La estrategia despótica de la vacuna

Según Iván Illich(1), el sistema de salud institucional es una Némesis, es decir, mata, refiriéndose a la expropiación de la salud, esto es, arrebatarle la salud a las personas y subordinarlas al sistema, a la cohesión institucional



La estrategia despótica de la vacuna

Por Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)

Según Iván Illich(1), el sistema de salud institucional es una Némesis, es decir, mata, refiriéndose a la expropiación de la salud, esto es, arrebatarle la salud a las personas y subordinarlas al sistema, a la cohesión institucional, mediante sus modos de análisis, diagnóstico y tratamiento en los consultorios privados u oficiales, realizando entre todos un mantenimiento del estado general del “paciente”, el cliente del mercado y del estado clientelar, sea capitalista o capitalista de estado, sin llegar a curarlo, esto es, sin golpear las causas, sin “retirarlas” del organismo ya viciado por efecto de las vacunas y luego por los deficientes y antinaturales modos de alimentación y medicamentos de laboratorio.

Lo mejor es no vacunarse, ya que las vacunas no son efectivas ni son inocuas, pues se trata de introducir virus controlados que harán producir los anticuerpos en el organismo, sin embargo se producen fuertes modificaciones que en general fragilizan el cuerpo, lo que se refuerza con la ingesta de alimentos transgénicos, es decir, organismos genéticamente modificados, anti-naturales, que hoy día están presentes en prácticamente toda la gama de productos alimenticios de mercado y de calle, promoviendo la distinción de dos mercados, los transgénicos para los pobres e “ignorantes”, como les llaman, y los llamados inadecuadamente “orgánicos” donde se proveen personas de mayor capacidad adquisitiva. Así el organismo fragilizado es fácil presa de los médicos privados y estatales, a lo que hay que agregar la lluvia de medicamentos químico-farmacéuticos. En definitiva se trata de organismos o cuerpos individuales muy fragilizados inmersos en el medio hostil de la sociedad individualista, de consumo y del hedonismo exacerbado, lleno de drogas que muchos consumen asumiendo que se trata de una opción o de su libertad individual, en especial para despegar y abrir alas distanciándose mental y sensorialmente de la sociedad que nos destruye.

La formación de sectas que evolucionan al fundamentalismo y la proliferación de religiones que no se vacunan, así como de grupos que se separan y aislan del resto de la sociedad, hoy día están de moda, muchos de ellos expresando así un fuerte anhelo individualista de “salvarse” de la contaminación y de asumir “ellos” el Buen Vivir comunitario, algunos justificándose con que los demás no los entienden y los rechazan, sin comprender que no es con la palabra, el discurso, el mensaje y la concientización, que van a convencer a alguien, ya que la lluvia de propuestas, utopías, alternativas, promesas, etc. que caen diariamente sobre la población, transforman de facto a estas corrientes en “una más”.

Otros no prestan atención a estos problemas de la salud y organizan gente para presionar al consultorio, protestar y exigir del estado, es decir de la institucionalidad que produce y reproduce esta situación, la institucionalidad que mata, aunque algunos sostienen que estando “ellos” a cargo, las cosas van a caminar de otro modo, como que ello fuera posible. En tanto algunos, por suerte cada vez menos, viven obsesionados por la toma del poder, sea por dentro o por fuera y aún algunos sólo piensan y se dinamizan por “destruir” el estado, sin entender que cada uno de nosotros ya somos el estado y el poder, pero lo transfiguran sosteniendo que se trata de la máquina, la que sólo funciona por nuestras actitudes y lluvias de propuestas hacia la sociedad que dicen cambiar para no cambiar nada en realidad.

Es cierto que algunas comunidades de urbanos que se han ido a vivir al campo y no se vacunan, viven un mejor estado de salud, como también es efectivo que algunas de esas experiencias contribuyen a la multiplicación de formas de compartir la vida en las ciudades, sin embargo hace falta comprender y reflexionar entre todos nosotros como hacemos para generar otro estado de cosas, lo que significa en la práctica el como se multiplican las formas de vida comunitaria en las ciudades, en las vecindades, creando los mismos espacios que se han “salvado” en el campo, esta vez en los barrios urbanos. Ahí está el desafío.

Si no hay espacios de vida compartida en la cotidianeidad de un barrio, sĺo tendrán algún acceso los que piensan que hay que atraer personas mediante el convencimiento y la conciencia, con lo que seguimos persiguiéndonos la cola como el perro que da vueltar tras el rabo. Por lo tanto hay que generar actividades más que palabras, hechos más que discursos, bastando que unos pocos aborden la tarea de comenzar a juntarse construyendo una huerta o juegos de niños, no para “obtener resultados”, sino para mostrar la actividad y que lleguen los vecinos poco a poco a mirar y participar, lo que dará como efecto una pequeña dinámica referencial, una forma de compartir que no necesita que “vengan todos”, lo que sería absurdo, pues estamos todos bloqueados y sólo el afecto que circula en las acciones compartidas podrá quebrar barreras, ya que no se destinan al “pensar”, sino al “sentir”, pues todos estamos en la mayor soledad detrás del miedo, del odio y la distancia, y ver como otros comparten, tarde o temprano es un referencial de vida común inmerso en medio de las individualidades que compiten entre si. Esa es un camino que se hace al andar y no la “organización de comunidad”, de allí que habiendo muchos activistas que participan en las marchas, podemos imaginar el efecto que tendría si algunos de ellos se vuelcan al barrio a realizar actividades y dinámicas que cualquiera pueda llegar a compartir. Eso es justamente lo que hicieron muchos de los indignados del 15M en España: se volcaron a los barrios en ves de seguir marchando o jun tándose en la plaza céntrica.

Habiendo esos brotes de vida común es posible que podamos eliminar la vacuna, la química famacéutica y los transgénicos, pero hacerlo ahora, en medio de la circulación de los cuerpos distantes chocando unos con los otros, resulta complicado y más bien estaríamos perdiendo la battalla por una salud distinta, basada en la proximidad y equilbrio de los cuerpos y los afectos, en común con la madre tierra, la huerta, la producción de alimentos propios y medicinas propias provenientes del mundo natural y no de la producción mercantil que sólo busca la ganancia pasando por encima de las vidas.

Así la estrategia mercantil y estatal de la vacuna para atar los cuerpos a la cohesión institucional, puede ser quebrada, lo que permitirá realmente la autonomía del Buen Vivir comunitario, que es lo que está faltando a varias corrientes que buscan la mejoría del género humano, como los waldorf y la biodinámica, los permacultores, los humanistas, los hippies, los artistas, los ecologistas y tantos otros de corazón limpio que podrán ser aún más eficaces si se lanzan a la acción de multiplicar los espacios urbanos de compartir para la vida.

Nota: (1) Iván Illich. Némesis Médica. La expropiación de la salud.

Abrazos

Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)

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