“Asistimos a un nuevo ciclo de regeneración capitalista”
Filipe Nascimento entrevista a Decio Machado, analista político hispano-brasileño afincado en Ecuador.
Revista O Cangaço: uma reflexão para uma nova Universidade
Decio, tu eres considerado como uno de los analistas políticos de izquierdas con mayor conocimiento del proceso ecuatoriano. Incluso formaste parte del gobierno de Correa como asesor en su primera etapa. ¿Cuáles consideras que son los mayores logros de la Revolución Ciudadana?
Durante el gobierno del presidente Correa se ha conseguido un descenso de 13 puntos porcentuales respecto a los indicadores de pobreza. En la actualidad está se estima en torno al 24% según los datos oficiales del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC). En el caso de la extrema pobreza también hay logros significativos: se pasó del 16,9% al 8,6% en el mismo período. Estos datos conllevan avances importantes también en disminución de índices de trabajo infantil. Por otro lado, la inversión social se ha multiplicado notablemente durante este período, lo que ha significado mejores condiciones de vida desde el punto de vista material para las y los ecuatorianos. Los servicios públicos, aunque dejan mucho que desear, son sustancialmente mejores que los que había años atrás. También hay una apuesta por la mejora de la calidad en la enseñanza superior, conflictiva sin duda por las formas en las que se hacen las cosas en el país que no existía con anterioridad; y la inversión de la Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia y Tecnología (SENESCYT) en talento humano representa una relación de 30 a 1 con relación a gobiernos anteriores.
Es un gobierno compuesto básicamente por economistas, tanto para lo bueno como para lo malo. En ese sentido es el primer gobierno del Ecuador, desde el fin de la dictadura, que se ha atrevido a plantear una hoja de ruta para el cambio de la matriz energética y productiva, una necesidad imperiosa en toda América Latina. Su enfoque es altamente discutible, pero es un discurso que ninguna otra fuerza política de oposición ha planteado todavía de forma seria en el Ecuador.
Por último, se ha reinstaurado el Estado tras haber sido reducido a su mínima expresión por el neoliberalismo, lo que ha permitido una intervención planificada en el ámbito de la economía nacional, dinamizándola y generando empleo -otra cosa es la calidad de ese empleo-, incrementando la capacidad adquisitiva de la población y por lo tanto la capacidad de consumo interno.
Creo que este conjunto de cosas, a rasgos generales, explica los niveles de aprobación de la gestión correísta en estos años de gobierno, aunque ya se empieza a sentir algunos signos de agotamiento que han conllevado una estrategia gubernamental para modificar la Constitución y permitir una nueva reelección del presidente Correa ante la falta de sucesores en las filas oficialistas con capacidad de ganar las elecciones del 2017.
¿Es un buen gobierno entonces?
Es un gobierno que llegó al poder con una determinada intencionalidad: superar un sistema que no tenía futuro económicamente dentro del nuevo contexto global y que socialmente estaba deslegitimado por los propios dramas que había generado. Tuvo a su favor la fortuna de que le acompañara una notable subida de los precios del petróleo en el mercado internacional, e hizo bastante mejor gestión económica que los gobiernos anteriores, los cuales por cierto eran de vergüenza. Mientras duró el período de vacas gordas los indicadores sociales mejoraron notablemente en el país, y eso indudablemente es bueno por mucho que algunos actores de oposición lo quieran cuestionar. A partir de ahora habrá que ver que sucede, estamos ante una nueva etapa.
¿Por qué mientras duró?
Porque no hay milagro alguno en lo que ha estado sucediendo en las economías latinoamericanas, entre las cuales la economía ecuatoriana no es una excepción, durante este último período. Su crecimiento se debe a la fuerte subida de los precios de las materias primas en la última década y la llegada masiva de inversión extranjera, aunque en este caso, no a todos los países. Estos son los factores claves del crecimiento latinoamericano, más allá de la relación real de intercambio, eso que los economistas gringos llaman terms of trade, y que indiscutiblemente ha beneficiado también a los países del subcontinente. Este hecho se constata en que en el momento en que asistimos a un estancamiento o paulatino descenso del precio de los commodities, factor determinado por un menor crecimiento de la economía china e hindú durante el pasado año y el anterior, pasamos a asistir también a una desaceleración de los niveles de crecimiento regional.
La perspectivas en oscilaciones de precio para los commodities, y vale referenciar en este sentido que estamos hablando del 75% de la exportación latinoamericana, es en la actualidad una incertidumbre. Mientras algunos actores pronostican su recuperación, otros llegan incluso a plantear que pueden bajar debido a las reservas y autoabastecimiento estadounidense. Hay reflexiones de todo tipo, en todo caso, los tiempos de vacas gordas que se vivió entre 2006 y 2011, precisamente coincidentes con la gestión del actual gobierno ecuatoriano, parece que ya quedaron atrás, a no ser que la nueva fase de desestabilización política en Oriente Medio fruto de la ofensiva islamista conlleve nuevas alzas en el precio del crudo.
En resumen, el precio promedio del crudo ecuatoriano a precios ajustados a la inflación actual es de unos 82 dólares por barril durante el período de gestión del gobierno del presidente Correa, muy por encima de los 35 dólares que nos daría ese mismo cálculo si lo traspasamos al período 2001-2006. Sin embargo, a pesar de que el precio actual del barril ecuatoriano está todavía por encima del precio contemplado en la proforma del presupuesto general del Estado, es una evidencia que se están buscando desesperadamente mecanismos de financiamiento externo dirigidos a financiar un acelerado proceso de cambios en la matriz energética a través de múltiples megaproyectos, financiar el déficit fiscal y codificado, así como el financiamiento destinado para pagos de capital. En todo caso, cabe reseñar que hay bastante margen de endeudamiento para el Estado ecuatoriano, y que este sin duda seguirá creciendo. Es previsible que en breve asistamos a más venta de deuda -bonos ecuatorianos- ante el pago de 650 millones de dólares que debe afrontar en diciembre de este año por la expiración de los Bonos Global 2015.
En todo caso y volviendo al tema de las perspectivas, asistimos a algunos escenarios complicados, como es el factor de riesgo que supone una nueva reedición de crisis internacional fruto de que las políticas Plan Quantitative Easing y la decisión de mantener los tipos de interés cercanos al 0% han fracasado en los Estados Unidos. El exceso de liquidez gringo está teniendo como destino otra vez los mercados y no la economía real, lo que vuelve a generar escenarios de riesgos vinculados a la burbuja inmobiliaria, con su consiguiente afectación al sistema crediticio y Wall Street. Las élites del 1% están volviendo a generar situaciones parecidas a los momentos previos a la crisis de las hipotecas subprime, con riesgo de una nueva hecatombe económica a través de una nueva burbuja de crédito para el 2016.
Si estos escenarios negativos se dieran, cosa que está por ver y sobre las que se manejan tesis diversas, evidentemente el problema no sería solo ecuatoriano, sino global. Pero centrándome en Ecuador vale señalar que este país tiene un gran déficit fiscal, cosa que no tiene porque ser negativa siempre y cuando se mantenga los niveles de consecución de financiamiento. Una reedición de la crisis global significaría restricciones internacionales en este sentido, lo que tendría un importante impacto a la baja en los niveles de crecimiento actualmente existentes, los cuales se dan a costa de la obra pública. Es por ello que en la actualidad se debate con carácter de urgencia un Código Monetario Financiero que está enfocando a que el sistema financiero privado potencie a los sectores productivos, cosa que no ha hecho durante estos años pasados.
En resumen, Ecuador no ha salido de la lógica de explotación de los recursos naturales y de supeditación económica a las necesidades del mercado global capitalista. La apuesta por la mente-factura y el bioconomiento es un elemento económicamente colateral a pesar del rimbombante discurso oficialista, no generará por encima de 30 y 50 mil puestos de empleo y beneficiará a las empresas de tecnología punta, mientras que al país le queda poco más de una década como exportador de petróleo fruto del crecimiento de la demanda interna y el agotamiento de sus reservas. Por su parte, tiene razón el presidente Correa cuando dice que no toda inversión extranjera es buena, hay inversión extranjera que quita más de lo que da. Lo lamentable es que posiblemente sea eso lo que suceda en el sector turismo, donde se está llamando desesperadamente a la inversión de grandes holdings empresariales transnacionales, lo que pone en riesgo las lógicas de turismo comunitario y sostenible que se plantean desde las comunidades locales a través de sus planes de desarrollo para su futuro inmediato, algo que se enmarcó en un contradictorio Plan Nacional del Buen Vivir y que como otras tantas cosas más no se cumplen ni se ajustan a la realidad.
¿Qué esta pasando en Ecuador respecto a las políticas extractivistas del gobierno de Rafael Correa? ¿Existe represión por parte del gobierno contra las comunidades en resistencia?
El partido de gobierno no obtuvo resultados favorables en las últimas elecciones seccionales en las zonas que ya tienen o tendrán en breve un fuerte impacto consecuencia de las políticas extractivistas. Eso es una realidad constatable en provincias como Azuay, Orellana, Zamora Chinchipe o Morona Santiago. También lo es en realidades más locales, como es la zona del Intag en la provincia de Imbabura, donde en la actualidad se vive en estado de tensión permanente.
El gobierno ecuatoriano ejecuta gran parte de sus políticas más conflictivas en los momentos que consideran más propicios según sus estudios de opinión o sondeos demoscópicos, cosa normal por otro lado en cualquier estado. El problema es que en la actualidad y fruto de las coyunturas económicas que se están dando, ahora se está tratando de acelerar la implementación de los proyectos de megaminería y la ampliación de la frontera petrolera. Toda política extractivista tiene un impacto, da igual que la llamen “minería socialmente responsable” o definan las técnicas de aplicación bajo eufemismos como “nuevas tecnologías limpias” para la extracción de petróleo; todo este maremagnum de terminologías al nuevo uso no dejan de ser estratégicas de amortiguamiento semántico para tratar de aplacar la resistencia social que se generan en los territorios afectados. Desde la lógica de lo sociopolítico, las políticas extractivas en territorios en resistencia no pueden más que generar políticas gubernamentales de imposición, más allá del deseo de los afectados. Esto hace que se desarrollen políticas duras, que buscan a través del miedo desarticular la resistencia. Es así como se explica la militarización de territorios, la criminalización de la protesta social, los procesos judiciales contra líderes comunitarios bajo acusaciones de sabotaje o terrorismo, los escarnios públicos contra individuos que simplemente se manifiestan como críticos respecto a este tipo de políticas, o la infiltración en las organizaciones sociales y compra de líderes locales.
Esa realidad se vive en Ecuador, pero también se vive en Perú, Colombia, Chile, Argentina, Brasil… y carece de distinción respecto a la sensibilidad política del gobierno de turno. Se convierte en razón de Estado con todo la carga de irracionalidad que ese término conlleva: la razón de estado no se discute, no se cuestiona, va porque va.
Eso tiene una afectación sobre el sistema democrático….
Entiendo que lo que dices es una conclusión y no una pregunta.
Una última pregunta Decio. ¿Consideras al gobierno ecuatoriano un gobierno neoliberal tal y como así lo afirman determinados sectores de la oposición de izquierdas en el Ecuador?
Desde mi punto de vista, las organizaciones de la izquierda política ecuatoriana llevan tiempo sin aportar alternativas serias al debate político nacional. En el pasado se resistió al neoliberalismo bajo el argumento de la necesidad de defender al Estado y al sector público en general,como el mecanismo por el cual es posible la universalización de los derechos, pero se ignoró que fue el Estado, por poner tan solo un ejemplo, quien reprimió a las izquierdas sociales y políticas durante la época de las dictaduras militares en América Latina. El debate ideológico contra el neoliberalismo no conllevó en si mismo un debate sobre la definición del tipo de Estado que queremos. ¿Queremos un Estado no más o queremos un Estado anticapitalista? Si es un Estado anticapitalista, ¿cómo se definen las políticas de ese tipo de Estado en un mundo globalizado como en el que hoy vivimos?, ¿Hace falta realmente potenciar el Estado hasta sus últimas consecuencias o es posible hablar de un tipo de Estado que sea compatible con la organización social autónoma en los territorios?, ¿Existen posibilidades de menguar la capacidad de decisión de un Estado en base a que esta se vierta sobre la organización popular?, ¿Realmente la democracia representativa es la única forma de democracia existente? De no ser así ¿cómo se configura un Estado en el marco de la plurinacionalidad y de la democracia radical? El año que viene se estima que el alcance de internet en América Latina llegará al 60%, ¿las nuevas tecnologías no nos permiten mecanismos para que la sociedad se empodere de forma permanente en el marco de la toma de decisiones esenciales empezando a cuestionar a unos señores y señoras que se llevan unos siete mil dólares mensuales por hacer realmente poco en el Legislativo? En fin, hay un sinfín de preguntas que quedaron y siguen lamentablemente quedando de lado a la hora de replantearse cuales son políticamente las alternativas en el mundo de hoy ante un modelo de sociedad que evidentemente mal funciona.
Por otro lado, el conflicto ideológico que conlleva el enfrentamiento entre el neodesarrollismo imperante hoy en el continente versus las alternativas post-extractivistas basadas en la sociedad del Buen Vivir, reflejan una contienda muy desigual. Se enfrentan por un lado, un modelo acabado y practicado -aunque de muy diferentes formas- desde hace siglos, pero que a su vez se ha vuelto insostenible en la actualidad debido a los niveles de degradación ambiental existentes hoy por hoy en el planeta, estamos en un 50% por encima de la capacidad de carga y los efectos del cambio climático son para todos los países, da igual que sean del Norte desarrollado y responsable de la crisis multifacética y global o del “inocente” Sur en vías de desarrollo; frente a un conjunto de argumentaciones que validan resistencias pero que carecen a la fecha de construcción de contra-modelos medianamente acabados, por lo tanto no dan soluciones a las demandas cotidianas de la ciudadanía y se establecen en planos teóricos limitados y sin concreción, lo que viene a significar carencia de alternativas reales a los problemas inmediatos que toda sociedad del Sur debe resolver de manera urgente. Vivimos entonces inmersos en un drama donde la mediocridad intelectual del momento, aportan poco por no decir prácticamente nada, no deja de ser un elemento asociado. Si me permites un paralelismo futbolístico en estos momentos del Mundial de Fútbol, mientras el reloj corre en nuestra contra, como no se sabe que hacer, se sigue moviendo el balón de pase en pase dentro de nuestro mismo campo.
Volviendo al desencuentro entre el institucional quehacer cotidiano neodesarrollista y las posiciones post-extractivistas, cabe indicar que conflicto polariza a las partes y beneficia a los sectores más conservadores, y en ese marco de polarización se dice de todo y todo vale, unos por acción y otros por reacción. El gobierno por un lado, con todo su aparato mediático, llama tirapiedras, ecologistas infantiles e izquierda caduca, e incluso terroristas a los sectores de la izquierda que le cuestionan. La oposición política de izquierdas, define a su vez a este gobierno como neoliberal y dictatorial.
No creo que ni una cosa ni la otra sean ciertas, como decía Henrik Ibsen “la exageración es lo contrario a la sabiduría”; y ya para ceñirme a tu pregunta, te diré que personalmente considero que el actual gobierno del Ecuador, este que se autodefine como el nuevo socialismo o socialismo del siglo XXI, no es más que la expresión renovada de algo que ya se hizo tras el Crack de 1929, es decir, insertar a la clase trabajadora como una fuerza para el desarrollo capitalista. Y te voy a decir más, esa respuesta política con la implementación del New Deal de Roosevelt primero y del keynesianismo de post-guerra en Europa Occidental después, como la forma de superar el ciclo de estancamiento capitalista del momento, no fue más que la respuesta política a algo que ya se había insertado desde antes en el ámbito del capital, el fordismo, aunque su desarrollo a escala mundial se diera a partir de la década de 1930.
Fue mediante el contrato fordista, como se mejoraron los tiempos de producción y se redujeron costos con crecimiento de los gastos sociales financiados por los beneficios y crecimiento de la capacidad de consumo de los trabajadores aumentando sus salarios, lo cual teniendo una razonable aceptación por parte de los trabajadores se implementó de forma mayoritaria en los países industrializados de la época. El New Deal posteriormente se implementó para sostener a las capas más pobres de la población, reformar los mercados financieros y redinamizar la economía estadounidense, malherida desde aquel llamado Jueves Negro con un alto índice de desempleo y quiebras encadenadas. Unos años después y terminada la Segunda Gran Guerra, el modelo se pondría en marcha en las economías europeas occidentales en su período de reconstrucción tras la devastación militar.
Como te decía, la puesta en marcha del New Deal no venía a significar otra cosa que el reencuentro entre las estrategias del capital –fordismo- con las del Estado –New Deal o keynesianismo europeo-, lo que permitió la construcción del Estado de Bienestar para buen engorde de muchas transnacionales que surgieron o se consolidaron durante ese período, mientras las estructuras sindicales y las propuestas alternativas al sistema sucumbían ante la cogestión. Ni se transformó el modelo de acumulación ni se generó justicia global, en todo caso y consciente de lo crudo de esta afirmación, las y los trabajadores tuvieron más capacidad para consumir los productos que en muchos casos ellos mismos fabricaban generando una cada vez mayor plusvalía, y se logró efectivamente una mayor cobertura social en materia de educación y salud, para que a su vez fueran más productivos en sus correspondientes puestos de trabajo y que los ejércitos de reserva del mercado de empleo, a través de sus subsidios, no le generasen problemas a los engranajes del sistema, fomentándose así las áreas de la economía submergida que siempre se crean en su entorno y que a su vez significan un abaratamiento de la producción y los servicios.
Hago este recorrido histórico porque no creo que estemos hablando de otra cosa en este momento en América Latina. El neoliberalismo fue nuestro Jueves Negro en América Latina, generó una crisis insostenible que conllevó la quiebra del sistema, dejó sus víctimas entre los sectores de la sociedad de quedaron socialmente marginados y famélicos, así como entre una clase media que prácticamente dejó de existir. En su lógica de reconfiguración el capitalismo se rediseñó en esto que hoy se viene a definir como post-neoliberalismo. Pienso que en la actualidad, no asistimos a nada más que a un nuevo ciclo de regeneración capitalista, lo cual conlleva a que entendiendo como funciona el capitalismo sistémicamente volverá a tener un fin de ciclo, porque ese es el sistema de crisis cíclicas en el cual subsiste el sistema capitalista. Te puedo asegurar que esos pájaros con corbata de Lehman Brothers, Golman Sachs o Wall Street saben más de eso que economistas históricos como Nikolái Kondratiev o Ernest Mandel, y evidentemente más que tu y que yo.
Pensando así, comprenderás que no considero al gobierno de Rafael Correa como neoliberal. Sin embargo, teniendo en cuenta que está a punto de firmar un TLC con la Unión Europea que hipotecará la capacidad de desarrollo endógeno nacional, o contemplando también como determinados sectores y grupos del capital nacional -unos emergentes y otros más clásicos-, están alcanzando cuotas de beneficio histórico muy alejadas del incremento de masa salarial de los operarios que para ellos trabajan, difícilmente podré definir al actual gobierno como algo más allá de una izquierda limitada que queda muy lejos del permanente auto-bombo revolucionario que se auspicia día y noche desde el holding mediático gubernamental.
Traducción al espanhol: Fernando Melo Bandeira