Rebeldía, violencia y no-violencia
Por Jaime Yovanovic (Profesor J)
Hay compas que combinan inadecuadamente la rebeldía con la violencia y eso es un grave error que es preciso aclarar y debatir.
Diferente es la violencia como respuesta o autodefensa, de la violencia como método. Distinto es aguantar la dominación como corderos, de construir otro modo de vivir. La alternativa es vivimos como corderos o hacemos otra cosa, pero esa otra cosa debe contener las formas relacionales de otra forma social, otra propuesta hecha acto: la comunidad, la sociedad sin clases. Proponer otra sociedad es luchar contra la corriente, ya que las propuestas se las lleva el viento y son aplastadas por la hegemonía política, económica, cultural e ideológica del sistema. Con todos los inconvenientes estructurales de la URSS, su problema no fue la burocracia y la reproducción del poder-sobre, sino nosotros, los de abajo, que aceptamos el discurso «liberador» y dejamos a los dirigentes administrar el aparato.
Lo mismo quieren muchos hoy día, en vez de construir las bases estructurales de otra sociedad, aspiran a la destrucción del estado sin proponerse primeramente las formas que van a dar continuidad a la vida en común, ya que sin una nueva mentalidad basada en prácticas corporales, al poco tiempo las ideas individualistas tenderán a buscar la primacía. No me refiero a las clases o grupos ideológicos, sino al desarrollo del comportamiento modelado en el seno de las prácticas cotidianas de individuos separados.
Es la separación entre las personas la que lleva a la sobrevaloración de «mi» individualidad, es en ese terreno que fue posible instalar las primeras ideologías de la historia, las ideologías religiosas, de dioses superiores unipersonales, individuales, la mayoría machos, en tanto las representaciones femeninas del amor, la fertilidad, etc, iban progresivamente en desmedro en la misma medida que avanzaba la cultura de la práctica patriarcal. La cultura y las ideas no se expanden y aumentan mediante el discurso, la concientización y las revoluciones culturales, mayor venta de libros y panfletos, escuelas de cuadros y demás, pues mientras sigamos viviendo separados, esa será la escuela de los niños y niñas. Necesitamos otra escuela, no de «formación» sino de nuevas prácticas relacionales cotidianas, donde los valores, ideas e impulsos sean motivados por la experiencia y no por la conciencia, ya que la conciencia se puede dar vuelta si no tiene el terreno experimental corporal en la que se asienta o donde brota. La cosmovisión originaria es potente por eso, porque tienen miles de años reproduciendo el común, ya no sólo la comunidad entre personas, sino también con los animales y el resto de la naturaleza.
Asumir «conciencia» hoy día es de iluminados, que al separarse del resto porque se creen el cuento de que han descubierto la verdad y el camino, se autoconvocan a realizar prácticas individuales y buscan otras individualidades con las cuales practicar primeramente la afinidad conceptual, aún antes de la vida cotidiana, así nacen y se mantienen los colectivos, partidos, sectas y demás, que atrapan por la noción, por el concepto, por la lógica de los argumentos, para justificar que el cuerpo debe ser dirigido en esta o la otra dirección de vida. La razón sustituye a los dioses y orienta las conductas, pero allí viene luego otra razón u otra práctica relacional predominante y se cambian los papeles, se comienza a seguir ahora el otro rumbo, sin autonomía ninguna. Nosotros mismos somos heterónomos, es decir preconizamos las reglas del otro, de la vanguardia en este caso, síganme los buenos, no contaban con mi astucia, ya que el otro está alienado y debemos liberarlo haciéndole entrega de nuestra mirada del mundo, asesinando para siempre la autonomía del ser, que asumió «conciencia» gracias a nuestra transmisión (bancaria, según Freire). la autonomía no es sólo un comportamiento ni una idea de no dejarse subordinar por otros, sino básicamente para formar sus propias miradas del mundo, para formar su propia cosmovisión.
Así las vanguardias pueden pensar y actuar a su modo, con la convicción de que los demás están errados, sin imaginar que los demás si tuvieran la oportunidad de administrar libremente sus vidas, aún libres de las ideologías y de nuestras miradas, más anarquistas, o más marxistas, o más cristianas, etc. podrían pasar de la práctica de «escoger» caminos, y así echarse a andar sin camino ninguno, haciendo otro, como dice el poeta, aprendiendo a andar juntos, que es lo esencial.
Sin andar juntos no se hace camino juntos, sólo caminos separados y ya hechos, y ya comprobados que sólo nos hacen darnos vuelta como el perro mordiéndose la cola.
La violencia no entra en el horizonte de una persona normal, solamente en la mente esquizofrénica que nos han modelado culturalmente, al igual que algunas sectas religiosas que atraen gente dando saltos y convulsiones, algunos grupos deciden ellos mismos, porque son capos, que hay que ser violentos, con mil argumentos, que la violencia del estado, etc. cuando la población entiende más de la violencia del estado que cualquier intelectual, ya que lo siente cotidianamente, aunque no asuma esa «conciencia» que dice tener el intelectual revolucionario, conciencia que le lleva a meterse en primer año de estudios en un grupo para luego pasarse a otro, llegando a segundo año y los superiores a verificarse que cada vez son menos los rebeldes, que poco a poco son absorbidos por el sistema. No porque los contenidos del sistema van a orientar las conductas de ellos, sino porque todo el sistema nos rodea como forma de vida y nosotros los pelotudos nos pasamos en la marcha y la molotov sin importarnos un huevo en que la verdadera escuela está en las prácticas constantes y machacantes de la cotidianeidad. Nos contentamos con reclutar 10 militantes en un año, mientras el sistema recluta millones, y así vamos, «viviendo» la vanguardia, el club de los elegidos, alimentando nuestros egos a punta de alcohol, pitos y drogas, dándole papa al hedonismo desenfrenado de una rebeldía quasi nihilista, en una especie de non plus ultra del individualismo calmado y dopado por la conciencia «rebelde».
Las hormigas son nuestros ejemplos, no los dioses del Olimpo, por eso requerimos de vivir otra cotidianeidad o, si se prefiere, otras cotidianeidades, una cotidianeidad en cada barrio, cerro y localidad, hasta llegar a contar con miles de espacios de formas de vida comunitaria, ya que una golondrina no hace verano y evitamos que vengan los superestructuralistas a cuestionarnos el trabajo local porque desmerecemos el trabajo global, sin querer entender que lo global son los muchos y múltiples locales, como la Alianza Territorial Mapuche, llamada en su idioma de pu lof mapu trawun, donde pu lof indica muchas comunidades, mapu es la tierra y trawun encuentro o entrelazamiento horizontal, un encuentro permanente. Entendemos que un lof o comunidad involucra a varias familias, como cuando en una ciudad se cortaban calles y los niños jugaban allí en tanto las señoras en la olla y los adultos ayudando o degustando cara a cara con la familia, en este caso la gran familia de la cuadra, una especie de lof.
Es allí donde cambia el mundo, no es en el estado ni en su destrucción con los pechos generosos de los vanguardistas, a quienes tenemos aprecio por su espíritu de sacrificios personales, que hoy podemos entender como equivocado, pero en realidad todos estamos equivocados, pues no hay verdades, sino construcción de realidades, por lo que es sano comenzar por el entorno inmediato construyendo otra realidad relacional y afectiva. Así viene creciendo desde abajo la dinámica de la autonomía comunitaria, hoy ya no sólo de los zapatistas, que bien supieron descartar al líder y a la vanguardia, sino en todos los países del continente y en todas partes. De atracito pica el indio dice el dictado popular.
Esa tarea de cambiar el mundo desde abajo, desde las localidades, desde los barrios, es totalmente pacífica y ya sabrán las autonomías cuáles serán las mejores formas de encarar las situaciones que se les vengan presentando. Por ahora para muchos la tarea es construir los nuevos espacios relacionales donde pueda desplegarse la otra economía, la otra salud, la otra educación, ya que la «lucha» sólo nos está distanciando más a unos de los otros, aunque muchos nos digan que a río revuelto, ganancia de pescadores, sin embargo paga el pato la población, que es desviada de sus intereses de mejorar la situación inmediata del entorno de los hijos y de las familias y todos nuestros esfuerzos de lucha y concientización resultan capitalizadas en buena parte por el oportunismo de las izquierdas vendidas al sistema y que instalan diputados sobre los hombros, los sacrificios y las esperanzas de la gente que nosotros mismos vamos animando, pero a quienes sólo ofrecemos un espacio de militancia y de combate con sus buenas cajas de vino que luego dejamos en la plaza, para lo que no se sienten dispuestos y más nos aislamos.
La agitación y la propaganda la hacen todos, como que fuese un gran marketing de quien atrae a quien, algunos se organizan en asambleas, cordones y demás, donde apenas se juntan algunos de vanguardia y el pueblo, bien gracias, ya vendrán, ya aprenderán y comprenderán y vendrán detrás de nosotros. Caramba, mayor iluminismo que ese ni la derecha. Hay que comprender que estamos en otra épora, la era de la sobrevivencia, como dice un autor (ver http://clajadep.lahaine.org)
Por eso rechazamos la violencia, venga de donde venga, nos declaramos abiertamente pacifistas y sólo el pueblo, no «organizado», sino viviendo las formas de vida comunitaria, definirá sus pasos y allí estaremos.
Al que le venga el sayo, que se lo ponga.
Abrazos
Jaime Yovanovic (Profesor J)
profesor_j@yahoo.com