierra “nugkui”. ¿Es una explicación de la relación holística de la mujer con la tierra o es una mera coincidencia lingüística? Yo diría que no es una coincidencia lingüística sino una expresión de conexión de la mujer con el mundo real. Me explico. En la historia del pueblo Awajún, la agricultura llega en manos de la mujer y Nugkui es su principal fuente proveedora de conocimiento en la materia.
La tierra representa fertilidad, pero también es fuente proveedora de la riqueza del mundo. Todo sale de ella. Así como la semilla germina alimentándose de la tierra, todas las naciones venimos por medio de la mujer.
La naturaleza epistemológica de esta relación es muy profunda y holística. La expresión “madre” es una palabra que viene dotada de una significación profunda como la raíz de un árbol anclada en el suelo. Cuando más profunda la raíz, más alta y visible denota el árbol. Pues contemplada en forma humana así se destaca la mujer develando su gran maestría, aunque muy ignorada tantas veces.
No se destaca porque trae naciones al mundo, se destaca porque es la primera maestra del mundo que enseña a la humanidad las bases del caminar. La tierra no se quiere desprender de la mujer, ella no puede hablar pero habla a través de la mujer, por eso le dio el conocimiento de la agricultura y del cuidado que los humanos debemos tener en su aprovechamiento. La mujer es cómplice innata de la tierra. No existe nación alguna sin ninguna identidad territorial como tampoco existe el ser humano sin ninguna madre.
En la modernidad de los tiempos quien entiende mejor el problema climático es la mujer y eso no es porque la mujer estudia con mayor dedicación el fenómeno natural, sino que ocurre que ella es la tierra misma. La mujer en forma de madre entiende mejor el problema del hambre porque es ella la que alimentó a las naciones y es ella la que enfrenta a diario y carga el problema de la escasez.
Entiende de cerca el problema de la pobreza porque conoce el frío que siente un niño cuando no tiene abrigo, entiende mejor el problema de la violencia y de la injusticia porque ella ha repartido desde un principio la ración del mundo con amor y ponderación. Ella es la que en familia distribuye alimento a todos por igual y el cariño que emana es la palabra de amor.
Sin embargo, poco o nada hemos hecho sus hijos por ella. Por eso, en el Día Internacional de la Mujer, lo mínimo que debemos hacer es honrarla como debe ser, darle el espacio que por derecho natural le corresponde. Por qué no entender que de las tantas tareas que existen gran parte de ellas deben estar en las manos maestras de la mujer, por qué no entender que la falta de esta fuerza le quita al mundo de los humanos la mitad de su energía, por qué no facilitar que la mujer siga sorprendiéndonos con su conocimiento, aprender de ella, dejar que con voz cada vez más fuerte diga “así se debe resolver el problema social”, “de esta manera se debe equilibrar los poderes para mantener la paz y la justicia”, de escuchar sus aportes sobre cómo enfrentar la crisis climática, pero también abrir más espacios en el plano político y económico para que sus manos ayuden a resolver el problema del hambre y la pobreza. Ella es sabia por naturaleza porque no está sola, la tierra es ella y la tierra está con ella, con su divino hacedor. Es el momento de darle vuelta a la página, es el tiempo de la mujer.