La revolución que no condujo al comunismo

Primera parte: Lo que se esperaba de la revolución
Segunda parte: Se equivocó Marx o se equivocó el «marxismo”? Fue un grave error juntar las reflexiones de Marx en un paradigma al estilo receta de cocina.
Tercera parte: La autonomía comunitaria y la transición no estatal a la sociedad sin clases



La revolución que no condujo al comunismo

Por Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)

Primera parte: Lo que se esperaba de la revolución
Segunda parte: Se equivocó Marx o se equivocó el «marxismo”? Fue un grave error juntar las reflexiones de Marx en un paradigma al estilo receta de cocina.
Tercera parte: La autonomía comunitaria y la transición no estatal a la sociedad sin clases

PRIMERA PARTE
Lo que se esperaba de la revolución

Primer argumento:
La revolución socialista se planteó como cambio de las relaciones de poder para producir cambios en las relaciones económicas mediante la socialización de los medios de producción, es decir, las propiedades productivas dejarían de ser privadas para pasar paulatinamente a manos del estado dirigido por por el proletariado, los trabajadores, con lo que el trabajo trascendería la propiedad. Ya no sería el trabajo fragmentado por la propiedad lo que pondría en competencia las mercancías, sino que habría una acumulación mercantil (productos destinados a la venta) centralizada cuya realización (venta materializada) permitiría acrecentar los servicios a la población, lo que por su vez permitiría la simpatía de la gente hacia el modelo y la generación de condiciones para comprender y aceptar el fin del trabajo posterior para transitar a la sociedad sin clases, pero ester objetivo era imposible de comprender mediante la práctica, ya que se siguen reproduciendo las relaciones capitalistas, lo que lleva a la concientización o revolución cultural, mediante la cual la población asumiría la noción de una finalidad distinta a la que se vive cotidianamente, similar al cielo de los cristianos. Los soviéticos no consiguieron hacerlo y todo se desmoronó, los chinos lo hicieron muy bien y hoy día son un nuevo imperialismo capitalista, los cubanos acaban de aprobar una nueva ley de inversión extranjera, de manera que en vez de avanzar van retrocediendo para ajustarse a los ritmos del mercado nacional e internacional. Todos van comprendiendo que el proceso de acumulación capitalista para producir bienestar termina finalmente volviendo al comienzo, ya que nunca han despegado. Ha fracasado la vía estatista para avanzar a la sociedad sin clases.

Segundo argumento
En las primeras fases del capitalismo, la mano de obra era más presente que la materia prima, las herramientas y la energía artificial utilizada (como palanca, fuelle, martillo y fuego, por ejemplo), al comienzo el trabajo era casi una artesanía, obreros y artesanos hacían prácticamente lo mismo, los primeros proletarios fueron artesanos contratados por los señores maestros de las villas, luego fue la manufactura, después la máquina y hoy la tecnología, de modo que la proporción de mano de obra fue siendo cada vez menos en el proceso de producción de cada mercancía. Mientras más mercancías salieran a la venta y fuesen adquiridas a cambio de dinero, más se acrecentaba la ganancia, ya que ésta proviene del trabajo no retribuido, el plus-trabajo, trabajo a más, trabajo extra, el que incorporaba nuevo valor y al no ser totalmente pagado por el capitalista generaba la plus valía, más allá del valor, la parte del trabajo que no se cancelaba, ya que al trabajador se entregaba solamente el valor de cambio, o sea, lo que necesitaba para su reproducción, lo que se refiere al alimento y demás gastos para su mantenimiento.

Así la ganancia sale del trabajo no retribuido, esto es, de la plusvalía. Cada mercancía tiene un porcentaje de ganancia y un porcentaje de gastos de mantenimiento e insumos, la ganancia sale del nuevo valor agregado por el trabajador, no proviene de las herramientas, máquinas, energía ni materias primas, que sólo reproducen su valor sin agregar nuevo valor como la fuerza de trabajo. La proporción de valor «reproducido» en comparación con el nuevo valor «agregado» constituye lo que Marx denominó de relación orgánica del capital, es decir la relación entre capital constante (que produce el mismo valor, no acrecienta valor nuevo) como las herramientas y luego las máquinas, con el capital variable, que es el nuevo valor agregado por esta fuerza de trabajo (que por eso, en vez de «fuerza de trabajo» recibe el nombre de «capital variable», la parte del capital que acrecienta el valor), que modifica, varía el valor, aumentándolo, por eso al no pagar el capitalista, se queda con ese agregado que resulta de la venta. De esa proporción de nuevo valor no pagado, llamado plusvalía, sale la ganancia, sólo que mientras menos mano de obra, habrá menos plusvalía, así que la tecnología al disminuir la presencia de la fuerza de trabajo, consigue como resultado que haya menos ganancia en cada mercancía, lo que Marx denominó de «tasa» de ganancia, es decir la proporción de ganancia que está presente en cada mercancía producida, y que al disminuir progresivamente por efecto de la maquinización, permitió a Marx elaborar su llamada «Ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia». En su poco difundido (no conviene a la Nomenklatura) texto previo al Capital que llamó los «Grundrisse», Marx sostiene en el capítulo llamado «Fragmento de las máquinas» que al disminuir la plusvalía por efecto de la expulsión de la mano de obra por la máquina, disminuye también progresivamente la tasa de ganancia, lo que obliga al capitalista a producir aún más mercancías para aumentar la «masa» total de ganancia derivada de la venta masiva de las mercancías. Si antes el capitalista requiere vender muchas mercancías para aumentar la reproducción ampliada del capital, hoy necesita vender 10 y cien veces más, pues cada mercancía le produce menos y menos ganancia, todo ello en un proceso ininterrumpido que lleva a que hoy día se sigue expulsando a la mano de obra de manera cada vez más contundente del mundo del trabajo remunerado (tendencia que sigue y seguirá aumentando aún más), y por el lado inverso la fantástica producción numérica de mercancías que circulan por el planeta buscando ser adquiridas mediante las técnicas de acrecentamiento del consumismo, exigen una cantidad exorbitante de materias primas y energía, lo que lleva a las empresas y las enormes nuevas maquinarias tecnológicas a arrojarse como marabuntas contra la madre tierra asesinando la vida en los mares mediante las técnicas de pesca industrializada que al ser tan masivas modifican los ritmos de reproducción del plancton y la diversidad vital de los océanos. Las emanaciones de carbono ya han alterado la capa defensiva de ozono del planeta. La destrucción de bosques ha alterado peligrosamente las condiciones climáticas produciendo fenómenos atmosféricos cada vez más destructivos y catastróficos. Las aguas de ríos ya es común considerarlas contaminadas. Las gigantescas aperturas hasta la vertiginosa metodología del fracturamiento para alcanzar los hidrocarburos. Las represas y proyectos de faraónicas hidroeléctricas en todas partes. La venta y concesiones de territorios aún en las propias selvas que son los pulmones del planeta para extracción de diversas materias primas. La sustitución de la producción agrícola natural por semillas transgénicas, etc y etc.

Y todo ello con la expulsión aún mayor cada día de la mano de obra del trabajo remunerado, lo que lleva a multitudes humanas a enfrentarse unas con las otras en una despiadada competencia con obtener alguna mínima parte del circulante monetario en formas que amenazan la integridad, la vida y la salud de las personas como los asaltos, robos, hurtos, prostitución, mercado negro, trata de blancas y negras, guerras, narcotráfico y muchas más.

Aún las empresas estatales deben caer en este vertiginoso círculo destructivo de la vida y los afectos, ya que su misión es acumular para distribuir algunas migajas que mantengan quietos alimentándose de la teta del capital y de la administración pública asociada, a sectores de población que ayuden involuntariamente a sostener electoral y «democráticamente» estos modelos de muerte.

Se esperaba de la revolución que ponga fin a este estado de cosas, pero los revolucionarios se han dedicado a la lucha por el poder y han armado modelos estatistas que se suman con todo a este modo de vivir, por lo que ya no es posible distinguir a los estados capitalistas, socialistas y progresistas, en especial cuando vemos que cada uno de ellos compite con los otros por atraer capitales para acrecentar sus procesos de acumulación, que ya sabemos como funcionan. De hecho ya no funcionan los modelos de cambio que se utilizan del estado para acumular sobre los hombros de la destrucción.

SEGUNDA PARTE
Se equivocó Marx?

Que no vengan los oportunistas de la lucha por el poder a apoyarse en Marx para sus afanes destructivos, ya que no nos ha servido el cielo de la utopía y menos si para alcanzarla debemos destruir todo el planeta y agarrarnos entre nosotros mismos. Los discursos demagógicos de Evo Morales en Bolivia sobre la pachamama sólo han servido para tapar y justificar el modelo desarrollista estractivista, que ya sabemos a donde lleva.

Cómo pudieron «apoyarse» en Marx para toda esta basura?

Lo primero que hay que destacar es que los socialistas, los mal llamados «comunistas» y progresistas nos tienen con el dedo en la boca, pues hablan de cambio utilizando las relaciones capitalistas, pero lo esconden mediante una fraseología crítica y futurista. Crítica porque cuestionan lo que hay, con lo que establecen coincidencias oportunistas con el resto de la gente. Futuristas porque nos pintan la maravilla que vendrá. Son cínicos porque la única alternativa que nos ofrecen es el capitalismo de estado que nunca transita hacia la sociedad sin clases. Nos ofrecen la lucha por el poder, donde no nos dicen que se trata de administrar el capitalismo y lo esconden con la idea paternalista y asistencialista de que habrá mayor distribución y redistribución de la riqueza, que ya hemos visto como se produce. El mal llamado «desarrollo» es una trampa mortal. Veamos como Marx encara estos asuntos, pero antes digamos algo sobre el muy mal llamado «marxismo»:

Engels, el camarada de Marx, siendo empresario veía la transformación claramente mediante la vía capitalista, lo que Marx acompañó en su primera fase de izquierdista hegeliano y que luego rompió para pasar a la fase que llamaron «madura» y ahí se quedan, escondiendo la tercera fase Marx, el Marx libertario, el pánico de los «marxistas» que sólo quieren ver al Marx de la fase estatista, su fase «madura», madura según ellos. Tres veces, por lo menos hubo Marx de oponerse duramente a Engels que presentó la idea de hacer de las reflexiones de Marx un conjunto paradigmático al estilo receta de cocina. En tres cartas dice Marx claramente que «marxismo no» que él no es «marxista», pero Engels esperó a su muerte para gritar a los cuatro vientos el advenimiento del «marxismo», traicionando su memoria.

Ni Engels ni sus seguidores estatistas hablaron más del Fragmento de las máquinas, que rescató Toni Negri, con todos los defectos y críticas que le quieran hacer, este autor no es de mis favoritos, sin embargo tuvo la decencia de traer al debate las posturas de Marx en los «Grundrisses», escribiendo su obra llamada «Marx más allá de Marx», donde rescata la idea del antagonismo, que resulta ser un verdadero rescate de la subjetividad del sujeto del cambio, ya que la dialéctica se presentaba únicamente como un criterio científico, es decir «objetivo», al que había que subordinarse, como antes la ideología religiosa subordinaba a la divinidad.

Sin embargo el texto clave de Marx que devela su tercera fase, la fase libertaria debidamente escamoteada por la Nomenklatura, es el capítulo 3 de «La guerra civil en Francia» donde analiza la experiencia de la Comuna de París del año 1872, 11 años antes de su fallecimiento, libro retirado astutamente de las escuelas de cuadros políticos de formación «marxista», con el que Marx culmina la fase «madura» y se adentra de lleno en su tercera y última fase de evolución de su pensamiento, con lo que se muestra más avanzado metodológicamente que el falso «marxismo». En este libro presenta tres ideas-fuerza de carácter rupturista que abren paso a necesarias reflexiones sobre el carácter del estado en el proceso de transición a la sociedad sin clases:

Primera idea: «La comuna cumple las funciones del estado».
Ya no es el estado el instrumento de la transición, sino la comuna, y las comunas, es decir, ya no más la toma del poder, sino como dicen los zapatistas, la construcción del poder, el contrapoder, desde el cual avanzar al no-poder.

Cuando muere Marx, en 1883, rápidamente Engels publica el libro con su propia interpretación, una introducción que obviamente no podía hacer en vida el pensador revolucionario, donde dice que esa frase hay que interpretarla, así de caradura, sosteniendo que no es que cumple funciones, sino que la comuna «es la forma que asume el estado», valorizando la continuidad de esa superestructura.

Segunda idea: «Los obreros no tienen programa, sino que dan rienda suelta a la vaga idea de la república social».
Aquí rescata la autonomía y la creatividad acorde con las diferentes coyunturas sin aferrase a una guía para la acción. La táctica y la estrategia ya no sirven. Engels defiende la vigencia del programa.

Tercera idea: «No se necesita un ejército profesional, bastando el pueblo en armas».
O sea, no hay hegemonía ni patrimonio de las armas.
Engels se niega rotundamente defendiendo la idea del ejército estatal profesional.

Lenin al escribir posteriormente su obra cumbre «El estado y la revolución», dice que se basa en las ideas de Marx y Engels sobre la comuna de París, lo que resultó falso, pues el libro era de Marx, en tanto Engels no escribió ni una coma, salvo la comentada introducción 11 años más tarde recién enterrado el autor. Lo extraño es que Lenin rechaza al igual que Engels las tres ideas de Marx anotadas aquí y otras más que el lector atento podrá ver en la lectura del «La guerra civil…», asumiendo las propuestas contrarias de Engels, con lo que tergiversa claramente al decir «las ideas de Marx y Lengels de la comuna», más aún si sólo toma las de Engels a sabiendas que eran opuestas a las de Marx.

Estas reflexiones y otras más son las que van explicando el viraje desde Marx hacia el «marxismo», que se transformó en un paradigma estatista rescatando algunas ideas de Marx de su penúltima fase. De esa manera la «ideología del proletariado» viene siendo más bien el manual de cortapalos, la guía para la acción del estatismo marxista, el leninismo, cuyo resultado, el proceso soviético, no es falla de Stalin como sostiene el revisionismo criticado por Mao Tse Tung o Mao Tze Dong, sino de ese engendro denominado «marxismo», la religión de los partidarios de la «vocación de poder».

TERCERA PARTE
La autonomía comunitaria y la transición a la sociedad sin clases

Marx escribió al menos dos cartas poco antes de su muerte refiriéndose a la autonomía comunitaria. Una de ellas reviste particular importancia y está dirigida a una dirigente del partido populista ruso exiliada del zarismo que le escribe preguntándole su opinión respecto de la autonomía comunitaria, específicamente sobra las comunidades campesinas rusas, llamadas comunas campesinas, a lo que Marx responde que pueden transitar a la sociedad sin clases a contrapelo del estado y del capital sosteniendo que la expansión capitalista obstaculizaba esas posibilidades.

Recomendamos la lectura de esas cartas, así como el intenso debate ruso sobre la comuna y el estado en la época previa al surgimiento del leninismo, paradigma que levanta el capitalismo de estado como encaminamiento del «cambio».

Lo interesante de esta carta es que retira el telón que se ha colocado casi como leyenda sobre el pensamiento de Marx y la receta de cocina del «marxismo» donde los marxistas han pretendido establecer una especie de similitud donde no la hay, ya que si niego un escrito anterior es un tanto oportunista esconderlo en rescate del texto negado. Si Marx niega su fase anterior, es un tanto impertinente ir a buscarla para negar los nuevas ideas que sustentaba el autor.

Hoy día la autonomía comunitaria no requiere del pensamiento de Marx para autovalidarse, por lógica, sin embargo es sano conocer las formas evolutivas que ha tenido y tiene el capital para entender los nuevos tiempos de la tecnología, la tendencia decreciente de la tasa de ganancia, la transición del neoliberalismo al posneoliberalismo del modelo Stiglitz de la economía neoinstitucional que orienta a la mayor parte de los estados a nivel mundial hasta que surja otra teoría más actualizada de los avatares del capital.

Un estudioso de Marx que ha reflexionado sobre estos temas es John Holloway, que escribió el libro «Cambiar el mundo sin tomar el poder», que recomendamos.

Resulta sano acompañar y estudian las experiencias de la autonomía comunitaria de los zapatistas, los nasa de Colombia y tantos otros, así como experiencias urbanas de avance en esa dirección, temas que puede analizar en http://clajadep.lahaine.org

Abrazos
Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
profesor_j@yahoo.com