Crónicas Carcelarias (II)

25.Sep.03    Análisis y Noticias

CRÓNICAS CARCELARIAS (II)

JAIME YOVANOVIC PRIETO (PROFESOR J)

El fiscal militar dice que al fin nos conocemos, pues ha estado una buena cantidad de años detrás de mí, algo así como al gato Silvestre y el ratón rápido González, que toma el queso y sale como una bala.

Nos miramos de cara y veo una persona animada, a veces alegre y sin duda con ganas de vivir. Le gusta su trabajo, le atrae lo jurídico, lo invito a un debate para nuestro instituto. Acepta encantado. Hablamos de mil cosas, en trincheras diferentes, pero hablamos.

Yo recordaba a los vietnamitas, que a los prisioneros yanquis no los torturaban, al contrario de lo que aparece en las películas del tema, los trataban muy bien, les curaban las heridas, conversaban con ellos, les hacían cursos de historia de Estados Unidos valorizando los principios revolucionarios de Thomas Jefferson, en fin, los trataban como seres humanos.

Si en una posición de carceleros podemos dialogar, mostrar y demostrar que defendemos otros valores, entonces también podemos hacerlo en nuestra condición de presos. No podemos reducirnos a la simplista condición de soldados o adalides de la revolución, pues se haga o no una transformación, quien lo entienda y decide no es una vanguardia o un héroe, sino un pueblo, una comunidad y en esa condición, de pueblo, es que tendremos que reacondicionar nuestros pensamientos y acciones, pues no se trata de presos de un sector popular, el más “consciente”, sino simplemente miembros del pueblo pobre, en los que es posible encarnar un nuevo sistema de valores. Hay presos en muchos países que por el hecho de haber sido lideres o vanguardias y por la intención de continuar siéndolo durante o después de la prisión, mantienen la misma actitud frente a sí mismos, a su pueblo y a sus carceleros, con lo que involuntariamente se empinan en un lugar de destaque para que el “mensaje” no se pierda.

El fiscal me pregunta si he participado en el caso Urzúa y le digo simplemente que no, que si acaso no es posible inferir mi inocencia de los materiales acumulados en el proceso. Luego de otras preguntas me envían a la Cárcel de Alta Seguridad.

Como no he participado en esa operación hay que desmontar la armazón, en especial descubriendo como mi nombre es incorporado a la investigación y demostrando la falsedad de las “pruebas” que presentan. Eso no es posible hacerlo en el tribunal militar por su condición de parte afectada en el proceso, de allí que la primera medida de mi abogado, Alberto Espinoza, es rechazar a la fiscalía militar, lo que será conseguido posteriormente.

Al salir de la fiscalía me esperan otros robocops armados hasta los dientes que ostentan un distintivo de “servicios especiales de gendarmería”, que me introducen esposado en una camioneta cerrada tipo combi de color verde con una nota anónima en su interior que dice “Kontra las Kárceles”. Me llevaron a la Cárcel de Alta Seguridad donde un médico me hace un examen general y un capitán me dice que allí adentro está “su gente”, a lo que respondo que mi gente son todos, incluso ellos, los guardias, que yo sólo distingo entre pobres y ricos, lo que al parecer le llamó la atención, pues le dijo posteriormente a una compa que por primera vez alguien lo trata como persona. Vaya a saber uno lo que ha pasado por su mente y la de sus subordinados, pero no lo he hecho en función de “resultados” o de “imagen”, sino por la necesidad de manifestarme como creo que siento frente a un mundo nuevo, una vida nueva y personas nuevas sin tener que diseñar previamente lo que va a salir de ahí.

Pedro Rozas, prisionero del MIR, es el encargado de recibirme y me llevan a una sala donde me dejan con él que me explica el funcionamiento de la prisión y me transmite el saludo del resto de los presos políticos donde la mayoría habían sido del Movimiento Juvenil Lautaro o del Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Le dije que oficialmente no era del MIR desde el año 1988 y que para mí los miristas, lautarinos, frentistas y otros eran todos compañeros por igual, que no creo que deba existir más la familia mirista y debe pasar a formar parte de la familia pueblo. Me adjudican la celda nº 325 lo que del punto de vista de la cábala me parece muy bien, pues nací el día 5 y somos 5 hermanos, además que eran 20 años del caso, 15 fuera del Mir y tenía 55 años, lo que unido a la cercanía de marte me da la certeza de que las fuerzas cósmicas están de mi lado y que muy luego estaré en la kalle.

Los compas me recibieron con abrazos y sentí que había vuelto a casa pues para mí no sólo eran combatientes sino parte de mi pueblo, de mis raíces, de mi identidad.

Era imposible no sentirme emocionado ante esas sonrisas fraternas y los apretones de mano que no querían soltarme. Allí dije que esa cárcel era el mejor lugar para llegar al territorio que me vio nacer, crecer y luchar. Me admiraba y alegraba ver la combatividad y sensibilidad de estos prisioneros y pasaban por mi mente cientos de compas con los que he convivido en mis años de exilio y podía confirmar mi impresión de que el mundo está lleno de gente soñadora que de una u otra forma son como las aves prisioneras que se lanzan contra los barrotes en pos de la libertad, sentimiento imposible de apagar de los corazones de los seres humanos.

Muchos se han sorprendido de mi comportamiento pues al parecer imaginaban un duro combatiente capaz de desarrollar audaces acciones contra el poder y poco a poco han comenzado a ver a una persona que quiere vivir la poesía, la música, la docencia, el trabajo teórico por encima de las ideologías y choques de sectas políticas.

Hasta ahora todos los que han leído mi crónica nº1 la han encontrado muy conciliadora pues tiendo lazos de comprensión hacia las personas que forman parte de los aparatos del poder. También en una oportunidad invité a dos guardias a sentarse en la rueda de discusión de la clase nº 3 del curso que he organizado de reflexiones sobre una nueva democracia y un nuevo derecho, ante lo cual algunos se negaron indignados.

A las 10 de la noche cierran las celdas y las abren a las 8 de la mañana. A las 8:15 más o menos llega el pan y algunas cosas para ponerle, margarina, paté, mermelada u otros. El pabellón donde estoy tiene dos pisos y me ha tocado en el 2º desde donde hay que bajar al patio a buscar el pan. Siempre llegan dos tipos de panes, batido y hallulla. El batido se parece a cualquier pan francés, la hallulla no he visto nada parecido en otros países, por más que la buscaba de modo que en otra oportunidad trataré de explicar cómo es. Voy a la celda de Manuel y con él tomo desayuno, se nos junta Luis y hablamos de lo humano y lo divino. Manuel es un raro espécimen de hombre tierno con el que no me canso de sorprenderme, escribe prosa poética y pinta bellísimos cuadros que no osa mostrar al conjunto porque “le da vergüenza”, lo que me deja boquiabierto ante la sincera humildad junto a su afán de jugar a veces como un niño. Muy orgulloso de sus hijos me muestra sus fotos y brilla como el sol de la mañana. Me atreví a comentar sobre esa observación ante su compañera y sus hijos y todos se iluminaban felices de que se valorizase algo que ellos admiran de su papá. Luis tiene esa misma sensibilidad y ambos han hecho muy buenas migas, salen juntos a hacer gimnasia por las mañanas al patio y yo me extasío viendo como son capaces de manifestarse tan ampliamente de esa manera, ya que la sociedad nos acostumbra a andar de durones por la vida.

Un día Manuel me sorprendió llorando en la lectura de una de sus poesías y casi no podía creerlo y se negó rotundamente a que le pusiera música pues temía que los demás supiesen que era de él, de modo que me he quedado con las ganas, no así con una poesía de Hardy, otro hombre tierno que también “vive” en mi piso, que tiene una cultura fantástica, no hay autor que no conozca y no sepa relacionarlo con la historia, tendencias literarias, psicológica, etc. y que escribió sobre una nueva jirafa que llegaba a ser prisionera al zoológico.

A esa le puse una música adecuada al tipo simpático y tono ecologista del contenido y con la guitarra los presos acompañaban y se divertían.

El almuerzo llega en bandejas entre 12:30 y 13:00 hrs. y generalmente está bien preparada, cazuela de gallina y otros platos. En la tarde veo películas con un vídeo y una TV que me presta alguno de los presos y en la noche ya tenemos el ritual de cenar juntos con Ramón, “mi compadre” como lo llamo, siempre erguido, de mirada firme y sumamente cariñoso, siempre me da consejos y critica despiadadamente mis salidas de tono, por ejemplo ante el uso de garabatos o chistes subidos.

Ramón es muy respetuoso de todos y al mismo tiempo exige respeto hacia él y hacia los demás. Un día me llamó la atención porque andaba yo cantando por la mañana, diciendo que hay compas que se quedan hasta tarde leyendo o estudiando y duermen por la mañana. Le dije que no lo haría porque había “una regla”, sino porque él me lo pedía y así me he visto obligado al silencio matinal, pero con el mayor agrado, pues me lo había pedido un amigo. Compartimos las cosas que nos traen de afuera y a él le encanta cocinar, de modo que aprovecha una estufa y allí prepara deliciosos tallarines o arroz, siempre con alguna ensalada con mucho ajo. Luego a las 21:00 vemos las noticias y a las 22:00 vuelvo a mi celda a esperar el cierre. El guardia llega, mira si estoy adentro y pregunta si ya puede cerrar a lo que respondo que si y le doy las buenas noches.

Seguimos.

Desde la Cárcel de Alta Seguridad
Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)