Municipales 2016. Ni votar ni abstenerse.
Por Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
Las identidades o afinidades deben provenir del mundo de la vida y no de acuerdos racionales lógico-conceptuales, ya que si apelamos a la conciencia o a la postura de izquierda o derecha de un vecino, sólo haremos una secta con los que piensan parecido, en tanto a los que piensan diferente se les niega la sal y el agua, y, cuando se puede, se les agrede.
El sistema no cuenta con espacios de vivencia y convivencia del común, ya que en el nacimiento del patriarcado hubo de destruirlo para apoderarse del cuerpo de las mujeres y en la edad media hubo de hacerlo el capital aplastando el común y la comunalidad campesina en el proceso de des-comunización. Hoy no existe la vida vecinal en común, como antes que se cortaba una calle, jugaban los niños de la cuadra, las señoras en la olla y los adultos degustaban algún líquido agradable y levemente embriagador, en la actualidad el personalismo, individualismo y egoismo es tan potente que los espacios de recreación levemente embriagantes y destinados a volar como Juan Salvador Gaviota, se instalan lejos de la familia y de la vida cotidiana compartida entre vecinos.
De esa manera se entiende que primeramente haya que deshacer los partidos o salirse de ellos, ya que la lucha por el poder del estado sólo reproduce la actual separación esencial entre los fragmentos del ser común y, aún sabiendo eso, resulta un gran oportunismo de las ideologías esconder el origen común y su destrucción por el patriarcado y el capital como sistemas de relaciones entre fragmentos, que nos hacen creer que son un Yo íntegro y le dan candela a ello en todas partes, para priorizar el famoso Yo y que cada uno asuma como propio ese invento del Yo, como propiedad privada. Ese es el eje central de todo sistema de dominación, incluyendo el poder popular de los partidos, por más que algunos le llamen de “comunitario” para emborrachar la perdiz.
Como acto primario hay que rearmar el mundo de la vida en la cotidianeidad de los vecinos, los únicos que pueden hacerlo debido a su proximidad corporal y por el hecho de compartir una enorme cantidad y diversidades de elementos comunes, incluyendo el aire que se respira y el roce de los cuerpos, los alimentos de la huerta común, los sonidos naturales y artificiales, cuyas vibraciones entrecruzan los cuerpos, los olores y vivencias de todo tipo, buenas o malas, pero ahí está el común cohibido y reprimido por la reproducción cultural sistémica, luego, según se vayan presentando problemas, desafíos y contradicciones secundarias, la reflexión compartida de los temas y la búsqueda conjunta de soluciones no son más que para ellos la administración común de los asuntos de todos los miembros del barrio o localidad, y los que no asistan no se sienten parte del problema o no les interesa, de allí que no importa el “numero”, sino el tratamiento del problema y la definición de soluciones generadas entre ellos sin ingerencia política, ideológica o institucional, y que no necesariamente los compromete a todos, pero el ejemplo y el potencial de encontrar soluciones propias e inmediatas por esa vía, sean asuntos técnicos o resolución de conflictos, harán que progresivamente la democracia directa y el autogobierno sean algo natural y se vaya generando su propio sistema normativo, otro derecho, asentado en sus usos y costtumbres, que no es legal ni ilegal, no se ciñe a las exigencias del derecho del estado, pero tampoco las contradice, en lo que se denomina alegalidad, es decir sin ley pero no contra ella, de esa manera, el despliegue de la potencia del ser común permite diseñar paso a paso en la práctica de la corporalidad y la cotidianeridad otro modo de vivir y otro derecho consuetudinario, en lo que las comunidades originarias llaman el Buen Vivir.
En ese proceso de autoconstrucción del modo de vivir en común, las instituciones, partidos e ideologías, de izquierda, centro o derecha, no tienen nada que hacer, sino mantenerse alejados, pero no van a aceptar esa autonomía comunitaria, ya que deben reventarla para que se dividan nuevamente y voten por los miles de candidatos a concejales que van a pulular arrastrándose como cucarachas en todos los rincones y se acrecentarán las distancias entre electores y abstencionistas, reforzando la idea que una de esas alternativas es la correcta y dividiendo una vez más a la vecindad, en especial si los electoralistas batallan por aumentar los votos y los abstencionistas también, por su lado, aumentar el número de los que no votan, como que estar o no estar en las elecciones fuera una solución, cuando en realidad no es más que una táctica de cada uno para insistir en sus proyectos de controlar el poder institucional por dentro o por fuera, o finalmente para destruirlo sin tener en la localidad o la comuna las formas de vida comunitaria que puedan continuar viviendo en armonía con la madre tierra, sino sólo partidos agarrándose a balazos para ver quien maneja la máquina de moler carne que sigue administrando los fragmentos del ser debidamente divididos para reinar.
En Chile las experiencias del común no son pocas, pero están en fase germinal en todas partes, salvo en los territorios ocupados por el estado que forman parte de comunidades preexistentes a la invasión y al estado, como Mapuche, Aimara, Diaguitas, Maorí-Rapanui y otras, que son nuestros maestros en formas tradicionales del Buen Vivir. En el resto de los territorios ocupados por el estado chileno y aún en sectores de los territorios ancestrales, hay muchas micro experiencias iniciándose o aún en fase más bien interna que aspira a expandirse hacia las localidades y barrios adyacentes, y aún en el propio barrio, lo que es muy importante, pues aún no se alcanza una fase referencial, es decir que sirvan de inspiración a otros vecinos, otros barrios y localidades para hacer lo mismo o parecido. Y es la profundización de las experiencias y su multiplicación, lo que será seriamente afectado en el período electoral municipal que está llegando y que nos tendrá más de un año prácticamente paralizados por la luvia de promesas y espectativas que caerá encima de la gente, con lo que más bien reproduciremos el gueto, ya que el tema será recurrente, los de izquierda, centro y derecha meterán las narices en todas partes, los abstencionistas y electoralistas dividirán aún más a los vecinos forzándonos a abordar el tema, encararlo o rehuirlo en medio de la maraña propagandística, radios, TV, carteles, rayados, manifestaciones, presiones y visitas de los candidatos, etc.
Y justo cae esta avalancha encima en la época que hace falta ampliar y multiplicar las experiencias del común, ya que la crisis avanza en diferentes frentes destruyendo más a la madre tierra y aumentando las medidas represivas , ideológicas, clientelares y divisionistas de los estados y los partidos, por lo que al sistema le viene de perillas este período donde el eje es la institucionalidad, o a favor o en contra, pero en el fondo se trata de re-cohesionar el estado, aunque sea con pocos votantes y de yapa inmovilizan en gran parte a uno de sus miedos: la autonomía comunitaria, ya que a los rebeldes los enfrentan militarizando un poco más y desprestigiándolos con la prensa sumisa, en cambio al común entre vecinos no tienen como encararlo, salvo aumentado el paternalismo y el clientelismo, por lo que meterán cuñas por todos lados .
Sin embargo podemos trascender la diferencia entre votantes y abstencionistas inaugurando un nuevo modo de actuar en medio del proceso eleccionario: llevando un candidato a concejal independiente desde los vecinos, sin partidos ni bloques, en algunas comunas, para estimular la reflexión y la práctica del común en general a nivel de todos los territorios bajo el estado chileno, con lo que no sólo no quedaremos aislados por la vorágine electoralista, sino que podemos ampliar lo que hacemos. Podemos imaginar el impacto que causaría un bloque “nacional” de candidaturas independientes vecinales de un concejal por comuna, no más de uno, debido a que podemos estimular la competencia entre ellos en la gente y aparecer como uno más en la gran cantidad de “independientes” que van a salir aprovechando la crisis de las instituciones y de los partidos, incluso algunos hablando “del común” como gancho para obtener votos.
Nuestro candidato a concejal no va a ganar, ya que no disputamos votos y llamamos a la gente que puede votar o no votar, o sea, no asumimos ninguno de los dos bandos que dividen a la población entre abstencionistas y votantes, también decimos que no importa si vota por nosotros o por otro, que lo que importa es que se incentive la vida compartida entre vecinos. Así en los recorridos “de candidatura” en los barrios nos arremangamos y nos ponemos a hacer una huerta con algunos moradores del sector promocionando la producción propia de alimentos y medicinas naturales, lo que no podríamos hacer como simples ciudadanos, a menos claro, que tengamos contacto antes con un vecino del lugar, pero ello implica un desgaste muy grande y mucha inversión de esfuerzos para que un vecino se sume a la corriente del común. También se puede convocar en esa “gira electoral” a voluntarios del barrio para armar un comité autónomo de salud barrial, o una especie de escuelita de reforzamiento escolar entre los mismos padres, o construir un horno de barro, o un sistema de reciclaje barrial, o un mural pintado con jóvenes de la localidad, en fin, las posibilidades son múltiples. Lo importante es que si se parte de dos a seis experiencias iniciales en la comuna, culminar la campaña con el doble, el triple o más. De esa manera no es para nosotros una campaña de propuestas a ejecutar desde el municipio, sino una campaña constructiva donde las propias manos son el instrumento de realización y solución de necesidadesd. Si vecinos quieren que “hagamos” algo desde el municipio, simplemente lo que se hará es trasmitir el pedido y exigir que se ejecute, pero la dinámica, el tiempo y los actos del candidato y posible concejal vecinal, siguen siendo de carácter de construcción cuerpo a cuerpo con los vecinos, ya que ellos lo han nominado de entre ellos.
Ponemos por ejemplo algunas fotocopias en el barrio anunciando el día, horario y esquina donde “hablará el candidato o la candidata de los vecinos sin partido”, especialmente en almacenes y paraderos. Pueden llegar seis, 12 o 20 personas, no importa, si de ahí sale un voluntario para reproducir las prácticas de avance hacia el común. Decimos que no tenemos programa porque no queremos hacer promesas ni generar espectativas, sino que el programa lo hace el barrio, así promovemos una reunión o asamblea para elaborar los mismos vecinos el “programa del barrio”, que forma parte del “Programa de la Candidatura” anunciado como elaboración de los vecinos y no de los vendedores de ilusiones.
Si preguntan lo que se hará si gana el candidato, pues se sigue haciendo lo mismo, promoviendo las formas de vida compartida en los barrios, calles y cuadras. También se dice que no votará en el concejo municipal sin antes consultar los días previos con los vecinos, para lo cual se pegan nuevas fotocopias, para rendir cuenta y pedir la opinión sobre la pauta del Concejo Municipal, y si los vecinos dicen no al punto primero y dicen si al punto segundo, ese será el voto del concejal vecinal, que no tiene voto personal ni se suma a la votación de otros. Eso estimula la comprensión de la democracia de calle, que desde el punto de vista de los involucrados se sobrepone a la democracia formal. En ese caso se supone que la campaña y luego la interacción del concejal con los vecinos, aumentará los brotes del común en otros lados, lo que si se hace bien, la siguiente elección nuestro concejal va de candidato a alcalde bajo las mismas premisas y llevamos candidatos vecinales que llamaremos concejal territorial, o sea, cada uno es activista en un determinado territorio o conjunto de barrios de la comuna, para no hacer competir a la gente y lograr la diferenciación práctica entre democracia municipal y democracia de calle, podemos llevar una cantidad de candidatos vecinales equivalente a la mitad del consejo municipal, es decir tres donde hayan seis y cinco donde hayan 10, lo que permitirá el reforzamiento de las experiencias iniciadas y la emergencia de nuevas experiencias, con lo que la primera campaña permite cumplir los objetivos de la época, de multiplicar los brotes de las formas referenciales de vida en común, la segunda fase, si hay elección de nuestro concejal, de diferenciación de la democracia formal de la democracia barrial o comunitaria. O sea, una primera fase, de campaña, de ensanchamiento y multiplicación de los gérmenes del mundo de la vida compartido entre vecinos, y posteriormente, si se gana, una segunda fase, esta vez de carácter político asambleario para asumir en la calle el voto que lleva el concejal al concejo y a la vez levantar otras necesidades para comenzar a aplicarlas localmente “mientras el municipio discute si lo hace o no”. Eso representa un perfil cuya diferencia no es taxativa ni maximalista, y menos conceptual, sino de simple aplicación práctico-corporal, que pone frente a frente la democracia directa del mundo de la vida con la democracia formal del poder.
No nos hacemos cargo de la pugna de principios ideológicos entre lo institucional y lo no institucional, entre votar y abstenerse, sino que el hilo conductor y nuestra savia se asientan cada vez más en el común creciente como modos de vida compartida en barrios y localidades, así como la democracia de calle, barrial o comunitaria que surge de allí, del mundo de la vida.
Para ello estamos conversando con amigos y experiencias de diferentes comunas del país, de modo que si desea intercambiar ideas, le estamos invitando derechamente a escribirnos a Vecinos Independientes vecindep@gmail.com pero no podremos dejar pasar estirando el tiempo, pues ya están cayendo las primeras piedras del alud electoral. Esta nota es abierta para que llegue al mayor número y diversidad de personas, pero usted, al leerla, hágalo sintiéndose aludido, aludida o aludioa y evaluemos juntos las posibilidades de expansión del común en su comuna, ya que si hay una o dos experiencias germinales, se puede aspirar a llegar a unas 10 por lo menos al calor de la campaña “electoral”, que para nosotros no necesitará equipos de trabajo ni dineros, pues no vamos para ganar, sino a seguir construyendo sueños compartidos, esta vez pasando a llevar las jaulas electorales con la energía y el aire fresco de las formas de vida compartida. O sea, ya nos cansamos de ser guetos o islas de la fantasía de un grupo de afines que coexisten con el sistema y entendemos la necesidad y la urgencia de salir a encarar la ignominia y disputar palmo a palmo en cada barrio, localidad y territorio la aceptación de las cadenas o el despliegue de la libertad pisando firme en todos los terrenos y espacios posibles, sin dar la espalda al proceso eleccionario que atraerá millones de personas, sino entran do en medio de ellos con nuestras propias formas de mirar y hacer las cosas, con la frente erguida y en las narices del poder, sin escondernos para jugart a la teoría de la conspiración.
Díganos si está dispuesto a ser candidato vecinal en su comuna o si conoce a alguien que pueda hacerlo, para que analicemos juntos metodologías para que al menos algunos vecinos sustenten esa candidatura. No necesita condiciones ni currículo, pues no vamos para ocupar un cargo, sino a conversar y construir con vecinos. Hay varias comunas que ya han definido su candidato, pero no podemos entregar aún la lista hasta no contar con un número mayor y decidir entre todos cuando y como sacaremos la información a la prensa y a la opinión pública. Puede preguntarnos y ver detalles de como lo estamos haciendo en Valparaíso, o también solicitarnos apoyo jurídico o asesoría si se siente poco informado de los detalles formales.
Por el fin de la política del poder y por el predominio de los afectos en el mundo de la vida, por la recuperación de la gran familia de la calle, la cuadra y el barrio, en pos de las formas de vida comunitaria y el Buen Vivir, la defensa de la natualeza y la producción de alimentos y medicinas en cada barrio, por otra economía que priorice la circulación de los afectos, los intercambios y la alegría, antes que del dinero. Por hacer realidad la conclusión de Eduardo Galeano: mucha gente pequeña en lugares pequeños haciendo muchas cosas pequeñas, pueden cambiar el mundo.
Reciba un saludo fraterno de
Jaime Yovanovic Prieto (Profesor J)
Comuna de Valparaíso