En Grecia han nacido nuevas formas de organización social, afirma Gerardo Pisarello
El portavoz de Guanyem Barcelona junto a Ada Colau acaba de volver de Grecia. Han acudido allí en calidad de portavoces de la iniciativa municipalista con el ánimo de tomar contacto en primera persona con políticas concretas locales y regionales, para conocer un poco más de cerca experiencias de autoorganización comunitaria y entrevistarse con personas destacadas de la coalición Syriza. Pisarello explica a ‘Público’ lo que más les ha llamado la atención: el empobrecimiento extremo, los espacios de contrapoder social y la puesta en pie de alternativas institucionales.
Público
MARIÀ DE DELÀS
BARCELONA.- ¿Qué es lo que más les ha llamado la atención de su viaje a Grecia?
Diría que nos hemos encontrado con una realidad atravesada de contrastes. Por un lado, una auténtica situación de emergencia humanitaria provocada por las políticas de la troika y del Gobierno de Samarás. Desde 2009, el paro ha crecido en casi un 270%. Ha habido recortes de salarios y pensiones de más de un 40%. La seguridad social está desapareciendo, se están vendiendo al mejor postor recursos y servicios básicos y se está condenando a millones de personas a una precarización sin fin, comenzando por los jóvenes. Esto hace que mucha gente te transmita una sensación de cansancio y desesperanza. Al mismo tiempo, ese desplome de lo público ha generado también múltiples espacios de solidaridad a lo largo del país. Clínicas y comedores sociales que funcionan gracias al voluntariado, redes de economía social, movimientos contra la privatización de bienes comunes, como el agua. Fenómenos que, por el contrario, generan orgullo y confianza en los demás y en las propias fuerzas.
¿Qué paralelismos piensa que se pueden establecer entre la autoorganización comunitaria en Grecia y en España?
Depende. En algunos ámbitos, como la sanidad, la autoorganización como forma de supervivencia y de reacción al desmantelamiento de las políticas públicas es muy intensa. En Atenas visitamos una clínica social que asiste a miles de personas desocupadas, a refugiados y a extranjeros, y que funciona gracias al trabajo voluntario de médicos, dentistas y enfermeros. Solo en la región de Ática hay 18 clínicas de este tipo. Y se calcula que las estructuras de solidaridad son más de cuatrocientas en todo el Estado. Es decir, se ha generado una especie de institucionalidad emergente, que en algunos casos incluye la ocupación y la recuperación de fábricas abandonadas, como es el caso de Vio.Me, en Tesalónica.
“En Grecia el desplome de lo público ha generado múltiples espacios de solidaridad a lo largo del país”
¿Y esto es así en todos los campos?
No. En ámbitos como el de la vivienda, por ejemplo, la situación es diferente. Grecia tuvo hasta hace un tiempo una moratoria en materia de desahucios, por lo que el problema no era tan grave como en el caso español. Luego, esta moratoria fue suspendida por exigencia de la troika. Esto ha obligado a la gente a organizarse. De hecho, muchas de las nuevas organizaciones contra los desahucios con las que nos entrevistamos afirmaban inspirarse en el trabajo realizado por la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Uno de los elementos más emotivos de nuestro viaje, de hecho, fue constatar el reconocimiento que la PAH –y la propia Ada– tenían entre muchos de estos movimientos.
Han viajado a Grecia en un momento decisivo y lo han hecho para tomar contacto con quienes se ocupan de la acción política en el ámbito más cercano. Syriza, más allá de su capacidad de movilización, ¿aparece como un instrumento útil en los lugares en los que gobierna?
Los gobiernos de Syriza o de candidaturas independientes apoyadas por Syriza son, en general, muy recientes, de modo que es muy pronto para hacer un balance. Sin embargo, han servido para mostrar que las políticas neoliberales no son un destino inevitable. Que existen alternativas y que estas no conducen al apocalipsis que anuncia la derecha.
La mayoría de estos nuevos gobiernos, que como digo, tienen apenas unos meses, se encontró con numerosas dificultades. Sin dinero, sin capacidad para contratar nuevos funcionarios, y con un marco normativo –europeo y nacional– que los condicionaba y que en principio les dejaba poco margen para actuar. Y a pesar de eso, en poco más de siete meses, se han hecho cosas que demuestran que es posible gobernar de otro modo y al servicio de las mayorías sociales.
“Los gobiernos de Syriza demuestran que es posible gobernar de otro modo y al servicio de las mayorías sociales”
¿Por ejemplo? ¿Qué políticas han visto allí que puedan resultar útiles aquí?
Lo primero que hicieron estos gobiernos locales fue intentar frenar la situación de emergencia social y poner en marcha un rescate ciudadano. En Ática, una región que concentra casi el 40% de la población griega nos reunimos con la gobernadora Rena Dorou, una mujer valiente que se ha convertido en uno de los rostros más visibles de Syriza. Ellos comenzaron por sextuplicar el gasto social, detener desahucios y reconectar los suministros de electricidad de las familias en mayor situación de vulnerabilidad. Otros gobiernos, como el del independiente Simos Rusos, en Jalandri, se negaron a cumplir con el memorándum de la troika que los obligaba a revisar contratos de empleados públicos y que podrían haber acabado en despidos.
Aunque nada puede trasladarse mecánicamente, algunas de estas medidas de emergencia también tendrían sentido entre nosotros, lo que no quiere decir que puedan ponerse en marcha sin resistencias. Rena Dorou recibió agresiones por parte de grupos neofascistas de Aurora Dorada. Y el gobierno de Samarás amenazó al alcalde Rusos con una querella por desobediencia e incumplimiento del deber. Y sin embargo, este mantuvo su decisión con un argumento de sentido común. Sostuvo que sin funcionarios era imposible mantener los servicios públicos y satisfacer las necesidades básicas de la población.
¿Han visto no solo voluntad sino también posibilidad de devolver al sector público lo que se ha privatizado?
Lo primero que constatamos es que es posible, también desde el ámbito local, frenar procesos de privatización y de desmantelamiento de lo público que a menudo se presentan como inevitables. El propio gobierno de Dorou frenó algunos proyectos faraónicos como la construcción de cuatro grandes plantas depuradoras que solo beneficiaban a grandes constructores y abrió un debate público sobre la manera en que debían gestionarse los residuos. Y también está batallando para evitar la privatización de un importante sector de playas de la región.
El paso de lo privado al sector público es más complicado, porque la normativa local y la europea protegen mucho a la propiedad privada. Y sin embargo, tanto la ciudadanía como algunos gobiernos locales están impulsando cooperativas de producción y consumo y campañas para la municipalización de bienes como el agua, un fenómeno que por otro lado se ha producido en otras ciudades europeas como París o Berlín.
“Gobiernos locales en
Grecia están impulsando cooperativas de producción y consumo y campañas para la municipalización de bienes”
Syriza es un partido formado tras un largo proceso de confluencias. ¿Tiene algo que ver con el proyecto Guanyem y lo que representa?
Syriza es una coalición de partidos con más de diez años. Guanyem nace como una plataforma ciudadana, impulsada básicamente por gente que no venía de una militancia orgánica en partidos. Y lo que propone es otra cosa: una candidatura en la que los partidos puedan, siempre que se ajusten a un código ético y a unos objetivos programáticos comunes, sentirse reconocidos. Pero en la que predomine la lógica ciudadana.
Junto a esto, claro, hay puntos en común. Al igual que Syriza, Guanyem también nace con vocación de mayoría, y no simplemente testimonial y de resistencia. El objetivo es intentar llegar a las instituciones, no para reemplazar a una élite por otra o para acomodarse, sino para transformarlas y ponerlas al servicio de las mayorías sociales. Esto implica, como el propio Tsipras recordó en su acto de cierre de campaña en Plaza Omonia, recuperar el gobierno público y cooperativo de la economía, garantizar derechos sociales y ocupación digna y sobre todo devolver a la gente la voz y la capacidad de decisión sobre su propio destino. Desde esta perspectiva, la batalla por la revolución democrática que se libra hoy en Grecia es sin duda también nuestra batalla.