¿La resistencia conlleva la alternativa? ¿Conduce a ella?

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¿La resistencia conlleva la alternativa? ¿Conduce a ella?

Es frecuente escuchar el debate sobre sí la resistencia es en sí misma una
alternativa, o si las alternativas se construyen a partir de ella. También
hay muchas opiniones en torno a que las resistencias existen como reac-
ción y no proponen nada, que son insostenibles y que no “plantean un
proyecto político que pueda colocarse como alternativa al modelo hege-
mónico” (Zibechi, 2008).
Jorge Caballero (citado por Henry Caballero, 2014) pone un matiz
en la discusión: considera que las formas de vida y las alternativas que
construyen los pueblos que enfrentan el modelo hegemónico son en sí
mismas una propuesta nueva de mundo y hacen que “sus territorios sean
en sí mismos una esperanza”. Advierte que deben entenderse desde sus
diferencias, sus particularidades, sus diversidades:
La alterglobalizacion consiste en el reconocimiento mutuo de los dife-
rentes alter, en una ampliación de cada proceso que crece en la medida
en que se junta con los otros sin perder su particularidad. Los diferentes
van construyendo un mundo diverso [mediante el] consenso. Ese reco-
nocimiento de los alter se logra [con el] corazón de cada uno(a) que sabe
percibir a quien lucha en resistencia, que desde el sueño conoce lo que
se construye y que desde las señas en el cuerpo y en la naturaleza va
definiendo su actuar y profundizando su conocimiento del mundo (Ca-
ballero, 2014).
En el páramo de El Almorzadero también han germinado formas
alternativas al desarrollo extractivista. Este territorio cubre áreas de los
departamentos de Santander y Norte de Santander y allí se ha alimenta-
do una resistencia histórica contra la explotación de carbón, en un lugar
que da sustento a las comunidades de 15 municipios y sobre el que el
campesinado ha configurado todo su entramado sociocultural. Esas al-
ternativas son la práctica de la agroecología, la recuperación de semillas
nativas, la construcción de sistemas agroecológicos y solidarios de mer-
cado, la gestión comunitaria del agua y la promoción de las artesanías, el
impulso de procesos democráticos y de participación.
Conviene señalar que las alternativas no sólo parten de una inicia-
tiva de resistencia frente a las amenazas sobre sus formas y medios de
vida, son búsquedas históricas de los pueblos para preservar su cultura,
para mejorar su producción, para construir nuevas formas de comerciali-
zación y trueque que han sido parte de su historia. Es decir, se trata de un
proceso diverso en el que hay una revitalización que ha brindado nuevos
escenarios para el debate sobre quiénes somos. Y a partir de allí, hay ar-
gumentos más sólidos para la defensa de las altas montañas.
Igual sucede en el suroeste del departamento de Antioquia. Allí,
la avalancha de solicitudes de títulos mineros durante los últimos años
alcanza en algunos casos casi la extensión misma de los municipios,
de manera que se vislumbra la desaparición de las comunidades de
colonos e indígenas que han encontrado allí su territorio sagrado para
la vida. Fueron precisamente las discusiones sobre lo que significa esta
sacralidad y la misma conceptualización de territorio, lo que llevó a
centrar esfuerzos en las alternativas que durante años venían conso-
lidando los pobladores, como elemento articulador del trabajo y coti-
dianidad comunitaria, con voz fuerte para oponerse, entre otras, a la
explotación minera.
En el bajo Sinú, campesinos pescadores afectados por Urrá han
construido una creativa propuesta de vida, basada en el conocimiento
que tienen de los complejos sistemas de humedales de la región, recupe-
rando el saber ancestral, han revitalizado una red de producción alimen-
taria, han construido un circuito de mercado campesino agroecológico,
han recuperado más de 45 kilómetros de bosque de galería para pro-
teger el territorio de las inundaciones, han potenciado experiencias de
energías alternativas para garan-
tizar agua potable y energía a sus
comunidades, han establecido un
diálogo entre los habitantes de los
municipios aledaños a las ciéna-
gas y los campesinos–pescadores,
han realizado verdaderos ejerci-
cios democráticos y han conse-
guido un impresionante reconoci-
miento social.
En el río Tapaje, “Los resis-
tentes” no quieren abandonar su
río, no van a permitir que les hagan “vaciar el territorio”, como los con-
minan los grupos armados detrás de las plantaciones de palma aceite-
ra, las únicas herramientas que desde la resistencia les han permitido
subsistir y hacer frente a los embates de la violencia son los procesos de
etnoeducación para afianzar su cultura, con esto han podido apropiarse
y hacer suyo el territorio a partir del cariño que tienen a sus tradiciones
productivas y culturales. Estos elementos son, en gran medida, el aside-
ro de aquellos que muy valientemente deciden apostarle a la vida y su
comunión con la tierra. Los cantos, la poesía y el baile son las armas de
estos hombres y mujeres que le hablan al río y al canalete, y que enfren-
tan de esta manera las balas que han pretendido sacarlos de sus hogares.
En Santander, comunidades campesinas de la Provincia de Soto
y del barrio La Joya, de Bucaramanga, junto con la organización Fun-
daExpresión se han reunido para alentar la comprensión de varias co-
sas: la dimensión de sus luchas territoriales, la importancia que tiene el
campesinado en la producción de alimentos sanos y de protección de
las aguas y los bienes naturales y las angustias de la gente de las ciuda-
des. Lo han hecho especialmente con el llamado Festival de Expresio-
nes Rurales y Urbanas, que impulsa el diálogo campo–ciudad. Desde
hace varios años han construido con esta fiesta una relación fuerte ex-
presada en la consolidación de un importante mercado campesino, en
la recuperación de espacios públicos para el disfrute de los habitantes
del barrio y en otras alternativas locales.
En todos los casos, las propuestas se han construido a partir de la re-
sistencia y buscando salir de la lógica dominante que impone el modelo
económico y el Estado. “Pero esto, decía Caballero, no se hace actuando
contra este sistema en el tinglado que nos coloca sino moviéndonos siem-
pre en la realidad de la resistencia, en nuestro mundo y con los nues-
tros(as)” (2014).
En la mayor parte de los casos, buena parte de la energía de estos
procesos ha sido garantizar la permanencia de las comunidades en el
territorio, buscando el fortalecimiento de los procesos productivos agro-
ecológico locales, el rescate cultural, los procesos de intercambio, la re-
cuperación de reservas forestales o hídricas, de espacios públicos, la co-
mercialización local de sus productos en la perspectiva de garantizar la
soberanía alimentaria para las comunidades locales.
La resistencia al ejercerse enfrenta al modelo del sistema mundo. No entre-
ga los territorios, son parte del ser de los pueblos y las personas. No permi-
te que se acabe el oxígeno, el agua, la vida de los seres de la naturaleza, ni
que se ponga en riesgo a quienes han de venir pues son tan presentes como
los que se han ido y ahora viven como espíritus guardianes; ellos lo son de
nosotros y nosotros de los que vienen. Son varias resistencias, cada una se
ejerce desde la circunstancia particular y desde la identidad que ha cons-
truido. Las resistencias se articulan entre sí como resultado de sus luchas y
de su proceso propio. Seguramente hay momentos en que estas dinámicas
son tales que logran remover el poder dominante como ha pasado en casos
como el de Bolivia, pero su dinámica es planetaria. Actualmente se organi-
zan como alterglobalización (Caballero, 2014).
En la posibilidad de construir relaciones sociales, económicas y
políticas, no capitalistas, está el resistir (Zibechi, 2008). Resistir y cons-
truir alternativa, diría Martí (1985): debería ser un llamado a pensar lo
propio y olvidar las leyes heredadas. Resistir deberá estar en nuestra
creatividad, en un cambio de espíritu, y en una comprensión de los
elementos de nuestra propia naturaleza. Para otros sería lo que para
los pueblos andinos es el buen vivir, es decir, sociedades que trans-
formen las relaciones sociedad–naturaleza y las relaciones entre los
seres humanos.
Finalmente, lo cierto es que la construcción de propuestas enriquece
las resistencias y las resistencias fortalecen las propuestas, les reafirma
en su ser, en su identidad, fortalece referentes simbólicos, les da el po-
der de reconocerse como sujetos sociales con capacidad para transformar
el mundo.
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Hasta aquí el material para la aula virtual.
Este texto forma parte del primer capítulo del libro “Extractivismo, conflictos y resistencia”, publicado por Censat y el capítulo seleccionado lleva por título:

Época de resistencias al extractivismo

Tatiana Roa Avendaño 39
Introducción 39
¿Qué entendemos por resistencia? 40
Nuevos lenguajes de valoración. Construcción de fuerza social 46
¿Quienes convergen en las resistencias? 50
Reivindicaciones a partir de lo cultural 55
Recuperación de la dignidad 60
Mecanismos de participación ciudadana 63
Movilización y resistencia pacífica 64
¿La resistencia conlleva la alternativa? ¿Conduce a ella? 66

El libro completo puede verlo en: http://censat.org/es/publicaciones/extractivismo-conflictos-y-resistencias