Los zapatistas, una política de vida en medio del poder de la muerte
Es fácil decir “autonomía”, pero la pura palabra no contiene los años de hambre, humillación, combate, muerte, hostigamiento, desprecio y racismo, o la rabia y el dolor de ver a un compañero destrozado. El concepto no cuenta la imaginación política, la chinga, la creatividad de elaborar sobre la marcha un proyecto de auto-gobierno en resistencia.
John Gibler
Desinformémonos
I.
Lo que nadie niega: unas 15 personas mataron a José Luis Solís López a disparos, machetazos, garrotazos y golpes, y después arrastraron su cuerpo cerca de ochenta metros y lo dejaron tirado. Lo que un compañero de él dijo fue: “no merecía morir, no así”.
Las primeras noticias mencionaron un “enfrentamiento”. Los reporteros apuntaron un muerto de un lado, y 13 heridos del otro. Publicaron que todo fue por un conflicto por el control de las rutas del transporte colectivo de la zona. Varios medios que calificaron los hechos como un “enfrentamiento” también lo describieron como una “trifulca” (Proceso), una “gresca” (El Universal), o una “refriega” (La Jornada). Sólo basta consultar un diccionario para confirmar el desprecio que esas palabras despliegan.
Pasó en la tarde del viernes 2 de mayo. Se había convocado un diálogo desde el día anterior para resolver un conflicto, de hecho. Integrantes de la Central Independiente de Obreros Agrícolas y Campesinos Histórica (CIOAC-H) habían retenido una camioneta de la Junta de Buen Gobierno del Caracol de La Realidad, territorio Zapatista, Chiapas, México. La Junta de Buen Gobierno los llamó a una reunión para resolver el conflicto a fondo sobre un abastecimiento de grava e invitaron a personal del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas para asistir a la reunión.
El día 2 llegó una comisión de unas 15 personas de la CIOAC-H y acusaron a los zapatistas de haber detenido a uno de sus secretarios, Roberto Alfaro Velasco. Según la Junta de Buen Gobierno de La Realidad y el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé, Roberto Alfaro Velasco participaba en el diálogo desde el día primero y él mismo negó de haber sido detenido. En un boletín de prensa con fecha del 5 de mayo del 2014, el Fray Bartolomé cita “textualmente” a Alfaro Velasco diciéndole a la gente de la CIOAC-H que habían llegado: “En ningún momento he estado retenido, he estado libre y decidí quedarme para solucionar este problema, por lo que hemos estado reuniéndonos e intercambiando información de forma continua”.
Un tiempo después escucharon que el grupo de la CIOAC-H estaba destrozando la escuela autónoma de la comunidad. Minutos después tres vehículos de los zapatistas que llegaban al Caracol fueron emboscados y atacados por integrantes de la CIOAC-H que los estaban esperando en la entrada de la comunidad. Cuando bases de apoyo del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) salieron de la reunión y de otros edificios para apoyar sus compañeros, ellos también fueron emboscados y atacados con armas de fuego, machetes, garrotes y piedras. Quince de ellos fueron heridos. Fue en ese momento que gente de la CIOAC-H rodeó, atacó y asesinó con saña y burlas a José Luis Solís López, también conocido como el compañero Galeano.
La Junta de Buen Gobierno de La Realidad y el EZLN califican a la CIOAC-H como un grupo paramilitar y denuncian que la emboscada y el asesinato del 2 de mayo fueron planeados con anticipación. Ellos no piden nada de los tres niveles de gobierno oficial anuncian que harán justicia. La CIOAC-H, en cambio, reconoce que trabaja con el gobierno y reclama su intervención. Javier López Rodríguez, comisario ejidal e integrante de la CIOAC-H, dijo a La Jornada después de la emboscada: “Nosotros queremos una solución; lo que pasó ya pasó, pero queremos el apoyo del gobierno en sus tres niveles, que tome cartas en el asunto porque trabajamos con ellos…”
II.
Pocos días después conversaba con una amiga reportera del estado de Chihuahua. Le comenté de las denuncias del ataque contra los zapatistas y el asesinato de Galeano, y de los actos de solidaridad en varias partes de México y otros países. Le leí en voz alta líneas del comunicado del EZLN firmado por el Subcomandante Insurgente Marcos. Ella se me quedó viendo de repente y me preguntó: “¿Cuántos mataron?”
“Uno”, le dije.
“¿Todo eso por un muerto?”
“Sí,” le contesté, “por uno solo. Es que uno es ya demasiado”.
“Claro,” me dijo, “tienen razón”.
Su pregunta no fue de menosprecio, fue de asombro. A ella le tocó reportear en Ciudad Juárez mientras el ejército patrullaba las calles, cuando diario aparecían los cuerpos tirados de personas asesinadas, cuando esta ciudad sufría una de las tasas de asesinato más altas en el mundo. La indiferencia y la impunidad fueron los obstáculos constantes frente y contra los cuales su trabajo tomó forma y fuerza. Ella tuvo que escribir diario y por varios años sobre personas asesinadas brutalmente y culpadas por su propia muerte bajo un discurso oficial de: si le hicieron eso es porque en algo andaba.
¿Discurso oficial? ¿Exagero? Recordamos las palabras del general Jorge Juárez Loera, comandante de la XI Región Militar en 2008 cuando encabezó la Operación Chihuahua, y cuando la tasa de homicidios en Ciudad Juárez se empezó a disparar: “En vez de decir un muerto más, deberían decir un delincuente menos”.
Y su pregunta, su asombro más bien, me hizo reflexionar sobre la respuesta de los zapatistas ante el asesinato de su compañero Galeano y la indiferencia ante los asesinatos que se desechan con una frase como “relacionado con el crimen organizado”. Es que un solo asesinato así es indignante, es inaceptable, eso es lo que nos están diciendo los zapatistas con sus palabras y con sus acciones. No son los únicos de decirlo. Luz María Dávila, por ejemplo, también lo dijo cuando encaró a Felipe Calderón para decirle que sus dos hijos y los amigos de ellos asesinados en una masacre no eran “pandilleros” y que él no era bienvenido en Juárez. Ella tuvo que interrumpir un acto oficial para ser escuchada. ¿Por qué podemos oír hoy a la indignación de los zapatistas? Porque interrumpieron otro acto oficial el primero de enero de 1994 y, también, pienso, porque están bien organizados.
III.
El primer comunicado del EZLN después del ataque del 2 de mayo se tituló “El Dolor y la Rabia,” salió el 8 de mayo del 2014 y fue firmado por el Subcomandante Marcos. El comunicado cita a “un compañero base de apoyo, maestro” de la Escuelita Zapatista:
“Claro te decimos compañero subcomandante, que viera que no somos zapatistas hace rato que hubiéramos tomado venganza y se hubiera hecho una matazón, porque tenemos mucho coraje con lo que le hicieron al compañero Galeano. Pero pues somos zapatistas y no se trata de venganza sino de que haya la justicia. Así que esperamos lo que nos van a decir y así vamos a hacer”.
No solamente nos enseñan el valor de la indignación ante el brutal asesinato de una sola persona; nos muestran, desde adentro de esa indignación y con todo y su dolor y rabia, el valor de distinguir entre la venganza y la justicia. Imaginar la venganza es fácil: matar, destruir. Saber que la venganza no es, necesariamente, la justicia, poder marcar esa diferencia y tener, entonces, que imaginar una justicia distinta a la venganza, no es fácil para nada.
La lógica de la venganza, hoy en día en México, es parte de la maquinaria de la impunidad, es decir, de la violencia del Estado. En 2010, Felipe Calderón dijo que el 90 por ciento de los asesinatos “obedecen precisamente a la lucha de unos cárteles contra otros” y que los “civiles inocentes” asesinados “son realmente los menos”. Calderón pronunció semejante sentencia de muerte colectiva en un contexto donde el 95 por ciento de los homicidios ni siquiera se investigan.
Así trabaja lo que Michel Foucault llama un discurso: hechos de lenguaje producidos desde un sistema de poder que, a su vez, producen efectos de represión más allá del lenguaje y que sirven para fortalecer el mismo sistema de poder. Oficiales aplican la pena de muerte (que no existe oficialmente en México) en colectivo contra quienes caen asesinados al tacharlos de “delincuentes” o miembros de “cárteles” sin haber investigado los hechos. Los medios de comunicación difunden esas sentencias y mucha gente las escucha y las cree. En Culiacán, Sinaloa, entrevisté a un joven sobreviviente de una masacre donde murió su hermano menor. Ellos llevaron la camioneta de su madre a un taller mecánico cuando llegó un comando armado y mató a todos que estaban ahí. César sobrevivió escondido al fondo del taller, debajo de una camioneta, y me dijo que antes de ver a su hermano de 16 años destrozado a balazos él también pensó que los muertos así eran culpables de su propia muerte por “andar en el negocio”.
La lógica es esta: son unos salvajes, se matan entre sí y por eso el Estado los caza y los mata también. Esta lógica es más profunda y más antigua que el narcotráfico. Se encuentra en la raíz de la simultánea evolución del Estado, de la guerra oculta y del racismo. Esta es la lógica que se ha aplicado contra las comunidades indígenas desde la invasión, que continúa vigente en las estrategias contrainsurgentes y la formación de los grupos paramilitares y que yace semi-oculta ahora en los medios de comunicación bajo palabras como “enfrentamiento,” “trifulca,” “gresca” y “refriega.”
Es en contra de esa lógica de impunidad que el compañero base de apoyo dice: “Pero pues somos zapatistas y no se trata de venganza sino de que haya la justicia.” Y es en contra de esa lógica de violencia de Estado que el Subcomandante Marcos escribe en un postdata al comunicado del 8 de mayo: “Si me piden que resuma nuestro trabajoso andar en pocas palabras serían: nuestros esfuerzos son por la paz, los esfuerzos de ellos son por la guerra.”
IV.
Para quienes tal vez no hayan seguido de cerca al movimiento zapatista, o para quienes apenas estén conociendo este movimiento, recordamos: el Ejército Zapatista de Liberación Nacional se levantó en armas el primero de enero de 1994 en contra de la guerra del olvido. Tuvieron que cubrirse el rostro para ser vistos. Aceptaron dialogar para la paz, pero con una condición: “nada para nosotros, todo para todos”. Así que invitaron a representantes de todos los pueblos indígenas a participar en el proceso de dialogo. Después de un fallido operativo militar en febrero de 1995 para capturar “vivos o muertos” a los dirigentes del EZLN—en pleno proceso de diálogo—los y las zapatista y representantes de otros pueblos indígenas de México regresaron al diálogo y firmaron en 1996 Los Acuerdos de San Andrés sobre Derechos y Cultura Indígena, en los que se estableció la autonomía política y económica de los pueblos originarios del país.
El gobierno federal firmó los acuerdos, pero nunca los cumplió. En cambio, mantuvieron la militarización del estado de Chiapas y fomentaron los grupos paramilitares, como Paz y Justicia, que masacró a 45 indígenas tzotziles mientras rezaban en la iglesia de la comunidad de Acteal el 22 de diciembre de 1997. En el año 2001, delegados del EZLN viajaron en caravana hasta la Ciudad de México para exigir a la nueva administración federal el cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés. Pero el gobierno aprobó, en cambio, una ley que somete a las comunidades indígenas del país al poder federal através de la definición racista de “indígena” como “sujetos de especial protección”. Los delegados del EZLN regresaron a Chiapas y cortaron toda comunicación con el gobierno.
En el 2003, los zapatistas anunciaron la formación de los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno. Es decir: decidieron cumplir con los Acuerdos de San Andrés solos y construir la autonomía indígena sin relación ninguna con los tres niveles de gobierno. En el 2005 publicaron la Sexta Declaración de la Selva Lacandona y anunciaron La Otra Campaña para el 2006, un esfuerzo para conocer y unir las luchas del México de abajo. Entre el 2007 y el 2009, los zapatistas convocaron varios encuentros entre los pueblos zapatistas y pueblos del mundo. Entre el 2010 y el 2012, cuando la política calderonista atrajo las más severas críticas, las Juntas de Buen Gobierno de los cinco Caracoles siguieron denunciando los constantes agresiones paramilitares que sufrían. El 7 de mayo del 2011, unos 15 mil bases de apoyo zapatistas salieron a marchar, contestando el llamado del poeta Javier Sicilia, cuyo hijo fue asesinado en una masacre de siete personas en Temixco, Morelos.
En esos años, comentaristas en los medios de comunicación acusaron al Subcomandante Marcos de un silencio cómplice con el gobierno de Felipe Calderón, evidenciando simultáneamente que no entendían el papel público de Marcos (vocero del EZLN) y que no sabían escuchar ni leer: las Juntas de Buen Gobierno habían publicado una gran cantidad de denuncias contra las políticas calderonistas.
En el contexto de esas acusaciones, el día 21 de diciembre del 2012 miles de bases de apoyo zapatistas marcharon en silencio absoluto por las calles de varios municipios de Chiapas, incluyendo a San Cristóbal de las Casas. El mismo día salió un cortísimo comunicado con la pregunta en mayúsculas: ¿ESCUCHARON?
Poco después, empezaron a salir una serie de largos y complejos comunicados de análisis y propuesta política. A través de esos comunicados se dio a conocer el proyecto de la “Escuelita Zapatista”, también conocido como el curso “La Libertad según l@s Zapatistas”. Empezando en agosto del 2013 y nuevamente entre diciembre de 2013 y enero del 2014, varias miles de personas de México y otros países viajaron a territorio zapatista para asistir a la Escuelita.
V.
El 31 de marzo, el EZLN convocó a una reunión con pueblos originarios de México y sus organizaciones del Congreso Nacional Indígena, un homenaje al ausente filósofo Luis Villoro, y un seminario sobre “la ética frente al despojo” para finales de mayo y la primera semana de junio. En ese contexto preciso, la CIOAC-H llevó acabo su emboscada.
Después del ataque del 2 de mayo el Subcomandante Insurgente Moisés decidió suspender todos esos eventos. El día 13, Marcos publicó un comunicado, Fragmentos de la Realidad I, donde anunció que el día 24 de mayo se realizaría un homenaje al compañero Galeano en La Realidad y otros lugares. Al homenaje del día 24 asistieron miles de bases de apoyo y personas de todo México y de otros países.
Durante el acto, el Subcomandante Moisés leyó un comunicado donde dijo: “Por mi voz habla la voz del Ejército Zapatista de Liberación Nacional”. Por 20 años, esa frase había sido pronunciada por el Subcomandante Marcos. En esta ocasión, Moisés la dijo, y siguió: “Por mi voz hablan el dolor y la rabia de cientos de miles de indígenas, hombres, mujeres, niños y ancianos del Ejército Zapatista de Liberación Nacional”.
Sin titubeos, Moisés ubicó el asesinato del compañero Galeano en el contexto de la política neoliberal y el capitalismo. También repitió, ya a su modo, lo que había expresado el compañero base de apoyo citado en el comunicado del 8 de mayo: “Los engañados asesinos, sí se hará justicia. De todo esto luego explicamos más. Nosotros no nos vengamos, nos vamos a vengar pero contra el capitalismo”.
Aquí Moisés no sólo reiteró la distinción entre venganza y justicia, sino también entre los asesinos individuales y el poder que los usa. Analiza el poder así: “Es [Manuel] Velasco, y quien está detrás de ese Velasco es el [Enrique] Peña Nieto, y quien esta atrás del vende patria de Peña Nieto es el gran capital, el verdadero criminal inhumano del capitalismo neoliberal”.
No dejaron entrar a reporteros de los medios comerciales al Caracol, pero sí a, en palabras del Subcomandante Moisés, “los medios libres o alternativos o autónomos o como se diga”. Se puede consultar, por ejemplo, a Regeneración Radio para encontrar textos, audios, videos y fotografías del homenaje: http://regeneracionradio.org.
VI.
Entradas las dos de la madrugada ya del 25 de mayo, el Subcomandante Marcos subió al templete al lado del Subcomandante Moisés y leyó un comunicado, anunciando desde el inicio que “éstas serán mis últimas palabras en público antes de dejar de existir”. Leyó entonces un largo y profundo documento (la grabación dura unos 53 minutos) de varios niveles de análisis, al final del cual cumplió con lo dicho en la pista al inicio, declarando: “Pensamos que es necesario que uno de nosotros muera para que Galeano viva. Y para que esa impertinente que es la muerte quede satisfecha, en su lugar de Galeano ponemos otro nombre para que Galeano viva y la muerte se lleve no una vida, sino un nombre solamente, unas letras vaciadas de todo sentido, sin historia propia, sin vida. Así que hemos decidido que Marcos deje de existir hoy”.
Habló de los relevos que se han hecho adentro del EZLN, relevos generacionales, pero también de clase y de raza; enfatizó que ahora no solamente la estructura política sino también el mando militar están en manos de compañeros indígenas, referiendose al Subcomandante Insurgente Moisés, ahora vocero y jefe militar del EZLN.
Después de terminar de leer el largo y profundo documento, con todo y sus postdatas humorísticas:
“P.D. 4.- Ahí se ven, raza, y manden tabaco.
P.D. 5.- Mmh… así que esto es el infierno… ¡Ése Piporro, Pedro, José Alfredo! ¿Cómo? ¿Por machistas? Nah, no lo creo, si yo nunca…”
Se paró, bajó del templete y se apagaron las luces. Poco después, el Subcomandante Moisés anunció que otro compañero iba a hablar y por las bocinas, en la oscuridad, se escuchó a la misma voz que acababa de leer el largo documento decir:
“Buenas madrugadas tengan compañeras y compañeros. Mi nombre es Galeano, Subcomandante Insurgente Galeano. ¿Alguien más se llama Galeano?”
(En el audio se escuchan las voces y los gritos de quienes contestan, “¡Yo soy Galeano!” y “¡Todos somos Galeano!”)
“Ah, tras que por eso me dijeron que cuando volviera a nacer, lo haría en colectivo”.
VII.
Muchos ya habrán visto los titulares y los comentarios en las llamadas redes sociales y las páginas del Internet: “Subcomandante Marcos dice adiós al EZLN”; “La ‘despedida’ del subcomandante Marcos en 20 frases”; “La renuncia del Subcomandante Marcos”; “Subcomandante Marcos cambia de nombre” y etcétera.
¿Por qué decidieron deshacer el personaje del Subcomandante Insurgente Marcos? ¿Qué significa esa “muerte”? Existen por lo menos cuatro campos de fuentes para la reflexión: los rumores, la especulación, la información contrainsurgente que viene del Estado, y los comunicados del EZLN. En lugar de chismear, especular o dar cuerda a la información contrainsurgente, prefiero, elijo escuchar. Entonces: ¿Qué dicen ellos? En pocas palabras, lo que el mismo Marcos dijo en el comunicado: “Si me permiten definir a Marcos el personaje, entonces diría sin titubear que fue una botarga”; “El caso es que el SupMarcos pasó de ser un vocero a ser un distractor”; y “Pensamos que es necesario que uno de nosotros muera para que Galeano viva”.
Dicho de otra manera: el SupMarcos ya no les hace falta. Su “muerte” es una señal de la fuerza del EZLN, las Juntas de Buen Gobierno, y los y las zapatistas. Ya no requieren de un “holograma” o una “botarga” para comunicarse con personas en otros lugares de México y el mundo. Las comunidades indígenas zapatistas cortaron toda relación con los tres niveles de gobierno: ahí no necesitan un intermediario mestizo. Mandaron, literalmente, a la chingada a los medios comerciales: ahí tampoco necesitan un intermediario mestizo. Llevan ya 20 años construyendo la autonomía en sus tierras recuperadas: ahí no les hace falta gente de afuera. Empezaron a construir relaciones de compañerismo con personas de otras luchas en México y el mundo a través de la Otra Campaña y, ahora, la Escuelita Zapatista.
Consideremos por un momento la Escuelita. En agosto del 2013, unas mil 300 personas, y en diciembre y enero 2013-2014, unas 5 mil personas de varios estados de México y países del mundo llegaron al Centro Indígena de Capacitación Integral (Cideci) en San Cristóbal de las Casas, donde recibieron cuatro libros y dos videos en DVD y fueron asignados a su lugar de estudio. Fueron epartidos entre zonas y llevados en camioneta y después caminando a los pueblos y casas de familia donde se quedaron por una semana. Cada alumno tuvo un guardián individual para acompañarlo en todo momento y contestar preguntas. Todos fueron alimentados, y muy bien, durante su estancia.
Las experiencias variaban, pero casi todos los estudiantes conversaron largamente con sus guardianes y otros miembros de las comunidades donde quedaron. También vieron un poco de los trabajos cotidianos en las comunidades—desde trabajar la milpa hasta hornear el pan—, escucharon a y pudieron conversar con personas en la comunidad encargadas de trabajos de educación, salud, cultura y gobierno autónomos. Sobra decir que hubo cantidad de risas y de bailes. Al terminar la semana todos los alumnos fueron acompañados de regreso en transporte colectivo de los zapatistas hasta Cideci. En ningún momento apareció el Subcomandante Marcos.
Lo que acabo de delinear es lo más superficial de la Escuelita, pero espero que dé una idea de la escala de organización necesaria para llevarlo acabo. Algunas cosas que me quedaron claras: la vida en el campo es dura, de mucho trabajo; los y las zapatistas luchan constantemente además contra las múltiples embestidas de los paramilitares, partidos políticos y tres niveles de gobierno, y que los y las zapatistas gozan de una increíble nivel de organización política y social. Repito: recibir, transportar, dar de comer, alojar y compartir sobre lucha política con 6 mil 300 personas. Y casi todo sin dinero de por medio. En agosto del 2013, los y las zapatistas pidieron un apoyo de 100 pesos mexicanos por los gastos en la producción de los libros y DVDs. En la segunda y tercera vuelta, pidieron 380 pesos mexicanos para cubrir esos gastos después de publicar una detallada cuenta de los ingresos y costos de la primera vuelta.
Es fácil decir autonomía. Parece un concepto simple, casi transparente: gobernarse dentro de un Estado por principios y órganos propios. Uno podría pensar que con entender la palabra, el concepto, ya entiende los 11 años de construcción de los Caracoles y las Juntas de Buen Gobierno, los 20 años de guerra contra el olvido, los 520 años de lucha. Eso sería, creo, un grave error. La pura palabra no contiene los años de hambre y humillación, los días de combate y muerte, los años de hostigamiento y agresión constantes, el desprecio y el racismo tan antiguo como latente, la rabia y el dolor de ver un compañero destrozado a balazos, machetazos, garrotazos y golpes. El mero concepto no cuenta la imaginación política, el esfuerzo, la chinga, la creatividad de elaborar sobre la marcha un proyecto de auto-gobierno en resistencia. Hay mucho que aprender de la Escuelita, pienso. Y tal vez la primera lección, y la más difícil: aprender a escuchar.
Pienso en el título del ensayo de Gayatri Spivak: “¿Puede hablar el subalterno?” El ensayo no indaga sobre la capacidad o no de producir enunciados, sino de la manera en que las estructuras de poder del capitalismo mundial imponen varios grados de silencio sobre las personas atacadas por y excluidas del sistema. La “muerte” del SupMarcos y la Escuelita Zapatista me hacen pensar en una especie de inversión de la pregunta: ¿Puede escuchar el ciudadano? No pregunto si el Estado puede escuchar, la rotunda negativa a esa pregunta es demasiado obvia. Pregunto sobre “el ciudadano”, esa categoría de personas de cierta forma incluidas—aun y cuando están explotadas o reprimidas—en el sistema capitalista. Esa categoría que los Estados suspenden y niegan a través de varias formas de leyes racistas.
La Escuelita Zapatista muestra, creo, un ejemplo en la práctica de la teoría de “un mundo donde quepan muchos mundos”. Los y las zapatistas ya lo están construyendo, solos y solas, con tropiezos y errores (como abiertamente reconocen en los libros del curso “La Libertad según l@s Zapatistas”). Y, qué gesto de generosidad, ofrecen compartir sus experiencias con otras. En este sentido, la Escuelita es también, creo, una propuesta política concreta para construir un mecanismo de comunicación que atraviesa lo que Walter Mignolo llama “la diferencia colonial”, es decir, la diferencia que existe entre quienes se miran de los dos lados de la frontera de la historia viva del imperialismo, el racismo y el capitalismo. No es lo mismo ser indígena, ser de la diáspora africana, ser mestizo o ser blanco y posicionarse contra el capitalismo y el racismo. Hay una serie de diferencias que componen la diferencia colonial. Esa diferencia no implica la imposibilidad de la unión: el punto de comunicación y compañerismo es justamente el posicionarse en contra del capitalismo, el racismo y el imperialismo. Los 20 años de lucha zapatista, y concretamente la Escuelita Zapatista, son, creo, simultáneamente esfuerzos de combate e invitaciones a otros a compartir luchas, todas desde sus “calendarios y geografías”. Una tarea de quienes queremos aprender de los y las zapatistas y construir el compañerismo con ellos y ellas tendrá que empezar con base en la escucha, una escucha profunda, política, una escucha que no echa de menos a una botarga.
VIII.
Antes de hablar de la botarga y su disolución, el Subcomandante Marcos hizo una reflexión que me parece urgente. Dijo: “Contra la muerte, nosotros demandamos vida”. Parece simple, hasta cursi. Pero no lo es.
Achille Mbembe, en su ensayo “Necropolítica”, retoma la teoría del Estado de Foucault y lo extiende. Donde Foucault habla de la administración de la vida, el bio-poder, Mbembe elabora el concepto de necropoder: “el poder y la capacidad de dictar quién puede vivir y quién tendrá que morir”. Con la necropolítica, el asesinato—la producción de la muerte, también de la muerte lenta o “la muerte en vida”—se vuelve la máxima expresión de la soberanía del Estado y las tácticas de guerra evolucionan con ella. Mbembe propone estas tres características del necropoder: 1) las dinámicas de fragmentación territorial; 2) la proliferación de los lugares de violencia; y 3) el estado de sitio como institución militar y las matanzas invisibles que ocurren de manera simultánea con las ejecuciones abiertas. Podemos ver ejemplos de la necropolítica en la ocupación de Palestina y las múltiples guerras neoimperialistas que los Estados Unidos mantienen por todo el mundo usando, además de su ejército formal, a los asesinos encubiertos y a los drones.
Ahora, pienso en el México de los últimos años: comandos armados en las calles, que sean soldados, policías o simplemente personas sin uniforme (Mbembe usa el concepto “máquinas de guerra” de Gilles Deleuze y Félix Guattari); masacres en casas, cárceles, centros médicos, discotecas, carreteras y talleres mecánicos; decenas de miles de mexicanos desaparecidos; decenas de miles de migrantes centroamericanos desparecidos; fosas comunes por todo el país; la disolución de cuerpos en ácido; ejecuciones diarias; el hambre y la violencia económica como arma de destrucción masiva; y una impunidad implacable. ¿Cabe duda de que en México opera la necropolítica?
Qué profundamente subversivo, entonces, elaborar una política de vida a través de 20 años de construcción de otra manera de hacer política. En su último comunicado, el Subcomandante Marcos escribió:
“Nadie lo escuchó entonces, pero en los primeros balbuceos que fueron nuestras palabras advertimos que nuestro dilema no estaba entre negociar o combatir, sino entre morir o vivir. Quien hubiera advertido entonces que ese temprano dilema no era individual, tal vez hubiera entendido mejor lo que ha ocurrido en la realidad zapatista los últimos 20 años. Pero les decía yo que nos topamos con esa pregunta y ese dilema. Y elegimos. Y en lugar de dedicarnos a formar guerrilleros, soldados y escuadrones, preparamos promotores de educación, de salud, y se fueron levantando las bases de la autonomía que hoy maravilla al mundo. En lugar de construir cuarteles, mejorar nuestro armamento, levantar muros y trincheras, se levantaron escuelas, se construyeron hospitales y centros de salud, mejoramos nuestras condiciones de vida. En lugar de luchar por ocupar un lugar en el Partenón de las muertes individualizadas de abajo, elegimos construir la vida”.