Cuando la energía social se institucionaliza, se autolimita.

Salvo que la lucha social, los movimientos, consigan imponer una institucionalidad posestatal, lo normal es eso, que llega un momento en que ya no se puede seguir en la calle y las cosas pasan a otro lugar.



El caso latinoamericano I Entrevista al analista uruguayo Raúl Zibechi
“Cuando la energía social se institucionaliza, se autolimita”

El analista Raúl Zibechi siguió de cerca la llegada de los nuevos gobiernos “progresistas” a América Latina.
Martín Cúneo
, Redacción
11/11/14 · 8:00
Diagonal

¿Cómo ha afectado a los movimientos latinoamericanos la aparición de partidos de alguna forma relacionados con estas luchas sociales?

Para sintetizar, ha sido un desastre para los movimientos. Dicho esto, creo que por otro lado es inevitable y positivo.

Me explico: desde que la energía social se institucionaliza, esa misma energía transformadora se autolimita. Lo normal es que se incruste en el aparato estatal, siendo esa una lógica opuesta a la de los cambios, la actividad desde la base, la lucha y el conflicto social. Lo veo como inevitable, porque salvo que la lucha social, los movimientos, consigan imponer una institucionalidad posestatal, lo normal es eso, que llega un momento en que ya no se puede seguir en la calle y las cosas pasan a otro lugar.

“Lo normal es que se incruste en el aparato estatal, siendo esa una lógica opuesta a la de los cambios, la actividad desde la base, la lucha y el conflicto social”

En general, la llegada de los movimientos a las instituciones sirve para promover cierta democratización, como sucedió en el final del Franquismo con partidos como el PC y sindicatos como CC OO. Siempre hay un lado positivo que con los años se termina normalizando.
¿Qué enseñanzas podemos sacar de las experiencias latinoamericanas en lo referente a la relación entre partidos y movimientos?

Desde mi punto de vista, los movimientos deberían afirmarse como algo diferente a los partidos. Porque son lógicas distintas, modos de actuar que no se compaginan. Los partidos luchan por ocupar el lugar de quienes administran y los movimientos son los que transforman las relaciones entre las personas. De modo que cuanto más claro esté el papel de cada quién, tanto mejor.

En América Latina esto no siempre ha estado claro. Pero en algunos procesos, como el de Ecuador y Bolivia, por los propios caminos tomados por el Estado, las cosas se han ido aclarando aunque a un costo muy alto para los movimientos: aislamiento, represión, criminalización.
¿Se puede hacer algo para intentar reducir los efectos negativos de esta relación? ¿Hay experiencias concretas y ejemplares que puedan servir de ejemplo de cómo pueden ir de la mano movimientos y partidos?

Creo que el MST de Brasil es un buen ejemplo que no confunde ambos campos, aunque apoya siempre al PT como sucedió ahora, pero no le entrega sus cuadros al gobierno. No obstante, depende de los fondos para educación, producción, etc. que les traspasan los gobiernos. No creo que haya ningún caso puro. Esto es siempre una crisis mirada desde los movimientos, y no veo forma de evitarlo. Crecer, madurar, formarse, y mucha pero mucha paciencia.