21-03-2014
Fernando Dorado
Rebelión
El fango de la democracia representativa
La democracia representativa en Colombia se agotó. Lo revelan una serie de hechos que afectan a cada uno de los poderes constituidos o delegados. Esos sucesos demuestran que la institucionalidad colombiana ha caducado históricamente aunque políticamente se sostenga por la falta de claridad y unidad de las fuerzas populares y democráticas.
En el ámbito judicial tenemos la frustrada reforma a la justicia; la arbitrariedad medieval del Procurador elegido y sostenido por todos los partidos políticos dominantes; la división del poder judicial en torno al “caso Petro” entre jueces y magistrados del nivel medio y los magistrados del Consejo de Estado y Consejo Superior de la Judicatura, y en general el choque de trenes entre fiscalía, contraloría, procuraduría y altas cortes.
En el terreno legislativo la crisis es evidente. La reciente elección de un gran número de para-políticos y/o sus herederos encabezados por Uribe pero presentes en todos los partidos políticos tradicionales; la dependencia de la “mermelada oficial” para hacer política pero su relativo fracaso en los recientes comicios (compran o chantajean escasamente al 30% de los electores); la evidencia de que la mayoría de parlamentarios representan los intereses de la burguesía transnacional y van a aprobar más normas a su favor.
Pero la más tremenda catástrofe se presenta en el campo presidencial. No es casual el fracaso electoral del presidente Santos y de su pareja vice-presidencial Vargas Lleras. La entrega descarada de recursos del Estado al grueso de políticos de la “unidad nacional” sólo sirvió para obtener precarias mayorías electorales. Los partidos políticos son degradados por la acción corruptora del poder ejecutivo que se ha reducido a ser el gerente de los intereses de los verdaderos dueños del país: los empresarios capitalistas transnacionales.
La crisis de legitimidad de la democracia representativa también arrastra a las fuerzas de la izquierda tradicional. El sector de la izquierda que todavía se esfuerza por demostrarnos que la “burguesía nacional” (medianos empresarios) es revolucionaria y anti-imperialista no logró convencer a ningún empresario de ser la llave para su candidata presidencial. A regañadientes aceptaron la candidatura de Aída Abella a la vicepresidencia de Clara López. Pero en general el pueblo no ve allí ninguna alternativa de cambio porque actúa en el marco de una democracia representativa cada vez más ilegítima y se esfuerzan por lavarle la cara en vez de acabarla de hundir. No están sintonizados con la realidad.
El otro sector, Progresistas, quedó amarrado al carro de un candidato uribista y neoliberal disfrazado de “verde”, y pareciera entrar en la dinámica de arroparse en las filas santistas para, al mejor estilo de los “garzones”, ayudarle al gobierno a implementar su “nueva apertura democrática” al calor del proceso de Paz, impulsando pequeñas y mediocres reformas a su sistema representativo, reviviendo sus mejores épocas cuando, una vez reinsertados del M-19, se pusieron al servicio (consciente o inconscientemente) de los proyectos aperturistas y neoliberales de César Gaviria. Vamos a ver si el Golpe de Estado contra Petro y la democracia, los hace reaccionar.
Otros sectores de la izquierda (PC, UP y similares), presentan la unidad Polo-UP como histórica y se apegan con todas sus fuerzas a las instituciones “democráticas” de la burguesía sin reflexionar sobre el principal hecho recientemente sucedido: todo un año de fuerte movilización popular contra el régimen neoliberal y la negativa de las mayorías populares a sumarse a la farsa electoral degradada, corrupta y descompuesta.
El conjunto de la izquierda tradicional sigue en la dinámica de tratar de canalizar las luchas directas de las masas hacia el campo electoral. Se coloca el parlamentarismo en el centro de la actividad política y se debilita a la organización popular. Se generan así ilusiones en el papel de los representantes de izquierda en el Congreso cayendo en el más romántico y pueril “cretinismo parlamentario” que asume dos formas clásicas: la conciliación total y el oposicionismo legitimante. “Vamos a legislar por la Paz” dicen verdes y progresistas; “vamos a ser la única oposición” contesta en forma reconfortada el Polo. De allí no dan más.
La Democracia Directa
Mientras tanto el grueso del pueblo colombiano no cree en el fango de la democracia representativa. Ni siquiera los que votan por los partidos de la oligarquía creen en sus promesas. Su pragmatismo clientelista es consecuencia de que saben a qué se enfrentan pero prefieren cobrar bicocas por adelantado y se desentienden del asunto. No hay alternativa dicen y en cierto sentido tienen razón.
Sin embargo en el seno de las organizaciones populares se mantiene la idea de la acción directa y la movilización. El problema es que la mayoría de la dirección del movimiento popular está influida por las posiciones que legitiman la democracia representativa y entonces, el movimiento queda preso de los intereses de grupo y de las orientaciones conciliadoras con el Estado.
Pero a pesar de todo, en el movimiento popular, en sus organizaciones de base, en los cabildos y organizaciones indígenas, en los consejos comunitarios afros, en las asociaciones regionales campesinas, en las dignidades de paperos, cafeteros, arroceros, etc., en las organizaciones de mineros artesanales y pequeños mineros tecnificados, en las organizaciones culturales y barriales de jóvenes de las ciudades, en los movimientos ambientalistas, animalistas, “ciclo-ruteros” de ciudad, raperos, hip-hop, y demás expresiones rebeldes, surge una forma de democracia que pide a gritos que se la oriente y consolide.
Esa democracia es la Democracia Directa. Dice Gloria Gaitán interpretando a su padre asesinado por la oligarquía en 1948: “Lo que queremos es la democracia directa, aquella donde el pueblo manda, el pueblo decide, el pueblo ejerce control sobre los tres poderes de la democracia burguesa: el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial y que, además, garantice la equidad en el aspecto económico. Allí donde el pueblo es el pueblo, el pueblo ordena y ejerce mandato directo sobre, y en control, de quienes han de representarlo. Todo esto exige trabajar honda y apasionadamente en el cambio de una cultura que despierte en el pueblo voluntad para regir directamente sus destinos y exige un profundo cambio constitucional para disponer de una Constitución acorde con la necesidad de un mandato popular directo sobre los destinos de la patria, que elimine los filtros que la democracia burguesa establece y defiende”.
Proceso Constituyente – Asamblea Constituyente
La constatación de la falta de claridad política al interior del movimiento popular colombiano – que es la causa determinante de que en este momento la correlación de fuerzas esté a favor de la oligarquía imperial (burguesía transnacionalizada) – nos lleva a tener que diferenciar entre lo que es un Proceso Constituyente por la Democracia Directa y la simple convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente.
En este instante de la vida política colombiana llamar a la convocatoria de una asamblea constituyente es poner en bandeja la oportunidad a la oligarquía de volver a “adelantarse” – como lo hizo en 1991 – para retocar su falsa democracia, engañar con una “nueva apertura democrática”, ceder en aspectos no sustanciales algunas zonas y recursos a sectores de la población campesina y colonizadora de regiones marginales, y pintar de “reformista” a un régimen que impulsa la segunda fase de neoliberalismo más violenta y despótica, con más despojo, más explotación, grave arrasamiento territorial y completa subordinación del interés nacional y popular al poder capitalista transnacional.
Por ello lo que debemos impulsar son formas de Poder Constituyente (asambleas, comités, cabildos, consejos, etc.) en cada vereda, barrio, resguardo, municipio y departamento, que sean de tipo permanente, con características de la Democracia Directa, es decir, cuya base sea la asamblea comunitaria popular, los delegados sea elegidos y revocables, en donde vayamos discutiendo y construyendo la “otra forma de democracia”, la nuestra, la directa, la única que nos sirve y a la que le temen las clases poderosas y la clase política corrupta.
En esas formas de Poder Constituyente debemos discutir y aprobar propuestas en todos los terrenos: lo político, lo económico, lo social, lo judicial, lo cultural, lo territorial y ambiental. Todo debe ser discutido, revisado y aprobado. Y deberemos hacerlo con un espíritu incluyente, participativo, sin que ninguna organización en particular se apodere del proceso.
Además, esas formas de Poder Constituyente deben ser permanentes y en la medida de su fuerza, convocatoria y representatividad deberán atender y resolver problemas comunes y cotidianos de nuestras comunidades en cada lugar o región, enfrentando de hecho la corrupción, la politiquería, el tráfico de influencias y la entrega de nuestras riquezas al capital transnacional. Algo así como la consulta del municipio de Las Piedras (Tolima) pero concretada en Poder Popular y Ciudadano de carácter permanente.
Sólo en la medida en que a lo largo y ancho del país hayamos podido construir ese Poder Constituyente, organizado y permanente, podremos convocar una Asamblea Nacional Constituyente, con nuevas reglas, representación proporcional por municipios, distritos, provincias y regiones, creando condiciones para derrotar las empresas electorales de los barones de la corrupción y el chantaje, e imponiendo la voluntad de mayorías conscientes y organizadas.
No es un camino fácil y lleno de rosas. La oligarquía y sus mandaderos politiqueros se van a oponer a fondo y a muerte. La izquierda tradicional lo verá como un sueño irrealizable. Lo importante es que ya hemos empezado y el porvenir pinta muy bien. ¡Adelante!
Nota: El presidente Santos desconoció las medidas cautelares solicitadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos CIDH y destituyó a Petro. Éste debe encabezar el Nuevo Proceso Constituyente pero debe hacerlo construyendo fuerza y organización “Desde Abajo”. La tarea inmediata es construir Cabildos Ciudadanos por la Colombia Humana.